Pokémon: Faraway Frontier

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    [Fanfic] Pokémon: Faraway Frontier

    [PFF] Pokémon: Faraway Frontier
    (Pokémon Strong World)



    ¡Bienvenidos a "Pokémon: Faraway Frontier"! La segunda obra perteneciente a mi universo Pokémon "Pokémon Strong World".

    "Pokémon: Faraway Frontier" cuenta la historia de Zoe Ishige, una joven natal de ciudad Algaria en su viaje por conseguir las ocho medallas de la región de Hoenn con el propósito de poder participar en la conferencia Colosalia. Sin embargo, y aunque motivada por ello, esto apenas es mas que una escusa con la que poder explorar a fondo la región en la que vive: sus mitos, leyendas, lugares perdidos, tesoros, historia... En general, todo aquello que de verdad despierta en ella auténtica pasión.

    La idea de este fic surge después de muchos años luego de no haber podido completar su obra antecesora "Pokémon: Dueños del destino", que fue la historia que inspiró la creación de todo este universo. Por ese motivo, ambos fic coinciden en tiempo, mas no en espacio, por lo que aquellos que llegaron a leer [PDD] en su momento pueden esperar referencias y alusiones a éste.

    A continuación, dejaré el índice con enlaces directos a las diferentes secciones del fic, tales como notas del autor (las cuales intentaré mantener actualizadas) y los capítulos, que espero publicarlos con la menor demora posible, siempre y cuando los dramas de la vida adulta me lo permitan.


    ÍNIDICE:----------- VOLUMEN (I) -----------
    Por último indicar que disto mucho de ser escritor y es muy probable que haya ciertas cosas (como el laísmo arraigado a la zona de la que soy) que sean muy mejorables o directamente corregibles, pero espero que esto no suponga ningún impedimento para que todos podáis disfrutar de la historia.

    En cualquier caso, muchas gracias por vuestro tiempo y, sobre todo ¡Muchas gracias por leer!
    Editado por última vez por Photosphere; Hace 2 días.
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    #2
    Notas del autor (I)

    Pokédex:

    Editado por última vez por Photosphere; Hace 2 días.

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      #3
      Notas del autor (II)

      Personaje-Dex:

      Editado por última vez por Photosphere; Hace 1 Día.

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        #4
        Notas del autor (III)

        (En construcción)

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          #5
          Capítulo 001 — Vibración



          El tenue roce de las arenas del desierto deslizándose entre las grietas le dio la bienvenida a Zoe con un susurro seco. El caluroso sol del mediodía se filtraba por los agujeros de lo que antaño había sido una ostentosa bóveda, y apuntalaba el suelo de arenisca como columnas de luz por las que danzaba ondulante el polvo en suspensión. Sus ojos, verdes como esmeraldas, aún trataban de acostumbrarse a la luz ambiental pero su respiración no tardó en encontrarse con un aire denso, cargado con el penetrante olor terroso de aquello detenido en el tiempo. Habían pasado ya diez años desde la última vez que había explorado aquel remoto lugar, pero esta vez le tocaba hacerlo sola.

          —Mira esto, Lipan —dijo después de haber estado observando las teselas restantes de lo que en su momento hubo de ser un colorido mosaico —. ¡Es un fósil! —exclamó emocionada mientras retiraba con cuidado algunos fragmentos de piedra sueltos en la pared.

          Un zumbido pulsante reverberó desde otro extremo de la estancia, entrecortado por chasquidos secos de cerámica girando en el aire y arremolinando la arena a su paso. Cuando el Claydol llegó a su lado, éste se detuvo en silencio, levitante, con las órbitas de sus ojos palpitando con un brillo rosado. Hubiera sido fácil para cualquiera darse cuenta de que aquel se trataba de un ejemplar mucho más grande que el resto de individuos de su misma especie, sobrepasando por más de veinte centímetros a su compañera humana, quien apenas pasaba del metro sesenta y cinco de estatura.

          —¿Recuerdas lo que nos dijo Máximo? —reflexionó sin apartar la vista del hallazgo —En ciudad Férrica hay una empresa con tecnología capaz de devolver la vida a Pokémon prehistóricos.

          El rubor trepó por sus mejillas como una travesura descubierta, evidente sobre su piel clara. No obstante se obligó a volver al presente con un leve carraspeo. Lipan la observaba con la serenidad de un monolito flotante, inmutable.

          —No es que me interese revivirlo —se podía intuir un leve tinte de nostalgia en sus palabras —, pero sería bonito averiguar quién fue en el pasado ¿no crees?

          Tras esto descolgó su mochila verde militar y la dejó sobre el irregular suelo, abriendo su bolsillo principal y revolviendo con determinación hasta dar con lo que buscaba. Así, extrajo una cámara de fotos instantánea cuya carcasa había visto tiempos mejores y la sostuvo entre sus manos con una emoción casi infantil.

          —Vamos a recordar este momento —sonrió, girándose hacia su compañero —. Lipan, ¿puedes tomarla tú, por favor?

          El Pokémon no respondió con palabras, pero una sutil vibración sacudió las manos de la joven mientras la cámara se elevaba con suavidad en el aire, envuelta por una leve aura azul turquesa. De esa manera, encuadrando con precisión a su entrenadora, al fósil y al propio Lipan, un destello breve iluminó la estancia y el sonido mecánico del papel deslizándose indicó que la imagen ya se estaba revelando. Zoe la atrapó antes de que cayera al suelo, soplando con suavidad la superficie mientras la fotografía comenzaba a definirse.

          Aquella instantánea devolvía la imagen de una joven que recién acababa de cumplir los veinte años de edad, de piel clara y mejillas aún encendidas por el calor del lugar, haciendo la señal de victoria con la mano. Su larga melena, de un color naranja pastel, estaba adornada en el frente por dos trenzas que se extendían desde ambos lados del flequillo mientras que el resto descendía sobre la capucha de una chaqueta deportiva amarilla con mangas amplias, marcadas por un par de líneas blancas a ambos lados. Bajo ésta vestía una camiseta beige muy holgada que ocultaba parcialmente su esbelta anatomía y tapaba por la mitad unas mallas negras que cubrían sus muslos hasta un poco antes de llegar a sus rodillas.

          Zoe ladeó la cabeza, observando la escena con media sonrisa.

          —Qué guapo sales, Lipan —sacó la lengua a su Pokémon, traviesa, para poco después guardar la foto con cuidado en su mochila, dentro de un cuaderno en el que también se podían apreciar varias instantáneas más como aquella.

          Luego de incorporarse con un suspiro breve, sus manos fueron a descansar sobre su cintura, en una postura que hablaba más de concentración que de cansancio. Con los ojos entornados, se tomó el tiempo de observar una vez más aquel fósil incrustado en la pared, formando parte casi de la misma arenisca. Era consciente de no tener los medios necesarios como para extraerlo de la forma precisa, y hacerlo por la fuerza bruta podría suponer el riesgo de dañarlo de una forma irremediable.

          —Onua puede ayudarnos con esto —dijo con seguridad mientras tomaba de su cinturón la única cápsula que no se trataba de una Pokéball convencional, siendo la mitad superior de ésta de un tono gris metálico y con cuatro protuberancias azules, dos a cada lado.

          El Aggron alzó su metalizada anatomía con un gutural gruñido mientras sus ojos azules buscaban a Zoe con familiaridad. Ésta en seguida le correspondió con una afectuosa caricia en uno de sus cuernos, sintiendo bajo la yema de los dedos el frescor del metal templado por la sombra, lo que provocó en él que su masiva cola describiera un profundo surco en la arena al moverse con alegría. Lipan lo saludó con un peculiar zumbido al tiempo que sus ojos describían patrones de encendido y apagado, como si ambos compartieran un código que sólo ellos dos entendían.

          —Está muy incrustado, pero creo que si lo rodeamos desde aquí y excavamos un poco más esta zona —trazó con el dedo una línea invisible sobre la piedra —, podríamos liberarlo sin romperlo. ¿A ti qué te parece?

          Onua rugió en señal de comprensión y acto seguido sus robustas garras comenzaron a cincelar la arenisca, retirando fragmentos de piedra con movimientos medidos y empujando allí donde el material cedía con facilidad. Lipan flotaba unos pasos más atrás, siempre atento. Cada vez que una capa crujía con peligro de quebrarse, un destello psíquico intervenía al instante, estabilizando las grietas o sujetando fragmentos sueltos para evitar que éstos colapsaran el hallazgo.

          Tras unos minutos de minucioso trabajo un chasquido diferente retumbó entre las paredes, por lo que el dinosaurio se detuvo. Bajo sus garras, el fósil había dejado ya de formar parte de la roca y levitaba en el aire, libre, cubierto apenas por una pátina de polvo fino e imbuido por la energía psíquica de Lipan, quien lo dejó con cuidado sobre un pañuelo de tela gruesa que su entrenadora se había apresurado en estirar sobre el suelo.

          —¡Misión cumplida! —celebró ésta última intentando abrazar con todo lo que sus brazos daban de sí el acorazado cuerpo de su Pokémon —Muchas gracias a los dos —añadió —; ahora tenemos que envolverlo con cuidado para evitar que…

          Un chirrido robótico y abrasivo atravesó la sala como un látigo de hierro, forzando a Zoe a llevarse las manos a los oídos para protegerlos. La vibración fue tan fuerte que sacudió las paredes de la cámara como si las propias ruinas estuviesen despertando, haciendo temblar hasta el mismísimo aire y provocando el desprendimiento de algunos fragmentos de paredes y techo. Notó así como unas gotitas de sangre resbalaban por su nariz y teñían la arena de granate mientras su corazón se aceleraba hasta el punto pensar que se le acabaría escapando del pecho.

          No fue sin embargo hasta sentir el frío tacto del cuerpo de Onua que recobró de nuevo el sentido. Entonces fue que lo vio, al fondo de la cámara, allí donde apenas antes había reparado al pensar que se trataba de otra de las tantas estatuas erosionadas por el tiempo que se había encontrado de camino. Los siete puntos que formaban su rostro palpitaban devolviéndolo a la vida mientras que su cuerpo, compuesto enteramente por bloques de roca, parecía despertarse de un milenario sueño.

          Onua dio un paso al frente, imperturbable, y con un movimiento de su cola empujó suavemente a su entrenadora detrás de él, ofreciéndose como escudo. Entonces resopló con la fuerza de una caldera viva, sacudiendo el aire frente a él pero sin quitarle la vista de encima a la amenaza. Lipan iluminaba sus ojos con patrones erráticos, escaneando el entorno, sereno como siempre, aunque la tensión psíquica que lo envolvía delataba que estaba dispuesto a combatir.

          La pantalla de la Pokédex parpadeó brevemente cuando Zoe apuntó con ella a la mole de piedra, sin embargo nada ocurrió. Ni un nombre, ni una entrada, ni una voz. Tan sólo una imagen estática distorsionada por líneas de interferencia.

          —¿Qué? —miró la pantalla apagarse, desconcertada. Nunca antes había fallado de esa manera.

          Pero no tuvo tiempo para más. Un nuevo zumbido surgió del Regirock acompañado por un fuerte crujido pétreo mientras dos anillos de afiladas rocas se desprendían de su torso y comenzaban a orbitar a gran velocidad en torno a él, saliendo despedidas con violencia hacia ellos.

          Onua rugió con fuerza, interponiéndose como una muralla y recibiendo de lleno el impacto, pero no retrocedió ni un centímetro. Las rocas que estallaron contra su armadura lanzaron esquirlas en todas las direcciones, sin embargo una cúpula de energía psíquica generada por Lipan en el momento preciso consiguió disipar aquellas que amenazaron con impactar a su entrenadora.

          —¿Chicos, estáis bien? —preguntó enseguida.

          El Claydol emitió un complejo sonido de afirmación al mismo tiempo que giraba sus dos cuerpos orbitales demostrando su perfecta sincronía. Onua, en cambio, respondió con un áspero resoplido; si bien éste era resistente ante el daño sufrido, la potencia del ataque le había dejado muy claro que su oponente se encontraba en un nivel muy superior al de cualquiera de los rivales con los que ya se hubiera enfrentado en el pasado.

          Fue entonces cuando una sucesión de chasquidos eléctricos volvió a poner en guardia a la joven. Sus pupilas se contrajeron al observar los destellos blancos y verdes que chispeaban en torno a la esfera de energía compacta y crepitante que comenzaba a formarse entre los brazos del gólem mientras que, a su alrededor, pequeños fragmentos de piedra y arenisca se elevaban del suelo y flotaban en el aire atraídos por la creciente carga que saturaba el ambiente.

          Zoe frunció el ceño y, lejos de asustarse, actuó.

          —¡Onua, cabeza de hierro! —ordenó con firmeza —¡Lipan, ven conmigo!

          Onua rascó el suelo con una de sus pezuñas antes de cargar, liberando un ensordecedor rugido. Su cuerpo acorazado se tensaba con cada zancada, aumentando su velocidad, mientras su cráneo comenzaba a brillar con un fulgor blanquecino. Al mismo tipo Zoe corrió hacia la derecha, con Lipan cubriéndole las espaldas, describiendo ambos una trayectoria circular y ayudándose de las columnas presentes con el fin de encontrar una posición más ventajosa.

