Minna no Tabi: Advance Tournament

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    [Fanfic] Minna no Tabi: Advance Tournament

    Here we go again.

    Lo cierto es que me ha costado ponerme con esto, entre la falta de tiempo y, particularmente, motivación. Pero no estamos aquí para dramas de la vida adulta, sino para que el espectáculo continúe. Dada mi inexperiencia con este nuevo formato de foro y que recientemente descubrí las bondades de Google Docs, he decidido poner las notas en enlaces (sin descargas ni contraseñas

    🙄)... particularmente porque las tablas me resultan demasiado rígidas para las continuas ediciones que tendría que hacer.

    Sin más dilación, las notas de autor y el fic (que también tendré disponible en el Docs, si alguien lo quiere leer por ahí)


    Otras historias dentro de este universo

    Global Conquest


    Índice de capítulos

    Primer Arco: Hacia la Conferencia Plateada

    Round 001 — Rompiendo el hielo
    Round 002 — ¿Casualidad o causalidad?
    Round 003 — Infierno glacial
    Apéndice del Round 003 — Una noche muy larga
    Round 004 — Encuentros, desencuentros y reencuentros
    Round 005 — Danzando con dragones

    Round 006 — Lazos nacientes
    Round 007 — Amistad por reminiscencia
    Round 008 — Confidencias
    Round 009 — Yume! Yuujyou! Yuuki! Shouri!
    Round 010 —
    Round 011 —
    Round 012 — ​​

    Segundo Arco:

    Round 013 —
    Round 014 —
    Round 015 — ​​
    Editado por última vez por Souji Fujimura; Hace 2 días.
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    #2
    Fichas de personajes [Próximamente]

    Tabla de equivalencias
    Editado por última vez por Souji Fujimura; 06/02/2025, 20:03:41.

    Comentario

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      #3
      Cronología [Próximamente]


      Nociones generales de este universo creativo [Próximamente]
      Editado por última vez por Souji Fujimura; 06/02/2025, 20:03:55.

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        #4
        Round 001 — Rompiendo el hielo



        Pueblo Chouji, martes 3 de Octubre, Año 100 AW, 3:27 PM

        «Qué frío», pensó Danot al sentir una brisa helada que agitó algunos mechones de cabello negro que sobresalían de su gorro de lana. Hundió las manos en los bolsillos de su jersey y siguió avanzando hacia el portal de caoba rojiza que marcaba la entrada occidental al pueblo, mientras recordaba gratamente su única y larga estancia ahí.

        —Qué rápido pasa el tiempo —dijo para sí mismo con una sonrisa, mientras sacaba una mano para acomodarse los lentes deportivos celestes que cubrían casi la mitad de su rostro y distorsionaban a la vista el color café de sus ojos.

        Había pasado poco más de un año desde su llegada a Chouji, el paradero final de un viaje para atrapar Pokémon y recolectar datos de su hábitat para la investigación de su hermano mayor. Aunque a Danot nunca le había apasionado la idea de estudiarlos, había aceptado ese recado al tener cubiertos todos los gastos de su viaje por Johto. Sin embargo, su retorno se debía a algo más… que tuvo que olvidar al notar un insistente jalón en el pantalón; bajó un poco la mirada y se topó con los fieros ojos azules de un reptil bípedo de escamas doradas y gruesas garras blancas.

        —¿Qué ocurre, Pyro? —preguntó al Charmeleon; supuso que se trataba de algo importante, dada su insistencia.
        —¡Char! —gruñó el aludido al indicar con molestia el hálito de vapor que salía de su boca cada vez que la abría; su Entrenador no pudo evitar dedicarle una mirada de escepticismo—. ¡Chaaar! —insistió al agitar la flama en la punta de su cola, esperando que así el aire a su alrededor se calentase un poco.
        —Entiendo —dijo con una sonrisa amable, tras lo cual se alzó un poco el jersey y dejó expuesto un cinturón con seis esferas rojiblancas del tamaño de pelotas de ping-pong, sujetas por pinzas redondeadas—; estarás mejor en tu Pokébola —agregó al coger una del lado izquierdo.

        Danot apretó el botón en la franja negra que dividía la Poké Ball (o Pokébola, como solía llamar su familia a ese artefacto) y, como si fuese magia, ésta se expandió hasta alcanzar el tamaño de una pelota de béisbol. El mismo botón emitió un rayo rojo que convirtió a Pyro en energía al ser apuntado hacia éste, para luego regresar a su punto de partida. Un segundo toque bastó para devolverla a su tamaño original.

        —¿Mejor así? —le preguntó Danot con cariño al acercarse la Poké Ball al rostro; una leve sacudida de la misma fue suficiente respuesta, tras lo cual la guardó.

        Con eso hecho, siguió caminando, a pesar de que prefería hacerlo acompañado de alguno de sus Pokémon. Fue por esta costumbre que tuvo muchas más batallas de las previstas durante su primer viaje, lo cual revivió la pasión por los combates que había perdido poco después de recibir a su primera Pokémon. Era su deseo por participar en el campeonato regional el que había motivado su segundo viaje por Johto; para ello, debía visitar cada localidad con un Gimnasio Pokémon para conseguir sus respectivas medallas, y la de Chouji era la penúltima que necesitaba.

        Las calles del pueblo estaban conformadas en su mayoría por casas rústicas pero acogedoras, las cuales lucían vistosos adornos en puertas y ventanas. Era ambiente de festival, como Danot comprobó al oír las animadas conversaciones de los pueblerinos, quienes sólo parecían tener cabeza para la celebración de la noche siguiente. Esto le trajo inevitablemente el recuerdo del incidente ocurrido al año anterior, cuando una manada de Sneasel enojados por el ruido de las festividades atacó el pueblo.

        —¿Todavía recordarán a Shady y compañía? —preguntó para sí mismo, mientras rememoraba su parte en la resolución de aquella situación.

        Danot procuró afinar el oído para satisfacer su curiosidad, sin resultados. Siguió haciéndolo por un rato más, pero lo único que escuchó fue el bullicio producido por un nutrido grupo de gente en la vía, justo a dos bloques de donde pensaba pasar la noche. Sospechando qué ocurría, se abrió paso para llegar a donde se estaba llevando a cabo una batalla Pokémon. Un conejo regordete de piel blanquiazul evitaba con saltos cortos los envites de una roca con brazos largos y cara de pocos amigos, dando a la mayoría de espectadores la impresión de que se trataba de un combate parejo. Sin embargo, el recién llegado pudo notar que en realidad el Azumarill estaba jugando con su rival; era algo que todo Entrenador con un mínimo de experiencia real podría haber discernido.

        —¡Pedrada! —ordenó el Entrenador del Geodude; en sus ojos azules podía verse su frustración al no haber acertado ni un solo golpe desde el inicio del combate.
        —¡Pistola de Agua! —contraatacó el compañero de Azumarill, un joven de cabello negro y ojos pardos que le daban un aspecto muy vivaz.

        Esta indicación bastó para que la expresión del conejo se tornase seria y pisase el pavimento con fuerza, para luego desplegar un potente chorro de agua justo cuando su contendiente escupía cinco veloces proyectiles de roca. Éstos fueron arrastrados junto a su emisor, quien sintió cómo el líquido erosionaba su piel antes de caer inconsciente a los pies de su Entrenador. Derrotado, éste le devolvió a su Poké Ball y tardó poco en perderse entre la multitud.

        —Vamos, ¡¿quién más quiere luchar?! —preguntó el vencedor con actitud retadora y confianza en lograr su tercera victoria seguida; estas palabras fueron acompañadas por el gracioso meneo de la zigzagueante cola de su Pokémon.
        —¡Yo! —contestó Danot, casi de manera automática, al volver a abrirse paso entre los demás espectadores.

        Podía parecer que Danot estaba desesperado por combatir (en realidad lo estaba); no había tenido una batalla entretenida desde hacía más de dos días y no quería que nadie le arrebatase esa gran oportunidad.

        —Danot, de ciudad Yoshino —se presentó al extender la mano derecha al otro, sin siquiera esperar su asentimiento.
        —Maki, encantado —contestó éste al recuperarse de la impresión, acompañando esas palabras con un fuerte apretón de mano.

        «Está en casa», pensó Danot al recordar el protocolo implícito seguido por la gran mayoría de Entrenadores, el cual había aprendido poco a poco, al viajar e interactuar con otros. La omisión del lugar de procedencia significaba que la persona se hallaba en el mismo.

        —¿Será uno contra uno, o quieres cambiar las reglas? —preguntó Danot, siguiendo con el protocolo: el Entrenador desafiado tenía la potestad de elegir la modalidad que le pareciese más conveniente.
        —Uno contra uno, y si quieres hacerlo más interesante, podemos apostar —fue la segura respuesta de Maki—; siempre que no temas perder tu dinero —agregó con un ligero dejo de arrogancia.
        —Me parece perfecto —convino Danot, aparentemente pasando por alto el tono de su interlocutor; mientras pudiese tener un buen combate, poco le importaba la actitud de sus oponentes.

        Sin demora, Danot sacó de uno de sus bolsillos un pequeño artefacto electrónico con dos pantallas y varios botones blancos. Apretó uno con un ícono de dos Poké Balls chocando, acción que Maki imitó con su propia Pokédex. Cuando ambas se conectaron, sus dueños confirmaron la cantidad de Pokémon a utilizar y se alejaron entre sí cerca de quince metros, listos para empezar.

        —Azumarill, ¿quieres seguir? —preguntó Maki, sabiendo que su Pokémon estaba muy fresco a pesar de haber combatido un par de veces; un suave gruñido y un brinco lleno de decisión hacia adelante dejaron claras sus intenciones.
        —Alfa, te lo encargo —pensó un sonriente Danot, a la vez que cogía con seguridad una Poké Ball del lado derecho de su cinturón para liberar a su Pokémon.

        Los presentes centraron su atención en la aparición de una enorme estrella de mar de color púrpura, cinco afilados brazos y un núcleo similar a un rubí en el centro de su cuerpo, o eso parecía a simple vista. Una observación cuidadosa revelaba que tenía en realidad dos cuerpos unidos por su zona central, quizá por un tejido especial que le permitía al posterior rotar libremente. No obstante, nada parecía afectar la confianza de Maki, ni siquiera la diferencia de tamaño (ciento veinte centímetros de Alfa contra ochenta de Azumarill) o la tranquilidad de su contrincante.

        —¡Pistola de Agua! —fue la briosa apertura del entrenador local, queriendo tantear a su oponente antes de decidirse por alguna estrategia en particular.

        Así empezó la que prometía ser una batalla muy reñida… que terminó un instante después de que Danot diese su primera indicación; tras ésta vino una potente descarga eléctrica, generada por la rápida rotación del cuerpo posterior de Alfa y liberada desde su núcleo. El Rayo usó la Pistola de Agua como conductor para propinar a Azumarill una sacudida que le llevó sin escalas al reino de la inconsciencia. Un pitido suave confirmó la transferencia monetaria a la cuenta bancaria del vencedor y sacó de su estupor a quienes aún no podían creer que la batalla ya había concluido, incluyendo a éste.

        —¡Bien hecho, Alfa! —le felicitó Danot tras recuperarse de la sorpresa, más que satisfecho por suexcelente desempeño—. Gracias, vuelve —le dijo al apuntarle con su Poké Ball, como su oponente acababa de hacer con su Azumarill.
        —Vaya, no esperaba que esto acabara tan pronto —comentó Maki al acercarse; a pesar de la derrota, se le notaba tranquilo—; ¡buena batalla! —agregó con mucha más humildad que antes, ofreciéndole la mano derecha.
        —¡Lo mismo digo! —contestó éste al corresponderle con un fuerte apretón, un gesto lleno de deportividad con el que solían acabar muchas batallas; tras ello, ambos recibieron los aplausos de quienes habían presenciado ese enfrentamiento.

        Suficientemente satisfecho a pesar de lo breve del mismo, Danot retomó el camino hacia donde él y sus Pokémon podrían comer y descansar como era debido. Era algo que necesitarían mucho para poder combatir en las mejores condiciones contra el Líder de Gimnasio al día siguiente. Así, llegó rápidamente a la plaza central del pueblo, y una vez ahí, encontró enseguida el Centro Pokémon local, fácilmente reconocible por su característico tejado rojo de madera. Al acercarse, la puerta doble de cristal del frontis se abrió de par en par para permitirle acceder a un salón de suelo de caoba y ventanas con postigos del mismo material. Vio en la recepción a una mujer que llevaba una cofia y un delantal blanco sobre un vestido rosado, el uniforme oficial de las enfermeras que dirigían los Centros Pokémon de cada localidad del país.

        —Hola —le saludó Danot al acercarse, con aire informal pero respetuoso.
        —Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó la enfermera con una sonrisa cordial, la misma sensación que transmitían sus bonitos ojos azules.
        —Verás, tengo planeada una batalla de Gimnasio para mañana y creo que a mis Pokémon les vendría bien un tratamiento completo —explicó el chico, mientras alzaba su jersey y empezaba a sacar las Poké Balls de su cinturón.
        —¿Necesitas tenerlos listos hoy o puedes esperar hasta mañana por la mañana? —preguntó ella amablemente, a la vez que ponía sobre la mesa una bandeja de metal.
        —Puedo esperar hasta mañana, si es que tienes alguna habitación libre —contestó, teniendo la intención de ir al Gimnasio a primera hora; dicho esto, colocó la última de sus Poké Balls infladas en una de las seis cavidades de la bandeja.
        —Entonces serán un tratamiento completo y una habitación para dos noches —dijo la enfermera con buen talante, al teclear velozmente en el ordenador que tenía delante—; ¿puedo ver tu identificación? —pidió cordialmente, con la mano derecha extendida.

        Sin prisa, Danot sacó una tarjeta de plástico del bolsillo interior de su jersey y se la dio a su interlocutora, quien la deslizó por un lector para ver su ficha de identificación. Conforme tras ver su foto y otros datos personales, cogió un llavero de los que tenía colgados en un panel cercano y se lo entregó al chico junto a su tarjeta.

        —Si necesitas alargar tu estancia, sólo tienes que decírmelo —explicó afablemente la enfermera, mientras cogía la bandeja con las Poké Balls del chico.
        —Gracias, pero espero que no sea el caso —contestó cortésmente éste, sabiendo que si se quedaba más tiempo sería por una derrota en su batalla de Gimnasio—; nos vemos mañana —se despidió, con la tranquilidad de saber que sus Pokémon estaban en buenas manos.

        Danot se dirigió hacia la puerta lateral derecha, y al abrirla se encontró con un pasillo estrecho, desde donde pudo ver las escaleras a la izquierda, una lavandería a la derecha y una sala de comunicaciones justo delante de él. A pesar de que necesitaba descansar, también quería hablar con su familia, por lo que siguió de frente y entró a esta última, una habitación con una hilera de video-teléfonos a cada lado. Se sentó delante del más próximo y suspiró levemente, mientras insertaba su identificación en la ranura, tras lo cual marcó el número de su casa. Si bien era cierto que había hablado con su madre hacía dos días, sabía lo muchísimo que solía preocuparse por él y por sus hermanos. En la pantalla cuadrada del aparato apareció un mensaje que decía “Sólo voz”.

        —¿Hola? —preguntó una suave voz femenina a través del auricular.
        —Hola Mina, soy Danot —respondió el chico con gentileza; no le había sido difícil reconocer a su hermana menor.
        —¿Hermanito? —preguntó Mina, muy contenta de poder hablar de nuevo con él.

        Antes de que el aludido pudiese decir algo más, la cámara del video-teléfono se encendió y la pantalla dejó ver a una adolescente de mirada despierta, quien no había dudado en activar el modo de videoconferencia al saber que se trataba de él.

        —¡Hola hermanito! —exclamó entusiastamente Mina al saludarle con la mano.
        —Hola Mina, ¿cómo estás? —preguntó Danot, sin tantos bríos pero con el mismo cariño.
        —Estoy bien, gracias —contestó la chica con una gran sonrisa; el brillo de sus ojos, idénticos a los de su hermano, demostraba la veracidad de sus palabras—; ya vienen los exámenes y quería ir a estudiar después de terminar con los quehaceres —agregó gentilmente, mientras se apartaba un poco el flequillo que a ratos le obstruía la vista; el color de cabello era otro rasgo que compartían.
        —Espero que Yamen te esté ayudando, al menos un poco —comentó Danot con un tono ligeramente reprensivo, mezclado con una expresión traviesa.
        —Claro que sí; ¿quién te crees que soy? —intervino de pronto una voz masculina grave que el chico pudo oír a través del auricular; ese tono y esa confianza al hablar también resultaron inconfundibles para Danot.

        No tardó en aparecer junto a Mina un hombre de veinticinco años, ataviado con una bata blanca de laboratorio sobre un elegante conjunto de camisa azul y pantalón marrón. Su cabello, ligeramente más claro que el de sus hermanos, contrastaba con el color café de sus ojos, los cuales veían divertidamente al muchacho por el comentario hecho.

        —Hola Yamen; a mí también me alegra verte —respondió Danot con una sonrisa, dejando de lado cualquier rastro previo de ironía; vio cómo Mina se despedía y retiraba, quizá para dejarles conversar con tranquilidad.
        —Sabes que el sentimiento es mutuo —expresó el científico con tranquilidad, tras acomodarse las gafas cuadradas de marco plateado que solía llevar para trabajar.

        Hubo un breve silencio entre ambos, no porque no supiesen qué decir, sino porque acababan de liberar de golpe toda la tensión que llevaban acumulando desde su última conversación, dada la tendencia de su madre de preocuparse más de la cuenta.

        —¿Cómo han estado? —preguntó finalmente Danot, queriendo saber de su familia.
        —En el laboratorio estamos tan llenos de trabajo como siempre; casi no puedo esperar a los practicantes que Utsugi prometió enviar, porque como bien sabes, él sólo quiere profesionales para superar la investigación del famoso profesor Ookido —explicó Yamen con algo de irreverencia, porque sabía que era la mejor manera de tomarse esa rivalidad unidireccional—; en cuanto a mamá y papá, ellos han estado como siempre —añadió, esta vez con tono neutral.

        Danot entendió de inmediato lo que su hermano quería decir. Ambos habían sido miembros del ejército, él como piloto de avión de combate y ella como enfermera en la base de Yoshino, hasta su retiro hacía algo más de ocho años tras un conflicto bélico con uno de los países del continente cercano, el cual reveló una serie de experimentos faltos de toda ética para convertir Pokémon en armas de guerra. Aunque la información sobre éstos no se hizo pública, el retiro por estrés postraumático de la mayoría de los miembros del grupo que descubrió el laboratorio donde se llevaban a cabo (incluyendo a Sven, su padre) parecía ser prueba suficiente de lo horrorosos que habían sido. Para buena fortuna de su familia, Fumie, su madre, se había adaptado relativamente bien a la vida civil (siendo su única queja la falta de disciplina de sus colegas en el Hospital General de Yoshino). Así, tras algunos años de terapia psicológica y todo el apoyo de su familia, Sven se había recuperado lo suficiente como para decidirse a fundar su propia empresa de seguridad. Sin embargo, aquel incidente había dejado secuelas en ambos: él podía volverse muy irascible cuando alguien maltrataba a los Pokémon, mientras ella se había vuelto temerosa de que su familia no tuviese seguridad en todo lo que hacía. A pesar de ello, ambos se habían esforzado en ser buenos padres y apoyar a sus hijos en todo lo necesario; quizá por ello y por su propia dificultad para expresar lo que sentía, no le resultaba fácil hacerles saber lo mucho que disfrutaba de ser Entrenador Pokémon. Su madre le había instado a buscar una seguridad para su futuro cuando se lo comentó tímidamente poco después de cumplir diez años, mientras que su padre le dijo que debía hacerse responsable de lo que quisiese hacer con su futuro. A pesar de encantarle la vida que tenía en ese momento, no estaba seguro de si podría alcanzar lo que deseaba; hacer una carrera en la universidad y buscar un empleo parecía mucho más seguro que seguir viajando sin ninguna garantía de éxito, pero también se le hacía terriblemente monótono. Fuese como fuese, quería disfrutar por completo de su viaje, por lo que procuró enfocarse en ello, porque había sido una aventura que recordaría gratamente incluso si tenía que hacer esa “vida de adulto”, como la llamaba a veces.


        —Ambos son fuertes, así que no dudo en que podrán superarlo por completo; aun así, sabes que tienen todo mi apoyo —expresó Danot, muy sentidamente.
        —Y el mío, hermano convino Yamen, del mismo modo—; ¿y tú, qué tal? —indagó enseguida, interesado en el progreso de su viaje.
        —Sin novedad desde que dejé Enju; estos últimos cuatro días han sido aburridos —admitió, pues había tenido menos batallas de las que esperaba durante ese tiempo—; lo que toca ahora es concentrarse para el combate de Gimnasio de mañana —añadió con mejor talante, recordando las reñidas batallas que había librado para conseguir las seis medallas que ya tenía.
        —No dudo de que te resultará entretenido; supongo que a estas alturas todas tus batallas serán de nivel expertocomentó seriamente, a lo que Danot asintió—; debo admitir que tuve mis dudas cuando dijiste que querías desafiar a los Gimnasios en ese modo desde el principio, tras los cambios que hizo la federación nacional el año pasado —añadió, recordando claramente la conversación que habían tenido en mayo, cuando su hermano le contó de su intención de llevar a cabo ese reto.
        —Por más que hubiera elegido el modo novato, los Líderes tienen la potestad de cambiar la dificultad del desafío si lo consideran conveniente; además, sólo se aplica a los cuatro primeros Gimnasios de la ruta oficial —aclaró Danot, muy agradecido por el interés del científico.
        —Pues parece que la información que recolectaste sobre los Líderes en tu primer viaje ayudó mucho —afirmó Yamen, a lo que su hermano asintió—; supongo que ya has empezado a hacer lo mismo con la Líder de Fusube, aunque aún no hayas estado ahí —agregó con seguridad.
        —No, lo haré cuando llegue allá —contestó tranquilamente, para sorpresa de su interlocutor—; creo que esto hará más interesante la siguiente batalla —añadió con emoción, como dejaba ver claramente el brillo de sus ojos.
        —Danot, me sorprendes… no creía que fueras de quienes encuentran diversión en las cosas imprevistas —comentó con ironía, sabiendo que el aludido era un apasionado del planeamiento.
        —Es un pequeño capricho, ya sabes, por ser la última —contestó con tranquilidad, pasando por alto la ironía, y también la sensación de nostalgia que sentía al pensar que cada vez se acercaba más y más al final de su viaje.
        —Mientras sea lo que tú quieras, estará bien —convino Yamen, respetuoso ante tal decisión—; en todo caso, yo debería volver a trabajar —se disculpó, al darse cuenta del tiempo que habían pasado conversando, e hizo el ademán de levantarse.
        —Bien, nos vemos entonces; saludos a papá y mamá —se despidió cálidamente, tras lo cual colgó.

        Danot volvió al pasadizo y, esta vez sí, subió por la escalera que conducía al nivel superior, encontrándose en otro más amplio y mejor iluminado. Avanzó, mirando cada una de las puertas que tenía a ambos lados hasta encontrar la de su habitación, y sin demora, entró. Ésta contaba con un par de camas simples, una mesa pequeña entre ambas, una más grande en la pared opuesta y dos sillas delante de ésta última. Un radiador cerca de la ventana y frazadas sobre las camas eran las únicas diferencias con las habitaciones de invitados de otros centros Pokémon que había visitado durante su viaje. No se lo pensó dos veces antes de dejarse caer, cuán largo era, sobre una de las camas; necesitaba descansar, al menos un poco.

        No supo cuándo se quedó dormido, pero despertó poco a poco, con la habitación completamente a oscuras. Se incorporó lentamente y buscó a tientas el interruptor; al hallarlo, ésta se llenó de una cálida luz amarilla.

        —Qué hambre —pensó al sentarse en un lado de la cama y palparse el vientre; no había comido nada consistente desde el desayuno, cerca de las ocho de la mañana.

        Dejó caer su mochila sobre la cama y se quitó los lentes deportivos, para dejarlos en la mesa de noche. Se frotó un poco los ojos, un hábito que le había quedado de su época escolar, antes de ponerse de pie y sacar de su mochila un estuche con sus gafas de lectura y una libreta de apuntes con un bolígrafo entre sus hojas. Con eso listo, salió, aseguró la puerta con llave y se dispuso a bajar.

        La cafetería del Centro Pokémon era la zona que ocupaba más espacio en la planta baja. Al caminar hacia la barra, a Danot le pareció notar que la dependiente cambiaba su expresión aburrida por una mucho más despierta y servicial; no le extrañó, al darse cuenta de que él era su primer cliente de la noche.

        —Buenas, quiero un guiso de vegetales con arroz —pidió Danot tras ver el menú—; y una botella de agua con gas mediana —añadió, al recordar que no había bebido nada desde el mediodía.

        La encargada tardó poco en volver de la cocina con su pedido en una bandeja que entregó a Danot tras el pago respectivo. El chico se dirigió hacia la mesa más cercana, y ya sentado, removió el guiso y el arroz con una cuchara hasta liberar todo el vapor. Dejó que esa mezcla se enfriase un poco y sacó del bolsillo de su jersey la libreta y el bolígrafo que había cogido antes; se acomodó las gafas con cuidado antes de empezar a revisar sus anotaciones.

        —Primera cosa a considerar: Yanagi se especializa en Pokémon de tipo hielo —leyó mentalmente Danot, mientras las mesas cercanas empezaban a ser ocupadas por otros Entrenadores—; prioriza el uso de ataques del tipo de sus Pokémon, la mayoría con efectos secundarios, que unidos a las técnicas auxiliares o disruptivas que emplea ocasionalmente suelen tomar por sorpresa a sus retadores —siguió, al tiempo que se llevaba un bocado de comida a la boca y cogía la libreta con la otra mano—. Sus Pokémon son todos de doble tipo, siendo el segundo uno que le dé ventaja sobre los tipos fuertes contra el hielo —siguió leyendo con atención, al ser la primera conclusión importante a la que había llegado al hacer esas anotaciones—; lo más típico es que empiece con Dewgong, Cloyster o Lapras para mantener a raya a los Pokémon de roca, fuego, acero o lucha, sea por la ventaja de tipo o por la piscina que tiene en medio del campo de hielo del Gimnasio, así que llevar a Ray o Sparkle sería una buena idea —dijo para sí mismo, mientras pasaba otro bocado de comida—. Si bien Hellga y Pyro podrían lidiar con Jynx y Delibird, el que me preocupa es su Pokémon más fuerte, Piloswine… así que será mejor no descartar a Alfa —consideró con cuidado—. Otro factor crucial es que, si bien muchos de sus Pokémon son lentos en tierra, el campo de hielo les da una movilidad muy buena en comparación a la que tendrían Pokémon de otros tipos, como los míos, pero como no tengo más datos, tendremos que hallar cómo contrarrestar esa ventaja durante la batalla —concluyó, tras lo cual cerró su libreta y la guardó, para poder cenar con tranquilidad.

        Al terminar, Danot decidió volver a su habitación sin prisa, mientras repasaba mentalmente el plan de batalla que había ideado; consideró que era simple y efectivo, y con ello se sentía más que satisfecho. Una vez ahí, extrajo de su mochila una caja de plástico con cápsulas similares a Poké Balls infladas en su interior, pero más alargadas. Sacó una y la dejó en medio del cuarto tras apretar su botón central, generándose una intensa luz blanca que precedió a la aparición de una caja cúbica de metal de un metro de arista. Se acercó y presionó el centro de la cara superior, ocasionando que ésta se partiese en dos hojas rectangulares que se alzaron por la acción de pequeños motores en el interior, revelándose así su contenido: camisetas, pantalones, jerséis, chalecos, ropa interior, pares de calcetines y pijamas. Sacó uno de cada, ateniéndose más que nada a su propio gusto, y los dejó en su cama, tras lo cual cerró manualmente la caja, con lo que ésta regresó automáticamente al interior de la cápsula. Tras guardarla, dejó cargando su Pokégear, un modelo de teléfono móvil desarrollado especialmente para los Entrenadores Pokémon hacía más de una década que estaba siendo reemplazado cada vez más rápidamente por los más modernos y multifuncionales SmartRotoms.

        Teniendo todo listo para el día siguiente, comenzó a desvestirse, dejando ver que tenía el vientre un poco abultado, si bien parecía mantenerse sano, quizá por el tiempo que había pasado viajando a pie. Se quitó también las muñequeras negras que apenas contrastaban con el color trigueño de su piel y las colocó junto a su demás ropa. Con el pijama ya puesto, apagó la luz y se acomodó bajo las gruesas frazadas, pensando en el combate que tendría contra Yanagi… y así se durmió, sonriente, mientras dejaba volar su imaginación.

        A la mañana siguiente, tras asearse y arreglarse un poco, Danot hizo un ovillo con su ropa sucia y la puso en una de las máquinas disponibles de la lavandería, la que empezó a funcionar tras el respectivo pago con tarjeta. Hecho esto, fue a la cafetería para desayunar antes de ir a recoger a sus Pokémon. Media hora después, se dirigió a la recepción, donde la encargada revisaba un documento importante, o eso pensó él al verla tan seria. Sin embargo, su expresión cambió completamente cuando se percató de su presencia, y diciéndole apenas «Hola» se marchó a la sala que tenía detrás.

        —Aquí tienes a tus Pokémon, como nuevos —dijo la enfermera con una sonrisa, al extenderle la bandeja que los contenía—; ¿hay algo más en lo que te pueda ayudar? —preguntó, servicial como siempre.
        —Gracias —respondió Danot, mientras cogía sus Poké Balls y las guardaba en los bolsillos de su jersey—; y sí, quiero un tubo y una bolsa grande de comida Pokémon —añadió amablemente, queriendo corresponder esa atención y dedicación.
        —Muy bien; coge los cuencos que necesites —dijo al señalar la esquina izquierda de la habitación, tras lo cual volvió a entrar a la sala trasera.

        Danot cogió media docena de los cuencos rojos de plástico disponibles y los colocó en fila cerca de los asientos situados en la pared contigua a la calle. Volvió a acercarse a la recepción cuando la encargada regresó con su pedido, el cual pagó y llevó a donde había dejado los cuencos. Sirvió el pienso en cinco de ellos, mientras que en el otro vertió agua de la botella empaquetada junto al tubo; después, disolvió en ella la pasta que éste almacenaba. Con todo listo, liberó uno a uno a sus Pokémon, comenzando por Alfa; le siguieron Pyro y una ratona eléctrica de expresión adorable, pelaje anaranjado y casi un metro de estatura, una Raichu llamada Sparkle. Los otros tres eran un ave protegida por una resistente armadura metálica, una perra de pelaje negro como la noche y estilizados cuernos, y un cuadrúpedo de erizado pelaje amarillo. Se trataba de una Skarmory, una Houndoom y un Jolteon, en ese orden, cuyos nombres eran Tsurugi, Hellga y Ray, correspondientemente. Todos le saludaron con entusiasmo e hicieron lo mismo entre sí poco antes de ver el festín que Danot les había preparado; fue entonces que se dieron cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir.

        —Sé que ya lo saben, pero lo diré igualmente —dijo para llamar la atención de sus Pokémon; sonrió al ver que se la estaban prestando—; nuestro siguiente destino es el Gimnasio local y esta comida es para que todos ustedes tengan energía extra en caso de que deban luchar allá —expresó con entusiasmo, ante lo cual asintieron—; entonces disfrútenla y luego vayamos a hacer nuestro mejor esfuerzo —finalizó cariñosamente, invitándoles a probar la comida con un suave gesto de mano.

        Pyro no esperó para abalanzarse sobre uno de los cuencos y empezar a devorar su comida, como Danot vio tras sentarse. Los demás se lo tomaron con más tranquilidad y se pusieron de modo que estuviesen cómodos, con Hellga, Sparkle y Ray muy cerca del lagarto ígneo. Tsurugi, recelosa de esa conjunción de energías tan dañinas para ella, se situó al lado de Alfa, quien metió uno de sus brazos en el agua para filtrar el alimento disuelto en ella. El chico les observaba con interés, pues, por poco que fuera, siempre aprendía algo más de sus caracteres, gustos y otras curiosidades al verles interactuar. Por ejemplo, cómo Hellga prácticamente había adoptado como hermano menor a Ray, como demostraba al lamer con cariño el espacio entre las dos largas orejas de interior lila oscuro del Jolteon, cuyos vivarachos ojos eran del mismo color. O lo mucho que Pyro disfrutaba comer, a veces al punto de la glotonería, justificado en parte por el gran gasto energético que solía hacer en batalla, estuviese en ventaja o no. Pensando en otras cosas más, les dejó comer en paz.

        —Chicos, vamos antes de que alguien se nos adelante —les instó poco después de verles acabar, y sin ninguna oposición, les devolvió a sus correspondientes Poké Balls.

        Danot dejó los cuencos en el mostrador y los paquetes vacíos en la papelera, tras lo cual salió del Centro Pokémon y se dirigió rápidamente hacia la parte noroccidental del pueblo, deseando que nadie llegase al Gimnasio antes que él. Durante ese trayecto pudo notar que las calles lucían algo más arregladas que el día anterior, aunque poca gente las transitaba a esa hora, lo cual agradeció. Tras cuarenta minutos de caminata, llegó a un gran bloque rodeado de altas paredes de color crema, por lo que aceleró el paso, con una apreciable expresión de determinación. Tardó un minuto en llegar a donde se hallaba una pesada reja metálica que separaba el interior de la vía pública y su portero, un chico vestido de esquiador que intentaba ocultar el aburrimiento que sentía con una expresión muy seria.

        —Ya veo que nadie vendrá… todo el mundo debe estar pensando en el festival... —murmuró escépticamente el portero, mientras reprimía las ganas de tirarse de los largos cabellos negros que sobresalían de la gruesa gorra que llevaba, roja como el resto de su atuendo—. ¿Eh, tú, vienes por tu desafío? —preguntó al recién llegado, sin cambiar su actitud.
        —Soy Danot Bisel de ciudad Yoshino, y sí, vengo a ello —se presentó éste, sin dar mayor importancia a la misma.
        —Entonces, pasa —expresó con mejor cara que antes, mientras deslizaba la reja hacia la derecha.

        El portero guió a Danot por un pulido camino de cemento, flanqueado a la derecha por una frondosa arboleda de especies perennes y a la izquierda por una gran piscina llena de islotes de hielo ocupados por Pokémon de agua y hielo, muchos de los cuales veía por primera vez en vivo. Tras unos dos minutos de caminata, llegaron a la entrada de un edificio cubierto casi por completo de cristales que reflejaban la luz solar. Una placa al lado de la puerta llamó la atención del recién llegado.

        —Espera aquí mientras hacemos los preparativos para tu batalla —pidió el portero antes de entrar al edificio, a lo que el aludido se limitó a asentir.
        —Gimnasio Pokémon de pueblo Chouji —leyó mentalmente Danot, siendo esa la primera línea en la placa—. Líder: Yanagi Fuyutsuki, “El Maestro de la Crudeza del Invierno” —continuó con las siguientes dos, pensando que dicho título era adecuado para un experimentado usuario de Pokémon de hielo.

        Suspiró largamente, mientras dirigía la vista hacia la arboleda situada a poco más de sesenta metros de él. No podía evitar sentir una mezcla de emoción y ansiedad, como le ocurría siempre que estaba a punto de tener un combate importante. La primera obviamente era causada por la idea de enfrentarse a un oponente formidable, mientras que la segunda era más ambigua… quizá temía no estar a la altura de sus contrincantes. No obstante, quería creer que aquello nunca pasaría si se esforzaba al máximo, que de verdad podía quedarse tranquilo sin importar el resultado.

        —Ya está todo listo para tu batalla con mi maestro —dijo súbitamente el portero al volver, sacando abruptamente a Danot de su ensimismamiento.
        —Ah, sí, gracias —respondió éste torpemente, aún recuperándose de la sorpresa.

        Al entrar al edificio, Danot se encontró en un pasadizo de paredes de color crema, iluminado por fluorescentes blancos; no tardó en sentir que la temperatura iba bajando conforme avanzaba, como si estuviesen dirigiéndose a un frigorífico. «Era de esperar», dijo para sí mismo, agradeciendo haber escogido la ropa más abrigadora que tenía.

        —Hemos llegado —anunció el portero cuando salieron del pasillo, con lo que Danot pudo ver finalmente el corazón del Gimnasio de pueblo Chouji.

        Ambos habían entrado a un salón de algo más de mil metros cuadrados, en cuyo centro se situaba un campo de batalla de medidas oficiales para Gimnasios Pokémon: treinta y dos metros de largo por dieciséis de ancho. Como Danot sabía de antemano, se trataba de una superficie de hielo liso, excepto por los bloques irregulares del mismo material distribuidos aleatoriamente en ésta y una piscina circular en el centro, lo suficientemente amplia y profunda para que dos Lapras pudiesen nadar en ella con toda comodidad. Varias máquinas refrigerantes instaladas en lo más alto del recinto mantenían la temperatura lo suficientemente baja para evitar que el hielo se fundiese. Alineado con el ecuador imaginario del campo de batalla, próximo a un pedestal negro similar a un domo alargado, estaba un hombre mayor de cabello blanco como la nieve. El pantalón marrón y la gabardina azul que llevaba le conferían un aire de gran elegancia. Distinta, pero no contradictoria, era su expresión adusta y el brillo de la experiencia en sus agudos ojos de color café. El título de “Maestro de la Crudeza del Invierno” no le quedaba nada grande, pensó Danot.

        —¿Ocurre algo? —preguntó el Líder con tono cordial, si bien algo distante, al notar que su retador le miraba fijamente.
        —Disculpe señor, no es nada —respondió apresuradamente Danot, al darse cuenta de que no había sido muy educado con su anfitrión.
        —No importa —dijo tajante, pero cortés—; tenemos asuntos más importantes que atender, como tu reto —añadió, invitándole con un suave gesto de mano a acercarse al pedestal.

        Danot se acercó prestamente al mismo, mientras sacaba su Tarjeta de Entrenador y su Pokédex. El extraño domo se abrió al detectar ésta última, dejando ver una ranura por la que el chico introdujo ese artefacto, tras lo cual volvió a cerrarse y dejó ver sus datos personales en letra verde sobre esa superficie negra.

        —Así que eres Danot Bisel de ciudad Yoshino —comentó casualmente una voz grave, la cual llevó al aludido a girarse.

        Se halló cara a cara con una mujer robusta, de quizá la misma edad que Yanagi; sin embargo, sus vivaces ojos azules y abombado cabello castaño le hacían parecer mucho más joven.

        —¿Me permites tu tarjeta? —preguntó jovialmente la recién llegada.

        Danot dudó por un instante, hasta que vio que ésta llevaba puesto un uniforme de referí oficial, consistente en una camiseta de manga larga y pantalones cortos en los que se mezclaban el negro, siempre formal, y un llamativo color rosa. No pudo evitar pensar que era combinación que iba muy acorde a la personalidad de su portadora.

        —¡Todo en orden, muchacho! —dijo vivazmente la referí tras devolverle su tarjeta; desprendía tanta energía que no parecía sentir en absoluto el frío del ambiente.
        —Ah, Shima, tan entusiasta como siempre —comentó Yanagi al esbozar una sonrisa apenas perceptible, a la que la aludida correspondió con una mucho más visible—; no retrasemos más el desafío —añadió al recobrar su semblante usual, tras lo cual caminó hacia el extremo derecho del campo, visto desde ese lugar. Danot fue al lado opuesto.

        —¡La batalla oficial por la medalla Ice entre el Líder Yanagi y el retador Danot está por empezar! —exclamó Shima con seriedad, situada en el otro lateral del área de combate, al levantar un banderín rojo con la mano derecha y uno verde con la otra—. ¡Esta batalla será de tres Pokémon por bando! ¡El retador puede hacer los cambios que quiera, pero el Líder no! —explicó, a lo que ambos Entrenadores asintieron con un leve movimiento de cabeza—. ¡Entonces, liberen a sus Pokémon y comiencen! —ordenó con entusiasmo al agitar con fuerza ambos banderines.
        —Veamos cómo maneja a este Pokémon —pensó Yanagi al coger una Poké Ball del lado derecho de su cinturón, oculto por la gabardina—. ¡Adelante, Lapras! —exclamó al liberar a su Pokémon a unos pocos metros de la piscina.

        Dicho Pokémon era una masiva criatura marina de casi tres metros de altura, la mitad de ella debida a su largo y grueso cuello, el cual giró lentamente para dejar ver una expresión seria y pacífica. A pesar de ello, no iba a ser un oponente fácil, pues su constitución anatómica y la pesada coraza que cubría su espalda le daban apreciables capacidades defensivas, por no mencionar que tendría la ventaja de terreno tanto en el agua como en el hielo.

        —Lapras —murmuró Danot, al ver que Yanagi había escogido al escollo más duro de los que había previsto—; no importa, esto no cambia nada —dijo para sí mismo con decisión, tras lo cual cogió una Poké Ball del lado izquierdo de su cinturón—; ¡vamos, Ray! —exclamó al liberar al aludido.

        El Pokémon eléctrico apareció unos metros delante del chico. Al sentir la fría capa de hielo bajo sus patas, procuró equilibrarse sobre ella, y gruñó sonoramente cuando se percató de la presencia de su oponente, pero éste le miró con indiferencia. Tampoco se inmutó cuando Ray le mostró los dientes apretados, por lo que Danot pensó que ese Pokémon debía sentirse muy confiado o era muy difícil de provocar o amedrentar.

        —¡Empieza con Rayo! —ordenó Danot, queriendo valerse de la ventaja de tipo para hacerse rápidamente con el dominio del combate.
        —Típico —pensó Yanagi, observando cómo una gran cantidad de chispas recorrían el pelaje de Ray—; bloquéalo con Canto Helado —indicó ante el inminente despliegue del ataque eléctrico.

        Tras una profunda inspiración, Lapras escupió una lluvia de afilados fragmentos de hielo que chocó con la descarga y la detuvo a poco más de dos metros de su blanco, al no ser un buen conductor. Sin embargo, lo que sorprendió a Danot fue que un ataque relativamente débil como ese pudiese lograrlo; no quedaba duda de que ese Pokémon poseía una fuerza considerable, pero no por ello iba a dejarse intimidar. Ordenó a Ray volver a usar su ataque desde distintas direcciones, pero todos fueron bloqueados del mismo modo. Necesitaban cambiar de estrategia, y la única opción viable parecía ser acercarse y atacar a quemarropa, por más traicionera que pudiese ser la superficie congelada. No obstante, una posible solución se asomó por la mente del retador al ver detenidamente el área de batalla.

        —¡Ray, usa los bloques para acercarte y ve lanzándole Rayos! —indicó Danot, muy consciente del riesgo que estaban tomando.
        —¡No lo dejes, Lapras! ¡Sigue usando Canto Helado! —ordenó Yanagi de inmediato, queriendo aprovechar la ventaja que le daba el terreno.

        Con toda la intención de asestarle un Rayo a corta distancia, el Jolteon se lanzó en pos de su contendiente con movimientos diagonales, usando los bloques de hielo como postes de pinball mientras lanzaba como podía sus descargas. Y ya era bastante difícil sin el asedio de los Cantos Helados de Lapras, que cuando no bloqueaban los ataques eléctricos amenazaban con golpear a su emisor, quien con cada metro avanzado se iba convirtiendo en un blanco más asequible. Justo lo que Yanagi había querido propiciar.

        —¡Cascada! —ordenó éste, cuando Ray traspasó el lateral izquierdo de la piscina.

        Haciendo buen uso de sus anchas y gruesas aletas delanteras, Lapras comenzó a deslizarse sobre el hielo mientras el agua presente en el ambiente se condensaba a su alrededor. No le tomó mucho tiempo formar un manto acuoso que, aunado a su masa y velocidad, sería capaz de causar un daño considerable a un oponente más pequeño.

        —¡Gira y Doble Patada! —fue la presurosa indicación del retador.

        Viendo la mole que se le venía encima, Ray ejerció un poco más de presión con las patas delanteras para derrapar y quedar de espalda contra uno de los bloques de hielo. Acto seguido, se apoyó en las patas delanteras para propinarle una coz con las otras dos, generando el impulso suficiente para escapar de la arremetida de Lapras, quien había quedado expuesto a un contraataque.

        —¡Gira otra vez y Rayo! —ordenó Danot, queriendo aprovechar esa oportunidad.
        —¡Terratemblor! —exclamó Yanagi, con tanta fuerza que sus palabras resonaron en todo el frío recinto.

        Un nuevo derrape causó que Ray acabase chocando contra un bloque de hielo con sus cuartos traseros, pero ni el dolor ni el frío le impidieron soltar una fuerte descarga dirigida a Lapras. Sin embargo, éste demostró no estar indefenso al remecer con todo su cuerpo la superficie de hielo sobre la que ambos luchaban, aun cuando el Rayo le alcanzó. Así, generó una vibración de mediana intensidad que lastimó a su oponente y le obligó a detener su ataque; no obstante, se vio forzado a hacer lo mismo con el suyo cuando sintió cómo sus músculos se entumecían de pronto.

        —¡Canto Helado! —indicó el Líder de Gimnasio, consciente de la delicada situación en la que se encontraba su Pokémon.
        —¡Acércate y Rayo! —ordenó Danot en el acto, sin querer desperdiciar la ventaja obtenida.

        Girando su cuello con evidente dificultad, Lapras expectoró otra lluvia de afilados fragmentos de hielo hacia Ray, pero éste, a pesar de mostrarse un poco más lento que antes, pudo impulsarse hacia un bloque antes de ser golpeado. Apenas llegó a otro, descargó de golpe la electricidad acumulada en su pelaje, sin que su contrincante pudiese hacer algo para evitarlo. A pesar de ello, el masivo reptil marino se sobrepuso al dolor y con gran esfuerzo redirigió sus proyectiles gélidos para bloquear la centella.

        —¡Descanso! —ordenó Yanagi, manteniendo la serenidad y mostrándose satisfecho por el valor mostrado por su Pokémon.
        —¡No lo dejes! ¡Ataque Rápido! —indicó presurosamente Danot, dispuesto a tomar un riesgo mayor en esa coyuntura.

        A pesar de la reducción de su velocidad natural, Ray se abalanzó frontalmente en pos de su contendiente; éste, confiando en el criterio de Yanagi, se sumió rápidamente en un sueño reparador que curó su parálisis y restauró su vitalidad. Extrañamente, empezó a retorcerse con expresión afligida justo antes de que el Jolteon le impactase, dando a Danot la impresión de que tenía una pesadilla. Para el Pokémon eléctrico esto fue como estrellarse contra un muro, aunque no tuvo mucho tiempo para pensar en ello, ya que su “indefenso” oponente le estaba apuntando con la boca, listo para usar su Canto Helado. Tan rápido como llegó, huyó hacia otro bloque, mientras el ataque golpeaba la superficie de hielo.

        Danot miró acuciosamente a Lapras, quien no daba señales de estar despierto. En ese preciso momento, recordó que existía un ataque con el que un Pokémon podía usar los otros que tenía mientras estaba dormido. La sonrisa serena de Yanagi confirmó esto, al igual que el movimiento con el que su Pokémon produjo una onda expansiva más fuerte que la anterior, la que Ray eludió parcialmente al lanzarse hacia otro bloque. Su Entrenador le ordenó usar Deseo, creyendo que ante la aleatoriedad del Sonámbulo lo mejor era mantenerle fresco. Así, ante la impertérrita expresión del Líder, el Jolteon cerró los ojos y realizó una breve plegaria, tras lo cual una nube de finos brillos dorados apareció sobre él, para después precipitarse a tierra como veloces cometas.

        —Parece que esto resultará más entretenido de lo que creí —pensó Yanagi mientras se limitaba a observar cómo su Pokémon se manejaba en el campo; le había entrenado para usar automáticamente el Sonámbulo tras recurrir al Descanso, y por la manera en que sus retadores reaccionasen a ello podía determinar qué tipo de estrategias usarían durante el resto del combate.
        —¡Esquiva y Rayo! —ordenó Danot, al ver venir un Canto Helado.

        Con denuedo y un poco de suerte, Ray se lanzó hacia uno de los bloques de hielo cercanos para esquivar ese ataque, bastante preciso considerando que Lapras tenía los ojos cerrados. Una vez a salvo, desplegó una descarga que éste bloqueó parcialmente con un cabezazo potenciado por energía psíquica. Sin embargo, esto no desanimó al Jolteon, quien apretando fuertemente los dientes a pesar del dolor y el frío disparó otro Rayo, pero Lapras lo eludió por poco al comenzar a moverse mientras una cortina de agua se formaba a su alrededor. Fue entonces que al retador se le ocurrió otra idea arriesgada, pero que de funcionar les daría mucha ventaja.

        —¡Ataque Rápido! —exclamó súbitamente Danot, para sorpresa de Yanagi y de Ray, quien le contestó con un gruñido suave y una mirada suplicante—. ¿Confías en mi? —le preguntó con un tono más suave, a lo que éste finalmente asintió y, sin dudar ya, se lanzó en pos de su contrincante.

        Ante la atenta mirada de Yanagi, Ray se acercó a Lapras desde el flanco izquierdo, a sabiendas de que sería él quien saldría peor librado en una colisión entre ambos. Sin embargo, Danot tenía otros planes, como comprobaría el Líder dentro de poco.

        —¡Rayo, a toda potencia! —ordenó el retador cuando su Pokémon estaba a medio camino de alcanzar al reptil marino.
        —¡Lapras, despierta y Terratemblor! —exclamó atronadoramente Yanagi, tanto que el campo de hielo pareció sacudirse ante sus palabras.

        Poniendo toda su alma en un ataque que podría ser definitivo, Ray desplegó una potente descarga cuando se hallaba a apenas unos metros de Lapras, quien despertó súbitamente cuando ésta alcanzó el agua que le rodeaba. Adolorido, poco pudo hacer para detener el proyectil amarillo que se le venía encima, que al colisionar le propinó otra fuerte sacudida. El resultado: el Jolteon salió disparado hacia un bloque lejano y se golpeó fuertemente contra él, mientras que Lapras acabó tendido en el lugar de la colisión, incapaz de seguir luchando. Su Entrenador se dispuso a retirarlo, mostrándose satisfecho por su desempeño.

        —¡Lapras no puede seguir! ¡La victoria de esta ronda es para el retador! —decretó Shima al ondear su banderín rojo hacia el lado del campo del aludido, mientras el Líder guardaba la Poké Ball de Lapras y tomaba otra de su cinturón. Danot tragó saliva, sabía de sobra qué Pokémon había escogido su oponente. Una mezcla explosiva de emoción y nerviosismo colmaban sus pensamientos en ese momento.

        Sin mayor ceremonia, Yanagi liberó a un jabalí peludo con una gran joroba, treinta centímetros más alto que Ray (quien superaba por poco los noventa) y más corpulento. Sobresalían de su gruesa mata de pelo marrón dos gruesos colmillos blancos y una nariz achatada. El tamaño de los primeros indicaba que se trataba de un macho, y uno muy vigoroso, como demostró al rascar el suelo con sus macizas pezuñas delanteras.

        —¡Piloswine de Yanagi contra Jolteon de Danot! ¡Continúen! —exclamó Shima, a la vez que ondeaba sus banderines hacia ambos lados.
        —¡Ventisca! —ordenó Yanagi con tono de voz riguroso al notar que el retador no hacía ademán de retirar a su Pokémon; creía saber la razón, y no estaba dispuesto a darle más oportunidades de las que ya había tenido.
        —¡Esquívala y Doble Rayo! —indicó Danot, queriendo hacer tiempo a pesar de la desventaja de tipo.

        Sin dilación, Piloswine profirió un potente gruñido mientras el aire se arremolinaba en torno a él, enfriándose tanto como para generar una gran cantidad de nieve. Y, guiándose más por el olfato que por la vista, desplegó esa tempestad hacia Ray. Éste la eludió apenas con un movimiento diagonal, y al tocar un bloque de hielo disparó desde su boca un deslumbrante rayo de energía de vivos colores rojo y verde; sin embargo, el jabalí demostró ser más ágil de lo que parecía, y le bastó un corto movimiento lateral para esquivar ese ataque. No todo fueron malas noticias para el retador y su Jolteon, ya que pronto este último empezó a brillar de color dorado, mientras todas sus heridas superficiales desaparecían. Era el momento que Danot estaba esperando.

        —¡Ahora Ray! ¡Rugido! —exclamó apasionadamente; solía hacerlo tras verse obligado a contenerse de hacer o decir algo durante un combate.

        Tan sorpresivo como el grito del retador fue la atronadora emanación sónica de su Jolteon, que incluso fue capaz de poner de punta todos los pelos de Piloswine antes de obligarlo a volver a su Poké Ball, para pasmo de Yanagi y Shima. De acuerdo a las reglas de la Federación Regional, cuando un Pokémon era devuelto a su Poké Ball, debía ser reemplazado por uno distinto, aun en una situación forzada.

        —Así que no sólo quería hacer tiempo para que su Pokémon se recuperara —pensó Yanagi, gratamente sorprendido, mientras cogía la Poké Ball de la sustituta de Piloswine—; Jynx, te lo encargo —dijo tranquilamente al dejarla salir, a pesar de lo aparentemente difícil de su situación en la batalla.

        La aludida era una extraña criatura antropoide de piel lila, muy similar a una diva de ópera vestida de rojo. El cimbreante movimiento de sus caderas y su larga cabellera dorada, así como un guiño y el ademán de dedicarle un beso volado, desconcertaron un poco al retador. Sin embargo, nada de esto le hizo olvidar lo que quería hacer.

        —Vuelve Ray, bien jugado —dijo Danot al devolverle a su Poké Ball y guardarla, cosa que no sorprendió a nadie—. ¡Adelante, Hellga! —exclamó al dejarla salir.

        Delante del chico apareció su fiel Houndoom. Ésta afirmó las patas contra el hielo, sublimándose parte de éste a causa de su calor corporal, y arqueó el lomo de manera apreciable, dejando ver las protuberancias similares a costillas que tenía ahí, tras lo cual gruñó y mostró sus colmillos, con lo que Jynx hizo un amago de retroceder, algo amedrentada, a pesar de tener prácticamente el mismo tamaño: metro y medio de la cabeza a las patas.

        —Así que por fin saca un Pokémon de fuego —pensó Yanagi mientras analizaba a la Houndoom—; Jynx, usa tu Ventisca —ordenó con tranquilidad, sin intención de mostrar aún todos sus recursos; esto pareció devolver la confianza a su Pokémon.
        —¡Lanzallamas! —indicó Danot, confiando en tener la ventaja en ese choque de ataques.

        Alzando los brazos, Jynx produjo en torno a sí misma una gélida corriente de aire que empezó a acumular mucha nieve, la que dirigió hacia su rival al ponerlos al frente. Esa borrasca pasó de la mitad del campo y se topó con el disparo de fuego de Hellga a un par de metros del borde de la piscina, y en este punto se mantuvieron por algunos segundos, mientras la superficie de ésta se solidificaba por completo. Era, sin duda, la Ventisca más poderosa que Danot había visto en toda su vida como Entrenador, pero a diferencia del Lanzallamas, era un ataque más difícil de mantener y Jynx tendría que cansarse pronto.

        —¡Sigue así, Hellga! —le animó el chico, mostrándose paciente ante la resistencia de la Pokémon de hielo.
        —Tendremos que hacerlo de otro modo —pensó Yanagi al notar que su Pokémon no resistiría ese ritmo por más tiempo—; ¡apártate y usa Granizo! —ordenó de inmediato.

        Deteniendo su Ventisca y dando un paso corto al costado, Jynx dejó pasar de largo el ataque ígneo y se concentró en exhalar una fría nube que no tardó en subir hasta lo más alto del recinto y extenderse sobre el campo de batalla. De ella empezaron a caer un sinfín de pequeños fragmentos de hielo, con tanta intensidad que Danot tuvo que cubrirse la cabeza con los brazos para evitar que le lastimasen.

        —¡Otro Lanzallamas! —indicó el retador, procurando mantenerse enfocado en la batalla a pesar de esa distracción.
        —¡Jeer! —ladró Hellga a modo de afirmación, mientras hundía las patas en el hielo tras aumentar su calor corporal, disminuyendo un poco la incomodidad generada por el granizo.

        Y sin dilación, exhaló una tórrida columna de fuego hacia Jynx, quien siguiendo las órdenes de Yanagi la evitó con pasos que parecían ser parte de una peculiar coreografía, mientras entre sus amplias manos se acumulaba una gran cantidad de energía. Tras el tercer Lanzallamas, contraatacó al desplegar una densa esfera de energía azul, ataque que Danot reconoció como una Onda Certera. La respuesta no se hizo esperar con otro Lanzallamas que la interceptó en la mitad del campo y ocasionó una ruidosa explosión, tras lo cual Hellga empezó a toser, extenuada por el uso continuado de su ataque.

        —¡Ahora! ¡Poder Oculto! —ordenó rápidamente Yanagi, preparado para aprovechar el fruto de su paciencia.
        —¡Esquívalo y acércate! —indicó Danot de inmediato, buscando una confrontación cuerpo a cuerpo.

        Confiando en el criterio del chico, Hellga se lanzó en pos de su contendiente tras recuperar el aliento, sin amedrentarse ante las varias pequeñas esferas de energía que ésta había generado. Avanzó con pasos muy seguros que fundían el hielo y producían huecos que le impedían resbalar, y cuando vio venir los proyectiles de Jynx los esquivó con saltos y contorsiones dignas de una acróbata olímpica. Así siguió su camino, lista para la orden que estaba a punto de venir mientras mostraba sus aguzados colmillos.

        —¡Muy bien! ¡Sigue así y Triturar! —le animó Danot, complacido con sus maniobras evasivas.
        —¡Jynx! ¡Tu puntería es mejor que eso! —exclamó secamente Yanagi; sus palabras, lejos de ser reprensivas, eran una muestra de apoyo que la aludida entendió muy bien.

        De nuevo motivada, Jynx generó con celeridad dos hileras de esferas de energía y las lanzó hacia Hellga, quien se aproximaba amenazadoramente con sus mandíbulas abiertas y listas para morder. Esta vez, sin embargo, el Poder Oculto fue más preciso y le lastimó en el pecho y los lados. A pesar de ello, siguió adelante, sin perder de vista a su presa y con tozudez soportó otra andanada que le golpeó en el vientre tras pegar un brinco de un par de metros. Y al descender le propinó una fuerte mordida en el hombro derecho, tanto que perforó su piel en varios puntos, con la consiguiente sensación de dolor que no tardó en expandirse por las zonas periféricas. Su víctima intentó sacársela de encima con abruptos manotazos, sin éxito, pues su fuerza física era muy inferior a la de Hellga.

        —¡Beso Amoroso! —ordenó imprevistamente Yanagi, queriendo aprovechar la nula distancia entre ambas Pokémon.
        —¡Aléjate! —exclamó prestamente Danot; a pesar de encontrarse en situaciones adversas, Yanagi siempre parecía capaz de revertirlas y ponerle en aprietos.

        Apoyando las patas delanteras en el torso de Jynx, Hellga abrió sus mandíbulas y se impulsó hacia atrás, justo cuando los prominentes labios de ésta brillaban con una peculiar mezcla de negro y rosado, tumbándola y situándose a una distancia prudente. No fue necesaria una orden para que la perra disparase un Lanzallamas que golpeó de lleno a su oponente, noqueándola en el acto. Esto no sorprendió al chico, a diferencia de los demás presentes; su padre y Yamen la habían entrenado como guardaespaldas, y en más de una ocasión su propio criterio había sido mucho más acertado que el de su protegido.

        —¡Jynx es incapaz de continuar! ¡El retador y su Houndoom ganan esta ronda! —decretó Shima, ondeando de nuevo su banderín rojo hacia la posición de Danot.
        —Bien, esto va mejor de lo que esperaba —pensó Danot, quizá algo incrédulo ante el prospecto de una victoria sencilla.
        —Vuelve, Jynx —dijo escuetamente Yanagi al guardarle en su Poké Ball, más que agradecido por su gran esfuerzo—; ¡debo admitir que estoy sorprendido, Danot! ¡Pocos llegan hasta aquí sin haber perdido al menos uno de sus Pokémon! ¡Sin embargo, si quieres mi medalla, tendrás que vencer a mi Piloswine! —exclamó fervientemente antes de liberar al aludido.

        El jabalí hizo su segunda aparición en el campo de batalla, gruñendo con fuerza al notar la fiera presencia de su contendiente. Ésta respondió con un potente ladrido, con la intención de vencerlo tan rápidamente como fuese posible, a pesar del daño recibido y la granizada que aún caía sobre ellos. Tras la señal de Shima, reanudaron la batalla.

        —¡Lanzallamas! —ordenó Danot, optando por lo que creyó más seguro; no estaba amilanado, pero quería guardarse aún algunas de las sorpresas que tenía para Yanagi.
        —¡Bomba Fango! —indicó Yanagi, tranquilo a pesar de quedarle sólo un Pokémon.

        Sin dar tregua a su contrincante, Hellga exhaló ipso facto su ataque de fuego hacia éste. Para su sorpresa y la de Danot, el jabalí pareció esfumarse en medio del granizo y reaparecer dos metros más adelante, desde donde escupió una bola de fango que dio de lleno en un costado de la perra siniestra, empujándole un par de metros con el torso totalmente embarrado y dejándola vulnerable a un ataque que podría ser definitivo.

        —¡Acábala con Poder Pasado! —exclamó Yanagi.
        —¡Hellga, levántate por favor! —le instó Danot de inmediato, muy preocupado por su estado.

        Piloswine no tardó en rodearse de intenso brillo grisáceo que concentró en una esfera delante de su nariz y lanzó enseguida hacia su oponente. Ésta, viéndola venir, apretó fuertemente los dientes y se levantó de un brinco a pesar del dolor, con lo que fue capaz de evitarla. Pero el asedio no acabó ahí, pues se encontró de inmediato con que su contendiente arremetía briosamente hacia ella, mientras la granizada remitía.

        —Veamos cómo elude ese Golpe de Cuerpo —pensó Yanagi con interés, a pesar de su casi completa seguridad en ganar esa ronda.
        —¡Contraataque! —ordenó súbitamente Danot, sabiendo que no volverían a tener una oportunidad tan buena como esa.

        Por primera vez en la batalla, la expresión de Yanagi se llenó de desconcierto al ver cómo la potente acometida de su Pokémon era detenida por una fuerza invisible que le lanzó violentamente en dirección contraria apenas tocó a Hellga. Y creció aún más al ver cómo ésta, maltrecha como estaba, sacaba fuerzas de flaqueza para emitir un Lanzallamas que golpeó de lleno a Piloswine, al no contar ya con la protección del granizo. Agotada, la Pokémon siniestra cayó de bruces sobre el suelo congelado, y si aún seguía consciente era sólo por su enorme tozudez.

        —¡Piloswine! —le llamó un preocupado Yanagi, dejando de lado su característico estoicismo.

        El jabalí reaccionó a ese grito alzando las orejas e intentando levantarse a pesar del intenso ardor que llenaba cada músculo de su cuerpo, mientras sus contendientes esperaban pacientemente. Por más que quisiesen ganar esa batalla, atacar de manera directa y premeditada a un oponente que un referí considerase incapaz de defenderse suponía la descalificación inmediata del infractor. Debían esperar a que Piloswine se reincorporase o que Shima decretase que éste era incapaz de continuar. Sin embargo, esto pareció ser innecesario cuando Piloswine cayó de cara al suelo, aparentemente sin fuerzas para luchar.

        Yanagi aún seguía incrédulo ante la idea de que su mejor Pokémon, su compañero de mil y una batallas, hubiese sido vencido tan rápida y categóricamente por alguien a quien había tenido contra las cuerdas durante toda la batalla. Fuese habilidad o suerte, el hecho era que habían perdido y debían reconocerlo. Al notar esto, Shima se dispuso a dar el combate por concluido… hasta que un sonoro gruñido le hizo girar la mirada hacia el campo, al igual que a todos los demás.

        Piloswine intentó levantarse por segunda ocasión, impulsado por su amor propio y el que sentía hacia Yanagi, pero resultaba obvio que no podría, no en ese estado. Esto le enojó mucho, tanto o más que haber sido vencido de forma abrumadora. Se negaba a admitir la derrota… sentía que habría podido dar más de sí mismo, y quería una oportunidad para demostrárselo. Ésta llegó en la forma de un extraño cosquilleo y un brillo blanco que le rodeó por completo, para sorpresa de los presentes, tras lo cual empezó a crecer hasta alcanzar más del doble de su altura inicial. Sus ojos, grandes y de pequeñas pupilas negras, habían quedado descubiertos, mientras que sus patas y colmillos se habían alargado y engrosado considerablemente, sobre todo estos últimos.

        —¡Muuuuuuuu! —gruñó estentóreamente Mamoswine, mientras rascaba el hielo y dirigía una feroz mirada hacia sus oponentes, listo para volver a la acción.
        —Mamoswine… así que finalmente decidiste evolucionar —dijo Yanagi, sin ocultar la emoción que le embargaba; el aludido giró para asentir con una expresión confiada.

        Danot contemplaba admirado al masivo híbrido de jabalí y mamut y tuvo el reflejo de sacar su Pokédex para ver los datos de esa especie a pesar de no tenerla a mano. Llamó a Hellga, quien lentamente volvió a levantarse tras su breve descanso; estaba al límite de sus fuerzas, pero aun así quería seguir luchando. Con la aprobación de Shima, se dispusieron a reanudar el combate.

        —¡Lanzallamas! —comenzó Danot, queriendo mantener alejado a Mamoswine.
        —¡Granizo, ya! —ordenó Yanagi, prudente a pesar de su evidente ventaja.

