Los que no saben amar (Trickyshipping: Lance x Lira)

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    [Oneshot] Los que no saben amar (Trickyshipping: Lance x Lira)

    A Lira le encantaba mirar a Lance.
    No porque fuera atractivo, que a sus ojos lo era, a veces demasiado para su corazón. Le encantaba mirarle cuando él pensaba que estaba solo, cuando no había fans, ni líderes de gimnasio, ni políticos, ni gente que esperaba de él un comportamiento perfecto, alguien en quien siempre delegar y que descendiera de los cielos en su dragonite capa ondeando al viento como un héroe salido de las leyendas de Johto listo para salvar el día.

    Lira no se fijaba en eso, ni en su título de campeón, ni en el de maestro dragón, ni siquiera en el de heredero del clan Endrino. Solo se fijaba en Lance.

    Por eso, cuando llegó un poco tarde al recoveco de la ruta 45 en el que habían quedado y vio que él estaba jugando con Dragonite se dio el lujo de observarle durante unos minutos antes de hacerse presente. Allí, Dragonite ascendía unos metros y volvía a bajar a la velocidad de la luz, tanto que pensaba que estaban entrenando (era típico de él aprovechar el tiempo así), pero al fijarse un poco vio que Lance le estaba lanzando algo para que lo atrapara. Era diminuto, podía ser una pequeña pelota o una baya, y Dragonite lo seguía como si su vida le fuera en ello. Podía tratarse de un entrenamiento de velocidad, pero lo que le dio a entender que estaban jugando era la forma en la que Lance lanzaba aquel objeto. No lo hacía con la espalda recta y la cara seria, pensando cual sería la mejor forma de hacerlo y empleando toda su fuerza. No, esa vez sus hombros estaban relajados y se daba la libertad de echarse demasiado hacia atrás cuando lanzaba aquello, a veces apoyado en un solo pie, como si la técnica fuera lo de menos. De vez en cuando hacía una finta y escondía el objeto tras su capa, lo que hacía que Dragonite ascendiera, confuso, y bajara a darle un ligero empujón con su morro a su entrenador en el abdomen al darse cuenta de que le estaba tomando el pelo. Las primeras veces que eso pasó Lance solo sonrió, pero a la quinta se rio de una forma que Lira nunca había escuchado antes. Era una risa libre, genuina, juvenil; una de esas que no se pueden contener y solo se comparten con aquellos que se ganan un lugar en tu corazón.

    Era lo más bonito que ella había escuchado nunca.

    —Feeer…

    Lira se sonrojó en cuanto escuchó el susurro de su feraligatr. Maldijo en voz baja en cuanto se dio cuenta de que su inicial había salido de su poké ball para juzgarle como siempre lo hacía cuando le parecía que se había quedado embobada mirando al domadragones. Le miraba fastidiado, como si quisiera decir “sí, te gusta, ya lo sabemos, ¿podemos seguir con lo nuestro?”. Así que la entrenadora se vio obligada a salir de su escondite.

    —Sí, ya lo sé. Ya voy.

    No le quedó más remedio que avanzar a su encuentro. Su corazón latía más rápido con cada paso que daba y es que, esa vez, había sido el propio Lance quien le había pedido quedar. “Hay un sendero por el que te quiero llevar el viernes por la tarde si no tienes nada que hacer. Solo los de Endrino lo conocemos, ¿te apetecería ir?”. Lira se preguntaba si había algo que no le apetecería hacer con él.

    De todas formas, no era esa invitación especial la que la tenía tan nerviosa, que también, sino la sonrisa con la que se la había propuesto. Solo con recordarla sentía un familiar calor en las mejillas que esperaba que la bufanda le cubriera, porque no quería quedar en evidencia delante de él.

    Al acercarse más, Dragonite se dio cuenta de la presencia de Lira y le miró. Lance se dio la vuelta para ver qué era lo que había llamado la atención de su pokémon y Lira vio cómo sus hombros se tensaban y la alegría desaparecía de su rostro. Sin embargo, en cuanto vio que se trataba de ella volvió a relajarse y una sonrisa, más tímida pero no por ello menos cálida, volvió a aparecer en sus labios.