          El Regirock apenas había alcanzado a concentrar la mitad de la energía cuando Onua lo embistió con la fuerza de una locomotora. El impacto fue tan severo que una onda expansiva hizo vibrar los cimientos de las ruinas y levantó una nube de polvo a su alrededor. La carga eléctrica que el Pokémon legendario estaba a punto de liberar desapareció de golpe, disipándose en un destello difuso, mientras sus brazos se cruzaban para frenar la carga de su atacante.

          Aprovechando su nueva posición, Zoe se acuclilló tras una de las columnas y deslizó con rapidez la mochila de sus hombros. Con manos ágiles extrajo la vieja cámara de instantáneas y, apretando los labios mientras encuadraba con rapidez, presionó el disparador. El obturador se cerró con un chasquido seco justo cuando la onda expansiva retumbaba desde el centro del forcejeo, y la foto comenzó a deslizar desde la ranura. Sin esperar a que se revelara volvió a guardarla dentro de su mochila, aunque sacando a la vez otro objeto de su interior.

          Onua volvió a resoplar, aún encajado entre los brazos del Regirock, como una forma de potenciar la pesada maquinaria que era su cuerpo. Parecía estar ganándole centímetros poco a poco, pero era consciente de que el esfuerzo al que se estaba sometiendo era demasiado como para seguir prolongándolo más en el tiempo. Así, iluminando su cola con un fulgor incandescente, aprovechó la inercia de la embestida para girar bruscamente sobre su eje y conseguir librarse del forcejeo, viéndose entonces libre para propinarle al gólem un masivo coletazo descendente que hizo que éste se desplomara brutalmente sobre el suelo.

          —¡Ahora! —exclamó Zoe lanzando la última Pokéball que le quedaba consigo. Sabía que no sería suficiente para atrapar un Pokémon como aquel, pero al menos tenía que intentarlo.

          La cápsula surcó el aire trazando un arco perfecto antes de impactar contra el Pokémon legendario, abriéndose con una explosión de luz carmesí y absorbiéndolo en su interior. Sin embargo, apenas tocó el suelo, tan sólo tuvo tiempo de sacudirse una vez antes de que una desmesurada cantidad de energía la hiciera estallar desde el interior.

          Del mismo epicentro de la explosión volvió entonces a surgir un chirrido igual de atronador que el primero mientras el Regirock se materializaba de nuevo sobre la arena, inexpresivo. Y así, ante un rival aturdido por el ruido, aporreó violentamente uno de sus brazos contra el cráneo de éste, pillándolo desprevenido.

          De ese modo, antes de que Onua pudiera recomponerse, el gólem le encadenó un segundo golpe pero esta vez concentrando todas sus fuerzas en un único puñetazo imbuido por un aura carmesí, desencadenando que la fuerza del impacto fuese tal que consiguiera que el masivo Pokémon saliese despedido en una espiral descontrolada.

          Aturdida también por el ruido, Zoe apenas tuvo tiempo de apartarse cuando su compañero pasó rodando a escasos centímetros de ella. El estruendo del aterrizaje lo notó unos metros más atrás, allí donde éste acabó su recorrido entre escombros y medio enterrado en arena.

          —¡Onua! —gritó, con el corazón aporreando su pecho, corriendo hacia él de inmediato.

          Zoe se arrodilló al lado de su Pokémon, sintiendo el calor que aún desprendía su cuerpo metálico. Éste intentó volver a incorporarse, clavando las garras en el suelo, sin embargo sus extremidades flaquearon y su cuerpo cedió, cerrando los ojos de agotamiento y desplomándose pesadamente. Entonces un destello rojo lo envolvió, conduciéndolo de nuevo al interior de su cápsula.

          El sonido de rocas cortando el aire hizo que Zoe voltease la cabeza rápidamente. Lipan se deslizó hacia el frente sin necesidad de instrucciones, ocupando el espacio existente entre el Regirock y su entrenadora. Así, sus ojos se encendieron con un estallido psíquico inmediato y el enjambre de esquirlas fue redirigido súbitamente hacia ambos lados, allí donde estallaron en una lluvia de impactos contra las columnas más cercanas y el suelo.

          La voz de Zoe fue entonces firme y directa.

          —¡Rayo hielo! —su brazo se extendió como una orden.

          Lipan apuntó sus dos cuerpos orbitales con un movimiento rápido y preciso mientras una esfera de energía congelada crepitaba entre ellos. A su alrededor, el aire se tornaba cada vez más denso y frío, provocando que finalmente ésta se liberase con la forma de tres zigzagueantes rayos que atravesaron la sala silbando como una saeta glacial.

          El ataque impactó contra el flanco derecho del Regirock, provocando así que su pétreo cuerpo se cubriera al instante por una gruesa capa de escarcha que crepitaba al expandirse. El hielo inmovilizó parte de su torso y brazo, forzando a la mole de piedra a apoyar todo el peso de su cuerpo sobre una de sus rodillas. Aun así, esto pareció no ser suficiente pues, en respuesta, éste aprovechó la movilidad de su extremidad libre para sacudir con ella un adusto golpe contra el suelo que causó una reverberación en toda la sala.

          Lipan interrumpió su ofensiva en una fracción de segundo. Un destello rosado envolvió su cuerpo mientras Zoe sentía como sus pies perdían el contacto con el suelo y era desplazada bruscamente varios metros hacia la izquierda, en el instante apenas anterior a que una estalagmita emergiera con violencia desde la arena, a escasos centímetros de su cuerpo.

          Cayó al suelo rodando, deslizándose por la arena hasta detenerse de lado. Aunque ilesa, sentía el temblor residual del ataque que casi le alcanza. Al levantar la mirada, sus ojos verdes se cruzaron con los de Lipan, erguido entre ella y el Regirock como un centinela inquebrantable, y por un breve instante sintió como su mente viajaba atrás en el tiempo, evocando todas aquellas veces en las que su Pokémon, con la misma serenidad silenciosa, se había interpuesto entre ella y el peligro.

          —<<Gracias>> —cerró los ojos y respiró hondo, con la voz acallada en su mente.

          Un murmullo resonó desde Lipan, aunque no fue un sonido exactamente, sino una vibración que Zoe sintió más que escuchó, como un eco interno. Entonces un escalofrío volvió a estremecerla al sentir como la energía psíquica de su compañero le arropaba y ayudaba a incorporarse de nuevo.

          Sin embargo, un chirrido volvió a desgarrar el aire mientras el cuerpo semicongelado del Regirock comenzaba a temblar. Sus siete ojos pulsaron con patrones geométricos y, con un estallido seco, la capa de escarcha que lo apresaba se agrietó.

          Así, sin pretender perder ni un solo segundo, el Pokémon legendario llevó sus brazos al frente con el objetivo de generar un nuevo ataque electrocañón, pero no tardó en sentir como una presión invisible pugnaba por mantenerlos separados, provocando que la mayor parte de las chispas no llegaran a compactarse entre ellos y simplemente petardearan en el aire.

          Fuerza y mente mantuvieron su pulso durante un minuto que a Zoe le pareció interminable. Tras esto, los ojos del Regirock comenzaron a parpadear en una secuencia diferente. Entonces la arena del suelo empezó a alzarse en una espiral que primero envolvió a los dos Pokémon, pero que fue aumentando progresivamente su ritmo a uno cada vez más frenético. El viento silbaba entre las columnas y algunos fragmentos de éstas fueron arrancados, uniéndose a la vorágine atraídos por una fuerza que crecía con un propósito elemental y furioso.

          Zoe reaccionó de inmediato. Con un gesto rápido sacó del bolsillo interior de su chaqueta un par de gafas aislantes que apresuró en colocarse, ayudándose de la correa para fijarse también como pudo la capucha. Los granos de arena impactaron contra los anaranjados cristales como agujas al azar, produciéndole un picor abrasivo en aquellas zonas expuestas de su cuerpo.

          Los ojos de Lipan se distinguían a través de la borrasca como un patrón intermitente, describiendo un código silencioso que su entrenadora había aprendido a leer. Entonces supo que no se trataba de cansancio, sino que era una advertencia de que el equilibrio de poder se deshacía. Así deslizó la mano hasta su cinturón, buscando el tacto metálico de la Pokéball que necesitaba.

          —¡Fraaaa! —las antenas de la Flygon se tensaron apenas entró en contacto con la arena. Sus alas zumbaron, como las de los insectos, tras lo cual inclinó su cuerpo adquiriendo una postura ofensiva.

          —¡Suna, no! —exclamó Zoe. Su voz apenas era audible en medio de la tormenta —¡Hay que salir de aquí! —añadió apuntando al orificio de mayor tamaño que había en el techo, uno por el que podrían atravesar sin demasiados problemas.

          La dragona se volvió hacia ella, y apenas un intercambio de miradas bastó para reflejar la confianza mutua entre quienes llevaban juntas desde el principio. Así, Zoe se ajustó con firmeza las correas de su mochila y trepó sobre el lomo de su compañera, sintiendo con su cuerpo el suave tacto de sus escamas.

          El ascenso no fue sencillo. La tormenta de arena arreciaba y aunque Suna podía manejarse bien en esas condiciones, la responsabilidad de cargar con su entrenadora requería por su parte que ajustara cada movimiento con precisión. Entonces Zoe abrazó el cuello de su Pokémon y tras un último batir de alas, ambas salieron hacia la luz exterior.

          Suna sobrevoló el desierto durante varios kilómetros, manteniéndose a baja altura para evitar el viento en altitud. El sol del mediodía colgaba inmóvil en lo alto y el calor se sentía como un peso físico sobre la piel. En la distancia, una formación rocosa erosionada por el tiempo comenzaba a recortarse en el horizonte, proyectando una prometedora sombra sobre la arena. Zoe entrecerró los ojos y, con unas leves palmaditas sobre el costado de la Flygon, señaló con un gesto hacia la base de roca.

          —Vamos a esperar allí a Lipan —dijo, alzando la voz por encima del viento.

          —¡Frah! —canturreó la Pokémon, tras lo cual redujo su velocidad.

          Una pareja de Cacnea que descansaban a la sombra se sobresaltaron al ver la silueta descendente de la dragona y, tras un breve momento de confusión, corrieron torpemente hacia el lado opuesto de la roca, perdiéndose entre los matorrales secos y la arena. Zoe bajó con cuidado del lomo de su Pokémon y, una vez en el suelo, no esperó para rodear a su compañera entre sus brazos con un abrazo sincero.

          —Muchas gracias, amiga —sujetó a Suna por ambos lados del rostro, bajo la mandíbula, y apoyó la frente contra la suya, dejando que el contacto hablara por sí solo.

          —¡Friii! —ésta cerró los ojos, disfrutando del afecto, y sus alas vibraron con rapidez.

          Tras esto, Zoe se dejó caer sobre la sombra, agotada. Con cuidado descolgó su mochila y la apoyó sobre la arena, notando como el sudor comenzaba a enfriarse sobre su espalda. Abrió el cierre con los dedos algo entumecidos y revisó el contenido con rapidez, aunque bebiéndose primero la mitad del contenido de una de las dos cantimploras con agua que llevaba consigo. Por suerte para ella todo parecía estar en buen estado, pero entonces reparó en su cámara.

          La sacó con cuidado y su estómago se tensó al instante. El cuerpo del dispositivo estaba agrietado de lado a lado y la lente había colapsado en su interior. Con tan solo mirarla sabía bien que aquel aparato no volvería a funcionar más, pero aunque la idea de comprarse una nueva ya le llevaba dando vueltas por la cabeza, sintió pena porque aquel no era el final que ella había deseado para su preciado aparato.

          Contuvo el aliento un segundo, lamentando la pérdida en silencio, hasta que notó algo atascado en la ranura de expulsión. Tiró así con suavidad, observando que la imagen ya se había revelado.

          La sostuvo entre los dedos, con una mezcla de alivio y asombro. La fotografía había capturado el momento justo en el que Onua embestía al Regirock, lo que le dibujó una sonrisa en el rostro. Quizás habría fallado en su intento por pretender atraparlo con una Pokéball convencional, pero al menos había conseguido un fragmento de esa aventura congelado para siempre en el tiempo.

          La guardó entonces a buen recaudo, dentro de su cuaderno, y tras un largo suspiro se dejó caer de espaldas sobre la arena, sintiendo como su cuerpo se hundía apenas unos milímetros. Observó así el cielo, inmenso, azul y despejado, ajeno a todo cuanto ocurría bajo él.

          —Encima sin el fósil… —murmuró, dejando que la decepción se escurriera.

          Afable como era, Suna se acurrucó a su lado para esperar, sin embargo no pasó mucho hasta que algo captó su atención. En el horizonte, una silueta levitaba en dirección hacia ellas, borrosa por el calor del aire. Levantó la cabeza, en guardia, pero en seguida se relajó con un musical gruñido, ante el cual Zoe se incorporó de inmediato, entrecerrando los ojos para distinguir mejor.

          —¡Lipan! —se levantó de un salto y agitó los brazos con entusiasmo —¡Lipan, estamos aquí!