        Dando inicio a la táctica que ambos habían desarrollado durante sus años juntos, el mamut emitió un sonoro gruñido antes de exhalar una fría nube que ascendió con rapidez, desatándose nuevamente una feroz granizada. Restando importancia a esos diminutos pero dañinos trozos de hielo, Hellga disparó un abrasador torrente de fuego que alcanzó directamente a su enorme blanco. Sin embargo, extenuada como estaba, sólo pudo mantenerlo por suficiente tiempo para dañarle apenas.

        —¡Acabemos de una vez! ¡Terremoto! —sentenció firmemente Yanagi; no pensaba dejarse sorprender una vez más.
        —¡Acércate a él, salta si es necesario! —indicó Danot, confiando en esa arriesgada maniobra para asegurar la victoria.

        Confiando en él, Hellga corrió con la poca fuerza que le quedaba hacia el mamut, incluso cuando éste alzó una de sus patas delanteras para golpear fuertemente el hielo y causar una poderosa onda sísmica que sacudió todo el campo de batalla. Una mezcla de instinto y experiencia le permitieron brincar oportunamente para evitar el impacto y aterrizar lo más suavemente posible para proseguir con su carga frontal, preparándose para la siguiente orden. A pesar del fracaso inicial, Mamoswine repitió su ataque, esta vez con las dos patas delanteras, produciendo un Terremoto mucho más intenso que el anterior, el que Hellga eludió al forzarse a saltar nuevamente. Suspendida en el aire, el tiempo pareció ralentizarse mientras pensaba en emplear su otra arma secreta apenas Danot se lo indicase. Con esa meta en mente, se dispuso a aterrizar y reducir a cero la distancia que le separaba de su oponente… tan sólo para recibir de lleno el devastador impacto de una gruesa columna de tierra que emergió abruptamente del hielo y le mandó a volar.

        Danot observaba la escena atónito, y tardó un poco en reaccionar al ver a Hellga caer pesadamente delante de él, ya inconsciente y con varios raspones en el vientre y los costados. Nunca antes había visto a un Pokémon usar de ese modo el Terremoto, ni siquiera a los de los otros Líderes de Gimnasio. Bajó la cabeza con pesar. Sin importar qué, no habrían tenido siquiera oportunidad de desplegar su arma secreta, y por lo que parecía, incluso sus posibilidades de ganar el combate parecían estar desvaneciéndose como la nieve al inicio de la primavera…
        Editado por última vez por Souji Fujimura; 06/02/2025, 09:46:23.

        Comentario

        • Souji Fujimura
          Escritor en ciernes
          SUPAR PRUEBA
          • ene
          • 30
          • 🇵🇪 Perú
          • España

          #5
          Round 002 — ¿Casualidad o causalidad?


          Pueblo Chouji, miércoles 4 de Octubre, Año 100 AW, 10:58 AM


          El frío en Chouji no era impedimento para que sus habitantes se dedicasen con ahínco a sus labores diarias, muchos de ellos a la espera del festival que celebrarían esa noche. El lugar más gélido del pueblo en ese momento era el Gimnasio, donde irónicamente se había estado desarrollando una ardiente batalla entre Yanagi y Danot. El segundo permanecía quieto, con la cabeza gacha, mientras la referí decretaba la derrota de Hellga; sin embargo, el chico sólo había atinado a retirarla, no a elegir a su reemplazante.

          —Retador Danot; sustituya a su Pokémon o será descalificado —decretó Shima al dirigirle una mirada seria; a pesar de ello, entendía bien el duro golpe que éste había sufrido tras la evolución del Pokémon de Yanagi.

          Danot no contestó a esa orden... no con palabras. Alzó la cabeza, dejando ver una expresión llena de determinación, a la vez que liberaba a su Starmie. Apenas apareció en el campo, ésta empezó a ser dañada por el granizo que caía, pero no mostró signos de incomodidad ante esto. Con la venia de Shima, el combate se dio por reanudado.

          —¡Rayo Burbuja! —ordenó Danot, mientras agradecía mentalmente a Hellga por haberle dejado atisbar la fuerza del recién evolucionado Mamoswine.
          —¡Ventisca! —contraatacó Yanagi con seguridad.

          Alfa fijó el blanco con su percepción extrasensorial y desplegó desde su núcleo un sinfín de burbujas del tamaño de pelotas de fútbol. Viéndolas venir, el mamut se apuró en arremolinar el aire cargado de nieve y trozos de hielo en torno a sí y redirigirlo para interceptar el ataque de agua. Si bien esa Ventisca no era tan potente como la de Jynx, bastó para congelar las burbujas que no habían estallado por el granizo; siguieron así por casi un minuto, hasta que Yanagi ordenó a su Pokémon usar su Poder Pasado. Brilló de color blanco antes de atacar a Alfa con una esfera de energía grisácea que barrió las debilitadas burbujas y la golpeó frontalmente, derribándole.

          —¡Alfa, levántate! —le instó Danot, preocupado tras ese fuerte golpe.
          —¡Mamoswine, ya sabes qué hacer! —indicó Yanagi, con aire misterioso.

          Aprovechando que su contendiente había caído, el mamut pisó el hielo con fuerza antes de emitir un estruendoso Rugido que asustó a Alfa y la obligó a volver a su Poké Ball, para sorpresa del retador. «Dos pueden jugar el mismo juego», pareció decirle la confiada expresión de Yanagi. Viéndose obligado a hacer un cambio desfavorable, Danot tardó un poco en coger el contenedor de Ray. No obstante, al observar las condiciones del campo, pensó que podría aprovechar esa coyuntura y decidió posponer el regreso de Alfa.

          —Sólo te pido que ganes un poco de tiempo, nada más —susurró a la Poké Ball de Ray antes de liberarlo, sabiendo que pedirle una victoria en su estado sería demasiado.

          Ray hizo su segunda aparición en el combate, resintiendo de inmediato el tiempo adverso, pero ni siquiera ello le hizo erizar (todavía más) su pelaje como la visión del enorme contendiente que tenía enfrente. Giró para ver a su Entrenador con una mirada suplicante, preguntándose por qué le había escogido precisamente a él.

          —Ese Pokémon acaba de vencer a Hellga —fue la única respuesta que obtuvo.

          Estas palabras bastaron para ocasionar un súbito cambio de actitud en el Pokémon eléctrico. Fijó su enojada mirada en Mamoswine, quien le respondió con una idéntica. Esto no intimidó a Ray, como demostró al avanzar tres pasos, erizando mucho más su pelaje y apretando los dientes, dispuesto a dar todo de sí para vencer al mamut, o al menos cansarlo tanto como fuese posible.

          —¡Bomba Fango! —ordenó Yanagi, reservando su mejor ataque para una situación más propicia.
          —¡Evádela y Doble Rayo! —indicó Danot, manteniendo la determinación con la que había reanudado la batalla.

          Mamoswine tardó poco en expectorar una enorme bola de fango hacia Ray, quien aprovechando su conocimiento previo del campo se deslizó diagonalmente entre los bloques de hielo para evitarla. Tras ello, disparó rayos bicolores desde su boca para interceptarlas e intentar acertar alguno a su contendiente, aunque ello resultaba prácticamente imposible con la granizada. Además, ésta le iba debilitando lentamente, pero nada de esto le importó más que darle un buen golpe. La oportunidad llegó tras cruzar la piscina congelada, cuando su Doble Rayo dio directamente en el rostro del mamut, obligándolo a recular un par de metros. Furioso, estampó violentamente el hielo con sus patas delanteras, por indicación de Yanagi.

          —¡Salta! —mandó rápidamente Danot, viendo la escena con especial atención.

          Esto extrañó a Yanagi, quien esperaba un ataque directo tras lo ocurrido con Hellga, por lo que se mantuvo alerta. Observó cómo Ray aterrizaba con dificultad, procurando no resbalar, justo donde aparecería la columna de tierra, a cinco metros del mamut. Y fue entonces que Danot ordenó un segundo salto, basándose en el tiempo que le tomó a la anterior emerger del hielo. Así, valiéndose de su velocidad explosiva, el Pokémon eléctrico saltó justo a tiempo para evitar el ataque y quedar frente a frente con su sorprendido oponente. Y sin esperar, Ray le soltó un Doble Rayo a la cara, del que ni siquiera su Manto Níveo le pudo proteger, brindando al retador un tiempo vital para decidir su siguiente movimiento.

          —¡Doble Patada en sucesión! —ordenó inmediatamente Danot, a sabiendas de que no tendrían otra oportunidad así.

          Un derrape en medio de su veloz carrera le sirvió a Ray para ponerse de espaldas a su oponente y comenzar a arrearle en el morro y pecho una serie de rápidas patadas, para su sorpresa y la de Yanagi. No obstante, éste último se recuperó de la impresión en el acto, y le bastó una orden para que Mamoswine recobrase el enfoque y lanzase a quemarropa un proyectil fangoso que dañó al Jolteon y detuvo de sopetón su ofensiva. A pesar de ser una relativamente débil, había causado más daño del esperado.

          Adolorido, embarrado y mucho más enojado que antes, Ray intentó reincorporarse ante la vista y paciencia de su oponente, a pesar de sus deseos de volver a estamparlo contra el suelo por lo ocurrido anteriormente. Sin embargo, las reglas eran las reglas y debía esperar a que se levantase del todo, lo que el Jolteon aprovechó para dispararle un Doble Rayo tras un rápido giro, pero la menguante granizada acabó por debilitarle antes de poder alcanzar a su oponente.

          —¡Jolteon ha sido vencido! ¡Esta ronda es para el Líder y su Mamoswine! —decretó Shima al ondear su banderín verde en dirección de estos últimos.
          —Gracias Ray, buen trabajo —le felicitó Danot tras guardarlo en su Poké Ball, para después tomar la de Alfa—; ¡ve! —exclamó al dejarle salir, listo para la ronda final.

          La estrella de mar apareció por segunda vez en el campo de batalla, lista para su confrontación final contra el as de Yanagi, quien la analizaba con detenimiento. Tras la indicación de Shima, Alfa desplegó un sinnúmero de veloces burbujas y Mamoswine disparó una esfera de energía grisácea. Sin embargo, en esta ocasión, ambos ataques se anularon mutuamente luego de que la granizada amainase súbitamente, tal y como Danot llevaba calculando desde que liberó a Ray.

          —¡Otro Rayo Burbuja! —mandó con celeridad el retador, queriendo aprovechar esa brecha en la defensa del Líder.
          —Así que por eso dejó a su Jolteon —pensó Yanagi, mientras se debatía entre atacar o usar el Granizo—; ¡Poder Pasado! —ordenó, considerando más adecuado lo primero.

          Se repitió el choque de ataques en la mitad del campo, sin una ventaja clara para ninguno de los dos competidores. Sin embargo, uno de ellos ya tenía claros sus planes.

          —¡Ve saltando hacia adelante y mantén la presión! —indicó Danot, sin intención de dar respiro alguno a Mamoswine.
          —¡Esquiva y usa Bomba Fango! —ordenó Yanagi, recurriendo a un ataque de rápida ejecución y suficiente fuerza para darle tiempo en caso de acertar un golpe directo.

          Alfa empezó a dar una serie de largos saltos diagonales en el hielo, propulsándose con el giro de su cuerpo posterior y evitando resbalar con la ayuda de su telequinesia, a la vez que disparaba andanadas de veloces burbujas. No obstante, Mamoswine dejó ver su excelente movilidad en el hielo al deslizarse lateralmente y comenzar a expeler una serie de proyectiles de fango que tampoco hallaron su blanco. Y así siguieron por casi un minuto, en el cual la distancia entre ambos se redujo a menos de la mitad.

          —¡Psíquico! —ordenó Danot en el acto, queriendo aprovechar esa cercanía.
          —¡Terremoto! —contraatacó Yanagi, con la misma intención.

          Con su núcleo brillando de color azul, Alfa se plantó delante de su contendiente y desplegó una potente onda telequinética a la vez que éste impactaba con violencia la superficie de hielo con sus patas delanteras para causar un fuerte sismo. Así, el mamut recibió de lleno ese poder invisible y cayó de costado, en tanto que la estrella de mar resintió las vibraciones antes de ser golpeada por una gruesa estaca de tierra que emergió bajo ella, mandándola a volar. Sin embargo, al ser más resistente que Hellga a ese tipo de ataque, pudo soportarlo y situarse en un ángulo conveniente para seguir atacando a su oponente, quien acababa de levantarse.

          —¡Rayo Burbuja! —ordenó Danot, para continuar el asedio sobre Mamoswine.
          —¡Granizo, rápido! —indicó Yanagi con tono severo, confiando en la resistencia de su Pokémon; una vez protegido por esa técnica, ya podría contraatacar efectivamente.

          Aún en el aire, Alfa desplegó desde su núcleo una gran cantidad de burbujas que golpearon duramente la retaguardia del mamut. Éste, a pesar del intenso dolor, o quizá motivado por el mismo, exhaló un espeso hálito blanco que se elevó rápidamente hacia el cielo raso y formó espesas nubes que dejaron caer una fuerte granizada sobre todos ellos. Esto anuló la mayor parte del ataque de agua. A pesar de este revés, Danot fue capaz de notar, por apenas un instante, algo que podría darle una oportunidad a pesar del tiempo adverso. Y sabía que tendría que hacerlo rápido, porque Mamoswine ya cargaba con todo su poder hacia donde Alfa había aterrizado.

          —¡Salta e inclínate hacia Mamoswine! —indicó Danot, sin perderle de vista.
          —¡Joh! —asintió Alfa, quien usó la fuerza de los apéndices delanteros sobre los que se apoyaba y la rotación de su cuerpo posterior para impulsarse y ganar altura.
          —Buen movimiento, pero eso no bastará para ganar mi medalla —pensó Yanagi, al ver cómo la Starmie se inclinaba; sabía qué planeaba el chico y cómo contrarrestarlo.

          Como Danot había previsto, el espacio frente a su Pokémon se vio libre del granizo que golpeaba su zona posterior tras colocarse en el ángulo adecuado. Y tras un súbito «¡Rayo Burbuja!», Alfa desplegó velozmente un ataque que, al estar protegido por su emisor, amenazaba con lastimar de manera considerable al mamut.

          —¡Deténlo con Ventisca! —ordenó Yanagi con presteza, demostrando la capacidad de su Pokémon más confiable para atacar y defenderse al mismo tiempo.

          Un atronador gruñido precedió a la formación de una vertiginosa corriente de aire, nieve y granizo en torno de Mamoswine, quien no tardó en dirigirla hacia su oponente. Así, las burbujas acabaron estallando o solidificándose, siendo estas últimas arrojadas junto a Alfa hasta la zona central del área de combate, justo encima de la congelada superficie de la piscina; un sonoro crac proveniente de ésta prosiguió a la fuerte caída. Fue entonces que, visible en medio de la granizada, un titileo de luz roja del núcleo de la Starmie se dejó ver. Era la señal de que estaba al límite de sus fuerzas.

          —¡Terremoto! —ordenó Yanagi de inmediato, sabiendo que el éxito de ese ataque decidiría el resultado de la batalla.
          —¡Recuperación, rápido! —le urgió Danot, consciente de que su Starmie no podría resistir otro ataque como ese en su condición.

          Aún tendida sobre el hielo, con la hipotermia y el dolor apoderándose de todo su cuerpo, Alfa comenzó a brillar de color dorado, con lo que sus heridas superficiales desaparecieron y su vitalidad empezó a ser restaurada, justo cuando su oponente daba un pisotón doble que generó una potente onda sísmica. Ésta alcanzó y castigó tanto a la equinodermo como al trozo de hielo sobre el que estaba apoyada, y por unos pocos segundos se dio una lucha sin cuartel entre el daño y la regeneración, con una ventaja leve para la última. Sin embargo, el factor decisivo que daba tranquilidad a Yanagi no tardó en manifestarse en la forma de una gruesa columna de tierra que surgió a través del hielo… a tres o cuatro metros delante de su blanco.

          A pesar de ese inoportuno error de cálculo, Yanagi mantuvo la tranquilidad y ordenó de inmediato un Golpe de Cuerpo, justo cuando Alfa se levantaba, todavía brillando. Siguiendo esa orden, Mamoswine dejó de lado el cansancio y el dolor para arremeter a toda velocidad, con un solo objetivo en mente: llevarse por delante a su contendiente. Ante tal situación, Danot enfocó su atención en el área de combate, buscando algo que le ayudase a obtener una ventaja decisiva, cualquier cosa, por más pequeña que fuese. Y fue entonces que la halló, en el lugar menos esperado.

          —¡Alfa, salta hacia atrás e inclínate de nuevo! —ordenó prestamente, queriendo esconder su improvisada estrategia tanto tiempo como le fuese posible.
          —¿Otra vez eso? —pensó Yanagi, escéptico al ver cómo Alfa saltaba y se inclinaba en el aire—. ¡Ventisca! —indicó cuando Mamoswine traspasó el límite de la piscina.

          Deteniéndose de golpe (y fracturando un poco más el hielo con ello y su peso), el mamut volvió a arremolinar aire, hielo y nieve en torno a sí antes de dirigirlos hacia su oponente, quien acababa de alcanzar la altura máxima de su salto. El golpe resultante sería devastador si llegaba a alcanzarle, incluso con la resistencia de Alfa a los ataques de hielo.

          —¡Devuelve su ataque con Psíquico! —exclamó fervorosamente Danot, queriendo transmitirle toda su determinación.

          Teniendo a la Ventisca prácticamente a un palmo, Alfa generó ipso facto una fuerte onda telequinética que la detuvo de golpe, para total sorpresa de Yanagi y Mamoswine. A continuación, hizo un esfuerzo titánico para lanzar toda esa masa helada de vuelta a su emisor, quien la recibió directamente en el lomo junto al impacto psíquico. La capa de hielo sobre la piscina, que ya presentaba roturas visibles, no pudo soportar toda esa presión y terminó por ceder, despedazándose por completo. Así, varios fragmentos de hielo quedaron flotando a la deriva, al igual que el desesperado Mamoswine, quien nadaba como podía para escapar del agua que empezaba a hacerle daño.

          —¡Ahora sumérgete y Rayo Burbuja! —complementó Danot su orden anterior, con toda la intención de hacerse con la victoria.
          —¡Sal de ahí y usa tu Ventisca! —contraatacó Yanagi, quien incluso en esa situación adversa parecía haber hallado una forma de ponerla nuevamente a su favor.

          Siguiendo esa indicación, Alfa usó la gravedad y la rotación de su cuerpo posterior para zambullirse rápidamente en la alberca y, aprovechando la libertad de moverse de forma tridimensional en ese entorno, se situó justo debajo del mamut, quien ya estaba cerca de la orilla. Sin dudarlo, disparó a quemarropa una andanada de burbujas que, inafectadas por el granizo, lastimaron considerablemente a su blanco, dejándole fuera de combate antes de que pudiese salir del agua. La equinodermo surgió poco después, con su núcleo titilando, pues la baja temperatura del agua había empezado a dañarle.

          —¡Mamoswine no puede continuar! ¡Danot y su Starmie ganan esta ronda, y por lo tanto, el combate! —decretó Shima al ondear su banderín rojo hacia el lado de estos últimos, mientras el Líder hacía volver a su propio Pokémon.
          —Bien hecho, amigo; hoy has luchado mejor que nunca —le felicitó Yanagi al coger cerca del rostro la Poké Ball de su fiel compañero, sintiéndose realmente satisfecho con su desempeño.
          —¡Genial trabajo, Alfa! —congratuló Danot a su Pokémon, al alzar el puño derecho con fuerza; la guardó en su Poké Ball poco después, para protegerla del frío.

          Cuando la granizada finalmente amainó, los tres involucrados en el batalla se reunieron al lado del pedestal, el cual se abrió cuando la réferi acercó la muñequera que llevaba en el brazo izquierdo. Así, una pequeña luz roja empezó a parpadear cerca de la ranura donde estaba alojada la Pokédex de Danot.

          —Ustedes los retadores tienen mucha suerte —comentó Shima, con el mismo tono de voz que había usado antes del combate—; se quedarían sin un sólo yen si perdieran contra Yanagi de no ser por este artefacto —añadió al poner la mano sobre el pedestal, justo cuando éste expulsaba la Pokédex.
          —Supongo que sí —fue lo único que Danot atinó a contestar mientras la recogía, sin saber cómo tomarse esas palabras.
          —Oh, Shima. ¿No ves que estás poniendo a nuestro invitado en un aprieto? —le reprendió suavemente Yanagi, sabiendo que ella podía ser demasiado sincera a veces.
          —Vamos, Yanagi, no seas aguafiestas —contestó Shima, mientras reía con fuerza; Danot no pudo evitar preguntarse qué tipo de relación tenían esos dos, pues no parecía ser estrictamente profesional.
          —En fin —siguió Yanagi, tras carraspear un poco—, por tu victoria en mi Gimnasio, te entrego la medalla Ice —añadió tras sacar del bolsillo interior de su gabardina un pequeño hexágono metálico con el diseño de un estilizado copo de nieve.
          —Gracias, señor —contestó el chico al recibirla, tras lo cual la situó delante del pedestal; un lector láser, casi indetectable a simple vista, registró el código de barras impreso en la parte trasera, justo encima del prendedor.
          —Entonces, sólo me queda agradecerte por este combate tan divertido y desearte éxito en tu viaje —expresó solemnemente, extendiendo la mano derecha al chico.

          Respondiendo a esa cortesía, Danot le estrechó la mano enérgicamente, pudiendo notar de cerca que, tras esa apariencia seria y distante, se hallaba la calidez de un ser humano. Repitió dicho gesto con la réferi y, con esa nueva medalla guardada junto a su Pokédex, se dispuso a volver al Centro Pokémon.

          Estaba tan feliz por su victoria que no le molestó lo abarrotadas que estaban las calles, ni la baja temperatura ambiental (aunque tras haber estado en el frigorífico que era el Gimnasio, era comprensible). Fue recién al llegar al Centro Pokémon que empezó a sentir el trajín matutino, pero esto no le impidió dejar de inmediato a Ray, Hellga y Alfa con la enfermera, para que recibiesen un tratamiento rápido. Bastaría esto y un poco de descanso para que se recuperasen, y de ese modo todos ellos podrían honrar la costumbre que tenían de comer juntos tras ganar una batalla de Gimnasio.

          Sabiendo que tendría que esperar aún un par de horas, Danot consideró adecuado dedicarse a lo que había dejado pendiente. Puso su ropa lavada en la secadora y volvió a su habitación. Una vez ahí, sacó de su mochila un estuche dorado grabado con el diseño de una Poké Ball roja en la tapa, donde colocó su medalla más reciente, junto a otras seis de formas y colores variados. Volvió a guardarlo y se sentó cerca de la mesa, tras lo cual sacó su Pokédex y empezó a buscar información sobre Mamoswine, como había querido hacer durante su batalla de Gimnasio. Tal y como había supuesto, éste tenía los tipos tierra y hielo de su preevolución, si bien su fuerza física, velocidad y resistencia eran mayores, como había podido comprobar de primera mano.

          —Tendré que avisar a Lynn de esto —pensó seriamente, al recordar que su mejor amiga también estaba haciendo la ruta de las medallas; se preguntó cómo le iba, ya que no habían hablado desde hacía varios días.

          Dejando de lado esa consideración, buscó en la Pokédex la otra cosa que le había llamado la atención durante el combate con Yanagi. Escribió «Terremoto» en el índice de ataques, con lo que la pantalla superior mostró un vídeo que fue acompañado por una descripción textual en la inferior y una voz mecánica que decía exactamente lo mismo. Era lo mismo de siempre, excepto por un pequeño botón que apareció debajo del texto cuando el vídeo terminó. Curioso, lo presionó, suponiendo que era una actualización obtenida durante la batalla. No tardó en aparecer otro texto, mucho más largo que el anterior y cuyo título le sorprendió.

          —¿Variaciones de ataque? —se preguntó, extrañado ante esa novedad.

          Se dispuso a leer esa entrada, la cual decía que algunos Pokémon podían usar sus ataques de modo distinto al usual, a veces conveniente para situaciones específicas. También explicaba que, por lo general, eran producto de entrenamientos enfocados en ese ataque particular, si bien existía evidencia de casos en los que habían ocurrido de forma espontánea, siendo éstas la inspiración para los primeros casos. Al final del texto halló una lista de ataques con variaciones grabados en su memoria, que actualmente sólo tenía un elemento. Danot cerró su Pokédex y la volvió a guardar.

          Necesitado de descanso, se recostó en “su” cama y comenzó a imaginar todas las posibilidades que se abrían para él y sus Pokémon con dicho descubrimiento. Y tendría que hacer muchas preguntas a Yamen, comenzando por «¿Por qué no me dijiste que esto existía?». Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el tiempo no le bastaría para todo ello, no si la Conferencia Plateada era realmente el final de su aventura. No quiso pensar más en el asunto y decidió descansar mente y cuerpo hasta la hora de comer.

          Sintiéndose mucho mejor tras un par de horas de reposo, Danot fue a la recepción a recoger sus Pokémon tras haber comprado su comida en la cafetería, la cual llevaba en un envase desechable. Con sus Poké Balls ya en el cinturón, pidió a la enfermera la misma comida que había comprado por la mañana, pagada con el dinero ganado en el Gimnasio. El chico cogió seis cuencos y los situó como había hecho por la mañana. No solía dar de comer a sus Pokémon más de una vez al día si permanecían fuera de sus Poké Balls (el alimento para Pokémon era muy completo y varios estudios confirmaban que todos ellos lo aprovechaban casi por completo), pero ésta era una ocasión especial (¡ganar una medalla de Gimnasio no era cosa de todos los días!). Cuando acabó, volvió a la recepción para recoger la comida de sus amigos y servirla donde correspondía. Se le notaba muy entusiasmado, pues estos siempre eran momentos muy especiales para todos ellos.

          Cuando por fin tuvo todo listo, los dejó salir de dos en dos para no armar jaleo ni llamar demasiado la atención. Y como pasó por la mañana, todo su equipo intercambió animados saludos con él y entre sí.

          —Bien, chicos; como ven, hemos ganado y vamos a celebrarlo —les dijo Danot con una sonrisa cálida, mientras se sentaba al lado de su propia comida, refiriéndose a la de ellos—; Ray, Hellga y Alfa, ¡gracias por su gran esfuerzo! —les felicitó con orgullo.

          Escuchando las palabras de su Entrenador y viendo la comida que tenían servida, los saludos se convirtieron en jubilosas felicitaciones hacia quienes habían participado en el combate. Así, empezaron a festejar a su modo, comiendo juntos, intercambiando alguna gracia o comentario (aunque Danot no pudiese entenderlos, todos ellos le transmitían una sensación agradable, y con eso le bastaba). Permanecieron ahí por poco más de media hora tras acabar, para reposar un poco antes de que el chico les devolviese a sus Poké Balls y se aprestase a recoger los cuencos y dejar los desechos donde correspondía. Sólo le faltaba recoger su ropa para poder descansar tanto como quisiese, al menos hasta el día siguiente.

          De nuevo en su cuarto, guardó su ropa en el mismo sitio de donde había sacado la que llevaba puesta y se acostó en la cama, para reposar mientras planeaba el viaje a través del Camino de Hielo. Si bien él y sus Pokémon lo habían utilizado como área de entrenamiento durante meses y sabían qué clase de Pokémon vivían ahí, nunca habían intentado llegar hasta el final, no con la fuerza que tenían en ese tiempo. Sin embargo, con siete medallas, la experiencia de muchas batallas y un buen equipo, sentía que estaban listos para ello. Lo único que quedaba decidir era quiénes le acompañarían. Alfa era la elección obvia, al poder encargarse de todos las especies de la ruta, pero decidió que descansase porque le hacía sentir más seguro contar con su presencia para su última batalla de Gimnasio, dada su gran versatilidad. Supuso que Salma, Mizuho o ambas podrían lidiar con los Swinub y Piloswine del lugar. Hellga, Pyro y Tsurugi ya se encargarían de los otros Pokémon de hielo, mientras que Sparkle y Ray harían lo propio con los Zubat y Golbat en la bóveda de la entrada. Se decidió por este último, dada su reciente experiencia en combate sobre hielo. Lo único que faltaba era pedírselos a Yamen, quien administraba el sistema de almacenamiento Pokémon que empleaba para los suyos.

          Con eso resuelto, se sintió libre de imaginar cómo podría ser su última batalla de Gimnasio, a pesar de no saber mucho de la persona que enfrentaría. Y cuando ganase, podría participar en la Conferencia Plateada, donde seguramente hallaría Entrenadores muy fuertes con quienes medirse. A pesar de confiar en la fuerza de sus Pokémon, dudaba de que su propia habilidad fuese suficiente para ganar el torneo; además, sólo tenía diez Pokémon, un número insuficiente para una competencia donde el recambio solía ser un factor crucial para ganar desde el inicio hasta el final. Sin embargo, aquello le preocupaba muy poco, pues su meta era disfrutar de las batallas que pudiese tener, sin importar el resultado. Era una vida llena de emociones que adoraba con toda su alma y que le habría gustado seguir llevando, mas la realidad parecía dictar que con su nivel de habilidad actual no podría tener suficientes ingresos para asegurarse un buen futuro… dicho privilegio parecía estar reservado para quienes lograsen destacar de forma superlativa. Sumido en esas cavilaciones, deseándolo de corazón pero temiendo no conseguirlo, no tardó mucho en quedarse profundamente dormido.

          La noche llegó sin que lo notase, y con ella, mucho más frío. Sin embargo, esto no fue impedimento para que la mayoría de habitantes del pueblo, vestidos con coloridos kimonos, saliesen a las calles a gozar del ambiente festivo. Todo ese jolgorio despertó a Danot, quien se acercó a la ventana y cerró sus postigos; fue entonces cuando recordó qué día era.

          —Quizá no sea mala idea ir a ver qué hay —dijo para sí mismo, mientras encendía el radiador; le vendría bien entretenerse un poco tras todos esos días viajando.

          Se sentó otra vez en la cama, y tras pensarlo un poco, empezó a liberar uno a uno a sus Pokémon, quienes, a pesar del limitado espacio del cuarto, pudieron moverse con comodidad. Se preguntaban por qué Danot los había sacado a todos a la vez.

          —Chicos, voy a salir y quiero saber quién quiere acompañarme a pasear y comer cosas ricas —les dijo Danot con entusiasmo, ante sus expectantes miradas.

          El prospecto de salir con el frío que hacía fuera desanimó a todos menos a Sparkle, quien se acercó al chico y se frotó contra su pierna izquierda. Sin embargo, la mención de comida causó que Pyro volviese sobre sus pasos y lo viese con interés. A diferencia de él, Alfa, Hellga y Ray se situaron frente al radiador, mientras que Tsurugi se recostó en la otra cama al no recibir ninguna objeción por parte de su Entrenador.

          —Veo que sólo seremos tres esta vez —comentó Danot con una sonrisa, habiendo creído que serían menos aun—; vamos entonces —añadió al levantarse, tras acariciar a Sparkle y Pyro en la cabeza—; espero que este lugar siga entero cuando regresemos —comentó a modo de broma, a lo que sus otros Pokémon asintieron perezosamente.

          Tras dejar el cuarto para que sus compañeros pudiesen pasar un rato agradable, Danot, Pyro y Sparkle bajaron tranquilamente por las escaleras, con el lagarto delante para asegurarse de que no quemase nada con la punta de su cola. Una vez en la calle, se encontraron con un mar de gente disfrutando del ambiente festivo a pesar del frío, y se adentraron en él, queriendo contagiarse de su entusiasmo.

          Creyendo que las atracciones más llamativas estarían en las plazas secundarias, el muchacho guió a sus Pokémon hacia la más cercana, llamando la atención de los otros transeúntes. No tardaron en oír comentarios de niños y adultos, los primeros diciendo lo genial que se veía Pyro, y los segundos preguntándose si era uno de los Pokémon que había ayudado a resolver el incidente del año anterior. Sólo unos pocos pudieron avistar a Danot junto al aludido y confirmar sus sospechas.

          Siguieron avanzando en medio de ese animado gentío, procurando no separarse al transitar por las zonas más concurridas, sobre todo Sparkle, al ser la más baja de ellos. A pesar de su esfuerzo, perdió de vista a sus compañeros cuando ambos se detuvieron en uno de los varios puestos ubicados a ambos lados de la calle, por lo que tuvo que recurrir a su olfato para encontrarlos. Al hacerlo, detectó también un aroma muy dulce en la misma dirección, lo que acabó llevándole a un stand de madera blanca, donde una anciana de apariencia gentil vendía dulces tradicionales con forma de varios peces Pokémon. Y ahí, al frente, estaban Danot y Pyro, a quienes se acercó a prisa, notando que el primero hablaba con dicha mujer.

          —¿Cuánto cuestan los taiyakis? —preguntó el chico con interés, mientras a Sparkle se le hacía agua la boca.
          —Seis por quinientos yenes —contestó amablemente la tendera, contenta al ver a una persona joven que parecía apreciar su especialidad.
          —Entonces llevaré seis —pidió, mientras sacaba dinero en efectivo para pagarle.

          Tras recibir y contar el dinero, la anciana vertió algo de masa en moldes basados en Pokémon como Goldeen, Magikarp y Gorebyss, y puso algo de relleno dulce antes de cerrarlos y ponerlos a dorar, ante la atenta mirada de Danot. Sus Pokémon tuvieron que conformarse con olerlos, al no ser lo suficientemente altos para hacer lo mismo. Un par de minutos después, la tendera le entregó una bolsa con seis piezas aún calientes y le agradeció encarecidamente su compra.

          —Tengan chicos, pero no se quemen —advirtió Danot al coger con cuidado tres de esos dulces y repartirlos con sus Pokémon, quienes los recibieron encantados.

          El chico sopló suavemente su taiyaki antes de probarlo, acción que Sparkle imitó como pudo. A diferencia de ellos, Pyro se comió el suyo de un bocado, quizá porque era ridículo creer que a un Pokémon de fuego le incomodaría algo así. «A veces Danot se preocupa demasiado», pensó con una media sonrisa irónica.

          Tras acabar todos la segunda ración, continuaron con su recorrido, disfrutando del contagioso ambiente festivo, visible en las sonrisas de quienes que intentaban ganar en los puestos de juegos y en las expresiones de interés de otros que observaban las curiosidades expuestas por carismáticos feriantes. Salir había sido una idea magnífica. Se lo estaban pasando tan bien que no fueron conscientes del tiempo, al menos hasta que el ruido proveniente de sus tripas les llamó la atención. Mirándose cómplicemente, corrieron con entusiasmo hacia el puesto de comida más cercano.

          —Deme una docena de onigiris para llevar, por favor —pidió un distendido Danot, esperando tener suerte en el reparto de esos bocadillos.
          —¿Eh?

          Una de las personas en el puesto de al lado volteó al oírle, y su expresión seria se tornó en una de gran sorpresa al verle, o más exactamente, al ver a sus Pokémon. Giró su musculoso cuerpo y se ajustó la gorra negra que llevaba para disimular su mirada, mientras seguía preparando un okonomiyaki de shiitake y cebolla. Su acompañante no pasó por alto su comportamiento.

          —¿Qué te ocurre, Rock? —preguntó ésta ásperamente; se trataba de una mujer de rasgos toscos y cabello castaño, quien le dedicó una mirada de desaprobación.
          —Nada, Jade —contestó el aludido, tajante y sin mirarle siquiera, mientras seguía cocinando.
          —Así que nada —dijo ésta con ironía, para luego dar un puntapié en la pierna de su interlocutor, quien tuvo que contener un grito de dolor para no llamar la atención.
          —Sí, nada —respondió con falsa serenidad, a la vez que su aviesa mirada indicaba el puesto vecino, donde Danot acababa de recibir una bolsa con dos cajas de onigiris.

          Jade entendió este gesto y fijó la mirada en la dirección indicada, entendiendo de inmediato el secretismo de su compañero. Cuando el chico y sus Pokémon estuvieron a una distancia que consideró segura, sus ojos azules llenos de enojo se dirigieron hacia Rock, quien acababa de poner el okonomiyaki en un plato.

          —Espero que no estés pensando en repetir la idiotez de hace tres meses —expresó severamente, por más que supiese que sería en vano.
          —Lo que yo haga es asunto mío —respondió secamente Rock, mientras empezaba a comer lo que había preparado.
          —No creo que Obsidian piense lo mismo —contraatacó irónicamente Jade, tras lo cual se dispuso a preparar más masa de okonomiyaki.

          Rock chirrió los dientes de ira. Si no hubiese sido porque su estirado superior había descubierto su negocio particular de venta de Pokémon brillantes a coleccionistas inescrupulosos, no tendría que esforzarse en obtener ingresos adicionales para suplir el castigo monetario que había recibido hasta finales de ese mes. A veces, la vida podía ser muy dura para un soldado Rocket.

          —Creo que tendrías que decírselo; quizá lo vea como un gesto de buena voluntad y hasta te dé un bono —expuso Jade, intentando evitar una estúpida empresa de cuyas consecuencias seguramente tendría que encargarse.
          —Me lo pensaré —contestó Rock, entornado sus ojos negros como la noche; habría preferido tener todo el beneficio para él, pero dada su situación, no podía arriesgarse a otro error.
          —Pues tendrás que hacerlo rápido —replicó irónicamente, al notar la presencia de dos elegantes figuras que se acercaban.

          Sin estar al tanto de esta conversación, Danot y sus Pokémon siguieron paseando por las calles aledañas al centro del pueblo, viendo con curiosidad los artículos exóticos de algunos puestos. Poco después, el trío llegó a una de las plazas secundarias, donde hallaron lo más interesante que el festival podía ofrecerles: batallas Pokémon. En ese momento, se enfrentaban un conocido suyo y una chica bajita de cabello castaño atado en dos trenzas, quien dirigía a un Pokémon bípedo dos palmos más bajo que ella. Su pelaje era amarillo surcado por rayas negras, con una larga cola del mismo patrón; su oponente era el Azumarill contra el que había luchado el día anterior. Danot notó lo entusiasmados que estaban Pyro y Sparkle al ver cómo ese Pokémon se cubría de agua y prácticamente volaba como un torpedo hacia el Electabuzz de la chica. Sin perder su temple, éste la bloqueó con los brazos cruzados, los cuales se llenaron de inmediato de electricidad que echó atrás al acuaconejo, quien de inmediato recibió un fuerte azote de su cola iluminada de color metálico.

          —¿Chicos, quieren luchar? —preguntó Danot en voz baja, tras hincar una rodilla, para verles cara a cara; no tardaron en afirmar, pues deseaban algo de acción tras no haber podido participar en el combate contra Yanagi—. Bien, déjenlo en mis manos —les dijo antes de retornarlos a sus Poké Balls, tras lo cual se abrió paso entre los presentes.

          Mientras tanto, en una calle que conectaba a esa plaza, cierto dúo disfrutaba de lo que el festival tenía para ofrecer. O al menos Shima lo hacía, viendo las atracciones de los puestos, mientras que Yanagi vigilaba a la gente a su alrededor. Había escuchado rumores de que soldados Rocket merodeaban Chouji, y no iba a sentirse tranquilo hasta que comprobase que eran falsos… o hacer algo al respecto en el caso contrario. Caminaba tan absorto que no notó lo que ocurría delante de él, de no haber sido por el aviso de Shima. Levantó la mirada y pudo ver a un lagarto de escamas doradas esquivando con una enérgica danza los Lanzallamas emitidos por un mustélido de pelaje azul en el lomo y crema en el vientre, cuya cabeza parecía coronada por un penacho de llamas. Lo que más le llamó la atención, no obstante, fue ver quién estaba dando indicaciones al primero.

          —Veo que ese chico no pierde el tiempo —pensó con satisfacción al ver a Danot en batalla, sin poder evitar preguntarse cómo habría sido combatir contra su Charmeleon; recordando que también tenía una Houndoom, dedujo que debía ser el Entrenador que ayudó a resolver el incidente del festival anterior.

          Sin estar al tanto de nada más que la batalla, el lagarto se acercó velozmente a su rival, eludiendo con brincos diagonales y laterales los veloces Lanzallamas que éste lanzaba a diestra y siniestra. Teniéndole ya cerca, el Quilava cambió de estrategia y se lanzó a por él a toda velocidad tras la orden de su Entrenadora, la misma del Electabuzz. No obstante, Pyro se anticipó a esa acción y disparó su propio Lanzallamas, que si bien no hizo mucho daño, le dio suficiente tiempo para seguir con una certera Cuchillada en el costado izquierdo, potenciada por el aumento de fuerza y velocidad brindado por el uso previo de su Danza Dragón. Esto bastó para noquear al otro Pokémon de fuego.

          —Gracias, ha sido un gran combate —dijo un animado Danot, extendiendo la mano a su oponente luego de que ésta guardase a su Quilava.
          —Lo mismo digo, me has ayudado a aprender mucho con esta batalla —contestó ella al corresponder ese gesto con entusiasmo, como demostraba el vivaz brillo de sus ojos azules—; has hecho un gran trabajo criando a tu Charmeleon —comentó gentil y sinceramente, dados su conocimiento y amor por los Pokémon de fuego; esto ocasionó que el aludido se hinchase de orgullo.
          —Tu Quilava también es muy fuerte, Moe —respondió del mismo modo, pues éste les había dado más dificultades de lo que había parecido a simple vista.

          A pesar de haber salido con un objetivo claro, Yanagi no pudo evitar sentir el deseo de volver a medirse contra el muchacho. Gente como él, joven y llena de pasión por los combates, le hacía volver al pasado, cuando recorría el mundo y vivía aventuras junto a sus Pokémon. Sin embargo, antes de poder decidirse, vio que Danot era abordado por un hombre vestido con un elegante kimono negro de sencillos dibujos rojos y blancos. Tenía el cabello de un lustroso color negro y era un poco más alto que su interlocutor, lo cual le hacía parecer algo más delgado que éste a pesar de tener una complexión más gruesa.

          —Hayabusa Hiten, de ciudad Tokusane —se presentó el recién llegado, cumpliendo con el protocolo usual.
          —Danot Bisel, de ciudad Yoshino —contestó el chico, extendiéndole la mano derecha; los ojos negros, la voz grave y el fuerte apretón de su interlocutor le hicieron pensar que éste tenía mucha autoconfianza—; ¿y qué te trae a Johto? —preguntó con curiosidad; era la primera vez que trataba con un Entrenador de Hoenn o Sinnoh desde que había iniciado su segundo viaje.
          —Vacaciones —explicó sucinta pero cordialmente, quizá porque tenía más interés en luchar que en socializar—; entonces, ¿te interesaría tener una batalla doble? —inquirió, mientras esbozaba una sonrisa llena de seguridad.
          —¿Batalla doble? —preguntó Danot, extrañado; pronto, un vago recuerdo llegó a su mente, sobre un tipo de combate muy extendido en Hoenn—; nunca he tenido una, pero suena divertido, así que probemos —convino, muy intrigado por las habilidades de Hayabusa.
          —Entonces, empecemos —le instó éste al alejarse y situarse en el lugar que antes había ocupado Moe.
          —Ven, Pyro —le llamó Danot tras hacer lo propio, y una vez ahí, liberó a Sparkle—; chicos, voy a mandarlos a luchar juntos y quiero que colaboren con el otro tanto como puedan —les pidió amablemente, confiando en que podrían hacerlo bien a pesar de su inexperiencia en esa modalidad de combate.

          Pyro y Sparkle asintieron y se miraron mutuamente, creyendo que su camaradería bastaría para darles el triunfo; no era de extrañar, pues la Raichu había sido la primera compañera de entrenamiento que el lagarto había tenido. Con determinación, ambos se colocaron delante de Danot y aguardaron a que Hayabusa eligiese a los suyos. Éste no tardó en liberar a una feroz langosta de coraza roja y crema, y una confiada mofeta de pelaje mayormente púrpura, ambos de una estatura similar a la de Pyro. Crawdaunt levantó sus poderosas pinzas en un gesto amenazante, en tanto que Skuntank hizo lo mismo con su larga y gruesa cola, surcada por una irregular línea blanca que se mezclaba con la punta del mismo color. Pero sus oponentes no se dejaron amedrentar: Sparkle llenó sus mejillas de electricidad y Pyro asumió una pose que dejaba a la vista sus filosos colmillos y garras, así como la llameante punta de su cola. Al final, ninguno de los dos bandos se dejó intimidar por el otro.

          —¡Crawdaunt, Danza Dragón! ¡Skuntank, cúbrelo con Pulso Umbrío! —comenzó Hayabusa, manteniendo su sonrisa llena de confianza.
          —¡Pyro, bloquéalo con Lanzallamas! ¡Sparkle, salta y Rayo a Crawdaunt! —ordenó Danot, emocionado de tener a un oponente que parecía saber muy bien lo que hacía.

          Skuntank se situó delante de su compañero con un largo salto y empezó a emanar una densa aura de tonos negros y púrpuras que desplegó radialmente. Viendo venir tal ataque, Pyro afirmó con fuerza sus patas en el suelo y expelió un rápido Lanzallamas que pareció detener su avance en la franja entre ambos Pokémon. Aprovechando ese choque de energías, Sparkle dio un gran brinco por sobre la derecha del lagarto y liberó una potente descarga hacia el crustáceo, quien apartado de los demás, ya había dado inicio a su frenética danza. Sin embargo, demostrando un gran control sobre su ataque, la mofeta hizo ascender tres haces oscuros para interceptar el Rayo, conteniéndolo lo suficiente como para que Crawdaunt pudiese eludirlo con su ya ganada velocidad. Esto fue aprovechado por Pyro, quien aumentó rápidamente la potencia de su Lanzallamas, logrando penetrar el Pulso Umbrío y alcanzando de lleno a su emisora, lo que le obligó a hacerse a un lado.

          —Rayos —gruñó Danot cuando el ataque siniestro se disipó y vio que Crawdaunt había desaparecido, quedando sólo un agujero en el suelo detrás de la mofeta—. ¡Pyro, Danza Dragón! ¡Sparkle, Rayo a Skuntank! —indicó a sus Pokémon, preparándolos para la amenaza latente mientras lidiaban con la más inmediata.
          —Pantalla de Humo —ordenó tranquilamente Hayabusa, queriendo ganar tiempo.

          Sin dilación, Skuntank exhaló un espeso humo negro que le rodeó por completo, lo que le salvó de un potente Rayo que lo atravesó sin alcanzarle. Sin dejarse amilanar por ello, Sparkle disparó de nuevo tras otra orden de Danot, mientras Pyro realizaba una enérgica danza que ya había aumentado tanto su fuerza física como su velocidad, como dejaban ver los abultados músculos de sus extremidades. Viendo la situación con atención, el chico creyó que Sparkle era el blanco más probable de Crawdaunt, al ser de un tipo con ventaja contra éste y contar con menos oportunidades de eludir su ataque Excavar.

          —¡Usen Rayo y Lanzallamas en el centro de la Pantalla de Humo! —ordenó Danot, queriendo probar un nuevo truco para intentar sacarse de encima a Skuntank.

          Asintiendo entre sí, sus Pokémon desplegaron sus ataques hacia la nube de humo, coincidiendo ambos en su zona central. Esto produjo un fuerte estallido que lanzó a la aturdida mofeta por los aires, haciéndole aterrizar bruscamente a tres o cuatro metros de Sparkle. Este breve tiempo fue aprovechado por Crawdaunt para emerger de forma inesperada por debajo del Charmeleon, mandándolo a volar también.

          —¡Pyro! —le llamó un preocupado Danot, quien se calmó un poco al verle dar una voltereta en el aire y aterrizar de pie—. ¡Usa Cuchillada! ¡Sparkle, Rayo a Crawdaunt! —ordenó, queriendo acabar rápidamente con el Pokémon más peligroso de su rival.
          —Defiéndete con Martillazo —indicó Hayabusa al chasquear los dedos, sabiendo muy bien que tenía la ventaja y que sería difícil arrebatársela.

          A pesar del dolor, Pyro se lanzó en pos de su contendiente con sus garras al frente, mientras su compañera liberaba una descarga eléctrica. Sin embargo, Crawdaunt no se amilanó por ello y utilizó su adquirida velocidad para evitarla y recibir al lagarto con las pinzas en alto y rodeadas de una capa de agua. El violento choque de extremidades llevó a una furiosa pugna en la que el perdedor recibiría toda la potencia del ataque del otro. Aprovechando que la langosta estaba distraída, Sparkle se dispuso a usar su Rayo por enésima vez, pero no pudo. Había sido detenida en el acto por un artero zarpazo lleno de energía siniestra en el vientre, cortesía de Skuntank, quien se había levantado cuando nadie se fijaba en ella. En cuanto a los otros dos Pokémon, ninguno cejaba en su afán de ganar el pulseo que sostenían, concentrándose sólo en el otro. Aquello había devenido en un duelo personal, como demostraban las miradas llenas de ferocidad y determinación que se lanzaban mutuamente.

          —¡Termínenlos con Pulso Umbrío! —ordenó Hayabusa, teniendo a los Pokémon de su contrario justo donde los quería; comprendía bien que Crawdaunt hubiese desarrollado una rivalidad hacia Pyro, pero no por ello iba a desaprovechar una buena oportunidad para ganar.
          —¡Rayos! —pensó Danot, molesto consigo mismo por no haber notado la súbita reincorporación de Skuntank; esto, sin embargo, le ayudó a encontrar la solución que necesitaba en ese momento—. ¡Ambos, Excavar, ya! —fue su presurosa indicación.

          Confiando por completo en el criterio de Hayabusa, Crawdaunt dejó su orgullo de lado y, al igual que Skuntank, se llenó de una temible aura negra y púrpura mientras sus pinzas perdían el agua que las cubría. Esto último supuso un alivio para Pyro, mas al oír la indicación de Danot y, sobre todo, sentir la energía siniestra, no tardó en aprovechar su aumento de fuerza para excavar velozmente ahí donde estaba. Un poco más lenta, además de adolorida, Sparkle hizo lo mismo justo a tiempo para esquivar la confluencia de Pulsos Umbríos, de la que los Pokémon siniestros salieron apenas afectados. A pesar de ello, Hayabusa sabía que acababa de perder su ventaja. Sopesando la situación, pensó por un instante en enviar a la langosta a un combate subterráneo, pero descartó esa idea enseguida al caer en que ahí debajo sería presa fácil de los ataques eléctricos de la Raichu de su oponente. Ésta y el lagarto ígneo tendrían que emerger pronto ya que, al no ser Pokémon de tierra, no podrían soportar mucho tiempo bajo ella, por lo que decidió prepararse para recibirlos.

          —¡Crawdaunt, Danza Dragón! ¡Skuntank, Afilagarras! —ordenó, dejando clara su intención de contraatacar contundentemente cuando lo considerase propicio.

          Siguiendo esa orden, Crawdaunt volvió a iniciar su frenética danza, agitando con vehemencia sus tenazas y las extremidades más cortas que nacían de la zona central de su cuerpo. Por su parte, Skuntank se apoyó sobre sus patas traseras para adoptar una pose encorvada y empezó a frotar entre sí sus zarpas, las cuales parecían adquirir por momentos un siniestro brillo negro. Danot observaba la escena con ansiedad, preguntándose qué harían Pyro y Sparkle, dado que no tenían ninguna indicación de a quién atacar. Sabía que podía decirlo en cualquier momento, pero no quiso prevenir a su contrincante. Por eso decidió confiar y esperar.

          Hayabusa le miró con incredulidad. Eran pocos los Entrenadores que dejaban que sus Pokémon decidiesen con tanta libertad, porque era un arma de doble filo; todo ello le estaba resultando muy divertido. Ante su atenta mirada, Pyro y Sparkle emergieron a la vez, con apenas medio metro de distancia, para asestar a Skuntank fuertes puñetazos cubiertos de una fina capa de arena en los lados de la caja torácica. Danot sonrió con satisfacción ante la escena, pero su expresión pronto cambió a una de consternación al ver cómo del cuerpo de la mofeta se liberaba un fuerte estallido tras ese contacto que le había dejado ya sin sentido. Esto dañó considerablemente a sus atacantes, quienes cayeron al suelo de mala manera, demasiado cerca el uno del otro.

          —Acábalos con Martillazo —ordenó inmediatamente Hayabusa, mientras hacía volver a su debilitada Skuntank; a pesar de su sacrificio, éste había resultado ser el escenario más conveniente de los tres que había previsto.
          —¡Croodont! —asintió ferozmente el crustáceo, comenzando así una veloz carga frontal hacia sus lastimados oponentes.
          —¡Chicos, levántense! ¡Defiéndanse con Rayo y Lanzallamas! —les animó Danot; a pesar de lo adverso de la situación, no estaba dispuesto a rendirse, no sin tratar antes.

          Maltrechos como estaban, Pyro y Sparkle tuvieron que hacer un gran esfuerzo para reincorporarse, mientras Crawdaunt se acercaba a toda carrera, con sus pinzas en alto y rodeadas de una gruesa capa de agua. Sabiendo que en su estado no podrían evadir aquello, confiaron en su Entrenador y liberaron como pudieron sus respectivos ataques. Nada intimidado, Crawdaunt aprovechó su incremento para recibirlos de frente y, soportando el dolor, propinar a cada uno de sus contendientes un furibundo Martillazo directamente en el cráneo, con suficiente fuerza para noquearlos en el acto.

          Danot suspiró, resignado, mientras hacía volver a sus Pokémon y les agradecía el esfuerzo hecho, tras lo cual se acercó a Hayabusa, quien acababa de guardar al suyo.

          —Buena batalla —expresó Danot con sinceridad, extendiéndole la mano derecha.
          —Lo mismo digo —respondió Hayabusa, tras algunos segundos de duda que disimuló con una expresión confiada—; espero no haber lastimado demasiado a tus Pokémon —agregó en el acto, mostrándose preocupado al respecto.
          —Tranquilo; son muy resistentes y se recuperarán en poco tiempo —contestó con calma, para quitar hierro al asunto; de todos modos, seguramente debería olvidarse de contar con Pyro para cruzar el Camino de Hielo—. Tu Crawdaunt es muy fuerte; mira que resistir un Rayo a tan poca distancia —comentó animadamente, muy impresionado por dicho Pokémon y mucho más por que el tiempo no hubiese mellado las habilidades de Hayabusa, si es que su suposición de que éste no era un Entrenador activo era cierta; sin embargo, también pensó que no se podía decir lo mismo de su uso del protocolo.
          —Los tuyos también; estoy seguro de que con más entrenamiento llegarán a ser aun más fuertes que Crawdaunt —respondió éste, con tono de voz neutral, mientras pensaba que, por actitud y aptitud, Danot le recordaba mucho a sí mismo en sus años de Entrenador viajero, antes de su forzado retiro; éste había sido el verdadero motivo de su demora al corresponder al saludo, y no un olvido, como su interlocutor creía.

          —Lástima, ya no podrás retarlo —le dijo Shima al oído, habiendo notado lo que el Líder pensaba por la forma en la que había empezado a observar el combate.
          —Quizá haya sido lo mejor, Shima —respondió éste, con expresión severa; algo de lo ocurrido en esa batalla no le había gustado nada y quería comprobar sus sospechas.
          —¿Y eso por qué? —preguntó ella, extrañada por su actitud.
          —Te lo diré mañana, cuando nos veamos en el Gimnasio —contestó tajantemente, tras lo cual se marchó sin decir más.

          Shima entendió de inmediato que se trataba de algo serio y que Yanagi le había dejado de lado por su seguridad. Si bien tuvo el impulso de seguirlo, decidió respetar su decisión y verlo al día siguiente en el Gimnasio, como llevaban haciendo desde hacía ya muchos años.

          Considerando que era tarde y que sus Pokémon necesitaban tratamiento antes de ser enviados con Yamen, Danot se dispuso a volver al Centro Pokémon. Su oponente se quedó viéndole un rato mientras se alejaba de él, y con una sonrisa de satisfacción, dio media vuelta y se perdió también entre la animada multitud.

          El camino de vuelta fue más tranquilo de lo que esperaba, pues mucha gente ya había vuelto a casa. Así, tuvo la calma necesaria para decidir a quién llevaría al Camino de Hielo en caso de que necesitase sustituir a Pyro. Al entrar, halló a la enfermera en la recepción, y sin demora, le dio las Poké Balls de éste y Sparkle.

          —Por favor, dales un tratamiento rápido —pidió, sin querer entrar en detalles; su expresión seria lo decía todo.

          Luego de que la enfermera entrase en la sala de tratamiento, Danot fue a sentarse en el mismo lugar que había ocupado durante el almuerzo con sus Pokémon. Se pasó la siguiente media hora reflexionando sobre su última batalla, analizando en qué puntos podría haber actuado de forma diferente para ganar. Su conclusión final fue que habían sido ampliamente superados en fuerza y experiencia, por lo que debería entrenar más con sus Pokémon, como había dicho Hayabusa. Tendría que hacerlo mucho mejor si quería hacer un buen papel en la Conferencia Plateada, y sabía que el mejor lugar para pulir sus habilidades sería el siguiente Gimnasio.

          —Tus Pokémon ya están listos —dijo la enfermera con suavidad, si bien su tono de voz denotaba algo de cansancio; aparentemente, había tenido un día muy ajetreado.

          Tal llamada de atención sacó a Danot de sus cavilaciones respecto a cómo mejorar sus entrenamientos. Caminó hacia la recepción y recogió a Pyro y Sparkle después de prometer a la encargada que ambos tendrían descanso suficiente y adecuado (por dos días, había dicho ella). Con las Poké Balls en un bolsillo de su jersey, volvió a su cuarto para despertar a los demás y guardarlos, además de dejar la bolsa con onigiris sobre la mesa. Luego, se dirigió hacia la sala de comunicaciones y llamó a Yamen, quien seguía trabajando en el laboratorio a pesar de ser tan tarde; sin duda, éste realmente adoraba su trabajo.

          —Vaya, creía que ya no llamarías —comentó el mayor con tono jocoso, tras dar un sorbo a su taza de café, su fiel compañero para las noches de trabajo.
          —Bueno, me he distraído más de la cuenta en el festival de aquí —confesó Danot, un poco avergonzado.
          —¿Con el festival o con las batallas? —preguntó divertidamente antes de dar otro sorbo a su bebida, sabiendo muy bien qué tipo de cosas podían absorberle así.
          —Con las batallas —admitió sonriente, como quien ha disfrutado de hacer una travesura.
          —Pensaba que tendrías suficiente con tu batalla de Gimnasio —comentó Yamen, irónico, pero también interesado en cómo se había desarrollado ésta.

          Riendo ante esas palabras, Danot le contó con lujo de detalles cómo había sido su batalla contra Yanagi, haciendo especial hincapié en el peculiar uso del Terremoto por parte de su Mamoswine.

          —Sí, alguna vez había oído de ello, pero no se trata de algo genético, sino de algo que se va adquiriendo con la práctica, según tengo entendido —explicó Yamen, cuyo campo de estudio era cómo la genética de los Pokémon influía en sus habilidades de batalla.
          —Ya veo —contestó Danot, preguntándose qué clase de entrenamiento necesitaría para enseñar a sus Pokémon a usar así sus ataques.
          —En todo caso, asumo que mañana te dirigirás a Fusube; ¿harás algún cambio en tu equipo? —preguntó con seriedad, sabiendo lo que ello implicaba para su hermano menor.
          —Sí, quiero que me mandes a Salma, Mizuho y Geist —contestó, refiriéndose a su Quagsire, Wartortle y Haunter, respectivamente—; te enviaré a Alfa, Pyro y Sparkle —añadió al sacar las Poké Balls que llevaba en el jersey, y una de su cinturón—; deja que descansen fuera, que lo necesitan —pidió cuando empezó a colocar, una a una, esas esferas en el pequeño transportador acoplado al video-teléfono.
          —Me aseguraré de que lo hagan —prometió Yamen, aceptando el envío y situando el lugar de llegada en el transportador que tenía cerca; a diferencia de los laboratorios más grandes, como los de Ookido y Utsugi, el suyo no tenía un sistema automatizado para el almacenamiento masivo de Pokémon.

          Tras recibir la última Poké Ball, Yamen se puso de pie para ir a traer los Pokémon que Danot le había pedido; los guardaba en un estante con capacidad para sesenta Poké Balls, en ese momento ocupado sólo por cuatro de ellas. Puso las tres que tenía en los espacios libres de arriba y cogió las otras tres, las cuales transfirió al regresar al video-teléfono.

          —Bien, ya los tengo —dijo Danot mientras ponía las recién llegadas Poké Balls en su cinturón—; te llamaré cuando llegue a Fusube, si es que no surge algún imprevisto —dijo a modo de despedida, sintiéndose algo cansado tras su divertida salida nocturna.
          —Entonces estaré esperando tu llamada —respondió Yamen, tras lo cual colgó.

          Con eso listo, Danot volvió a su habitación para cambiarse de ropa y disponerse a dormir. Puso la alarma del Pokégear a las siete de la mañana, con lo que descansaría lo suficiente para poder salir temprano.

          A las ocho de la mañana del día siguiente, ya estaba vestido y listo para continuar su viaje. Salió del Centro Pokémon tras despedirse de la enfermera y sacó una bicicleta plegable de una de las cápsulas que guardaba en la mochila, con la que se dirigió hacia el este, pedaleando con fuerza para quitarse el frío que llenaba las calles de Chouji a esa hora. Aunque no tenía la intención de detenerse hasta la hora de comer, lo hizo al llegar al lindero del pueblo. Se dio un momento para dedicarle una mirada llena de añoranza, pues todo ello prácticamente marcaba el límite de lo que conocía en Johto… tras lo cual empezó a pedalear, sintiéndose listo para lo que deparase el camino, como dejaba ver su expresión decidida.

          Su recorrido por la ruta cuarenta y cuatro fue muy tranquilo, al no dar suficiente tiempo a otros Entrenadores para retarle al ir a prisa en su bicicleta; habría preferido ir a pie y acompañado de Hellga y los demás, pero al no haber ningún Centro Pokémon a medio camino entre Chouji y Fusube, prefirió evitar que se cansasen en la medida de lo posible. A pesar de ello, no se negó a los desafíos que le hicieron cuando se detuvo a descansar o comer, lo cual rompió un poco la monotonía que le producían las decenas de kilómetros de camino flanqueado por árboles leñosos y pequeños arbustos de hojas amarillentas, similares a los que poblaban la ruta entre Enju y Chouji. Pasó la noche en una cabaña para viajeros cercana a un río que se originaba en la imponente montaña que albergaba al Camino de Hielo y volvió a emprender la marcha al romper el alba. Lo único llamativo que vio esa mañana fue un helicóptero negro que también se dirigía hacia el este.

          Danot llegó por fin a la entrada al Camino de Hielo cerca de las cuatro de la tarde. Hambriento y cansado, se sentó a un lado del camino, cobijado por unos arbustos, para poder comer con tranquilidad. Con esto hecho, guardó su bicicleta, sacó una bolsa de dormir y se acurrucó dentro de ella para dormir unas cuatro o cinco horas. Empezando a esa hora, llegaría a Fusube antes del mediodía si iba a paso moderado.

          La alarma del Pokégear sonó poco después de las nueve, y lo primero que Danot halló al abrir los ojos fue el cielo estrellado sobre él; era un espectáculo tan bonito que decidió quedarse así por un rato, contemplándolo fascinado. Treinta minutos después, ya estaba de pie, con prendas de abrigo por encima de su ropa y con Hellga y Ray a su lado, listo para adentrarse en el Camino de Hielo. Los tres observaron con reverencia la cima nevada que se alzaba a cientos de metros sobre ellos, para luego bajar la mirada hacia la amplia abertura en el pie de la montaña; esa vista les recordó el tiempo que habían entrenado ahí para prepararse para el viaje que estaban realizando.

          —Bueno, vamos ya —instó Danot a sus Pokémon, apuntando hacia adelante con la linterna que llevaba en la mano izquierda.

          Con paso decidido, se adentraron en esa oquedad, encontrándose con una enorme bóveda de roca que siempre les había hecho sentirse diminutos. Danot tuvo cuidado de no apuntar el haz de luz demasiado alto y, al igual que sus Pokémon, intentó no hacer demasiado ruido al andar. Lo último que necesitaban era un grupo de enfadados Zubat y Golbat dándoles problemas ya desde el principio.

          Avanzaron con sigilo hacia el centro de la bóveda, desde donde pudieron avistar el amplio túnel que llevaba a Fusube, por lo que apresuraron el paso. Sin embargo, al acercarse, Danot vio una luz tenue a varios metros a su izquierda y, casi sin pensarlo, apuntó su linterna hacia ésta, con lo que pudo atisbar por un instante varios Pokémon de tipo bicho y roca que se disponían a perforar el muro de roca. Lo siguiente que vio fue dos veloces esferas provenientes de ese mismo punto que casi les arrollaron, para luego dar vueltas en círculos a su alrededor, bloqueando cualquier vía de escape.

          Danot no pudo evitar temblar ante la situación. No era la primera vez que tenían que defenderse del ataque de múltiples Pokémon, pero sí la primera en que éste era dirigido por humanos, como confirmó al ver aproximarse a dos figuras que llevaban uniformes negros con una gran R roja en el pecho. Tragó saliva al darse cuenta de que la situación era peor de lo esperado.

          Jade y Rock les veían con altanería, sabiéndose en ventaja contra lo que pensaban que eran presas indefensas. Habían tardado demasiado en encontrar lo que buscaban, por lo que para el segundo fue una enorme satisfacción y tranquilidad tener enfrente a su boleto para congraciarse con su superior o sacar un cuantioso beneficio económico.

          —Chico, dame el Charmeleon y te dejaré ir —dijo Rock, con marcada malicia en sus ojos negros como la noche; era obvio que estaba mintiendo.