    —Hola, Lira.

    La forma en que dijo su nombre, tan tierna, especial y alegre de que hubiera venido le hizo sonreír de una forma que obligó a Feraligatr a rodar los ojos. Su inicial, que hasta entonces se había mantenido atrás, decidió acercarse a Dragonite para no sofocarse con la vergüenza de su entrenadora.

    —Hola.

    Lira se detuvo a poca distancia de Lance, no tan poca como para que pudieran tocarse, pero la suficiente para que pudieran sentir la presencia del otro. Lance no dijo nada, simplemente señaló hacia un pequeño bosque. Dragonite se sabía el camino, por lo que se adelantó junto a Feraligatr, quien daba saltos para intentar atrapar al dragón que subía y bajaba para jugar con él.

    Durante la primera parte del trayecto no hablaron mucho. Lira por los nervios pero, además, por la tensión que notaba en el aire cada vez que ella veía a Lance mirándole de reojo. Sus manos se rozaban cada poco, pero ninguno de ellos se apartaba cuando eso sucedía, de hecho a la entrenadora le daba la sensación de que cada vez se iban acercando más. Lance le guió por un camino que sabría hacer con los ojos cerrados y tras un rato largo llegaron a la entrada de una pequeña cueva hundida en una de las tantas paredes rocosas que había cerca de Endrino. Dragonite aterrizó para meterse dentro, seguido de Feraligatr y los dos entrenadores.

    —Está llena de cristales brillantes. Es uno de nuestros secretos mejores guardados.

    Él tenía razón, la cueva brillaba, tanto que no les hizo falta usar ningún movimiento pokémon para iluminarla. Lira se quedó fascinada por aquella vista, tanto que se iba deteniendo cada poco para tocar y admirar los cristales. Lance la seguía lenta y pacientemente, mirándola con una sonrisa que no le pasó desapercibida a ella, como si fuera mucho más interesante que el espectáculo lumínico. En un momento sus manos volvieron a rozarse, pero esa vez Lance tomó la de Lira con delicadeza. Ella no se apartó y, aun cuando salieron de la cueva, sus dedos seguían entrelazados.

    A Lira le pareció notar que la temperatura descendió un poco cuando volvieron al exterior y no tardó en darse cuenta de que estaban ascendiendo. No estaban subiendo una montaña, pero tampoco era un trayecto llano, y parecía que el sendero les estaba llevando a un mirador. Siguieron a Dragonite durante unos minutos y cuando el dragón se detuvo en la cima de aquella elevación del terreno a Lira se le escapó una exclamación de sorpresa porque podía ver, a sus pies, a toda ciudad Endrino en su silenciosa gloria. Desde las casitas que había a la entrada de la ruta helada, pasando por el centro pokémon y el gimnasio hasta llegar a la guarida dragón. El sol se estaba escondiendo y de todas las chimeneas salía humo. Podía ver a algunas personas fuera, pero aun así notaba, incluso desde esa distancia, la paz y la calma que se respiraba en aquella ciudad. Se quedó maravillada por esa belleza, pero parte de esa emoción se fue en cuanto notó que Lance se soltó de su mano. Al girar la cara para verle el rostro le sorprendió ver lo serio que estaba, pues hacía escasos minutos parecía feliz. Su mirada estaba fija en su ciudad, en la guarida dragón, y era evidente que algo le atormentaba.

    —A los de ciudad Endrino… no se nos enseña a amar.

    Aquello le pilló por sorpresa a Lira. Ella abrió la boca, sorprendida por la vulnerabilidad y honestidad de ese susurro, pero la cerró porque sentía que no podía decir nada y porque parecía que Lance iba a seguir hablando.

    —A los de ciudad Endrino no se nos enseña a amar —repitió con un tono de voz más alto y seguro mientras extendía la palma de la mano derecha, la que estaba más cerca de ella, aquella en la que tenía una de las tantas cicatriceces que llevaba en su cuerpo—. Se nos enseña a sufrir, a aguantar, a tener disciplina y liderar. Se nos enseña a conseguir que los demás nos respeten, a ser los más fuertes, a entrar en una habitación y hacer que solo tu presencia sea suficiente para intimidar a los demás y que obedezcan órdenes sin rechistar.