          El Pokémon psíquico respondió a su llamada, acelerando el vuelo hasta llegar frente a ellas. Zoe corrió a recibirlo y lo abrazó sin pensarlo. La arcilla de su cuerpo estaba caliente al tacto, pero no le importó.

          —Gracias por quedarte hasta el final —su voz era la mezcla perfecta entre gratitud y emoción.

          Lipan respondió con un zumbido sutil, y uno de sus cuerpos flotantes se adelantó, revelando algo cubierto por una prenda que Zoe recordaba. Cuando lo desenvolvió no pudo evitar quedar boquiabierta por un segundo, procesando lo que veía. Después sonrió, con una risa breve pero llena de alivio.

          —¡Lo recuperaste! —no pudo evitar dar un saltito ante tanta emoción.

          Suna se sumó al entusiasmo con un aleteo vibrante y un canto alegre que resonó entre las rocas. Lipan, por su parte, descendió con lentitud hasta posarse sobre el suelo. Sus ojos titilaban con un ritmo cada vez más lento y espaciado hasta que finalmente se apagaron del todo. Zoe observó la escena con ternura y tomó su Pokéball, dedicándole a su compañero una última sonrisa antes de regresarlo a su interior.

          Aseguró entonces el fósil dentro de su mochila, con todo el cuidado del mundo, acomodándolo entre las prendas dobladas para evitar que se golpeara. Una ráfaga de viento meció su cabello y, con una última mirada hacia el horizonte, se volvió hacia Suna y acarició su lomo con suavidad.

          —Volvamos a casa —sonrió.
          Editado por última vez por Photosphere; Hace 10 horas.

          Comentario

          • A.J
            Everlasting Bloom
            SUPAR PRUEBA
            • dic
            • 72
            • 🇪🇸 España
            • Paldea

            #6
            Bueno. De forma oficialmente oficiosa darte la bienvenida a la parte de Fics



            El Fic tiene un comienzo "inusual" aunque bien sabemos lo que es comienzos inusuales y claramente Zoe...

            Tim: ¿IG de la minita?

            Y claramente Zoe no es una entrenadora principiante ni mucho menos como podemos comprobar al ver a su equipo musical de Dua Lipa, un Metalhead y Dust in the Wind...Ok no. Es muy pronto, literalmente el primer capítulo, para ver si Zoe es entrenadora, arqueóloga o cualquier otra cosa

            El rubor trepó por sus mejillas como una travesura descubierta, evidente sobre su piel clara.
            Jejejejeje. Me temo que Zoe tiene demasiada carne para que le guste a Máximo. Y con carne me refiero a piel

            Aunque veo que son ambos de Ciudad Algaria...quizás...Jejejejeje

            A nivel técnico lo veo impecable, quizás la única "Pega" es que la forma de decir la altura de Lipa la veo algo rebuscada, pero cosas mías se describe la situación de tensión con luchar contra el RegiRock. al que cada que chilla no puedo evitar pensar en el UN UN UN UN AAAAAAORRRRRRT. Me gusta un detalle que yo, por lo que sea, no consigo hacer que es la meticulosidad de describir el como hacer la fotografía, o cuando revisa su mochila (Que por cierto hacia años que no escucho/leo la palabra Cantimplora)

            Tim: Uff Can-Tim-Referencia (?)

            También el detalle de las gafas que supongo que son las que te da el rival cuando derrotas a Candela.

            Bueno. De nuevo ver como evoluciona la historia e incluso que tipo de Historia será. De nuevo darte la bienvenida y curiosidad por ver si esa relación con Máximo tiene que ver con que su equipo sea tan del estilo de este, más aún si se queda con el fósil


            ​​​​​

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            • Tommy
              TLDR?/A tu vieja le gusta
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              • dic
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              • 🇦🇷 Argentina
              • Buenos Aires

              #7
              Ah, qué hermoso es sorprenderse descubriendo un fanfic de un escritor al que nunca leíste, del que no conocés sus gustos, sus mambos, sus "fetiches literarios", y del cual básicamente no tenés ni idea qué esperar. Y que lo que te dé a cambio, luego de empezar la lectura con fervorosa curiosidad, sea una introducción tan hermosamente narrada y sintetizada en un texto tan breve como rico en detalles, matices, aventura y acción... es simplemente para agradecer. Gracias por plasmar tan bien esa pasión que se nota que tenés por el Mundo Pokémon, por inyectar esa dosis indianajonesca y esa sensación de aventura pura y dura que solo una región tan maravillosa como Hoenn puede conseguir.

              En tus primeras notas nos contás que buscarás con esta historia narrarnos la "aventura medallista" de una entrenadora en Hoenn. Hasta ahí, nada invita a pensar que vamos a ver algo muy alejado del arquetípico arranque de viaje salvando a Birch de los peligrosísimos mapaches o los aún peores perritos sarnosos, con la elección del inicial, el besito en la frente de mamá, las zapatillas deportivas transpiradas (momento, ¿esas no eran las que ligabas en Johto?) y el rival que te propone un combate y unos besos frente al estanque con el logo de Game Freak. Y sin embargo, ya desde el principio hay toda una declaración de intenciones que nos introduce de manera fenomenal a nuestra protagonista, no contándonos cómo habla o cómo se ve o cuáles son sus sueños y aspiraciones, sino metiéndola de lleno en el entorno que más parece pintarla de pies a cabeza: unas ruinas antiguas, arenosas, llenas de historia, de misterio y de peligro. Y ella chocha, ahí, acompañada por el primer pokémon que le conocemos, y que no es ni un inicial todo chibi ni un roedor eléctrico en cualquiera de sus facetas, sino EL MISMÍSIMO LACAYO DE LA PRINCESA TASSI. Perdón, chiste interno. Pero te juro que adoro a Claydol y me parece un pokémon tan poco explotado en cualquier medio y con tanto potencial, y que revela TANTO con su mera presencia sobre el perfil de tu protagonista, que casi me pongo a aplaudir solo por descubrir su presencia en tu historia. Y encima lo llenás de personalidad y expresividad con esos ojos de luces titilantes y esos brazos como satélites orbitando alrededor de su cuerpo que seguro van a regalarnos una buena dosis de momentos de acción bad-ass como solo esa cosa tan extraña puede proveer.

              La manera en la que usás los escenarios también es fascinante, porque aunque hagas gala de una presunta humildad afirmando que no sos ningún escritor, pareciera que tenés una cantidad infinita de palabras orbitando alrededor de tu cabeza como los cuerpos de Lipan y que las administrás con precisión quirúrgica para imprimirle vida a los espacios en los que se mueven tus personajes, creando casi imágenes tridimensionales y situaciones extremadamente inmersivas a través de las descripciones que le permiten hasta a un lector medio neófito meterse de lleno en la escena. Sabés manejar los ritmos de manera soberbia, cuándo meter tensión y cuándo distender, cuándo asustar, cuándo explotar la acción y cuándo mover a Zoe o a los pokémon para aportarle el mayor dinamismo posible a una situación que, lejos de ser amenazante (que lo es, y mierda si tendré recuerdos de Vietnam cuando me encuentro a un Regi en un fanfic), se siente como algo divertidísimo, como una atracción en un parque de diversiones donde el lector la pasa bomba y... la pobre de Zoe rueda y corre por su vida mientras sus bestias luchan para cubrirle la espalda.

              Ah, y el equipo de la prota también pinta ser una belleza... Claydol, Aggron, Flygon... ¡Y encima ahora tiene un fósil! No sé si me perdí alguna descripción más minuciosa sobre el mismo, pero cruzo los dedos para que esa cosa algún día sea un espectacular Cradily (a riesgo de terminar condenado a ser un equipo bastaaaante reminiscente del de cierto campeón fachero).

              Y el detalle de la cámara instantánea rota y que la chica se quede con una "captura" tan memorable como una fotografía impresa como consuelo por haberse perdido la captura del legendario es para sacarse el sombrero.

              ¡Que suenen las trompetas! Este viaje por Hoenn tiene una pinta inmejorable, y no puedo esperar a leer más de las aventuras de Zoe.

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                • Ciudad Algaria (Hoenn)

                #8
                Como no termino de acostumbrarme a que no haya un tema de comentarios y críticas para los fic, y mi toc para según que cosas es más fuerte que yo, creo que responderé a los comentarios en un post diferente al del propio capítulo. Así que mejor me pongo con ello, let's go!


                A.J

                Y claramente Zoe no es una entrenadora principiante ni mucho menos como podemos comprobar al ver a su equipo musical de Dua Lipa, un Metalhead y Dust in the Wind...
                La verdad es que el equipo de Zoe no tiene una temática como tal más allá de darle Pokémon que me gustan y que creo que le quedaban bien, pero me hace mucha gracia que relaciones a Claydol con Dua Lipa. Reconozco que la canción "Dance the night" que salía en Barbie me gustó mucho (de hecho me he puesto a escucharla ahora) y eso que yo soy más bien metalhead como Onua jajaja. A ver cómo relacionas a los tres que salen en este capítulo musicalmente hablando.

                Pero cosas mías se describe la situación de tensión con luchar contra el RegiRock. al que cada que chilla no puedo evitar pensar en el UN UN UN UN AAAAAAORRRRRRT.
                Reconozco que estuve muy tentado a poner ese mismo sonido en el capítulo, porque mi humor está completamente roto, pero finalmente perdieron mis demonios internos y decidí no hacerlo. La verdad es que le tuve miedo al éxito.

                También el detalle de las gafas que supongo que son las que te da el rival cuando derrotas a Candela.
                Sí, son esas mismas gafas, aunque Zoe las tiene porque bueno, ella vive en pueblo Lavacalda y está más que acostumbrada a ir y venir de casa al desierto. Al menos ella sí pudo tener un Trapinch y un Baltoy en un punto temprano de su historia.

                De nuevo darte la bienvenida y curiosidad por ver si esa relación con Máximo tiene que ver con que su equipo sea tan del estilo de este, más aún si se queda con el fósil
                Muchas gracias, A.J, mentiría si dijera que no echaba esto de menos. Y en cuanto a lo de Máximo y Zoe, no soy especialmente fan de relacionar a personajes canónicos con otros que no lo son, pero quien sabe, ya se verá jajaja.


                Tommy

                Gracias por plasmar tan bien esa pasión que se nota que tenés por el Mundo Pokémon, por inyectar esa dosis indianajonesca y esa sensación de aventura pura y dura que solo una región tan maravillosa como Hoenn puede conseguir.
                Soy un friki de Hoenn y que puedo decir, ahora me doy cuenta de que siempre tuvo que ser en esta región. Aunque pensándolo bien agradezco que mis "prueba y error" en el mundo de los fic fueran en otras regiones para tener toda la experiencia e intentar que este sea lo mejor posible.

                Y sin embargo, ya desde el principio hay toda una declaración de intenciones que nos introduce de manera fenomenal a nuestra protagonista, no contándonos cómo habla o cómo se ve o cuáles son sus sueños y aspiraciones, sino metiéndola de lleno en el entorno que más parece pintarla de pies a cabeza: unas ruinas antiguas, arenosas, llenas de historia, de misterio y de peligro.
                La verdad es que este fic nació como una de las muchas partes del universo Pokémon que creé en su momento y aunque todos los protagonistas (Zoe también) más o menos pretenden seguir los mismos pasos, con ella quise que el camino fuese distinto. Al final lo que para otros es su objetivo, para ella es el motivo que la lleve a explorar todo este tipo de lugares.

                Pero te juro que adoro a Claydol y me parece un pokémon tan poco explotado en cualquier medio y con tanto potencial, y que revela TANTO con su mera presencia sobre el perfil de tu protagonista, que casi me pongo a aplaudir solo por descubrir su presencia en tu historia.
                Amo a Claydol porque también es uno de mis Pokémon favoritos. Y en lo personal he de decir que me gusta mucho el contraste Zoe-Lipan porque siento que, estéticamente, quizás sean dos personajes que no pegan, pero creo que precisamente ahí reside el encanto de la dupla que forman.

                Se siente como algo divertidísimo, como una atracción en un parque de diversiones donde el lector la pasa bomba y... la pobre de Zoe rueda y corre por su vida mientras sus bestias luchan para cubrirle la espalda.
                Me alegro de corazón que hayas disfrutado con esta batalla porque yo también disfruté muchísimo escribiéndola. Como no era el típico combate entrenador vs entrenador, tomé inspiración de otras sagas como Monster Hunter, por ejemplo, para hacerlo, y creo que eso me ayudó bastante a trazar una coreografía en mi cabeza (aparte de que pasaron años dándole vueltas y puliéndola hasta que me animé por fin a escribirla jaja)

                ¡Y encima ahora tiene un fósil! No sé si me perdí alguna descripción más minuciosa sobre el mismo, pero cruzo los dedos para que esa cosa algún día sea un espectacular Cradily (a riesgo de terminar condenado a ser un equipo bastaaaante reminiscente del de cierto campeón fachero).
                No quise dar detalles ni descripciones de como era el fósil para mantener la intriga hasta que se revele, así que tranqui porque no te perdiste nada, pero Cradily es mi fósil favorito de todos. Y en cuanto al equipo sí, sé que así por encima se parece bastante al equipo de Máximo, pero no hay ninguna intención en ello más allá de que tanto Aggron como Claydol son dos de mis Pokémon favoritos de Hoenn y bueno, si él también los tiene, pues qué remedio

                ¡Que suenen las trompetas! Este viaje por Hoenn tiene una pinta inmejorable, y no puedo esperar a leer más de las aventuras de Zoe.
                Como ya te comenté por discord, muchas gracias por tu comentario porque de verdad me hizo mucha ilusión leerlo. Espero que puedas disfrutar de las aventuras de Zoe y compañía y que os pueda transmitir el amor profundo que siento por la región de Hoenn.