          «¡¿Pyro?!». Danot sintió de inmediato un escalofrío recorriéndole la espina dorsal. Ese bandido lo había visto en algún momento previo con su Charmeleon y se lo quería arrebatar. Sabía bien que su situación había ido de mal a mucho peor, como comprobó cuando una tercera esfera atravesó el cerco formado por las otras dos para intentar golpearlo. La rápida reacción de Hellga le salvó cuando su Lanzallamas paró en seco y debilitó a dicho Pokémon, una esfera con ojos similar a una Poké Ball, pero mucho más grande.

          —Siempre tiene que ser por las malas —musitó Jade con sequedad, al liberar a dos de sus Pokémon para ayudar a los de Rock, mientras éste hacía volver a su debilitado Voltorb.

          Delante de los soldados Rocket aparecieron unas enormes abeja reina y avispa que no tardaron en expectorar hilos de seda pegajosa hacia Danot y sus Pokémon. Hellga disparó otro Lanzallamas para quemarlos, haciendo reaccionar a su Entrenador. Tenían que salir de ahí cuanto antes.

          —¡Sigue con tu Lanzallamas, Hellga! ¡Ray, Rayo a esos Pokémon! —ordenó a toda prisa, habiendo pasado ya del choque inicial de esa situación.

          Hellga volvió a exhalar un torrente de fuego que incineró los Disparos Demora, tras lo cual Ray desplegó una rápida centella. El primer ataque casi alcanzó a la Vespiquen de Jade, mientras que el segundo no hizo mella en los Pokémon de Rock, que seguían rodando a toda velocidad. Danot supuso que eran Pokémon de tipo tierra y pensó por un instante liberar a sus Pokémon de agua, pero eso le obligaría a dividir demasiado su atención, lo cual podría resultar contraproducente en esa situación. Fue entonces que el recuerdo de su batalla con Hayabusa le dio una idea que podría ayudarles.

          —¡Rayo y Lanzallamas a Beedrill y Vespiquen! —indicó súbitamente, sabiendo que se arriesgaba a quedar indefenso ante un posible ataque de los Pokémon rodantes; fue entonces que decidió hacer algo más, por lo que llevó rápidamente la mano derecha a su cinturón.
          —Ha caído —pensó Rock con satisfacción, saboreando la situación—; ¡a por él! —ladró a sus Pokémon.

          Los ataques de fuego y electricidad redujeron a cenizas la seda de los insectos de Jade y les obligaron a alejarse entre sí para no recibir los siguientes que vinieron. Tanto Ray como Hellga eran conscientes de lo peligrosa que era la situación y no iban a dejar que nadie lastimase a Danot ni a sus compañeros. Los soldados Rocket tuvieron que empezar a moverse también para evitar ser lastimados, lo cual no les dejó ver cómo una gran ave metálica aparecía delante del chico y usaba sus resplandecientes alas de color metálico para detener en seco a los dos Pokémon rodantes.

          —¡Lanzallamas y Rayo cruzados! —ordenó inmediatamente Danot al señalar hacia los Rockets, justo antes de que Tsurugi venciese la resistencia de sus atacantes y los mandase a volar.

          Tomados por sorpresa, ambos Rockets atinaron a alejarse antes de que los ataques les alcanzasen, sólo para darse cuenta de que éstos no iban dirigidos hacia ellos. La explosión resultante les hizo caer de lado y desestabilizó el vuelo de los Pokémon de Jade, mientras un espeso humo negro les dificultaba la respiración. Lo único que pudieron ver a través de éste fue a un veloz proyectil plateado que se dirigía hacia el túnel con dirección a Fusube. Haciendo un gran esfuerzo, Jade ordenó un Tornado con el que Vespiquen despejó el humo, dejándoles ver a los debilitados Geodude de Rock.

          —¡Ese cabrón…! —masculló Rock, mientras guardaba a sus Pokémon—. Cuando le ponga las manos en… —sin embargo, fue silenciado por un rápido manotazo de Jade.
          —Silencio —fue lo único que dijo, con expresión preocupada, mientras observaba cada rincón de la bóveda.

          Ambos pudieron escuchar un creciente rumor que parecía venir de todas partes, una mezcla de chirridos y rápidos aleteos que no tardaron en reconocer. Sin embargo, fueron demasiado lentos para intentar escapar del numeroso y enfurecido grupo de murciélagos de piel azul y alas de membrana morada que había descendido desde el techo de la bóveda.

          Sin mirar atrás, Danot se aferró con fuerza a la espalda de Tsurugi mientras ésta volaba a través del túnel de paredes cubiertas de hielo, impulsándose con sus afiladas garras y alas extendidas cada vez que perdía altura. Aunque esa manera de “volar” era poco eficiente, no le pidió detenerse, pues ignoraba si los Zubat y Golbat de la primera cámara serían suficiente distracción para sus atacantes. Había sido mucha suerte tener tiempo suficiente para guardar a Hellga y Ray y subirse a cuestas de la Skarmory tras la explosión, a pesar de nunca haberse aventurado a volar montado sobre ella, dada su inexperiencia y un leve temor a las alturas. Sin embargo, su plan había funcionado, por el momento.

          En la cámara cercana a la entrada, unos extenuados Rock y Jade estaban sentados espalda contra espalda, rodeados de pilas de murciélagos debilitados, la gran mayoría de ellos pequeños y sin ojos. Los otros eran más grandes, dotados de vista, amplias alas y colmillos prominentes. Sus propios Pokémon no estaban en mejor estado, pero al menos habían logrado ahuyentar a los demás Zubat y Golbat.

          —Ha... escapado… —dijo entrecortadamente Rock, intentando recobrar el aliento.
          —No me… había… dado cuenta —respondió irónicamente Jade, a pesar de tener la misma dificultad que su interlocutor.

          Intercambiaron miradas de enojo entre sí, mientras esperaban que sus pulmones se llenasen de nuevo de aire limpio. Ambos pensaban que el otro podría haberlo hecho mejor, pero se abstuvieron de decir más y se dispusieron a encauzar la situación a su favor. Jade cogió una pequeña radio negra que llevaba al lado del cinturón, mientras Rock aplicaba a los Pokémon de ambos medicina que guardaba en uno de los bolsillos de la enorme y vacía mochila negra que llevaba a cuestas.

          —¿¡Cómo es que se atreven a llamarme recién ahora!? —exclamó una enojada voz femenina a través del auricular, con tanta fuerza que incluso a Rock se le erizó todo el vello del cuerpo.
          —Lo siento mucho, señora; hemos tenido dificultades inesperadas —explicó Jade, intentando apaciguar a su superior; no lo hacía por gusto, sino porque era ella quien firmaba sus cheques de pago.

          La soldado Rocket explicó detalladamente su propia versión de los hechos, dejando a Danot como el culpable de la demora en su misión. Esto llenó a Rock de anticipación, pues sus superiores seguramente se encargarían de él y podría congraciarse con ellos a pesar de su fracaso inicial si les hacía saber que era el mismo Entrenador del que les había hablado la noche anterior, durante el festival.

          —Si realmente es tan fuerte como dices, avancen y cierren el camino detrás de él; el comandante y yo nos encargaremos del resto —indicó secamente, tras lo cual colgó.
          —Ya oíste, grandote; nos vamos —le instó Jade, con una mezcla de camaradería e ironía; a pesar de sus discusiones, ambos sabían entenderse bien cuando se trataba de trabajo.

          Con sus Pokémon ya recuperados, los soldados Rocket se dispusieron a hacer una última cosa antes de marcharse. Los dos Geodude de Rock y un tercer Pokémon de roca más grande que ellos, de expresión altanera y seis extremidades, se lanzaron contra la pared de roca para dejar expuesto lo que los humanos buscaban: una gran cantidad de piedras celestes similares a trozos de hielo, las que Jade y Rock recogieron enseguida. Con sus mochilas completamente llenas, guardaron a sus Pokémon y se aprestaron a avanzar por el mismo camino que Danot había usado, y una vez dentro, Rock liberó al único Pokémon que no había usado para combatir. Se trataba de un pequeño Pokémon metálico de cuerpo redondo y un único ojo en la zona central, que levitaba a varios centímetros del suelo gracias a los magnetos en forma de herradura a ambos lados de cuerpo, los cuales agitó con vehemencia al ver a su Entrenador, exigiéndole así algo de acción.

          —Luego, Magnemite; ahora tienes trabajo que hacer —le amonestó Rock, ya que a pesar de agradarle ese carácter conflictivo tan parecido al suyo, consideraba que era demasiado débil para luchar—; usa tu Electrotela y cierra el camino —ordenó con una sonrisa malévola.

          Frunciendo el ceño (si es que realmente se le podía llamar así), Magnemite generó una espesa fibra electrificada entre los dos tornillos situados en su zona inferior, hasta que ésta le igualó en tamaño. Produciendo fuerza magnética, la lanzó hacia el inicio del túnel; ésta fue desenrollándose conforme se alejaba, hasta pegarse a la roca y el hielo con cierta dificultad.

          —Vamos, que aún tenemos mucho trabajo por hacer —les urgió Jade, con ambas manos cerca de su cinturón; su compañero y Magnemite no tardaron en ir tras ella.

          Mientras tanto, varios cientos de metros más adelante, Tsurugi comenzaba a dar señales de fatiga. Y no era para menos: habían atravesado sin descansar tres túneles y tres bóvedas más grandes que la primera, ignorando a los pocos Pokémon salvajes que se les habían cruzado. Pero no podían detenerse, al menos no hasta tener la certeza de que se habían alejado lo suficiente de sus atacantes. De tanto mirar hacia atrás, ni Danot ni Tsurugi notaron a tiempo la densa red electrificada que bloqueaba el paso. Queriendo proteger al chico, la Skarmory se inclinó hacia la derecha para dejarle caer con tanta suavidad como le fue posible. Así, ella acabó rodando y enredándose con ese obstáculo, que al contacto le asestó una potente descarga; hizo un gran esfuerzo para liberarse, cortándola con las afiladas plumas de sus alas, sólo para caer inconsciente apenas se la quitó de encima.

          —¡Tsurugi! —le llamó Danot, a unos pocos metros de distancia; los raspones de la caída empezaban a doler, pero sabía que eso era nada en comparación a lo que su Pokémon podría haber sufrido a causa de la red electrificada.

          Sin demora, se descolgó la mochila y buscó su botiquín a toda prisa, pero al abrirlo se encontró con una desagradable sorpresa: la mayoría de recipientes de medicina se había roto con la caída, quedando sólo los más básicos. Se mordió el labio inferior, para luego aplicar lo que quedaba a su debilitada Skarmory. Sin poder curar a sus Pokémon en caso de tener que volver a luchar, sólo le quedaba huir antes de que diesen con él.

          —Muchas gracias, Tsurugi —expresó sentidamente Danot, antes de guardarla en su Poké Ball; no tardó en coger otra y liberar a otro de sus Pokémon.

          Se trataba de un risueño espectro de cuerpo (o cabeza, según se viese) púrpura y gruesos picos a los costados. Sus ojos, triangulares y de pequeñas pupilas negras, se clavaron en Danot con cierto aire de reproche. No era de extrañar, pues eran raras las ocasiones en las que éste le incluía en su equipo, dada su renuencia a cualquier tipo de entrenamiento; la última había sido para la batalla de Gimnasio en Tanba. No obstante, no tardó en dejar ese puchero y lo “abrazó” con sus manos de gruesos y puntiagudos dedos, las cuales estaban separadas del resto de su cuerpo.

          —También me alegra verte, Geist —le dijo Danot, al acariciarle la zona superior de la cabeza, tangible en ese momento.

          No se habría atrevido a hacer tal temeridad con cualquier otro Haunter, salvaje o no, dada la toxicidad de los gases que esa especie emitía. Sin embargo, si estaban en confianza y no consideraban a la persona o Pokémon como una presa o amenaza, eran capaces de suprimir ese mecanismo natural.

          —Vamos —le instó seriamente mientras apuntaba hacia adelante con la linterna; esperó que la compañía del juguetón y despreocupado Geist le ayudase a mantener la compostura y evitar que el miedo le nublase el juicio.
          —¡Jon jon jon! —rió contentamente Geist tras ponerse al lado de Danot (y dejar ver que era casi tan alto como él), pues no le gustaban las luces intensas.
          —Usa Tinieblas en esa red y sigamos —indicó Danot, sintiéndose ya un poco más tranquilo; aun así, no podía quitarse la preocupación de lo nuevo y amenazante de su situación, sobre todo si Jade y Rock no eran los únicos Rockets en el Camino de Hielo.

          Notando la preocupación de su Entrenador, Geist se tomó el asunto con seriedad a pesar de no dejar de sonreír. Sin demora, disparó desde sus ojos un par de tenebrosos rayos púrpuras que desintegraron la red desde el centro. Con el camino libre, ambos avanzaron tan velozmente como las piernas le permitieron al muchacho… hasta que se toparon con otra Electrotela bloqueando el paso. Geist la destruyó con otra emanación sombría, mientras su Entrenador le iba explicando lo ocurrido.

          Las siguientes horas fueron más de lo mismo y el fantasma comenzaba a mostrar señales de aburrimiento, más que de cansancio. A pesar de no tomarse a broma la situación, quería algo de acción, pues ni siquiera los Pokémon salvajes salían de las madrigueras camufladas por el hielo de las paredes. Era como si tuviesen mucho miedo de algo o alguien. Sin embargo, cuando desintegraba la enésima Electrotela que bloqueaba el camino, fue golpeado por una esfera sombría que explotó en su cara, dejándole fuera de combate en el acto.

          —¡Geist! —le llamó un preocupado Danot al girarse; le hizo volver rápidamente a su Poké Ball y se dispuso a tomar la de Hellga.

          Pero no pudo hacer mucho más que esto pues, al girarse hacia adelante, se topó con un par de pequeños ojos rojos rodeados de un relajante fulgor azul. La Hipnosis no tardó en hacer efecto sobre él, con lo que cayó pesadamente al suelo, indefenso.

          —Bien hecho, Drifblim —le felicitó una mujer joven de ojos color miel y expresión seria—; cárgalo, que el comandante Obsidian ya ha esperado demasiado —indicó a continuación, mientras se apartaba con elegancia los mechones de cabello rojo que tapaban parcialmente su ojo derecho.

          Dicho Pokémon, un globo aerostático fantasmal de color púrpura, utilizó sus cuatro apéndices similares a cintas lavandas y amarillas para envolver con fuerza las piernas y torso de su víctima. Mientras tanto, su dueña liberaba a una polilla morada de alas rojiverdes y gruesas antenas amarillas, casi tan grande como Drifblim, quien medía cerca de metro y cuarto desde la nube blanca sobre su cabeza hasta el agujero inferior con el que regulaba su volumen corporal.

          —Vamos ya —les instó Ruby, de pie detrás del fantasma; su Dustox se situó entre ambos y empezó a aletear con algo de fuerza, proveyendo a su compañero el impulso necesario para moverse con la carga que llevaba.

          Danot se sentía muy ligero y, a la vez, muy frío. Todo a su alrededor era oscuro y sus sentidos estaban completamente adormecidos. Lo primero que recobró fue el oído, y con ello, su sentido del equilibrio. Así, pudo escuchar las pisadas de la persona que iba detrás de él y el aleteo que la acompañaba. Lo siguiente fue el tacto, lo cual le permitió saber que estaba siendo sujetado con firmeza y, junto al sentido anterior, que estaba siendo llevado hacia algún lugar en contra de su voluntad. El gusto y el olfato no le brindaron ninguna información relevante, salvo el agradable aroma del perfume de su captora. Cuando por fin pudo volver a ver, notó que se movía a unos pocos centímetros del suelo. Intentó zafarse, pero le resultó imposible. Todavía tenía buena parte de sus músculos entumecidos.

          Tardaron poco en llegar a una bóveda mucho más grande que las anteriores, casi tanto como el estadio principal de cualquier liga regional. En el centro de ésta estaba alguien que los esperaba, pero Danot sólo pudo ver sus botas negras y la parte inferior de su elegante pantalón púrpura, justo cuando empezaba a recuperarse por completo del efecto de la Hipnosis. Pudo comprobar que su captora vestía algo parecido cuando ésta se le acercó. Aquel individuo hablaba por radio con Jade, a quien ordenó apurarse en alcanzarles.

          —Señor, aquí tiene al chico problemático —informó Ruby con tono de voz marcial, al dedicar un saludo igual a su superior.
          —Excelente, Ruby —le felicitó cordialmente el aludido; su voz era grave y su tono, confiado.

          Algo no acababa de encajar para Danot. Podía entender lo de problemático, dado lo ocurrido en la primera bóveda, pero había algo más que sabía que estaba ahí y era incapaz de identificar.

          —¿Qué hago con él, señor? —preguntó Ruby, expectante; normalmente, ya se habría encargado de que no volviese a ser una molestia, pero la orden había sido sólo traerlo; supuso que su superior quería encargarse personalmente del asunto.
          —Por ahora, ponlo en posición vertical —indicó, con marcada seguridad.
          —Drifblim —dijo ella, a modo de orden para su Pokémon.

          Dicho y hecho, el fantasma desenvolvió uno de los apéndices que tenía en torno al pecho de Danot para luego rodear con éste su hombro izquierdo, y repitió esto con el otro para cogerle el derecho. Teniéndole así, empezó a levantarlo poco a poco, pero el chico siguió viendo sólo las piernas de Obsidian, al tener la cabeza gacha, mientras sentía que su entumecimiento desaparecía del todo. Cuando Drifblim finalmente le dejó perpendicular al suelo, su víctima alzó la mirada gradualmente, fijándose en la cómoda chaqueta púrpura con una R roja mediana estampada en la parte izquierda del pecho. Danot no dio importancia a ello cuando pudo ver por fin el rostro del jefe de su captora. Ojos negros, cabello corto del mismo color y expresión de total confianza, mezclada en ese momento con una mueca de diversión.

          Danot por fin comprendió por qué esa voz, ese tono y esa seguridad se le hacían tan conocidos.

          El respetado y temido comandante Obsidian era… Hayabusa Hiten.

          Comentario

          • Souji Fujimura
            Escritor en ciernes
            SUPAR PRUEBA
            • ene
            • 30
            • 🇵🇪 Perú
            • España

            #6
            Round 003 — Infierno glacial


            Camino de Hielo, sábado 7 de Octubre, Año 100 AW, 1:27 AM


            Danot cerró los puños con una mezcla de decepción y desasosiego, deseando que todo eso fuese un mal sueño y aún estuviese durmiendo en las afueras del Camino de Hielo. Pero, por más que quisiese negarlo, la persona a quien había llegado a admirar en tan breve tiempo era en realidad parte del Equipo Rocket. La intensa mirada que le dirigió dejaba claros esos sentimientos.

            —Debes estar preguntándote muchas cosas ahora mismo —comentó casualmente Obsidian, sabiéndose en control de la situación.

            Danot no contestó, mostrándose disgustado a pesar de lo adverso de su situación, como manera de lidiar con lo dolido que se sentía.

            —¡Responde, insolente! —expresó súbitamente Ruby, sobresaltada por esa falta de respeto hacia su superior; un gesto de mano de éste le detuvo antes de que pudiese ordenar a su Drifblim ejercer más presión en el chico.
            —¿Qué es lo que quieres? —contestó parcamente Danot, procurando ocultar que esa llamada de atención le había hecho reaccionar y volver a centrarse en el peligro al que se enfrentaba.
            —Sólo quiero tener una conversación amigable contigo —expresó cordialmente, queriendo romper la barrera de resentimiento del chico.

            Danot le dedicó una mirada escéptica. Vulnerable como estaba, le habrían podido arrebatar sus Pokémon en cualquier momento, por lo que temió que Obsidian quisiese hacerle más daño antes de llevárselos. Éste no se inmutó en lo absoluto, dejando claro que su autoconfianza sería un hueso muy duro de roer.

            —Te escucho —cedió Danot tras un largo silencio, queriendo ganar tiempo para encontrar alguna manera de escapar.
            —Entonces iré al grano —dijo Obsidian, complacido por tal respuesta—; quiero que te unas al Equipo Rocket; obviamente, como mi subordinado —expuso afablemente, sin dejar de lado su ya característica sonrisa de suficiencia.

            Esto tomó al chico completamente por sorpresa, al igual que a Ruby, quien supo disimularlo mejor. Dudaba mucho que éste tuviese lo necesario para ser un Rocket, pero no dijo nada al respecto, confiando en el criterio de su superior.

            —¿Por qué yo? —inquirió Danot, sin creerse una palabra de lo que acababa de oír.
            —Porque creo que tienes un potencial que sería una lástima desperdiciar —afirmó categóricamente Obsidian, con la mirada fija en él.
            —No sé de qué hablas —negó en el acto, creyendo que era un intento de hacerle bajar la guardia—; además, ¿por qué ofrecerme algo así, tras haberme opuesto a ustedes? —cuestionó a continuación, dudando mucho de que los Rockets fuesen por el mundo ofreciendo puestos en su organización de manera tan desenfadada.
            —Porque prefiero convertir a mis potenciales enemigos en aliados —expuso, sin un ápice de duda—; si eso no es posible, por más que alguien pueda ser muy fuerte, hábil o inteligente… debe ser eliminado si se empeña en oponerse al Equipo Rocketafirmó severamente, entornando los ojos y frunciendo el ceño.

            Danot no pudo sino admirarse ante el razonamiento de su interlocutor, poco antes de sentir un intenso escalofrío al escuchar su última afirmación. Intentó recomponerse enseguida, aunque cada vez se le hacía más difícil mantener su careta de disgusto; las palabras de Obsidian habían tenido el efecto deseado.

            —¿Qué ganaría uniéndome a ustedes? —preguntó con cautela, procurando ocultar su curiosidad por lo que Obsidian sería capaz de ofrecer con tal de convencerlo.
            —Dinero, poder, fama… lo que necesites para cumplir tus propias metas, mientras no resulten perjudiciales para el equipo —explicó convencidamente, a pesar de no ser su caso; se preguntó qué motivaría al chico a aceptar su propuesta—; además, tendrás la seguridad de que nadie acabará con la vida que quieras llevar, siempre que nos seas leal y obediente —agregó al cruzar los brazos y levantar altivamente la mirada.

            Danot no lo notó, pero el semblante de Ruby se ensombreció considerablemente al oír estas últimas palabras, mientras Obsidian se mantenía impasible, a pesar de sentirse identificado con el muchacho. No quería hacerle pasar por el mismo suplicio de quienes habían intentado ser héroes y habían terminado siendo mártires anónimos; sin embargo, no iba a concederle más que esto… a menos que decidiese colaborar con él.

            Por su parte, ante el prospecto de morir en ese lugar si no hilaba fino, Danot se dio cuenta de algo importante. En medio de la sensación de tristeza de no poder volver a ver a su familia ni seguir viajando con sus Pokémon, emergió algo mucho más intenso, algo que creía que había olvidado por completo: el intenso deseo de aquel niño de diez años que quería convertirse en Entrenador profesional y competir contra los mejores. Y por más tentadora que fuese, la oferta de Obsidian no era la mejor vía para lograrlo, al implicar seguir órdenes de gente inescrupulosa que no dudaría en sacrificar a sus peones o pisotear inocentes con tal de conseguir sus propios fines. Ser un proscrito de la sociedad y tener que estar siempre en alerta de las autoridades y de sus supuestos aliados no era la vida que quería llevar.

            —Entiendo, parece una oferta muy conveniente… pero tendré que rechazarla —expresó enfáticamente Danot al entornar los ojos, a pesar de saber que podría estar cavando su propia tumba con ello; le aterraba la idea de morir ahí mismo, pero lo hacía mucho más verse obligado a vivir una vida que no sería realmente suya.
            —Entonces no tengo nada más que hacer aquí —contestó escuetamente Obsidian, dándole la espalda—; excepto atar los cabos sueltos —afirmó severamente al apuntarle con una pistola que había sacado de la funda oculta bajo su chaqueta.

            A Danot se le erizó la piel al ver dicha arma, la cual Obsidian apuntaba hacia su cabeza sin siquiera parpadear. Sintió latir su corazón como nunca lo había hecho, el sudor frío en su espalda y un notorio temblor que le fue imposible controlar. No estaba listo para morir, pero realmente, ¿quién lo estaba? Había sido su decisión y esto le brindaba cierta paz, al haber entendido por fin las palabras de su padre en esa ocasión tan lejana. Cerró los ojos al ver a Obsidian apretar el gatillo y esperó el final de aquello.

            Los siguientes segundos se le hicieron eternos, tanto que empezó a preguntarse si acaso ya había muerto y todavía no lo había notado. Sabiendo que no tenía nada que perder, se atrevió a abrirlos nuevamente; para su sorpresa, seguía en el mismo lugar donde estaba, sin ninguna herida aparente.

            —Podría haberte eliminado tres o cuatro veces en este tiempo, pero sigo creyendo que sería un desperdicio —afirmó Obsidian tras guardar su arma, impresionado por esa determinación—; así que, ¿por qué no apostamos? —sugirió, mientras sacaba de sus bolsillos algo que Danot no alcanzó a ver.
            —¿Apostar? —preguntó éste, confuso por ese cambio de actitud.
            —Si ganas, te dejaré ir; tienes mi palabra —prometió seriamente, sin hacer caso a la incrédula expresión del chico—; pero si pierdes, deberás unirte a nosotros —añadió con el mismo tono, dejando ver las Poké Balls minimizadas que tenía en la mano.

            Obsidian le miró expectante, habiendo entendido que no podría convencerlo sin romper por completo su espíritu de lucha, y no se le había ocurrido una mejor manera que con un combate en igualdad de condiciones. Por su parte, preguntas como «¿realmente me está dando una oportunidad de huir?», «¿de verdad puedo confiar en él?» y «¿en serio me cree capaz de arriesgar mi futuro en una batalla?» resonaban en la cabeza de Danot una y otra vez. Supuso que si Obsidian estaba dispuesto a apostar era porque tenía total seguridad en ganar, y no era para menos, teniendo en cuenta su desempeño en el último combate que habían tenido. Derrotarlo no sería fácil, pero esa era la batalla de su vida… literalmente. A pesar de preferir no correr demasiados riesgos fuera de los combates, la situación lo requería, lo cual le motivaba mucho más a dar todo de sí para obtener la victoria… tal y como pensaba hacer en la Conferencia Plateada. Así, aunque no pudiese cumplir con su deseo del modo en que había elegido vivir, pensó que sería mejor que hacerlo de una forma que no pudiese disfrutar de verdad. E incluso si perdía, encontraría la manera de conseguirlo, pero no pensaba preocuparse por ello hasta que se diese la circunstancia.

            —Dime las reglas —pidió Danot al trabar miradas con Obsidian, dejando ver toda la determinación que llenaba la suya; su objetivo estaba claro: recuperar su futuro, ese en el cual sería él y sólo él quien decidiese.
            —Tres Pokémon por lado, sin sustituciones; liberarás al tuyo primero —estableció Obsidian con una sonrisa confiada, tras lo cual dedicó una mirada seria a su subalterna.

            Ésta asintió en el acto y, con paso ágil, se situó junto con Dustox en la entrada de la bóveda. Tras ello, Drifblim soltó suavemente al chico tras dejarle pisar el suelo y se colocó en la salida, la cual Obsidian también bloqueó tras haberse alejado unos veinte metros. Danot solamente atinó a frotarse las zonas donde el fantasma le había estado sujetando, notando esa formación al volver a erguirse, así como la presencia de una potente lámpara halógena ubicada en un relativamente cercano rincón de la bóveda.

            —Ambos sabemos que no pensabas confiar sólo en la batalla para salir de este predicamento —sentenció Obsidian al cruzar los brazos y verlo con altivez; no pensaba darle la oportunidad de repetir su escape de la primera cámara.
            —Parece que no puedo pillarlo por sorpresa —murmuró Danot al ver truncado su plan de escape más inmediato—; ¡empecemos entonces! —exclamó con fuerza, tras lo cual cogió una Poké Ball de su cinturón y la maximizó con un toque suave.

            Era consciente de que sólo contaba con dos tercios de su equipo, así que tenía que aprovechar las pocas ventajas que tenía. Y la elección de Ray como su primer Pokémon obedecía a un patrón que había notado en los Pokémon de su contendiente; además, la bóveda era lo suficientemente amplia para hacer buen uso de su velocidad. Obsidian sonrió complacido, y en el acto liberó a su propio Pokémon, uno ideal para lidiar con oponentes rápidos, tal y como había anticipado. Dicha criatura, una mezcla de cactus antropomorfo y espantapájaros de casi metro y medio de estatura, extendió las espinas que tenía en los brazos mientras los agitaba con fuerza y fijó sus intimidantes ojos amarillos de pequeñas pupilas negras en el Pokémon eléctrico. Éste no se quedó atrás y erizó mucho más su hirsuto pelaje, sabiendo que esa no iba a ser una batalla normal, por lo que ni se molestó en girar la mirada hacia su Entrenador como habría hecho en otro caso. Aún tenía muy fresco el recuerdo de lo ocurrido horas antes.

            —Gracias por tomártelo en serio —pensó Danot, con la mirada fija en el Cacturne; tal y como sospechaba, Obsidian se especializaba en Pokémon de tipo siniestro.
            —¡Yolt! —gruñó Ray, queriendo apoyar a Danot; por ello, también dirigió la mirada hacia su oponente y le mostró los dientes apretados; no pensaba darle ni un respiro.
            —Empecemos —indicó Obsidian, mientras su Pokémon seguía agitando los brazos y haciendo muecas con la hilera de agujeros que tenía por boca—. Día Soleado —ordenó de inmediato.
            —¡No se lo permitas! ¡Doble Rayo! —contraatacó Danot, sabiendo que no debía dejar el más mínimo margen a su oponente si quería tener una oportunidad de ganar.

            Sin miramientos, Ray apretó con fuerza sus patas sobre el frío suelo de roca antes de disparar un veloz rayo bicolor en dirección del espantapájaros. Éste, siguiendo la orden de Obsidian, había generado entre sus brazos una pequeña bola de luz que lanzó hacia lo más alto antes de recibir de lleno el ataque de tipo bicho. Así, ésta continuó ascendiendo mientras crecía al absorber oxígeno, alcanzando el tamaño de un coche pequeño al tocar el techo, con lo que la temperatura del lugar empezó a subir.

            Danot no tardó en ordenar otro Doble Rayo hacia el caído, dejando de lado la deportividad a la que estaba acostumbrado, sabiendo que su oponente no tendría tales contemplaciones en ese momento. Sin embargo, Cacturne no era moco de pavo, como demostró al levantarse de un ágil salto a pesar del daño recibido y disparar desde su boca un rayo de luz que interceptó ese ataque y causó un fuerte estallido que llenó el centro de la bóveda, deslumbrado a todos los presentes por un instante. Y ese tiempo bastó al cactus para disparar otro Rayo Solar que desintegró el suelo delante de su contrincante, quien salió volando hacia los pies de su preocupado Entrenador.

            —Desarrollo —fue la escueta orden de Obsidian, quien había hallado el pequeño margen que necesitaba.

            Cacturne no tardó en forzar su cuerpo a crecer apreciablemente, mientras su piel adquiría una tonalidad mucho más verde y viva. Así, alcanzó un tamaño que fácilmente duplicaba al de Ray, quien apretando los dientes se reincorporó, listo para continuar. Le bastaron unos segundos para llegar al centro de la bóveda y lanzar desde ahí su Doble Rayo, pero el cactus respondió con un Rayo Solar mucho más fuerte que el anterior, tanto que engulló completamente al otro ataque y obligó al Jolteon a hacerse a un lado para no correr la misma suerte. La gruta se remeció cuando el ataque golpeó la pared de roca, dejando un agujero tan grande como la entrada del Camino de Hielo.

            —¡Ataque Rápido! —cambió de estrategia Danot, aprovechando la velocidad de su Pokémon y el notorio cansancio de Cacturne, a pesar de la potencia de sus ataques.
            —Tormenta de Arena —ordenó un tranquilo Obsidian, esbozando una leve sonrisa; había tenido la situación controlada desde el principio del combate.

            Y Cacturne lo demostró al girar frenéticamente, utilizando uno de sus amplios pies como apoyo y liberando de los poros de su cuerpo partículas de arena que llenaron la bóveda. Esa maniobra no sólo le permitió extinguir la esfera de luz que había creado, sino también repeler la carga frontal de su rival, quien quedó completamente expuesto a la tempestad de sílice. No obstante, éste reaccionó abalanzándose otra vez sobre el espantapájaros, sólo para ser evitado gracias al Velo Arena de éste y recibir en un lado un contundente puñetazo que absorbió parte de su energía vital antes de mandarle a volar cerca de su Entrenador por segunda ocasión.

            —¡Ray! —exclamó éste, preocupado, antes de cubrirse la nariz y la boca con un brazo; por suerte, sus lentes deportivos protegían sus ojos y le permitían ver con algo de claridad en medio de la arena.
            —¡Yolt! —respondió el aludido al reincorporarse y buscar a su contrincante con el olfato, al haberse dado cuenta de que no podía fiarse de su vista en esas condiciones.
            —¡Ve hacia adelante y usa Doble Rayo! —ordenó apenas notó que Ray había hallado al Pokémon siniestro.
            —Ya sabes qué hacer —indicó discretamente Obsidian, cubriéndose la cara con ambos brazos y dejando apenas una franja entre ellos para poder ver.

            Ray avanzó con una mezcla de decisión y furia y se aprestó a desplegar su Doble Rayo cuando llegó nuevamente al centro de la bóveda. No obstante, su contrincante se anticipó a esa intención ofensiva y se lanzó a su encuentro mientras era rodeado por una intensa aura negra. Así, eludió el rayo bicolor con un ágil brinco y su habilidad para mimetizarse con la arena, pero ello no bastó para ocultarse del fino olfato de Ray, quien sintiéndole venir, pudo hacerse a un lado para asestarle un par de violentas coces que le derribaron. Por primera vez en la batalla, Obsidian se mostró sorprendido.

            —Gigadrenado —ordenó este último, consciente del riesgo que corría su Pokémon si no recuperaba algo más de vitalidad antes de recibir otro ataque como el anterior.
            —¡Esquívalo! —fue la rápida reacción de Danot, queriendo evitar que el cactus se recuperase a la vez que causaba daño.

            Levantándose rápidamente, Cacturne desplegó desde los orificios que formaban su boca una serie de hilos verdes de energía, queriendo absorber otra vez la vitalidad de su oponente. Éste, sin embargo, los evitó empleando su gran velocidad, tratando de situarse en una posición cómoda para contraatacar. A ese ritmo, lo único que lograría sería cansarse y seguir siendo lastimado por tempestad arenosa.

            —¡Rayo! —mandó Danot, para extrañeza de sus oponentes y del propio Ray, quien igualmente decidió confiar en lo que sea que estuviese planeando.

            Sin dilación, este último disparó una potente descarga hacia la aparente posición de Cacturne, cuyos látigos de energía la anularon fácilmente y alcanzaron a su víctima con facilidad. Ese drenaje tan rápido y violento resultó muy doloroso para el Ray, pero fue cuando se percató de su posición relativa que entendió el plan de su Entrenador, por lo que se preparó para la orden que vendría a continuación.

            —¡Doble Rayo, a toda potencia! —ordenó presurosamente Danot, habiendo dejado a regañadientes que Ray recibiese ese ataque para poder tener un blanco mucho más accesible.

            Sin dejar tiempo de reaccionar a su oponente, Ray disparó un rayo bicolor hacia él, anulando los hilos de energía y golpeándole directamente, con tanta fuerza que acabó empotrándolo contra el muro de roca más cercano. A pesar de tal impacto, Cacturne se reincorporó de inmediato, si bien se mostraba muy maltrecho; su oponente no estaba mucho mejor, entre los ataques recibidos y el continuo asedio de la Tormenta de Arena. El siguiente intercambio seguramente sería el último para cualquiera de ellos, pero el cactus contaba con la ventaja del tiempo favorable, por lo que Danot debía encontrar alguna manera de revertir la situación. Sólo le quedaba confiar en que el plan que se le acababa de ocurrir funcionase.

            —¡Ataque Rápido! —indicó súbitamente, esperando que Obsidian no descubriese su intención antes de tiempo.
            —Golpe Bajo —contraatacó el comandante Rocket, empezando a hacerse una idea más completa de las fortalezas y debilidades del chico; no sólo estaba luchando contra él, estaba analizándolo a cada momento.

            A pesar de la clara desventaja física, Ray no dudó en lanzarse en pos de Cacturne a toda velocidad; éste, valiéndose otra vez de esa intención ofensiva, fue envuelto por una intensa aura negra antes de salir a su encuentro. Ambos avanzaban lo más rápido que permitían sus cansados cuerpos, preparados para lo que podría ser el golpe final. Sin embargo...

            —¡Deténte y usa Deseo! —ordenó abruptamente Danot, tomando por sorpresa a ambos Rockets, quienes ya daban por hecha la victoria del cactus espantapájaros.

            Le costó, pero presionando sus patas contra el suelo y sus dientes entre sí, Ray se detuvo a poco menos de tres metros de su oponente, quien viéndose desprovisto de la intención ofensiva que alimentaba su ataque, se quedó parado como lo que era. A salvo por el momento, el Jolteon cerró los ojos para hacer una plegaria, generando un sinnúmero de pequeños e intensos brillos dorados que no tardaron en precipitarse a tierra, sin ser afectados por la tempestad de arena.

            —Lo he subestimado —admitió mentalmente Obsidian, admirado de que el chico se hubiese percatado de la truculenta naturaleza del Golpe Bajo, a pesar de no haberlo reconocido la vez anterior—. ¡Puño Drenaje! —ordenó, queriendo apelar aún al cuerpo a cuerpo.
            —¡Que no te alcance, Ray! —indicó Danot de inmediato, queriendo llevar a cabo la segunda parte de su plan.

            Mostrando de nuevo sus excelentes reflejos, Ray evitó el fuerte puñetazo rodeado de aura absorbente, pero Cacturne no se dio por vencido e intentó propinarle una serie de ellos desde todos los ángulos posibles. Sin embargo, ninguno pudo tocar al Jolteon gracias a los oportunos saltos y giros que daba, si bien la tormenta seguía lastimándole sin misericordia.

            Pasó cerca de un minuto en el que se mantuvieron así, tras el cual se dieron tres hechos que decidirían el resultado de la batalla: primero, la remisión de la Tormenta de Arena, lo cual dejó a ambos Pokémon visibles para todos los presentes; segundo, el regreso de Cacturne a su tamaño normal, con lo cual perdió el poderío físico y especial con el que amenazaba a su oponente; tercero, un brillo dorado que envolvió al Jolteon, restaurando su energía y curando la mayoría de sus heridas. Obsidian, sorprendido por esa confluencia de eventos, se negó a atribuirlo a una casualidad, como había hecho durante su primera batalla con Danot. Sonrió, satisfecho. El combate sería mucho más desafiante de lo que había pensado en un principio.

            —¡Doble Rayo! —mandó Danot de inmediato, queriendo derrotar cuanto antes al Pokémon de Obsidian.

            Éste se mantuvo en silencio, sin dar órdenes a su Cacturne, quien con esfuerzo se lanzó por enésima vez sobre su antagonista, con ambos brazos llenos de una brillante aura verde. Lo hizo incluso cuando le vio disparar el rayo bicolor desde su boca, el cual le impactó de lleno en el pecho. A pesar de la intensa quemazón en esa zona, el cactus no cejó en su ahínco de avanzar y darle un puñetazo, poniendo todo de sí en ello. Fue tal su determinación que finalmente pudo alcanzarle… justo antes de caer debilitado.

            Obsidian no tardó en retirar al cactus y liberar a su reemplazo, mientras Ray hacía buen uso de ese tiempo para conjurar otro Deseo por orden de Danot, a quien se había acercado tras su victoria. El chico agradeció haber sido cauto, pues su nuevo oponente era todavía más temible que Cacturne, a pesar de ser apenas más alto. El monstruoso escorpión de cuerpo segmentado vio con desdén a su próxima víctima, pensando en arrancarle la carne con sus masivas mandíbulas, romperle las patas con sus poderosas pinzas o aplastarle el cráneo con su alargada cola, si es que acaso Obsidian quería que fuese rápido. En caso contrario, le haría sufrir lentamente con sus potentes toxinas.

            —Terremoto —indicó Obsidian con calma, tras haber echado un vistazo al techo de la bóveda.
            —¡Salta y Rayo! —contraatacó Danot de inmediato; si ese Drapion era tan fuerte como parecía, Ray difícilmente podría resistir un ataque como ese.

            Resignado a no poder empezar con sus mejores armas, el escorpión púrpura causó un fuerte sismo al golpear el suelo con dos de sus cuatro patas articuladas. Sintiéndolo venir, Ray dio un salto en el momento adecuado y, ya en el aire, se dispuso a disparar su ataque eléctrico; sin embargo, una enorme estalactita cayó entre ambos y le sirvió a Drapion como escudo. Instintivamente, Danot alzó la mirada para ver el techo, lleno de afilados picos de roca… ¡y uno iba a caer sobre él! Saltó de inmediato hacia un lado, justo antes de que éste se clavase ahí donde había estado de pie. Pasado ese susto de muerte, centró su atención en el área debatalla, sembrada de varias estalactitas que limitaban la movilidad de Ray, quien a falta de órdenes buscaba un punto idóneo para contraatacar. Drapion no se lo ponía nada fácil, al emplear su peculiar anatomía para atacar con sus pinzas cubiertas de energía oscura o con su cola brillando de color morado desde el suelo o subiéndose a los trozos de roca. A pesar de ese asedio, el Jolteon eludía los ataques mientras respondía con descargas que tampoco alcanzaban a su blanco.

            —¡Ataque Rápido! —ordenó Danot al reincorporarse en la batalla, con una idea de cómo ganar una ventaja importante contra ese oponente.
            —Tajo Umbrío —contraatacó Obsidian, tranquilo a pesar de tener una estalactita de más de medio metro clavada a apenas cuatro palmos a su izquierda.

            Drapion alzó sus pinzas que brillaban de color negro, y se preparó para recibir a su oponente. Éste siguió adelante a pesar del riesgo, con suficiente velocidad y habilidad para evitar esos peligrosos apéndices y golpearle en un lado, pasando de largo a causa de la anatomía del escorpión. No le había lastimado mucho, pero no importaba, porque Ray ya había logrado lo que Danot quería: situarse a la espalda de Drapion y atacarlo contundentemente desde un punto ciego.

            —¡Rayo! —ordenó enseguida, no queriendo dar a Obsidian tiempo para reaccionar.

            Apretando los dientes, Ray se apresuró en desplegar su ataque eléctrico hacia el desprevenido escorpión… cuya achatada cabeza giró ciento ochenta grados, para su gran sorpresa. Drapion aprovechó tal distracción para golpearlo duramente con su cola destellante de color morado, presionándole contra el suelo. No obstante, ello no bastó para detener el ataque eléctrico, el cual le lastimó moderadamente.

            —Sujétalo y usa Colmillo Hielo —ordenó fríamente Obsidian, del mismo modo que veía la situación.
            —¡Ray! —le llamó un preocupado Danot, intentando encontrar una manera de que su Pokémon pudiese escapar a pesar del daño recibido.

            El Jolteon sentía que el mundo le había caído encima, y no era para menos, dada la fuerza que Drapion ejercía sobre él con su cola, la cual no tardó en ser acompañada por la presión de sus pinzas en el cuello y una de sus patas traseras, en una demostración de su asombrosa flexibilidad. Ray intentó zafarse pero sólo pudo patear el aire, incluso cuando su oponente retiró la cola y lo alzó con facilidad, tras lo cual le hincó con saña sus colmillos recubiertos de hielo, para pasmo de Danot.

            —¡Deja salir toda tu electricidad! —exclamó apresuradamente, queriendo obligar a Drapion a soltarle.

            Sabiéndose cerca del límite de sus fuerzas, Ray se dispuso a cumplir dicha orden a la brevedad posible, a lo que Obsidian respondió ordenando a Drapion que dejase de sujetarle con las pinzas; con ello, la relativamente débil descarga no pudo superar la poca conductividad del hielo que había cubierto la mitad derecha del maltrecho Jolteon. En un acto de arrogancia, el escorpión giró intempestivamente su cabeza y aprovechó el impulso para arrojar a su congelado y derrotado oponente a los pies de Danot.

            —Ray… —el chico se hincó ante él y retiró como pudo el hielo pegado a su piel, sin importarle la incómoda sensación de humedad que empezaba a llenar sus guantes.

            Inconmovible ante tal escena, Drapion se dispuso a abalanzarse sobre ambos en el acto, pero al girarse para pedir permiso a Obsidian, se halló con una mirada seria y un gesto de mano que le indicaba no moverse. No pensaba romper la única regla implícita de ese combate: no atacar al Entrenador contrario; de otro modo, su victoria no tendría el efecto deseado. Además, aunque no dejase verlo, entendía la preocupación del chico y no quería hacerle experimentar lo que significaba enfrentarse a alguien a muerte… a menos que él le obligase a hacerlo.

            Con esfuerzo y las manos entumecidas por el frío, Danot finalmente pudo quitar el hielo que cubría el frágil cuerpo de Ray, y tras una última caricia en la frente, lo guardó en su Poké Ball. Se levantó y dirigió una mirada molesta hacia sus oponentes, sólo para darse cuenta de que Drapion estaba reprimiendo sus ansias asesinas, como dejaba ver el irregular movimiento de sus pinzas y cola. Fue entonces que entendió que, a pesar de la violencia empleada, Obsidian estaba respetando no sólo las reglas del combate, sino también su vida.

            —Sigamos —dijo Danot mientras relajaba su expresión, si bien se mantuvo serio y enfocado en el reto que tenía por delante.

            Sin demora, liberó a una salamandra celeste de apariencia despreocupada, la cual contrastaba mucho con la de su contrincante, quizá porque era igual de alta. O porque se sentía segura por la ventaja de tipo que tenía, o sencillamente porque era su forma de ser.

            —¡Salma, Disparo Lodo! —ordenó Danot, apelando a la ventaja de tipo.
            —Evádelo y Afilagarras —pidió tranquilamente Obsidian, sabiendo bien que la piel viscosa de los Quagsire les daba cierto grado de protección ante los ataques físicos.

            Abriendo su gran boca, Salma expelió una andanada de glutinosos chorros de lodo hacia Drapion, quien ni corto ni perezoso comenzó a moverse por el campo lleno de estalactitas que empleó de escudos. Así, aprovechó cada momento posible para frotar entre sí sus pinzas, con lo que sus músculos se tensaron notablemente, a la vez que la percepción de sus alrededores se hacía más clara. Sólo le faltaba encontrar el instante adecuado para contraatacar, y éste se dio cuando Salma tuvo que tomar aire tras esa seguidilla de ataques.

            —¡Tajo Umbrío! —exclamó súbitamente Obsidian al dejarse llevar por la emoción del combate, para luego recuperar su compostura; eran raras las ocasiones en las que podía permitirse esos arrebatos de disfrute y pensaba aprovechar ésta, sin olvidar cuál era el objetivo de esa batalla.
            —¡! —Danot habría reído distendidamente por esto si la situación no hubiese sido tan seria; en cierta forma le tranquilizaba que su oponente pudiese apasionarse así por un combate, pero no podía confiarse en lo absoluto—. ¡Agua Lodosa! —contraatacó.

            Drapion se lanzó en pos de Salma con sus pinzas cubiertas de energía oscura, listo para partirla en dos si se daba la oportunidad. Sin embargo, no esperó encontrarse con una pared de agua lodosa que su oponente generó rápidamente en torno a sí misma, con lo que fue expulsado hacia atrás con relativa facilidad. Los trozos de roca que aún quedaban de pie en el área de combate no tardaron en correr la misma suerte.

            —Colmillo Hielo —indicó Obsidian, tranquilo a pesar de ese revés.
            —¡Rayo de Hielo a las patas! —reaccionó Danot, mostrándose más apasionado por la batalla que su antagonista, quizá con la remota esperanza de convencerlo de dejarle ir sin más.

            Ambos habían tenido la misma idea. Gracias al frío ambiental, los ataques de hielo tardaron poco en formarse, pues la bóveda ya había recuperado su temperatura usual. Así, Salma disparó su fino rayo congelante, pero Drapion lo evitó con un increíblemente coordinado movimiento de patas, lanzándose sobre ella con las fauces abiertas. Si bien su percepción de los alrededores había regresado a la normalidad, no tendría ningún problema en cogerla y ocasionarle tanto daño como quisiese.

            —¡Golpe de Cuerpo! —mandó inmediatamente Danot, queriendo aprovechar la cercanía que el Pokémon siniestro había propiciado.

            Lenta pero segura, Salma se lanzó al encuentro de su contrincante y le golpeó con dureza el tórax mientras extendía sus cortas extremidades, obligándolo a retroceder varios centímetros antes de que éste le clavase sus fauces llenas de cristales de hielo en el hombro derecho. Los pequeños ojos negros de la salamandra se achicaron más aún cuando un dolor frío y punzante empezó a expandirse por su torso. Habría querido usar su maniobra defensiva anterior, pero si Danot no la había ordenado era por temor a que acabase encerrada en una prisión de hielo generada por la interacción entre el Agua Lodosa y el Colmillo Hielo. Sin embargo, ésta no era el único recurso con el que Salma contaba, como demostró al girar a pesar del dolor para golpear fuertemente a su contrincante con su gruesa cola. Necesitó tres impactos para que Drapion le soltase y se alejase en el acto, preparándose para contraatacar.

            —Cola Veneno —ordenó Obsidian, con una idea clara de cómo lidiar con Salma tras haber analizado la situación.
            —¡Bostezo! —indicó Danot, mientras Drapion volteaba para volver a atacar.
            —¡Mofa! —reaccionó inmediatamente ante ese movimiento sorpresivo, dejándose llevar nuevamente por la emoción del combate.

            Salma expelió tan rápidamente como pudo una burbuja rosada algo más grande que su cabeza hacia el escorpión, quien aprovechando su ataque venenoso la reventó con un tajo diagonal de su cola. Acto seguido, se situó en el rango visual de la anfibia y le mostró una expresión burlesca, a la vez que sus ojos se iluminaban de un siniestro fulgor negro y le hacía un irrespetuoso gesto con las pinzas. Esto ocasionó un peculiar trance en Salma, obligándola a pensar sólo en atacar. El muchacho hizo una mueca de molestia ante la inhabilitación de sus técnicas indirectas, pero pareció recuperar su buen talante al notar algo que podría inclinar la balanza a su favor.

            —¡Rayo de Hielo! —indicó seguidamente, queriendo pillar a Drapion desprevenido.
            —Cola Veneno —ordenó Obsidian, extrañado ante ese cambio de humor del chico.

            Salma abrió rápidamente su boca y desplegó una serie de finos rayos congelantes que su oponente esquivó con facilidad, mientras su alargada cola empezaba a brillar de color morado. Le bastó un hábil giro para dirigir un fuerte azote de ésta hacia la anfibia, quien por orden de su Entrenador volvió a generar un muro de agua lodosa en torno a sí misma, bloqueando así ese ataque. Tal y como Obsidian había anticipado.

            —Acua Cola —mandó sin pestañear, dando paso a la segunda etapa de su plan.
            —¿Pero qué? —Danot intentó ocultar su sorpresa ante ese cambio de ataque, más que nada porque le resultaba demasiado conveniente; había aprendido por las malas que con Obsidian nada podía darse por seguro.

            Pensando que por fin podría aplastar a su oponente, Drapion alejó un poco su cola mientras ésta se rodeaba de una vertiginosa espiral de agua, producida al condensar la humedad ambiental. Así, asestó sin piedad un golpe descendente capaz de partir roca sólida. Para su sorpresa, su ataque fue detenido por una fuerza invisible justo cuando acababa de superar la protección que era el Agua Lodosa de Salma. Acto seguido, todo ese líquido fue rápidamente absorbido por la piel de la salamandra, restaurándose así buena parte de su vitalidad, como demostraba su expresión serena.

            —Aléjate y Afilagarras —fue la reacción de Obsidian ante su error, a pesar del cual se mantenía bastante tranquilo.
            —¡No lo dejes! ¡Disparo Lodo! —ordenó Danot, queriendo presionar mucho más a su oponente, tan afanosamente que no reparó en la confiada expresión de éste.

            Valiéndose de la nimia distancia entre ambos, Salma expelió un grueso chorro de lodo que golpeó al escorpión en el tórax y lo empujó varios metros, dañándole de modo apreciable.

            —¡Rayo de Hielo a las patas! —siguió decidido, sin querer darle oportunidad de recuperarse.

            Incansable, Salma liberó en sucesión dicho ataque, tan rápidamente como le fue posible, pero esto no bastó para alcanzar al escurridizo escorpión. Al no recibir nuevas órdenes, éste volvió a frotar entre sí sus pinzas para ganar en poco tiempo un masivo incremento de fuerza física y precisión. Creyó que con eso bastaría para derrotar a su irritante antagonista; no podía soportar aquella expresión tan carente de preocupación o miedo hacia su presencia.

            Su gran oportunidad llegó cuando Salma se detuvo súbitamente y empezó a toser, para sorpresa de Danot. Éste dirigió rápidamente la mirada hacia Obsidian, quien no se molestó en ocultar su satisfacción ante el éxito de su estrategia previa. Fue entonces que el chico entendió lo ocurrido: el Agua Lodosa había disuelto las toxinas de la Cola Veneno, y el posterior uso de la Acua Cola causó que Salma absorbiese toda esa agua envenenada, que si bien al principio restauró su vitalidad, fue mermándola poco a poco. No pudo evitar preguntarse qué habría ocurrido si Salma hubiese tenido una habilidad distinta a Absorbe Agua, pero supuso que Obsidian ya había previsto tal posibilidad.

            —Acábala con Tajo Umbrío —indicó, impasible; esperaba que tal demostración de fuerza dejase vulnerable a su oponente durante el resto del combate.

            Incapaz de contenerse más, Drapion se lanzó en pos de la afligida anfibia mientras sus pinzas se llenaban de un siniestro brillo negro. Tal era su impaciencia que no dudó en hacerlo a toda velocidad… demasiada, pensó Obsidian poco antes de verle resbalar estrepitosamente. Fue recién entonces que se percató de que el suelo entre Danot y él estaba cubierto por una capa de hielo que había propiciado el tropiezo del confiado escorpión, quien se dirigía sin control hacia su oponente. En menos de un parpadeo, se había convertido en la presa de ésta.

            —¡Terremoto! —ordenó inmediatamente Danot, devolviendo a Obsidian la mirada de satisfacción que éste le había dedicado previamente.

            A pesar de sentir cómo el veneno le quemaba las entrañas, Salma acopió lo que le quedaba de fuerza para dar un fuerte pisotón y generar un potente sismo que dañó de forma considerable a Drapion. Al borde de la inconsciencia, éste intentó reincorporarse y contraatacar, pero un rápido chorro de lodo directo a la cara acabó por debilitarle. Sin inmutarse, Obsidian lo regresó a su Poké Ball.

            Ruby no pudo evitar sobresaltarse al ver a Drapion ser arrastrado hasta los pies de su superior. «No seas tonta, él no perderá», se dijo a sí misma con tono reprensivo; esa noción fue reforzada al verle coger una Poké Ball negra y amarilla en la parte superior, una Ultra Ball. El chico había resultado más hábil de lo que pensaba en un principio, por lo que Obsidian había decidido emplear su mejor baza. Bastó un elegante movimiento de muñeca para que esa esfera aterrizase y se abriese en el único hueco en medio de la capa de hielo entre ambos Entrenadores. Una figura cuadrúpeda tomó forma delante de Danot y Salma, una que se les hacía muy familiar: cuerpo esbelto, patas delgadas y musculosas, fuertes mandíbulas y gruesos cuernos que se curvaban hasta casi alcanzar su espalda. El Houndoom les dirigió una mirada amenazante y seria, sabiendo que si su compañero lo había escogido era porque esos dos le estaban dando problemas. Sonrió, divertido, agradecido por la confianza que Obsidian siempre depositaba en él, en las buenas y, sobre todo, en las malas.

            Danot no pudo ver sin extrañeza al can, preguntándose por qué su oponente no había elegido a su Crawdaunt u otro Pokémon con menos desventaja; sin embargo, la enorme confianza que demostraba le hizo pensar que debía ser su as o tener algún ataque efectivo para esa situación. En cualquier caso, estaba a punto de descubrirlo.

            —Acábala ya —sentenció Obsidian, mucho más serio de lo que se había mostrado hasta entonces.

            A pesar de sentir que sus Pokémon y él se habían desempeñado estupendamente, Danot se estremeció al oír tal orden, la cual le hizo temer que Obsidian hubiese estado jugando con él, dejándole creer que tenía oportunidad de ganar. Intentó tranquilizarse buscando algo que le dijese lo contrario, y lo halló en la calma que Salma le transmitía, con lo que pudo recuperar parte de su confianza. Sólo debían derrotar a ese Houndoom para poder irse, siempre y cuando su oponente cumpliese con su parte del trato; de no ser el caso, ya encontrarían el modo de huir. Sin embargo, el corazón se le heló y toda esa confianza pareció desvanecerse cuando creyó oír el llamado de la muerte, capaz de asustar incluso a la normalmente despreocupada salamandra.

            Ese aterrador aullido precedió a una intensa aura ígnea que rodeó por completo al Houndoom de Obsidian, confiriéndole un tono ligeramente rojizo. Incapaz de identificar tal ataque, fue su gran curiosidad por éste la que le permitió sobreponerse lo suficiente como para reaccionar.

            —¡Agua Lodosa! —indicó en el acto, repitiéndose a sí mismo que ya tendría tiempo de investigar todo sobre ello después de ganar; no podía darse el lujo de distraerse en ese momento.

            A pesar de la fuerte quemazón interior, Salma saltó hacia adelante y utilizó todo su poder en generar una cortina de agua turbia en torno a sí misma, desplegándola aprisa hacia sus alrededores. Sin embargo, cuando ésta se encontraba ya a un metro del can, éste liberó una columna ígnea que fue engrosándose con cada centímetro avanzado. Así, el diámetro del Sofoco superó por mucho la altura de su contrario y lo evaporó por completo antes de seguir su curso hacia Salma, abrasándola, ante la pasmada mirada de Danot.

            Tras segundos que parecieron eternos, Houndoom cesó por fin su ataque y bajó la cabeza, jadeando levemente. Esto no le impidió esbozar una media sonrisa al ver a su víctima tendida cuán larga era sobre el suelo ya desnudo de hielo, inconsciente y con su usualmente húmeda piel muy reseca, como dejaba ver el escaso contraste entre la piel morada y la larga aleta azul que la recorría hasta llegar a la punta de su cola. Como si esto no hubiese sido prueba suficiente del poder de tal ataque, la temperatura ambiental había ascendido al punto de hacer algo incómodas las prendas de abrigo de los presentes.

            —Regresa Salma… gracias… —expresó un apesadumbrado Danot, sin terminar de recuperarse de aquel dantesco espectáculo.

            Teniéndole contra las cuerdas, Obsidian le dedicó toda su atención, preguntándose qué haría a continuación. Si realmente había quebrado su confianza, sólo le quedaba esperar su rendición o derrota, dudando que tuviese la voluntad para intentar escapar. En caso contrario, y si realmente podía fiarse de la información de la que disponía, no sería demasiado difícil someterlo.

            Danot se dio un momento para respirar hondamente e intentar recuperar la calma. Le costó, pero por fin fue capaz de hacerlo al darse cuenta de que Obsidian no se había anticipado a todas sus decisiones durante el combate. Esto no le garantizaba que fuese a ganar, pero le confirmaba que tenía una oportunidad, por lo que se aprestó a sopesar con cuidado sus opciones. Por un lado, Mizuho tenía ventaja de tipo y defensas decentes, mientras que Hellga era más ágil y contundente ofensivamente; no obstante, teniendo en cuenta lo ocurrido con Salma, se decantó por la segunda. Así, juntando cada ápice de su determinación, liberó a Hellga en el lugar que había ocupado su compañera. Fue justo entonces cuando Rock y Jade llegaron finalmente a la bóveda, sorprendiéndose ambos al ver al Houndoom de su superior, pero mucho más al ver que Ruby no estaba participando en la paliza que se imaginaban que tendría lugar ahí.

            —Subcomandante Ruby —le saludó Jade, siguiendo el protocolo; ésta asintió, pero no dijo más, observando a Hellga con detenimiento—; ¿qué está pasando? —se atrevió a preguntar con tono suave, casi sumiso.
            —¿No es obvio? El comandante quiere divertirse un poco antes de acabar con él —intervino Rock al tronarse los nudillos, siendo ésta la respuesta que más convenía a sus propios intereses.
            —No te hagas la idea equivocada; se trata de una apuesta —le cortó severamente Ruby—. Si el comandante gana, el chico se unirá a nosotros; y, en el improbable caso contrario, dejaremos que se vaya —sentenció enfáticamente, sin intención de permitir cuestionamientos hacia el criterio de su superior.

            Rock estuvo a punto de replicar por ese inesperado cambio de planes, pero por una vez fue capaz de contenerse, temeroso de otro castigo. A pesar de que ninguna opción le resultaba conveniente, supuso que lo más probable y aprovechable era una victoria de Obsidian, por lo que decidió disfrutar del espectáculo en lugar de discutir con Ruby.

            Para Hellga, encontrarse con un congénere solía ser una experiencia agradable, ya que disfrutaba compartir experiencias sobre sus compañeros, pero éste, más grande y musculoso que ella, no tenía ninguna intención amistosa. Su lenguaje corporal y sus gruñidos expresaban completa fidelidad hacia Obsidian, pero también su disposición a acabar con sus enemigos, sin importar la manera… y en ese momento, sus enemigos eran ella y Danot. Gruñó ferozmente. No iba a dejar que ninguno de ellos le tocase un solo cabello, incluso si tenía que arriesgar su propia vida o terminar con la de ellos.

            —Interesante elección —comentó Obsidian al observar esa interacción, admirado por el valor de su contrincante.

            No era para menos, pues muchos Entrenadores solían rehuir de los combates entre Pokémon de la misma especie, al sentirse presionados a demostrar que los suyos eran mejores, aunque sus compañeros no diesentanta importancia a esto. Otros, más soberbios, buscaban activamente este tipo de retos al creer en la superioridad absoluta de sus habilidades y Pokémon, lo cual resultaba en una experiencia desagradable para quienes se tomaban estas batallas con una actitud mucho más sana.

            —Entonces, acabemos con esta batalla —dijo Obsidian con una sonrisa arrogante, confiando en que su experiencia y la de su Houndoom les diesen la victoria.
            —¡Colmillo Rayo! —mandó Danot tras asentir, tomando la iniciativa.
            —Aullido —ordenó el Rocket en el acto, queriendo confirmar algo importante antes de emplear sus mejores ataques.

            Hellga se lanzó en pos de su oponente, con sus mandíbulas llenas de electricidad. Inafectada por ese Aullido, no dejó de correr a pesar de verle pisotear repetidamente el suelo y abalanzarse sobre ella cubierto de una tenue capa Ígnea que fue engrosándose a cada paso que daba. La colisión entre ambos fue estrepitosa… o lo habría sido si el Houndoom macho no hubiese sido detenido por una fuerza invisible que absorbió todo el fuego que le rodeaba. Aprovechando su cercanía, Hellga intentó asestarle una fuerte mordida en el cuello que éste evitó por los pelos, respondiendo en el acto con un golpe de su cola rígida y brillando de color metálico en el lado izquierdo, dañándole un poco.

            —Espero que el Houndoom del comandante destroce a esa odiosa perra —espetó Jade, todavía enojada por lo ocurrido en la primera cámara.
            —¡Ja ja, ni lo dudes! ¡Esa inútil no tiene nada qué hacer contra el Houndoom del comandante! ¡Basta con ver la diferencia de tamaño para saber quién ganará! —afirmó categóricamente Rock, creyendo saber del tema.
            —El resultado de este tipo de batallas se decide por la habilidad de Entrenadores y Pokémon, no por el tamaño —pensó Ruby, perpleja ante tamaña falta de perspectiva; le habría corregido de no ser porque le creía incapaz de comprender la situación real.
            —Ahora imagina que no gane —comentó una maliciosa Jade, mientras observaba cómo Hellga eludía por muy poco las Colas Férreas y Colmillos Rayos de su oponente.
            —No perderá… no puede perder... —contestó Rock, cada vez menos seguro de ello; su codicia le iba empujando cada vez más a actuar en contra de los deseos de Obsidian, a pesar de su temor por otro castigo económico.
            —El comandante Obsidian no perderá, así que cállense y asuman sus posiciones, que no les he dado permiso para descansar —les regañó Ruby, encontrando molesta esa falta de fe—; espero que el chico sea mejor subordinado que ustedes —dijo para sí misma, mientras dejaba ver una sonrisa que sorprendió mucho a los soldados Rocket, acostumbrados a su semblante eternamente serio.

            Mientras tanto, los Houndoom intercambiaban dentelladas llenas de electricidad o energía siniestra sin éxito, al ser ambos muy ágiles. Las expresiones de sus respectivos Entrenadores, no obstante, eran muy distintas: Danot se sentía presionado tras haber notado la presencia de los otros dos Rockets, en tanto Obsidian se mantenía tranquilo a pesar de esa aparente igualdad de habilidad y velocidad… por lo que creyó que ya era hora de atacar en serio.

            —Aullido y Finta —ordenó, sabiéndose dueño de la situación.
            —¡No lo dejes! ¡Mofa y Colmillo Rayo! —indicó Danot, dando inicio a su estrategia de restringir todavía más los ataques del otro Houndoom.