    En aquel momento Lance le miró y Lira vio la contradicción en su mirada, cómo su ceño estaba fruncido y quería dar un paso hacia adelante, pero durante toda su vida le habían enseñado a mantenerse al margen y en ese momento no sabía qué hacer.

    —Yo… a mí esto no se me da bien —confesó mientras giraba su cuerpo hacia ella lentamente y se llevaba una mano al cuello. Desvió la mirada hacia Dragonite, quien volaba perezosamente en círculos sobre la ciudad, y después volvió a mirar a Lira—. No sé cómo se quiere a alguien, no sé cómo abrir mi corazón. Las personas a las que dejé entrar al principio me traicionaron, se enamoraron de lo que les podía conseguir, no de mí, y desde entonces me ha resultado muy difícil volver a confiar en alguien.

    Él intentó esconderlo, como siempre lo hacía con las emociones difíciles, pero Lira pudo ver el dolor y la pena en su mirada. Dio un paso hacia ella, acercándose de forma que se viera obligada a levantar un poco la cabeza si quería seguir mirándole a los ojos, y movió los brazos lentamente hacia adelante.

    —Me he pasado la vida escondiéndome tras títulos y murallas que he creado delicadamente. He pensado durante mucho tiempo que esto no es para mí, que no lo merezco, que las personas como yo estamos al servicio de los demás y nuestro destino es trabajar y vivir en soledad. Para eso nacemos, para servir, proteger, liderar e inspirar, siempre desde la distancia, siempre desde nuestras sombras.

    Sus manos se quedaron a escasos centímetros de las de Lira. Miró hacia abajo y dudó, durante unos segundos vaciló, pero finalmente las envolvió con las suyas y se las acercó a su pecho. Lira le miró con la boca ligeramente abierta, como si no pudiera creerse lo que estaba pasando, y se aferró a su ropa para asegurarse de que eso era real y no estaba soñando.

    —Pero tú… Tú haces que quiera tener todo lo que llevo negándome una vida. Entreno más duro para sorprenderte, escucho tus canciones favoritas para poder cantarlas y bailarlas contigo, me aprendo chistes para hacerte reír —Eso le hizo reír a Lira, lo que a su vez hizo que Lance alzara una ceja antes de sonreír—. ¿Qué? Es verdad.

    —Es que te estoy imaginando en tu despacho leyendo un libro de chistes malos con tu cara seria de campeón y no puedo.

    —Pues no me imagines como un campeón —pidió en un susurro mientras rodeaba con un brazo su cintura para acercársela; la otra mano la seguía usando para mantener las manos de Lira en su pecho—. Imagíname como un hombre normal completamente enamorado.

    Aquello hizo que a ella le recorriera un escalofrío de arriba abajo. Lira vio cómo su mirada se enternecía, cómo su rostro le hacía una súplica que ella ya llevaba tiempo cumpliendo y su cuerpo se relajaba mostrándole una verdad que hacía tiempo que latía entre ambos. Ninguno se había atrevido a nombrarla hasta ese entonces y ahora que él se había abierto, ahora que se estaba mostrando entero con todo lo que le había costado, Lira sentía que por muchos nervios que tuviera no podía quedarse callada.

    —No hace falta que te imagine como un hombre normal porque ya te veo como un hombre normal —dijo ella mientras daba un paso hacia adelante y cerraba del todo la distancia entre ellos, con dedos temblorosos y una voz que temía que fuera a fallarle de un momento a otro—. Sí, veo al campeón de Johto al que todos admiran, al maestro dragón al que nadie se atreve a llevarle la contraria y al heredero del clan Endrino al que todo el mundo respeta. Veo lo que todo el mundo ve, pero también veo cómo les cantas canciones de cuna a los dragones recién nacidos de la guarida para ayudarles a dormir, veo cómo prestas atención a los entrenadores menos experimentados para que no se sientan solos ni desamparados en su viaje y cómo juegas con tus dragones cuando crees que nadie te mira. Veo cómo eres cuando nadie espera que lo tengas todo bajo control y eso es lo que más me gusta de ti, cuando simplemente eres.