                Pues bien, siendo eso todo, adelanto que en un par de horas (seguramente menos) publicaré el segundo capítulo y actualizaré también las secciones de notas del autor (i) y (II) con más información.

                Nos vemos!
                Editado por última vez por Photosphere; Hace 2 Semanas .

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                  #9
                  Capítulo 002 — Hogar



                  El sol de la tarde tenía el tacto del verano. Alto en el cielo, muy por encima de la cumbre del monte Cenizo, bañaba con su luz clara los tejados de pueblo Lavacalda. El viento cálido soplaba calmado, como todo en aquel lugar, y Zoe inhaló ese aroma profundo, mezcla de tierra y vapor mineral que tanto había añorado. Seis meses y muchos lugares habían quedado atrás, pero solamente un sitio olía así. Por fin estaba en casa.

                  Un grupo de entrenadores se encontraba disperso por la zona, centrados en sus entrenamientos. En una de las pistas, el Nuzleaf de un joven corría en círculos alrededor del Girafarig de su amiga, buscando el ángulo adecuado para atacar, sin embargo ambos se detuvieron momentáneamente al ver a la Flygon aterrizar. Entonces Zoe descendió del lomo de su compañera, apoyando los pies en la tierra con una reconfortante sensación de alivio luego de tantas horas de vuelo.

                  Tras agradecerle su ayuda, devolvió a Suna a su cápsula y, sin pretender perder más tiempo, tomó un sendero poco transitado que bordeaba aquellas canchas en las que, años atrás, había pasado tantas tardes jugando con sus amigos. Se dirigió así al Centro Pokémon local, evitando a propósito la calle principal, pretendiendo que su regreso fuese una sorpresa para quienes más deseaba volver a ver.

                  Aquel edificio no era especialmente grande, aunque nada en el pueblo lo era demasiado. Por suerte para ella en aquel momento éste apenas estaba siendo transitado, por lo que no atinó a distinguir caras conocidas más allá de la de quien estaba atendiendo detrás del mostrador.

                  —No te preocupes, Zoe. Ya sabes que cuidaremos bien de Onua —dijo Kat con sonrisa tranquila mientras tomaba la Peso Ball entre sus manos —. ¿Tienes pensado utilizarlo en tu batalla contra Cande?

                  De piel morena, ojos azules y cabello negro recogido en un moño con coleta y dos mechones al frente, Kat vestía el uniforme gris y blanco del Centro Pokémon con las mangas de su bata subidas hasta los codos. Llevaba un discreto maquillaje azul turquesa en el contorno del ojo y su presencia era tan segura como también lo era su trato cercano, algo solamente atribuible a quienes saben bien lo que hacen, y que le había permitido ganarse la confianza de todos en poco tiempo.

                  —La verdad es que no —respondió Zoe, apoyándose con suavidad sobre el mostrador —. Pero en relación a eso me gustaría pedirte un favor —miró hacia los lados, buscando complicidad en el ambiente —: Si hoy viene por aquí, no le digas que estoy ya en el pueblo, porfa. Quiero que nuestra batalla sea una sorpresa cuando vaya a verla mañana —sacó la lengua con picardía.

                  En ese momento una Wigglytuff apareció desde una puerta lateral. Vestía una cofia blanca y un pequeño delantal, y caminaba con pasos elásticos y concentrados. Se acercó al mostrador y tomó con delicadeza la bandeja en la que Kat había dejado la cápsula de Onua, tras lo cual saludó a las dos con un canturreo melódico y se alejó sin decir más, rumbo a la sala de recuperación.

                  —Mi boca estará sellada entonces —aseguró, haciendo que la cerraba como si de una cremallera se tratase —. Y más ahora que el cabezón de mi hermano está de aprendiz con ella en el gimnasio —se encogió de hombros, negando cómicamente con la cabeza.

                  —Eso he oído —Zoe sonrió, consciente de lo mucho que éste le había insistido siempre a su amiga para que lo tomase como uno de sus estudiantes —. Muchas gracias, Kat —añadió, sincera.

                  —Me alegra que estés ya de vuelta, Zoe —respondió ella.

                  Partió entonces del Centro Pokémon sabiendo que dejaba a Onua en las mejores manos posibles y tomó la calle que bordeaba al distrito central. A cada paso, el bullicio del pueblo iba quedando atrás, viéndose sustituido por el suave rumor del agua recorriendo los canales y el zumbido de los insectos que despertaban con el calor de la tarde.

                  Se dirigía hacia la periferia, a esa zona más tranquila en la que los edificios todavía conservaban el estilo tradicional y donde las viviendas, aun no estando lejos las unas de las otras, distaban entre sí lo suficiente como para garantizar la intimidad necesaria a sus vecinos.

                  La casa de sus abuelos se alzaba unos metros más adelante. Se trataba de una vivienda tradicional, de dos plantas de altura, con paredes de madera oscura añejadas suavemente por el tiempo y un tejado inclinado cubierto por tejas negras. En el balcón del piso superior ondeaban al viento un juego de sábanas blancas tendidas al sol y en la entrada, contra la barandilla del porche, apoyaba una vieja bicicleta con una caja de plástico amarrada de forma improvisada en la parte posterior.

                  Subió así por los escalones, pero se detuvo frente a la entrada. La brisa que bajaba de la montaña sopló, meciendo los timbres que colgaban del techo y produciendo una melodía que la devolvió por un instante a su infancia. Su corazón palpitaba con fuerza, sólo por el simple hecho de estar allí otra vez. Entonces llamó, y tras unos segundos, unos pasos se escucharon detrás de la puerta.

                  —¡Hola, gordito! —saludó Zoe con una amplia sonrisa —¿Me has echado de menos? —añadió, poniéndose de cuclillas para igualarlo en altura.

                  Apenas hubo escuchado aquella forma de llamarlo, el Grumpig comenzó a dar saltos de alegría. Las perlas de su cabeza tintineaban con cada impulso, y a punto estuvo de tirarla de espaldas al suelo en más de una ocasión. Aunque a ella no le importó, habían pasado ya seis meses desde la última vez en la que ambos tuvieron que despedirse y las ganas que el Pokémon de su abuela tenía por volver a verla hicieron que éste se dejara llevar por la emoción.

                  —¿Quién es, Bumi? —una voz femenina cargada de costumbre se escuchó desde el interior.

                  Zoe apenas tuvo tiempo de incorporarse cuando la figura de Fumiko apareció tras la cortina del pasillo, secándose las manos en un delantal. Se trataba de una mujer menuda, de rostro sereno y la piel marcada por algunas arrugas sutiles, con el cabello completamente blanco recogido en un moño bajo y unos ojos verdes esmeralda que evocaban a una versión años mayor de su nieta.

                  Se produjo un breve silencio cuando ambas miradas se encontraron.

                  —Zoe… —dijo al fin, con la voz temblorosa. Y luego, sin añadir nada más, la rodeó con un abrazo.

                  —Hola, abuela —cerró los ojos, fundiendo el rostro contra su hombro. Aquel gesto decía más que cualquier palabra.

                  Fumiko la sostuvo durante unos segundos, con fuerza, hasta que se apartó de ella apenas lo justo para tomarla por el rostro con ambas manos. La observó así en silencio, repasando sus facciones como si buscara en ellas algo que temiese haber olvidado, y entonces besó su mejilla con ternura.

                  —Mírate qué grande y guapa estás —añadió con los ojos vidriosos, tras lo cual ambas rompieron con una carcajada. Después volvió a abrazarla, esta vez con un gesto breve pero apretado, como si en esos pocos segundos intentara recuperar el tiempo perdido —. Venga, vamos dentro mejor; justo ahora estaba preparando ese té que tanto te gusta.

                  Zoe cruzó el umbral seguida por Bumi, y el aroma familiar de la casa la envolvió al instante. Cerró la puerta con cuidado y apoyó su equipaje en el suelo, junto al zapatero. Allí, en la esquina de siempre, encontró sus zapatillas de andar por casa y no tardó en cambiarlas por las pesadas botas que llevaba puestas, sintiendo en los pies un alivio inmediato. Entonces avanzó por el recibidor, pero se detuvo un instante para observar todo con nuevos ojos.

                  La casa era sencilla. Muebles de madera oscura, tatamis algo desgastados en el suelo de la sala principal y una pequeña estantería con fotografías y adornos de cerámica. En la pared, junto a las escaleras que subían al piso superior, colgaba el mismo calendario de girasoles que su abuela colocaba cada verano. Nada había cambiado, sin embargo, por alguna razón, ahora todo parecía tener un color diferente.

                  Fumiko se adelantó hacia la cocina, pero se giró hacia ella antes de desaparecer tras la puerta corrediza.

                  —Ve al jardín, anda —indicó con una sonrisa —. Tu abuelo está en el huerto. Bumi y yo saldremos en seguida.

                  El jardín era amplio y frondoso, pero cada rincón estaba cuidado con mimo: hileras de verduras jóvenes emergían de la tierra húmeda, los árboles frutales ofrecían sombra sobre las parcelas, y las flores formaban pequeños estallidos de color a ambos lados del sendero de piedra que partía desde la puerta y se adentraba hasta el fondo del terreno. Bajo la sombra de un frondoso cerezo una mesa de exterior estaba ya preparada con un mantel y un par de tazas, pero Zoe no tardó en notar que la disposición estaba incompleta, pues sabía bien lo meticulosa que era su abuela con la ceremonia del té, sobre todo después de una vida entera regentando el herbolario local.

                  En medio de aquel paraíso, Shigeru podaba los tallos de una mata de jazmines. Se trataba de un hombre de complexión robusta y manos curtidas, con el cabello rapado y la cabeza protegida por un sombrero de paja. Vestía una camisa de cuadros de manga corta desabrochada que dejaba ver su pecho ancho y lleno de vello. Taro, su Lombre, lo seguía de cerca, sirviéndose de sus ataques de agua para regar con cuidado las plantas más cercanas.

                  Ambos levantaron la vista al notar su presencia.

                  —¡Mira tú quién ha decidido volver a casa! —exclamó, enderezándose con un amplia carcajada.

                  Zoe le devolvió la sonrisa, contagiada por ese tono animado tan característico de su abuelo y que tanto había añorado. Sin embargo, antes de que pudiera responder, un zumbido sutil se escuchó a sus espaldas, revelándose rápidamente como Oma y Shu, la Illumise y el Volbeat de su abuela, quienes también quisieron acudir a saludarla, revoloteando a su alrededor con su luz juguetona.

                  —Hola, abuelo —dijo por fin cuando las luciérnagas dejaron de frotarse contra sus mejillas —. Y hola a vosotros también, chicos —añadió sonriendo, justo cuando Taro corría hacia ella con sus brazos extendidos.

                  Shigeru entonces la recibió con un fuerte abrazo, cálido y sincero.

                  —Ya era hora, muchachita —le regañó con ternura, estirándola el carrillo derecho y mirándola con ojos brillantes —. Este jardín no era lo mismo sin la flor más bonita de todas.

                  Mientras hablaban Fumiko no tardó en aparecer, llevando entre sus manos una bandeja con una tetera humeante, varios vasos de cristal con cubitos de hielo dentro y un par de cuencos pequeños de porcelana. Tras ella caminaba Bumi, tarareando una tonada suave y equilibrando una bandeja un poco más pequeña con algunas galletas lava.

                  —¡El té está listo! —La mujer los llamó para que acudiesen.

                  Zoe asintió, todavía con la sonrisa en los labios, y se adelantó a colocar los vasos sobre el mantel mientras su abuela dejaba la tetera en el centro y Bumi repartía unas cucharitas de plata. Shigeru aprovechó entonces para guardar sus herramientas en una pequeña caseta de madera, no sin antes cortar unas pocas cerezas del árbol y pedirle a Taro que las limpiase, tras lo cual las dejó sobre uno de los platos.

                  Con la mesa ya organizada, Zoe se detuvo un instante para apreciar lo bien dispuestos que estaban todos los utensilios. Por un momento, se sintió transportada a los días en los que, siendo apenas una cría, tenía que ayudar en el herbolario pasando las tardes haciendo esos mismos arreglos, cuidando cada detalle bajo la siempre atenta mirada de sus abuelos.

                  Volvió a suspirar, con nostalgia, mientras los Pokémon de la casa se agrupaban en torno a ella. Entonces los miró, sonriendo, para después desviar la mirada hacia su cinturón donde colgaban sus cinco Pokéball. Bumi apuntó a dos de ellas con curiosidad.