            Anticipándose a tal intención, el Houndoom Rocket aulló fieramente justo antes de que Hellga empezase a ladrar provocadoramente y con los ojos llenos de un siniestro fulgor negro. Con los músculos mucho más abultados que antes, el can se concentró en su oponente mientras ésta se acercaba con las mandíbulas llenas de electricidad. En el instante menos esperado, pareció desvanecerse en el aire para reaparecer después por su flanco derecho y golpearle en el torso con un rápido cabezazo.

            A pesar del fuerte golpe, Hellga se reincorporó enseguida y esbozó una confiada sonrisa, dando a entender que podía aguantar mucho más. No era un comportamiento usual en ella pero, dadas las circunstancias y la táctica que creía que Danot iba a usar, debía provocarlo lo más posible, aun si estaba bajo el efecto de la Mofa. A pesar de su considerable orgullo, el Houndoom macho contuvo su deseo de lanzarse en pos de ella, aguardando las instrucciones de su humano.

            —¡Colmillo Rayo! —ordenó Obsidian, confiando en que los aumentos de fuerza de su Pokémon bastasen para doblegar a su semejante.
            —Hellga, deja que vaya a ti —indicó prestamente Danot, para gran sorpresa de los Rockets.

            Viendo su sospecha confirmada, Hellga apretó con fuerza sus patas contra el suelo y esperó a su oponente, sin moverse ni mostrarse intimidada. Obsidian sabía que ese par planeaba algo, pero no lograba dilucidar el qué, a pesar de su mayor experiencia. «No es que importe mucho», pensó al decidir arriesgarse a descubrirlo, ya que había entrenado a su Pokémon para dar siempre al menos un golpe con su Cola Férrea si sus contrincantes eludían alguno de sus ataques de corto alcance, quitándoles el intervalo necesario para contraatacar (como Hellga y Danot habían comprobado al principio de esa ronda). Fue muy tarde cuando se dio cuenta de la razón real.

            El Houndoom Rocket saltó con las fauces abiertas, listo para lacerar la garganta de su víctima, pues no era más que esto: otra de las tantas víctimas que había tomado y pensaba seguir tomando en su afán de seguir la senda que Obsidian recorría. Ninguno de ellos la disfrutaba, pero no podía ni quería dejarle solo. Él no lo hizo, aun cuando los mejores médicos del Equipo Rocket aseguraban que no volvería a luchar nunca más en su vida… ¡aún recordaba sus caras de asombro al verlo hacer trizas a un Golem meses después!

            Para su sorpresa y la de Obsidian, Hellga se quedó quieta aun cuando los colmillos electrificados del primero hicieron contacto con su garganta, y finalmente entendió la razón cuando se vio paralizado por una fuerza invisible. Poco después, sintió cómo ésta le lanzaba en la dirección contraria, más fuertemente que la presión que había ejercido con su ataque. Bastante dañado, aterrizó bruscamente a varios metros de su oponente, quien tampoco había salido ilesa de ello: sus músculos habían quedado entumecidos tras recibir ese feroz Colmillo Rayo.

            —Ingenioso, pero dudo que tu Pokémon pueda repetirlo en ese estado —comentó ufanamente Obsidian, mientras su can se levantaba—. Finta —ordenó prestamente, al saber ya a qué se enfrentaba.
            —¡Contraataque! —mandó rápidamente Danot, consciente de que Hellga no podría esquivar aquello.

            Apretando los dientes con fuerza, Hellga ignoró los intensos calambres y punzadas que le afligían para no desplomarse. Su congénere, teniéndola indefensa, se lanzó a la carrera prestamente y, como una exhalación, desapareció de su campo visual para reaparecer por la derecha, luego por la izquierda y finalmente por delante, dañándole moderadamente con cada golpe. Sin embargo, la parálisis impidió cualquier reacción por parte de Hellga, quien impotente sentía cómo su vitalidad decrecía gradualmente con los precisos ataques de su contrincante.

            Danot apretó los puños y empezó a animar a Hellga a toda voz mientras intentaba hallar una manera de ayudarle, deseando con todo su ser poder hacer algo más. Nunca supo si fue su deseo, la suerte o ambos, pero su Pokémon dejó escapar un gran gruñido mientras superaba por apenas un instante la parálisis y, para sorpresa de su confiado contrincante, detener de golpe su Finta antes de lanzarlo violentamente en dirección opuesta, tras lo cual cayó pesadamente al suelo, jadeando de cansancio y dolor. Sin embargo, no se podía permitir desfallecer en ese momento, por lo que se reincorporó lentamente, respirando con dificultad y con sus patas temblando por el gran esfuerzo que ello le suponía. Tenía la vista nublada, tanto que le costó ver que su antagonista ya se había levantado, esperando la orden para darle el golpe final. Para su sorpresa y la de Danot, lo único que escucharon de Obsidian fue una serie de sonoros aplausos.

            —Has luchado mejor de lo que esperaba, ¿pero no crees que ya es suficiente? —inquirió Obsidian, sabiendo que Hellga no podría resistir otro ataque así, en un intento “suave” de someterle—; ríndete ahora y no lastimaré más a tu Pokémon —ofreció sinceramente, si bien con un marcado dejo de superioridad.
            —¿Hellga? —preguntó Danot, aparentemente ignorando a su contrincante; obtuvo como respuesta un débil pero decidido ladrido—. Ya la has escuchado —le dijo con aire desafiante, a pesar de lo adverso de la situación.
            —Como desees —contestó Obsidian, nada impresionado ante tal demostración—; Golpe Bajo —ordenó seguidamente, anticipándose a la necesidad de su rival de atacar directamente para ganar.
            —¡Hellga, ya sabes qué hacer! —exclamó éste con determinación, tan dispuesto como su Pokémon a poner todo de sí en ese último y decisivo ataque.

            El Houndoom de Obsidian se agazapó de inmediato, fijando todos sus sentidos en su congénere, buscando la más mínima intención de atacarle directamente. Y se lanzó sobre ella apenas la detectó, rodeándose de una intensa aura oscura. A pesar del dolor, su contendiente también comenzó a avanzar, más lentamente pero igual de decidida, mientras diminutas chispas rojizas recorrían su ahora desaliñado pelaje.

            Al ver esto, Jade contuvo el aliento. Rock apretó los puños, expectante, y profirió un eufórico grito al ver que el otro perro se movía más rápido y con más fuerza. Ruby se extrañó al notar la tranquilidad del chico, preguntándose qué clase de ataque le daba tal confianza en su Pokémon, pese a su lamentable estado. Obsidian se mantuvo serio, incluso cuando todo parecía desarrollarse a su favor. Y fue entonces cuando un intenso brillo rojizo envolvió completamente a Hellga, cuando faltaban casi dos metros para la colisión. Danot sonrió ampliamente. La victoria estaba a su alcance.

            Por primera vez en la batalla, el Houndoom Rocket sintió miedo. Miedo de una rival que, a pesar de haberle dado alguna sorpresa, había dominado a sus anchas hasta ese momento. A pesar de ello, siguió avanzando raudamente para hacerle sentir todo su poder, incluso si salía lastimado en el proceso. Podría soportar mejor una herida o un hueso roto que defraudar la confianza de Obsidian. Se lo debía y no pensaba fallarle.

            El choque frontal entre ambos perros fue brutal, pero ninguno de los presentes osó apartar la mirada. Cabezas en contacto, ambos pugnaron con violencia, impulsados por sus sentimientos hacia sus respectivos compañeros. El deseo de proteger a toda costa contra el deseo de seguir fielmente el camino de su Entrenador. Lealtad contra lealtad, tan similares a pesar de sus muy diferentes circunstancias que, por sí mismas, parecían incapaces de decidir el resultado del enfrentamiento.

            Finalmente, fue la ventaja de tipo la que se impuso. Incapaz de resistir mucho más, el can Rocket se vio arrollado por la demoledora fuerza de la Inversión de Hellga. Así, con los cuernos prácticamente empotrados en su torso, ésta le arrastró varios metros hasta que ambos terminaron impactándose contra el muro de roca próximo a Obsidian. Los demás Rockets observaban la escena con incredulidad.

            —¡Hellga! —le llamó Danot, temiendo que se hubiese lastimado gravemente en su empeño por protegerle.
            —¡Houndoom! —Obsidian hizo lo propio, más preocupado por su propio Pokémon que por el resultado de la contienda.

            La atención de los presentes se centró en los dos Pokémon empotrados en la pared de roca, inmóviles como ésta y sin dar señales de haber escuchado el llamado de sus Entrenadores. Nadie se atrevió a decir más, esperando a ver qué ocurría.

            Finalmente, el tenso silencio en la bóveda fue roto por el leve sonido del cuerpo de uno de los perros al deslizarse por la pared de roca y acabar tendido en suelo, fuera de combate. Con la cabeza muy adolorida por el duro golpe, agudas punzadas en todo el cuerpo y una pronunciada cojera al andar, Hellga se separó de su noqueado congénere y regresó a duras penas con su Entrenador, sólo para caer a sus pies, extenuada pero satisfecha por haber podido protegerle, incluso a ese costo.

            —Gracias amiga… de verdad, gracias —expresó sentidamente Danot, arrodillado a su lado y acariciándole la cabeza con cariño, sin prestar atención a los Rockets.

            Imperturbable ante la derrota, Obsidian devolvió a Houndoom a su Ultra Ball tras agradecer su esfuerzo en pensamientos. Luego, dirigió la mirada hacia sus subalternos, quienes aún no asimilaban que hubiese sido vencido por un Entrenador cualquiera.

            —¡¡¡Nos marchamos, ya!!! —exclamó súbitamente, para sacarles de su estupor.

            Sin perder más tiempo, Ruby guardó a Dustox y Drifblim y se apresuró en dejar la bóveda, al igual que Jade y Rock; éste último levantó a regañadientes la lámpara y la llevó hasta la salida, donde esperó a Obsidian. Sabía que si no hacía algo, se quedaría sin ningún beneficio, por lo que debía actuar antes de que fuese demasiado tarde.

            —Como prometí, te dejaremos en paz por esta vez —expresó Obsidian, tranquilo y serio; le molestaba haber perdido pero, a la vez, le alegraba no haberse equivocado en cuanto a sus expectativas sobre Danot—; sin embargo, será mejor que no interfieras de nuevo con el Equipo Rocket, porque podrías no volver a tener tanta suerte como hoy —advirtió con semblante sombrío, queriendo dejarle claro que lo ocurrido había sido una excepción.
            —¡Señor, con el debido respeto, no puede dejarlo así! —intervino Rock, procurando ser lo más diplomático posible (¡un gran logro, dado su carácter conflictivo!)
            —¿Y eso por qué, Rock? ¿Qué puede ser lo suficientemente importante como para incumplir con mi palabra? —preguntó Obsidian con tono condescendiente.

            El aludido se vio en un gran aprieto. Sabía que su superior desconfiaba de él y que si no hilaba fino, no ganaría nada de esa situación. Se dio un momento para pensar una respuesta adecuada, el cual se le hizo eterno. Danot sólo podía observar la escena con inquietud, sintiéndose levemente aliviado ante la disposición de Obsidian de cumplir lo acordado. A pesar de esto último, se mantuvo alerta, mientras cogía una Poké Ball del lado izquierdo de su cinturón.

            —Porque no obt… —Rock carraspeó levemente, queriendo disimular lo que podría haber sido un error fatal—; porque el equipo no obtendrá ningún beneficio si no nos quedamos con los Pokémon del chico —argumentó por fin, si bien sus ojos dejaban ver un claro brillo de avaricia.
            —Porque eso sería traicionar al equipo —contestó Obsidian, con tranquilidad, a lo que su subordinado afirmó con vehemencia, creyendo que había logrado lo que quería—; si esa hubiera sido tu respuesta, podría haberlo considerado; veo que aún no has aprendido nada de tu error —añadió con mirada fría, sabiendo de sobra sus intenciones reales, tras lo cual le dio la espalda y se dispuso a dejar el lugar.

            Rock, quien había pasado por una montaña rusa de emociones desde su llegada a la bóveda, no pudo más con ello. Lleno de frustración y desesperación ante la pérdida de su ansiado premio, se aprestó a abalanzarse sobre Danot para tomar sus Pokémon por la fuerza. Sin embargo, antes de que éste pudiese reaccionar, una figura conocida se cernió por detrás del soldado Rocket y le derribó de un certero golpe de tenaza en la espalda.

            —Gracias, Crawdaunt; ahora coge a esa basura y llévala fuera —le pidió Obsidian, tras lo cual cogió la lámpara halógena que aún iluminaba el lugar y empezó a caminar.

            Atónito ante tamaña demostración de autoridad, Danot vio cómo la langosta cogía a Rock del tobillo y le arrastraba sin mucha delicadeza hasta la salida, siguiendo a su Entrenador. De alguna manera, sintió que quizá sería mejor que todos ellos se alejasen antes de marcharse, por si acaso.

            La ira era lo único que había evitado que Rock cayese inconsciente, pero sabía que esto no le daría tiempo suficiente para encargarse de los dos culpables de su fracaso. Además, enfrentar abiertamente a Obsidian podría dar a este un magnífico pretexto para eliminarlo, por lo que sólo le quedaba lastimar su maldito orgullo. Así, cogió con dificultad una Poké Ball de la que liberó a su fiero Graveler, justo cuando atravesaba la salida. Al ver esto, Danot reaccionó de inmediato e hizo lo mismo con la que tenía en la mano.

            —Explosión —ordenó, casi murmuró Rock con sus últimas fuerzas, esbozando una retorcida sonrisa justo antes de caer inconsciente.

            Sin cuestionar tal orden, el Pokémon rocoso acopió casi toda su energía interna en la superficie de su cuerpo, rodeándose de un intenso brillo dorado. Sonrió con maldad justo antes de liberarla de golpe, produciendo un estallido que sólo Danot vio venir.

            Un gran estruendo se dejó sentir en las montañas al norte de Fusube. Todos los Rockets habían sido empujados violentamente a varios metros de la salida del Camino de Hielo, quedando cubiertos de pequeñas piedras y polvo gris. Obsidian fue el primero en reincorporarse, a pesar de que sus oídos aún retumbaban y la cabeza le dolía lo que no estaba escrito. Cuando por fin recuperó el equilibrio, se aprestó a verificar el estado de sus subordinados y Pokémon, empezando por Ruby, quien reaccionó en el acto al oír su voz. Crawdaunt y Jade también reaccionaron rápidamente, para su tranquilidad. Tras cerciorarse del estado de Rock, averiguaría qué había pasado y, si era posible, hallaría al culpable de ello. Se aproximó a su subordinado y le llamó a toda voz, pero al no obtener respuesta, le zarandeó también, con el mismo resultado. Preocupado, se dispuso a tomarle el pulso, pero al cogerle de la muñeca, vio que éste aún sujetaba con fuerza una Poké Ball. Su desconcierto se tornó en ira al girar la mirada hacia la entrada de la bóveda, en ese momento bloqueada por toneladas de roca y fango, de los cuales sobresalía un brazo rocoso que reconoció enseguida. Tomó la Poké Ball y comprobó que se trataba del Pokémon de Rock al ser capaz de guardarle en ésta, mientras Ruby y Jade observaban la escena con expresiones muy distintas.

            —Ruby, prepara el helicóptero —indicó a su incrédula subalterna, quien asintió de inmediato; había entendido la ocurrido enseguida y sabía que Obsidian estaba furioso, pero aún no podía creer que Rock se hubiese atrevido a semejante cosa.
            —Rock, eres un idiota —pensó agriamente Jade, habiendo sabido desde el inicio que el aludido había sido el responsable; de los presentes, era quien le conocía mejor.
            —¡Crawdaunt, Jade! —les llamó Obsidian con tono de voz grave y mirada sombría; la segunda temió por su compañero al ver a la langosta acercarse con las pinzas en alto, como si supiese algo que ella no—. Crawdaunt, lleva a esta basura al helicóptero y asegúrate de que Jade lo deje bien atado —ordenó severamente, sospechando también de ella.

            Jade entendió el mensaje y siguió a Crawdaunt, quien volvió a arrastrar con poco cuidado al inconsciente Rock. Por más que le pesase, no iba a arriesgarse a recibir un castigo por la idiotez de éste, pues aún necesitaba al Equipo Rocket para conseguir lo que quería. Fuese cual fuese el destino final de su compañero, no era problema suyo.

            Mientras tanto, Obsidian se había girado hacia la bloqueada salida del Camino de Hielo, preguntándose qué había ocurrido con Danot, si acaso estaba herido o si podría salir de ahí antes de que fuese demasiado tarde. No podía hacer por él más de lo que ya había hecho sin traicionar al Equipo Rocket, por lo que dio media vuelta y, a paso lento, se dirigió hacia el vehículo que le esperaba.

            Con el cabello revuelto por el giro de las aspas, Obsidian subió al sujetarse de la baranda y dejó la lámpara apagada a un lado tras comprobar que Rock estaba atado de manos y pies. Dirigió una última mirada hacia el derrumbe antes de cerrar la puerta y situarse en el asiento del copiloto, deseando que de alguna manera pudiese volver a enfrentar a Danot, mientras el helicóptero alzaba el vuelo.

            La situación no era distinta dentro de la bóveda: la salida estaba bloqueada por una gran pila de rocas y tierra que había llegado a varios metros dentro de la misma; entre los escombros más lejanos asomaba apenas un brillo esmeralda, el cual se reveló como una semiesfera de energía cuando éstos cayeron por su propio peso. Dicha Protección no tardó en desvanecerse, habiendo cumplido ya su cometido de escudar a Danot y a la tortuga de piel azul que le acompañaba del estallido y posterior derrumbe de la salida.

            —Gracias, Mizuho; eso estuvo demasiado cerca —agradeció Danot al acariciarle una de sus peludas orejas blancas.
            —Tortol, tortol —contestó la Wartortle, moviendo contentamente su cola afelpada.

            Agotado, Danot se dejó caer sentado sobre el duro suelo, usando como respaldo la espalda de su Pokémon, un caparazón de sólidas placas marrones, y agradeciendo el entrenamiento de guardaespaldas que su padre y Yamen habían dado a ésta, Tsurugi y Hellga. Se quedó en esa posición por poco más de media hora, tiempo en el que la aún agradable temperatura ambiental comenzó a volver a su nivel habitual. Sabiendo que era su señal para marcharse, se reincorporó poco a poco, aún adolorido en los hombros y rodillas, e indicó a Mizuho despejar las rocas que les rodeaban tras sacar una linterna de su mochila, pues había dejado caer la otra cuando Ruby le emboscó. Ésta afirmó sus patas contra el suelo y expelió una retahíla de esferas de agua tan grandes como su cabeza y lo suficientemente fuertes para pulverizar o arrastrar los peñascos hasta el muro más cercano. Con eso hecho, se alejaron unos metros de la salida y la observaron con detenimiento.

            —Mizuho, Hidropulso en sucesión —pidió Danot al apuntar a la base del derrumbe, queriendo comprobar si ese ataque bastaría para despejar el camino.

            Tras asentir seriamente, la tortuga se irguió y desplegó una andanada de esferas de agua hacia la base de la pila de escombros, haciéndola volar en pedazos. Para su mala suerte, lo único que logró fue que ésta se viniese abajo súbitamente, tapando de nuevo el acceso y dando un buen susto a ambos.

            Había quedado claro que no podrían salir por ahí, pero tampoco podían volver por donde habían llegado. Con expresión seria y los brazos cruzados, Danot intentó hallar una solución a ese predicamento. Sabiendo que no podía hacer más por el momento, Mizuho se acercó a uno de los muros que había recibido su primer ataque de agua para sentarse a descansar. Para su sorpresa, cuando apoyó uno de sus brazos sobre esa superficie, ésta se derrumbó como un castillo de naipes.

            —¿Qué es esto? —se preguntó Danot, tras situarse junto a su Pokémon.

            Apuntó la linterna hacia el agujero, pudiendo ver lo que parecía ser un estrecho pasadizo natural ascendente orientado hacia el sudoeste (si es que la salida realmente lo estaba hacia el sur). No estaba totalmente seguro de ello, pero era, además de la ayuda de Mizuho (y quizá Tsurugi), con lo único que podía contar en ese momento.

            —¿Crees que sea seguro? —le preguntó mientras se rascaba la sien, indeciso; solía hacerlo cada vez que debía tomar una decisión importante fuera de una batalla.

            No recibió una respuesta inmediata. La tortuga tenía los ojos cerrados y las orejas bien abiertas, intentando captar hasta el más mínimo ruido procedente del agujero que tenía delante. Una mueca de extrañeza apareció en su rostro al detectar un sonido que se le antojó familiar, aunque muy débil. Abrió los ojos y apuntó hacia el pasadizo con las tres garras romas en las que terminaban sus cortos brazos.

            —Entonces vamos. Será mejor que quedarnos a morir de frío aquí —dijo Danot con el buen humor que aún le quedaba, para combatir el temor de estar dirigiéndose hacia un callejón sin salida.

            Sin saber qué aguardaba tras esa misteriosa oscuridad, ambos avanzaron por el estrecho pasadizo, esperando que éste les llevase fuera de su helada prisión. Lo que Danot ignoraba en ese momento es que esa elección tendría consecuencias de enorme importancia para su vida… en más de un sentido.

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            • Muerte_Rigurosa
              The wolves within
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              • Kiltara y Adiat

              #7
              Bueno, leídos los tres, y la verdad me sorprendí porque el capítulo 3 no lo había leído, pero recuerdo que me había quedado en la parte del entrenamiento, así que no sé qué pudo haber pasado. ¿A lo mejor la parte de los rockets la agregaste después? Porque tampoco tengo recuerdos de después de la batalla del gimnasio Hielo, de aquella parte del festival en que


              Buena tensión en el tercer capítulo, no sé porqué me suena haber leído un comentario en la versión anterior de alguien que habló de sangre...o capas me estoy confundiendo y viene después, o capas que era el capítulo más violento que habías escrito, no me acuerdo de qué sería Pero igual ese capítulo tuvo un final explosivo


              Y bien pensadas esas batallas, y también descritas que te dejan muy bien la idea de cómo fueron...no me esperaba el plot twist de aquel *guiño-guiño* entrenador . Curioso empezar desde el anteúltimo gimnasio, pero muy útil para saltearse esa primera parte de entrenamiento. Lo de los sucesos del año anterior supongo que se irán viendo más adelante. Ya veremos 👀


              Ahora a esperar ver qué viene y espero poder sobrevivir al entrenamiento(?) y así llegar a la parte shipposa y del campeonato Recuerdo que tenías como 16 capítulos y me habré quedado en el 4 o 5, porque veía que se acumulaba y acumulaban capítulos y me terminé haciendo bolita(?) Espero ésta vez poder llevarle el ritmo mejor




              Hasta otro comentario

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              • Souji Fujimura
                Escritor en ciernes
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                #8


                Apéndice del Round 003 — Una noche muy larga

                Afueras de Pueblo Chouji, miércoles 4 de Octubre, Año 100 AW, 11:13 PM

                Obsidian sonrió con suficiencia, pero poco pudo hacer para esconder su cansancio. Le había costado horrores doblegar al equipo de Yanagi, como reconoció para sí mismo al guardar a sus derrotados Crawdaunt y Honchkrow. Aun así, sus otros Pokémon tenían rodeado al Líder y a su lastimado pero testarudo Mamoswine, quien no pensaba dejarles acercarse más a su Entrenador; no era una situación en la que pudiese darse el lujo de descuidarse o perder. A pesar de ello, Yanagi se mantenía tranquilo, con una sonrisa que parecía desafiar la suficiencia con la que su oponente intentaba quebrar su espíritu de lucha.


                —¡Vamos! ¿Por qué no nos das el golpe final? —le provocó el Líder, sabiéndose en peligro, pero también en una posición relativamente ventajosa para su objetivo en ese lugar.
                —¿Golpe final? Si lo único que he hecho ha sido defenderme —adujo Obsidian, al fingir ignorancia; sospechaba del motivo por el que el otro le había atacado, pero sin pruebas para incriminarlo, poco más podría hacer—. Sólo estoy esperando a que se marche tras solucionar este entuerto, mi buen señor —añadió afablemente, queriendo evitar ensuciarse las manos con un acto que llamaría demasiado la atención.
                —¿Y dejar que un Rocket haga de las suyas en mi pueblo? ¡No me tomes por un idiota, mocoso insolente! —replicó severamente Yanagi, jugándose la vida con esas palabras; hasta el momento, sus acciones podrían haber pasado por un malentendido, pero acababa de abandonar su fachada.

                Obsidian le dirigió una mirada sombría. Si aún no había huido era porque corría el riesgo de ser seguido y de que el Líder obtuviese las pruebas que requería para poner en evidencia al Equipo Rocket. Eliminarlo tampoco era una opción, al ser un personaje público bastante conocido, pero un accidente… cualquiera podía tener un accidente, incluso el más experimentado de los Entrenadores. Y el risco contra el que les habían arrinconado sería el escenario perfecto para ello.

                —Patrón de ataque alfa —ordenó súbitamente Obsidian, viéndose sin otra opción; a pesar de ello, se cuidó de no desvelar mucho más, por si acaso.

                Houndoom, Drapion y Cacturne flanquearon a sus presas, pero el mamut no tardó en escudar a su Entrenador. Éste había considerado guardarlo y lanzarse al río a sus espaldas, pero con la oscuridad reinante lo hacía una opción demasiado arriesgada, y nada le decía que su oponente estuviese solo. Después de todo, los Rockets solían desplazarse como mínimo en pares.

                El can siniestro se dispuso a azotar al mamut con su cola endurecida y brillando de color metálico, mientras Drapion se acercaba con sus pinzas teñidas de energía negra. Cacturne se mantuvo a una distancia segura, esperando el momento adecuado para cumplir con su propia labor; en respuesta, Mamoswine desplegó un fuerte Terremoto que remeció sus alrededores, evitando por poco los ataques de sus tozudos oponentes, instante que el cactus aprovechó para lanzarle varios hilos de energía que empezaron a drenar la suya apenas hicieron contacto con él. Teniéndole vulnerable, los otros dos Pokémon se dispusieron a dejarlo fuera de combate, pero golpearon el aire, pues Yanagi había tardado poco en guardarlo, aun sabiendo que podría estar condenándose con ello.

                —Houndoom, Finta —ordenó Obsidian, queriendo evitar un daño significativo que hiciese sospechar de que Yanagi no había sufrido un accidente.

                Yanagi no cerró los ojos. Había vivido muchos años a plenitud y no se arrepentía de nada… Shima y Kuro, su aprendiz, sabrían entender lo ocurrido, a pesar no haberles podido decir adiós. Asumió su destino con valentía, cosa que su antagonista entendió e incluso respetó. Sin embargo, ninguno de ellos se esperaba la columna de agua a presión que Houndoom esquivó por los pelos y el puntiagudo carámbano que Cacturne tuvo que romper con un Puño Drenaje para no ser ensartado por el mismo. Una figura ágil y esbelta no tardó en aparecer desde la ribera y situarse delante de Yanagi, junto a un confiado Sneasel, mientras un feroz cocodrilo bípedo de gruesas escamas azules les cubría las espaldas.

                —¡Maestro, huya rápido! —le instó el chico de largo cabello negro, quien lo llevaba buscando desde que vio a Shima sola en el festival.

                Yanagi lo vio con una mezcla de severidad y agradecimiento. Le había insistido en reiteradas ocasiones que lo último que debía hacer era encarar abiertamente al Equipo Rocket, y siempre había encontrado ira contenida en su mirada a pesar de aceptar sus órdenes, pero en esa ocasión era distinto. Su aprendiz no tenía ninguna intención de luchar sin que fuese necesario; sólo quería sacarlo de ahí lo antes posible.

                Obsidian no tardó en recobrar su compostura, mientras analizaba al recién llegado. Su excepcional sigilo y el lugar donde estaban le hicieron pensar de inmediato en el clan Iga de Chouji… quizá el exterminio del mismo a manos de sus predecesores no había sido tan completo como todos creían; fuese como fuese, tenía dos problemas de qué ocuparse en ese momento. Sin embargo, antes de que pudiese decir o hacer algo más, el terreno en torno al chico y su maestro empezó a resquebrajarse y soltar nubes de vapor, como si estuviese hirviendo, a lo que siguieron columnas de energía geotérmica que golpearon a los Pokémon siniestros y por poco no acertaron al comandante Rocket. Entre la confusión, pudo atisbar la mirada decidida y amenazante de los ojos plateados del chico, una que se le hizo muy familiar, justo antes de que éste y Yanagi se subiesen en los lomos de un Rhydon y Feraligatr y saltasen al río, para dirigirse de vuelta al pueblo. Sabiéndose burlado, Obsidian simplemente hizo volver a sus Pokémon tras agradecer su excelente trabajo y esperó, tras lo cual Ruby hizo acto de presencia.

                —¿Hice bien en dejarlos escapar? —preguntó humildemente la pelirroja, habiendo observado todo lo ocurrido desde una posición lo suficientemente oculta para no ser avistada y cercana para actuar en caso de que fuese necesario.
                —Sí, no tienen nada con qué ponernos en evidencia; además, ya habremos dejado el pueblo antes de que se recuperen —respondió, muy seguro; a pesar de no agradarle dejar cabos sueltos, lo ocurrido era la segunda mejor opción que tenían, dado el caso.

                Ruby asintió y se dispuso a volver al pueblo con su superior. Éste había tenido la precaución de guiar a Yanagi en dirección contraria de donde tenían escondido el helicóptero negro con el que habían llegado a Chouji, una prueba que sí les habría puesto en un gran predicamento. Volverían a su alojamiento y se reunirían en el punto acordado con Jade y Rock para revisar los planes que tenían en la zona antes de llevar a cabo el siguiente, si acaso la información de éstos era realmente fiable.

                Casi una hora después de su oportuno escape, Yanagi y su aprendiz habían vuelto finalmente al Gimnasio. El chico dejó a su maestro en el sofá de la sala de estar y llevó de inmediato sus Pokémon a la máquina restauradora, esperando que sólo necesitasen aquello y algo de descanso. Si no, siempre podrían cerrar el Gimnasio por unos cuantos días hasta que todos ellos se recuperasen por completo.

                —Maestro… —dijo finamente el chico, queriendo disculparse con él; había roto la única regla que Yanagi le había impuesto desde que le contó lo ocurrido con su familia biológica.

                El Líder lo observó muy seriamente. No era enojo ni decepción, sino preocupación y agradecimiento, a pesar de que el chico le había desobedecido. Después de todo, era el hijo que la vida le había traído a pesar de su dedicación a su vida como Entrenador y luego como Líder de Gimnasio. Pero sabía que en ese momento debía instarle a partir, por su propia seguridad.

                —Sabía que este día llegaría, pero habría preferido que no fuese tan pronto —dijo Yanagi, sintiendo por primera vez el peso de los años en sus hombros, al verse incapaz de seguir protegiendo efectivamente al muchacho.

                Éste no dijo nada. Era consciente de lo que había hecho y por qué, pero no había marcha atrás, y ambos lo entendían. Su oponente, sin duda un Rocket, no dudaría en divulgar su presencia en Chouji, con lo que toda la organización buscaría completar el exterminio del clan Iga.

                —¿A dónde debería ir, entonces? —preguntó, sintiéndose como al principio de su tiempo junto a Yanagi.
                —Kalos está lo suficientemente lejos de la influencia de los Rockets como para que den contigo rápidamente; además, tengo un conocido ahí que te alojará y te ayudará a completar tu entrenamiento. Me gustaría asegurarte que para cuando hayas acabado, ya nos habremos deshecho de los Rockets, pero quizá también necesitemos tu fuerza para ello, Kuro… no, mi apreciado Ginji —expresó, algo lloroso; entendía el deseo de justicia de éste, pero no estaba listo para tal tarea, ni siquiera dentro de un grupo bien organizado.

                El chico sintió que el corazón se le encogía. Hacía mucho que Yanagi no le llamaba por su nombre real; ambos habían acordado que adoptase un nombre falso y se tiñese el cabello de negro para evitar que algún posible espía Rocket sospechase siquiera de su existencia.

                —¿Y usted, maestro? —replicó, dubitativo; deseaba más que nada poner un alto a los Rockets, pero entendía que no estaba listo, y tampoco quería dejar desprotegida a su familia actual.
                —No te preocupes por mí; a menos que esto llegue al nivel de una guerra total, no se atreverán a ponerme un dedo encima a plena luz del día. Además, dudo que lleguen a ese punto, porque perderían el anonimato que les permite operar como hasta ahora —explicó Yanagi, bastante seguro de ello; le habría gustado estarlo totalmente, pero no quería dar motivos a su aprendiz para no marcharse lo antes posible.

                Ginji asistió, por más que no quisiese marcharse del que había sido su hogar por tantos años; a pesar de la incerteza que sentía al respecto, decidió aceptar las palabras de Yanagi sin dudar de ellas. Sabía que era lo mejor para ambos a largo plazo, por lo que, tras una respetuosa reverencia, fue a preparar sus cosas para partir a la brevedad posible. Iba a ser una noche muy larga…


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                  #9
                  Round 004 — Encuentros, desencuentros y reencuentros

                  Ciudad Fusube, sábado 07 de Octubre, Año 100 AW, 7:17 AM

                  Amaba cómo el viento agitaba su largo cabello celeste cada vez que sus Pokémon surcaban el agua o el cielo a toda velocidad con ella a cuestas. El sonido de sus duras escamas al cortar el aire le hacía sentirse muy viva, y los callos en sus manos tras años de sujetarse a ellos no eran más que un pequeño precio por la sensación de libertad y cercanía que esto le brindaba.

                  Les tomó poco tiempo atravesar el lago al norte de la ciudad, algo que hacían cada sábado desde que acabaron la ruta de las medallas de Johto. Con un par de aleteos de sus enormes alas, el gran lagarto de piel naranja que montaba aterrizó con suavidad en la orilla opuesta a su punto de partida. Se bajó de él con un ágil brinco, y tras unas amables palabras de agradecimiento, ambos caminaron hacia una enorme roca similar a una cabeza de dragón, con todo y colmillos. Pasaron entre ellos con cuidado de no golpearse y se adentraron en una caverna oscura y húmeda, dentro de la cual la flama en la punta de la cola del Charizard les sirvió como iluminación para evitar los charcos y otras irregularidades del terreno.

                  Siguieron caminando por varios minutos hasta encontrarse delante de una laguna que ensombrecía todo aquello bajo su superficie. Algo cansado, el Charizard apoyó la espalda contra una roca tan alta como él, sentándose así, mientras su Entrenadora se desabotonaba la camisa color ladrillo que llevaba por encima de una camiseta roja. No era para menos, ya que la temperatura en la Guarida Dragón siempre se mantenía igual, sin importar las condiciones atmosféricas del exterior. Esto la hacía ideal para la proliferación de especies que no soportaban bien el frío, como la mayoría de Pokémon de tipo dragón.

                  Creyendo que su Pokémon había reposado lo suficiente, Ibuki sacó del bolsillo de su pantalón una Poké Ball que lanzó hacia la orilla, liberando en el agua a una enorme serpiente marina de gruesas escamas azules. Viendo a su compañero de equipo, el Charizard se levantó enseguida, listo para empezar. Su Entrenadora sonrió complacida.

                  —Gouryuu, Gekiryuu —se dirigió, primero a su Charizard, y luego a su Gyarados—; empecemos como siempre, con los ataques físicos —les instó con firmeza.

                  Ambos asintieron, tras lo cual intercambiaron miradas desafiantes, dejando fluir su rivalidad. Gekiryuu atacó primero, saliendo con rapidez de la laguna y alzando su cola rodeada de una vertiginosa espiral de agua, que blandió como un pesado martillo. Sin embargo, Gouryuu se anticipó a tal intención y alzó el vuelo poco antes de que ese ataque dejase un boquete en el suelo, a la vez que sus afiladas garras comenzaban a destellar con chispas amarillas. Voló en círculos, buscando una apertura en la postura del Gyarados; cuando creyó encontrarla, se lanzó hacia su espalda con las zarpas por delante, listo para atacarle, pero no previó que éste girase con las mandíbulas abiertas. Un hábil quiebro le permitió eludir esa trampa, mientras la cola de la serpiente volvía a rodearse de agua. A pesar de tal revés, su Entrenadora notó la voluntad en sus ojos azules, rasgo que compartían.

                  Gouryuu siguió volando en torno a su rival, buscando otro punto de ataque, pero esa postura parecía impenetrable, una combinación de ataque y defensa que ninguno de sus ataques físicos parecía capaz de superar. Eran contadas las veces en que había podido vencerlo desde su evolución en Gyarados, pues incluso su Puño Trueno no podía hacer mucho contra los mejores ataques de Gekiryuu. En medio de esas cavilaciones, tuvo una idea al recordar una conversación reciente entre los humanos con los que su Entrenadora solía entrenar. Así, se lanzó hacia éste mientras la flama de su cola se expandía hasta cubrir todo su cuerpo, convirtiéndose en un ardiente bólido que iluminó la gruta. Lejos de mostrarse preocupado, Gekiryuu alzó su cola y lo recibió con un raudo azote, el cual fue detenido con esfuerzo por los delgados pero fuertes brazos del testarudo Charizard. Previsiblemente, la Acua Cola extinguió el fuego que rodeaba a éste y lo dañó considerablemente, como dejó clara su expresión de dolor. Sin embargo, ésta pronto devino en una sonrisa pícara cuando sus garras, en contacto directo con la cola de Gekiryuu y la espiral de agua que la rodeaba, se llenaron de electricidad que aturdió a éste. Ello dio a Gouryuu suficiente tiempo para propinarle dos puñetazos en la mandíbula antes de alejarse volando, preparándose para volver a atacar y satisfecho por esa pequeña victoria.

                  El punzante dolor que la electricidad causó en el cuerpo y orgullo de Gekiryuu fue aplacado por la satisfacción de saber que su rival aún podía sorprenderle. Además, con ello había recordado que no debía descuidarse, aun teniendo ventaja y varias victorias contra él. Ajeno a esas reflexiones, éste se lanzó al ataque con sus cuernos cubiertos de piel brillando de color azul, tras lo cual fue envuelto por una emanación energética del mismo color que tomó la forma de un largo y feroz dragón. Ante dicha amenaza, el Gyarados no tardó en golpear la orilla con un fuerte coletazo, causando que un sinfín de afiladas rocas saliese disparado desde el suelo, lo cual obligó a Gouryuu a desviarse y disipar toda esa energía mientras sus alas se endurecían y comenzaban a fulgurar de color metálico. Esto le sirvió para contrarrestar con éxito las siguientes Rocas Afiladas que su oponente desplegó y dejarle un leve corte en el lado izquierdo cuando tuvo la oportunidad de contraatacar.

                  —Ahora usen los ataques especiales —indicó su Entrenadora, queriendo evitar que ambos se extenuasen; sabía que eran más que capaces de seguir luchando cuerpo a cuerpo por horas y horas de esa manera si no les ponía un alto.

                  Y no era para menos. Sin importar el agotamiento o las heridas, ambos estaban dispuestos a darlo todo en esos entrenamientos que siempre acababan convirtiéndose en encarnizados enfrentamientos donde daban rienda suelta a su rivalidad. Y esta vez no sería la excepción, como comprobó cuando Gekiryuu disparó una gruesa columna de agua a presión, la cual Gouryuu contrarrestó exhalando una tórrida corriente de aire tras aterrizar.

                  A pesar de la tozudez de ese par, no pudo sino sentirse orgullosa del crecimiento y desarrollo de ambos y sus otros Pokémon desde que había comenzado a entrenarlos. Eran más que sus compañeros, eran la familia que sólo había tenido consideración y cariño hacia ella, incluso en su peor época. Ellos no la habían negligido como hicieron sus padres, ni la habían tratado desaprensivamente como hizo su abuelo durante años, y siempre habían sido sinceros y considerados, a diferencia de cómo había actuado su primo antes de marcharse de casa. Gracias a su paciencia y apoyo, además del de las personas correctas en el momento adecuado, fue capaz de superar sus propios errores y encaminarse hacia una vida mejor. Estaba cumpliendo su sueño de la niñez y, tras armarse de valor y dejar de lado su tonto orgullo, pudo resolver sus diferencias y volver a estar en buenos términos con su abuelo y primo. Con sus padres no había tenido la misma suerte, pues un lamentable accidente de coche había reclamado sus vidas hacía más de quince años, así que sólo podía pedir que pudiesen descansar en paz sabiendo que no les guardaba rencor alguno por lo ocurrido. Dos golpes secos la sacaron de su ensimismamiento, y al girarse hacia sus Pokémon, los vio tendidos en el suelo de roca, jadeando de cansancio pero satisfechos. Les ofreció una media sonrisa que expresaba lo mismo, considerando que ya habían entrenado lo suficiente.

                  —Bien hecho, vuelvan —dijo al apuntarles con sus correspondientes Poké Balls, las cuales guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón.

                  La caverna volvió a quedar a oscuras sin la flama de Gouryuu, pero esto no pareció molestarle; conocía bien el lugar y contaba con una Pokémon adecuada para viajar por él. Sacó la única Poké Ball que llevaba en el bolsillo derecho del pantalón y, sin soltarla, liberó a una dragona de escamas blancas en la parte inferior y azules en el resto de su alargado cuerpo.

                  —¡Uumm! —gruñó animadamente la Dragonair a modo de saludo, iluminando los alrededores con la suave luz azul que emitía la esfera cristalina en su cuello.

                  Sabiendo lo que debía hacer, sus emplumadas orejas blancas se extendieron hasta alcanzar el cuádruple de su tamaño original, tras lo cual flotó cerca de su Entrenadora, a quien dirigió una entusiasta mirada de irises rojos. Ella acarició el cuerno blanco que coronaba su cabeza antes de montar en su lomo y sujetarse firmemente a su cuerpo de más de cuatro metros de largo.

                  —Vamos, Tenryuu —pidió suavemente, con lo que la aludida se elevó prestamente para que pudiesen cruzar la laguna de aguas oscuras que se extendía delante de ellas.

                  El trayecto resultó ser tranquilo… demasiado para un lugar normalmente lleno de Pokémon activos y recelosos con los extraños. El agua estaba muy quieta, señal de que sus habitantes estaban escondidos en lo más profundo, como si temiesen salir de ella. Ambas sabían que su propia presencia no era la causante, dado el tiempo que llevaban entrenando ahí. Esto sólo podía significar que alguien había asustado a los Pokémon que vivían cerca de la entrada, incluso a los más fuertes. Fuese quien fuese, no iban a dejarle hacer lo que le viniese en gana.

                  Siguieron el camino hacia la orilla opuesta en silencio. Al llegar, Ibuki se bajó de Tenryuu y continuó a pie, mientras ésta iluminaba el suelo, resbaloso y lleno de hoyos. Sin embargo, ninguna precaución habría servido para lo que hallaron: un sinnúmero de carpas desperdigadas hasta donde llegaba la vista, cuyas aletas dorsales amarillas y escamas anaranjadas eran recorridas por hilillos rojos por los que parecía escapárseles la vida. A pesar de ello, muchas intentaban saltar para volver al agua, pero la mayoría de ellas sólo lograba retorcerse lastimeramente. Afectadas por tan dantesca visión, tardaron un poco en percatarse de que los Magikarp no habían sido las únicas víctimas: entre ellos había quizá treinta criaturas similares a la Dragonair que les veía con horror. Diferían de ésta en su menor longitud, un tono más oscuro de sus escamas azules y la carencia de cuerno y esferas de cristal en la cola y cuello.

                  Sin poder resistir más, se abalanzó sobre sus preevoluciones a toda prisa e intentó reanimarles con leves toques de su morro, ante la horrorizada mirada de la peliceleste, quien reaccionó por fin cuando una de las Poké Balls en su bolsillo izquierdo se sacudió con violencia, por lo que liberó a su Pokémon casi sin pensarlo. Un enfurecido Gekiryuu buscó al responsable de esa atrocidad, con la garganta llena de agua lista para ser disparada a toda presión cuando lo hallase. Al no poder hacerlo, tuvo que limitarse a expelerla hacia lo más alto de manera lenta, produciendo así una llovizna que revitalizó a los lastimados Pokémon. Así, los que aún estaban conscientes ganaron la suficiente movilidad para regresar por su cuenta a la laguna, no sin alguna dificultad.

                  Mientras tanto, Ibuki ya había corrido hacia los Pokémon que todavía yacían en el suelo, sin importarle mojarse. Estaba hincada delante de uno de los cuatro Dratini que aún no se habían movido, palpando con firmeza y delicadeza su piel escamosa.

                  —No tiene heridas visibles, pero sus músculos están muy tensos, como si hubiera sido atacado con un Dragoaliento —dedujo tras revisarlo por medio minuto, tras lo cual le aplicó la medicina que llevaba en su mochila e hizo lo mismo con los otros—; están un poco lastimados, pero un par de días de descanso bastarán para que se recuperen —pensó, tras lo cual liberó a Gouryuu y le pidió que los llevase, uno por uno, hasta la orilla de la laguna.

                  Así, mientras éste llevaba en brazos a los dragoncillos, Ibuki se aprestó a auxiliar también a los Magikarp. Todos estaban gravemente lastimados, con la piel desprovista de escamas a los lados, aletas maltrechas o incluso cercenadas por algo muy afilado; la falta de movimiento de más de uno le hizo temer lo peor. Efectivamente, su semblante se ensombreció al ver que no respiraban, tenían los ojos fuera de órbita y la boca llena de sangre, diluida por la llovizna que Gekiryuu había producido minutos antes.

                  —Garra Dragón, Carga Dragón, Enfado —nombró con pesar los ataques que, según su experiencia, habían ocasionado esas heridas letales—; quien haya hecho esto quería eliminarlos —pensó, habiendo confirmado su sospecha de que el culpable había sido un humano con uno o más Pokémon—; ya verá cuando lo encuentre —dijo para sí misma, apretando los puños por la frustración e indignación que sentía.

                  Aceptando que no habrían podido hacer nada para evitar lo ocurrido, empezaron la penosa tarea de encargarse de los cadáveres, después de que Gouryuu acabase con su primera labor. Con respeto, llevaron a todos los Magikarp hasta la orilla, y uno a uno, la humana fue colocándoles en el agua. Se permitieron unos minutos de contemplación tras dejar ir al último de esos desafortunados Pokémon.

                  —Gracias, Gekiryuu, Gouryuu; ahora sí, descansen —expresó afablemente, tras lo cual los guardó en sus Poké Balls—; sigamos, Tenryuu —le pidió, mientras rogaba que no hubiese más víctimas que lamentar.

                  Avanzaron algo más de cien metros antes de llegar a una bifurcación en el camino, delante de la cual había una poza oscura que bloqueaba poco más de mitad de la vía derecha. Ésta llevaba a una cámara con una laguna conectada por el subsuelo con ese pequeño cuerpo de agua, mientras la otra conducía hasta un templo erigido hacía casi dos siglos en lo más hondo de la gruta, donde la familia a cargo de su cuidado llevaba a cabo cada cierto tiempo un importante ritual de purificación; ésta era también la que regentaba el Gimnasio Pokémon local.

                  A pesar de no temer por la seguridad del templo, decidieron seguir por el camino izquierdo, suponiendo que para un extraño parecería bastante más seguro que el otro. Al disponerse a avanzar, sin embargo, ambas evitaron por poco una delgada columna de agua disparada desde su derecha. Preparadas para contraatacar, se giraron hacia esa dirección para hallarse con la feroz mirada de una hipocampo de gruesas espinas a los lados y sobre su cabeza, de cuya boca alargada y tubular había provenido esa veloz Pistola de Agua.

                  Irises azules y negros se enzarzaron en un duelo de miradas, en tanto la dueña de los segundos emergía lentamente de la poza. Su cuerpo compacto estaba protegido por escamas azules, excepto en el pecho, donde eran de color carmín y de apariencia más punzante; todas ellas se veían bastante maltrechas. La humana no pasó esto por alto, y no tardó en suponer que su atacante también había enfrentado a los invasores, aparentemente con más éxito que los demás.

                  La Seadra, viendo que ellas no eran a quien buscaba, agitó sus puntiagudas aletas laterales antes de volver a sumergirse. Sin perder más tiempo, Ibuki y su Dragonair se apresuraron en continuar su camino.

                  Mientras ese par corría por el camino del lado izquierdo, en la bóveda hacia la cual llevaba el otro se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad, como demostraban los Pokémon que nadaban despreocupadamente en la laguna situada al centro de ésta. Al parecer, nada raro había pasado ahí… hasta que un desprendimiento del techo de roca trajo consigo a dos figuras conocidas. La más pequeña se aferró rápidamente a la otra y generó de inmediato una barrera esférica de energía que iluminó levemente el lugar, dejando ver cómo chocaba contra el agua y sobresaltaba a los Pokémon que estaban cerca.

                  Danot, aún aturdido tras el aterrizaje, tardó en percatarse de dónde estaban, y tras recuperarse, buscó la orilla más cercana mientras Mizuho procuraba mantener activa su Protección. Al avistarla, no tardó en poner manos y pies sobre el interior de la esfera para hacerla avanzar sobre el agua, dándose de bruces varias veces hasta que por fin pilló el truco. Llegaron a su destino tras unos minutos de ese esfuerzo, y agotado como estaba, se sentó en el suelo, sin importarle la dureza o humedad de éste, y buscó su linterna.

                  —¿Qué es este lugar? —se preguntó, mientras su mirada recorría los muros llenos de surcos producidos por la erosión del agua que descendía por ellos—. Sea lo que sea, parece mejor que el Camino de Hielo o los Rockets —comentó, sin ser consciente de los peligros que aguardaban a quienes lo recorrían descuidadamente.

                  No tardó en quitarse las prendas de abrigo al sentirse acalorado, mientras Mizuho vigilaba los alrededores. Ambos agradecieron esa previsión cuando todos los Pokémon salvajes que habían huido tras el susto inicial regresaron, y no estaban precisamente contentos. Varios Dratini y unos cuantos Gible les habían cortado el paso por tierra, en tanto que otros de los primeros esperaban en el agua, preparados para atacar ante la más mínima provocación.

                  —Déjennos pasar, por favor. Nuestros amigos necesitan atención médica —expuso Danot con firmeza, si bien procuró sonar lo más afable posible; era muy consciente de su situación, pero no podía perder más tiempo ahí.

                  Sin embargo, los Pokémon salvajes no dieron ninguna señal de ceder. Para ellos, se trataba de extraños que habían invadido su hogar, y lo único que querían era darles un buen escarmiento. Sin dudar, atacaron todos al mismo tiempo con ráfagas de aliento azul, obligando a Mizuho a generar rápidamente una barrera de energía. Danot suspiró con resignación.

                  —Amplía tu Protección lo más que puedas —pidió a la tortuga, enfocado ya en lo que debía hacer, tras lo cual liberó a Tsurugi.
                  —Eaa —gorjeó suavemente ésta, algo débil pero aliviada de ver a Danot a salvo; al ver en qué situación estaban, procuró sacar fuerzas de flaqueza para soportar el peso de éste cuando se montó en su lomo.
                  —Mizuho, gira y usa tu Rayo de Hielo apenas se detengan; Tsurugi, elévate lo más que puedas —indicó rápidamente, confiando en que la segunda pudiese conseguirlo a pesar de su estado.

                  Tsurugi se agazapó de inmediato, lista para salir volando apenas tuviese el camino libre; Danot se sujetó a ella lo mejor que pudo, procurando tranquilizarse para no serle un lastre. Mizuho se esforzó en mantener su escudo sin dejar de prestar atención a los Pokémon salvajes, cuyo ataque empezó a flaquear poco después, viéndose obligados a detenerse para recuperar el aliento. Para su gran sorpresa, vieron cómo la semiesfera esmeralda era atravesada por un veloz proyectil plateado, distracción que les impidió atinar a defenderse de los rayos congelantes de la Wartortle. Los Gible, espantados por el frío, fueron los primeros en huir, valiéndose de sus garras y mandíbulas para excavar en el suelo o las paredes más cercanas. Los Dratini demostraron ser más obstinados y, sin demora, volvieron a disparar ráfagas de aliento azul hacia Mizuho, quien se escudó en el hielo para poder contraatacar.

                  —¡Aire Afilado! —ordenó rápidamente Danot tras bajarse de Tsurugi en un punto relativamente lejano, sabiendo que sus Pokémon podrían luchar mejor al no tener que preocuparse por su seguridad.

                  La Skarmory volvió a alzar el vuelo y generó veloces cuchillas de aire con un par de aleteos que tomaron a los Dratini por sorpresa, dando a Mizuho la oportunidad para volver a usar su Rayo de Hielo. Viéndose atacados por ambos flancos, éstos decidieron escapar también, sumergiéndose rápidamente en el agua, no sin miradas molestas que dejaban claro que no volverían a aceptar otra intromisión en su territorio. Con el peligro lejos por el momento, una exhausta Tsurugi aterrizó trabajosamente y se dejó caer de lleno en el suelo, con lo que sus compañeros corrieron de inmediato a su lado.

                  —Muchas gracias, Tsurugi; ahora sí, descansa —le instó Danot antes de devolverla a su Poké Ball, sabiendo bien que si había resistido hasta ese momento era sólo por su propia fuerza de voluntad; esperaba poder tener al menos la mitad de la misma para llegar al Centro Pokémon de Fusube.

                  A pesar de la preocupación que sentía por Tsurugi y los demás, Mizuho no dejó de prestar atención a sus alrededores, por lo que no tardó en instar a Danot a moverse, al tener despejada la vía hacia la salida. La tortuga se mantuvo delante, con todos sus sentidos alerta, mientras Danot iluminaba el camino con la linterna. Ya había tenido demasiadas sorpresas desagradables en las últimas horas, y era más que consciente de que había tenido muchísima suerte de salir ileso de su encuentro con los Rockets. Dudaba que cualquier otro aparte de Obsidian le hubiese dejado irse con vida, y aunque hubiese luchado con todas sus fuerzas, difícilmente habría podido imponerse a un grupo grande, organizado, con armas o todo lo anterior junto. A pesar de haber sido una mala experiencia, ésta le había ayudado a sincerarse consigo mismo y con lo que realmente deseaba.

                  Un gruñido de Mizuho le devolvió a la realidad. Ésta se había detenido frente a una poza que obstruía parte de la salida, alertada por una tenue luz azul a poco menos de cien metros de ellos. Notar que se trataba de una mujer acompañada de una dragona no ayudó a Danot a saber si sería buena idea acercárseles, al ignorar sus intenciones en ese lugar tan apartado y dado su propio estado. Debía tomar una decisión rápida.

                  Ambas habían decidido regresar al lugar de la masacre luego de comprobar, para su gran alivio, que la siguiente laguna en su camino estaba llena de Magikarp, Dratini e incluso algún Dragonair, todos en perfectas condiciones. Ninguna de ellas podía olvidar lo ocurrido, y estaban decididas a hallar al culpable y hacerle pagar por ese deleznable crimen. El sonido de pasos las sacó de sus cavilaciones, y al girarse vieron a un chico de piel trigueña y una Wartortle que caminaban lentamente hacia ellas, como si les costase mantener el paso. Antes de que pudiesen decir algo, la fiera Seadra emergió repentinamente de la poza para atacar a Danot con rápidas Pistolas de Agua; la primera le dio en el lado derecho y lo derribó, mas las siguientes fueron bloqueadas por la Protección de Mizuho, quien había tardado en reaccionar por su propio cansancio. Al darse cuenta de que no era a quien buscaba, la hipocampo volvió a sumergirse tras dirigir al chico una mirada aviesa, mientras éste se reincorporaba poco a poco, aún sorprendido por lo doloroso y preciso que había sido ese ataque. No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, al verse empujado por su propia Pokémon, quien en el acto disparó su Hidropulso hacia la serpentina figura que se acercaba amenazadoramente.

                  Dejándose llevar por la indignación, humana y Pokémon pasaron por alto la huida de la Seadra. Fue recién cuando la segunda eludió ágilmente una retahíla de esferas de agua que la primera cayó en que había la posibilidad de que se hubiesen equivocado de persona, al notar por fin que la hipocampo había vuelto a sumergirse. A pesar de ello, decidió correr el riesgo; aunque no fuese el culpable, poca gente tenía permitido entrar en la Guarida Dragón, así que era su responsabilidad saber cómo y por qué ese extraño estaba ahí.

                  —¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot, finalmente de pie tras haberse recuperado de la impresión inicial, decidido a quitarse de encima a sus atacantes lo antes posible.
                  —Ya sabes qué hacer —contraatacó Ibuki, poco impresionada por esa resistencia.

                  Tan determinada como su Entrenador, Mizuho disparó una serie de rayos gélidos, pero su oponente reaccionó usando su endurecida y brillante cola como una mezcla de espada y escudo. Fue avanzando así, hasta hallar finalmente un hueco en su defensa, que aprovechó para enrollarse en torno a la Wartortle. Ésta, lejos de rendirse, intentó asestarle una fuerte dentellada, pero se vio detenida de sopetón por una onda eléctrica que afectó todo su cuerpo.

                  —¿Qué es lo que quieren de nosotros? —preguntó Danot cuando pudo ver por fin el rostro de su atacante, queriendo ganar tiempo para que Mizuho pudiese liberarse.
                  —Saber qué hacen aquí. ¡La Guarida Dragón es un área restringida! —contestó ella con firmeza, lista para liberar a sus otros Pokémon ante cualquier movimiento extraño del chico.

                  Danot finalmente ató cabos tras esas últimas palabras. Durante su viaje había oído algunas cosas de dicho lugar, pero recordaba claramente dos: era el hogar de muchos Pokémon de tipo dragón (el nombre lo dejaba claro) y el acceso estaba limitado a gente autorizada por el Gimnasio local. Sabía que su situación no era buena, pero tras todo lo ocurrido, aparentemente el peligro real ya había pasado.

                  —Puedo explicarlo, pero primero debo llevar a mis Pokémon para que los atiendan de urgencia —expresó tras pensar bien sus palabras, alzando ambas manos en señal de rendición, para sorpresa de todas las presentes.

                  Ahora era el turno de la peliceleste de hilar fino. Creyó que las palabras del chico tenían tres posibles explicaciones: él era el culpable y el resto de sus Pokémon estaban lastimados, o era el culpable y quería aprovechar esa distracción para atacarlas y huir, o estaba diciendo la verdad. Procuró no dejar ver las dudas que sentía y con un rápido movimiento de mano liberó a Gekiryuu, Gouryuu y un Pokémon bípedo de corto pelaje amarillo, recorrido por franjas negras en sus largos cola y cuello, además de sus orejas cónicas; grandes y lustrosas esferas rojas coronaban su frente y la punta de su cola. Danot tragó saliva, temiendo haberse confiado demasiado de la situación.

                  —De acuerdo, pero antes quiero que me dejes ver a todos los Pokémon que llevas contigo —exigió con cierta dureza, procurando mantener su entereza ante el prospecto de estar delante del asesino.

                  Danot bajó la mirada, renuente a exponer el lamentable estado de sus Pokémon. Seguía desconociendo las intenciones de su interlocutora, y si bien al principio había temido que ésta fuese una ladrona de Pokémon, lo descartó al reparar en su forma de actuar. Sin otra opción, asintió y llevó lentamente las manos a su cinturón. Viendo esto, Mizuho intentó sobreponerse a la parálisis y liberarse, pero fue en vano; Tenryuu la tenía bien sujeta, lista para contrarrestar cualquier intento de escape.

                  —Mizuho, no te resistas —le pidió Danot, con la voz un poco quebrada por lo que estaba a punto de hacer.

                  La tortuga le observó sorprendida, y aunque pensaba que no era la mejor opción, no podía hacer mucho más gracias a la férrea Constricción de Tenryuu. Ibuki asintió, expectante ante lo que estaba a punto de ver, y pronto tuvo su respuesta en la forma de una maltrecha perra de pelaje negro, un fantasma que cambiaba caóticamente de forma en su estado de inconsciencia, un ave metálica completamente extenuada, una salamandra celeste con la piel completamente reseca y, por último, un cuadrúpedo de erizado pelaje amarillo que daba señales de hipotermia. Danot sintió la gran necesidad de apartar la mirada, pero no lo hizo, por respeto al esfuerzo y sacrificio hecho por sus Pokémon.

                  —¿Pero qué es esto...? —masculló Ibuki, visiblemente afectada por lo que acababa de ver.

                  Lo primero que pudo dilucidar de la tormenta de sensaciones en su mente fue lástima por los Pokémon de Danot, teniendo muy fresca la imagen de los Magikarp asesinados. Este recuerdo le llevó a cerrar fuertemente los puños, y no pudo ni quiso evitar las lágrimas de indignación que llevaba rato conteniendo, tanto por lo ocurrido como por su propio error: ninguno de esos Pokémon podía usar los ataques empleados en la masacre, y ninguna de sus heridas podía haber sido causada por los Pokémon que vivían ahí. Era una situación irregular de la que ni él ni sus Pokémon eran responsables, cosa que Tenryuu entendió enseguida, por lo que soltó a Mizuho y volvió al lado de su Entrenadora, quien se enjugó las lágrimas antes de guardar a sus otros Pokémon. Danot hizo lo mismo con los suyos, todavía sorprendido por la reacción de su atacante, pero sabiendo que tenía que llegar a Fusube lo antes posible.

                  —No sé qué haya pasado o si podría ayudarte, pero debo marcharme ya —dijo con pesar, suponiendo que debía ser algo muy grave para haberle llevado a actuar de esa manera.
                  —No —respondió ella, para su sorpresa—. ¡Nosotras te llevaremos! —añadió, más rehecha, dudando de que en el estado en que estaban Danot y sus Pokémon pudiesen llegar a tiempo, o siquiera llegar al Centro Pokémon de la ciudad.

                  Si bien quería atrapar al culpable, era consciente de que ganaría poco quedándose ahí si éste ya había escapado, como parecía ser el caso. Necesitaría ayuda de la policía para atraparlo y evitar otro posible crimen, pero para esto debía volver a la ciudad (lamentando por primera vez su costumbre de dejar el móvil en casa cuando iba a entrenar a la Guarida Dragón). Por esto y por lo ocurrido hacía unos minutos era que había decidido hacer tal oferta. Demostrando su buena fe, montó sobre Tenryuu y dejó un espacio delante para Danot, pensando que así podría escuchar su historia de forma más cómoda y segura.

                  Cansado y un poco inseguro aún (tanto por la idea de volar como por no conocer a esa persona), Danot se apoyó en el lomo de la ahora dócil dragona para subirse en ella, notando la firmeza de sus escamas, que a la distancia le habían parecido más bien lisas y delicadas. Viendo que le costaba montarse, Ibuki le ofreció una mano para ayudarle y luego sujetarlo del torso para que no cayese, dejándole sentir que tenía más fuerza de lo que su apariencia dejaba entrever. Danot no pudo evitar pensar que Entrenadora y Pokémon eran muy similares en ese sentido, justo cuando la segunda comenzaba a alzar el vuelo.

                  —¿Tienes miedo de volar? —preguntó su acompañante, procurando ser suave, al notar cómo Danot temblaba un poco; supuso que nunca antes lo había hecho, a pesar de tener una Skarmory.
                  —Un poco, sí… —admitió éste, no ganando nada con ocultarlo.
                  —Tenryuu, procura ir despacio, pero no demasiado —indicó a su compañera, tras lo cual le acarició suavemente el lomo; aunque todos ellos tenían prisa, no quería hacer la experiencia aún más desagradable para su pasajero.

                  La dragona se dirigió a velocidad moderada hacia la salida, procurando volar a un par de metros del suelo para que sus pasajeros no tuviesen que preocuparse del techo. Esto le hizo recordar las primeras veces que había volado junto a su Entrenadora, en las que ambas tuvieron que compenetrarse mucho más de lo que habían logrado hasta ese entonces para surcar los cielos como si fuesen una. Era uno de sus recuerdos favoritos con ella.

                  —Entonces, ¿cómo es que llegaste aquí? —preguntó finalmente ésta, mientras el punto de luz que marcaba la salida se iba haciendo cada vez más grande.
                  —Verás… —empezó Danot, rememorando lo ocurrido.

                  Procurando ser conciso, Danot narró su encuentro con los Rockets en el Camino de Hielo, haciendo especial hincapié en su batalla con Obsidian, causando una mueca de desagrado en su interlocutora. A continuación, narró cómo Mizuho y él se internaron en el pasadizo que ésta había hallado, llegando a una bóveda más pequeña y cálida. Fue entonces que la Dragonair tuvo que detenerse, al haber llegado a la salida y carecer de suficiente margen para maniobrar, por lo que los humanos tuvieron que seguir a pie.

                  —En el centro hallamos un agujero que parecía ser la única salida, pero tardamos tanto en decidir qué hacer que el suelo lo hizo por nosotros —explicó Danot con cara de circunstancias, al recordar lo ocurrido después.
                  —Ya… veo... —fue la sorprendida respuesta de su interlocutora, quien por primera vez desde el incidente dejó ver una leve sonrisa, la cual pasó desapercibida para Danot al quedar deslumbrado tras atravesar la salida, al haber pasado tantas horas sin ver la luz del Sol.

                  Mientras Danot se daba un momento para descansar sus ojos y tomar algo de aire fresco, Ibuki cogió una de la Poké Balls que llevaba en el bolsillo y liberó al Ampharos que había sacado antes, cuando pidió al chico que le mostrase sus Pokémon.

                  —Pprrr —gruñó suavemente el Ampharos al verse al aire libre, agitando sus cortos brazos parecidos a aletas; saltaba a la vista que era un Pokémon muy activo.
                  —Rairyuu —comenzó a hablarle, manteniendo la mirada fija en sus pequeños ojos café—; sé que no te gustará, pero necesito que hagas guardia aquí —dijo con seriedad; éste sólo atinó a dirigirle una mirada de aburrimiento, asintiendo finalmente.