    El silencio que siguió a sus palabras no fue raro, ni siquiera incómodo, fue uno que permitió a ambos asimilar esas palabras y los sentimientos tan fuertes y puros que implicaban. Dragonite hizo un giro brusco que provocó que se levantara algo de viento, Feraligatr bostezó mientras se acurrucaba bajo un árbol y por un instante pareció que todos respiraban al mismo ritmo de la naturaleza.

    —Te he traído hasta aquí porque no quiero estropear esto —confesó él al fin en un susurro mientras apoyaba su frente en la de ella. Lira sonrió mientras cerraba los ojos y se permitía disfrutar del contacto de su piel con la suya—. Aquí puedo ser yo y eso me ayuda a expresar lo que siento. Todavía no sé ponerle nombre a lo que tenemos, pero sé que es real y no quiero que mi incapacidad te haga sufrir o dudar de lo que siento.

    —No eres incapaz de nada, Lance, y no vas a estropear nada. He visto cómo quieres a tus pokémon, cómo tratas a las gemelas de la guarida, cómo te preocupas por Débora cuando ella se estresa. Eres más que capaz de amar, siempre lo has sido, me sabe fatal que haya gente que se haya aprovechado de tu buen corazón… —en ese momento Lira abrió los ojos y vio el cariño con el que él le estaba mirando, como si ella le estuviera diciendo todo lo que él quería y necesitaba escuchar— por eso entiendo que te cueste entregarlo. Yo no te quiero presionar a nada, pero tampoco puedo negar lo obvio.

    —¿Y qué es lo obvio?

    Aquella pregunta se quedó en el aire durante un instante. Él sabía la respuesta, ambos la sabían, pero él necesitaba escucharla con palabras. El corazón de Lira empezó a latir de forma que, por unos segundos, solo podía escuchar su latido en su cabeza. El mundo empezó a emborronarse, para ellos en aquel momento no existía nadie más. Lira sabía que una vez que lo dijera no había vuelta atrás, que iba a cruzar una línea que él había cruzado hace un par de minutos, y por fin sentía que estaba más que preparada para encontrarle a mitad de camino.

    —Que estoy enamorada de ti.

    Dragonite aterrizó, Feraligatr se durmió, y toda la tensión que se había establecido entre ellos se esfumó. Lance le sonrió, le sonrió cómo solo lo hacía cuando estaba con su equipo, le sonrió como ella llevaba tiempo deseando que le sonriera. La mano que hasta entonces estaba usando para retener las manos de Lira en su pecho se movió para descansar en la nuca de la entrenadora. Lira le acarició la mejilla y, con lo cerca que ya estaban, solo bastó que él se agachara un poco y ella se pusiera de puntillas para que se besaran.

    Fue un beso lento, inseguro, uno que todavía parecía más una pregunta que una respuesta, pero conforme la mano de Lance se asentaba con más firmeza en la cintura de Lira y ella acariciaba su pelo con una ternura que nadie le había mostrado antes este se volvió más seguro, más tangible, más de ellos. No se querían separar, pero hubo un momento en el que tuvieron que hacerlo para respirar y el amor con el que se miraron expresó todo lo que se habían callado durante ese tiempo.

    —Pues para que no te hayan enseñado nada me estás dejando sin aliento, campeón.

    Lira bromeó con una sonrisa tonta que ya no le quería esconder y Lance rio. Su risa llenó todo el espacio y sus mejillas se tiñeron de un sonrojo que ella le vio por primera vez.

    —Supongo que el instinto se me activa con la persona indicada.

    Después de eso sus labios volvieron a encontrarse, pero aquella vez lo hicieron con decisión, sellando el inicio de una promesa con la que el hombre de ciudad Endrino estaba aprendiendo a amar.

Trabajando...