                  —Claro, gordito —respondió, inclinándose hacia él —. Ellos también os han echado mucho de menos —añadió, y su voz adquirió un tono de ternura—. Además estoy segura de que querréis conocer al resto de miembros del equipo ¿no?

                  La luz brillante de las cápsulas al abrirse iluminó el jardín por un instante, y pronto las figuras de Suna y Lipan se materializaron junto a ella. Sin embargo, no fueron las únicas: a ellos les siguió un regordete conejo azul de vivarachos ojos que no tardó en dar un par de saltitos curiosos, una insecto de alas grandes y delicadas que brillaban con la luz del atardecer al batirlas con rapidez; y un elegante zorro de nueve colas, de pelaje amarillo y porte solemne, quien se mostró un poco más indiferente que el resto.

                  —Chicos, os presento a Pabu, Mei y Agni —indicó señalando en primer lugar al Azumarill, luego a la Masquerain y finalmente al Ninetales —. Aún falta Onua, que ahora está descansando en el Centro Pokémon —añadió con una sonrisa —, pero mañana volverá a estar con nosotros y estoy segura de que también os haréis buenos amigos.

                  Shigeru silbó, divertido.

                  —¡Caray! Suna, ¿eres tú? —dijo, arqueando una ceja con picardía —. Quien diría que la Trapinch que no dejaba un zapato en la casa sin morder acabaría volviéndose una Flygon tan hermosa.

                  —¡Friii! —Canturreó la dragona, feliz por el reencuentro. La última vez que los vio fue hacía seis meses, antes de salir de viaje, cuando aún era una Vibrava.

                  —Me alegra ver que por fin ha encontrado sus alas —añadió Fumiko, acariciándole el cuello con ternura —. Siempre supe que tenía algo especial… igual que su entrenadora.

                  Suna se inclinó ligeramente, recibiendo las caricias de ambos abuelos. Mientras tanto, Pabu ya andaba dando saltitos de un lado a otro, examinando las flores más cercanas y mirando con interés y apetito algunas de las frutas más maduras que había en los árboles. Zoe lo señaló con el dedo, a sabiendas de lo que podría estar pasando por su cabeza.

                  —Pabu, nada de travesuras, ¿me oyes? —le advirtió, con voz firme pero divertida.

                  —¡Ma, ma! —respondió el conejo con un brillo travieso en los ojos, como si prometiera portarse bien, pero a su manera.

                  En poco tiempo cada uno de los Pokémon encontró su lugar: Oma y Shu enseguida invitaron a Mei a volar con ellos entre las flores, dibujando destellos en el aire. Suna se acomodó junto a Bumi bajo la sombra del cerezo, compartiendo una tranquilidad cómplice. Pabu, como era de esperar, se fue directo con Taro, y ambos comenzaron a regar las plantas a su peculiar manera, entre risas y chapoteos. Y Agni se quedó algo más apartado, aceptando sin queja la silenciosa compañía de Lipan, tumbándose junto a él en un rincón soleado.

                  Así, con todos los monstruos ya entretenidos, Zoe se dejó caer en una de las sillas alrededor de la mesa. Su abuela sirvió el té con manos hábiles mientras que Shigeru se acomodaba a su lado y tomaba una de las galletas que su mujer había preparado el día anterior. Y entonces, después de mucho meses, por fin sintió que todo volvía a estar de nuevo en su sitio.

                  —Hacía tiempo que no veía esta mesa tan bonita —Fumiko dedicó una mirada cómplice mientras tomaba asiento a su lado —. Y más aún que la casa no sonaba tan alegre —añadió observando con ternura a los Pokémon.

                  El aroma del té se mezclaba con el dulzor de las galletas y el frescor de los cubitos de hielo que tintineaban en los vasos de cristal. Sobre la mesa, la tetera humeaba y la luz del atardecer que se colaba entre las ramas del cerezo pintaba el mantel con sombras suaves y reflejos dorados.

                  De ese modo, entre sorbo y sorbo, las palabras fueron surgiendo de manera natural. Primero con un resumen de todos los lugares que había visitado —recreándose un poco más en el porqué de sus prolongadas estancias tanto en pueblo Oromar como en Arrecípolis— y después con algunas anécdotas más detalladas, las cuales hacían reír a Shigeru y arrugar con ternura los ojos verdes de Fumiko. Zoe hablaba con las manos y con los ojos, dejando escapar risas pequeñas al recordar ciertos momentos y suspirando apenas cuando mencionaba las dificultades del camino.

                  De vez en cuando Fumiko asentía con suavidad, interesándose por detalles más pequeños, como si había dormido bien o qué había comido. Shigeru, por su parte, preguntaba a menudo, siempre con alguna broma sobre los entrenadores que había conocido por el camino o sobre sus batallas de gimnasio. Ambos disfrutaban de todo cuanto su nieta les contaba, pero al final, para los dos, lo más importante era que ésta había regresado sana y salva a su hogar.

                  Mientras hablaba, los Pokémon se unían a la escena sin interrumpirla, como si fuese una especie de cuentacuentos. Pabu trepó sobre el regazo del abuelo para robarle una cereza, lo que arrancó una carcajada al anciano. Agni permanecía a un lado, en silencio, observando con su porte digno mientras Oma y Shu se sentaban a escuchar sobre la enorme cabeza de Lipan. Mei, por su parte, se acurrucó sobre el nenúfar de Taro, quien tomó asiento, junto al cerezo, entre Suna y Bumi.

                  Las horas parecieron alargarse de manera infinita, pero en algún momento, cuando la luz del sol empezó a declinar y el aire se volvió más fresco, Zoe se dio cuenta de que los vasos estaban vacíos y que no quedaban ya más galletas en el plato. Fue entonces que se recostó sobre la silla, con la sensación de haberse quitado un gran peso de encima, y su abuela, con la delicadeza de siempre, comenzó a recoger la mesa junto a Bumi, quien marchaba hacia dentro de la casa cargando una de las bandejas entre sus regordetes brazos.

                  Zoe no tardó en levantarse también, siguiendo a su abuela hacia el interior de la casa. Entre los tres despejaron la mesa con rapidez, tras lo cual Shigeru se encendió una pipa y se quedó en el jardín junto a los Pokémon, que seguían desperdigados entre las flores y los árboles.

                  Ya en la cocina, Fumiko abrió el grifo y se apretó el delantal, dispuesta a fregar la vajilla. Su nieta dejó la bandeja sobre la encimera y, sin pensarlo dos veces, se acercó para coger unos cuencos y enjuagarlos también.

                  —No, cariño —la detuvo con una mano firme, pero con la sonrisa serena —. Ya nos encargamos Bumi y yo de hacerlo —añadió con esa dulzura que tanto la caracterizaba —. Es mejor que vayas a verlos. Ellos también te han estado esperando.

                  Zoe sintió un calor extraño en el pecho, como un nudo que no sabía si era tristeza, ternura, o las dos cosas a la vez. Intentó sonreír, aunque la sonrisa le salió un poco temblorosa. Después asintió en silencio y dejó los cuencos sobre la encimera, con cuidado.

                  Salió entonces de la cocina y, antes de cruzar la puerta del jardín, se detuvo un momento junto a su equipaje. Se agachó y lo abrió con calma, rebuscando dentro hasta encontrar lo que buscaba. Lo guardó entonces entre sus manos y salió fuera, con la mirada fija en el sendero de piedra que partía desde el cerezo y se adentraba en la penumbra del jardín.

                  El sol empezaba a ocultarse y el aire olía a flores mojadas. Comenzó entonces a seguir el sendero despacio, con las manos cerradas en torno a su ofrenda. A sus espaldas, los Pokémon la miraban con curiosidad, y Pabu y Mei se aventuraron en seguirla, sin embargo un zumbido de Lipan bastó para hacerles descartar esa idea de inmediato.

                  Allí, dos linternas de piedra flanqueaban el final del camino y, al fondo, un pequeño santuario de piedra clara emergía entre las sombras con discreta solemnidad. Sobre el pedestal, un jarrón de flores frescas se inclinaba ligeramente por el peso de los tallos y a sus pies, junto a un platito con arroz, un quemador de incienso aún dejaba escapar finas volutas de humo perfumado.

                  —Hola, mamá. Hola, papá —dijo en voz baja, con una dulzura rota por la nostalgia —. Ya estoy en casa.

                  Cerró los ojos por un instante, respirando hondo para contener la emoción. Cuando los abrió, su mirada se posó en la única fotografía sobre la piedra, enmarcada con sencillez. En ella, sus padres sonreían juntos, felices, en una escena en la playa. Había pasado ya una década desde que ambos fallecieron y Zoe apenas los recordaba bien, por eso esa foto era, para ella, la manera más bonita de tenerlos siempre presentes. Así era como le gustaba recordarlos.

                  Bajó entonces la vista hacia sus manos y aflojó los dedos, dejando ver una pequeña piedra blanca. La sostuvo un momento en la palma de su mano, notando su tacto pulido y frío contra la piel, y esbozó una sonrisa tenue. Después se inclinó, y la acomodó con cuidado entre las flores y el plato de arroz.

                  —La traje desde Algaria —mencionó, dejando escapar un hilillo de emoción —. De la colina junto al centro espacial, donde siempre íbamos a ver cómo despegaban los cohetes ¿os acordáis?

                  Intentó recrear en su corazón y su mente aquel momento tan especial. Se mantuvo en silencio.

                  —He visto que el mundo es tan inmenso… —murmuró por fin, y su mirada esmeralda se iluminó —. Tan lleno de misterios y de leyendas… justo como decían los libros de papá.

                  Tragó saliva y sonrió, dejando que en su mente se dibujaran aquellas noches en las que los tres se acurrucaban en la misma cama para contarle historias antes de dormir. Ese recuerdo hizo que unas lágrimas escaparan de sus ojos y resbalaran por sus mejillas, dulces, nostálgicas.

                  —Prometo descubrirlos todos. Por vosotros —su voz se quebró, y entonces rompió a llorar.

                  Permaneció así por unos minutos, hasta que un sutil roce en el hombro la sacó de ese trance. Se sobresaltó apenas, y al girar la cabeza encontró allí a Suna, quien la miraba con esos grandes ojos llenos de calma.

                  La dragona inclinó la cabeza hacia ella y emitió un leve trino, bajo y reconfortante. Zoe parpadeó, dejando escapar un sollozo más antes de forzar a recomponerse con una pequeña sonrisa. Luego le pasó la mano bajo el hocico, con ternura.

                  —Gracias, amiga… —susurró —. Sé que tú también los echas mucho de menos.

                  Inspiró hondo y volvió a mirar el santuario, esta vez con la voz más serena, aunque temblorosa, y se secó las lágrimas con la manga de su chaqueta.

                  —Y gracias también a los dos. Por cuidar a los abuelos desde arriba mientras yo no estaba.

                  La brisa agitó las hojas de los árboles con una ráfaga suave, y Zoe se incorporó despacio, con la sensación de que sus palabras no se habían perdido del todo en el aire. Suna se quedó a su lado, en silencio, mientras el incienso terminaba de quemarse.

                  Al volver al cerezo su abuelo le estaba esperando. Éste la miró con una cálida sonrisa, tras lo cual la rodeó con un fuerte abrazo. Entonces ella se apoyó un instante en su pecho, dejándose llevar por ese calor familiar que tanto había extrañado.

                  Sus Pokémon no tardaron en rodearla, algunos un poco confundidos.

                  —Mañana nos espera un día muy importante —les advirtió a todos con un tono firme pero que resultaba igualmente empático —. Así que quiero que descanséis muy bien esta noche porque voy a necesitar que estéis con las pilas a tope —dio un repaso a todos con la mirada —¿de acuerdo?

                  Todos afirmaron y, tras ello, fue regresando a cada uno de ellos a sus cápsulas. Suna fue la última, puesto que quiso dedicarle una última caricia en agradecimiento. Y al final, con todos dentro, el jardín volvió a sumirse en una quietud suave, como si respirase al mismo tiempo que ella.

                  Sintió entonces como el cansancio empezaba a pesarle sobre los hombros, pero sabía que aún le quedaban cosas por hacer. Entró de nuevo en la casa, y desde la cocina escuchó la voz de su abuela avisándole de que la cena estaría lista en breve. Tomó su mochila y, despacio, subió las escaleras que conducían al segundo piso, deteniéndose frente a la puerta de su habitación.

                  Cuando entró, la cortina estaba recogida, dejando pasar la luz tibia del atardecer. A través del cristal el cielo iba de morado a naranja, dibujando una silueta montañosa del horizonte. Entonces pudo comprobar que todo seguía igual que cuando lo dejó: la cama, demasiado grande para ella, ocupaba el centro de la estancia, con la mesilla de noche a la izquierda y una estantería llena de libros y fotos a la derecha. Frente a ella, un escritorio, sencillo y vacío, y junto a la pared, un gran armario con un espejo al lado que devolvía su reflejo, apenas teñido por la luz del ocaso.