                  Sabía que Rairyuu odiaba tener que quedarse quieto y esperar, pero precisamente este impulso y sus técnicas paralizantes eran adecuados para retardar a la mayoría de intrusos. Para los que no, ya lo tenía previsto, también.

                  —Gracias, y no te preocupes, tendrás compañía —explicó al acercarse a la orilla y liberar en el lago a un Lapras más pequeño y joven que el de Yanagi—; Hyoryuu, ayuda a Rairyuu a vigilar la entrada, por favor —indicó afablemente, sabiendo que el Pokémon acuático tenía muchísima más paciencia que su compañero de equipo; lamentaba no haber podido entrenar con ellos ese día, pero esto era mucho más importante.

                  La idea de no estar solo tranquilizó al enérgico Ampharos, quien agradeció mucho la relajante melodía que su compañero le dedicó para sosegarle. Sabiendo que la luz de Rairyuu sería visible a la distancia incluso de día, sólo hacía falta mantenerse alerta para evitar otro incidente. Su Entrenadora sonrió satisfecha.

                  —Una cosa más —dijo, llamando la atención del Ampharos—; si alguien viene y no te muestra aquello, quiero que emitas la luz más fuerte que puedas y no lo dejes pasar; Hyoryuu, serás su apoyo —indicó, a lo que ambos asintieron, tras lo cual Rairyuu se ocultó entre unas rocas cercanas a la entrada y su compañero se sumergió en el lago.

                  Habiendo escuchado todo ello, Danot empezó a hacerse una idea más clara de lo ocurrido, aunque prefirió no preguntar, a pesar de lo tenso que estaba; encontró algo de alivio en la mirada llena de curiosidad que Tenryuu le dedicó. Cuando Ibuki volvió con ellos, volvieron a montar sobre la dragona, esta vez con algo más de seguridad de parte del chico. El viaje le estaba resultando más agradable de lo que había pensado que sería en un inicio, por más que aún tuviese algo de miedo; además, era la forma más rápida de llegar al Centro Pokémon, así que no tenía nada de qué quejarse.

                  —Hay algo más que necesito saber —dijo ella, justo cuando Tenryuu empezaba a sobrevolar el lago, en dirección sur—. Tras llegar aquí, ¿viste a alguien más? —preguntó con expresión seria, esperando que Danot pudiese darle alguna pista útil.
                  —No, sólo a ti —respondió él, sin rodeos; fue entonces que halló la apertura para preguntar por lo ocurrido—. Más bien… ¿qué pasó para que, bueno…? —no supo cómo acabar de formular esa pregunta, por más que quería entender no sólo la situación, sino también a su interlocutora. Parecía buena persona, si bien algo impulsiva.

                  Ésta suspiró con resignación, quizá enojo, pero decidió contestar aquello. Danot no pudo evitar sobrecogerse al escuchar esa detallada explicación, comprendiendo por fin por qué su interlocutora se había comportado así y el motivo de sus lágrimas al ver a sus maltrechos Pokémon.

                  —Lamento lo ocurrido… y no haber podido ayudarte con ello —expresó Danot con pesar, todavía remecido por ese relato.
                  —Me ayudaste a darme cuenta de que ese infeliz ya había escapado, pero no te preocupes, ¡lo atraparemos tarde o temprano! —respondió Ibuki, no queriendo dejarle con una sensación completamente amarga; era su responsabilidad y él sólo se había visto envuelto en ello por pura casualidad.
                  —Espero que reciba su merecido pronto —añadió, un poco débil, admirado por la fuerte voluntad de su acompañante.

                  Se hizo un silencio incómodo entre ellos, pues al casi no conocerse, no sabían qué más decir. Afortunadamente para ambos, éste se vio roto pronto cuando Danot empezó a ver las calles de tierra afirmada y casas tradicionales que predominaban en el norte de la ciudad, donde reinaba una atmósfera de paz que transportaba al pasado. Era una vista preciosa desde el aire, como el muchacho dejó claro con sus palabras, causando otra sonrisa en su acompañante, quien asintió. Amaba su ciudad y le gustaba que otros también pudiesen apreciarla así. Para sorpresa del primero, el panorama cambió por completo tras atravesar un gran parque lleno de endrinos, y la ciudad se convirtió en un sinfín de calles asfaltadas, casas de cemento y edificios considerablemente altos. El contraste entre las zonas tradicional y moderna de Fusube resultaba más marcado en comparación a las otras ciudades de Johto que había visitado. Comenzaron a descender tras avistar el Centro Pokémon, similar a su par en Chouji, incluso en su estilo de tejado y postigos. Tras bajarse de Tenryuu, Danot le dedicó una suave caricia en el lomo, a lo que ésta respondió con agrado, aparentemente sintiéndose a gusto con el chico.

                  —Gracias por traernos hasta aquí —dijo Danot a ambas, algo más tranquilo por la seguridad de sus compañeros; la peliceleste asintió con firmeza.
                  —Espero que tus Pokémon se recuperen pronto —expresó sentidamente, con una fuerte resolución en mente.
                  —Y yo que halles a ese infeliz lo antes posible —respondió con seriedad, queriendo darle ánimos para ello.

                  Ella asintió, tras lo cual Tenryuu volvió a elevarse y voló a toda velocidad hacia el noroeste. Poco tardó Danot en darse cuenta de que no le había preguntado su nombre, pero supuso que, siendo una Entrenadora local autorizada para entrar en la Guarida Dragón, era probable que alguien del Gimnasio la conociese. Se giró hacia el edificio, y tras acercarse, la puerta automática se abrió de par en par, dejándole acceder a un acogedor y cálido ambiente de paredes color naranja y cómodos muebles de madera. La enfermera a cargo, una mujer de cabello y ojos plateados, quien estaba atendiendo a un muchacho de cabello castaño, le saludó cordialmente al verlo aproximarse. Danot le respondió débilmente antes de empezar a perder el conocimiento, por lo que ambos se apresuraron a auxiliarlo. No tenían forma de saber que, tras verse seguro por fin, había perdido toda la fuerza que su estado de necesidad y alerta le había brindado para superar el dolor, cansancio y falta de sueño.

                  Un par de horas después, a mediodía, Ibuki y Tenryuu volaban raudamente hacia el este, hasta que finalmente llegaron a su destino: un desfiladero con una entrada en la base, sellada por toneladas de escombros, tal y como había explicado Danot. Maldijo la ambición desmedida del Equipo Rocket, recordando con enojo el incidente ocurrido en la Guarida Dragón hacía diez años, mientras la dragona descendía. Tras comprobar que no había nadie ahí, ambas afrontaron el derrumbe con una sola idea en mente.

                  —¡Danza Dragón y Cola Férrea! —ordenó de inmediato, sintiéndose como si fuese a luchar contra los causantes de lo ocurrido.

                  Bastó una grácil y ágil pirueta en el aire para que la velocidad y fuerza física de la dragona llegasen al nivel uno de su técnica de incremento, tras lo cual se acercó a los escombros, con su cola brillando de color metálico. Treinta contundentes golpes de la misma fueron suficientes para reducir los peñascos a trozos del tamaño de un puño; a pesar de ello, el camino aún seguía bloqueado.

                  —¡Lanzallamas! —indicó a continuación, mientras se aprestaba a liberar a otro de sus Pokémon.

                  Tenryuu abrió su pequeña boca y exhaló una columna de fuego hacia las rocas, en tanto a su lado aparecía un dragón bípedo con rasgos de tiburón, piel mayormente azul y afiladas garras blancas; este último también abrió sus temibles fauces para utilizar el mismo ataque. Juntos, lograron elevar en cientos de grados la temperatura de la masa pétrea, dejándola al rojo vivo. Fue entonces que se detuvieron, tras la indicación de su Entrenadora.

                  —¡Shouryuu, Surf! —ordenó ésta tras situarse detrás de su Garchomp, cuya aleta dorsal dejaba ver una muesca típica de los machos de su especie.

                  El aludido se agazapó y cerró sus ojos de escleróticas negras e irises dorados para concentrarse en sus alrededores, dando tiempo a Tenryuu para resguardarse. Emitió un atronador rugido al abrirlos, con lo que la humedad del ambiente se condensó casi de inmediato en un devastador muro de agua que, al tocar las piedras calientes, produjo una gran nube de vapor y un sonido muy similar al de un cascanueces. Ibuki sonrió con satisfacción al ver los antes imponentes peñascos convertidos en guijarros que no tardaron en ser barridos por un segundo Surf de Shouryuu, dejando despejado por fin el camino.

                  —Bien hecho, ambos —les felicitó serenamente, tras lo cual dejó escapar un suave suspiro; de alguna forma, había dejado escapar toda la tensión acumulada del día con lo que acababa de hacer—; será mejor que volvamos a casa y descansemos un poco, porque posiblemente tengamos una tarde ocupada —les instó animadamente, porque se trataba de seguir cumpliendo el sueño por el que tanto se había esforzado.

                  Dicho esto, guardó a Shouryuu y montó sobre Tenryuu, deseando que los Rockets no volviesen a acercarse a Fusube en mucho tiempo. Mientras ascendían, se preguntó si acaso el responsable de lo ocurrido en la Guarida Dragón también sería uno de ellos, pero al no tener ninguna certeza al respecto, prefirió concentrarse en sus actividades de la tarde, lo cual le mejoró considerablemente su humor.

                  Danot no despertó hasta la mañana siguiente. Algo adormilado, vio la habitación con extrañeza, sin recordar cómo había llegado ahí, y si bien se sentía descansado, aún le dolían las articulaciones. Pronto se percató de que estaba en un cuarto de invitados, seguramente del Centro Pokémon de Fusube, con lo que por fin pudo recordar todo lo ocurrido hasta su llegada ahí. Queriendo saber qué había pasado con sus Pokémon, se levantó tan prestamente como le fue posible, hallando sus cosas en una mesa, junto a un llavero que también cogió. No tenía el mejor aspecto, pero ya se encargaría de ello después…

                  Encontró a la encargada al llegar a la recepción, cuya expresión se llenó de alivio al verlo caminar por su propio pie, si bien con algo de dificultad aún. Sin embargo, tuvo que responder sus preguntas respecto a su propio estado antes de poder preguntar por Hellga y los demás, tras lo cual fue conducido a una amplia sala de paredes blancas y luces del mismo color, llena de cápsulas metálicas con tapas de cristal perfectamente alineadas, siendo las más pequeñas también las más cercanas a la entrada. La mayoría de ellas estaban vacías, como comprobó al pasar a su lado, pero se detuvo al encontrar las tres que albergaban a los inconscientes y maltrechos Ray, Salma y Hellga.

                  —Todos están fuera de peligro —dijo Teina con tono suave para tranquilizarlo, sin poder olvidar su pésimo estado cuando comenzó a atenderlos—; tus otros Pokémon están en mejores condiciones, pero todos ellos necesitarán descanso absoluto por una semana como mínimo —explicó al volver sobre sus pasos, llegando a una estantería de donde cogió una bandeja con tres Poké Balls que entregó al chico.
                  —Entonces los enviaré a casa ahora mismo —respondió éste tras colocarlas en su cinturón, aliviado por fin—; si te dejo un número telefónico, ¿podrías mandar a los otros apenas estén curados? —preguntó amablemente, sin intención de postergar su batalla de Gimnasio; sabía bien que Hellga y los demás lo querrían así.
                  —Claro, anótalo aquí —indicó al darle una libreta y un bolígrafo, con los cuales el chico escribió rápidamente el número del laboratorio de Yamen.
                  —Gracias, por ayudarme y salvar a mis Pokémon —agradeció espontáneamente, para luego disponerse a salir.
                  —Sólo hacía mi trabajo —respondió Teina, levemente sonrojada por esas palabras; no estaba acostumbrada a los elogios hacia su propio esfuerzo o cualidades, dadas sus particulares circunstancias familiares en su natal Kanazumi—; aunque no fui la única que te ayudó ayer —añadió, recordando cómo el chico al que había estado atendiendo en ese momento le había ayudado a llevar a Danot hasta la habitación donde había pasado la noche —; así que si ves a Jin’ya, dale las gracias también —pidió, no queriendo obviar su mérito en ello.
                  —¿Jin’ya? Eso haré entonces, apenas tenga la oportunidad —contestó, agradecido también por esa información.

                  Con una preocupación menos, Danot se dirigió a la sala de comunicaciones y no tardó en llamar a su hermano. Tenían mucho de qué hablar.

                  —Danot, tienes muy mal aspecto —dijo Yamen con ironía al verle algo despeinado—; ¿tuviste problemas en el Camino de Hielo? —preguntó, mucho más serio.
                  —Más de los que había previsto… verás… —empezó a explicar, necesitado de que alguien cercano le escuchase.

                  Danot narró con lujo de detalle lo acontecido en el Camino de Hielo y la Guarida Dragón, sorprendiendo considerablemente a su hermano, quien no se esperaba ni por asomo lo que escuchó.

                  —Has tenido muchísima suerte… muy pocos se topan con esos infelices y no salen lastimados —comentó Yamen con semblante sombrío, agradeciendo que no hubiese ocurrido nada irreversible.
                  —Sólo porque Hellga y los demás estuvieron ahí para evitarlo —respondió Danot, lamentando que sus Pokémon hubiesen salido lastimados para protegerle—; por eso quiero mandarlos a casa, para que descansen lo necesario, aunque no tengo a todos aquí —explicó, procurando animarse, sabiendo que la mejor manera de agradecer todo su esfuerzo y sacrificio sería esforzarse en cumplir sus metas.
                  —Mándalos y te enviaré a los otros —propuso amablemente, adelantándose a su intención—; ¿cuánto tiempo necesitarán Hellga y los otros para recuperarse? Porque no creo que quieras disponer sólo de cuatro Pokémon para tu batalla —conjeturó, mientras recibía las Poké Balls que el chico había empezado a enviar a través del transportador.
                  —Una semana, como mínimo. Y sí, pienso hacerlo, como un reto extra —afirmó con tanta seguridad que Yamen no pudo evitar sorprenderse—; sé que no es mi forma usual de actuar, pero quiero hacer de esta batalla de Gimnasio una experiencia inolvidable, si es que va a ser la última de mi viaje —agregó con un cariz de nostalgia e ilusión; prefirió no mencionar lo que realmente había decidido hacer con su vida y dejarlo para después, cuando sus padres también estuviesen presentes.
                  —Seguramente lo será, considerando la fama de fuertes que tienen los dragones del Gimnasio de Fusube —contestó Yamen, mientras ponía en el transportador una de las cuatro Poké Balls que Danot quería.

                  El chico asintió, recordando bien cómo habían sido ampliamente superados por Tenryuu, lo que le llevó a preguntarse si los Pokémon del Gimnasio serían más fuertes y rápidos que ésta. Salió de su ensimismamiento con la llegada de la primera Poké Ball, la de Alfa, la cual le devolvió la confianza, dado todo el tiempo que habían pasado juntos. Una a una, las fue reduciendo y poniendo ordenadamente en su cinturón.

                  —Bien, ya las tengo —dijo animadamente Danot, acariciándolas con las yemas de los dedos—; la enfermera te enviará a los demás cuando el tratamiento haya acabado —explicó, para que esa llamada no tomase desprevenido a Yamen.
                  —Entonces estaré pendiente —respondió éste de buena gana, volviendo a sonreír por fin—; considerando que estoy esperando una llamada muy importante, tendré que estarlo igualmente —explicó, visiblemente emocionado.
                  —¿Oh, y eso? —preguntó, intrigado por ello.
                  —Te lo contaré cuando lo sepa con seguridad —prometió, no queriendo hacerse falsas ilusiones.
                  —De acuerdo; sea lo que sea, ¡mucha suerte con ello! —le deseó sinceramente, con una gran sonrisa.
                  —¡Lo mismo con tu batalla, hermano! —correspondió el mayor, de igual forma—; y que no te ganen humillantemente —se permitió bromear, más relajado tras esa charla.

                  Danot rió ante tal comentario antes de que Yamen colgase, sabiendo que le estaba instando a tomárselo con calma, fuese cual fuese el resultado. Sin nada más por hacer ahí, se marchó a arreglarse un poco y desayunar, mientras acababa de decidir su plan para el resto del día.

                  Con mejor aspecto, el estómago lleno y la intención de recopilar suficientes datos, Danot se dispuso a salir tras pedir indicaciones a Teina. Primero fue a buscar medicinas en la tienda de artículos Pokémon, situada en el sudeste de la ciudad, y luego se dirigió hacia el norte, buscando el extenso parque que había visto desde el aire el día anterior.

                  Al llegar, halló justamente lo que quería: decenas de Entrenadores practicando con sus Pokémon o combatiendo entre sí, aprovechando el día de descanso establecido por las Federaciones Regionales para los Gimnasios. Así, empezó con su manera usual para recopilar datos: buscar a alguno de los primeros, entablar una conversación casual y preguntar lo que necesitaba saber. Era un método que había ido refinando cuando se dedicaba a conseguir datos de campo para Yamen. En el mejor de los casos, bastaban unos minutos para obtener lo que necesitaba, y en el peor, soportar alguna majadería e irse con las manos vacías. Sin embargo, sus favoritos eran los intermedios, en los que tenía que ganárselo con una batalla.

                  Así, pasó las siguientes tres horas recorriendo el parque y combatiendo, pero fue poco lo que pudo averiguar, pues la mayoría de Entrenadores había perdido antes de ver al segundo o tercer Pokémon de la Líder de Gimnasio. No fue un esfuerzo en vano, ya que esas batallas ayudaron a fortalecer a sus cuatro Pokémon, como dejó ver Alfa al vencer a la mayoría de sus oponentes con dos o tres ataques antes de cansarse. Por su parte, Shady se había mantenido invicta hasta que su gran velocidad fue anulada por la mayor fuerza física de un rudo Rhydon, mientras que Sparkle y Pyro lo habían tenido más fácil al luchar con ventaja de tipo. Tras todo ese trajín, este último era el único que todavía tenía energías para continuar.

                  Creyendo que no podría obtener más datos y aún necesitado de descanso, Danot pensó que sería un buen momento para sentarse y organizar los que ya tenía, pero cambió de idea al ver a dos chicos con los que todavía no había hablado. El mayor, de cabello azul y vivaces ojos café, daba órdenes a un hurón de cuerpo alargado y pelaje crema y marrón que evadía hábilmente las Pistolas de Agua de un cocodrilo bípedo de quijada prominente y escamas celestes dirigido por el otro, castaño y de ojos café, a quien Danot reconoció de inmediato: era el chico que, junto a Teina, le había auxiliado el día anterior. Decidió dejarlos acabar antes de decir nada, por lo que pasó unos tres o cuatro minutos observando esa práctica, en los cuales Croconaw pudo por fin dar cinco golpes directos a su escurridizo blanco antes de que éste se cansase.

                  —¡Bien hecho, Furret! —le agradeció el peliazul, antes de guardarlo—. Creo que ya estás listo para tu revancha, Jin’ya —añadió con una sonrisa sincera.
                  —¡Sí, con tu entrenamiento y consejos por fin podré vencer a Ibuki! —contestó con bríos el aludido, aunque su mirada no parecía tan entusiasmada, mientras acariciaba la cresta roja en la cabeza de su Pokémon; fue entonces que notó la presencia de Danot—; parece que nuestro bello durmiente por fin despertó —comentó al dirigirse a hacia él, con una sonrisa traviesa.

                  Si bien no lo dejó ver, este comentario normalmente habría hecho que Danot se echase para atrás por la confianza que su interlocutor se había permitido con él, pero si no lo hizo fue por notar el alivio sincero en su expresión.

                  —Ja ja, sí —contestó finalmente Danot, no queriendo ser desconsiderado con Jin’ya—; muchas gracias por tu ayuda —añadió sentidamente, a pesar de esa primera mala impresión.
                  —Lo único que hice fue ayudar a llevarte a la cama más cercana —dijo el castaño con modestia, si bien fue difícil para su interlocutor saber si ésta era del todo sincera—; soy Jin’ya de ciudad Yoshino, y este gran Entrenador es Saburou, mi paisano —explicó con algo de pompa, al darse cuenta que había dejado de lado a su propio benefactor.
                  —¿¡En serio!? —preguntó un sorprendido Danot, pues a pesar de venir de la misma ciudad, ninguno de los dos le sonaba de nada.

                  Ante la extrañeza de ambos, el recién llegado explicó lo ocurrido, causándoles una risa suave. Con la coincidencia aclarada, Danot expuso lo que quería y Saburou accedió a compartir lo que sabía de la Líder de Gimnasio si aceptaba tener una batalla contra Jin’ya y su Croconaw. A pesar de saberse en mucha desventaja, era justo lo que quería. Tras asentir, se alejó unos metros antes de liberar a su Charmeleon, ante las atentas y agradecidas miradas de su oponente y el cocodrilo de escamas celestes.

                  —¡Char! —gruñó Pyro al ver a este último, alzando las garras y mostrando la flama en la punta de su cola.
                  —¡Empieza con Pistola de Agua! —ordenó Jin’ya, aprovechando la ventaja de tipo.
                  —¡Danza Dragón! —indicó prestamente Danot, listo para disfrutar del combate.

                  A Pyro le bastó un brinco diagonal para evitar ese disparo y empezar una enérgica danza con la que esquivó los siguientes, si bien por escaso margen. Aunque estaba satisfecho con el resultado de su entrenamiento, Jin’ya sabía que su ventaja no serviría de nada si sus ataques no alcanzaban al oponente.

                  —¡Cuchillada! —ordenó Danot, tras ver a su Pokémon rodeado ya por el fuego azul propio de la Danza Dragón.
                  —¡Bloquéala con Mordisco! —contraatacó el castaño, sin querer dejarse intimidar; no sólo estaba luchando contra su paisano, sino también contra su propia inseguridad.

                  Con una reacción muy rápida, Croconaw se lanzó en pos de Pyro y atrapó su garra izquierda con la boca. Sin embargo, no se esperó un zarpazo en el vientre de la otra, quedando así un fino rastro rojo sobre las escamas amarillas que lo cubrían, por lo que tuvo que soltar al lagarto y alejarlo con su Pistola de Agua. La extremidad bloqueada también dejaba escapar hilillos de sangre, como Danot comprobó cuando Pyro volvió a su posición inicial. Ambos Entrenadores se vieron mutuamente con respeto.

                  —¡Cuchillada de nuevo! —ordenó Danot, queriendo aprovechar la mayor fuerza y velocidad de su Charmeleon.
                  —¡Danza Dragón! —indicó súbitamente Jin’ya, para sorpresa de sus oponentes.

                  Esbozando una sonrisa confiada, Croconaw evitó el zarpazo con un salto que fue el primer paso de una rauda danza que podría devolverle su ventaja inicial. No queriendo perder de nuevo contra un rival que empleaba también su ataque favorito, Pyro hizo lo mismo, con lo que el combate se convirtió en una persecución mutua, con ocasionales Cuchilladas cortando el aire o siendo bloqueadas por un ataque similar. Se detuvieron tras poco más de un minuto, rodeados de fieros hálitos azules, a la espera de la orden que pudiese romper esa aparente igualdad.

                  —¡Mordisco! —ordenó Jin’ya, al haber notado algo importante durante ese tiempo.
                  —¡Triturar! —indicó Danot, siendo consciente de lo mismo; no quería arriesgarse demasiado, pero tampoco quería dar la iniciativa a su contrincante.

                  A pesar de estar al mismo nivel de Danza Dragón, el Pokémon ígneo demostró ser algo más rápido al clavar primero sus colmillos en el hombro izquierdo de su oponente, quien chilló de dolor antes de hacer lo propio. No obstante, éste tenía más fuerza física, como Pyro comprobó al verse sometido gradualmente en ese pulseo, lo cual le llevó a presionar más fuertemente. Se mantuvieron así por unos segundos más, tras los cuales se vieron obligados a soltarse mutuamente y retroceder, cansados y con sus aumentos amenazando con desvanecerse en cualquier instante. Aun así, ninguno de ellos estaba dispuesto a rendirse sin dar todo de sí.

                  —¡Cuchillada! —ordenó Jin’ya, creyendo que el combate no duraría mucho más y queriendo asegurar su victoria.

                  Pyro vio cómo su contrincante se acercaba a toda velocidad con las zarpas en alto, listo para dar el golpe definitivo, por lo que se preparó para hacer lo mismo. Danot era consciente de que para ganar ese mano a mano tendrían que utilizar ese ataque. Era muy arriesgado, pero si querían dominarlo no quedaba más opción que intentarlo las veces que hiciese falta.

                  —¡Carga Dragón! —indicó rápidamente, poniendo toda su fe en ello.

                  Sorprendido por tal orden, Pyro no pudo evitar recordar todas las veces en las que había fallado con ese ataque. Sin embargo, esto no le desanimó de volver a intentarlo, por lo que corrió prestamente hacia su oponente mientras el aura de su Danza Dragón se combinaba con la emanación energética proveniente de su cuerno, la cual tomó la forma de un largo y feroz dragón azul. Croconaw sintió por un instante la necesidad de hacerse a un lado ante tal arremetida, pero no lo hizo por respeto a su Entrenador. Fue la mejor decisión que podría haber tomado, porque su contrincante perdió el control de toda esa energía y pasó de largo cuando intentó embestirle, con tan mala suerte que acabó chocando contra un árbol cercano, para pasmo de Saburou y Jin’ya.

                  —Eh… acábalo con Surf —ordenó este último, aún recuperándose de la impresión.

                  Sin demora, el cocodrilo gruñó con fuerza antes de generar una ola de dos metros con la humedad ambiental, la cual noqueó a Pyro justo cuando éste volvía a ponerse de pie. Danot lo regresó prestamente a su Poké Ball, no sin agradecerle su gran trabajo y pensando en las cosas que aún tenían que mejorar, juntos.

                  Cumpliendo su promesa, Saburou le contó todo lo que sabía sobre los Pokémon y estilo de combate de la Líder de Gimnasio, con más detalle de lo que Danot esperaba; esto era, como supo poco después, porque el peliazul la había vencido hacía más de un año (al quinto intento, lo cual le había permitido estudiarla bien). Decidiendo que ya tenía suficientes datos y que Pyro y los demás necesitaban recuperarse, se despidió de sus paisanos y se dispuso a volver al Centro Pokémon. Tras dejarlos con Teina, se sentó en uno de los sofás de la recepción y sacó su preciada libreta de apuntes para buscar la primera página en blanco posterior a la dedicada a Yanagi, donde escribió “Gimnasio de ciudad Fusube” con letra poco arreglada pero entendible. Así, se dispuso a apuntar todo lo que había averiguado; era poco en comparación a lo que conocía de los otros Líderes, pero creyó que sería suficiente para elaborar una estrategia efectiva.

                  —Ibuki se especializa en Pokémon de tipo dragón —leyó mientras escribía, a pesar de ser algo que ya tenía por mano—. Cuenta con Pokémon como Dragonair, Garchomp, Altaria y Kingdra, pero es posible que tenga alguno más que pueda aprovechar o volar sobre la piscina en medio del campo—siguió, intentando recordar los Pokémon de ese tipo que conocía y cumpliesen dicho criterio, como Flygon o Salamence—. Su estilo se basa en atacar contundentemente y no dejar respirar a sus retadores; también emplea técnicas de incremento, auxiliares o disruptivas, dependiendo de su Pokémon —puesto así, parecía tener un estilo de combate muy completo—. Siempre comienza con Altaria, salvo en las revanchas, en las que escoge a Garchomp como primero —anotó, teniendo una certeza que podría facilitarle las cosas—. Para estos y Dragonair, la capacidad de nado, velocidad y ataques de hielo de Alfa y Shady serán útiles, pero no sé si bastarán —dijo para sí mismo, suponiendo que el desenlace final dependería de la diferencia de nivel y habilidad entre ellos—; quien me preocupa más es su Kingdra; si Sparkle o Pyro conociesen algún ataque de tipo hada o dragón confiable, tendríamos una oportunidad más sólida contra él —pensó en voz alta, preguntándose cómo podría solucionar ese predicamento.

                  Después de hacer algunas anotaciones respecto al entrenamiento que haría por la tarde, decidió ir a la cafetería y se sentó en la primera mesa libre que halló, mientras seguía pensando en alguna alternativa que le permitiese enfrentar de igual a igual al Kingdra de Ibuki, hasta que se dio cuenta de que no podría disfrutar de su comida si seguía así. Dejó el tema de lado e intentó apreciar cada bocado como si fuese el último del día, agradeciendo el esfuerzo de todos quienes la habían hecho posible.

                  Tras un breve descanso, recogió a sus compañeros y se dirigió al área de práctica situada detrás del Centro Pokémon y separada de la calle por un muro de tres metros de altura. Ésta contaba con tres campos de arcilla delimitados por líneas de cal, por lo que no perjudicarían a nadie si entrenaban ahí por un par de horas. Danot liberó a sus Pokémon y se dispuso a empezar, prestando especial atención a una pícara comadreja bípeda de pelaje azabache y garras afiladas, algo más pequeña que Pyro. Shady era su mejor baza para ganar su octava medalla al primer intento, aunque sabía que no sería nada fácil.

                  Así, empezó a darles indicaciones. Sparkle se mantuvo a su lado mientras Pyro era flanqueado por Alfa y Shady. Acicalándose la pluma roja al lado izquierdo de su cabeza, esta última comenzó a escupir una lluvia de cristales de hielo hacia el lagarto, quien la evitó con un brinco lateral que dio inicio a su Danza Dragón. La estrella de mar se unió al ejercicio con un zigzagueante rayo gélido disparado desde su núcleo, forzando a su blanco a intensificar su ritmo de movimiento.

                  —¡Chicos, sé que pueden hacerlo mejor! ¡Nuestros rivales serán más rápidos que esto, así que debemos mejorar nuestra puntería y reflejos para no darles oportunidad de contraatacar! —les arengó con mucha energía y firmeza; sus Pokémon asintieron y se aprestaron a continuar con la práctica—. Es una gran ventaja que Pyro pueda usar Danza Dragón y que los ataques de hielo no le afecten mucho —pensó, orgulloso de la rutina de entrenamiento que había diseñado.

                  Centrándose en Pyro, Alfa y Shady siguieron disparando sus ataques de hielo, en tanto el primero se empleaba a fondo para eludirlos con su técnica de incremento. Sin embargo, un instante de distracción de su parte permitió que algunas de las dagas de hielo de la comadreja le diesen en la espalda, y de no ser por un abrupto salto, también lo habría hecho el rayo congelante de la estrella de mar.

                  —Sparkle, ve preparándote; cuando Pyro se canse, será tu turno —le indicó Danot, sin querer forzar mucho a sus Pokémon, pues planeaba desafiar a Ibuki al día siguiente.
                  —¡Rai, rai! —asintió la aludida, mientras su expresión juguetona pasaba a ser una mucho más seria y decidida.

                  A pesar de las palabras de Danot y el cansancio que empezaba a sentir, un tozudo Pyro pudo mantener el ritmo de su danza mística. Sabía que llevándose al límite podría brindar a sus compañeros de equipo la mejor ayuda posible, independientemente de su posible aportación en el campo de batalla. Además, esto le ayudaría a fortalecerse, por lo que era un esfuerzo doblemente útil. Con dicha meta marcada a fuego en su mente, pudo resistir seis minutos más de asedio, tras lo cual tropezó y cayó estrepitosamente, con sus extremidades inferiores agarrotadas. No le importó en lo más mínimo, ya que había conseguido exactamente lo que quería.

                  —Sparkle, te toca —dijo Danot al indicar otro punto del campo hacia el que ésta y las otras dos corrieron en el acto—; ¿estás bien? —preguntó mientras ayudaba a Pyro a ponerse cómodo.
                  —Char —afirmó éste, tras echarse de lado y estirar sus piernas tanto como le fue posible.
                  —De acuerdo, pero no te fuerces más de la cuenta, ¿sí? Ninguna victoria o medalla vale más que tu bienestar —expresó con toda honestidad, teniendo aún muy fresco lo ocurrido en el Camino de Hielo.

                  Pyro no respondió a esto. Apreciaba el sincero interés de su Entrenador, pero era él mismo quien sabía hasta qué punto podía o quería arriesgarse y agradecía que éste lo respetase, por más que a veces pudiese preocuparse demasiado. Esto no quería decir que no confiase en él; había sido así desde el principio y no concebía algo que pudiese hacerle cambiar de opinión. Una suave caricia en la cabeza no hizo más que reafirmar este sentimiento.

                  Tras esa breve conversación, ambos vieron cómo Sparkle evitaba con holgura los ataques de hielo de Alfa y Shady gracias a su Ataque Rápido. Continuaron así por poco más de cinco minutos, tras los cuales la primera cayó rendida y las otras dos cesaron su ofensiva, necesitadas también de una pausa.

                  —Bien, descansen —indicó Danot al dar palmadas para llamar su atención—; Pyro, ayúdame por favor —le pidió al caminar hacia la caseta en una esquina formada por los muros delimitadores del área de práctica.

                  Con algo de esfuerzo, Pokémon y Entrenador cargaron cuatro dianas a un extremo del campo que estaban ocupando, para utilizarlas luego. Así, mientras Sparkle, Shady y Alfa descansaban, Pyro empezó a dar Cuchilladas al aire por indicación de Danot, quien quería mejorar los ataques que no fuesen inefectivos contra sus oponentes. Además de la electricidad, el fuego y el agua, había descartado los ataques de tierra a causa de la piscina en medio del campo de batalla, la cual daba una enorme ventaja al Kingdra de la Líder de Gimnasio.

                  Tras diez minutos de práctica, el lagarto se unió al descanso que aún tomaban sus compañeras, y otros cinco minutos después, todos estaban listos para continuar. Danot indicó a Alfa, Shady y Sparkle que repitiesen el ejercicio anterior, mientras él cogía una diana y la situaba a poco más de doce metros del Charmeleon.

                  —¡Pyro, usa tu Carga Dragón! —ordenó al apuntar a la diana, pensando que si iban a dominar dicho ataque, ese sería el mejor momento para hacerlo.
                  —¡Char! —asintió el aludido, teniendo en mente exactamente lo mismo.

                  Un fuerte gruñido precedió a una intensa aura azul en torno a su cuerno, la cual se convirtió en una emanación de energía en forma de dragón cuando Pyro se lanzó en pos de su objetivo. No obstante, a poco más de dos metros de éste, justo al saltar para alcanzarlo, no pudo controlar todo ese poder y acabó desviándose y dándose de bruces contra el suelo. Era lo mismo que había ocurrido en el parque, horas atrás.

                  —¿Estás bien? —preguntó Danot al ayudarle a levantarse, llamando la atención de sus otras Pokémon, quienes se acercaron rápidamente.

                  Pyro se reincorporó lentamente con dicha ayuda, más dolido en su orgullo que en otra cosa, sobre todo al recordar su derrota más reciente. A pesar de tener la intención de ayudar a sus compañeras a entrenar, realmente deseaba participar en la batalla del día siguiente, pero no quería ser tan egoísta como para exigir tal oportunidad sin estar en la capacidad real de contribuir a una victoria.

                  —Chicas, sigan practicando, por favor —pidió amablemente Danot, agradeciendo su interés, pero creyendo que su presencia ahí sólo agobiaría más al Charmeleon.

                  Entendiendo la situación, el trío volvió a donde estaba para seguir con su práctica. No podían hacer más, salvo confiar y esperar que su Entrenador pudiese manejarla.

                  —Veo que aún tienen problemas con ese ataque —comentó una confiada voz joven que a Danot y Pyro se les antojó conocida.

                  Detrás de ellos estaban Jin’ya y Croconaw, quienes aparentemente acababan de volver al Centro Pokémon. Pyro gruñó algo molesto, lo cual no pareció incomodar en lo más mínimo al Pokémon acuático.

                  —Acabamos de empezar, así que es algo normal —respondió Danot, sin alterarse; seguía agradecido por su ayuda del día anterior y durante la mañana, por más que no le gustase su actitud de superioridad—; tan pronto como ganemos la medalla de Ibuki, nos gustaría tener una revancha —expresó sinceramente mientras ponía una mano en el hombro de Pyro, confiando en él para ello.
                  —A este ritmo, lo tienen difícil; menos mal que tengo algo que podría ayudarles —replicó Jin’ya con una sonrisa confiada, satisfecho por tener su atención; no había sido casualidad que se hubiese dirigido a ambos—; Croconaw, usa tu Garra Dragón —indicó a continuación.

                  Encorvándose y cruzando sus garras, Croconaw emitió un gruñido gutural mientras éstas se rodeaban de una brillante energía azul, idéntica a la de la Carga Dragón, en apenas un instante. Acto seguido, realizó una sucesión de rápidos zarpazos ante los asombrados Danot y Pyro, quienes parecían hipnotizados por el sonido del aire al ser cortado de esa manera.

                  —¿Impresionante, verdad? —preguntó Jin’ya, orgulloso—. Puedo ayudarte… si me pagas la comida —agregó con expresión de circunstancias, mientras sus tripas rugían; era culpa suya, por entusiasmarse demasiado tras su victoria en el parque y comprar varias cosas que le habían dejado muy ajustado de dinero.
                  —Me parece perfecto —respondió Danot con completa naturalidad, para sorpresa de su paisano; le parecía una ganga por una opción aparentemente confiable para su batalla del día siguiente.
                  —¡Entonces te lo encargo, Croconaw! —dijo a su resignado Pokémon, quien aún no entendía por qué su Entrenador no podía ser un poco más previsor.

                  Tras recibir algo más que el dinero suficiente para comprar una comida y un par de bebidas, Jin’ya corrió hacia la cafetería mientras Croconaw se disponía a cumplir con su parte del trato; a fin de cuentas, gran parte del dinero gastado había sido para comprar comida especial para él y sus compañeros de equipo.

                  —Gracias, esto nos ayudará mucho —le dijo Danot con una sonrisa y respeto muy sinceros; Pyro, algo más seco, secundó el gesto hacia quien veía como otro rival por superar.
                  —Noou —respondió el cocodrilo, también con respeto.

                  Croconaw volvió a asumir una postura encorvada y comenzó a rasguñar el aire con sus garras llenas de energía azul, más lentamente que antes para que Pyro pudiese observarlas mejor.

                  —Pyro, ¿listo para imitarlo? —preguntó Danot, notando la ardiente determinación en su mirada.
                  —¡Char! —asintió el lagarto, sabiendo que ésta era su gran oportunidad; se situó al lado de Croconaw y comenzó a cortar el aire con sus garras, pero no pudo encenderlas como éste había hecho. No se rindió y siguió intentándolo con ahínco, creyendo que si su rival era capaz de hacerlo, él también.
                  —Voy a ver cómo van las demás; sé que podrás aprenderlo en poco tiempo —le animó, sabiendo que Pyro tenía una gran facilidad para aprender ataques; éste asintió y se dispuso a observar atentamente cómo el cocodrilo volvía a ejecutar su Garra Dragón.

                  Dejando solos a esos dos, Danot fue hacia donde estaban las demás. Sparkle aún era capaz de eludir los ataques de Shady y Alfa, aunque con mucho menos margen que al inicio. Cuatro minutos después, su Entrenador les instó a parar y descansar al notar el cansancio de todas ellas, además del suyo propio, por lo que se sentó en una banca cercana. Sin que se lo esperase, una sensación muy fría llenó su mejilla, y al girarse se encontró a Jin’ya y una botella de agua que éste le ofreció, para luego sentarse y seguir comiendo.

                  —Gracias —dijo Danot, tras lo cual se puso la botella en la frente, queriendo aprovecharla así antes de beber su contenido.
                  —¿Hay alguna razón por la que quieras retar a Ibuki sólo con ellos? —preguntó con curiosidad, entre bocado y bocado, creyendo que era algo precipitado, dado lo ocurrido el día anterior y el estado de sus otros Pokémon; Danot asintió.
                  —Sé que aún queda un mes para el inicio de la liga y que podría esperar a que mis otros Pokémon se recuperaran, pero quiero hacer de esta última batalla de Gimnasio algo memorable —contestó, con una mezcla de ilusión y nostalgia evidentes.
                  —Lo será, no lo dudes; no por nada Ibuki es la última Líder de la ruta oficial, y lo digo por experiencia propia —afirmó, recordando claramente su derrota ante la aludida.
                  —¿Cómo fue tu batalla con ella? —preguntó con interés, pensando que esto podría serle de utilidad durante su propio combate.
                  —Me dio una paliza —admitió, recordando lo confiado que había llegado hacía tres días al Gimnasio—; no pude con la presión después de que sacara a su Dragonair —añadió, procurando ocultar la inseguridad que había sentido tras el combate; este tipo de derrotas le hacían cuestionarse si acaso valía la pena continuar el camino que había escogido como Entrenador profesional.

                  Sin embargo, Danot acabó notándolo, porque él mismo se encontraba al principio de seguir ese mismo camino, sin importar el resultado de la conversación que pensaba tener con sus padres tras la Conferencia Plateada, si bien realmente deseaba tener su apoyo para esto. Y seguramente tendría muchos momentos como el que Jin’ya estaba pasando, pero quería ser capaz de tener el valor y la convicción para continuar a pesar de ello.

                  —Siempre habrá situaciones así; es la vida del Entrenador, ¿no te parece? —dijo, queriendo darse valor y dárselo a su interlocutor; no quería partir en malos términos con sus padres, pero tampoco podía traicionar lo que anhelaba con todo su ser, y esto era algo que nadie podía negarle hacer, por más difícil que pudiese resultar.
                  —Tienes razón; es el camino que elegimos por nosotros mismos —respondió Jin’ya, muy agradecido por esas palabras de aliento, tras lo cual pudo disfrutar mucho más de su comida.

                  Danot también agradeció poder haber tenido esa conversación. Le había animado muchísimo ser capaz de expresar todo aquello sin ningún reparo, además de ayudar a quien le estaba ayudando a acercarse cada vez más a su meta.

                  —¡Vamos, sigamos practicando! —instó con energía a sus tres Pokémon, quienes se reincorporaron de inmediato para continuar.

                  Tras indicarles que reiniciasen su rutina previa, Danot fue a ver a Pyro y Croconaw; al acercarse, comprobó con satisfacción cómo el primero ya podía encender pequeñas chispas azules en torno a sus garras con cada movimiento que hacía. El chico le dedicó una felicitación y una caricia en la cabeza antes de volver con el otro grupo y observar la mejoría en la puntería de Alfa y Shady, siendo la prueba que Sparkle sólo duró tres minutos de ese asedio antes de tener que ser llamada a descansar.

                  —¡Alfa, Shady! ¡A partir de ahora se alternarán entre usar sus ataques y evadir los de la otra! —les indicó con ánimo tras dedicar una cariñosa caricia a Sparkle, quien lo siguió lentamente hasta el otro punto de entrenamiento.

                  Ahí, pudieron ver que Pyro ya había logrado generar un débil pero visible halo azul en torno a sus garras, mientras imitaba los rápidos zarpazos de Croconaw. Estaba muy familiarizado con esa energía, menos intensa que la de la Carga Dragón, pero mucho más controlable. Estaba realmente satisfecho con su nuevo ataque.

                  El entrenamiento se extendió por algo más de hora y media tras la reincorporación de Sparkle, pero ya no como objetivo de Alfa y Shady, sino más bien acompañándoles a disparar ataques de largo alcance contra las dianas. En cuanto a Pyro, la práctica le permitió generar por fin un ardiente fulgor azul alrededor de sus garras y cortar el aire tan rápida y precisamente como lo hacía Croconaw. Con esto, Danot dio por terminada la sesión y guardó a sus Pokémon tras felicitarles por su esfuerzo; Jin’ya hizo lo mismo con el cocodrilo.

                  —Supongo que con esto será suficiente —comentó Danot mientras miraba al cielo, con las manos en los bolsillos; había hecho todas las preparaciones posibles, por lo que sólo le quedaba seguir adelante con su plan.
                  —Tranquilo, creo que mañana harás un gran combate —contestó Jin’ya, queriendo darle una seguridad real.
                  —Seguro que sí —asintió, agradecido y confiando en todo lo hecho durante el día—; ¿también lucharás mañana? —preguntó con interés.
                  —Quiero tomármelo con calma, así que lo decidiré mañana mismo —explicó, pues a pesar del visto bueno de Saburou, aún resentía el duro golpe que le había supuesto perder tan contundentemente contra Ibuki; así, se despidió de Danot y volvió al Centro Pokémon.

                  Danot no tardó en hacer lo mismo, tras dedicar un par de minutos a sus propios pensamientos. Dejó a sus Pokémon con Teina, decidiendo recogerlos al día siguiente para realizar su ritual previo a las batallas de Gimnasio, tras lo cual creyó conveniente tomarse con tranquilidad lo que quedaba del día. Mientras subía a su habitación, pensó que podría ser un buen momento para actualizar la información que tenía sobre Yanagi y enviársela a Lynn, como había pensado antes de partir de Chouji.

                  A la mañana siguiente, cuando su Pokégear marcaba casi las diez, Danot partió del Centro Pokémon hacia el noroeste tras hacer todo lo que tenía previsto, mientras sus compañeros descansaban a gusto en sus Poké Balls. Tras atravesar el gran parque que dividía la ciudad, llegó a la zona tradicional de ésta, cuyas construcciones sencillas y ambiente tranquilo le hicieron sentirse como si hubiese viajado un par de siglos al pasado. En total, le tomó algo más de una hora llegar a un complejo en el extremo noroccidental de Fusube, distinto de las casas aledañas, no sólo por su considerable extensión, sino también por el estilo moderno de la pared de dos metros de altura que lo rodeaba.

                  —Por fin —dijo Danot para sí mismo, tras tomar una gran bocanada de aire fresco.

                  Estar delante del Gimnasio de más nivel de Johto le causó escalofríos muy intensos pero nada desagradables. El complejo se extendía hasta unos pocos metros de la orilla del lago que había atravesado hacía dos días montado en Tenryuu, recuerdo que ayudó a acrecentar esa sensación. Por encima de la pared, pudo avistar un edificio parecido a una catedral, de tejado rojo y un saliente en el centro, siendo este último adornado por un vitral circular. «Debe estar muy alto para poder verse desde aquí», pensó mientras caminaba hacia el portón metálico resguardado por un muchacho mayor que él, quien vestía una chaqueta roja y pantalones y mitones largos de un azul marino muy oscuro.

                  —Buenos días; vengo por una batalla con la Líder —expresó Danot con seriedad, queriendo dejar atrás cualquier atisbo de duda que pudiese quedarle.
                  —¿Un desafío? ¡Bien! —exclamó animadamente el portero antes de dejarle pasar, revelando un par de vivaces ojos café tras la cortina de cabello negro que cubría casi la mitad superior de su rostro.

                  Así, Danot fue llevado hasta la entrada del edificio principal del Gimnasio, donde el portero le pidió que esperase un poco mientras hacían los preparativos para la batalla. Se alejó lo suficiente para poder apreciar el vitral que había avistado desde la calle: era una pequeña circunferencia de la que se desprendían ocho brazos elipsoidales. Danot no supo si era una representación estilizada del Sol o de una flor, pero era agradable de ver; su mirada descendió hasta llegar a la puerta celeste por la que el portero había entrado, al lado de la cual había una placa como las de los otros Gimnasios que había visitado durante su viaje.

                  —Ibuki Ryuuzaki, “La Bendecida Domadora de Pokémon Dragón” —leyó, sin poder esconder su sorpresa ante tal título—. ¡Esta batalla va a ser magnífica! —pensó, muy emocionado; casi no podía esperar a medirse con ella.

                  Viendo parte de las instalaciones con las que contaba el lugar, supuso que Ibuki no sólo era una buena Entrenadora, sino que también se dedicaba a mantener el nivel del Gimnasio, y por ende, su lugar en la ruta oficial de Johto. El edificio principal estaba flanqueado por dos campos de arcilla y la misma cantidad de almacenes, seguramente llenos de implementos de entrenamiento. «Es un sitio excelente para entrenar», pensó, envidiando un poco la suerte de los aprendices de la Líder.

                  No tuvo tiempo de hacer mucho más, pues la puerta del edificio se abrió de pronto y el portero le hizo una señal para que entrase, mientras él regresaba al portón. Danot atravesó un pasillo corto antes de llegar al salón que albergaba el campo principal del Gimnasio, cuyos macizos muros parecían capaces de soportar el castigo de los reñidos combates que debían realizarse ahí. Recorrió uno de ellos con la mirada hasta llegar al techo, lo suficientemente alto para que los Pokémon voladores pudiesen moverse con soltura. Al bajar la vista, se encontró con un campo de batalla de dimensiones oficiales, cuyo centro era ocupado por una piscina que cubría más de un cuarto de su superficie. «Suficiente para que dos Gyarados luchen libremente», pensó al acercarse, viendo que el réferi le esperaba junto al pedestal negro instalado a un lado del campo. Sin embargo, no había ni rastro de la Líder.

                  Antes de poder preguntar por su paradero, oyó pasos provenientes del otro pasillo que conducía al salón, demasiados para ser de una sola persona. En efecto, se trataba de dos chicos con la misma ropa que el portero y dos chicas que llevaban las mismas chaquetas y mitones, pero con pantalones cortos y medias hasta las rodillas. Uno de los primeros, de cabello castaño y expresión confiada, se adelantó al resto para hablar con el retador tras saludarlo animadamente y presentarse como Keisuke.

                  —La maestra Ibuki llegará pronto, así que, ¿por qué no aprovechas para registrarte ahora? —sugirió amable y sucintamente.
                  —Eso haré, entonces —asintió cordialmente Danot, volviéndose hacia el pedestal.

                  Mientras el retador se registraba bajo la supervisión del réferi, Keisuke volvió con su grupo y todos ellos empezaron a charlar animadamente, ansiosos por la batalla que estaban a punto de presenciar, la primera del día. Esto hizo pensar a Danot que no iba a ser el único que se lo pasaría bien, pero no le dejó oír los suaves pasos de la Líder, ante quien sus aprendices se inclinaron respetuosamente.

                  Danot volteó tras acabar, encontrándose cara a cara con una mujer joven vestida con un leotardo azul marino y una capa color vino en el interior y negra en el exterior, siendo este último el color de las hombreras que la sujetaban. No obstante, no fue su vestimenta lo que más le sorprendió, sino sus penetrantes ojos azules, su largo cabello celeste atado en una cola de caballo y su sonrisa de confianza. La Entrenadora que había conocido en la Guarida Dragón, la Líder de Gimnasio más fuerte de Johto, ambas eran la misma persona. Ambas eran a quien tendría que derrotar para poder competir en la Conferencia Plateada.

                  Comentario

                  • Souji Fujimura
                    Escritor en ciernes
                    SUPAR PRUEBA
                    • ene
                    • 30
                    • 🇵🇪 Perú
                    • España

                    #10
                    Round 005 — Danzando con dragones


                    Ciudad Fusube, lunes 09 de Octubre, Año 100 AW, 11:24 AM

                    Para quienes lo vieron, Danot parecía haber quedado paralizado de la impresión al cruzar miradas con Ibuki; Keisuke y compañía negaron con la cabeza, pues no era la primera vez que esto ocurría con algún retador excesivamente confiado. Quizá por ello, ninguno se esperó la aparente recuperación del espíritu de lucha del recién llegado, quien dedicó a la Líder una mirada llena de determinación. Se sabía superado en cada aspecto en el que podía pensar respecto a las batallas Pokémon, pero no iba a irse de ahí sin haber intentado ganar con todo de sí.

                    Por su parte, Ibuki supo ocultar su sorpresa por verlo tan pronto en su Gimnasio, dado el pésimo estado en el que le había encontrado hacía dos días, a pesar de saber que su reencuentro era inminente. Esbozó una sonrisa. Los retadores más interesantes eran los que tenían esa intensa voluntad por vencer y la habilidad para conseguirlo; esperaba que Danot contase también con la segunda.

                    —Podemos empezar cuando gustes —dijo Ibuki, seria y cordial, decidiendo obviar lo ocurrido entre ambos; ya tendrían tiempo para hablar de ello luego, si él lo deseaba.

                    Tras esas palabras, ambos se situaron en sus respectivas posiciones por indicación del réferi, mientras Keisuke y los otros se situaban a una distancia segura del campo de batalla.

                    —¡La batalla oficial por la medalla Rising entre la Líder Ibuki y el retador Danot, de ciudad Yoshino, está por comenzar! —exclamó el réferi, viéndoles alternadamente—. ¡Cada uno podrá utilizar tres Pokémon, pero sólo el retador podrá hacer cambios! —añadió, a lo que ambos asintieron—. ¡Entonces, liberen a sus Pokémon y empiecen! —ordenó a toda voz.
                    —¡Adelante, Kouryuu! —exclamó Ibuki, tras tomar una de las Poké Balls sujetas a su guante izquierdo y agrandarla para liberar a la aludida.

                    Dicha Pokémon era una enorme ave de expresión amable y plumaje celeste, salvo en el torso, rodeado de lo que parecía ser una mullida capa de algodón. Dos pequeñas patas azules sobresalían de ésta, reforzando su apariencia poco amenazante.

                    —¡¡¡Chiruuuu!!! —gorjeó fuertemente la Altaria de Ibuki mientras extendía sus alas blancas como nubes, exhibiendo una ferocidad que el retador no se esperaba.

                    Pasada esa impresión, Danot sonrió ante la particular sensación de estar luchando a la vez contra una Líder de Gimnasio y una colega viajera. No sabía si era por cómo se habían conocido o porque ponía nombres a sus Pokémon (cosa que sólo había visto hacer a Akane, Líder en Kogane), pero de lo que sí estaba seguro era de que la batalla se perfilaba como la gran experiencia que había deseado tener.

                    —¡Ve, Alfa! —llamó a su primera elección, listo para empezar—. ¡Rayo de Hielo! —ordenó seguidamente, queriendo presionar a sus contrincantes desde el inicio.
                    —¡Vuela y Afilagarras! —indicó Ibuki, con una media sonrisa llena de confianza.

                    Un par de aleteos bastaron para que Kouryuu se elevase y esquivase el rayo gélido proveniente del núcleo de su rival, quien disparó otro igual tras dar un salto de un par de metros. Sorprendida, la Altaria tuvo que hacer un abrupto giro sagital para evitarlo, mientras intentaba frotar entre sí sus pequeñas garras. Esto produjo que el tercer Rayo de Hielo la golpease de lleno y mandase al suelo, para sorpresa de Ibuki y satisfacción de Danot, dados los buenos resultados del entrenamiento del día anterior. No obstante, Kouryuu estaba lejos de darse por vencida, como demostró al levantarse súbitamente, con más fuerza y una mejor percepción de su entorno.

                    —¡Otro Rayo de Hielo! —indicó Danot en el acto, queriendo mantener esa presión.
                    —¡Onda Ígnea! —contraatacó Ibuki, sabiendo que su Pokémon difícilmente podría soportar otro golpe directo.

                    Apoyada en el borde de la piscina, la estrella de mar disparó otro zigzagueante rayo gélido que fue interceptado por una tórrida corriente de viento generada por el rápido aleteo de la dragona emplumada, quien se había posado en el extremo opuesto. No era su ataque más fuerte, pero le bastó para mantenerse a salvo del Rayo de Hielo y los que vinieron a continuación, para desazón del retador.

                    —¡Psíquico! —ordenó éste, sabiendo que tendría que buscar otra oportunidad.
                    —¡Vuela alto y Carga Dragón! —indicó rápidamente Ibuki, quien parecía adueñarse poco a poco del ritmo del combate.

                    Un centelleo azul en el núcleo de Alfa precedió a la liberación de una potente onda telequinética que golpeó a la ascendente Kouryuu en el pecho. Esto no le impidió lanzarse en pos de su oponente tras rodearse de una emanación azulina que se transformó en el acto en un alargado dragón del mismo color, con toda la intención de sumar su propia fuerza a la gravedad, tal y como había planeado su Entrenadora.

                    —¡Bajo el agua! —mandó súbitamente Danot, al darse cuenta de esto.

                    A pesar de que Kouryuu se acercaba como un devastador proyectil, a la estrella de mar le bastó un ágil giro para sumergirse en la piscina y evitar el golpe, forzándola a remontar el vuelo y disipar toda esa energía.

                    —¡Afilagarras! —indicó Ibuki, quien parecía capaz de aprovechar toda oportunidad para ganar más y más ventaja.
                    —¡No la dejes! ¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot, muy consciente de este hecho; no pudo evitar sentirse como en su batalla contra Obsidian, quien tenía un estilo parecido al de la Líder.

                    Tras esa orden, Kouryuu volvió a frotar entre sí sus zarpas, las cuales comenzaron a brillar de color negro, justo antes de que Alfa emergiese y desplegase su rayo helado. La dragona lo eludió con un descenso súbito mientras las largas plumas que coronaban su cabeza fulguraban de color azul. Ante la amenaza de otra Carga Dragón, la estrella de mar volvió a sumergirse, forzando nuevamente a su oponente a hacer lo contrario.

                    —Si quieres jugar así… —musitó la Líder, sin perder la calma—; ¡Respiro! —indicó a continuación, ya con una estrategia en mente.

                    Kouryuu no tardó en posarse a unos metros del extremo de la alberca y comenzar a recuperar vitalidad gracias a su técnica curativa. A pesar de conocer bien el efecto secundario de ésta tras su primera batalla de Gimnasio, Danot no dudó en ordenar otro Rayo de Hielo, el cual Alfa disparó tras volver a la superficie… justo como Ibuki había previsto.

                    —¡Salta y usa tu Canto! —ordenó rápidamente ésta, con una sonrisa desafiante.

                    La dragona saltó justo a tiempo para que el ataque de hielo sólo le tocase la punta del ala izquierda, tras lo cual entonó una relajante melodía que empezó a adormecer a su contrincante. Viéndose ante la disyuntiva a la que le había conducido la Líder, Danot no tardó en optar por dar un golpe directo a Kouryuu, por lo que Alfa redirigió su Rayo de Hielo. Así, consiguió causarle un daño considerable poco antes de quedarse dormida en la superficie del agua y convertirse en un blanco fácil para su contendiente.

                    —¡Respiro, y después Afilagarras! —ordenó Ibuki, con mucha seguridad.
                    —¡Alfa, despierta! —le llamó Danot, intentando mantenerse tranquilo; por más que la situación fuese complicada, desesperarse no le ayudaría en lo más mínimo.

                    El chico siguió llamando a su Pokémon mientras Kouryuu se recuperaba de todo el daño recibido, y continuó así cuando ésta alzó el vuelo y empezó a frotar entre sí sus garras. Éstas se volvieron a llenar de un intenso brillo negro, mientras sus músculos se tensaban un poco más, al aumentar también su fuerza física.

                    Los aprendices de Ibuki observaban la batalla con mucha atención, admirados por cómo ésta había retomado el control cuando parecía que su retador la tenía dominada.

                    —¡No esperaba menos de la maestra! —comentó Keisuke con entusiasmo, viendo cómo Kouryuu levantaba el vuelo y se aprestaba a atacar.
                    —Ni yo —intervino Shiori, la chica de cabello castaño corto situada a su derecha.

                    Danot pensó por un instante sustituir a Alfa, sabiendo que las reglas no permitirían a Ibuki dormir a otro de sus Pokémon, pero prefirió esperar. Sabía que los otros dos que ella usaría eran aún más fuertes y no quería arriesgarse a que los suyos no estuviesen frescos para afrontarlos. Ni siquiera dudó cuando vio cómo Kouryuu se rodeaba de un ardiente hálito que fue adoptando la forma de una gran ave de fuego.

                    —Creo que la ronda ya está decidida —dijo un convencido Keisuke, a lo que sus compañeros asintieron; sabían que ese era el ataque más fuerte de la Altaria de Ibuki.

                    Vieron cómo Kouryuu, convertida en un deslumbrante fénix, se lanzaba en pos de Alfa mientras Danot seguía llamándola con fuerza, esperando que pudiese despertar lo antes posible. Nunca supo si fueron sus gritos o la energía que la dragona desprendía, pero fue entonces que la estrella de mar empezó a moverse, justo cuando la colisión parecía inminente.

                    —¡Salta y Rayo de Hielo! —ordenó súbitamente Danot, esperando que Alfa pudiese reaccionar a tiempo.

                    Ibuki se mantuvo callada, a pesar de haber tenido el impulso de indicar a Kouryuu que se alejase. Confiaba en su criterio y sabía bien que darle una orden en ese instante podría desconcentrarla, así que decidió esperar.

                    Alfa hizo rotar rápidamente su cuerpo posterior para salir del agua, para después disparar su rayo gélido. Al verse en esa situación, Kouryuu se forzó a reducir su ángulo de inclinación para intentar evitar el ataque y golpear a su rival. Dada la poca distancia entre ellas, la colisión fue inevitable, así como que ambas saliesen despedidas a lados opuestos del campo de batalla, la estrella de mar con su núcleo titilando y la dragona con las alas y el torso cubiertos de hielo.

                    —¡Velo Sagrado! —indicó rápidamente Ibuki, queriendo evitar que esa capa gélida se extendiese y congelase a su Pokémon.
                    —¡Recuperación! —ordenó Danot, priorizando la permanencia de Alfa en la batalla.

                    Ésta no tardó en llenarse de un fulgor dorado que fue restaurando gradualmente su vitalidad, mientras que su contrincante era rodeada por una luz tenue y cálida que fundió el hielo que le escocía la piel. A pesar de estar débil, aún mantenía su aumento de fuerza y precisión, por lo que se reincorporó con las alas abiertas, lista para luchar. Era Ibuki quien debía decidir qué hacer, como dio a entender al girarse hacia ella.

                    —¡Carga Dragón! —ordenó ésta, tras asentir agradecidamente.

                    Danot se hallaba en un dilema. Alargar el combate había parecido la mejor opción al inicio, pero la presión ejercida por Ibuki no le estaba dando muchas oportunidades, así que debía arriesgarse y ganar esa ronda rápidamente o arrepentirse después.

                    —¡Rayo de Hielo! —mandó de inmediato, lleno de determinación.

                    Kouryuu, ya rodeada de una estela de energía azul, no cesó su avance a pesar de ver cómo un vaho frío se formaba en torno al núcleo de su oponente. Ni siquiera lo hizo al recibir de lleno el Rayo de Hielo, por más que le escociese la piel. Sólo tenía una cosa en mente: llegar hasta Alfa y vencerla. Así, siguió volando a través de ese ataque, para admiración de los estudiantes de su Entrenadora y gran preocupación del retador.

                    Alfa, aparentemente inexpresiva, también estaba sufriendo al mantener su ataque. Danot, consciente de esto, buscaba cualquier apertura para inclinar el combate a su favor... y la encontró en el lugar menos esperado.

                    —¡Salta hacia la derecha y Psíquico! —indicó repentinamente, al haber notado que el apéndice delantero de ese lado comenzaba a flaquear.

                    Sintiendo que no podría resistir más, Alfa hizo un gran esfuerzo para convertir ese movimiento involuntario en un giro antihorario que le permitió evadir la arremetida de Kouryuu, cuya inercia la hizo estrellarse duramente contra el suelo. Sin perder el tiempo, la estrella de mar emitió una potente onda telequinética que amenazaba con acabar esa primera ronda.

                    —¡Kouryuu! —la llamó Ibuki, claramente preocupada tras semejante impacto.

                    La dragona intentó reincorporarse al oírla, a pesar del dolor que sentía, justo en el momento en que la energía psíquica la envolvió para empujarla contra el suelo; tenía a su rival muy cerca, pero estaba demasiado lastimada como para contraatacar. En un último esfuerzo, entonó una relajante melodía que durmió a Alfa, poco antes de que ella misma cayese debilitada.

                    —¡Altaria está fuera de combate! ¡El retador gana esta ronda! —exclamó el réferi, al señalar el área técnica del aludido con su banderín rojo.
                    —Kouryuu, gracias —le dijo Ibuki en voz baja tras devolverla a su Poké Ball; se dio un momento para observar a su oponente y dedicarle una media sonrisa confiada.

                    A pesar de lo ocurrido, Danot no parecía molesto, sino más bien aliviado. Guardó a Alfa tras ver el gesto de Ibuki, sin saber decir si éste era uno de respeto o de desafío. Mientras esperaba que ésta liberase a su siguiente Pokémon, repasó mentalmente el plan de batalla que había preparado el día anterior.

                    —No me esperaba algo así… —admitió Keisuke, impresionado por lo que acababa de presenciar.
                    —Ni yo, pero incluso al perder, la Altaria de la maestra ha conseguido inhabilitar a Starmie; esa ha sido la mejor parte —contestó Tsurio, el chico de cabello castaño y ojos azules situado a la derecha de Shiori, al colocarse bien sus gafas cuadradas; los demás asintieron.

                    —¡Es tu turno, Tenryuu! —exclamó Ibuki antes de liberar a su segunda Pokémon.
                    —¡Uuuum! —gruñó la dragona, tras posarse majestuosamente sobre el suelo; sin embargo, al ver contra quién combatían, su expresión pareció iluminarse.

                    Danot tragó saliva al ver a Tenryuu. Que lo reconociese no cambiaba lo fuerte que era, pero no estaba amedrentado, sino todo lo contrario.

                    —¡Adelante, Shady! —llamó con decisión a su Pokémon, quien se situó a un par de metros de la piscina tras ser liberada.
                    —¡Snii! —chilló la Sneasel, exhibiendo sus afiladas garras blancas y entornando la mirada al localizar a su oponente, dedicándole así una sonrisa pícara.
                    —¡Dragonair de la Líder contra Sneasel del retador! ¡Pueden continuar! —decretó el réferi, mientras volvía a agitar sus banderines.
                    —¡Canto Helado! —ordenó Danot como apertura, yendo a lo más seguro.
                    —¡Evádelo! —fue la única indicación de Ibuki; no quería dejar ver sus armas antes de haber comprobado de qué era capaz la comadreja.