                  Zoe dejo la mochila a los pies de la cama y se sentó un momento sobre ella, recorriendo el espacio con la mirada. Sacó algunas cosas y las acomodó sin mucho orden, pues la mayoría las tendría que lavar. El resto de cosas las dejó con cuidado sobre el escritorio: el fósil, su cámara de fotos, la Pokédex, su cuaderno, y el resto prefirió dejarlo por ahí para ordenarlo más adelante.

                  Entonces se dejó caer de espaldas sobre la cama, tal y como estaba malacostumbrada a hacer, y con ello se dio el gusto de cerrar los ojos por un instante, sólo para darse cuenta de que no tenía fuerzas para volver a abrirlos otra vez.

                  —¿Zoe? —la puerta se abrió con suavidad y Fumiko asomó la cabeza —Zoe, cielo, la cena está…

                  Al verla dormida, su expresión se dulcificó. Zoe dormía de lado, hecha un pequeño ovillo, con las trenzas descansando sobre la almohada y los manos relajadas al borde del colchón, respirando con la calma que sólo permite el estar en casa.

                  Sin hacer ruido, Fumiko se acercó, tomó una manta ligera de dentro del armario y la cubrió con cuidado, acomodándosela sobre los hombros. Se quedó un instante más a su lado, observando a su nieta dormir, después cerró la ventana y, al salir, apagó la luz para dejarla descansar.

                  Entonces el silencio llenó la habitación, cálido y sereno, mientras en el jardín las linternas de piedra lucían con más fuerza que nunca, custodiando la noche.
                  Editado por última vez por Photosphere; Hace 2 Semanas .

                  Comentario

                  • A.J
                    Everlasting Bloom
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                    • dic
                    • 72
                    • 🇪🇸 España
                    • Paldea

                    #10
                    Hemos vuelto


                    Justo leyendo esto me he acordado de tu Fic de Ecko y como tus Centros Pokémon no están regidas por la mafia pelirosa internacional, es decir Joy...Midori creo recordar que se llamaba.

                    Me gusta el toque ¿Costumbrista? de como Zoe vuelve a "casa" Que supongo que realmente será la casa de sus abuelos porque dice en su fichita que ella es de Ciudad Algaria y tras lo de sus padres se mudó a Lavacalda. (Donde unos llevan la fama y otros Cardan la lava, chiste malo) No voy a entrar a todos los temas de las descripciones de la casa de los abuelos herboristas pero me han gustado mucho. Intentando y a mi juicio transmitiendo esa sensación de nostalgia, de vuelta al hogar seguro que es lo que, supongo, que debería ser una casa. También se nos empiezan a perfilar otros personajes como Kat, el hermano de esta o Candela y conocemos a más Pokémon del equipo de Zoe. El comentario es corto, pero verdaderamente hay ganas de ver como desarrollas esto.



                    Muchas gracias, A.J, mentiría si dijera que no echaba esto de menos
                    Muchas gracias . Mentiría si yo dijera que no echaba de menos las referencias a avatar xD
                    revelándose rápidamente como Oma y Shu, la Illumise y el Volbeat de su abuela,
                    Tambien Bumi. La de Pabu tuve que googlearla porque Korra la tengo bastante menos "trabajada"


                    Hasta la próxima


                    PD: Me gusta como el padre como la madre de Zoe tienen el carácter piedra tanto Iwa como Ishi.(Ahí acaba mi lección de Japonés) Esto la hace más Shippeñabeable (???)


                    ​​​​​

                    Comentario

                    • Tommy
                      TLDR?/A tu vieja le gusta
                      SUPAR PRUEBA
                      • dic
                      • 62
                      • 🇦🇷 Argentina
                      • Buenos Aires

                      #11
                      Nada mejor que un buen capítulo de relajación luego de dar el puntapié inicial a la historia con esa montaña rusa de acción y aventura que fue el primero. Y lo mejor de todo: ese toque de aventura clásica y bien arraigada a la mística que carga la propia región de Hoenn no solo no se pierde en esta continuación, sino que se revaloriza porque acá descubrimos que Zoe es mucho más que una intrépida Indiana Hoennes (?), sino que se comprometió a enaltecer el nombre y la memoria de sus padres asumiendo la responsabilidad de visitar todas esas leyendas que sus historias incitaban a explorar.

                      Como bien remarcó AJ, el toque costumbrista de la vuelta a casa (¡y qué casa!) de sus abuelos está on point, y se respira tradición y calidez por cada párrafo descriptivo a medida que la prota desanda sus pasos por la casa que la vio crecer (a ella y a Suna, realmente) y también madurar luego de la partida de sus padres. Ya que el "duro" abuelo y la dulce abuela se dediquen a nada menos que los arreglos del jardín y la elaboración del té (sé que en la cultura ponja tiene un nombre específico este arte, pero se me escapa ahora mismo xD) dice mucho del cuidado que pusieron y seguirán poniendo en el bienestar de su nieta, y del respeto que profesan por la tradición. Aunque claro, su nieta les salió medio intrépida y ya eligió tomar un camino bastante más arriesgado buscando honrar esas tradiciones que quedándose sentada entre flores y aromas dulces de las infusiones que prepara Fumiko.

                      Siempre me gusta leer en los fics el típico momento donde los personajes hacen un break de tanto viaje para descansar y esparcirse, y específicamente cuando se ponen a liberar a todos sus pokémon para que coman, correteen por ahí, descansen bajo la sombra de un árbol o se diviertan como mejor les plazca. No solo es genial poder verlos desenvolverse más allá del yugo de una batalla de gimnasio o contra un monstruo salvaje, sino que en este caso sirve como doble presentación para conocer el resto del equipo completo de la protagonista y, encima, ver una clara pincelada de sus distintas personalidades para ya ir entendiendo cómo podrán desempeñarse más adelante en la historia. Incluso, si estás con algo de imaginación (¿o deducción pura?) podés intuir las naturalezas propias de los mismos simplemente viendo esos contrastes entre energía altísima (Pabu) y una actitud más serena y templada, casi desarraigada (Agni). Ah, y estoy fangirleando mucho porque Zoe tenga en su equipo a dos de mis máximos pokes favoritos de toda la vida, nada menos que Flygon y Ninetales (que, dicho sea de paso, incluyo siempre en mi dream team ideal).

                      De los amigos que se cruza la prota al llegar a Lavacalda todavía no voy a opinar porque apenas se vio un poquito de ellos (igual detallazo que una labure en un Centro Pokémon, me parece que a nivel world building suma mucho que hagan otras cosas creíbles además de ser puros viajeros hippies esclavizando fauna salvaje), y entiendo que veremos más cuando se reponga de su descanso y retome sus andanzas yendo a encarar el gimnasio de Flanne-- perdón, perdón, CANDEEEELA, que me tengo que acostumbrar acá también a referirme a los líderes por sus nombres en español. xD

                      En fin, que el capítulo estuvo adorable y comfy y muestra otra cara de la protagonista que sirve para agarrarle más cariño. El arranque de la historia está quedando fenomenal, y me imagino que no está muy lejos de acá algún punto de quiebre que abra el juego y marque a fuego el rumbo que seguirá Zoe durante su aventura. Espero igual que la paz le dure antes de que la tierra se agite y los mares se revuelvan.

                      Comentario

                      • Photosphere
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                        SUPAR PRUEBA
                        • ene
                        • 11
                        • 🇪🇸 España
                        • Ciudad Algaria (Hoenn)

                        #12
                        Afortunadamente este mes de vacaciones me ha servido, entre otras cosas, para sentar el culo en la silla y escribir, y gracias a eso he podido tener listo el tercer capítulo antes de lo que tenía previsto. Sin embargo, siento adelantar que para el cuarto habrá que esperar más tiempo.

                        En cualquier caso no hemos venido para leer dramas, sino para contestar vuestros comentarios, así que ¡Let's go!

                        A.J

                        Justo leyendo esto me he acordado de tu Fic de Ecko y como tus Centros Pokémon no están regidas por la mafia pelirosa internacional, es decir Joy...Midori creo recordar que se llamaba.
                        La verdad es que Joy sí existe en mi universo, pero es más como una familia que un individuo como tal. En cualquier caso siempre he preferido darle un poco más de personalidad a eso poniendo personajes como Kat o, efectivamente, Midori. Cuestión de gustos, vaya jaja.

                        No voy a entrar a todos los temas de las descripciones de la casa de los abuelos herboristas pero me han gustado mucho.
                        Así, como pequeña curiosidad, los abuelos de Zoe están inspirados en los NPCs que dirigen el herbolario de pueblo Lavacalda en los juegos de tercera generación, por lo que "teóricamente" son personajes canónicos (?)

                        El comentario es corto, pero verdaderamente hay ganas de ver como desarrollas esto.
                        Corto o largo, agradezco mucho que te hayas tomado la molestia de leer el capítulo y comentarlo. Espero que, al igual que yo, estés disfrutando también de la historia. (Y publica ya los capítulos de Hoenn en tu fic, maldita sea, que esos son los que no te he comentado (?))


                        Tommy

                        Y lo mejor de todo: ese toque de aventura clásica y bien arraigada a la mística que carga la propia región de Hoenn no solo no se pierde en esta continuación, sino que se revaloriza porque acá descubrimos que Zoe es mucho más que una intrépida Indiana Hoennes
                        Escuchar esto me alivia bastante porque, después del ritmo tan frenético que tuvo el primer capítulo, me daba apuro pensar que éste se pudiera sentir aburrido o que pareciese una historia diferente.

                        Incluso, si estás con algo de imaginación (¿o deducción pura?) podés intuir las naturalezas propias de los mismos simplemente viendo esos contrastes entre energía altísima (Pabu) y una actitud más serena y templada, casi desarraigada (Agni).
                        Aprendiendo de fics anteriores, esta vez construí la personalidad de los Pokémon de Zoe en base a su naturaleza y no al revés. De manera que sí, Suna es de naturaleza Afable, Lipan de naturaleza Serena, Pabu de naturaleza Pícara, Mei de naturaleza Activa, Onua de naturaleza Firme y Agni de naturaleza Seria.

                        En fin, que el capítulo estuvo adorable y comfy y muestra otra cara de la protagonista que sirve para agarrarle más cariño.
                        Reconozco que esta es otra de las cosas que más me preocupaba (y preocupa) también, supongo que porque en el pasado acostumbraba a hacer personajes demasiado planos. Le di muchas vueltas en mi cabeza a si la Zoe de este capítulo se veía muy diferente con respecto al anterior, pero al final acabé dándome cuenta de que sigue siendo la misma, pero en contextos muy diferentes. Desde luego que eso sigue siendo en lo que más tengo que trabajar.

                        Espero igual que la paz le dure antes de que la tierra se agite y los mares se revuelvan.
                        Muchas gracias por tu comentario y, sobre todo, por tus buenas palabras. Espero, y me alegraría que fuese así, que sigas disfrutando de la historia.


                        Pues bien, sin nada más por responder, avisar de que dentro de un rato publicaré el capítulo número tres y que también actualizaré las secciones de notas del autor. Particularmente la sección (II) con todos los personajes nuevos que han salido en este capítulo.

                        ¡Nos vemos!

                        Comentario

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                          • Ciudad Algaria (Hoenn)

                          #13
                          Capítulo 003 — Candela



                          Zoe durmió del tirón. Hacía tanto tiempo que no descansaba en su propia cama que su cuerpo apenas necesitó invitación para ello. Lo cierto es que no recordaba la última vez que había caído en un sueño tan profundo, sin sobresaltos por el aullido inesperado de algún Pokémon salvaje ni molesta por el frío dentro de su tienda de campaña, pues si bien las camas de los Centros Pokémon podían considerarse una especie de lujo —sobre todo después de varios días durmiendo a la intemperie—, al final para ella nada podía compararse con la quietud y la comodidad del hogar.

                          No despertó hasta pasado el mediodía, cuando la voz metálica de los altavoces de la camioneta de un vendedor ambulante se coló entre sus sueños. Abrió los ojos, despacio, con la mente aún envuelta en una neblina difusa, y fue entonces que se percató de que aún llevaba puesta la ropa del día anterior. Aun así prefirió quedarse un rato más recostada, contemplando el techo de la habitación. Luego, con un bostezo, se incorporó al borde de la cama y estiró los brazos, sintiendo cómo sus músculos, pesados por el descanso, se desperezaban también junto con ella.

                          —Necesito una ducha —se olió la camiseta y arrugó la nariz con un gesto gracioso.

                          El agua templada golpeó sobre su piel, arrastrando consigo el calor pegajoso y aliviando la tensión que aún quedaba en sus hombros, devolviéndole una agradable sensación de ligereza. Se apoyó así contra los azulejos, permitiendo que su mente se aclarara, y dejó que la ducha corriera por un par de minutos más. Ya limpia, se envolvió de nuevo en la toalla y comenzó a cepillar su cabello con movimientos delicados.

                          De regreso a su habitación, cerró el pestillo, dejó caer la toalla al suelo y se dedicó un momento para mirarse en el espejo. La imagen que éste devolvió no era exactamente la de la misma chica que había salido de viaje meses atrás, en su lugar había alguien más valiente, más madura. Sus hombros parecían más firmes, y su abdomen lucía más plano. También notó como sus piernas se habían vuelto mucho más robustas, endurecidas por días enteros a pie y senderos empinados. Algunas cicatrices se dibujaban sobre su piel, muchas de ellas nuevas, pero todas eran prueba de hasta donde había llegado y hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

                          Miró luego a la pila de ropa sucia que había dejado sobre la silla del escritorio la noche anterior.

                          —A ver qué me pongo yo ahora… —resopló cómicamente.

                          Abrió entonces su armario sin muchas expectativas y escogió la primera combinación que sintió sería más cómoda: un peto vaquero de manga corta, una camiseta oversize de color negro y unas zapatillas blancas con los calcetines bien subidos del mismo color. Después se arregló las trenzas y, dándose un último vistazo en el espejo, pensó que en verdad podría haber sido mucho peor.

                          Bajó las escaleras con paso ligero. Su abuelo estaba en el salón, sentado sobre el tatami con las piernas cruzadas bajo la mesa, mirando distraído la televisión mientras un ventilador zumbaba frente a él. Con un gesto cariñoso besó su cabeza rapada, dándole los buenos días divertidamente antes de salir al jardín.

                          Fuera el día era caluroso, pero la sombra de los árboles suavizaba esa sensación. En la mesa, bajo el cerezo, su abuela preparaba con meticulosidad un centro de flores en compañía de Bumi. Zoe quiso ir a saludarlos, pero algo inesperado llamó automáticamente su atención: Onua estaba allí, tumbado panza arriba al frescor de la sombra, durmiendo despreocupadamente al lado de Taro.

                          —Lo recogimos esta mañana, cuando salimos a dar nuestro paseo —explicó Fumiko, dejando de acomodar las flores por un momento —. Pasamos por el Centro Pokémon, y nos dio pena pensar que el pobre estuviera allí solo.

                          —Pero abuela… sacarlo fuera de su Pokéball podría haber sido peligroso —replicó Zoe, pues aun sabiendo que Onua nunca los hubiese hecho daño, sus abuelos no dejaban de ser completos desconocidos para él.

                          —Tranquila, cielo, tu Pokémon lleva ahí tumbadazo toda la mañana —respondió Shigeru con un tono que pretendía querer quitarle importancia al asunto —. Además, parece que Taro y él se han hecho muy buenos amigos —soltó una carcajada —. Sólo tienes que verlos.

                          Zoe rodó los ojos con un suspiro de resignación. Después de todo, agradecía que sus abuelos se hubieran encargado de quitarle esa tarea de encima (y sabía que lo habían hecho con la mejor de las intenciones) pero aun así eso no evitó preocuparla.

                          Se acercó entonces a su Pokémon, y deslizó una mano sobre su vientre metálico. Onua abrió un ojo, aún somnoliento, pero al reconocer a su entrenadora dejó escapar un gruñido y giró sobre sí mismo para incorporarse. Ésta apoyó la mano sobre su ancha cabeza, entre los cuernos, y dejó que sus dedos acariciaran la superficie como muestra genuina de afecto y agradecimiento.

                          Tomó así el resto de sus Pokéball, y las fue liberando una a una. Enseguida, todos se interesaron por su compañero, aunque cada uno a su manera, y después de advertirles para que se portaran bien, Zoe les permitió que anduviesen libremente por el jardín mientras ella ayudaba a preparar la comida.

                          Regresó al cabo de media hora, acompañada por Bumi. Entre los dos, cargaban cinco cuencos de metal que se aseguraron de colocar en fila sobre el suelo lo suficientemente espaciados entre sí. En cuatro de ellos rebosaba un humeante estofado casero con base de bayas, arroz y diferentes tipos de proteínas en función de aquel que se lo fuese a comer, mientras que en el otro vertió el contenido de una botella de agua y comenzó a mezclarlo con un vial de líquido espeso y de color ambarino parecido a la miel, formando así el néctar que tanto le gustaba a Mei. Lo mismo hizo para Lipan, aunque mezclando ambos líquidos dentro de la botella y después regándolo sobre el suelo fértil del jardín, con el propósito de que pudiera absorber así los nutrientes directamente desde la tierra.

                          Con todo ese trabajo ya realizado se sacudió entonces las manos y, poniéndose de nuevo en pie, alzó la voz para llamar a su equipo.

                          —¡Chicos, a comer!

                          No hizo falta insistir. Ante la llamada, todos sus Pokémon se acercaron de inmediato atraídos por el embriagador aroma que llenaba el jardín, bastándose de un par de olfateos para que cada uno identificara su correspondiente cuenco y se acomodara frente a él. Sólo Pabu, incapaz de contener su curiosidad, se atrevió a asomarse al plato de Agni para ver qué es lo que éste estaba comiendo, recibiendo en respuesta un gruñido no demasiado amistoso que le hizo cesar en aquello.

                          —Ya veis que la de hoy no es una comida cualquiera —sus ojos recorrieron uno a uno a cada uno de sus Pokémon —. Se trata de una comida muy especial, porque la hemos preparado mi abuela, Bumi y yo con todo el cariño del mundo —añadió —. Y además, será nuestra última comida antes de una batalla de gimnasio —hizo énfasis con el dedo índice —. Así que quiero que os lo acabéis todo para estar a tope de energía esta tarde cuando nos enfrentemos a Candela, ¿de acuerdo?

                          Todos respondieron al unísono, y Zoe sonrió satisfecha al verlos tan motivados por aquello. Dejó entonces que comieran a su ritmo, y que jugaran un rato después para liberar tensiones mientras ella compartía con sus abuelos una comida igual de deliciosa y abundante. Al fin y al cabo, hacía meses que no probaba un plato casero y, en cierto modo, sentía que ella también necesitaba esa comida especial.

                          —Ve y demuéstrale a ese viejo de Mura porqué mi nieta es mejor que la suya —le dijo Shigeru, con un deje de orgullo en la voz y un brillo pícaro en la mirada.

                          Zoe soltó una carcajada y negó graciosamente con la cabeza. Le enternecía ver cómo, después de toda una vida de amistad, su abuelo y el de Candela seguían metiéndose el uno con el otro de la misma manera que siempre, como si el tiempo no hubiese pasado para ellos, con esa mezcla de rivalidad juguetona y respeto absoluto que solamente dos grandes amigos podían profesarse. Fumiko, en cambio, se limitó a sonreír; a ella nunca le habían gustado los combates Pokémon.

                          —Cuida de los tuyos —dijo, en tono suave, aunque en su mirada se adivinaba preocupación.

                          —No os preocupéis —su nieta la miró con una sonrisa, y asintió con confianza para hacerla saber que todo estaría bien —. Pienso traer esa medalla a casa —añadió con determinación.

                          Los tres se despidieron envueltos en un cálido abrazo, deseándole la mejor de las suertes. Y así, sin añadir nada más, Zoe levantó una mano en señal de despedida, sin volverse, y echó a andar por las calles que el día anterior había recorrido, aunque esta vez con el gimnasio brillando ya en su mente como una llama encendida.

                          A esa hora de la tarde las calles del pueblo estaban especialmente tranquilas. Apenas unos pocos vecinos se atrevían a romper la quietud del lugar, prefiriendo la mayoría refugiarse en el interior de sus casas hasta que hiciese más fresco. El murmullo del manantial recorriendo los canales era lo que, en su lugar, llenaba ese silencio con su ritmo sereno, acompañado por el zumbido de los Pokémon insecto y las campanillas de viento tintineando en alguna casa cercana.

                          A mitad de camino, Zoe se detuvo frente a un pequeño restaurante de ramen en la calle principal. El inconfundible aroma especiado escapaba por la puerta entreabierta, envolviendo el umbral con una promesa irresistible. Aquel era uno de esos lugares que parecían no haber cambiado en décadas, con dos noren de tela gruesa ondeando en la entrada, como invitando a los transeúntes a pasar a comer, y en los que podían leerse —sobre el color verde oscuro— las palabras “Ichiyama Ramen” bordadas en blanco, con elegancia y estilo tradicional.

                          Desplazó así la puerta, y una campanilla metálica anunció su entrada con un tintineo suave.

                          —Lo siento, estamos cerrados —dijo el chef, sin girarse —. El servicio de cenas empieza a las ocho.

                          Detrás del mostrador, Souta cortaba con ritmo constate un manojo de cebolletas sobre una tabla de madera. Vestía un traje de chef de color verde oscuro, con un delantal negro atado a la cintura y un pañuelo del mismo color recogiendo su cabello, rapado en las sienes y peinado hacia atrás en un pequeño moño. Él era dos años mayor que Zoe, y tenía el porte de alguien acostumbrado al esfuerzo físico, con una complexión mucho más grande y robusta que la suya, fruto de años de duro trabajo. Sus ojos eran de color marrón aunque estaban rasgados, y daba la impresión de tenerlos siempre cerrados.

                          A su lado, Udón, su corpulento Marshtomp, apilaba con cuidado unas cajas con ingredientes en un rincón de la cocina. Ninguno de los dos levantó la mirada cuando sonó el timbre, demasiado concentrados en sus rutinas.

                          —Jo, que pena —Zoe ladeó una sonrisa, divertida, y apoyó un codo en la barra —. Me apetecía mucho probar el ramen más picante que tuvierais en la carta.

                          El efecto fue inmediato. Souta se quedó congelado, con las manos sobre la tabla, mientras Udón dejaba caer una caja de verduras con un golpe seco. Ambos se giraron al mismo tiempo, sorprendidos, y cuando vieron a su amiga allí, plantada tras la barra con su sonrisa traviesa y un gesto de victoria dibujado en los dedos, la sorpresa en el rostro de Souta se deshizo en una enorme sonrisa, cálida y luminosa.

                          —¡Zoe! —exclamó, apartando la tabla y el cuchillo hacia un lado antes de acercarse rápidamente a la barra—. ¡Pero mírate! ¡No sabía que estabas de vuelta!

                          Souta rodeó el mostrador en apenas dos zancadas y la abrazó con fuerza, levantándola del suelo como si no pesara nada. Ella soltó una carcajada, divertida, y cuando la devolvió de nuevo sobre sus pies, arrastró uno de los taburetes más cercanos y se apoyó en él, cruzándose de brazos para hacerla ver que tenía toda su atención. Zoe le explicó entonces de su reciente regreso a Lavacalda y de los planes que tenía previstos para aquella tarde, mencionado también que nadie más allá de sus abuelos y Kat sabían que se encontraba en el pueblo.

                          —Así que por fin la última medalla ¿eh? —se pellizcó el mentón y asintió lentamente, con aire confiado —Me alegra mucho que Cande y tú podáis cumplir por fin esa promesa de enfrentaros las dos al final de tu viaje.

                          —Vendrás a vernos entonces ¿no? —preguntó, con un tono casi retador, aunque en su expresión había un brillo travieso —Porque planeo darle una paliza —sonrió.

                          Souta se inclinó un poco sobre su asiento, y su sonrisa se volvió algo más incierta. Movió su vista hacia la tabla, con las cebolletas a medio picar, y a todo lo que aún faltaba por preparar antes del servicio de cenas, soltando un suspiro leve.

                          —Ya sabes que me encantaría, Zoe… —murmuró, rascándose la nuca —. Pero esto me ha pillado por sorpresa —se lamentó —; aún tengo que dejarlo todo listo para el servicio de esta noche.

                          —Anda ya, Souta —replicó, dándole un golpecito en el hombro para hacerle ver que iba en serio —¿Me vas a decir que tu padre o Chio no pueden cubrirte un rato? —arqueó una ceja, divertida, aunque no ocultó del todo su decepción.

                          Souta la miró entonces con una mezcla de resignación y cariño. Claro que quería ir, pero también sabía que su padre no siempre era tan permisivo cuando del trabajo se trataba, siendo ese uno de los principales motivos por los que él mismo no había podido emprender aún su propio viaje como entrenador. A su lado, Udón le dio un toquecito con la aleta, como si se estuviera poniendo descaradamente de parte de su amiga. Entonces soltó un largo suspiro, se desató el pañuelo de la cabeza y, mientras se encaminaba hacia la puerta trasera, les lanzó a ambos una mirada entre divertida y amenazante.

                          —Ya veréis cuando os pase la cuenta —sentenció.

                          Al cabo de un par de minutos la puerta trasera se abrió de golpe. Zoe alzó la vista, todavía jugando con los carrillos del Marshtomp de la misma manera en que acostumbraba a hacerlo cuando este apenas era un pequeño Mudkip. Entonces Souta apareció, corriendo, colgando apresuradamente su delantal en la percha mientras una sonrisa amplia, casi infantil, le iluminaba el rostro.

                          —¡Venga, vámonos! —exclamó emocionado.

                          El gimnasio de Lavacalda se alzaba a los pies del monte Cenizo, encajado entre la ladera y un mar de árboles de hojas verdes que danzaban al compás de la brisa que bajaba de la montaña. Aquel complejo mantenía una sobriedad que imponía respeto, sin necesidad de extravagancias. Todo en él hablaba de una tradición firme, silenciosa, profundamente arraigada a su tierra.