                    Shady abrió sus fauces de inmediato, dejando ver sus finos colmillos, tras lo cual escupió una gran cantidad de afilados trozos de hielo hacia Tenryuu. Ésta los esquivó serenamente al extender sus alas blancas y aprovechar su anatomía serpentina para dejarlos pasar de largo. La comadreja no se dejó abatir por esto y continuó expeliendo sus veloces esquirlas mientras se aproximaba a su contrincante por el lado derecho del campo, quien las eludía cada vez con más dificultad, recibiendo así un par de pequeños cortes. Danot observaba la escena con atención, aguardando al momento ideal para dar su siguiente orden.

                    —¡Puño Hielo! —ordenó justo cuando la distancia entre ambas Pokémon se había reducido a menos de cuatro metros.
                    —¡Sni! —chilló Shady con expresión maliciosa, mientras sus garras se rodeaban de brillantes cristales de hielo.
                    —¡Detenla! —ordenó seriamente Ibuki, sin mostrarse preocupada.

                    Shady se acercó rápidamente con pasos largos y alzó amenazadoramente la zarpa derecha, ante lo cual Tenryuu reaccionó haciendo lo propio con su cola. Para su pasmo, ese apéndice no tardó en adquirir la consistencia del acero, como comprobó con dolor cuando su puñetazo fue bloqueado por éste. Ante las expectantes miradas de todos los presentes, se dio un feroz forcejeo entre ambas, en aparente igualdad de condiciones. No obstante, tras diez segundos así, la dragona decidió aplicar más fuerza, venciendo el empuje de su oponente y asestándole un tajo en el pecho que la lanzó hasta los pies de un sorprendido Danot. Éste no tardó en animarla a reincorporarse, suponiendo que Tenryuu sólo había estado tanteando su potencia física.

                    Shady apretó los dientes con frustración, sin poder creer que había pasado por alto la intención de la dragona. Le dedicó una mirada de rabia, viéndola levitar altivamente sobre la piscina, como si fuese inalcanzable por tener una potencia física superior a la suya. Bajó la cabeza. Era cierto. Ella no era una máquina de dar golpes y someter a sus contrincantes en instantes. No obstante, sabía que la fuerza bruta no lo era todo y que tenía algo para compensar esa carencia. Sin aviso, alzó la cabeza para escupir varios pequeños trozos de hielo que la desprevenida dragona apenas pudo bloquear con su Cola Férrea. Con esto quedó claro para todos los presentes que Shady compensaba su relativamente poca potencia física con astucia y oportunismo.

                    —¡Sni! —chilló Shady con picardía al levantarse, ante la seria mirada de Ibuki; ésta prefirió no decir nada al notar que incluso Danot estaba sorprendido por lo ocurrido.
                    —¡Uum! —gruñó Tenryuu, al dirigir una mirada de reproche a su oponente; la Líder supo que ya se había cansado de estar sólo a la defensiva.
                    —Tienes razón —convino, con una media sonrisa—; ¡Carga Dragón! —ordenó en el acto, manteniendo esa expresión.
                    —¡Cuidado! —exclamó Danot, ya sobrepuesto de su leve molestia por la maniobra traicionera de Shady; sin embargo, no podía negar que ésta le había quitado una o dos preocupaciones de encima.

                    Tenryuu no tardó en lanzarse como un misil en pos de la Sneasel, rodeada de una brillante estela azul; sin embargo, ésta no sólo era astuta, sino también muy ágil, como demostró al evadir ese envite con un salto hacia la izquierda, tras lo cual se giró para desplegar sus cristales de hielo y lastimar a Tenryuu. Ésta, lejos de rendirse, acometió con la cola en alto y destellando de color metálico, pero los reflejos felinos de Shady le permitieron escapar indemne de esos estoques.

                    —Es muy rápida —pensó una admirada Ibuki, mientras la dragona eludía por poco otro Canto Helado—; pero Tenryuu también puede serlo —agregó con tranquilidad—. ¡Danza Dragón! —ordenó de inmediato, recibiendo un suave gruñido de asentimiento.

                    Ante la incredulidad de Shady, Tenryuu esquivó otra ráfaga de cristales al ejecutar una serie de elegantes y místicos movimientos en el aire, encendiendo en torno a sí un hálito azulado que acompañó a la súbita tensión de sus músculos. «Otra cucharada de nuestra propia medicina», pensó Danot al tener que enfrentarse a otra usuaria de esa técnica de incremento, la cual parecía dominar a la perfección. Así, la dragona esquivó otro Canto Helado como si éste se moviese en cámara lenta, tras lo cual se lanzó al contraataque con su cola brillando de color acero. Para sorpresa de Shady, sus tajos fueron más rápidos y precisos que los anteriores, tanto como para hacerle tropezar y caer en la piscina al intentar sortear uno que por poco no le dio en el cuello. Sin embargo, ni ella ni su Entrenador imaginaban que esto era lo que la Líder había estado esperando desde el principio de la ronda.

                    —¡Usa Constricción y sumérgete con ella! —ordenó súbitamente Ibuki.
                    —¡Sal del agua, rápido! —mandó inmediatamente Danot, al darse cuenta de uno de los muchos usos que parecía tener la piscina en las estrategias de su oponente.

                    Demostrando ser una buena nadadora, Shady dio rápidas brazadas para llegar al borde más cercano, pero cuando le faltaba un metro se dio de lleno con una escamosa pared azul y blanca que no tardó en cerrarse a su alrededor. Como si el dolor no fuese suficiente, no tardó en percibir que Tenryuu se hundía con ella, con toda la intención de sofocarla, lo cual resultaría en una derrota por nocaut indirecto.

                    Danot observaba la escena sin saber qué hacer para ayudar a su Sneasel. Dada la situación, sus ataques no podían ser usados o resultarían inefectivos dentro del agua. «¡Claro! ¡Eso podría funcionar!», exclamó mentalmente tras recordar una característica en particular de una de las técnicas de la Pokémon de hielo.

                    —¡Shady! —exclamó para llamar su atención, sabiendo que en ese instante estaba ocupada procurando conservar el aire—. ¡Chirrido! —ordenó, para sorpresa de todos los presentes, sin saber si la comadreja había podido escuchar y entender sus palabras.
                    —No me digas que… —pensó una perpleja Ibuki—. ¡Tenryuu, sal del agua! —indicó súbitamente, tras lo cual se llevó las manos a los oídos.

                    —Será mejor que imiten a la maestra —aconsejó Tsurio con cara de urgencia, tras lo cual procedió a cubrirse los oídos; Keisuke y las demás, sorprendidos, tardaron un poco más en imitarlo, justo cuando Danot acababa de hacerlo también.

                    Sentía que con cada centímetro que descendía en el agua la presión ejercida por la dragona crecía y el aire del que disponía hacía lo contrario. Sabía que no podría resistir así por mucho tiempo, y la orden de Danot no haría más que reducirlo a nada y hacerla quedar fuera de combate, pero iba a hacerlo igualmente. No sería la primera vez que salían de una situación difícil con un recurso así, y con toda seguridad tampoco sería la última, lo cual le tranquilizó mientras preparaba sus pulmones para ello.

                    —¡¡¡SNIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! —chilló Shady con toda la potencia de su voz, esperando que el plan de Danot funcionase, fuese cual fuese éste.

                    A pesar de lo doloroso que resultó para sus propios tímpanos, Shady no detuvo su potente Chirrido. La cercanía y mejor conducción sónica del agua causaron estragos en los tímpanos de Tenryuu, tanto como para hacerla convulsionarse sin control y perder el aumento de su Danza Dragón. Sin más opción, liberó a su presa y procuró ascender, lo cual fue aprovechado por ésta para sujetarse a su cola mientras seguía emitiendo su estridente entonación, con lo que ambas acabaron fuera del agua. Cada bocanada de aire supuso un gran alivio para la Sneasel, tanto que, a pesar de no estar repuesta del todo de su sofoco, se apresuró en nadar hacia el borde más próximo a Danot. Mientras tanto, la dragona flotaba cerca de la Líder, con los tímpanos todavía zumbando tras ese suplicio sónico.

                    —¡Eso ha sido muy insensato de su parte! —les reprochó Ibuki a la distancia, ante lo cual Danot y Shady se miraron mutuamente, con una clara sonrisa de complicidad.
                    —¡A veces es necesario arriesgarse, sobre todo cuando enfrentamos a oponentes realmente fuertes! —exclamó con notable entusiasmo, ante lo cual la Sneasel asintió con seguridad.
                    —¡En esto tienes toda la razón! ¡No te extrañes si nosotras hacemos lo mismo! —respondió ella con una media sonrisa, halagada por ese cumplido y disfrutando mucho del combate.
                    —Si es el caso… ¡Canto Helado! —ordenó rápidamente, queriendo retrasar lo más posible una confrontación directa con Tenryuu.
                    —¡Evádelo con Danza Dragón! —contraatacó la Líder, buscando lo contrario.

                    Tenryuu volvió a hacer alarde de su destreza al realizar una elegante danza en el aire con la que evadió esa ráfaga de cristales de hielo, mientras su persistente dolor de tímpanos era aliviado por la sensación de libertad que volar le brindaba. Danot observó la escena con atención, intentando mantenerse calmado, e indicó a Shady que siguiese con su Canto Helado, ya con un plan en mente. La Dragonair esquivó ese ataque y los siguientes mientras se rodeaba del aura característica de la Danza Dragón, justo en el momento en que sobrevolaba un borde de la piscina. Era lo que Danot estaba esperando.

                    —¡Ataque Rápido! —ordenó repentinamente, con los puños fuertemente cerrados.

                    Esta orden tomó por sorpresa a todos los presentes, dada la renuencia del retador a una confrontación directa. Shady corrió a toda velocidad hacia Tenryuu y la embistió con toda su fuerza, y si bien le hizo muy poco daño, la dejó desconcertada. Justo como Danot había planeado.

                    —¡Mofa y Canto Helado! —indicó a continuación, con mucha seguridad.
                    —¡Aléjate y Onda Trueno! —contraatacó rápidamente Ibuki, dejando para después cualquier autocrítica hacia su exceso de confianza y falta de reflejos.

                    Esa última orden llegó demasiado tarde, pues Shady aprovechó la escasa distancia con su contrincante para hacerle un gesto burlesco con las garras, acompañado por un siniestro fulgor en sus ojos. Por más que lo intentó, Tenryuu no pudo emplear su pulso paralizante y evadió por poco un Canto Helado que estuvo a punto de darle en la cara.

                    —¡Canto Helado! —insistió Danot con decisión, como si estuviese esperando algo.
                    —¡Lanzallamas! —ordenó Ibuki tras pensarlo un poco; sabía bien lo que su retador quería y no iba a darle esa oportunidad.

                    Tenryuu no necesitó más para entender lo que pasaba por la mente de Ibuki, por lo que exhaló un Lanzallamas que anuló el ataque de hielo. Sabía que no poder utilizar la Danza Dragón no sólo limitaba su capacidad evasiva, sino también ponía un límite de tiempo a su aumento de poder. Danot también lo sabía, por lo que ordenó a Shady que siguiese atacando con Canto Helado, lo que obligó a la dragona a usar su ataque ígneo para defenderse mientras se aproximaba. Uno de ellos lastimó el brazo izquierdo de la Sneasel a la vez que dagas gélidas dañaban el mismo lado de la dragona, pero ninguna de ellas retrocedió. Ambas estaban listas para desplegar un ataque que, dadas las circunstancias, podría definir el resultado de su enfrentamiento.

                    —¡Termínala con Puño Hielo! —ordenó Danot, esperando que la disminución de defensa de Tenryuu inclinase la balanza a su favor.
                    —¡Acábala con Cola Férrea! —indicó Ibuki al mismo tiempo, confiando en la mucho mayor fuerza física y velocidad de su Pokémon.

                    Dadas esas órdenes, ambas Pokémon se lanzaron en pos de la otra, Shady con su garra derecha llena de cristales de hielo y Tenryuu alzando su brillante cola endurecida. Los aprendices de Ibuki observaban la batalla sin parpadear, muy atentos a todo lo que ocurría en ella. Las expresiones de quienes se enfrentaban no podían ser más dispares ante lo que vieron: un furibundo puñetazo al rostro de parte de la Sneasel, quien había eludido por pocos milímetros la cola de su oponente, que comenzaba a perder su color metálico. Parecía ser el golpe de gracia… pero no. Tenryuu profirió un grave gruñido al intentar resistir la presión y quemazón que ese ataque le producía, por lo que Shady sacó fuerzas de flaqueza para poder vencerla de una vez. A pesar del dolor, entornó la mirada y respondió con un golpe de cola que, a pesar de no ser demasiado fuerte, bastó para derribar a una Sneasel que ya se relamía por el triunfo obtenido. Así, ambas Pokémon cayeron pesadamente, extenuadas tras el sorpresivo repunte de Tenryuu.

                    —¡Dragonair y Sneasel, ninguna puede continuar! —decretó el réferi con firmeza, señalando con sus banderines hacia ambos extremos del campo.
                    —Bien hecho, amiga —le agradeció Danot tras guardarla en su Poké Ball, tranquilo a pesar del empate; el desempeño de Shady le había dado una ventaja importante que no debía desperdiciar, sobre todo al saber bien cuál sería el tercer Pokémon de Ibuki.
                    —Muchas gracias, Tenryuu; lo has hecho genial —le felicitó su Entrenadora, quien no parecía demasiado preocupada a pesar de quedarle sólo un Pokémon.

                    —¡Guau, qué final! —exclamó con emoción Seiko, la chica de gafas y cabello negro atado en trenzas que completaba el grupo de aprendices de Ibuki; no tardó en retomar el semblante tranquilo que había tenido desde el inicio del combate, algo avergonzada.
                    —Sí, tanto que debo admitir que no esperaba ese repunte de la Dragonair de la maestra —acotó Tsurio, mientras volvía a colocarse bien las gafas.
                    —Pues yo sí, ¡del todo! —afirmó Keisuke con seguridad, ante la escéptica mirada de su colega.
                    —Me pregunto cuál será el tercer Pokémon de Danot —intervino Shiori, habiendo notado que el aludido parecía estar muy al tanto del estilo de combate de Ibuki.
                    —Yo también; supongo que lo veremos ahora —contestó Keisuke, creyendo que el retador no querría perder su ventaja enviando a combatir a un Pokémon dormido.
                    —O quizá no —replicó Tsurio, recordando algo importante que antes había pasado por alto.

                    Antes de que pudiesen decir algo más, el sonido de una Poké Ball chocando contra el suelo llamó toda su atención. Así, pudieron ver en la piscina a un enorme hipocampo protegido por gruesas escamas celestes y amarillas en el vientre y pecho, las cuales le daban una apariencia robusta. Tenía también una larga aleta dorsal blanca y una más pequeña y redondeada a cada lado del rostro. Sabiendo que era el último, el Kingdra fijó sus irises rojos en el retador, desafiándolo con la mirada mientras bajaba un poco su delgada boca tubular y dejaba ver sus cuernos ramificados de color blanco.

                    —Por fin, Kingdra —pensó Danot, temblando de emoción mientras tragaba saliva y cerraba los puños con fuerza, ya con una decisión tomada—; ¡ve! —exclamó al liberar a quien enfrentaría al hipocampo.

                    Alfa hizo su segunda aparición en el combate, maltrecha pero ya despierta, para sorpresa de todos menos Tsurio, y por supuesto, su propio Entrenador.

                    —Así que tiene Cura Natural —pensó Ibuki, con una media sonrisa de satisfacción; se sintió aliviada de que la presión no hubiese llevado a su retador a equivocarse.
                    —¡Pueden continuar! —exclamó con fuerza el réferi, manteniendo la ecuanimidad.
                    —¡Suiryuu, Dragoaliento! —ordenó, queriendo limitar la gran movilidad de Alfa.
                    —¡Tuu! —asintió con un gruñido el hipocampo, tras lo cual disparó una ráfaga de aliento azul.
                    —¡Evádelo y Recuperación! —indicó Danot en el acto, optando por ser precavido.

                    A pesar de su estado, Alfa tuvo suficiente fuerza para rotar, esquivar esa ráfaga y rodearse de un brillo áureo, con lo que el daño recibido comenzó a desvanecerse, todo ello ante la impasible mirada de su oponente, quien parecía estar esperando algo. Esto llegó cuando la estrella de mar aterrizó para seguir usando su técnica curativa, instante en el que el dragón desplegó desde su boca un rayo de energía pura que alcanzó a Alfa y la hizo volar por los aires. Si bien ésta pudo levantarse a pesar del violento impacto, había quedado tan lastimada como al inicio de la ronda.

                    —¡Rayo de Hielo! —indicó Danot, queriendo aprovechar la inmovilidad del Kingdra tras ese poderoso Hiperrayo.
                    —¡No dejes que te alcance, Suiryuu! —ordenó ipso facto Ibuki, para gran sorpresa del retador.

                    Alfa no tardó en emitir un zigzagueante rayo gélido hacia el hipocampo, pero éste se hundió rápidamente en el agua, dejando a la vista sólo sus cuernos. Hizo un enorme esfuerzo para nadar diagonalmente a pesar de no poder usar ninguno de sus ataques y dejar que el Rayo de Hielo congelase el agua detrás de él, formándose así un pequeño bloque de hielo. Sin embargo, esto dio una idea a Danot, quien empezaba a pensar que quizá podría vencer a Suiryuu sólo con Alfa.

                    —¡Continúa con tu Rayo de Hielo! —insistió, poniendo el marcha el plan que se le acababa de ocurrir.
                    —¡Agilidad! —contraatacó la Líder, quien si bien no parecía preocupada, no estaba dispuesta a arriesgarse con esos rayos congelantes.

                    A pesar de saber que no resistiría mucho más si mantenía ese ritmo, Alfa desplegó una seguidilla de Rayos de Hielo que Suiryuu eludió al nadar velozmente, hundiéndose o emergiendo cuando era necesario. Así, se hizo tan rápido que resultaba difícil verlo a simple vista, mientras que la superficie de la alberca iba siendo ocupada por una capa de hielo que se iba engrosando con cada ataque de la Starmie. El resultado previsto por Danot no tardó en darse, cuando el dragón acabó chocando contra el gélido bloque que cubría ya tres cuartos de la superficie del agua, al no ser capaz de frenar a causa de su incrementada velocidad. Si bien el daño había sido nimio, era justo lo que Danot necesitaba para hacer su siguiente jugada; estaba tan concentrado en ello que no notó la impavidez de Ibuki, quien no parecía dispuesta a dar otra orden todavía, si bien este comportamiento no era nada nuevo para sus aprendices.

                    —¡Sácalo del agua con Psíquico! —ordenó el chico al señalar al hipocampo, quien aún no había recuperado su postura de nado normal.

                    Con presteza, Alfa desplegó sus ondas telequinéticas para rodear a su adversario y elevarlo poco menos de dos metros por encima del agua, mientras éste luchaba para zafarse de esa sujeción. Sin embargo, no le sirvió de nada, y sin poder evitarlo, fue trasladado a un par de metros de uno de los bordes laterales de la piscina.

                    —¡Ahora arrójalo contra el suelo! —siguió Danot, ante las expectantes miradas de Keisuke y compañía.
                    —Hidrobomba —ordenó la despreocupada Ibuki con una media sonrisa, como si la situación estuviese bajo control.

                    Todavía luchando para liberarse de las ondas telequinéticas, Suiryuu aprovechó el pequeño diámetro de su boca para atravesarlas con un disparo de agua a toda presión, golpeando directamente el núcleo de Alfa a pesar de la distancia y rompiendo así su concentración. Así, se vio libre para aterrizar de "pie" en el suelo, empleando su cola enroscada como soporte, para gran admiración de todos los presentes, quienes nunca habían visto algo parecido en un Pokémon con ese tipo de anatomía.

                    —Su Kingdra está muy bien entrenado —pensó un impresionado Danot, al ver cómo la aparentemente frágil cola del aludido podía soportar todo su peso—; pero no podrá moverse ahora que no está en el agua —añadió con confianza—. ¡Recuperación! —indicó prestamente, queriendo aprovechar esa magnífica oportunidad.
                    —¡Foco Energía! —ordenó Ibuki, tranquila a pesar de esa situación desventajosa.

                    Un brillo dorado envolvió nuevamente a Alfa, restaurando su vitalidad y curando en el acto todas sus heridas superficiales. Mientras tanto, el dragón se concentró en un punto concreto de su propio cuerpo, el cual pareció brillar de color rojo mientras emitía pequeñas nubes de vapor. Danot sospechó que la Líder, teniendo a su Kingdra inmóvil, quería potenciar el daño que producirían sus ataques.

                    —Se ha confiado —pensó Ibuki, muy segura de ello—; ¡vuelve al agua con Bote y usa Ciclón! —mandó en el acto, para gran sorpresa (de nuevo) de todos los presentes.

                    Continuando con la retahíla de sorpresas en la que se había convertido esa batalla, Suiryuu presionó su cola contra el suelo mientras ésta brillaba de color blanco, con lo que volvió fácilmente al agua ante la sorprendida mirada de Danot. Una vez ahí, fijó la mirada en Alfa y, con un gruñido gutural, causó que el aire entre ellos se arremolinase para formar una tromba de color esmeralda dirigida hacia ella y controlada por el sutil movimiento de sus aletas laterales. Ese Ciclón engulló tanto agua como hielo antes de hacer lo mismo con la estrella de mar, quien se convirtió en un brillo dorado dentro del mismo; o, como lo veían la Líder y su Pokémon, una diana perfecta.

                    —¡Hiperrayo! —exclamó decididamente Ibuki, queriendo terminar ya esa ronda.
                    —¡Rayo de Hielo! —ordenó presurosamente Danot, sin saber qué más hacer para salvar a Alfa de ese destructivo ataque.

                    Aún en control de la tromba, Suiryuu no tardó en generar en la punta de su boca una esfera de luz dorada, de la cual se desprendió un grueso rayo dirigido hacia Alfa. No obstante, el brillo de la Recuperación cesó y fue rápidamente reemplazado por otro celeste, tras lo cual gruesas puntas de hielo empezaron a emerger de la parte superior del Ciclón, en el preciso momento en que el Hiperrayo llegaba a él.

                    El atronador sonido del hielo al romperse llenó toda la sala, tras lo cual trozos del mismo empezaron a caer como granizo, justo cuando el vórtice del Ciclón terminaba de diseminarse. A esto siguió la caída de una derrotada Alfa sobre el hielo que aún cubría parte de la piscina. La titilación y el leve resquebrajamiento de su núcleo indicaban que el daño causado por el Hiperrayo había superado con creces lo esperado, incluso el de un oportuno golpe crítico.

                    —¡Starmie no puede continuar! ¡La Líder y su Kingdra ganan esta ronda! —decretó el réferi al señalar el área técnica de estos últimos con su banderín verde.
                    —Bien hecho, Alfa; muchas gracias —dijo sentidamente Danot, reconociendo todo el esfuerzo hecho por su Pokémon.

                    Con la Poké Ball de su inicial asegurada en el cinturón, Danot se dio un momento para observar cuidadosamente a Suiryuu. A pesar del daño recibido, aún se le veía muy lozano, lo cual le llevó a pensar que los ataques de Sparkle no le harían más daño que el Psíquico de Alfa. Debía atacarlo con algo efectivo, por más que esto significase tener una clara desventaja de tipo.

                    —¿Cuál creen que será su último Pokémon? —preguntó Shiori con curiosidad.
                    —Ni idea, pero viendo cómo duda, supongo que Starmie era el mejor que tenía —sentenció Tsurio, quizá el aprendiz que había analizado más a fondo el combate.
                    —Sea cual sea, supongo que será alguno que al menos reciba daño neutral de los ataques de tipo agua y dragón —opinó Keisuke, pensando que esto sería lo más lógico.

                    —Parece ser que Starmie era su Pokémon más fuerte —pensó también Ibuki, quien agradecía que Suiryuu tuviese la habilidad Francotirador, la cual había incrementado el daño producido por el Hiperrayo y asegurado su victoria.
                    —Confío en ti, amigo —dijo Danot al liberar a su último Pokémon; era una apuesta muy arriesgada, irónicamente ideal para la que había querido que fuese la batalla más emocionante de su vida.

                    Para gran sorpresa de Ibuki y sus aprendices, el Pokémon elegido por Danot era un Charmeleon de escamas doradas. Éste se situó a un par de metros delante de Danot y vio lo poco alentadora de su situación: su oponente era quizá el Pokémon de agua más fuerte que había tenido que enfrentar; además, el campo de batalla contenía los dos elementos que más limitaban su movilidad. ¿Su respuesta? Un breve pero notable brillo azul que llenó el fuego de la punta de su cola, y una mirada de sincera gratitud a Danot por su confianza y la oportunidad de medirse con un rival que representaba el mayor reto que había tenido en su relativamente corta existencia.

                    —La vida tiene formas muy curiosas de traernos de vuelta al pasado —pensó Ibuki, mientras la visión del chico y su Charmeleon le recordaba una escena muy significativa del pasado—; ¡veamos cómo acaba esto! —dijo para sí misma, sonriendo con algo de añoranza.
                    —¡Charmeleon del retador contra Kingdra de la Líder! ¡Que la batalla continúe! —decretó el réferi con firmeza, dejando ver que también estaba disfrutando del combate.
                    —¡Hidrobomba! —fue la apertura de Ibuki, aprovechando su clara ventaja de tipo.
                    —¡Evádela y Lanzallamas! —contraatacó Danot, queriendo probar suerte antes de mostrar las mejores técnicas de su Pokémon.

                    Manteniendo su expresión serena, Suiryuu disparó con presteza una columna de agua a presión, mas su oponente la eludió con un ágil salto hacia la derecha y contestó con un rápido Lanzallamas que el hipocampo evitó al sumergirse. Se hacía evidente que así ninguno de los dos iba a poder conectar un golpe certero de larga distancia, lo cual le daba una ventaja adicional al Pokémon de la Líder.

                    —¡Triturar! —ordenó Danot a continuación, plenamente consciente de este hecho.
                    —¡Torbellino a discreción! —indicó Ibuki, mostrándose prudente ante la elección de ataques del retador; dudaba que todo ello fuese parte de un intento desesperado.

                    Suiryuu no tardó en alzar la cabeza mientras su cuerpo empezaba a brillar de color azul, tras lo cual generó una espiral de agua que lanzó rápidamente hacia su oponente, quien se vio obligado a dar quizá el brinco más alto que había realizado en su vida. Así, terminó aterrizando sobre el hielo, cuyo tacto le resultó molesto, si bien más tolerable que el agua, sobre todo la del Torbellino del dragón. Guiándose por su instinto, dio un salto más grácil que el anterior, y así fue eludiendo los que siguieron, con la ejecución de una danza acrobática que Ibuki no tardó en reconocer.

                    —Así que Danza Dragón —dijo para sí misma con interés, intrigada por qué más ocultaba Pyro, dada su desventaja de tipo—. ¡Ciclón! —indicó rápidamente, para gran sorpresa de su oponente y de sus propios estudiantes.
                    —¡Mantén tu Danza Dragón y no dejes que te alcance! —ordenó Danot en el acto, recordando muy bien cómo Alfa había quedado fuera de combate.

                    Confiando en el criterio de Ibuki, Suiryuu generó de inmediato una tromba de color esmeralda que se cernió amenazadoramente sobre su adversario, absorbiendo todo lo que estaba en su camino. Ante tal peligro, Pyro no tardó en alejarse patinando y dando brincos sobre el hielo para escapar de esa ofensiva controlada milimétricamente por el hipocampo. El fruto de dicho esfuerzo pronto se manifestó en un aura azul en torno del Charmeleon, acompañada por la tensión de los músculos de sus extremidades y cola, cuya flama se había teñido del mismo color. «¡Es ahora o nunca!», pensaron al unísono Danot y Pyro, justo cuando el Ciclón volvía a amenazar al segundo.

                    —¡Ve por ambos con tu nuevo ataque! —ordenó súbitamente el retador, queriendo mantener en secreto la naturaleza del mismo por tanto tiempo como le fuese posible; a pesar de ello, sus rivales se mantenían tranquilos, sabiendo que dominaban la batalla.

                    Con la confianza que siempre le daba contar con ese incremento, Pyro se lanzó sin dudar hacia la tromba situada entre él y sus adversarios, por lo que éstos no podrían verlo y viceversa… justo lo que más le convenía en ese momento. Extendió sus garras, las cuales se llenaron de un brillo mucho más intenso del que ya las rodeaba, y cuando estuvo a casi un metro del Ciclón, le asestó un par de furibundos zarpazos en la parte inferior, donde su radio era de sólo treinta centímetros. Esta temeraria maniobra causó que la tromba se dividiese en dos, con la parte superior diseminándose casi en el acto al no tener una base y la inferior siendo tan pequeña e inofensiva que el lagarto pudo atravesarla sin problema, abalanzándose sobre su contrincante con las garras en alto.

                    —¡Hidrobomba! —mandó una urgida Ibuki, quien había podido reconocer el ataque que había anulado el Ciclón a pesar de todas las precauciones de su retador.

                    Apenas oyó esa orden, Suiryuu se aprestó a disparar su ataque de agua, pero no contó con tener prácticamente cara a cara a Pyro, gracias a su aumento de velocidad. Muy tarde, se dio cuenta de que había permanecido demasiado cerca del límite entre el agua y el hielo, y esto le costó recibir dos fieros zarpazos en el pecho que lo dañaron considerablemente. No obstante, esto no le impidió contraatacar con un potente chorro de agua a presión, el cual arrastró al Charmeleon hasta el límite opuesto del campo de batalla, empapado del abdomen para arriba y con su hálito azulino desvaneciéndose paulatinamente.

                    Ambos Pokémon habían quedado muy tocados tras ese intercambio de ataques, como demostraba su incapacidad para reasumir sus posturas normales. Sin embargo, ninguno estaba dispuesto a rendirse y ambos se aprestaron a seguir, irguiéndose y cruzando miradas llenas de determinación y ferviente deseo de ganar. Apelando a su ventaja de tipo, Suiryuu desplegó un potente torrente de agua por indicación de la Líder, el que el lagarto se dispuso a contrarrestar con una tórrida columna de fuego, algo muy distinto a lo que Danot tenía pensado ordenar. Esto le llevó a suponer que Pyro tenía una buena razón para atacar en lugar de esquivar, fuese porque todavía no podía moverse o que supiese que en esa situación le convenía hacerlo. Decidió tomar ese riesgo y confiar en su decisión.

                    A más de uno extrañó que Pyro quisiese detener la Hidrobomba con un ataque de fuego, sobre todo cuando este último comenzó a ceder, poniéndolo en un gran peligro. Sin embargo, cuando la suerte parecía echada, la llama en la punta de su cola empezó a arder muy intensamente, al punto de triplicar su tamaño usual, mientras sus ojos se llenaban de un intimidante brillo rojo. Como resultado de la activación de su habilidad Mar Llamas, su ataque ígneo creció descomunalmente, al punto de recuperar el terreno perdido en segundos, para pasmo de los presentes, incluyendo a su propio Entrenador.

                    —¡Bien hecho, Pyro! ¡Tú puedes ganarle! —le animó un entusiasmado Danot tras recuperar la ecuanimidad, a lo que el aludido respondió aumentando aún más el poder de su ataque, tanto como para derretir todo el hielo que quedaba sobre el agua.
                    —Si esto sigue así… —caviló Ibuki, preocupada al ver cómo el fuego amenazaba con vencer a la Hidrobomba de Suiryuu—; ¡bajo el agua! —ordenó en el acto, creyendo que lo mejor en ese momento era evitar una confrontación directa.

                    Entendiendo esa intención, el Kingdra se sumergió sin dejar de atacar, mientras Ibuki daba algunos pasos hacia su izquierda, anticipándose a lo que iba a pasar. Así, cuando el primero se ocultó completamente, el potente Lanzallamas siguió su camino hasta chocar contra uno de los muros, dejando una gran mancha negra. Sin dar tregua al hipocampo, Pyro intentó dirigir su ataque hacia el agua, pero para su mala suerte, la extenuación causada por el daño recibido y el empleo de su Mar Llamas se manifestó a modo de intensos calambres y el desenfoque de su vista. Así, cayó de cara al suelo, apoyándose en sus cuatro extremidades y jadeando con fuerza. A pesar de ello, quiso seguir luchando hasta el final, pero al parecer éste había llegado ya, de la peor manera posible.

                    —¡Ciclón! —ordenó Ibuki, aliviada tras lo que podría haber significado su derrota.
                    —¡Tuu! —asintió Suiryuu al emerger, cansado pero decidido a vencer de una vez a un oponente que había resultado ser más fuerte de lo que había creído en un inicio.
                    —¡Vamos Pyro, levántate! —le animó Danot, sabiendo que éste aún quería luchar y sintiendo que era lo único que podía hacer por él en ese instante—. ¡Tú puedes, amigo! —insistió al ver que éste seguía postrado.

                    «Esto no puede acabar así, ¡no!», decía claramente la expresión de Pyro, pero lo cierto era que, por más que tratase, su cuerpo ya no respondía a su deseo de continuar luchando. Vio con frustración cómo su rival conjuraba una tromba esmeralda y maldijo no ser capaz de siquiera desplegar un Lanzallamas para intentar detenerlo… maldijo no tener un mejor control de su Mar Llamas, ya que era la primera vez que una de sus batallas no terminaba poco después de la activación de ésta. Sólo pudo ver, inmóvil como estaba, cómo el Ciclón se aproximaba para atraparlo y dejarlo completamente vulnerable al siguiente ataque de Suiryuu. Así, no pudo oponerse a esa potente succión y quedó atrapado en su vórtice, simplemente esperando a que todo acabase mientras dejaba escapar un gruñido de amargura, uno que nadie pudo escuchar. Nunca supo cómo, pero Danot pudo sentirlo: su Pokémon había renunciado a ganar.

                    Recordó claramente la conversación que habían tenido el día anterior, y no pudo evitar preguntarse si acaso Pyro se había rendido por esto. A pesar de su buena intención, sintió que quizá había forzado su preocupación en él, sin tener en cuenta sus propios deseos y opinión al respecto. Y esto podía ser peor que cualquier herida física que su apreciadísimo Pokémon pudiese recibir.

                    —¡Pyro, no te rindas! ¡No importa si ganamos o perdemos, pero nunca te rindas! —exclamó fervientemente Danot, casi dejándose la garganta en ello.

                    Esta emotiva demostración caló hondamente en quienes la escucharon. Keisuke, Shiori y Seiko se vieron entre sí, recordando cada uno su propio combate con Ibuki antes de convertirse en sus aprendices. Ésta dedicó al retador una mirada de respeto por su gran espíritu de lucha.

                    —Hiperrayo —ordenó serenamente, queriendo honrar esa determinación.

                    Procurando mantener el control del Ciclón a pesar de su estado, Suiryuu empezó a acopiar energía en la punta de su boca y generó una esfera dorada que fue creciendo cada segundo. Mientras tanto, en el vórtice, Pyro había abierto los ojos tras escuchar las palabras de aliento de Danot, sintiendo que éste finalmente había comprendido sus sentimientos acerca de su forma de combatir. Él tenía razón: podían perder, pero nunca debían darse por vencidos, incluso si sus posibilidades de victoria eran de menos del uno por ciento. Juntó todo su valor y determinación, lo que causó que la flama de su cola creciese en volumen e intensidad y sus ojos se llenasen de un fulgor ígneo, tras lo cual expelió una bocanada de fuego que, a la vista de todos en el exterior, transformó al Ciclón en un tornado llameante. Sin importarle haber perdido el control de éste o lo impresionante que resultaba ese infierno terrenal, Suiryuu disparó su rayo de energía pura directamente hacia éste, para terminar de una buena vez con el combate.

                    Para sorpresa de los aprendices de Ibuki, el tornado ígneo fue capaz de contener el avance del Hiperrayo mientras la temperatura comenzaba a aumentar, al convertirse parte de esa energía en calor. Pero era un equilibrio sumamente frágil que amenazaba con romperse en cualquier momento, y no libraba a Pyro de sentir la enorme presión ejercida por dicho ataque. Pero no fue lo único que sintió, pues un intenso y constante cosquilleo había invadido sus extremidades, cola y el centro de su espalda, si bien no le resultaba demasiado molesto. Finalmente, el agotamiento le impidió seguir usando su emisión flamígera, con lo que el ataque de Suiryuu pudo atravesar el vórtice. Pronto, toda sensación se desvaneció por completo y la oscuridad se cernió sobre Pyro, como un telón negro que indicaba el final del combate.

                    No sentía dolor, ni agotamiento. No sentía nada más que su propia conciencia en esa lúgubre oscuridad. ¡Debía salir de ahí! ¡Debía volver con Danot y sus compañeros, fuese como fuese! Su mirada recorrió prestamente sus alrededores, buscando alguna luz que le pudiese guiar a la salida, pero lo único que logró ver fue que todo su cuerpo había adquirido una coloración gris, tan carente de vida que le hizo temer que la batalla no era lo único que había perdido. Pyro se negó a aceptarlo, queriendo creer que ese no era el final para él.

                    Tras algunos segundos que se le hicieron eternos, su deseo se vio aparentemente recompensado: pudo ver a lo lejos un pequeño pero intenso punto de luz blanca, y sin dudar, intentó dirigirse hacia él. A pesar de sentir que no se movía, sabía que lo estaba haciendo, pues éste se iba haciendo cada vez más grande y brillante, hasta convertirse en un círculo luminoso de dos metros de diámetro cuando Pyro estuvo a dos palmos de él. Lo vio con reverencia, sin saber de qué se trataba, a pesar de haberlo buscando con tanta insistencia. Ignoraba lo que ocurriría al atravesarlo, pero estaba decidido a tomar el riesgo, por lo que se lanzó hacia él sin dudar más. El contacto con éste le transmitió una calidez que le resultó familiar…

                    Como en aquella ocasión, empezó a sentir cambios en sí mismo mientras pasaba a través del círculo de luz: sus extremidades se alargaron, haciéndose las inferiores más robustas y las superiores más delgadas, pero no por ello menos fuertes; su torso, cola, abdomen y cuello también se alargaron y engrosaron, y su cuerno se dividió en dos, uno a cada lado de su cabeza. No obstante, el cambio más significativo fue la aparición de dos imponentes alas en su espalda, rojas como la sangre en su interior y negras como como el carbón en los bordes y el exterior. En realidad, este segundo color era el que llenaba el nuevo cuerpo de Pyro, a excepción de su vientre y la zona inferior de su cola, protegidos por escamas de color crema. Sonrió complacido: había regresado al juego, ¡y de qué manera!

                    De vuelta al plano físico, la pugna entre el Hiperrayo y el tornado ígneo ocasionó una estruendosa explosión que obligó a los presentes a cubrirse los ojos. El hipocampo optó por cerrarlos, valiéndose de su oído para enterarse de lo que ocurría en torno a él. Así, pudo escuchar el sonido del agua agitándose y azotando los bordes de la piscina… ¡y un rugido atronador que llenó la sala! Esto último produjo un respingo colectivo que llevó a todos a ver hacia arriba, donde la explosión acababa de disiparse, dejando ver al imponente lagarto alado de escamas negras y penetrante mirada de ojos rojos en el que Pyro se había convertido.

                    —Asombroso… —dijeron a coro los estudiantes de Ibuki, pues para todos ellos éste era un hecho sin precedentes en el Gimnasio.

                    —Qué conveniente —musitó la Líder con ligera ironía—; pero necesitarán más que eso para vencernos —afirmó con una media sonrisa confiada, la cual dejaba patente la emoción que estaba sintiendo por cómo se estaba desarrollando el combate.

                    —Pyro… ¿de verdad eres tú, amigo? —preguntó Danot a pesar de saber muy bien la respuesta, quizá porque era el más sorprendido de todos los presentes.

                    Silencio sepulcral. El Charizard negro se mantuvo en el aire, con la mirada fija en el hipocampo y sin reaccionar ante las palabras de Danot, alertando así a los demás. Sin embargo, antes de que el réferi pudiese pronunciarse al respecto, Pyro aterrizó cerca del borde de la alberca y se giró hacia su Entrenador, quien se mantenía en suspenso ante el escrutinio de esos ojos rojos como la sangre.

                    —Zaar —gruñó suavemente Pyro, relajando su expresión y dedicándole un gesto afirmativo con la zarpa derecha.
                    —Pyro… ¡felicidades por tu evolución! —le congratuló Danot, igual de emocionado que el día del nacimiento de su Pokémon—. ¡Bien, vamos por esa medalla! —le instó, con lo que el aludido volvió a centrar su mirada en el caballo de mar.
                    —¡Kingdra contra Charizard! ¡Pueden continuar! —indicó el réferi, manteniéndose ecuánime y queriendo instar a los demás a hacer lo mismo.
                    —¡Hidrobomba! —ordenó Ibuki sin dilación, apelando otra vez a la ventaja de tipo; estaba a la expectativa de las nuevas capacidades del recién evolucionado Charizard.
                    —¡Vuela y Danza Dragón! —ordenó Danot de inmediato, casi sin pensarlo.

                    Haciendo alarde de sus nuevas alas, Pyro las extendió y batió para alzar el vuelo y eludir esa peligrosa Hidrobomba, adueñándose así del espacio aéreo. Esto no desanimó a Suiryuu, quien desplegó de inmediato otra a pesar del esfuerzo que le suponía utilizar ese ataque de forma prolongada, pero este intento fue esquivado con un oportuno giro hacia la derecha. A esta maniobra siguió una serie de piruetas aéreas que en poco más de diez segundos permitieron a Pyro generar un hálito azul a su alrededor y aumentar su fuerza física y velocidad, como dejaban ver claramente los tensados músculos de sus extremidades y cola.

                    —¡Ciclón! —cambió de táctica Ibuki, considerando ese ataque como más adecuado para lidiar con adversarios voladores.
                    —¡Tuuuuu! —gruñó fuertemente Suiryuu, invocando así una gran tromba de viento esmeralda que no tardó en dirigir hacia su oponente.

                    Le encantaba desplazarse con libertad por el aire, tan lejos del suelo del que rara vez se había separado hasta entonces, sentir el viento en su cara, las posibilidades que le representaba tener alas, la confianza que le brindaba volar como si lo hubiese hecho desde el principio. Poco tardó en darse de cara con uno de los peores enemigos de los Pokémon voladores: las turbulencias, como las causadas por el Ciclón al que se había acercado sin cautela por su inexperiencia. Así, perdió la estabilidad y cayó en picado hacia la piscina, sin manera de retomar el vuelo al carecer de las suficientes velocidad y fuerza, a pesar del incremento de la Danza Dragón… y fue entonces cuando vio con claridad cuál era la solución. Para pasmo de todos quienes le veían, aceleró en lugar de frenar, sólo para efectuar un forzado bucle interior que le llevó a pasar cerca de la base del Ciclón y luego por encima de éste, a pocos metros del techo, mientras su aura se hacía más intensa y empezaba a ser recorrida por fulgores similares a serpientes de un azul mucho más intenso. Encontrándose próximo al punto inicial de su maniobra, Pyro desplegó sus garras, con las que se dispuso a atacar.

                    —Muy listo, pero ese truco no volverá a funcionar —pensó Ibuki, viendo cómo Pyro asestaba un fiero zarpazo a la base del Ciclón—; ¡bajo el agua y Torbellino! —ordenó en el acto, queriendo aprovechar la relativamente poca distancia entre ambos Pokémon.

                    Tras librarse del Ciclón, Pyro se dispuso a atacar a Suiryuu, pero éste ya se había refugiado bajo el agua, en cuya superficie se formó un Torbellino que ascendió muy rápidamente. Sin tiempo para esperar órdenes, no dudó en exhalar una espiral ígnea que, si bien no detuvo completamente el ataque de agua, le dio suficiente tiempo para alejarse.

                    —¡Danza Dragón! —indicó Danot, queriendo aprovechar la inmersión de Suiryuu y agradeciendo la suerte que su Charizard había tenido con esa maniobra.

                    Siguiendo esa orden, Pyro no tardó en ascender hasta lo más alto de la sala, donde reinició su danza mística; esto le permitió reavivar el fiero hálito que lo cubría y evadir un recién formado Ciclón. Lejos de rendirse, Suiryuu redirigió su ataque de inmediato, pero éste no era lo suficientemente rápido para alcanzar a su blanco, al menos no en su desplazamiento horizontal. Siguió intentándolo a pesar de ello, pero su rival ya era consciente del peligro que suponía acercarse sin más y prefirió consolidar su aumento de poder con más piruetas, lo cual tampoco era sencillo, pues su cuerpo aún no estaba acostumbrado a semejante carga física. Quedaba claro que ninguno de los dos iba a rendirse sin darlo todo de sí.

                    Durante el siguiente medio minuto, las únicas señales de su presencia fueron el sonido de alas cortando el aire y la vertiginosa tromba que recorría el campo, lo cual contribuyó a un marcado aumento de la expectación de todos los presentes. Tras ese tiempo, Pyro reapareció delante de Danot, exhibiendo un fulgurante hálito azul surcado por un sinnúmero de flujos azulinos que imitaban la forma de pequeños dragones, lo que Ibuki reconoció como el nivel dos de la Danza Dragón. Esto no le preocupó mucho, pues ni con ese aumento Pyro podría alcanzar a Suiryuu dentro del agua; sin embargo, le intrigaba lo que planeaba su retador, quien se mostraba tranquilo, como si tuviese la situación bajo control.

                    —¡Garra Dragón! —ordenó Danot, aparentemente repitiendo su táctica anterior.

                    Asintiendo con un potente rugido, Pyro se dirigió a toda velocidad hacia la tromba con sus zarpas desplegadas y brillando más que el resto de su cuerpo, preparadas para volver a destruirla. Ibuki apenas pudo esconder una sonrisa confiada ante tal maniobra, creyendo que Danot había caído en su trampa.

                    —¡Hidrobomba! —ordenó súbitamente ella, justo cuando Pyro se encontraba a un par de metros de la base de la tromba.
                    —¡Asciende y rasga el Ciclón!—mandó en el acto Danot, con una sonrisa triunfal; todo había salido de acuerdo a lo planeado.

                    Mostrando una expresión pícara, Pyro cambió el ángulo de sus alas para ascender intempestivamente y eludir el potente disparo de agua que le habría hecho presa fácil del Ciclón. En el trayecto hacia lo más alto de la sala, sus garras rasguñaron la tromba y la desestabilizaron por completo, dándose su violenta disipación debido a la dirección y velocidad de la perturbación. De esa forma, una gran cantidad de agua se desbordó de la piscina y Suiryuu chocó aparatosamente contra el borde más cercano a la Líder. A pesar de ello, éste seguía consciente y dispuesto a luchar, sobre todo al ver a su rival descender velozmente con las alas extendidas y rígidas, sin que Danot se lo hubiese indicado.

                    —¡Otra Hidrobomba! —reaccionó una tenaz Ibuki, nada dispuesta a rendirse.
                    —¡Cuidado! —exclamó Danot, suponiendo que Pyro había aprendido ese nuevo ataque al evolucionar, junto al Giro Fuego que había usado antes.

                    Herido en su orgullo más que en otra cosa, Suiryuu se aprestó a ejecutar un fuerte disparo de agua que fue eludido gracias a un rápido tonel volado del Charizard, quien se acercaba cada vez más, con toda la intención de acabar ya con la batalla. Al Kingdra le resultaba difícil encajar que los roles se hubiesen invertido tan radicalmente, sobre todo al haber tenido desde el principio una ventaja apabullante. A pesar de ello, no se dejó amilanar y, apelando a su voluntad y fidelidad hacia Ibuki, se dispuso a repetir su ataque por indicación de ésta… o lo habría hecho, de no ser porque algo dentro de sí mismo le hizo detenerse de pronto. Sin saber por qué, sólo que eso era lo que requería para ganar, Suiryuu expandió lo más posible su boca y comenzó a acopiar energía en la punta de la misma, pero a diferencia de veces anteriores, el cúmulo tenía un llamativo color entre zafiro y verde, similar al del aura de Pyro. Cuando éste estaba a punto de atacarle, forzó su cuerpo a realizar un súbito desplazamiento con su Agilidad para situarse a la derecha de su sorprendido oponente, a quien no tardó en disparar su recién aprendido Pulso Dragón.

                    No pasó por su mente que el hipocampo fuese a ponerle contra las cuerdas tras su oportuna evolución, pero la autocrítica vendría luego, ya que debía evitar ser golpeado por esa veloz esfera. Forzando sus alas, logró elevarse lo justo para que ésta pasase de largo… o eso habría ocurrido, de no ser porque la resonancia entre las dos auras causó que el Pulso Dragón explotase violentamente justo debajo de Pyro, dañándole un poco. La preocupación se hizo patente en el rostro del retador, mientras que en el de la Líder se asomó un atisbo de sonrisa.

                    —¡Pulso Dragón a discreción! —ordenó Ibuki con renovada confianza, teniendo por fin un arma efectiva contra la técnica de incremento del Charizard negro.
                    —¡Tuu! —asintió el hipocampo, tras lo cual expandió su boca para atacar.
                    —Esto no es bueno… —pensó Danot con preocupación, mientras Pyro sobrevolaba la alberca a una distancia prudencial de su rival, aún sorprendido por el nuevo ataque de éste—; ¡Danza Dragón! —indicó al notar que su hálito amainaba un poco, esperando que esto le diese tiempo para pensar en una solución.

                    A pesar de ese revés, Pyro se dispuso a seguir usando su danza mística, mientras Suiryuu disparaba una retahíla de proyectiles de energía que superaban fácilmente los cuarenta centímetros de diámetro. Si bien no era nada sencillo mantener ese ritmo, las explosiones que ocurrían detrás suyo fueron suficiente incentivo para llevarlo a cabo de forma impecable, avivando de nuevo el aura que le rodeaba. Cuando hubo logrado su objetivo inmediato, se enfocó en acabar cuanto antes con el combate, a riesgo de ser derrotado por el desgaste realizado.

                    —¡Y yo que pensaba que la batalla no tendría más sorpresas! —comentó Keisuke con marcado entusiasmo, a lo que los demás solamente asintieron con un movimiento de cabeza conjunto. Estaban completamente absortos en el combate.

                    De vuelta a éste, ambos contrincantes se encontraban ya demasiado cerca de sus límites, uno por mantener el asedio con el uso constante de su Pulso Dragón, y el otro por el daño residual de las explosiones causadas por tal ataque, sin contar lo difícil que había sido mantener su aumento y evitar golpes directos. Se enfrascaron en un duelo de miradas, pausa que les permitió recobrar un poco el aliento y prepararse para lo que habían decidido que sería el acto final; era una cuestión de orgullo terminar con ello ya. Sus Entrenadores entendieron ese significativo intercambio visual y decidieron jugarse todo en esa confrontación definitiva; no pensaban en la derrota, sino en dar un final espectacular a tan encarnizado combate, uno que había satisfecho por completo sus ansias de batalla.

                    —¡Ve por él! ¡Garra Dragón! —ordenó firmemente Danot, con una idea arriesgada en mente; todo dependía de si cierta sospecha suya era correcta o no.
                    —¡Termínalo ya con Pulso Dragón! —indicó Ibuki con determinación, no queriendo perder; por un momento, volvió a sentirse como esa decidida quinceañera que había recorrido Johto en busca de medallas para probar su valía como sucesora de su abuelo.

                    Extendiendo sus alas, Pyro se lanzó en pos del hipocampo con las garras al frente, cubiertas de un aura más densa que la del resto de su cuerpo. Suiryuu ni se inmutó ante ello y expandió tanto como pudo el ancho de su boca, para producir esferas de energía lo suficientemente grandes para tener la certeza de que su rival no pudiese soportar un impacto directo. Así, empezó a dispararlas, pero el Charizard no se dejó amedrentar, o eso dejaba ver, sabiendo que si Danot no se sacaba pronto un as de la manga, podían ir despidiéndose de la victoria. A pesar de esa duda, prosiguió con su arremetida, confiando en él, suscitando expresiones de asombro en los presentes ante tan temeraria maniobra.

                    —¡Destrúyelos con tus garras! —indicó repentinamente el retador, con lo que Pyro comenzó a dar rápidos zarpazos a diestra y siniestra, haciendo explotar los primeros Pulsos Dragón lo suficientemente lejos de sí mismo como para que sus estallidos no le dañasen demasiado ni interrumpiesen su avance.

                    —Increíble… —parecieron decir a coro los aprendices de Ibuki al ver aquello.

                    —¡Sigue así, Pyro! —le animó Danot, sabiendo lo importante que podría resultarle ese apoyo.

                    A pesar de ver anulada la que había devenido en su mejor arma contra su rival, el hipocampo no se dejó abatir por tal revés, no tras haber recobrado sus posibilidades de ganar y, sobre todo, su autoconfianza. Ese enfrentamiento se había convertido en una cuestión muy personal para él, por lo que no dudó en disparar sus fulgurantes esferas con lo que le quedaba de fuerza; alguna tendría que impactar a Pyro y dejarlo fuera de combate. Sin embargo, no se imaginaba que Ibuki ya tenía otros planes.

                    —¡Hidrobomba! —ordenó súbitamente ésta, tras notar que Pyro se mantenía en el mismo plano horizontal mientras avanzaba hacia Suiryuu; era una oportunidad que no podían desaprovechar.
                    —¿Tuu? —no obstante, el empeño de este último por derrotar a su adversario le jugó en contra, al no permitirle reaccionar a tiempo ante esa orden, dando al retador un par de valiosos segundos para improvisar una contraofensiva.
                    —¡Ataque Ala! —indicó intempestivamente Danot, sabiendo bien que el éxito o fracaso de ese ataque determinaría el resultado del enfrentamiento; por ello, no dudó ni un instante en poner todo de sí para ganarlo.

                    Ojos entornados, cuello tenso, éstas fueron las señales previas al poderoso disparo de agua de parte de Suiryuu, justo cuando Pyro destruía el último Pulso Dragón con un certero zarpazo, sólo para verse cara a cara con ese otro ataque. Intentar cambiar de rumbo drásticamente significaría recibirlo igualmente, por lo que continuó volando de frente, extendiendo totalmente sus alas y acelerando, a pesar de no sentirse listo para lo que se le venía encima. Cuando todos los presentes creían que el impacto era inevitable, un oportuno tonel volado permitió al Charizard evitar un golpe directo, pero un mal cálculo hizo que el ataque alcanzase su ala derecha, con lo que se desestabilizó y amenazó con estrellarse en cualquier momento. No obstante, al tener a Suiryuu tan cerca, no dudó en abalanzarse sobre él, sin importarle estar volando al ras del agua, ni el dolor que le afligía, ni siquiera la visión de éste preparándose para atacar a pesar de estar igual de maltrecho. Así, empleando su aún activo aunque debilitado incremento, asestó al hipocampo un fortísimo golpe de ala antes de que éste pudiese disparar su Pulso Dragón, llevándoselo por delante, con lo que ambos acabaron estrellándose fuera de la piscina, a tan sólo unos metros de donde se encontraba Ibuki, quien como los demás observaba atónita la escena.

                    Procurando no mostrarse impresionado por lo que se perfilaba como un empate, el réferi corrió hacia los dos Pokémon para comprobar su estado. Examinó a ambos con mirada acuciosa, notando que habían sobrepasado por mucho sus límites físicos y, por ende, perdido el conocimiento tras el encontronazo y posterior choque contra el suelo. Decidió esperar un poco más antes de emitir un resultado oficial, por si alguno de ellos daba señales de recuperación.

                    El dolor llenaba cada parte de su cuerpo, incluso algunas que hasta ese momento no había tenido oportunidad de conocer. A pesar de ello, hizo un esfuerzo para abrir los párpados y dejar a la vista sus irises rojos, percatándose de que estaba tendido sobre el suelo. Buscando una posición más cómoda, utilizó sus brazos para separarse de éste y sentarse pesadamente, atrayendo así la atención del réferi y los demás presentes.

                    —¡Kingdra es incapaz de continuar! ¡El retador y su Charizard ganan la ronda y el combate! —decretó el réferi tras cerciorarse de que Suiryuu no daba ninguna señal de estar consciente, dirigiendo su banderín rojo hacia la zona técnica de Danot.

                    Pyro, sujetándose la cabeza con las zarpas, oyó el anuncio con incredulidad, dada su abrupta desconexión con la realidad. Tardó un poco en avistar al todavía desmayado Suiryuu yaciendo a menos de un metro de él y le dedicó una sonrisa de agradecimiento por la que había sido la mejor batalla de su vida, tras lo cual se dejó caer de lado, muy cansado. Esto le permitió notar cierta presencia familiar que se arrodilló a su lado y le acarició el cuello, primero con suavidad, después con firmeza, dada la dureza de sus nuevas escamas.

                    —¡Pyro, estuviste increíble! —le felicitó un muy emocionado Danot—. ¡Gracias, de verdad gracias! —añadió con sinceridad al abrazarle, sintiéndose orgulloso de lo mucho que había crecido desde el día en que lo vio nacer, hacía ya casi dos años.
                    —Zaar —gruñó levemente el aludido, también agradecido, para después dejarse guardar; a pesar de la emoción que aún sentía, necesitaba descansar y recuperarse.

                    —Vuelve, Suiryuu; hiciste un trabajo estupendo —le felicitó Ibuki al regresarlo a su Poké Ball, reconociendo su valentía y esfuerzo para ganar a pesar de todo.

                    Tras colocar la esfera en su lugar, Ibuki se acercó prestamente a su retador, justo cuando éste se disponía a ponerse de pie, por lo que le extendió la mano para ayudarle apenas llegó a su lado. Danot le estrechó la mano con firmeza y una gran sonrisa.

                    —Gracias —dijo éste, ya de pie—; y gracias también por el combate... ¡ha sido uno de los mejores que he tenido en mi vida! —añadió animadamente tras soltar su mano.
                    —Sí, ha sido un combate excelente —asintió ésta con una sonrisa, cosa nueva para su interlocutor—; aunque debo admitir que en más de un momento he dudado de que pudieras vencerme —añadió con tono divertido, para mayor sorpresa de éste.

                    Un suave carraspeo de parte del réferi les hizo notar que se estaban desviando del protocolo de los combates oficiales. Con presteza, Ibuki sacó del ceñido bolsillo al lado izquierdo de su cintura una medalla que entregó a Danot con respeto, tal y como había hecho su abuelo con quienes lo habían vencido durante su época de Líder de Gimnasio. El moreno pudo ver que dicho distintivo imitaba el rostro de un dragón negro de cuernos y ojos rojos que le recordaba vagamente a Pyro; mientras tanto, Keisuke y los demás observaban la escena en silencio, aguardando al momento ideal para intervenir. Éste llegó luego de que Danot retirase su Pokédex del pedestal y se acercase a Ibuki, en tanto el réferi se marchaba, satisfecho por haber cumplido cabalmente su labor.

                    —¡Ha sido un combate genial! —exclamó un emocionado Keisuke, adelantándose a sus compañeros, quienes también parecían muy complacidos con lo que habían visto.
                    —Admito que tenía mis dudas al respecto, pero has ganado justamente —agregó Tsurio al dirigirse hacia Danot, quizá un poco presuntuosamente.

                    Nada acostumbrado a recibir tanta atención tras un combate, Danot no pudo más que poner cara de aprietos. Viendo esto y sabiendo bien lo que sus aprendices estaban a punto de hacer, Ibuki se aprestó a detenerlos, por más que estuviese complacida por su gran esmero en mejorar sus habilidades con los Pokémon. Pronto se le ocurrió una idea que, de funcionar, les permitiría tener todo el tiempo necesario para comentar con Danot lo que creyesen pertinente.

                    —¡Basta! ¿Que no ven que está extenuado? —los disuadió autoritariamente, para alivio del aludido—. Ya tendrán tiempo para preguntar lo que quieran, si acaso Danot considera buena idea quedarse a entrenar con nosotros para la Conferencia Plateada —dijo a continuación con cordialidad, dirigiéndole una mirada de interés.

                    Danot fue incapaz de contestar de inmediato a semejante ofrecimiento; y no era el único sorprendido, ya que Keisuke y compañía también habían quedado atónitos tras esto. Ibuki esperó pacientemente, habiéndose anticipado a tales reacciones.

                    —¡S-será un honor poder entrenar aquí! —respondió por fin Danot, ya repuesto de la impresión inicial de ver cumplido un deseo que había querido ignorar; esto le hizo pensar en sus reflexiones recientes, por lo que se prometió a sí mismo prestar mucha más atención a sus propios anhelos a partir de ese momento.
                    —¡Entonces está decidido! —exclamó Keisuke con tono triunfal, aproximándose a Danot y alzando su brazo derecho con el izquierdo mientras él hacía el mismo gesto.
                    —Esto será muy interesante —pensó Tsurio, sonriendo con suficiencia mientras se volvía a acomodar las gafas.

                    Ibuki sonrió satisfecha ante el éxito de su idea, tras lo cual indicó a sus aprendices que el espectáculo había acabado y que tenían trabajo por hacer. Muy contentos con lo visto y dicho, éstos asintieron y se dispusieron a revisar el campo tras despedirse de Danot, quien los veía con aprecio, agradecido por la respuesta tan positiva que habían tenido hacia él. Al ver que la Líder se dirigía hacia la salida, se aprestó a seguirla.

                    —Lamento si los chicos te han agobiado en algún momento —se disculpó Ibuki, no queriendo causar más molestias a su interlocutor.
                    —Tranquila, todos han sido simpáticos y parecían muy interesados en mejorar sus habilidades —contestó amablemente Danot, poco después de entrar al pasillo junto a ella.
                    —Lo sé; no podría tener mejores aprendices —dijo con una sonrisa de satisfacción y un leve toque de nostalgia—; no dudo que podrán ayudarte mucho a mejorar, y tú a ellos —añadió cordialmente.
                    —No lo dudo —respondió del mismo modo, preguntándose qué clase de Pokémon tendrían sus futuros compañeros de entrenamiento.

                    Ibuki iba a añadir algo, pero al ver a Danot tan pensativo, prefirió no interrumpirlo. Además, temía no poder expresar adecuadamente el motivo para haberlo invitado a entrenar en su Gimnasio. Era la primera vez que sentía una curiosidad tan intensa por alguien tras un combate, como si hubiese encontrado a un semejante en su amor por los Pokémon y luchar junto a ellos… alguien que podría ser un amigo de verdad, que la apreciase por su yo real y no por sus logros. Y aunque temía estar equivocándose y que no se tratase de un sentimiento mutuo, no sería la primera ni la última vez que algo así ocurriría, por lo que había decidido arriesgarse, creyendo que sería peor dejar pasar esa oportunidad. Hacerlo de otra manera habría sido la elección de alguien cobarde.

                    —En cualquier caso, te esperaremos mañana a las siete en punto —expuso Ibuki cuando ambos llegaron a la entrada, sacando a Danot de su ensimismamiento.
                    —Oh, sí, a esa hora estaré aquí —aseguró éste, aún un poco sorprendido por ese súbito regreso a la realidad, sin ser consciente de las reflexiones de su interlocutora.
                    —Nos veremos entonces —respondió ella cuando Tetsurou abrió el portón, para luego volver al edificio principal del Gimnasio.
                    —¡Hasta mañana! —Danot se despidió de ambos con energía, contento por cómo se había desarrollado el día; esto le brindaba una gran motivación para acabar algunos asuntos pendientes antes de ir a dormir, a pesar de lo cansado que estaba.

                    Al llegar al Centro Pokémon, lo primero que hizo fue hablar con Teina. Tras dejarle los Pokémon que tenía a mano, ésta le informó que Hellga, Ray y Salma ya habían sido transferidos al laboratorio de Yamen. Sabiendo esto, le dio las gracias y se dirigió hacia donde estaban los video-teléfonos para hablar con él.

                    —Asumo que no llamas para darme malas noticias —dijo Yamen con tono irónico, pero no dudó en sonreír ampliamente cuando Danot le mostró la medalla Rising—; no, veo que no. ¡Felicidades! —añadió sinceramente, contento por ese logro.
                    —Gracias, aunque no he llamado sólo para que vieras esto, sino porque necesitaré un favor —explicó Danot con seriedad, tras guardar su nueva medalla.
                    —Si está dentro de mi alcance, no dudes que lo haré —contestó del mismo modo, recibiendo un suave asentimiento de parte de su hermano menor—; pero vamos, dime cómo fue, va —le instó, con curiosidad por cómo Danot había vivido esa experiencia.

                    Ante tal insistencia, le contó los pormenores de su batalla con Ibuki, incluyendo la oportuna evolución de Pyro y lo que ocurrió luego, para mayor sorpresa del científico.

                    —Por eso planeo llamarte dentro de una semana desde el Gimnasio, para que puedas enviarme a los demás; así también podrás tener suficiente tiempo para pasarlo con Hellga, Tsurugi y Mizuho —explicó finalmente.
                    —Sí, hace mucho que no tengo a las tres juntas aquí; seguramente se alegrarán de volver a ver a Lila y los demás —respondió, agradecido de poder pasar ese tiempo con las Pokémon que su padre y él habían entrenado con tanto esmero.
                    —Ya me aseguraré de enviarlas más a menudo para que puedan hacerte compañía —prometió Danot, reconociendo que había dependido mucho de ellas durante su viaje, pero si iba a continuar esa vida, debía atrapar más Pokémon con quienes poder contar.
                    —En todo caso, sí que debes haber impresionado a la Líder para que te invitara a entrenar con ella y sus aprendices —comentó jovialmente, al recordar el equipo con el que su hermano la había desafiado.
                    —Es posible que la evolución de Pyro haya ayudado más que un poco —comentó, a pesar de no estar del todo seguro de ello; fuese cual fuese la razón, lo importante era que tenía una oportunidad magnífica para mejorar sus habilidades con los Pokémon, de cara a la Conferencia Plateada.
                    —O quizá le caes bien; por lo que me has contado, parece alguien muy apasionada por los combates, como alguien que conozco —dijo con una sonrisa irónica, causando que el menor se sonrojase un poco—; en fin, supongo que tienes cosas por arreglar, y yo todavía tengo trabajo por hacer —expuso, y con el asentimiento de su hermano, se despidió con un suave movimiento de mano antes de cortar la comunicación.