                          En el centro de aquello se erguía el edificio principal: amplio, sereno, y con tres pisos de altura. Las vigas de madera envejecida enmarcaban ventanas, aleros y balcones, combinando con la pureza de sus muros blancos y los tejados rojizos, dibujando líneas firmes pero armoniosas en la fachada. Un sendero de pizarra custodiado por linternas de piedra conducía hasta la entrada del mismo, allí donde ondeaba suavemente una enorme lona ceremonial de color granate, marcada con el emblema del clan Asuna.

                          Frente al acceso principal, justo antes de cruzar al recinto, se alzaba una sencilla garita de madera con tejado inclinado. En su interior, un ventilador giraba perezosamente mientras lanzaba ráfagas de aire tibio sobre el cuerpo desplomado de un joven de no más de trece años de edad, de piel morena y cabello castaño revuelto con un mechón azul, que dormía plácidamente en una silla con los pies apoyados sobre el escritorio. El chico, en cuestión, iba ataviado con el uniforme de los aprendices de aquel lugar —chaqueta granate y pantalón corto negro— y junto a él, dormía sobre el suelo un Machop con las piernas estiradas, con la misma tranquilidad de aquel que no tiene nada mejor que hacer.

                          Cuando Zoe se asomó a la ventana y vio a Kenta ahí dormido no pudo evitar esbozar una sonrisa. Había algo entrañable en aquella imagen. Aunque resultaba casi irónico que, sabiendo lo mucho que éste le había insistido a su amiga para que lo aceptara como su estudiante, ahora estuviese ahí, con la boca abierta, como si nada ni nadie en el mundo pudiera perturbarlo de su siesta.

                          —He oído que la líder de este gimnasio es la más débil de todas —alzó la voz a propósito, con fingida malicia —; así que he venido para darle una paliza —añadió, con una sonrisa picarona.

                          Casi como si aquellas palabras le hubiesen hecho eco en el subconsciente, Kenta se incorporó de golpe y la silla crujió bajo él, volcándose hacia un lado y dejándolo caer de bruces contra el suelo. Su Machop también dio un respingo, desconcertado, y ambos se quedaron boquiabiertos al verla allí, sonriendo traviesa, con una ceja arqueada.

                          —¡AH! ¡Zoe! —parpadeó varias veces al reconocerla, procesando si aquello todavía era un sueño o si realmente se trataba de ella de verdad —¡E-eres tú! —balbuceó, apuntándola con el dedo.

                          Se incorporó de forma torpe, apañándoselas para disimular que había estado roncando a pierna suelta. Detrás de él, Machop se frotaba los ojos con desgana, pero rápidamente trató de imitarlo cuando éste adquirió una pose rígida, en un intento desesperado por aparentar ser profesional.

                          —Esto… eh… ¡Bienvenida! —exclamó finalmente, forzando una reverencia rápida y atolondrada, demasiado nervioso para saber si estaba haciéndolo bien.

                          Ambos permanecieron en aquella pose por más tiempo del necesario, como si ninguno de los dos supiera exactamente cuándo se suponía que debían levantarse. El sudor empezó entonces a perlar la frente del chico, mientras que su compañero Pokémon lo imitaba con la misma expresión de tensión, mirando ambos de reojo a sus alrededores en busca de alguna señal que los librase de esa incómoda situación.

                          —¿Estás saludando al sol, Kenta? —preguntó Fuyumi con curiosidad.

                          La puerta de la garita se abrió con suavidad, y una figura esbelta cruzó por ella. Se trataba de una joven de piel inusualmente pálida, con el cabello blanco recogido en dos moñitos simétricos a ambos lados de la cabeza. Vestía el mismo uniforme que Kenta, aunque en su caso parecía hecho a medida, ceñido con naturalidad a su silueta, lo que, sumado a su expresión serena, le confería un aire de elegancia natural en armonía con su juventud. Sus ojos, grandes y azules, se detuvieron con genuina curiosidad sobre los recién llegados.

                          —Esto… yo… ¡Estaba vigilando! ¡Con Machop! —enseguida se justificó, cogiendo a su Pokémon por el brazo para traerlo hacia él —Sí, eso es. Los dos estábamos vigilando; y de repente llegaron ellos —añadió —. Ahora iba a pedirles su tarjeta para hacer esa cosa que se hace con la máquina esa rara que hay dentro del gimnasio.

                          Fuyumi no pudo evitar dejar escapar una sonrisa, divertida. Después se inclinó ligeramente hacia él, para igualarlo en altura, y acarició con ternura la cabeza de Machop.

                          —¿Y por qué no mejor vas y a avisas a Candela? —le sugirió con un guiño cómplice, como quien ayuda a un hermano pequeño a salir de un apuro —Deja que yo me encargue del papeleo, anda.

                          —¡A la orden! —Kenta suspiró aliviado, sintiendo que le habían quitado una gran losa de encima. Después se enderezó firme, con renovado entusiasmo, gesto que su Pokémon no tardó en imitar. —¡Vamos, Machop! ¡Te echo una carrera! —añadió apretando los puños —¡Una... dos…!

                          Y a la de tres, sin esperar ningún tipo de respuesta, ambos salieron corriendo como si de verdad les fuese la vida en ello. Zoe los siguió con la mirada, entre divertida y curiosa. Con tanta energía a flor de piel, no era en absoluto descabellado que al final del día éstos se rindieran al sueño allí donde el cansancio les alcanzara. Era precisamente eso lo que los hacía tan fáciles de querer.

                          —Tú debes de ser Zoe, ¿verdad? —preguntó finalmente, apenas todo volvió a la tranquilidad —Me llamo Fuyumi Rengo; actualmente soy aprendiz en este gimnasio —se presentó con una sutil reverencia, cortés pero cercana —. Candela siempre habla muy bien de ti ¿a que sí, Souta?

                          —¿Quién, yo? ¡Ah, no! ¡Qué tonto! —rio incómodamente, rascándose la nuca —. Bueno… lo justo y necesario, ya sabes… —añadió con una sonrisa tensa, evitando mirarla directamente —Cuando a Candela le da por hablar, suele decir muchas cosas —remató con una expresión tan compuesta como poco natural.

                          Zoe observaba en silencio, entretenida. No recordaba haber visto nunca a su amigo tan fuera de lugar, tropezando con sus palabras como si fuese una versión mal programada de sí mismo. Verlo así, tan inocente y torparrón, le divertía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

                          —Necesitaré entonces que me prestes tu tarjeta de entrenadora y tu Pokédex —Fuyumi sonrió con ternura, aunque no tardó en recuperar su tono formal — ¿Y tú, también planeas pelear? —añadió, dirigiéndose de nuevo al grandullón.

                          —¡No, no! —quiso dar a entender enseguida —Sólo vengo acompañando a Zoe. Ya sabes, como apoyo moral y todo eso.

                          Aclarada esa duda, Zoe entregó a Fuyumi los artículos que ésta le había pedido y, acto seguido, encabezó al grupo al interior del recinto. Caminaron así por un sendero de pizarra negra, rumbo al edificio principal, con la aprendiz unos cuantos pasos por delante de los dos amigos. Zoe miró de reojo a Souta, y le esbozó una sonrisa completamente cargada de intención.

                          —Así que apoyo moral ¿eh? —murmuró, apenas para que sólo él lo oyera —Pero si vas hecho un flan —vaciló, antes de rematar —¿Seguro que no prefieres ir a echarte unas carreras con Kenta?

                          —Lo que tenía que haber hecho era quedarme picando cebollas —respondió éste, cogiéndola por detrás de la cabeza y empujándola sutilmente hacia delante. Dándole a entender que prefería no hablar del tema.

                          Al llegar a la puerta del edificio, Fuyumi les pidió que esperasen un momento fuera mientras ella se ocupaba de los trámites pertinentes. Así, Zoe se quedó de pie junto a Souta, observando aquel ambiente con ese aire tan familiar que aún no se había desvanecido del todo. Habían sido cientos las veces que tanto ella como Candela habían corrido por ahí, riendo y jugando con sus Pokémon, prometiéndose que algún día ambas tendrían una batalla de verdad, cuando fueran lo bastante fuertes como para poder hacerlo en serio.

                          Fuyumi no tardó en regresar, devolviéndole a Zoe su tarjeta y Pokédex con profesional delicadeza.

                          —Todo está listo. Gracias por esperar —dijo con amabilidad —. Por aquí, por favor.

                          Tomaron entonces el sendero que bordeaba el lado izquierdo del recinto, en dirección a la zona termal. Rápidamente el calor húmedo los envolvió como un soplo espeso, cargado de olor mineral y de vapor flotando en el aire. El camino, hecho de tablas de madera ligeramente húmedas, crujía con suavidad bajo sus pasos y, a ambos lados, la piedra negra volcánica desprendía una tibieza constante. Aquel parecía un ambiente suspendido entre lo físico y lo espiritual, donde la máxima del clan Asuna se hacía tangible: “cuerpo y mente en equilibrio, respirando al mismo ritmo que la tierra”.

                          En ese silencio contenido, el murmullo del agua y el soplo del vapor los acompañaron hasta una amplia explanada abierta. Allí se hallaba el campo de combate: una parcela de arena negra con los límites oficiales trazados en blanco, delimitado por cuatro grandes pilares rojos en cada una de las esquinas. Sobre ellos, descansaban gruesas vigas de madera del mismo color, que cruzaban el espacio a modo de estructura ceremonial, como si el techo invisible pesara más por lo simbólico que por lo físico. En los laterales, varias lonas color crema con el emblema de los Asuna colgaban en silencio, apenas mecidas por el suave viento.

                          Alrededor del terreno, algunos árboles de hojas rojas y formaciones rocosas daban al conjunto una belleza áspera y contenida. Y allí, sentado en las gradas junto a su Machop, Kenta devoraba una especie de bollo con visible entusiasmo, incorporándose de un salto cuando apenas los vio llegar y saludándolos con energía, como si llevara horas esperándolos.

                          Al llegar, Fuyumi se giró hacia Zoe con una sonrisa serena.

                          —Puedes esperar a Candela en este extremo del campo —le pidió con amabilidad —. Ella saldrá enseguida.

                          Apenas unos minutos después, las puertas traseras del edificio principal se abrieron con un leve chirrido. Entonces, desde la penumbra del pasillo emergieron dos figuras: al frente, con el paso firme y la cabeza alta, caminaba Candela y, tras ella, sin mayor protagonismo que el de su propia presencia reglamentaria, el árbitro oficial de la Liga Pokémon.

                          Su amiga vestía su atuendo habitual, aunque esta vez lucía sobre él una túnica blanca con bordes rojizos, abierta por el centro y ligeramente ondulante a cada paso. Cubría su cabeza también con un sombrero de paja ceremonial, similar al de los antiguos líderes del clan Asuna, con largas cintas granates alrededor que caían hasta rozarle los hombros. Además, unas finas líneas de maquillaje carmesí cruzaban su rostro, dibujando un patrón simétrico en párpados, mentón, nariz y mejillas, confiriéndole un aire solemne, casi ritual.

                          No dijo una palabra. Aunque sus ojos, rojos como las llamas más vívidas, se alzaron brevemente hacia el campo, recorriendo la escena con una mezcla de contención y expectativa. Cruzó así el terreno sin titubear, con esa confianza que no nace del orgullo, sino de la costumbre y, con cada paso que daba, la temperatura parecía concentrarse en torno a ella, como si el aire mismo supiera que algo importante estaba a punto de ocurrir.

                          Zoe la siguió con la mirada, quieta, sintiendo cómo aquella figura —tan familiar, pero que a la vez parecía tan distinta después de tanto tiempo— ocupaba su lugar al otro lado del campo. Candela se detuvo entonces, giró sobre sí misma y aguardó firme, mientras el árbitro tomaba posición en medio del campo, entre ambas, desplegando los banderines con gesto ensayado.

                          —… —Candela mantuvo la compostura con un esfuerzo casi visible.

                          Sus pasos se habían detenido justo donde debían, su postura era impecable y firme, contenida, como si cada músculo de su cuerpo estuviese concentrado en seguir el protocolo. Incluso cuando el árbitro la miró de reojo, extrañado, ella no apartó la vista de su amiga. Todo según las normas. Sin embargo, bajo aquella fachada solemne algo palpitaba, como un volcán a punto de entrar en erupción. Un leve temblor le recorrió los hombros. Su mandíbula se tensó. Y entonces la máscara cayó hecha pedazos.

                          —¡AAAAAAAAAAH! —explotó con una voz que se sintió como una llamarada —¡ZOE! —se quitó el sombrero de un manotazo, lanzándolo sin mirar —¡¿Tú sabes cuánto tiempo llevo esperando por este momento?! —rio vibrante, como una caldera a punto de explotar.

                          Durante un instante, todo el campo pareció latir con ella. El silencio anterior se hizo añicos. Y al otro lado el campo, Zoe sonrió de ver por fin a su amiga.

                          —¡Prepárate, porque pienso darlo TODO! —apretó los puños y flexionó las rodillas, como si aquello le sirviera para gritar con todavía más fuerza —¡Y más te vale hacer lo mismo, porque no pienso contenerme NI UN SOLO SEGUNDO MÁS! —le advirtió —¡YO, CANDELA ASUNA, ACEPTO TU DESAFÍO!
                          Editado por última vez por Photosphere; Hace 2 días.

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