                    Con ese asunto resuelto, Danot comenzó a preparar lo necesario para el almuerzo de celebración con sus Pokémon; decidió comprar una ración extra para Pyro, dado su considerable aumento de tamaño tras su evolución. Una vez hecho esto, solamente le quedaba esperar a que Teina se los devolviese.

                    Fue un almuerzo animado, si bien al principio la nueva forma de Pyro sorprendió a sus compañeros de equipo. La presencia del Charizard brillante también llamó la atención de otros Entrenadores que pasaban por ahí, si bien casi todos tuvieron el buen tino de sólo quedarse a observar lo justo y necesario. Tras descansar un poco y guardar a sus Pokémon, Danot se dirigió a su habitación para acabar de arreglar sus pertenencias y poder irse a primera hora del día siguiente. Fue así como pasó el resto de la tarde y parte de la noche.

                    Mientras Danot se dedicaba a ello, en los dormitorios del Gimnasio, Shiori acababa de darse una ducha caliente tras limpiar el Gimnasio y preparar lo necesario para el día siguiente junto a Keisuke y los demás. Vestida con un bonito pijama azul con estrellas blancas, cogió su portátil y se cobijó dentro de un abrigador futón, tras lo cual accedió a la página de la Federación Regional de Johto. Tardó poco en hallar lo que buscaba: una lista de vídeos de batallas de Gimnasio que empezó a observar con detenimiento.

                    —No es mi estilo preferido, pero como referencia está bien —expresó con una sonrisa tras ver los siete vídeos de la lista y volver al perfil del Entrenador que las había tenido—; ¿qué ha visto la maestra en ti para invitarte a entrenar aquí, Danot Bisel? —dijo para sí misma, intrigada, pues ella y sus compañeros habían tenido que pedirlo, e Ibuki tampoco había hecho esto con otros retadores; soltó un bostezo y lo dejó estar, al estar ya muy cansada.

                    Cuando estuvo a punto de cerrar la página e irse a dormir, algo captó su atención, como demostró su expresión de ligera sorpresa.

                    —Keisuke y los demás tienen que saber esto cuanto antes —pensó con una sonrisa traviesa, tras lo cual dejó un mensaje en su grupo de Reshigram y se fue a dormir, para que sus sueños diesen forma a los planes que llevaría a cabo al día siguiente.

                    Comentario

                    • Souji Fujimura
                      Escritor en ciernes
                      SUPAR PRUEBA
                      • ene
                      • 30
                      • 🇵🇪 Perú
                      • España

                      #11
                      Round 006 — Lazos nacientes

                      Ciudad Fusube, martes 10 de Octubre, Año 100 AW, 5:53 AM

                      Danot había despertado varios minutos antes de que sonase la alarma de su Pokégear, una ocurrencia usual en los días que le resultaban significativos. La mañana invitaba a remolonear en la cama, pero sus ganas por empezar el entrenamiento con Ibuki pudieron más, por lo que no tardó en levantarse. Mientras se preparaba para salir, vio que tenía un mensaje de su hermano: su familia llamaría por la noche para poder conversar, a sabiendas de que estaría ocupado casi todo el día. Prometió avisarles cuando hubiese terminado; quizá esa podría ser la oportunidad para explicar la decisión que había tomado respecto a su futuro inmediato...


                      Avistó la entrada del Gimnasio cinco minutos antes de la hora acordada y quedó admirado al ver que la Líder ya le estaba esperando ahí, vestida con el mismo tipo de ropa que Shiori y Seiko llevaban el día anterior, por lo que se acercó con presteza y la saludó. Ésta le dedicó una media sonrisa al responder, satisfecha por verle así de animado por comenzar; no tardó en indicarle la caseta cercana al campo de práctica a la izquierda del edificio principal, donde podría escoger un uniforme de su talla.


                      Danot tardó poco en volver con un uniforme idéntico al de Keisuke y Tsurio, cómodo de llevar y con sujeciones para Poké Balls en los mitones, justo antes de que un lento y calmado Tetsurou llegase para completar el grupo de aprendices del Gimnasio. Los demás, más despiertos y prestos a entrenar, habían aprovechado ese breve tiempo para presentarse debidamente ante su nuevo compañero.

                      —Bien, empezaremos con diez vueltas alrededor del edificio principal, como siempre —indicó Ibuki con seriedad antes de empezar a correr, con lo que los demás se aprestaron a seguirla.

                      A pesar de haberse recuperado bastante tras lo ocurrido en el Camino de Hielo, Danot no fue capaz de seguir el ritmo de Ibuki y Keisuke, o incluso de quienes iban en el grupo del medio. No era el último sólo porque Tetsurou no parecía querer ir más rápido de lo necesario, y aunque esto le llamó poderosamente la atención, prefirió guardarse sus preguntas para otro momento. Hizo lo posible para no quedarse demasiado atrás, pero tuvo que parar tras la quinta vuelta, cuando sus rodillas dijeron basta; adolorido, se dejó caer sentado al apoyar la espalda en una de las paredes del edificio principal. Al notar esto, Ibuki se acercó para comprobar si estaba bien.

                      —Si crees que necesitas descansar antes de seguir o dejarlo del todo, no dudes en hacerlo —le recomendó con seriedad, sin dejar de ser suave, tras palparle por detrás de las rodillas; el chico asintió levemente, agradecido.

                      Si bien recordaba claramente el estado de Danot el día que se conocieron, Ibuki había querido comprobar hasta qué punto podía llegar su capacidad física, incluso tras todo ello. La tranquilizaba que él hubiese tenido el suficiente criterio para detenerse, en lugar de insistir en algo que podría hacerle daño, pero por si acaso quería dejarle claro que no lo obligaría a continuar si no podía. Así, se levantó y prosiguió con el ejercicio, mientras instaba a los demás a no distraerse con ello.

                      —Bien, ¡hora de continuar! —pensó Danot para darse ánimos, cuando sintió que por fin podía ponerse de pie.

                      Previsiblemente, fue el último en acabar de correr, justo cuando sus compañeros ya estaban empezando el siguiente ejercicio: flexiones en uno de los campos de práctica. Se apuró en unirse a ellos, mientras recordaba las historias de su padre sobre las extensas sesiones de entrenamiento físico que debía hacer cuando todavía estaba en el ejército. Este recuerdo le robó una sonrisa, por lo que procuró seguir como pudo el ritmo de esos ejercicios durante la hora y media siguiente.

                      —Ha sido más intenso de lo creía —admitió Danot en voz baja, sentado en el suelo, mientras frotaba la parte posterior de sus rodillas.
                      —No lo has hecho mal, considerando tu estado de hace unos días —comentó Ibuki con cierto alivio al dejarle una toalla para el sudor, para luego hacer lo mismo con sus aprendices.
                      —¿Es que te pasó algo malo, Danot? —preguntó una curiosa Shiori al escuchar esto; acababa de comprobar que esos dos se habían conocido antes de su batalla del día anterior.
                      —Es una larga historia, pero no es nada de consideración, tranquila —contestó el aludido con amabilidad, no queriendo preocupar ni distraer a los demás—; gracias —agregó del mismo modo, tras lo cual se puso de pie, preguntándose qué sería lo siguiente.

                      Como si Ibuki hubiese leído su mente, ésta les indicó que la siguiesen hasta la parte trasera del edificio principal, donde había dos arenas de combate: una normal y otra con piscina, similar al campo principal del Gimnasio. Danot se vio sorprendido cuando Keisuke le entregó una red, con la que ayudó a los demás a quitar cualquier residuo que hubiese caído en el agua durante la noche.

                      —Ahora practicaremos con nuestros Pokémon; serán batallas de uno contra uno liberados a la vez, con un límite de tres minutos, sin repetir Pokémon ni oponente —explicó Ibuki para el neófito, tras lo cual se situó entre los campos; al darse cuenta de que tendría más oponentes que Pokémon, Danot se le acercó para preguntar cómo solucionar aquello.
                      —Ahora mismo sólo tengo cuatro conmigo; los demás están recuperándose en casa —explicó, no queriendo importunar a sus compañeros a pesar de lo ocurrido.
                      —Bueno, si no te molesta luchar dos veces con alguno de tus Pokémon, podemos hacer una excepción al ser la primera vez—respondió, recordando con claridad el estado de Hellga y los otros hacía tres días; Danot asintió, conforme—; de todos modos, es posible que mañana no tengas este problema —añadió misteriosamente, tras lo cual instó al chico a seguir con la práctica.

                      Antes de que éste se diese cuenta, Keisuke y Shiori ya habían ocupado las áreas técnicas del campo sin piscina, por lo que fue rápidamente a sentarse en el otro lateral, a la derecha de Tsurio. Le habría gustado ser uno de los primeros en luchar, pero también tenía curiosidad por ver lo que sus compañeros de entrenamiento eran capaces de hacer.

                      —¿También eres de quienes prefieren analizar la situación antes de decidir el curso de acción más adecuado? —preguntó Tsurio con una leve sonrisa de suficiencia; Danot, sorprendido, sólo atinó a asentir.
                      —¡Tsu, basta! —le recriminó Seiko, quien estaba sentada entre el aludido y Tetsurou—. No se lo tengas demasiado en cuenta, por favor; se pone así con todos los recién llegados —explicó con vergüenza ajena, recordando bien las incesantes preguntas que éste le hizo durante sus primeros días en el Gimnasio.
                      —¡Sshh! Que ya empieza... —les hizo callar Tetsurou, más interesado en ver una buena batalla que en escucharlos discutir.

                      Haciendo caso a ello, Danot centró su atención en el campo, donde Keisuke y Shiori ya habían liberado a sus Pokémon. El primero había elegido a un alegre Croconaw, cuyas fauces y garras no parecieron intimidar ni un ápice al zorro de pelaje dorado y nueve grandes colas de la chica. Sus ojos rojos como rubíes dejaban ver mucha confianza en sí mismo.

                      —¡Comienza con Fuego Fatuo! —exclamó Shiori, queriendo limitar desde el inicio el potencial ofensivo del cocodrilo.
                      —¡No lo dejes! ¡Acua Jet! —ordenó Keisuke, sin querer darle ninguna oportunidad para ello.

                      Ninetales gruñó fieramente al disponerse a generar varias esferas de fuego espectral, pero se vio golpeado de sopetón por el misil en el que Croconaw se había convertido al rodearse de agua. A pesar de ello, resistió el embate hasta acabar de conjurarlas, tras lo cual las lanzó hacia su rival; sin embargo, éste se enterró rápidamente en el suelo por indicación de su Entrenador, con lo que los fuegos fatuos golpearon la superficie de arcilla antes de disiparse.

                      —¡Ninetales, atento! —le indicó Shiori, por lo que el zorro se tensó mientras bajaba la cabeza, pendiente de las vibraciones en el suelo bajo él.

                      Sintió venir a su oponente por la izquierda, por lo que saltó hacia el lado contrario mientras gruñía para volver a generar sus fuegos fatuos. El puñetazo cubierto de tierra de Croconaw no le dio por poco, con lo cual se dispuso a quemarlo.

                      —¡Sal de ahí con Acua Jet! —ordenó rápidamente Keisuke, sabiendo muy bien que cualquier segundo de distracción contra Shiori podía ser peligroso.

                      Croconaw volvió a rodearse de agua, mas Ninetales se adelantó a lo más probable y dirigió los fuegos espectrales hacia su izquierda, con lo que su oponente los atravesó antes de golpearlo y alejarse. Aunque había quedado un poco maltrecho, el zorro sonrió al ver que había conseguido su cometido, como todos pudieron ver cuando se disipó el agua: las extremidades y mandíbulas del cocodrilo presentaban quemaduras que limitarían considerablemente su poder de ataque.

                      —¡Infortunio! —indicó Shiori a continuación, decidida a ganar antes de que acabase el tiempo.
                      —¡Hidropulso a discreción! —contraatacó Keisuke, para gran sorpresa de su oponente, dada su clara predilección por los ataques físicos.

                      Los ojos de Ninetales se llenaron de un siniestro brillo mezcla de rojo y púrpura, desplegando así un par de rayos que atravesaron la primera esfera de agua que el cocodrilo disparó; la segunda los bloqueó completamente, siguiendo así su camino hacia el zorro. Éste la eludió con un ágil salto e hizo lo mismo con las siguientes, mientras volvía a disparar sus rayos fantasmales, alcanzando uno a Croconaw y ocasionando que se retorciese de dolor, por lo que tuvo que detener su ataque.

                      —¡Ahora, Anulación! —indicó prestamente Shiori, queriendo restringir mucho más el potencial ofensivo de su contrincante.

                      Antes de que Keisuke pudiese reaccionar, los ojos de Ninetales se llenaron de un fulgor azul que paralizó a Croconaw cuando éste por fin pudo levantarse, y aunque duró apenas un instante, bastó para inhabilitar su último ataque.

                      —Está limitando cada vez más sus opciones —comentó un impresionado Danot, ante lo que sus compañeros asintieron; no pudo evitar preguntarse qué pasaba por las mentes de esos dos en aquel momento, deseoso de aprender más y más de ambos.

                      —¡No creas que eso bastará para detenernos! ¡Danza Espada! —ordenó Keisuke, confiando en que su Pokémon pudiese mantenerse a la par de su rival con ese aumento de ataque.
                      —¡Noou! —gruñó Croconaw, agradecido por su apoyo.
                      —¡Rayo Confuso, ya! —contraatacó Shiori, nada amedrentada; a pesar de ello, no quería confiarse, pues su Pokémon había recibido más daño del esperado.

                      Los ojos de Ninetales se llenaron de un tenebroso fulgor púrpura que salió disparado hacia los de su rival, pero éste pudo evitar el primero de ellos antes de cruzar las zarpas y comenzar a girar sobre su eje sagital. Esto, sumado a un oportuno desplazamiento errático por el campo de batalla, le permitió eludir los siguientes intentos del zorro, para desazón de Shiori.

                      —¡Bien Croconaw, muy bien! —le felicitó Keisuke, entre sorprendido y satisfecho—. ¡Cascada! —ordenó a continuación, queriendo apropiarse del ritmo del combate.
                      —¡Salta y Giro Fuego! —indicó en el acto la chica, procurando que dicho revés no le afectase más de lo debido.

                      Con los músculos de sus extremidades, cola y fauces fortalecidos a pesar de las quemaduras, Croconaw corrió tan rápidamente como pudo mientras se rodeaba de una gruesa capa de agua. El zorro no tardó en brincar, y antes de que su rival cambiase de rumbo, disparó una espiral de fuego que lo rodeó por completo. La Cascada y el Giro Fuego se debilitaron entre sí, con lo que Croconaw pudo seguir avanzando, si bien cada vez le costaba más por el efecto conjunto de los ataques de Ninetales; aun así, no desistió, frunciendo más y más el ceño con cada pesado paso que daba.

                      —¡Tiempo! —exclamó Ibuki, con lo que ambos bandos se detuvieron en el acto, a pesar de su deseo de seguir luchando.
                      —Buen trabajo, Ninetales —le felicitó serenamente Shiori, poco antes de devolverlo a su Poké Ball; estaba satisfecha con el desempeño de su Pokémon, pero no tanto con el suyo propio, y era algo que sabía que debía mejorar.
                      —¡Muchas gracias, Croconaw! ¡Sigamos mejorando! —le arengó Keisuke, pensando lo mismo que su compañera.

                      Danot había quedado gratamente sorprendido con el enfrentamiento, sobre todo por el estilo de batalla de la chica, ya que había enfrentado a muy pocos Entrenadores con semejante énfasis en técnicas disruptivas. Tenía tantas ganas de luchar que no dudó en levantarse e ir a una de las zonas técnicas cuando Ibuki lo indicó, tras dar pautas a Keisuke y Shiori sobre ese último combate. El chico de Yoshino no pudo ocultar su gran sorpresa al ver quién había ocupado el lado contrario del campo, pero esto no le impidió tomarse la batalla con seriedad, como demostró al coger la Poké Ball de Alfa y esperar a su oponente hiciese lo propio.

                      —Ve, Lairon —pidió relajadamente Tetsurou mientras apartaba un poco su poblado flequillo, dejando ver sus vivaces ojos de color café, con lo que Danot hizo lo mismo con su Starmie.

                      El Pokémon del portero era un lagarto cuadrúpedo de piel metálica gris y un metro de altura, cuya cabeza y lomo estaban protegidos por gruesas placas de color blanco. Danot no escondió la emoción que sentía por enfrentarse por fin a uno de los aprendices de Ibuki, preguntándose cómo lucharía, dado lo calculadamente lento que parecía ser para casi todo.

                      —¡Rayo Burbuja! —empezó Danot, apelando a un ataque efectivo y de rápida ejecución.
                      —Protección —ordenó tranquilamente Tetsurou, como si la desventaja de tipo o velocidad no le preocupasen en lo más mínimo.

                      Lairon generó una semiesfera de energía esmeralda contra la que las burbujas estallaron sin mayor consecuencia. Danot se dio un momento para sopesar la situación, pues su rival no parecía tener la intención de atacar aún. ¿Sólo quería defenderse y esperar al momento adecuado para contraatacar, o estaba planeando algo más?

                      —Es una situación muy interesante —dijo Tsurio tras dejar escapar una leve risa, sin dejar de observar a ambos contendientes.
                      —Sin duda —respondió Shiori, sentada a su derecha—; me pregunto qué hará Danot contra un oponente al que no ha estudiado previamente —añadió con curiosidad, siendo consciente de que el aludido la había analizado como ella estaba haciendo con él en ese momento.

                      Ibuki también observaba el combate con mucho interés, sin dejar de estar al tanto del tiempo transcurrido. Conocía muy bien el estilo de combate de su aprendiz, y dado el formato de batalla, podría ser todo un reto para Danot; por otra parte, quería ver si Tetsurou era capaz de reaccionar adecuadamente ante una posible situación adversa, pues todas sus batallas ahí habían terminado rápidamente, no siempre a su favor, o habían sido empates sin una ventaja clara. Era un aprendiz muy particular, quien iba a su propio ritmo para todo; en realidad, era el quinto Gimnasio donde había sido aceptado, según contaba a veces.

                      —No perderemos nada intentando esto —pensó Danot, queriendo comprobar algo que llevaba semanas rondando por su mente—; ¡intensifica tu Rayo Burbuja, Alfa! —ordenó a continuación, con una idea muy clara en mente.
                      —Mantén tu Protección —mandó Tetsurou, mostrándose tan tranquilo como al principio.

                      La estrella de mar no tardó en aumentar considerablemente el número de burbujas liberadas desde su núcleo, mientras Danot se mantenía atento ante cualquier movimiento sospechoso de Lairon.

                      —¿Creen que sea capaz de quebrar a Tetsu? —preguntó Seiko con curiosidad, sabiendo lo difícil que era mantener la ecuanimidad contra la aparente pasividad del aludido, la cual le daba la oportunidad de emplear su estrategia preferida.
                      —Eso sería interesante de ver —respondió Keisuke, quizá uno de los más vulnerables al estilo del aludido.

                      Éste se mantuvo tranquilo a pesar del sinnúmero de burbujas que golpeaban incesantemente la Protección de Lairon, confiando en que ésta resistiese más que la paciencia de Danot. Grande fue su sorpresa cuando el campo de energía empezó a agrietarse ahí donde Alfa lo golpeaba con su ataque.

                      —Qué ingenioso —pensó Ibuki, complacida tanto por esa táctica como por cómo Danot se la había hecho llegar a su Pokémon sin alertar a su oponente, si acaso su sospecha era correcta.

                      —¿Pero cómo? —cuestionó Tsurio, muy sorprendido de que un ataque relativamente débil estuviese quebrando esa barrera.
                      —Está aprovechando ese ataque al máximo —comentó Seiko, muy atenta a los detalles, ante las expectantes miradas de sus compañeros—; no es sólo que haya aumentado el volumen, sino que todas están golpeando en el mismo lugar, cada pequeña explosión causando más y más daño que se ha acumulado rápidamente, igualando el daño que haría un ataque más fuerte en casi el mismo tiempo —expuso, admirada, justo cuando la Protección acababa de quebrarse en esa zona.

                      —Excavar —ordenó súbitamente Tetsurou al ver cómo el campo de energía se desmoronaba y las burbujas se acercaban peligrosamente a Lairon.

                      Con una rapidez inesperada, el Pokémon metálico se enterró bajo el campo de arcilla, sin que Alfa pudiese hacer nada para detenerlo, necesitada de un respiro tras forzarse a romper el escudo de su oponente. Danot sonrió a pesar de ello, habiendo resuelto su duda sobre la Protección, tras sus últimas batallas con Mizuho. A pesar del pasmo inicial, Tetsurou todavía estaba muy tranquilo; Danot se mantuvo alerta, procurando estar listo para contraatacar. Lairon no tardó en surgir del subsuelo por la izquierda de Alfa, quien tras una oportuna advertencia evitó el embate con un salto.

                      —¡Rayo Burbuja! —ordenó Danot, sabiendo muy bien que Lairon no podría usar su Protección hasta dentro uno o dos minutos.
                      —Represión Metal —contraatacó un confiado Tetsurou, para sorpresa de su contendiente; los demás aprendices suspiraron, pues aunque algunos habían logrado sobrepasar la Protección, se habían topado con el otro escollo que hacía al portero el oponente más complicado de ese grupo.

                      Lairon plantó fuertemente sus cuatro patas en el suelo y recibió de lleno el impacto de todas las burbujas mientras generaba una esfera de luz en su boca que disparó hacia Alfa apenas acabó su ataque; ésta intentó protegerse al generar un cubo de luz dorada, pero la técnica del Pokémon metálico igualmente terminó por dañarle considerablemente cuando aterrizó, como demostró su núcleo al empezar a titilar.

                      —¡Recuperación! —ordenó Danot al salir de su sorpresa, suponiendo que su Pokémon había aprendido a usar la Pantalla de Luz tras su batalla con Suiryuu.
                      —Esfuerzo —pidió Tetsurou, demostrando que también estaba preparado para estos casos.

                      Alfa se rodeó enseguida de un brillo dorado con el que empezó a recuperar su vitalidad, pero un tenaz Lairon, a pesar de encontrarse muy maltrecho, cargó contra ésta y la embistió con tanta fuerza que la dejó tan o más lastimada que antes. Viéndose en esa situación, parecía que lo mejor era atacar, por lo que Danot y Tetsurou se aprestaron a hacerlo, pero…

                      —¡Tiempo! —indicó Ibuki, con lo que Danot se dejó caer sentado, al no encontrar otra forma de liberar toda la tensión acumulada durante el combate.

                      A su particular ritmo, Tetsurou fue a que Ibuki le diese pautas sobre la batalla que acababa de tener, por lo que Danot se aprestó a hacer lo mismo cuando éste acabó y fue a sentarse con los demás.

                      —Buen intento; lo has pillado por sorpresa al romper su Protección antes de lo que esperaba, pero igualmente ha sabido guiarte hacia donde quería —comentó Ibuki, con una media sonrisa de satisfacción por lo visto—; te has desesperado un poco al final, ¿verdad? —preguntó, curiosa, a lo que Danot asintió—; entonces es algo en lo que tendrás que trabajar, porque te manejas muy bien teniendo información de tus oponentes, pero te cuesta bastante más contra los que desconoces, a pesar de tener bases sólidas; tus oponentes más difíciles en cualquier liga tendrán como mínimo el nivel que has visto en estos dos combates —explicó finalmente, tras lo cual le instó a volver a sentarse para que otros dos pudiesen luchar.

                      Danot se apuró en hacer esto mientras pensaba en las palabras de Ibuki. Recordó su primera batalla contra Obsidian, y tantas otras que había perdido al no saber nada de sus contendientes; y aunque tener información del primero y los Líderes de Gimnasio no quitaba mérito a sus victorias, recién empezaba a ser consciente de que no tendría la misma ventaja en la Conferencia Plateada, sobre todo al principio. La única opción que veía para solventar esto era desarrollar estrategias que no dependiesen de otros, sino de capitalizar las fortalezas de su propio equipo. Una sacudida leve de Keisuke le sacó de su ensimismamiento, justo cuando empezaba la batalla entre el Dratini de Seiko y el Lanturn de Tsurio en el campo con piscina, por lo que los demás se acercaron para poder verla mejor. Admitiendo para sí mismo que no podría resolver ese predicamento de la noche a la mañana, decidió seguir prestando atención a las batallas de sus compañeros y luchar lo mejor posible cuando fuese su turno, valiéndose de cualquier pista que pudiese darle ventaja.

                      Su siguiente oponente fue Shiori, quien a pesar de ser consciente de la Mofa de Shady, poco pudo hacer para evitar que ésta anulase las técnicas disruptivas de su Tangrowth; sin embargo, la gran defensa y Gigadrenado de la Pokémon enredadera le permitieron resistir los tres minutos sin perder. En su batalla contra Keisuke, Sparkle poco pudo hacer contra el Swampert de éste, al ser de tipos agua y tierra. Tsurio fue su cuarto oponente, y aunque a Pyro no le costó mucho derrotar a su Dratini, la batalla podría haber tenido otro resultado si el Supersónico de éste hubiese sido más preciso.

                      —¡Ésta será la última batalla de hoy! —exclamó Ibuki, con lo que Danot y Seiko no tardaron en situarse en las áreas técnicas del campo de práctica.

                      Esta última sonrió, satisfecha. Había procurado dejar a Danot para el final, suponiendo que así la podría analizar lo suficiente como para ser un rival complicado; era consciente de que estaba por debajo del nivel de sus compañeros más sobresalientes, por lo que necesitaba algo así para mejorar apreciablemente. Cogió con firmeza la Poké Ball de su monstruo más confiable y lo liberó a la vez que Danot. El pollo antropomorfo lanzó un par de puñetazos al aire mientras exhibía su ágil juego de pies; sus plumas amarillas y naranjas parecían dejar ir pequeñas brasas con cada movimiento, y a pesar de no pasar del metro de estatura, no parecía nada intimidado ante al mayor tamaño de su contrincante, quien le dirigió una mirada curiosa. Seiko no pudo disimular su extrañeza al ver que Danot repetía Pokémon, pero no se quejó; esa desventaja de tipo era justo lo que necesitaba.

                      —¡Ataque Ala! —ordenó prestamente el chico, tomando la iniciativa.
                      —Esquívalo y Foco Energía —respondió Seiko, sin perder su compostura.

                      Combusken cruzó los brazos y se concentró en sus garras; éstas brillaron de un leve color rojo mientras de su cuerpo emanaban algunas nubes de vapor, todo esto sin dejar de mover sus pies, aparentemente inquietos. Esto le permitió eludir el golpe de las alas extendidas de Pyro y situarse en su flanco izquierdo, hacia el que éste viró para intentar alcanzarlo.

                      —Agilidad —continuó Seiko, sin inmutarse a pesar de lo cerca que había estado ese embate.
                      —¿Impulso y Agilidad? —se preguntó Danot, sorprendido por la velocidad que el ave ya había ganado sin emplear esa técnica de aumento, como hacía el resto de sus compañeros de equipo—. ¡Danza Dragón e insiste con el Ataque Ala! —indicó, suponiendo que éste debía tener una defensa frágil si su Entrenadora se enfocaba tanto en su velocidad.

                      Seiko reprimió apenas una expresión de incomodidad ante esa orden; si Danot creía que podía igualarlos en velocidad, iba apañado. Así, ambos Pokémon ejecutaron sus técnicas sin perderse de vista entre sí, con lo que la ventaja de velocidad del ave fue haciéndose mayor con cada segundo transcurrido. A pesar de esto, Danot no parecía demasiado preocupado; Combusken tendría que acercarse para atacar si quería ganar, pues de contar con algún ataque de rango efectivo, ya lo habría utilizado.

                      —Puño Trueno —ordenó repentinamente Seiko, lista para hacer suyo el combate.

                      Del mismo modo se sentía Combusken, convertido ya en una mancha amarilla y naranja que eludía con total soltura los embates de Pyro, a quien no acertó por poco un golpe electrificado en plena cara. Esto no le desanimó y aprovechó su mayor velocidad para asestarle varios más, un par de los cuales lo alcanzaron y dañaron considerablemente, para admiración de Shiori y los demás, quienes hasta ese momento habían observado el combate en silencio, como hipnotizados por la velocidad del mismo.

                      —¡Vuela alto y sigue con Danza Dragón! —cambió de táctica Danot al verse así de superados, procurando mantenerse tranquilo; sabía que a Combusken le sería difícil acertar un Puño Trueno en ese campo abierto, incluso si era un excelente saltador.
                      —Gancho Alto —indicó Seiko, habiéndose anticipado a esto.

                      Pyro no tardó en cambiar su inclinación para elevarse y seguir con su técnica de incremento, creyendo que esto le daría tiempo para equiparar el de su oponente. Éste no tardó en quitarle esa noción al propinarle un furibundo puñetazo ascendente en el vientre que desestabilizó un poco su vuelo, a pesar de hacerle poco daño. Ibuki sonrió conforme con el desempeño de su aprendiz.

                      —Lanzallamas —ordenó Seiko, sin querer dejarles espacio para respirar; tenía muy presente la batalla entre Pyro y Suiryuu, así que sabía bien lo que un ataque efectivo del primero significaría para Combusken… pero para ello, tendría que acercarse.
                      —¡Mantén tu Danza Dragón! —indicó Danot cuando su Pokémon finalmente se estabilizó, muy consciente de lo mismo.

                      Aprovechando muy bien su ganada velocidad, la cual podía mantener gracias a su habilidad, Combusken disparó al cielo torrentes de fuego que Pyro eludió con dificultad a pesar de su propio incremento. Era la primera vez que luchaba contra un oponente tan rápido con ataques de largo alcance y que no estaba limitado por el terreno; esto le hizo estremecerse de la emoción, al ser una experiencia invaluable en su afán de hacerse mucho más fuerte. A pesar de compartir tal sentimiento, Danot no dejó que le distrajese de lo realmente importante en ese momento: el límite de tiempo estaba cerca y debía hallar una forma de alcanzar a ese oponente tan veloz… tuvo una idea al ver un Lanzallamas que se acercaba peligrosamente a su Charizard.

                      —¡Lanzallamas también! —indicó súbitamente, con la seguridad de que Seiko no haría que su Pokémon se detuviese en una pugna de poder; no queriendo alertarla, esperó que Pyro pensase lo mismo que él y estuviese preparado.

                      A pesar de extrañarle tal orden, Pyro exhaló en el acto una columna de fuego que interceptó la de su rival y generó una explosión y una gran nube de humo, con lo que finalmente entendió sus intenciones. Se lanzó en picado hacia ésta, de la cual emergió Combusken, listo para asestarle otro Gancho Alto, como le había enseñado a hacer su Entrenadora en tales ocasiones.

                      —¡Ataque Ala! —indicó Danot en el acto, aliviado de haber leído por completo a su oponente.

                      Confiado por la ventaja que había tenido hasta entonces, lo último que Combusken se esperó al salir del humo fue encontrarse a su oponente con las alas extendidas y listo para atacar, por lo que se llevó un buen golpe en el vientre antes de ser empujado violentamente hacia el suelo, para pasmo de Seiko. Su Pokémon intentó aferrarse a la conciencia y levantarse, pero su sed de victoria no bastó para ello, con lo que Ibuki declaró su derrota unos segundos antes del límite de tiempo.

                      Seiko no tardó en guardar a su Pokémon y dirigir a su rival una sonrisa mezcla de resignación y agradecimiento, con lo que fue a recibir el feedback de su maestra; Danot aprovechó esto para mimar un poco a Pyro, queriendo recompensar su desempeño en ambas batallas antes de hacerle volver a su Poké Ball. Cuando su compañera acabó, se acercó prestamente a Ibuki, curioso por qué tenía que decirle.

                      —Has hecho bien en no insistir en competir en velocidad con su Pokémon… incluso a los míos les costaría seguir su ritmo —comentó con seriedad, pero pronto relajó su expresión, satisfecha con cómo habían luchado ambos—; me ha gustado cómo te has adelantado a sus intenciones en el momento justo; sin duda, ha sido tu mejor batalla de hoy —añadió con complicidad y emoción, para su propia extrañeza, por lo que carraspeó y volvió a su semblante usual.
                      —Gracias, aunque el mérito no es sólo mío —se apresuró a decir Danot, sorprendido por ese repentino cambio de actitud, a lo que su interlocutora asintió, conforme.
                      —Y ahora que han acabado los combates de práctica, quiero que pienses en cómo se habrían dado si tus Pokémon hubiesen tenido algún ataque diferente a los que tienen ya; ésta será la base para tu entrenamiento aquí —expuso adustamente, tras lo cual llamó la atención a los demás para preparar el campo de batalla principal antes de que llegasen los primeros retadores del día.

                      Danot no tardó en seguirlos, sin dejar de pensar en lo último que había dicho Ibuki. Su última batalla podría haber acabado más rápido si Pyro hubiese contado con un ataque de largo alcance y efectivo contra Combusken, o uno potente y veloz para aprovechar al máximo su Danza Dragón; la Carga Dragón podría haber servido de tenerla dominada… y más aún durante su batalla contra la Líder. Sonrió agradecido al darse cuenta de que ésta le había instado a hacer algo que ya hacía cuando perdía; no se había planteado hasta ese momento analizar sus victorias para saber qué las había producido o qué podría haber hecho de otro modo para ganar más holgadamente. Ibuki no sólo le había hecho un favor enorme invitándole a entrenar ahí, sino también brindándole todas esas pautas y permitiéndole interactuar con Entrenadores de estilos muy diferentes entre sí, cada cual parecía corresponderse con las primeras impresiones que había tenido de ellos.

                      Tras dejar a sus Pokémon en las máquinas restauradoras instaladas en el edificio principal, se pusieron manos a la obra. Danot pudo ver que el campo de batalla estaba prácticamente como lo encontró el día anterior, por lo que supuso que la limpieza principal se hacía por la noche y que sólo iban a darle los toques finales antes de abrir, mientras Tetsurou había ido a darse una ducha antes de asumir su puesto como portero.

                      —Así que estos son los famosos preparativos que se hacen antes de abrir el Gimnasio —comentó irónicamente Danot, mientras barría el campo con una escoba exageradamente gruesa.
                      —Y no sabes lo que tuvimos que correr ayer para tenerlo listo a tiempo porque cierto retador llegó más temprano de lo esperado —bromeó Shiori, causando risas en sus compañeros, mientras limpiaba otra parte del campo.
                      —No me molestaría volver a hacerlo con tal de ver otra batalla así —expresó Keisuke, quizá el más hábil con ese implemento.

                      Así, siguieron limpiando en silencio, echando el polvo y cualquier otro residuo hacia el exterior del campo de batalla, mientras Tsurio y Seiko pasaban con aspiradores para recoger todo ello. Fue entonces que Danot cayó en que, si descontaba el tiempo que necesitaría para llegar hasta pueblo Shirogane, tendría como mucho dos semanas para entrenar con sus Pokémon, y una con los que aún estaban recuperándose en Yoshino. Tendría que hablar con Ibuki para organizar sesiones de entrenamiento intensivo, siempre que ella estuviese de acuerdo y no interfiriese con su trabajo. Tan absorto estaba que casi chocó con Tsurio, a quien pidió disculpas de inmediato; éste no pareció molestarse por lo ocurrido, quizá entendiendo que estuviese concentrado en sus propios pensamientos.

                      —Quizá él podría ayudarme con lo demás —pensó Danot al verle alejarse, considerando muy en serio la idea de pedirle información de las batallas que no pudiese ver por estar entrenando.

                      Cuando acabaron de limpiar y remarcar las líneas de cal del campo principal, dejaron las luces encendidas y se aprestaron a mostrar a Danot los dormitorios, pasando antes por la caseta donde ésta había dejado sus cosas (Ibuki le instó a coger un par más de uniformes, pues había muchos, para sorpresa del chico). Así, llegaron a una casa enorme de construcción relativamente moderna, sin duda pensada para albergar aprendices, dada la distribución de la primera planta, que contaba con un cuarto de lavado, una cocina y un comedor bastante espaciosos, además de un salón y una única habitación, a la que Ibuki entró para asearse antes de que llegase algún retador. Danot fue conducido a la segunda planta, donde estaban las habitaciones de los aprendices.

                      —Puedes escoger cualquiera de las que estén libres; después, ven a ayudarnos a preparar la comida y lo demás ya te lo iremos explicando —indicó amablemente Seiko, mientras los demás se dirigían hacia las duchas al final del pasillo, tras lo cual los siguió.

                      Danot supo que había cuatro cuartos disponibles por la carencia de carteles en sus puertas, por lo que escogió el más cercano posible a la ducha, el tercero del lado derecho del pasillo. Dejó sus cosas ahí y se dirigió también a las duchas, pensando que ya tendría tiempo de habituarse a su nueva habitación.

                      Fue el penúltimo en llegar a la cocina, sólo porque Seiko tardaría un poco en secar su cabello y volver a hacerse las trenzas. Keisuke estaba cortando vegetales, Shiori lavaba el arroz y Tsurio se encargaba de guardar la vajilla limpia.

                      —¿Hacen esto todos los días? —preguntó Danot con curiosidad, mientras llenaba una olla con agua por indicación de Shiori.
                      —Por lo general, sí; ayer fue una excepción por lo pronto que viniste —explicó Tsurio, al poner el último de los platos en el armario donde los guardaban.
                      —Llego a saberlo y habría venido un poco más tarde —bromeó Danot mientras ponía cara de circunstancias, con lo que todos rieron un poco—; y si ahora llegara un retador, ¿qué haríamos? —preguntó nuevamente con curiosidad; la situación le hacía sentirse como en los campamentos que había tenido durante su tiempo como estudiante.
                      —Dos de nosotros se quedarían a terminar lo que faltara; lo decidiremos justamente cuando Seiko baje —respondió Keisuke, mientras ponía todo lo que había cortado en un cuenco.

                      Esa forma justa fue... un juego de jan-ken que Danot y Seiko perdieron, diez minutos antes de que Tetsurou les avisase que había llegado un retador. Si se apresuraban, quizá podrían ver parte del combate, pues quedaba relativamente poco para tener todo listo. Mientras Danot lavaba los utensilios de cocina y demás, Seiko se dedicó a limpiar las encimeras y dejar la mesa lista para la hora de comer.

                      —¿Sabes? Me sorprendió cómo anticipaste ese último Gancho Alto y que tu Charizard supiera cómo querías contrarrestarlo —comentó Seiko, todavía impresionada por la compenetración entre esos dos.
                      —Me pareció lo más probable, pero es cierto que me arriesgué mucho; suerte que Pyro me conoce bien —respondió Danot, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba al recordar la emoción que había sentido durante el combate.
                      —Je je, ¿entonces me consideras una oponente fuerte? —le picó, recordando con claridad las palabras que había dedicado a Ibuki el día anterior; para su sorpresa, el chico asintió.
                      —Tu Combusken es el Pokémon no volador más rápido que hayamos enfrentado, y realmente nos pusiste en aprietos con esa retahíla de Puños Trueno —admitió, muy admirado por su estilo—; si pudiera aprender algún ataque de roca que no fuera lento, dudo que hubiéramos sido capaces de reaccionar a tiempo —añadió, llevando un paso más allá lo sugerido por Ibuki.
                      —Lo único que podemos hacer es seguir entrenando hasta que evolucione —expresó con toda tranquilidad; que su estilo se basase en la velocidad no quería decir que estuviese desesperada por lograr sus objetivos lo antes posible.
                      —Y que pueda dominar la Roca Afilada —acotó Danot con seguridad, siendo éste el ataque de tipo roca más rápido que conocía, aunque esto lo hacía un tanto impreciso.
                      —¡Cielos, debo tener cuidado contigo! Apenas hemos pasado unas horas juntos y ya me has analizado a fondo —expresó, risueña; no le molestaba, pues podría ser una gran forma de conocer sus propios aciertos y fallos para mejorar.
                      —No temas; no te atosigaré de preguntas como hace Tsurio —bromeó a su vez, sorprendiendo y ocasionando una larga risotada en Seiko, justo antes de que ésta acabase de preparar la mesa.
                      —Seguramente ya lo has notado, pero en realidad Tsu es buen chico, a pesar de las primeras impresiones que da —contestó, a lo que Danot asintió, con lo que se dispusieron a acabar de lavar los enseres para poder ir a ver la batalla de Ibuki.

                      Guiado por Seiko, se dispusieron a acceder al campo de batalla principal del Gimnasio por la entrada trasera, la misma que ella y sus compañeros habían usado el día anterior para ir a ver la batalla de Danot. Para sorpresa de ambos, se encontraron cara a cara con Keisuke y los demás al abrir la puerta.

                      —Lo siento, chicos; el espectáculo ya ha acabado —dijo Shiori con una sonrisa pícara, muy satisfecha con lo que había visto.
                      —Para que haya terminado tan pronto… —comenzó a decir Danot, sin poder creer que una batalla con Ibuki pudiese acabar así de rápido.
                      —Es como crees... el retador no pudo pasar del Dragonair de la maestra; si te interesa, puedo contarles lo ocurrido antes de ir a comer —ofreció Tsurio, a su particular manera.
                      —¿Y quién era el retador? ¿Era fuerte? —preguntó una curiosa Seiko.
                      —Un tal Kenji de ciudad Tokiwa; no sabría decirte si es fuerte, pero sí que es muy bruto… sus Pokémon luchaban como si fueran fieras salvajes —contestó Keisuke, quien no parecía demasiado satisfecho con esa forma de combatir.
                      —A mí tampoco me agrada, pero debo decir a su favor que fue lo bastante bueno para quedar segundo en el torneo de Kanto de este año —explicó Shiori, mientras volvían a sus cuarteles, ante un sorprendido Danot—; cierto, no lo sabes, pero yo soy de ahí —añadió con expresión traviesa, mientras abría la puerta.
                      —Y por el modo que hablas de él, debo suponer que participaste en el mismo torneo —dedujo su interlocutor, a lo que la ojiazul asintió, tras lo cual todos se sentaron en los sofás de la sala de estar, queriendo descansar hasta la hora de la comida, al estar ya todo preparado.
                      —A menos que me equivoque contigo, Danot, Shiori debe ser la única aquí con experiencia en torneos oficiales —comentó Seiko, a lo que el aludido negó, interesado por saber de todo ello.
                      —Aunque en tres semanas no será la única, si todo va bien —intervino Keisuke, sentado en un extremo del sofá opuesto al que ocupaban Seiko, Danot y Tsurio, este último con un ordenador que había cogido de la mesa entre ambos sofás; el chico de Yoshino recordó entonces que, a diferencia de él, ninguno de ellos tenía aún la medalla Rising.
                      —Por lo poco que he visto hoy, no dudo de que les irá bien —afirmó, queriendo darles ánimos, en caso de que tuviesen alguna duda—; ¿saben si Tetsurou también lo intentará? —preguntó con curiosidad.
                      —Lo dudo mucho; él va a su ritmo, y según tengo entendido, quiere llevar a su equipo a una forma ideal antes de participar en cualquier tipo de torneo, aunque ya tiene algunas medallas —explicó Shiori, sin compartir esa falta de entusiasmo por competir, a pesar de agradarle su estilo mucho más que el de Keisuke, Danot o Seiko.
                      —Sé que al menos tiene la medalla Steel, porque también entrenó con mi prima Mikan, aparte de algunas de Kanto —acotó Keisuke, con cierto orgullo.
                      —¿Mikan? ¿Eres de Asagi, entonces? —preguntó Danot con interés, recordando bien su batalla contra esa Líder de Gimnasio; su interlocutor asintió.
                      —Pensaba que lo habrías reconocido por su forma de hablar —comentó traviesamente Shiori, mientras dedicaba una sonrisa al aludido.
                      —Lo sospechaba, pero no estaba seguro; de lo que sí estoy seguro es que Seiko es de Enju y Tsurio, de Tanba —contestó con seguridad, pues ambos eran acentos muy característicos de Johto, a pesar de no ser tan reconocidos como el de Kogane; supuso que Tetsurou debía de ser de Kanto, al no reconocer su acento y por lo mencionado por Keisuke.
                      —En todo caso, cuéntanos algo de ti, que hasta ahora sólo hemos respondido tus preguntas —pidió éste, interesado por lo que el moreno pudiese explicar de sí mismo.

                      Danot quedó paralizado por un momento ante tal petición. Con lo que le costaba hablar de sí mismo por iniciativa propia, sobre todo a gente que acababa de conocer, no había pensado en qué decir cuando llegase el momento.

                      —Pues… me gustan los reptiles voladores, las matemáticas y los dulces —explicó de sopetón, sin saber qué más decir.

                      Sus compañeros le miraron sorprendidos, más que nada por lo nervioso que se había puesto al tener que hablar sobre sí mismo, y se limitaron a sonreír.

                      —Me temo que nadie aquí sabe prepararlos… creo —comentó Seiko con suavidad—; quizá sea más fácil si preguntamos nosotros —propuso, a lo que todos asintieron.
                      —¿Sólo tienes cuatro Pokémon? —se apresuró en preguntar Shiori, tan curiosa como los otros por lo visto en la práctica; dudaba que fuese el caso, pero quería saber por qué no llevaba más.
                      —Tengo algunos más, pero deben quedarse en casa hasta que se recuperen del todo —explicó Danot, recordando la preocupación de los demás por su estado durante los ejercicios.

                      Dudaba que Ibuki se los hubiese explicado, por lo que relató resumidamente lo ocurrido desde su partida de Chouji e incluyendo su encuentro con ella. A pesar de lo increíble que les pareció tal historia al principio, Danot no parecía ser el tipo de persona que mintiese o exagerase para quedar bien, sobre todo cuando sería muy fácil comprobarlo con la Líder. No pudieron evitar sentir un escalofrío al pensar que hablaban con alguien que fácilmente podría haber muerto sin que nadie lo supiese hasta que hubiese sido demasiado tarde.

                      —Pero ya está, no pasó nada que lamentar al final —afirmó Danot al percibir esto, queriendo tranquilizarlos—; de no ser por eso, quizá tampoco estaría aquí —añadió, viendo el lado positivo de tal experiencia; aunque estaban aún remecidos por el relato, los demás no tardaron en asentir.
                      —Tienes razón; de las malas experiencias pueden salir cosas muy buenas, aunque no siempre podamos verlo enseguida —expresó Shiori, con una leve mirada de nostalgia; todos menos Danot lo entendieron, al conocer ya esa historia—; si no hubiese cortado con el patán de mi ex, tampoco estaría aquí —añadió, como si contase algo cotidiano.
                      —¿Viajabas con él por las medallas? —preguntó Danot, considerando esto lo más probable; la ojiazul asintió, pero no dijo más.
                      —Yo tengo otra pregunta —intervino Keisuke de pronto, llamando la atención de todos—; ¿quién es tu Pokémon más fuerte? —preguntó con curiosidad, a lo que sus compañeros asintieron, queriendo saberlo también.
                      —A decir verdad… —Danot dudó, más que nada porque ya no estaba del todo seguro tras la batalla contra Ibuki—; Pyro siempre ha sido mi Pokémon con mayor potencial ofensivo, pero Alfa siempre ha sido la más confiable y quien me ha sacado de más apuros —explicó, al ser ambos los Pokémon con quienes más batallas había tenido.
                      —¿La más? —preguntó Tsurio, algo confundido por esa denominación; sus compañeros habían tenido la misma duda, pero él había sido el más rápido en expresarla.
                      —Oh, claro… pasa que cuando la evolucioné en Starmie, hace algunos meses, lo primero que hizo fue usar sus poderes psíquicos para indicarme que era una chica —explicó con naturalidad, recordando gratamente aquello, por más sorpresivo que le resultase en ese momento; los demás asintieron, respetando esa autodeterminación.
                      —Que hablando de Pokémon… si tienes suerte, mañana no tendrás que repetir con ninguno —comentó Keisuke, mientras Tsurio tecleaba a toda velocidad en su ordenador portátil.
                      —¿A qué te refieres? —inquirió Danot con curiosidad, al recordar que Ibuki había mencionado algo parecido horas antes.
                      —Oh, creía que la maestra ya te lo había dicho durante el entrenamiento —respondió Keisuke, sorprendido—; sólo diré que durante la tarde tendrás que hacer una prueba; si te va bien, tendrás un nuevo Pokémon para entrenar, aunque dejaré que ella te dé los detalles —añadió, creyendo que esto sería lo más conveniente para lo que la aludida quisiese hacer.

                      «Así que Ibuki se refería a esto», pensó Danot, mientras sentía un chispazo de emoción ante la idea de atrapar un Pokémon nuevo, y dada la especialidad del Gimnasio, posiblemente uno de tipo dragón. Casi no podía esperar a que la Líder viniese a decírselo, pero supuso que tendría que esperar hasta la hora de comer. Pronto Tsurio llamó su atención, posiblemente al verle tan absorto, con lo que se encontró con la pantalla del portátil de éste a un par de palmos de la cara.

                      —Pidgeot, Feraligatr y Dragonair; estilo ofensivo total, rayando con lo brutal —leyó Danot por encima—; menudo personaje, este tal Kenji —comentó, impresionado tras leer el resto del análisis hecho por Tsurio.
                      —A pesar de ser una batalla corta, fue interesante de ver; Kenji intentó presionarla desde el inicio, pero le salió el tiro por la culata cuando la Altaria de la maestra durmió a su Pidgeot, y al cambiar a su Feraligatr, éste no tenía ningún ataque efectivo contra ésta, por lo que pudo usar su Afilagarras a discreción y después atacarlo contundentemente —explicó, muy serio.
                      —Ya de por sí es difícil presionar así a un oponente, y mucho más cuando careces de ataques adecuados para cada situación —añadió Seiko, teniéndolo muy claro tras esas explicaciones, dado su propio estilo de combate.
                      —¿Y este tipo quedó segundo en el torneo de Kanto de este año? —cuestionó Danot, sin poder creerlo, mientras devolvía el portátil a Tsurio y agradecía haber visto esto, considerando que quizá debería empezar otra libreta de apuntes.
                      —Es triste, pero cierto —respondió Shiori, con un marcado tono irónico—; no voy a negar que sus Pokémon están bien entrenados y tienen mucho nivel, pero ese estilo tan bruto, al punto de no molestarse siquiera en enseñarles ataques fuera de su repertorio natural… no puedo con ello —se quejó, considerando esta mentecatez la razón de que poca gente usaba tácticas más elaboradas.
                      —No me gusta a los extremos que llega, pero es entendible que esta táctica funcione con la mayoría de Entrenadores novatos o quienes no pueden ver más allá de atacar, atacar y atacar —expresó Keisuke, sabiendo de qué hablaba, pues él había empezado exactamente así—; por eso es que no pudo vencer a la maestra o a Max en la final de la Conferencia Añil, porque se encontró con alguien que le superaba en nivel y técnica o en fuerza bruta, respectivamente —añadió, habiendo observado con detenimiento vídeos del campeonato regional de Kanto tras saber que Shiori había participado en el mismo.
                      —Oh, pero no te confundas; que no me guste su estilo no significa que sea mal Entrenador, y no dudo que volverá por la revancha; es muy persistente, y fuera de lo bruto que es luchando, es buen estratega —intervino de nuevo Shiori, queriendo dar una versión completa de los hechos.
                      —Bueno, si lo pones así… —contestó Danot, interesado en saber más de un potencial rival en la Conferencia Plateada… y no tardó en percatarse de que Keisuke y Shiori también lo serían; este pensamiento pareció escribirse en su rostro, por las reacciones de sorpresa de ambos.
                      —Me imagino qué estás pensando —comentó Shiori con una sonrisa traviesa, acompañada por una igual de Keisuke, cosa inusual en él—; es cierto que es posible que compitamos, pero aquí, contra los únicos que competimos es contra nosotros mismos, para mejorar todo lo posible junto a nuestros Pokémon —explicó, con una serenidad que Danot no se esperaba.
                      —Aunque esto no significa que no podamos tener competencias amistosas entre nosotros, pero eso, amistosas —acotó Keisuke, del mismo modo—; admito que tenía las mismas dudas que tú cuando llegué aquí, pero el tiempo con los chicos me hizo ver que por más competencias que quiera ganar, me resulta mucho más valioso a quienes he podido conocer y apreciar en mi camino a ello; que compitamos no significa que vayamos a sacrificar nuestra amistad por una supuesta ventaja —expresó muy sentidamente.
                      —Lo cual no quiere decir que no haremos todo en nuestro poder para ganar, siempre que no choque con nuestros propios valores —añadió Shiori, con una sonrisa sincera.

                      Danot se quedó sin palabras tras oír esto. Le produjo una sensación parecida a la que había tenido durante su combate con Ibuki, ese afán de ganar con todas sus fuerzas pero, a la vez, esa conexión o identificación que no había podido dilucidar en ese instante. Ignoraba si ésta les había inculcado aquello a través de su entrenamiento o si había atraído hacia ella gente con un modo de pensar similar al suyo o ambas cosas. No pudo evitar que los ojos se le humedeciesen un poco, sin poder hallar las palabras para expresar lo que sentía; Seiko no tardó en ofrecerle un pañuelo. La última vez que se había sentido así de desbordado emocionalmente había sido cuando Lynn, su mejor amiga de la infancia, tuvo que dejar Yoshino para mudarse a Kogane, hacía ya unos años.

                      —Así que a partir de ahora sabes que puedes contar con nosotros, tanto aquí como fuera, y nosotros también contaremos contigo —aseguró Keisuke, con una sonrisa llena de confianza; era lo más importante que había aprendido con Ibuki y quería mantenerlo, agradecido por ese nuevo enfoque en aquella época; Danot asintió, y los demás hicieron lo mismo.

                      Así, pasaron el rato intercambiando ideas de entrenamiento que se adecuasen a sus propios estilos, con lo que Danot se enteró de que si bien Tsurio quería mejorar con sus Pokémon de agua, no tenía intención de participar en la Conferencia Plateada, pero sí en un torneo anual de Pokémon de ese tipo que se realizaba cerca de Tanba. Para extrañeza del neófito, no llegaron más retadores, y supo por sus compañeros que la mayoría de éstos solía venir en el segundo turno del Gimnasio, quizá tras algún entrenamiento matutino.

                      Tras unos minutos, la Líder, Tetsurou y el réferi llegaron al comedor, por lo que no tardaron en sentarse a comer y seguir intercambiando anécdotas, compartiendo un ambiente muy grato. Tras acabar, Ibuki pidió a Danot que se quedase un momento con ella mientras los demás se retiraban a reposar.

                      —Supongo que ya sabes qué voy a decir —dijo Ibuki con una media sonrisa misteriosa, dado el tiempo que el chico había pasado con sus aprendices.
                      —Sólo sé que tengo que hacer una prueba, y que si la paso tendré un nuevo Pokémon para entrenar; Keisuke insistió en que fueras tú quien me explicara el resto —respondió Danot, ya con una idea de qué podría ser aquello.
                      —Qué amable de su parte —ironizó ella, para luego recuperar su seriedad usual—; la prueba consiste en atrapar un Pokémon de tipo dragón o que evolucione en uno durante tu tiempo de entrenamiento de hoy —empezó a explicar.

                      «Entonces tengo seis horas para ello», pensó Danot mientras asentía, teniendo presente el itinerario del que los demás le habían hablado antes de la comida

                      —Podrás ir al lago o la Guarida Dragón, pero sólo podrás llevar a uno de tus Pokémon y usar esto para atraparlo —prosiguió, tras lo cual le entregó una Poké Ball de color blanco metalizado y una franja divisoria roja, una Honor Ball—; ¿fácil, verdad? —preguntó con una media sonrisa.
                      —Muy fácil, sí —respondió Danot con tono irónico, encantado por ese desafío—; ¿alguna cosa más que deba saber? —inquirió, mientras sopesaba si sería más conveniente llevar a Alfa o Pyro.
                      —Sí, dos cosas; si fallas hoy, tendrás que repetir la prueba hasta que atrapes algún Pokémon de los que he mencionado antes; si no, no podremos continuar el entrenamiento como es debido —explicó con mucha seriedad.

                      Danot asintió. Al ser un Gimnasio especializado en Pokémon de tipo dragón, era natural que sus aprendices tuviesen al menos uno para ser adiestrados por Ibuki.

                      —Y no te preocupes por elegir un Pokémon conveniente para llegar hasta la Guarida Dragón; Tenryuu te llevará a donde quieras y protegerá en caso de que ocurra algo imprevisto —le informó, habiendo tomado esta precaución desde que Tetsurou le dio la idea para ayudar a los aprendices que no contasen ya con un Pokémon de tipo dragón o quisiesen otro—; y aunque usualmente no lo permito, lleva también tu móvil, por si vieras alguna cosa sobre ya sabes qué… ah, y tu medalla Rising, que tendrás que enseñar a mis Pokémon en la entrada —añadió, más discretamente; aunque seguía lamentando lo ocurrido, no podía dejar que esto afectase sus deberes como Líder de Gimnasio.
                      —¿Aún no se sabe nada de ello? —preguntó, más preocupado por la seguridad de ese lugar que por la suya propia.
                      —La policía ya hizo lo que pudo ahí, así que sólo nos queda esperar —contestó con semblante adusto, esperando que las autoridades tuviesen más suerte que ella y Danot.
                      —Igualmente iré con cuidado —expresó con una sonrisa de agradecimiento, aunque no tardó en percatarse de algo importante—; ¿estás segura de dejarme a Tenryuu? ¿No será problemático si tienes muchos retadores hoy? —preguntó con preocupación, no queriendo perjudicarla con ello.
                      —Tranquilo, estaré bien; con todo lo que me analizaste, debes saber que tengo otro Pokémon fuerte que suelo usar en las revanchas, y en el peor de los casos, tengo una preciosidad que está ansiosa por debutar en mis retos de Gimnasio —expresó Ibuki con confianza y algo de añoranza, al recordar los huevos de Pokémon que había recibido de algunos de sus aprendices—; y si estás tan preocupado por mí, intenta acabar la prueba lo antes posible —añadió con un ligero tono irónico, queriendo quitarle de golpe cualquier preocupación que pudiese tener.
                      —De acuerdo, procuraré hacerlo —respondió Danot, tomándose muy de buenas esas palabras y agradeciendo su consideración.

                      Con eso acordado, el chico fue a buscar la Poké Ball de Alfa en las máquinas restauradoras del campo principal y su teléfono y medalla Rising en su habitación; se encontró con Ibuki cerca del campo de práctica con piscina, donde ella ya había liberado a Tenryuu; la reacción de ésta a la explicación de su humana fue de mucho agrado, para tranquilidad de Danot.

                      —Te lo encargo, Tenryuu —dijo Ibuki con suavidad, mientras le acariciaba el morro.
                      —¡Uumm! —asintió ésta, algo más seria, al ver cómo Danot se acercaba para montarla.
                      —¿Vas a ir volando? —preguntó sorprendida, recordando cómo estaba éste cuando Tenryuu los llevó hasta el Centro Pokémon.
                      —Es algo que debo aprender a hacer, ahora que tengo dos Pokémon voladores; además, será la forma más rápida de llegar a la Guarida Dragón —contestó firmemente, aunque en el fondo aún tenía algo de miedo; tan concentrado estaba en superar esto que tardó un poco en notar un peso en sus manos, concretamente, una mochila que Ibuki acababa de dejarle.
                      —Ya que vas, te pediré que des esto a mis Pokémon; ¿los recuerdas, verdad? —preguntó ella, con lo que el chico recordó al Ampharos y Lapras que vio el día que se conocieron y asintió.

                      La Líder le dedicó una media sonrisa de aprecio y se alejó, dando espacio a Tenryuu para volar apenas estuviesen listos. Sabiendo que le caía bien, Danot le hizo una caricia suave en el lomo mientras acopiaba valor para montarla y sujetarse firmemente con piernas y manos, agradeciendo llevar mitones. Sabiendo que a su pasajero aún no estaba acostumbrado a volar, la Dragonair se elevó lentamente, y tras una última mirada a su Entrenadora, se dirigió hacia el norte a la mitad de su velocidad habitual, aunque no por ello éste dejó de temblar. Pasó de largo sobre el lago, ya que Danot no hizo el ademán de detenerla, a pesar de que había estado tentado más de una vez a pedírselo cuando se sentía superado por ello, si bien cada vez le afectaba menos.

                      Tardaron relativamente poco en llegar a la entrada de la Guarida Dragón, custodiada por un muy tenso Rairyuu; éste y Tenryuu parecieron discutir el motivo de su presencia, con lo que Danot recordó las instrucciones de Ibuki y sacó rápidamente su medalla Rising. El Ampharos la examinó acuciosamente, más que nada porque estaba aburrido, tras lo cual les dejó el camino libre. Sin olvidar el favor que le habían pedido, el chico se quitó la mochila y la abrió, encontrando así varias bayas; dejó la mitad con Rairyuu y, tras un gruñido de Tenryuu que hizo que Hyoryuu emergiese, puso el resto en la orilla, con lo que un contento Lapras empezó a comer también. Con esto hecho, entraron, resultándole muy curioso volver ahí en esas circunstancias tan distintas; no pudo evitar preguntarse si todo ello habría ocurrido de no haberse topado con los Rockets en el Camino de Hielo, mas supuso que no valía la pena pensar en ello. A pesar de haber sido una mala experiencia para sus Pokémon y él, algo bueno había salido de ello, como bien había dicho Shiori.

                      Una vez dentro de la cueva, Danot volvió a montar sobre Tenryuu, agradeciendo mucho la luz que emitían sus esferas cristalinas y que ésta volase despacio para dejarle ver a los Pokémon que vivían ahí, a pesar de que ya tenía decidido cuál iba a atrapar. El gesto de Ibuki le había facilitado mucho esa elección, así que sólo le faltaba hallar su escondite. Le llamó mucho la atención que, a pesar de que los Pokémon salvajes lo miraban con recelo, no se atrevían a acercarse, como había ocurrido la primera vez que estuvo ahí; supuso que la Dragonair les inspiraba confianza o respeto, otro de los motivos por el que Ibuki había dejado que fuese su escolta y transporte. Gible, Dratini… aunque le resultaban tentadores de atrapar, instó a su acompañante a seguir adelante.

                      —¿Recuerdas el lugar donde nos conocimos? —preguntó a ésta, acariciando su piel escamosa con cuidado de no lastimarse los dedos, recibiendo una respuesta afirmativa—. Vamos hacia ahí y deséame toda la suerte del mundo —añadió con una sonrisa, recordando claramente cómo había empezado esa situación.

                      Con estas palabras, Tenryuu aumentó la velocidad para atravesar la laguna y llegar en poco tiempo al lugar que Danot había mencionado, una poza situada delante de donde se bifurcaba el camino, con lo que liberó rápidamente a Alfa.

                      —Pantalla de Luz —indicó rápidamente a la estrella de mar, para después bajarse de Tenryuu, quien se mantuvo en alerta.

                      Alfa no tardó en generar un cubo de luz dorada a su alrededor, esperando alguna orden más de su Entrenador.

                      —Alfa, atenta —le dijo, algo nervioso, esperando no haberse equivocado de lugar y momento.

                      Danot tragó saliva, esperando el más mínimo movimiento; para su irónico alivio, el agua de la poza empezó a agitarse y pronto un potente disparo de agua salió despedido hacia él; como había hecho en su batalla contra Tetsurou, Alfa utilizó sus poderes psíquicos para saber sus intenciones y se interpuso de inmediato entre ambos, pillando por sorpresa a la Seadra brillante que acababa de emerger.

                      —¡Sácala del agua con Psíquico! —ordenó Danot enseguida, recordando que ésta había huido poco después de haberlo atacado.

                      Sintiéndose en una repetición de su batalla contra Suiryuu, Alfa concentró su poder psíquico mientras su núcleo brillaba de color azul; así, la sorprendida Seadra fue incapaz de sumergirse tras percatarse de que no había atacado a quien esperaba encontrar, y a pesar de sus esfuerzos, fue levantada fácilmente del agua, al carecer de la potencia física y defensa especial de su evolución. Sin más opción, atacó con una certera Pistola de Agua, pero entre la relativamente poca fuerza del ataque y el resguardo de la Pantalla de Luz, fue incapaz de romper la concentración de la estrella de mar, como Danot había calculado.

                      —¡Arrójala al suelo y Rayo de Hielo a la poza! —indicó a continuación, queriendo cortar de tajo sus posibilidades de escapar.

                      Viéndose obligada a cambiar de estrategia, la Seadra disparó una ráfaga de aliento azul con la intención de paralizar a su contendiente, pero esto no evitó que fuese arrojada fuertemente contra el suelo, a varios metros de la poza. Acto seguido, una lozana Alfa dio un gran salto hacia la poza y desplegó un Rayo de Hielo que congeló su superficie, mientras Danot se acercaba… para eludir de pura suerte una Pistola de Agua dirigida a su cara. Se giró para ver que la hipocampo, a pesar de estar algo lastimada, se las había arreglado para disparar desde esa posición tan incómoda; para su horror, ésta usó su siguiente ataque de agua para impulsarse hacia la laguna.

                      —¡Usa Psíquico para lanzarla contra la pared! —indicó urgidamente Danot, señalando el muro cercano a la superficie congelada, al no haber considerado que la hipocampo intentaría huir hacia la otra masa de agua.

                      Antes de que la Seadra pudiese impulsarse nuevamente hacia la laguna, se vio restringida por aquellas ondas telequinéticas, y a pesar de forcejear visiblemente, se vio llevada hasta la pared de roca; sin embargo, cuando estaba ya a unos metros de la poza congelada, sus ojos adquirieron un brillo azul que paralizó enseguida a Alfa, anulando su ataque. Viéndose libre por fin, la hipocampo usó una precisa Pistola de Agua para impulsarse hacia el hielo, quebrándolo un poco con su caída.

                      —¿Anulación? —espetó Danot, mas no tuvo tiempo para admirarse por ello cuando la Seadra se dispuso a usar de nuevo su Pistola de Agua para perforar el hielo—. ¡Rayo! —ordenó enseguida, dándose cuenta de que ésta los había engañado; esto no hizo más que acrecentar sus deseos de atraparla, pensando que sería una gran adición para su equipo.

                      Reaccionando por fin, Alfa dio un gran salto mientras hacía girar su zona posterior, generando electricidad que disparó hacia su oponente; viéndose en peligro, ésta se apresuró en desplegar un certero Dragoaliento que bloqueó la centella, suponiendo que su enemiga no tendría manera de moverla de ahí por un rato. De nuevo impresionado por semejante puntería, Danot ordenó a Alfa saltar y volver a atacar desde otro ángulo mientras la hipocampo recuperaba el aliento, sólo para que ésta lo bloquease a pesar de la mala posición en la que se encontraba. Siguieron así por unos minutos, pues no quería usar ningún ataque que afectase el hielo, que ya comenzaba a mostrar varias fracturas en su superficie.

                      —¡Rayo de Hielo en la poza! —ordenó de inmediato, queriendo evitar su ruptura.

                      Alfa dejó de saltar y se afirmó en el suelo antes de desplegar un rayo gélido que superó con facilidad el Dragoaliento e impactó en la superficie congelada, reparando mucho del daño hecho por la Seadra. Sin embargo, ésta lo aprovechó para transformar su Pistola de Agua en una estaca gélida que derribó a su contendiente; esto le dio tiempo para volver a intentar derretir el hielo con apremio, pues empezaba a sentirse afectada por el contacto con éste y cansada por la utilización constante de sus ataques en esa posición tan incómoda. Ese enfrentamiento se había convertido para ambas partes en una carrera contra el tiempo.

                      —¡Psíquico y sácala de ahí! —indicó en el acto Danot, sin saber si el efecto de la Anulación ya había concluido, pero al ver que Alfa no hacía nada, se vio obligado a recurrir a otra cosa—. ¡Rayo, a discreción! —pidió a continuación, sabiendo que tenía que arriesgarse.

                      Alfa volvió a saltar y liberar electricidad desde su núcleo, con lo que dejó muy maltrecha a su contrincante; al ver venir la siguiente descarga, ésta volvió a defenderse con su Dragoaliento, algo más débil que los anteriores. Tenía que resistir un poco más; ya casi podía sentir el hielo bajo ella fundiéndose… pero se encontraba muy débil, y el tercer Rayo que intentó bloquear fue capaz de superar finalmente esa improvisada defensa, alcanzándola y dándole tal sacudida que sólo pudo cerrar los ojos y esperar lo inevitable.

                      —¡Vamos! —exclamó Danot para darse ánimos, tras lo cual lanzó la Honor Ball hacia la Seadra con toda su fuerza.

                      La esfera impactó contra el vientre de ésta y no tardó en convertirla en energía que absorbió enseguida. Danot observó con expectación cómo la Honor Ball se sacudía más intensamente que con otras capturas… hasta que por fin dejó de moverse, emitiendo así un efímero brillo rojo. Sin embargo, aún no podía cantar victoria, porque ésta había quedado sobre el hielo y no sabía si la cancelación del Psíquico había pasado ya; Alfa intentó usarlo, sin éxito.

                      A pesar de sentirse tentada a ayudarles, Tenryuu sabía que no podía interferir, por lo que vio cómo Danot se aventuraba a caminar lenta y cuidadosamente sobre el hielo, aprovechando las irregularidades del mismo para no resbalar. Con la Honor Ball ya a un palmo, se agachó poco a poco para cogerla con firmeza y emprender el regreso lentamente, con los nervios a flor de piel con cada pequeño ruido de resquebrajamiento que le pareció escuchar.

                      —¡La tenemos! —exclamó cuando pisó finalmente roca sólida, liberando todo su entusiasmo de golpe mientras levantaba la Honor Ball con una sonrisa triunfal que dedicó a Alfa y Tenryuu—. ¡Gracias, no habría podido hacerlo sin su ayuda, chicas! —expresó muy sentidamente, con lo que acarició primero a su Starmie, y luego a la dragona—; volvamos al Gimnasio, que nos hace falta un descanso —dijo, incluyendo a su recién atrapada Seadra, para quien ya tenía pensado un nombre adecuado.

                      Con Alfa guardada, Danot volvió a montar sobre Tenryuu y ambos se dirigieron hacia la salida. Durante ese recorrido, vio a algunos Dratini y algún Gible que le seguían observando con recelo y deseó haber podido atrapar también alguno; supuso que para esto tendría que pedir permiso a la Líder, dado que ella parecía estar encargada de permitir la entrada a la Guarida Dragón. No sabía si sería posible, pero no perdería nada por preguntar.

                      Tras salir de la Guarida Dragón, lo primero que hizo fue mirar la hora en su Pokégear; habían pasado casi dos horas desde su partida, pero muchas cosas podrían haber ocurrido en ese tiempo, por lo que se apresuró en volver al Gimnasio para cumplir lo prometido a Ibuki. No supo si fue su determinación por ello o si se había acostumbrado ya, pero volar montado sobre Tenryuu le resultó agradable por primera vez; quizá su nueva captura tenía mucho que ver. Fuese como fuese, quería superar del todo ese miedo y decidió empezar a aprender a volar junto a sus Pokémon desde el día siguiente; agradecido por esa nueva experiencia, dedicó una suave caricia a la dragona, cosa que ésta pareció disfrutar mucho.

                      Al sobrevolar el Gimnasio, Danot vio los campos de entrenamiento vacíos, por lo que supuso que Ibuki debía tener algún retador en ese momento. Aterrizaron cerca de la entrada trasera del edificio principal y se dispusieron a entrar, con lo que oyeron ruidos propios de ataques de mucha potencia. ¿Kenji había vuelto tan pronto por su revancha? Sólo había una forma de averiguarlo, por lo que el chico se apresuró en entrar a la sala, pero en lugar del tipo atlético y de facciones duras que le habían descrito, se encontró más bien a una chica bajita ataviada con un gakuran negro, el cual hacía resaltar la larguísima trenza carmesí que llegaba hasta su cintura. La Houndoom en su lado del campo, rodeada de una intensa aura negra, bloqueaba los ataques de agua de Suiryuu con lo que Danot creía que era un Pulso Umbrío, pues parecía ser la misma energía empleada por los Pokémon de Obsidian, aunque de una manera diferente. Tuvo el reflejo de sacar la Pokédex de su bolsillo, pero la había dejado en su habitación, por lo que debería esperar a tener otra oportunidad; sin estar al tanto de esto, Tenryuu se situó detrás de él, teniendo en ese momento el extraño privilegio de ser testigo de uno de los combates oficiales de su Entrenadora sin tomar parte en él. Los demás estaban tan absortos con la batalla que no repararon en su presencia, por lo que prefirieron quedarse ahí.

                      Mientras tanto, en el campo de batalla, la maltrecha Houndoom de la retadora hacía lo posible para resistir el asedio de Suiryuu, pero estaba al límite de sus fuerzas; finalmente, un Torbellino fue capaz de traspasar su Pulso Umbrío e impactarla de lleno, debilitándola así. El Kingdra se veía algo lastimado, pero sin duda podría contra un oponente fresco si la retadora se confiaba.

                      —¡Yami! —llamó una preocupada Akari a su Pokémon, corriendo como una flecha hacia ella para comprobar su estado antes de guardarla.
                      —¡Houndoom es incapaz de continuar! ¡Kingdra gana esta ronda! —decretó el réferi al dirigir su banderín verde hacia la zona técnica de Ibuki.

                      Dado lo reñido del enfrentamiento, Danot había pensado que se trataba de la ronda final, pero el anuncio le sacó de su error; al parecer, había llegado justo a tiempo para ver entera al menos una ronda. La retadora frotó cariñosamente la Poké Ball de Yami con su mejilla, agradecida por su gran esfuerzo; no tardó en ponerla en su cinturón y coger otra, mientras Danot creyó ver en sus ojos color caoba una ardiente determinación que tampoco pasó desapercibida para la Líder.

                      —¡Vamos, Reidam! —exclamó Akari al liberar a su última Pokémon, para expectación de Ibuki y los demás.

                      Delante de la pelirroja apareció una figura familiar para todos los presentes, en especial para Suiryuu, quien vio la oportunidad perfecta de sacarse el clavo por lo ocurrido el día anterior.

                      —¡Charizard contra Kingdra! ¡Pueden continuar! —decretó el réferi, ondeando sus banderines.
                      —¡Torbellino! —ordenó rápidamente Ibuki, teniendo ya una idea clara de la forma de combatir de su retadora; sus ataques eran contundentes, pero dejaba huecos en su defensa que podían ser aprovechados.
                      —¡Vuela y Avivar! —indicó Akari enseguida, aparentemente más emocionada que preocupada por la desventaja de tipo.

                      Reidam alzó rápidamente el vuelo mientras dejaba escapar una serie de animados gruñidos, rodeándose por apenas un instante de un leve fulgor rojizo mientras evitaba con cierta dificultad las trombas de agua que su contendiente desplegó en sucesión. Bastaron unos segundos para que los músculos de la Charizard se abultasen y tensasen visiblemente y su concentración aumentase, con lo que se dispuso a atacar.

                      —¡Garra Dragón! —ordenó Akari con entusiasmo, claramente disfrutando del combate.
                      —¡Agilidad y Ciclón! —contraatacó Ibuki, sin dejar que la presión ofensiva de su retadora la desconcentrase.

                      Reidam se lanzó a por Suiryuu con ambas garras llenas de energía azul, pero el hipocampo se apartó de inmediato gracias a su técnica de aumento de velocidad y sin demora generó un Ciclón dirigido hacia su oponente, esperando pillarla desprevenida.

                      —¡Viento Afín! —ordenó súbitamente Akari, para sorpresa de todos los presentes.

                      Reidam no tardó en dar un par de fuertes aleteos que produjeron una turbulenta corriente de aire que la rodeó y le permitió esquivar la tromba esmeralda que se le venía encima, para situarse nuevamente delante de su Entrenadora.

                      —Contundencia y velocidad… Akari me cae cada vez mejor —pensó irónicamente Ibuki, pues había entrenado a su propio Charizard de manera parecida—; ¡bajo el agua y Ciclón! —ordenó ipso facto, no queriendo repetir el error que había cometido el día anterior contra Danot y Pyro.

                      Siendo consciente de esto, Suiryuu no tardó en sumergirse por completo y dirigir su Ciclón en dirección de Reidam, quien se giró para ver a los ojos a Akari, como si le estuviese pidiendo algo en concreto.

                      —¡Tienes razón, no podremos ganar de otro modo! —le correspondió con confianza, tras lo cual metió la mano derecha dentro de la camiseta roja que llevaba bajo el gakuran, para sacar un colgante en forma de espada de un llamativo color rojo.

                      Todos los presentes la observaron con extrañeza, preguntándose qué hacía. El uso de objetos no estaba prohibido en las batallas de Gimnasio ni las ligas regionales, pero no era una ocurrencia usual; sin embargo, lo que más dudas les generaba era qué clase de objeto podría ayudar a esos dos en tal situación. Danot prestó especial atención a esto, al querer aprovechar todo lo que viese para aplicarlo a su entrenamiento con Pyro.

                      —¡Resplandece como el rubí, arde como el sol! ¡Reidam, megaevoluciona! —exclamó Akari con marcado fervor al levantar su colgante, el cual empezó a brillar muy intensamente, generando así varios hilos de energía áurea dirigidos hacia el Charizard; de la espalda de éste surgieron otros tantos de color azul, que no tardaron en conectarse a los otros.

                      Para pasmo de los demás presentes, Reidam comenzó a fulgurar de color magenta mientras parecía hacerse algo más grande y musculosa; su metamorfosis concluyó cuando tenía al Ciclón a prácticamente un palmo de su cara, por lo que respondió dándole un zarpazo tan rápido y potente que lo diseminó enseguida. Así, todos pudieron ver que sus escamas naranjas se habían tornado negras y las demás, azul eléctrico, el mismo color de la flama de su cola y las que salían de ambos lados de sus fauces.

                      —¡Envite Ígneo a la piscina! —se apresuró en ordenar Akari, antes de perder la ventaja que le había dado esa sorprendente transformación.
                      —¡No la dejes! ¡Hidrobomba! —contraatacó Ibuki, aún preguntándose qué acababa de pasar; de lo único que estaba segura era de qué pretendía su oponente y no pensaba permitírselo.

                      La flama de la cola de Reidam no tardó en expandirse y rodear su cuerpo de un intenso fuego azul, con lo que se lanzó abruptamente hacia la piscina, tanto que la Hidrobomba no pareció ser capaz de parar su avance a pesar de su supuesta efectividad. El impacto de la Charizard contra el agua causó una densa nube de vapor que bloqueó la vista de los presentes, quienes sólo pudieron oír el Ciclón que Suiryuu invocó para despejarla. Para estupefacción de todos los espectadores, el nivel del agua había descendido hasta la mitad, con lo que el hipocampo sólo podía sumergirse hasta el cuello; había quedado atrapado en su propio refugio, lo que Reidam aprovechó para usar nuevamente su Avivar.

                      —¿Será posible que haya cambiado de tipo? —se preguntó una dubitativa Ibuki, teniendo en cuenta lo ocurrido previamente—. ¡Pulso Dragón! —ordenó prestamente, queriendo comprobarlo.
                      —¡Acábalo con Garra Dragón! —indicó Akari, considerando que Reidam ya se había fortalecido lo suficiente.

                      Suiryuu empezó a disparar esferas de energía hacia lo más alto, a pesar de no tener el mejor ángulo de visión, al estar prácticamente tocando el fondo de la piscina con su cola; a pesar de no ser un calco del combate del día anterior, no quería ser derrotado por otro Charizard, no si podía evitarlo. Con las mismas ansias de victoria, Reidam se lanzó en pos de él, destruyendo esas esferas con sus garras al descender en lugar de eludirlas, por lo que resintió el daño de alguna que no pudo desintegrar a tiempo. A pesar de esto, siguió adelante, hasta llegar finalmente a donde aguardaba su contendiente, asestándole un par de fortísimos zarpazos que bastaron para dejarlo fuera de combate, como intuyeron Ibuki y los demás cuando la Charizard negra salió de la piscina y se situó delante de una expectante Akari.

                      —¡Kingdra no puede continuar! —decretó el réferi tras asomarse por el borde de la piscina para comprobarlo—. ¡La retadora y su Charizard ganan la ronda y el combate! —añadió al dirigir su banderín rojo hacia la zona técnica de la primera.
                      —¡Lo hiciste genial, Reidam! —la felicitó efusivamente Akari al brincar como un resorte para abrazar a la aludida, quien no tardó en volver a su forma original mientras correspondía ese gesto.

                      Ibuki sonrió con resignación mientras se acercaba a la piscina para guardar a Suiryuu. Había sido una muy buena batalla y Akari la había pillado totalmente por sorpresa con la metamorfosis de Reidam. Le resultó reconfortante el lazo que ambas parecían compartir, al verlas abrazarse y felicitarse tan sincera y efusivamente, pero esto no le impidió aproximarse para recompensarlas por su victoria.

                      —Akari, Reidam, felicidades por su victoria; ha sido una gran batalla y han ganado justamente —expresó Ibuki al extender la mano a la primera.
                      —¡Gracias a ti, Ibuki! ¡No esperaba menos de la prima de la que Kai hablaba tanto! —contestó la entusiasmada pelirroja, y para su sorpresa, le dio un repentino y cariñoso abrazo que los demás tampoco se esperaban.
                      —¿Kai? ¿Es amiga tuya? —preguntó, más sorprendida por que conociese a su prima de parte de su familia materna que por ese abrazo.
                      —¡Sí! ¡Es mi mejor amiga junto a Kururi! —explicó animadamente Akari, separándose de ella al ver que el réferi se acercaba a ambas.
                      —Ya veo —expresó la Líder con una sonrisa de ternura, tras lo cual se dispuso a reconducir la situación, al no querer ganarse otra llamada de atención de esa autoridad—. En todo caso, esto es para ti —dijo al dejar ver la medalla Rising, que le entregó enseguida.

                      Mientras éstos iban a registrar la nueva medalla de Akari y sacar su Pokédex, Danot se acercó a sus compañeros con Tenryuu, quien también debía esperar a que Ibuki acabase para ir a verla. Todos ellos parecían muy satisfechos con el combate, pero estaban tan llenos de dudas como el recién llegado respecto a lo que habían visto, tanto que fue recién entonces que repararon en su presencia.

                      —Danot, ¿cuándo llegaste? ¿Pudiste verlo? —preguntó Keisuke, evidentemente entusiasmado por todo ello; el aludido asintió, compartiendo su emoción y preguntándose si acaso Pyro también sería capaz de ello.
                      —Luego te mostraré mis notas de esta batalla; te van a resultar muy interesantes —dijo Tsurio a su manera usual, mientras Shiori y Seiko negaban con la cabeza.
                      —A todo esto, ¿qué Pokémon atrapaste? —preguntó esta última con curiosidad, ya que con el tiempo que había tardado, supuso que había ido hasta la Guarida Dragón.
                      —Una Seadra muy fuerte —explicó Danot con evidente entusiasmo, agradeciendo por dentro el magnífico día que estaba teniendo—; la podrán ver después, cuando la haya curado —prometió, pues aún tenía que devolver a Tenryuu, quien observaba cómo la pelirroja se despedía de Ibuki y se marchaba rápidamente… para desazón de los aprendices de esta última, a quienes les habría encantado preguntarle muchas cosas.

                      Sabiendo que no podían hacer mucho más, Tsurio y Shiori fueron a activar las válvulas para volver a llenar la piscina, mientras Keisuke y Seiko se dedicaron a ver si el campo requería algún arreglo rápido antes de la siguiente batalla. Cuando el réferi se marchó a reposar, Danot y Tenryuu pudieron acercarse por fin a Ibuki, quien dejó escapar un gran suspiro; había sido una batalla muy reñida y también necesitaba una pausa.

                      —¡Uumm! —gruñó suavemente Tenryuu al acariciar con el morro la frente de su Entrenadora.
                      —Tenryuu, lamento que te hayas perdido esta batalla —se disculpó Ibuki mientras acariciaba sus mejillas; sabía que el resultado seguramente no habría cambiado, pero creía que habría sido una buena experiencia para su Dragonair.
                      —Al menos pudimos ver el final; ¡fue toda una sorpresa! —comentó Danot con entusiasmo, en tanto la Líder guardaba a su Dragonair y se dirigía hacia la habitación donde estaba la máquina restauradora del edificio principal, para no tener que ir hasta la de los dormitorios.
                      —Sin duda; es la primera vez que a alguno de mis retadores se le ocurre usar un Pokémon de fuego y evaporar así el agua de la piscina —explicó Ibuki, aún impresionada por ello, pues esta maniobra había sido fundamental para la victoria de Akari.
                      —¿Es posible que ese cambio de apariencia no sólo fuese un aumento de poder, sino también una metamorfosis? —inquirió Danot, mientras ponía la Honor Ball y la Poké Ball de Alfa junto a las tres de Ibuki en una de las máquinas, para luego recoger las que había dejado por la mañana.
                      —No me extrañaría que lo fuera; esa Charizard parecía muy… de tipo dragón —conjeturó, sin encontrar palabras mejores para describir su sensación al respecto, tras lo cual se sentó en una de las sillas disponibles en la habitación, al igual que su acompañante.
                      —Lo cual habría hecho que el agua fuera neutral contra ella; tiene sentido —sentenció Danot, al recordar las protuberancias como garras en los hombros y el resto de la apariencia de Reidam.
                      —Me habría gustado confirmar esto con ella, pero en ese momento me sorprendió con algo más —admitió Ibuki, recordando lo que le había dicho Akari.
                      —¿Hablas de ese abrazo tan repentino o de algo más...? —preguntó, con mucha curiosidad.
                      —¡D-de otra cosa! —exclamó ella al sonrojarse súbitamente, algo incómoda al recordarlo—; e-en todo caso, ¿qué Pokémon capturaste? Con lo que has tardado, supongo que no fuiste hasta lo más profundo de la Guarida Dragón —preguntó prestamente, queriendo cambiar de tema.
                      —Oh, no, en lo absoluto —negó Danot, sin insistir en ello—; ¿recuerdas la zona de la Guarida Dragón donde nos conocimos? Volví ahí y capturé a la Seadra que me atacó ese día —explicó con orgullo, dado lo difícil que había sido esto.

                      No obstante, la reacción de Ibuki no fue la que esperaba; sin duda estaba sorprendida, mas no parecía precisamente contenta por lo que acababa de escuchar. No supo cómo tomarse esto, al ignorar lo que su interlocutora sospechaba respecto a esa Pokémon.

                      —¿La Seadra brillante? —inquirió Ibuki para confirmarlo, mientras hundía las puntas de los dedos en sus palmas; aún tenía muy fresco el recuerdo de lo ocurrido en la Guarida Dragón.

                      Danot asintió lentamente, como si estuviese a punto de recibir una noticia terrible. Ibuki pudo verlo en sus ojos, por lo que negó suavemente para transmitirle tranquilidad; quizá la situación no era tan mala como había pensado en un principio.

                      —Ella también me atacó ese día, antes de que nos encontráramos tú y yo —narró, tomando por sorpresa a su interlocutor—; fue poco después de encontrar a los Dratini y Magikarp atacados, y considerando que zonas posteriores a esa no había ocurrido nada malo, sospecho que ella fue la última Pokémon que el culpable enfrentó antes de huir —conjeturó, muy seria.
                      —¡¿Estás diciendo que ella podría identificar a ese infeliz?! —exclamó al levantarse de su silla de golpe, para luego taparse la boca, azorado.

                      Volvió a sentarse, esperando que nadie le hubiese oído. Ignoraba si Ibuki había compartido lo ocurrido con sus aprendices, pero sabía que debía ser discreto.

                      —Lo siento… esto me ha tomado muy por sorpresa —expresó Danot, comenzando a entender la renuencia de la Seadra a ser capturada.
                      —Yo también lo siento por mi reacción —respondió Ibuki, pensando cómo podrían aprovechar esa coyuntura—; al principio me parecía terrible que ella hubiera salido de la Guarida Dragón, pero dado que es improbable que el culpable vuelva, esto podría darnos una oportunidad con la que no contábamos antes —expuso, no sin dudas, pero parecía mejor que no hacer nada al respecto.
                      —Supongo que no perderíamos nada por probar —respondió, entendiendo enseguida a qué se refería, a pesar de tener también sus dudas al respecto.
                      —En cualquier caso, deberías hablar con ella para que entienda la situación y pueda hallar su propia tranquilidad tras todo esto —recomendó con firmeza, considerando lo que había dilucidado del carácter de la aludida.
                      —Eso haré, apenas esté curada —prometió Danot, tras lo cual intentó decidir cómo plantear la situación a su nueva Pokémon.

                      Ambos se sumieron en silencio, reflexionando sobre sus propias cosas. Pasaron unos minutos así, escuchándose sólo el leve ruido que hacía la máquina de curación al funcionar, hasta que uno de ellos decidió hablar por fin.

                      —Respecto a Akari… —empezó Ibuki, habiendo empleado ese tiempo para juntar el valor de explicar lo que había dejado pendiente, al sentirse por fin cómoda para hablar de ello—; es amiga de mi prima de parte de mi familia materna —expuso, recordando que ésta le había pedido hacía unos años tomarla como aprendiz, cuando aún no estaba lista para semejante responsabilidad.
                      —Ya veo… es normal que te sorprendiera así —respondió Danot, entendiendo su reacción a lo ocurrido; esto le hizo suponer que su primo Wataru, campeón de Kanto y Johto, debía serlo del otro lado de su familia.
                      —Supongo que sí —convino Ibuki, con una leve sonrisa de añoranza—; le diré algo un día de estos, que hace mucho que no hablamos —añadió, preguntándole cómo le iba con su objetivo; aún tenía presente sus palabras cuando le pidió aquello.
                      —Yo debería hacer lo mismo con Lynn —reconoció, al recordar que su última comunicación con ella fue para explicarle lo ocurrido con Yanagi.
                      —¿Tu prima? —preguntó Ibuki con interés, al ser la primera vez que él mencionaba a alguien a quien parecía apreciar.
                      —Casi... es mi mejor amiga de la infancia —explicó, recordando gratamente todos los buenos momentos que habían pasado juntos, incluso antes de que Mina se uniese a sus aventuras de la niñez.

                      La Líder asintió, preguntándose cómo habría sido tener a alguien así durante su niñez. Wataru había compartido todo ese tiempo con ella, pero dado su propio carácter en esa época, su relación había estado lejos de ser ideal. Por otra parte, la familia de Kai había dejado Fusube para mudarse a Hoenn poco después de la muerte de sus padres, aparentemente tras una amarga discusión con el padre de Wataru por temas de negocios.

                      —¿Tienes hermanos o primos, entonces? —preguntó, queriendo apartar la ligera sensación de envidia que le tenía en ese momento.
                      —Un hermano mayor y una menor —respondió Danot, con más entusiasmo del que la Líder esperaba; se notaba que apreciaba a su familia—; primos… creo que no; según tengo entendido, mis padres fueron hijos únicos, aunque sé que mi madre tenía un tío... no sé si llegó a tener hijos —añadió, pues su madre le había hablado muy pocas veces de aquel hombre tan excéntrico.
                      —Me pregunto cómo habría sido tener un hermano mayor —pensó Ibuki en voz alta, creyendo que muchas cosas habrían sido distintas en ese caso.

                      Era algo que muchas veces había hecho de modo involuntario, quizá la inspiración para el consejo que había dado a su acompañante horas antes. Aun así, le tranquilizaba saber que a pesar de lo duro que había sido su pasado, no tenía deseo de cambiar nada de él, salvo la manera en la que se había comportado en ocasiones que aún le pesaban en el alma.

                      —¿Ibuki? —la llamó Danot al verla tan ausente, con lo que la aludida dio un respingo al volver de sopetón a la realidad—. Nuestros Pokémon ya están listos —le hizo saber, mientras la máquina restauradora emitía una melodía que solía caracterizar a los Centros Pokémon del país.
                      —Ah, sí, gracias —respondió ella al ponerse de pie súbitamente, agradeciendo la discreción de Danot si acaso había escuchado sus elucubraciones; éste sencillamente sonrió, sin querer volver a incomodarla.

                      Ambos cogieron sus respectivas Poké Balls y salieron de la habitación, viendo que el campo ya estaba listo para otro combate; así, salieron del edificio, Ibuki con toda la intención de retomar su entrenamiento mientras esperaba retadores y Danot, de hablar con su Seadra. A la primera le extrañó que los campos de práctica estuviesen desocupados a esa hora, por lo que asumió que los demás estaban adelantando la preparación de la cena o habían ido a la ciudad, pues era usual que aprovechasen su propio tiempo de entrenamiento para retar a otros Entrenadores. Al pasar cerca de los dormitorios, Ibuki decidió entrar mientras Danot seguía de largo, pues le hacía falta beber algo de agua; sin embargo, le extrañó mucho encontrar cerrada la puerta del salón común, por lo que se dispuso a averiguar qué ocurría.

                      Sin estar al tanto de esto, Danot se dirigió hacia el campo de práctica con piscina y liberó ahí a su Seadra. Ésta, al verse fuera de su hogar, dirigió una mirada aviesa al chico tras verse privada de su oportunidad de encargarse del humano que había dirigido la masacre en la Guarida Dragón. Había sido afortunada de pillarlo por sorpresa, inhabilitar los mejores ataques de sus Pokémon y no salir muy lastimada en el intento, pero lo que había visto en esos ojos azules no era normal; era una sed de sangre que ni siquiera los depredadores más violentos que había enfrentado tenían… desde entonces, no podía evitar preguntarse si acaso era propia de los humanos. Y aunque el que la había capturado no compartía esta temible característica, había ayudado sin querer a ese infeliz al privarla de la libertad de cumplir con lo que consideraba que era su propia responsabilidad, por los amigos y conocidos que había perdido ese día.

                      —Lo siento, no sabía lo que había ocurrido contigo hasta hace poco —se disculpó Danot tras acercarse un poco, al ver lo contrariada que estaba ella, tomándola por sorpresa—; ¿querías hallar al humano que te atacó y hacerle pagar por lo ocurrido? —preguntó, viéndola directamente a los ojos.

                      Extrañada por cómo lo había sabido, la hipocampo asintió, sin quitarle la mirada de encima. ¿Qué es lo que él sabía al respecto? A pesar de desconocer sus intenciones al decirle todo esto, debía admitir que estaba intrigada.

                      —Quizá creas que has perdido la oportunidad de hallar a esa persona, pero quiero ofrecerte una opción que quizá no has considerado aún —expresó afablemente, midiendo sus palabras, teniendo toda la atención de la Seadra—; dudo que ese infeliz vuelva a tu hogar ahora que está vigilado; sin embargo, si viajas conmigo, es un poco más probable que puedas encontrarlo —explicó con toda honestidad, pues sabía que la oportunidad de ello no era demasiado grande, pero sí mayor a la que la hipocampo habría tenido quedándose en la Guarida Dragón—; además, puedo ayudarte a hacerte más fuerte, para cuando debas confrontarlo… y cuando finalmente lo consigas, no te detendré si quieres volver a tu hogar —finalizó con expresión seria, creyendo que esto podría interesarle; además, consideraba que era lo más justo con ella, dada su peculiar situación.

                      La Seadra ladeó la mirada, mientras pensaba en ello. Como la mayoría de Pokémon, la idea de tener un Entrenador no le molestaba mucho, mientras fuese alguien con quien pudiese congeniar; no quería imaginar qué habría sido caer en las garras del humano que estaba buscando. Además, Danot le estaba ofreciendo la opción de dejarla libre tras cumplir su cometido, si acaso no le agradaba la vida con él; creyó que quizá estaba siendo demasiado considerado. Volvió a dirigir sus profundos ojos negros hacia él y afirmó lentamente, creyendo que valdría la pena intentarlo.

                      —Entonces, ¡bienvenida al equipo, Shizuru! —la nombró con entusiasmo, habiéndolo tenido claro desde que supo que tendría la posibilidad de capturarla.

                      La recién bautizada Shizuru lo miró con curiosidad por cómo la había llamado; no le resultaba un sonido desagradable, por lo que se limitó a asentir, preguntándose qué vendría a continuación. Satisfecho con esa respuesta, Danot no tardó en liberar al resto de sus Pokémon, quienes vieron a la Seadra en la piscina con curiosidad; ésta les devolvió una mirada acuciosa, reconociendo a Alfa.

                      —¡Chicos, ésta es Shizuru! ¡Será nuestra compañera desde hoy! —anunció, para sorpresa de todos menos la estrella de mar, a quien la aludida dedicó una mirada de rivalidad y respeto.

                      Sparkle se acercó cándidamente a Shizuru para abrazarla con sus cortas extremidades, pero ésta no le dio oportunidad, recelosa de su electricidad. Shady le dedicó una mirada traviesa pero de aprobación, mientras que Pyro gruñó conforme, creyendo que podría ayudarle en su meta de llegar lo más alto posible como equipo. Danot sonrió satisfecho, y se dispuso a entrenar con todos ellos a pesar de su propio cansancio, sabiendo que debían aprovechar lo mejor posible su estancia ahí.

                      No supo exactamente cuánto tiempo pasaron entrenando, pero Danot se alarmó al ver que ya había anochecido cuando acabaron. Se suponía que debía ayudar a los demás a preparar la cena y dejar listo el desayuno del día siguiente, pero se había entusiasmado tanto con su nueva Pokémon que lo había olvidado por completo. Guardó a todos tras agradecer su duro trabajo y corrió hacia los dormitorios; entró apresuradamente y, tras dejar a sus Pokémon en la máquina restauradora, se dispuso a pasar a la sala de estar, cuya puerta seguía cerrada, listo para disculparse por su tardanza y descuido. No obstante, cuando la abrió, se encontró con una lluvia de confeti en la cara y las felicitaciones de sus compañeros, Ibuki e incluso el réferi, para su completa sorpresa. Por fin entendía por qué nadie había ido a buscarle mientras entrenaba.

                      —M-muchas gracias, pero… ¿c-cómo han sabido que era mi cumpleaños? —preguntó Danot, aún sobrecogido por el detalle que todos habían tenido con él.
                      —Es un se-cre-to —respondió traviesamente Shiori, la responsable de todo ello, cogiéndolo de la mano y llevándolo al comedor, donde tenían todo preparado para la celebración.

                      Así, pasaron cerca de una hora comiendo y bebiendo mientras conversaban animadamente. El primer tema, por insistencia de Shiori, fue que el agasajado intentase adivinar cómo había sabido que era su cumpleaños, sin ninguna clase de ayuda; para su mala fortuna, este juego duró apenas un par de minutos, para diversión de los otros aprendices. El réferi se retiró temprano, aduciendo estar algo cansado, e Ibuki se contentó con intervenir lo justo, mientras escuchaba a los demás relatar anécdotas o hablar de sus objetivos a futuro; incluso Tetsurou se mostraba algo más activo que en los entrenamientos.

                      Les habría gustado seguir celebrando por más tiempo, pero aún tenían tareas pendientes, por lo que recogieron todo y fueron a preparar el campo principal con renovado entusiasmo, repitiendo todo lo hecho por la mañana, además de limpiar, vaciar y volver a llenar la piscina. Por suerte, los retadores que habían llegado después de Akari no habían hecho estragos en la arena, por lo que pudieron acabar unos veinte minutos antes de lo previsto (por supuesto, Danot se lo había perdido al estar entrenando, por lo que Tsurio prometió dejarle ver los datos de esto en otro momento)

                      Tras darse una ducha rápida, Danot se recostó en la que sería su cama durante las siguientes semanas; el colchón era firme, sin llegar a ser demasiado duro, por lo que podría dormir con cierta comodidad. Lo primero que hizo fue abrir el Reshigram, una de las pocas aplicaciones modernas compatibles con su Pokégear, para ver todas las felicitaciones de cumpleaños que habían llegado: de su familia, los amigos de la secundaria con quienes aún mantenía contacto, Lynn, Akane… a las únicas que contestó de inmediato fue a las dos últimas. Con esto hecho, vio que tenía una llamada perdida de casa de hacía poco más de media hora, por lo que se aprestó a devolverla. No pensaba extenderla demasiado, dado que tendría que ir a dormir pronto, pero agradeció mucho poder escucharles y decirles con su propia voz que estaba bien. Dado que sus padres y hermanos hablaban casi a la vez, desechó en el acto la idea de explicar su decisión sobre seguir siendo Entrenador Pokémon; lo que sí explicó fue el motivo por el que no regresaría a casa antes de la Conferencia Plateada, cosa que Yamen ya les había adelantado. Tras disculparse por tener que cortar tan pronto (tras poco más de quince minutos de conversación), aduciendo que debía dejar descansar a sus compañeros de entrenamiento, cortó y dejó el Pokégear cargando en el escritorio que tenía ahí, donde también había dejado sus Poké Balls.

                      Abrigado y preparado para dormir, Danot se dio un momento para observar el cielo estrellado a través de la ventana, similar en estilo a las de Chouji. Había sido el mejor cumpleaños que había tenido en mucho tiempo y estaba muy agradecido con quienes lo habían hecho posible. ¿Era una señal de que había tomado la decisión correcta respecto a qué dedicar su vida? No tenía la certeza de esto, pero al menos era auspicioso, por lo que decidió continuar disfrutándolo sin cuestionarlo, teniendo claro ya lo que quería hacer al día siguiente. Tardó poco en quedarse dormido, deseando que ese fuese el primero de muchos días geniales en el nuevo año de vida que tenía por delante.

                      Comentario

                      • Souji Fujimura
                        Escritor en ciernes
                        SUPAR PRUEBA
                        • ene
                        • 30
                        • 🇵🇪 Perú
                        • España

                        #12
                        Round 007 — Amistad por reminiscencia


                        Ciudad Fusube, miércoles 11 de Octubre, Año 100 AW, 9:49 AM

                        Tras una excelente noche de sueño que ayudó mucho a su recuperación, Danot pudo desempeñarse bastante mejor que el día anterior en la práctica física, quedando penúltimo por un margen que consideró aceptable. A su vez, esto le causó una gran sensación de alivio que le permitió afrontar con más entusiasmo la práctica con los Pokémon, y vaya que lo necesitó. Fue la primera vez que sintió la presión que podía ejercer un oponente que se había esforzado en analizar sus fortalezas y debilidades, por lo que no le sorprendió ser derrotado por Shiori, cuyo Ninetales pudo doblegar a Shady con facilidad a pesar de tener sus técnicas disruptivas inhabilitadas. Tampoco fue capaz de vencer a Keisuke, cuyo Blastoise pudo resistir los ataques eléctricos de Sparkle gracias a su gran defensa especial y resistencia, pero fue demasiado lento para poder acertar con sus ataques de largo alcance, dándose finalmente un empate. En cuanto a Seiko, ésta intentó presionar a Alfa con la Garra Umbría y Triturar de su Shelgon, pero la gran diferencia de nivel entre ambas causó que esta última no pudiese resistir más de un minuto. Cuando le tocó luchar contra Tsurio, Danot quedó muy sorprendido por vérselas contra un pequeño hipocampo de piel marrón y apariencia encorvada, preguntándose dónde había atrapado un Pokémon tan inusual; por otra parte, todos sus compañeros dejaron escapar exclamaciones de sorpresa al ver a Shizuru en la piscina, envidiando un poco su suerte; lo que no sorprendió a nadie fue el resultado de la batalla, ya que Skrelp era de las Pokémon con las que Tsurio menos había entrenado.


                        Y así llegó su último combate del entrenamiento, en el que tendría como rival a Tetsurou. Ambos sabían qué Pokémon emplearía el otro, y aun así, el portero se mostraba tan tranquilo como siempre. Sin dudar, liberó a un pangolín de piel celeste y púas cubiertas de hielo que le protegían desde la cabeza hasta el inicio de su cola, cuyas garras, aguzadas y curvas, brillaban como acero pulido; no era un Pokémon usual en Nihon, al ser una variante regional del mucho más conocido Sandslash de tipo tierra. Danot no tardó en hacer lo propio con Pyro, queriendo probar algo distinto a lo hecho por Alfa el día anterior. Tras la indicación de Ibuki, se dispusieron a empezar.

                        —¡Lanzallamas! —ordenó Danot, preguntándose si su oponente usaría la misma táctica del día anterior.
                        —Protección —mandó Tetsurou, sin perder un ápice de su tranquilidad usual.

                        Pyro no tardó en escupir una columna de fuego hacia su oponente, notando lo fuerte que era a pesar de su supuesta desventaja; sin embargo, dicho ataque fue bloqueado sin problema por la barrera de energía del pangolín, para sorpresa de nadie.

                        —¡Danza Dragón! —indicó Danot en el acto, sabiendo que Sandslash no podría deshacer su Protección de inmediato.

                        Siendo también consciente de esto por todos sus entrenamientos junto a Mizuho, Pyro no tardó en alzar el vuelo y empezar su danza mística, llegando al nivel uno en pocos segundos, los mismos que tomó a su contrincante deshacer su escudo para ejecutar la Defensa Férrea que su Entrenador ordenó, con lo que su piel empezó a adquirir una consistencia todavía más fuerte de la que tenía naturalmente. Se hacía evidente que Tetsurou no se los iba a poner nada fácil, hiciesen lo que hiciesen.

                        —¡Lanzallamas! —volvió a ordenar Danot a todo pulmón, no queriendo dar ningún respiro a sus oponentes; sabía que Pyro podría mantener ese ritmo y que le agradaría poder llevarse al límite.

                        El Charizard asintió, entendiendo la intención del chico; sentía que algo había cambiado en su actitud respecto a su propia forma de luchar desde la batalla contra Ibuki, lo cual agradeció mucho. Así, exhaló otra bocanada de fuego hacia el pangolín, quien tuvo que interrumpir el endurecimiento de su piel para volver a invocar su Protección. Adelantándose a la orden de su Entrenador, Pyro volvió a emplear su danza mística, para volver a atacar a su oponente cuando éste intentó incrementar su defensa especial mientras su mirada se perdía en el vacío. Pasaron así algo más de dos minutos, en los que Pyro ya había consolidado el nivel dos de su técnica de aumento, mientras que Sandslash no había podido hacer lo mismo con los suyos al tener que intercalarlos con su Protección.

                        —¡Colmillo Ígneo! —indicó prestamente Danot justo cuando el pangolín intentaba mejorar su defensa especial con otra Amnesia, en caso de que algún Lanzallamas le alcanzase antes de poder protegerse.
                        —Contraataque —ordenó Tetsurou sin inmutarse, confiando en que su Pokémon resistiese ese ataque relativamente débil a pesar de la ventaja de aumentos del Charizard.

                        Pyro se lanzó en picado hacia Sandslash mientras sus colmillos se llenaban de fuego, para luego asestarle una fuerte dentellada en el brazo izquierdo; para gran sorpresa de Tetsurou, su Pokémon no empleó su técnica contraofensiva e intentó cubrirse el rostro con ambas garras, amedrentado, lo que el lagarto volador aprovechó para rematarlo con un Lanzallamas, a pocos segundos de que Ibuki declarase el final del combate.

                        —¡Danot y Pyro ganan la ronda! —decretó ésta, preguntándose cómo se tomaría Tetsurou esa derrota.

                        —Le… le ha ganado… —susurró apenas Keisuke, muy impresionado.
                        —Al segundo intento y con un poco de suerte... pero sí —respondió Shiori, bastante más ecuánime, comenzando a entender por qué Ibuki había invitado a Danot a entrenar con ellos.
                        —Tengo que asegurarme de anotar todo esto después —comentó Tsurio, muy inspirado por lo que acababa de ver.

                        Seiko los vio en silencio y sonrió, contenta por Danot a pesar de mostrarse neutral delante de los demás. Ya se había decidido pedirle ayuda para entrenar, al considerar su estilo el más parecido al suyo, por lo que sólo tendría que encontrar el momento para hacerlo.

                        —Tu oponente ha sabido poner tu propia forma de luchar en tu contra, así que creo que te convendría plantearte en qué ocasiones deberías ser más proactivo en batalla —comentó una seria Ibuki, a lo que su aprendiz asintió lentamente, aún sorprendido por lo ocurrido.

                        Danot se acercó poco después, con mucha curiosidad por qué iba a decirle Ibuki; de algún modo, siempre parecía notar cosas de las que él mismo no se daba cuenta o no parecían muy obvias a primera vista.

                        —Me ha gustado cómo has aprovechado tu conocimiento de él para tener la mayor ventaja posible y presionarlo desde el inicio —comentó la Líder, gratamente impresionada—; aunque te has arriesgado mucho con ese Colmillo Ígneo… asumo que tenías un plan de contingencia en caso de que no se hubiera activado su efecto de amedrentamiento —añadió seriamente, dándole espacio para responder.
                        —¿Recuerdas lo que dije durante nuestra batalla? —preguntó Danot, a lo que ella asintió—. Es cierto que nos arriesgamos por enfrentarnos a un oponente fuerte, pero también necesitaba comprobar algo —explicó, habiendo encontrado la respuesta al acabar el combate.
                        —Pyro necesita nuevos ataques para aprovechar al máximo sus fortalezas —adivinó Ibuki, sin poder evitar sentirse halagada de que Danot hubiese tomado como referencia su estilo para presionar efectivamente a Tetsurou.
                        —Sí, además de otras cosas que espero lograr en estas dos semanas que nos quedan —expresó con semblante serio, creyendo que quizá estaba siendo demasiado ambicioso.
                        —Me las puedes explicar mientras entreno con mis Pokémon —le ofreció, tras lo cual indicó a todos que la práctica había concluido y que debían acabar de preparar el campo principal.

                        Tras dejar a sus Pokémon en las máquinas restauradoras y el campo preparado para otro día de desafíos, Danot e Ibuki cogieron todas las Poké Balls que tenían disponibles, con lo que se dirigieron hacia el campo de práctica con piscina. El chico tenía mucha curiosidad por cómo debía ser el entrenamiento personal de Ibuki, pues debía fortalecer a sus Pokémon sin dejarlos cansados para cuando llegasen sus retadores.

                        —Creo que con los Pokémon que tengo aquí tendrás suficiente por unos días —afirmó Ibuki con seguridad, dejándole ver las ocho Poké Balls minimizadas que acunaba entre sus palmas.

                        Así, ésta liberó a Tenryuu, Shouryuu, Gouryuu, Kouryuu y a una enorme dragona de coraza blanca, la cual sólo dejaba ver sus penetrantes ojos amarillos. Hizo lo mismo en la piscina con Suiryuu, Gekiryuu y un Skrelp de colores diferentes a la de Tsurio; a diferencia de ésta, su piel era de un marrón tirando a morado, en tanto que su rostro y la parte delantera de su torso eran azules en lugar de lila.

                        —Qué suerte, lo tienes brillante —exclamó Danot con guasa al apuntarle con su Pokédex, sin esperarse que Ibuki también tuviese un Pokémon de esa especie.
                        —Mira quién lo dice, tú con tu Charizard y Seadra brillantes —le picó Ibuki, muy de buenas, robándole así una sonrisa.
                        —Debí imaginar que evolucionaba en un tipo dragón —comentó con interés al encontrar la cadena evolutiva de Skrelp en su Pokédex.
                        —Sí, cuando lo haga me ayudará mucho cuando todos los retadores vengan de golpe… es decir, la última semana antes de cerrar el Gimnasio por la Conferencia Plateada —explicó con una marcada expresión de resignación, pues la tenía a la vuelta de la esquina.

                        Aunque Ibuki amaba su trabajo, no podía negar que ésta era la temporada más dura para ella. Entre la rareza de los Pokémon de tipo dragón y su propio empecinamiento en no entrenar a dos Pokémon de la misma línea evolutiva, era la Líder con menos recambios para afrontar la avalancha de Entrenadores que esperaban hasta el último momento para obtener su medalla. Al menos, gracias a sus aprendices, no tendría que pasar otro año de sólo contar con los mismos tres que la habían acompañado durante su propia ruta de las medallas, aunque esto le produjo una intensa sensación de nostalgia, al recordar quién le había entregado el huevo de Kouryuu.

                        —Corrígeme si me equivoco, pero asumo que tu Shelgon y Skrelp son crías de las Pokémon de Seiko y Tsurio —planteó Danot, a lo que una sorprendida Ibuki sólo atinó a asentir, al estar de nuevo perdida en sus propios pensamientos—; aunque Swablu y Altaria no son especies que se encuentren normalmente en Johto —añadió con extrañeza, preguntándose si alguno de sus compañeros tenía una hembra de esa línea evolutiva que quizá no había visto aún.
                        —Kiryuu y Seiryuu —acotó adustamente Ibuki, queriendo que los llamase por sus nombres, como ella había hecho con los suyos tras cada batalla de práctica que Danot había tenido—; el huevo de Kouryuu fue un regalo de mi primera aprendiz… pero esa es una historia muy larga y tenemos mucho por entrenar —le instó con firmeza, queriendo dejar el tema de lado; aunque le habría gustado explicarlo, todavía le costaba abrirse sobre sus sentimientos, a pesar de desear hacerlo.
                        —Me la puedes contar cuando desees, pero tienes razón —convino Danot con una sonrisa, dispuesto a escucharla pero sin querer presionarla.

                        Ibuki le dedicó una media sonrisa antes de guardar a todos sus Pokémon, menos a Kiryuu y Seiryuu. Normalmente no sacaba a todos a la vez para entrenar, sino en parejas, y reservaba los sábados para hacer lo propio con los que no podría usar en sus batallas oficiales, pero había querido hacer un favor especial al chico. Dichos Pokémon empezaron a intercambiar ataques entre sí, conociendo al dedillo la rutina de entrenamiento de la Líder.

                        —Creo que puedes ver sus ataques con tu Pokédex —conjeturó Ibuki, ofreciéndole las seis esferas minimizadas con sus otros Pokémon—; hice mi viaje sin pasar por Wakaba, así que no tengo una —explicó, pues se había registrado en Fusube antes de partir; luego esbozó una leve sonrisa de añoranza, recordando claramente cómo se había sentido al dejar su cuidad natal por primera vez.

                        Danot asintió, habiéndolo supuesto. El motivo por el que todos los Entrenadores oficiales llevaban un equipo de hasta seis Pokémon era por la función de teletransporte automático de Poké Balls que ejercía una Pokédex activa, por lo que la única manera de poder tener más a mano era apagarla o no tenerla encima, ambas cosas inconvenientes. Dejó esos pensamientos de lado al recibir una por una de las esferas de Ibuki, observando con atención los ataques con los que contaban sus Pokémon en ese momento; aunque tenía claro qué quería enseñar a Pyro y compañía, algunos le llamaron la atención, por lo que procuró quedarse con sus nombres.

                        —Parece que hay varias cosas que te han interesado —comentó Ibuki con un marcado tono de orgullo cuando Danot acabó de revisar sus ocho Poké Balls; en ese momento, Kouryuu y Tenryuu intercambiaban ataques en el cielo.
                        —Habiendo visto todo esto, reconozco que me arriesgué mucho más de lo que pensaba al desafiarte como hice —admitió Danot, claramente impresionado por la variedad de ataques de los Pokémon de su interlocutora.
                        —Esto hará más divertida la revancha, cuando quieras dármela —afirmó con seguridad, para luego hacer una breve pausa, habiendo decidido finalmente decir algo más—; aunque me gustaría pedirte una cosa para ello… si-siempre que tú también lo quieras, claro —expresó, un tanto nerviosa; no estaba acostumbrada a ese nivel de familiaridad y a ratos aún se trababa.
                        —Claro, dime —respondió él, con mucha curiosidad.
                        —Oí de los chicos que te gustan los reptiles voladores… no sé si esto se aplica también a los dragones, pero si fueras a entrenar a al menos un par más aparte de Shizuru… ¡que-querría una revancha usando sólo Pokémon de tipo dragón! —explicó por fin, prácticamente hecha un manojo de nervios.
                        —Eso no estaría nada mal, pues hay al menos un par más que querría tener en mi equipo —contestó Danot, pensando que podría ser una buena oportunidad para pedirle permiso para atrapar otros Pokémon de la Guarida Dragón, aunque pudo más su curiosidad por tal petición—; ¿sería molestia preguntar por el motivo de esto? —inquirió tras pensar bien cómo plantear esa duda, pues había notado lo mucho que a Ibuki le costaba expresarse cuando se trataba de sus propios deseos y emociones, como si no estuviese acostumbrada a ello.

                        En efecto, la Líder se tomó su tiempo para contestar a esto, quizá buscando las palabras adecuadas para explicarse.

                        —Es porque me cuesta hallar otros Entrenadores de dragones con quienes practicar —dijo finalmente, tras lo cual dio un largo suspiro de resignación—; la mayoría de retadores intentan vencerme con Pokémon de tipo hielo, hada o incluso alguno neutral, porque emplear dragones también les supondría una desventaja considerable —prosiguió con expresión adusta, sabiendo que era inevitable, dado su estatus como la Líder más fuerte de Johto—; Akari y tú fueron los últimos en atreverse a enfrentarme con Pokémon con desventaja de tipo y llevarse mi medalla —acotó con la única seguridad que tenía respecto a la pelirroja, pues lo ocurrido con ella había sido algo muy irregular; esto recordó a Danot lo que quería hacer después de comer.
                        —Y supongo que esta clase de experiencias te harán mejorar más de lo que ya has hecho entrenando dragones —expresó él, admirado, a lo que Ibuki asintió; sin duda, uno de los puntos más fuertes de los Entrenadores que se especializaban en un tipo concreto era poder conocer muchas más cosas sobre el mismo que alguien con un equipo más variado—; ¿cuál es tu meta, Ibuki? —se atrevió a inquirir, ya no sólo por curiosidad, sino también porque quería conocerla mejor.

                        La Líder bajó la cabeza de pronto, para ocultar el repentino sonrojo que había invadido su rostro. Era una pregunta muy personal y no se la había esperado en lo absoluto.

                        —Es porque mi revancha contigo no es la única que tengo pendiente; Wataru fue el primer y único compañero de entrenamiento que tuve que contara con dragones en su equipo —fue la respuesta de Ibuki, a quien le había costado mucho decir esto, por lo que implicaba para ella.

                        Esta vez fue Danot quien se quedó sin palabras. Wataru prácticamente había sido su ídolo de la niñez, al lograr ser el campeón regional más joven de la historia de Nihon; fue entonces que recordó los antiguos rumores sobre las diferencias y rivalidad entre Ibuki y su primo, y con lo que acababa de escuchar, supo que tenían una buena parte de verdad.

                        —¡Y-y antes de que digas que no estás a su nivel, te diré que cualquier ayuda para ganarle es bienvenida! —se apresuró en exclamar la Líder, no queriendo volver a oír algo como “pero él es el campeón, yo no podría…”.
                        —Todos hemos empezado de cero, así que no lo diré —respondió Danot con una sonrisa, a lo que Ibuki rió un poco; era la mejor respuesta que le habían dado al respecto en años.

                        Al ver la hora, el chico le agradeció el tiempo que le había dedicado y prometió decirle los ataques que quería enseñar a sus Pokémon durante la comida, pues tenía que ir a ayudar a prepararla, no queriendo volver a llegar tarde y quedarse sin hacer nada. Ibuki asintió y siguió con su entrenamiento, agradeciendo mucho haber tenido aquella conversación; le había dejado expresar cosas que necesitaba decir y sentir que no habían caído en oídos sordos, lo cual hizo que pudiese sentirse mucho mejor consigo misma.

                        Danot subió las escaleras a toda prisa tras entrar a los dormitorios, y al llegar al suyo, apuntó con presteza los ataques de los Pokémon de Ibuki que quería enseñar a los suyos antes de que se le olvidasen; con esto hecho, se dirigió por fin a la cocina, donde sus compañeros ya habían empezado con los preparativos de la comida. Tras disculparse por la demora y explicar lo ocurrido, se dispuso a ayudarles.

                        —Supongo que los Pokémon de la maestra tienen muchos ataques que te interesan —dijo Keisuke mientras lavaba los edamame, curioso por ello.
                        —Sí, la gran mayoría de ellos; ¿alguno de sus Pokémon sabe Escaldar, Sofoco o Reflejo? —preguntó, tras lo cual empezó a pelar patatas.
                        —¡Mi Golduck! —respondió Shiori con entusiasmo, mientras lavaba el arroz a conciencia.
                        —No estoy seguro, pero es posible que alguno de los Pokémon de Tetsurou sepa Reflejo —comentó Tsurio, enjuagando un poco las ollas antes de llenarlas de agua.
                        —Yo también querría enseñar Sofoco a mi Combusken, pero de momento no he tenido la oportunidad —expresó Seiko, lamentando no poder ayudarle.

                        Danot asintió, agradecido por sus respuestas. Finalmente, ningún retador llegó antes de que la comida estuviese lista, por lo que se dispuso a hablar de nuevo con Ibuki tras recoger a sus Pokémon; sin embargo, Seiko le llamó poco antes de marcharse.

                        —¿En qué puedo ayudarte? —preguntó tras girarse hacia ella, afable y curioso.
                        —No te lo había podido decir antes, pero… ¿podrías entrenar conmigo luego de comer? No quiero quitarte demasiado tiempo, pero creo que me ayudaría mucho —pidió con amabilidad, esperando no interferir demasiado con sus planes.
                        —Si es el caso, podemos entrenar juntos por una hora, que hoy pensaba salir —respondió Danot tras pensarlo un poco, al querer retribuir la buena voluntad que sus compañeros habían tenido con él.
                        —Muchas gracias, me será de gran provecho —afirmó Seiko con certeza, tras lo cual se dirigió a la sala de estar a descansar un poco tras todo el trajín de la mañana, preguntándose si acaso Danot no lo sentía o si estaba tan entusiasmado ahí que no lo notaba; no pudo evitar reír un poco para sus adentros, encontrando esto tierno y a la vez inspirador.

                        Tras hacer unas anotaciones más y coger lo que necesitaba, Danot se dirigió a los campos de práctica y encontró a Ibuki tomando un descanso al lado de la piscina; ahí, sus hipocampos disfrutaban del agua mientras ella les explicaba alguna cosa que el recién llegado no llegó a oír.

                        —¿Listo para empezar? —preguntó la Líder al notar su presencia y girarse hacia él, viendo que llevaba una pequeña libreta de apuntes.

                        Danot le dejó ver la lista de ataques que le interesaban, estando marcados con asteriscos los que conocían los Pokémon de Ibuki. Ésta asintió, pero al querer devolvérsela, sus dedos le hicieron llegar a la página anterior, donde vio escrito su propio nombre; supuso que debían ser los apuntes que el chico había hecho sobre ella antes de retarla. Esto le dio mucha curiosidad, por lo que se armó de valor para pedir que se las dejase ver, a pesar de la vergüenza que le daba, justo cuando Danot liberaba a Pyro y Shizuru; sin quedarse atrás, Ibuki liberó a Gouryuu.

                        —¿Me dejarás ver tu libreta después? Tengo curiosidad por ver si has apuntado algo de mi forma de luchar que yo misma no haya visto —pidió cordialmente, dando a entender que había visto su nombre ahí; con algo de suerte, sería el caso.
                        —Si te sirve de algo, adelante —respondió Danot, a pesar de mostrarse escéptico de haber notado algo que Ibuki no; sin embargo, con el enorme favor que estaba recibiendo de su parte, era lo menos que podía hacer por ella.

                        Al verse libre, Pyro dirigió una mirada de respeto a Suiryuu, quien la correspondió con una igual; al ver este significativo intercambio visual, Gouryuu gruñó interrogativamente al dragón acuático, quien en su idioma le explicó lo ocurrido durante la batalla de Gimnasio de hacía dos días. Impresionado, el Charizard naranja se acercó a su contraparte negro con toda la intención de retarlo.

                        —¡Pero qué..! —exclamaron Ibuki y Danot al unísono al ver a sus lagartos con las garras entrelazadas y pugnando con sus frentes en contacto y miradas de marcada rivalidad.

                        Antes de que sus Entrenadores pudiesen decir algo más, ambos Charizard se separaron de manera abrupta, aparentemente dispuestos a emplear sus mejores ataques… para finalmente entrelazar sus brazos derechos; esto sorprendió todavía más a ambos humanos.

                        —¿Es posible que se conocieran de antes? —preguntó Ibuki, pues nunca había visto actuar así a su Charizard.
                        —Lo dudo mucho; tengo a Pyro desde que nació y conocí a Gouryuu el mismo día que a ti —contestó Danot, igual de intrigado.
                        —¿Obtuviste su huevo en Hiwada? —inquirió ella tras pensarlo un poco, al haber recordado una parte en concreto de su viaje.
                        —Sí, de un leñador llamado Yosaku —respondió él, teniendo la misma sospecha tras la mención de ese lugar.
                        —Pues Gouryuu también es hijo de su Charizard —afirmó, sorprendida por tal coincidencia—; aunque deben tener padres distintos, porque él no sabe Danza Dragón —dijo para sí misma, preguntándose de qué Pokémon podría haberla heredado Pyro.

                        Aunque era un hecho conocido que los Charizard podían ser exageradamente competitivos entre sí, también eran una especie con fuertes lazos familiares, como demostraban esos dos al ponerse al día con la vida del otro, o al menos esto pareció a sus respectivos humanos. Dado lo inusual de tal reunión, ambos les dejaron hacer y decidieron enfocarse en sus hipocampos… a quienes encontraron muy juntos, con Suiryuu empleando su boca tubular para acariciar con evidente cariño la cabeza de Shizuru. Danot quedó boquiabierto, pues de lo poco que conocía a su sempiterna Seadra y el objetivo que tenía, no la veía muy dada a mostrar afecto de manera tan abierta.

                        —¿Será posible que...? —balbuceó Danot, notándose que no tenía demasiada experiencia con que sus Pokémon interactuasen tan efusivamente con otros fuera de su equipo.
                        —No es lo que te imaginas —le corrigió Ibuki, pues conocía al dedillo el comportamiento de esa línea evolutiva—; quién lo diría… al parecer, Suiryuu fue padre y nunca me enteré —explicó con tono irónico, al haber visto a algún Seadra arrullar así a sus crías.
                        —Ya veo… —respondió apenas el chico, comprendiendo lo reconfortante que debía ser ese encuentro para Shizuru, considerando lo ocurrido en la Guarida Dragón; maravillado por lo fácil que parecía resultar para los Pokémon reconocer a su propia familia, pensó en escribir a Yamen sobre esto.

                        Pasado ese par de sorpresas, se dispusieron a entrenar por fin… hasta que Tsurio llegó tan rápidamente como le permitieron sus piernas tras avistarlos a la distancia.

                        —¿Qué ocurre, Tsurio? —preguntó la Líder, extrañada ante tal despliegue de velocidad; no creía que se tratase de un retador, pero tenía curiosidad por ese arranque tan atípico en él.
                        —Escuché de Danot que iba a enseñar ataques a sus Pokémon, y recordando la batalla que tuvieron hace dos días, me preguntaba si podría enseñar Bote a mis Pokémon —pidió con más humildad de lo que el aludido esperaba; como había dicho Seiko, no era mal chico y era capaz de ser respetuoso cuando debía.

                        El chico de Yoshino sonrió levemente; tras ver lo hecho por Suiryuu, ambos habían tenido la misma idea acerca de sus Pokémon normalmente incapaces de luchar en tierra. Ibuki asintió conforme e indicó al recién llegado que liberase a los que quisiese enseñar dicho ataque, con lo que pronto aparecieron en la piscina su Seadra, Skrelp y Magikarp.

                        —Será un buen ataque para cuando tu Magikarp evolucione —afirmó Danot, notando que a pesar de no ser especialmente fuerte, la carpa de su compañero parecía estar bien entrenada.
                        —Por esto quiero que lo aprenda cuanto antes, para que lo tenga dominado cuando llegue el momento —respondió Tsurio, ya con sus aires usuales.

                        Danot negó discretamente y se concentró en el entrenamiento, pidiendo a Shizuru que enfocase su atención en Suiryuu, mientras Pyro y Gouryuu intercambiaban ataques, a falta de más indicaciones. Tras la orden de Ibuki, el dragón tensó su cola y, con un hábil movimiento de la misma, dio un salto de cuatro o cinco metros antes de aterrizar en la arcilla, para sorpresa de los Pokémon que lo observaban.

                        —Antes de que alguno lo intente, éste es el resultado de un arduo entrenamiento posterior a dominar este ataque; por el momento, les recomiendo centrarse en aprenderlo y ya después intentaremos la parte de posarse en tierra —explicó una seria Ibuki, tras lo cual pidió a Suiryuu que volviese a emplear su Bote, para que los demás pudiesen imitarlo.

                        Tras algunas repeticiones más, Ibuki guardó al dragón y liberó a Seiryuu para que también entrenase, pues aún no lo había dominado, y centró su atención en los dos Charizard; Danot la siguió tras animar a Shizuru a continuar, mientras Tsurio hacía lo mismo con sus propios Pokémon. Ambos reptiles flamígeros reposaban tras un intenso intercambio de ataques, habiendo querido mostrarse entre sí lo que sabían. El chico los observaba con atención, como si estuviese dando vueltas a algo que se le acababa de ocurrir.

                        —¿Te estás replanteando lo que quieres hacer con Pyro? —preguntó Ibuki, prácticamente como si le estuviese leyendo la mente, a lo que el chico asintió.
                        —Tengo claro que la base de la estrategia con Pyro será aprovechar los aumentos de su Danza Dragón, pero aún creo que necesitará un complemento idóneo. Tener Afilagarras como Gouryuu nos permitiría aprovechar al máximo ataques poco precisos como la Carga Dragón, pero nos haría vulnerables a Pokémon con incrementos de defensa más rápidos. Por otra parte, contar con Avivar como Reidam potenciaría todos sus ataques, pero su contundencia efectiva decaería notablemente al tener que depender de ataques menos potentes, sobre todo antes de afianzar nuestros incrementos; dicho esto, sí que nos permitiría lidiar mejor con contrincantes que… —expuso Danot, más pensando en voz alta que hablando con la Líder.
                        —Danot, ¿con qué crees que Pyro se sentirá más a gusto? —le interrumpió una firme Ibuki, sacándolo en el acto de su ensimismamiento; no le molestaba en lo absoluto, pero quería que aprovechase su tiempo lo mejor posible, como él mismo le había pedido.
                        —¡Oh, cierto, sí! —reaccionó, algo avergonzado por haberse dejado llevar sin considerar lo más importante de todo ello—. Pyro, ¿quieres dominar la Carga Dragón como hace Gouryuu o prefieres quedarte con la Garra Dragón? —inquirió, decidiendo plantear su dilema de ese modo para hacerle la decisión más sencilla.

                        Ante tal pregunta, Pyro sólo atinó a contemplar sus propias garras. Ese segundo ataque le había dado la oportunidad de vencer a Suiryuu, pero no quería quedarse con la espina clavada de no haber dominado la Carga Dragón. Seguro de lo que deseaba, el Charizard negro señaló a su hermano, dejando claro que quería hacer completamente suyo dicho ataque.

                        —Pyro ha hablado —sentenció una solemne Ibuki, guardándose una sonrisa para sí misma, al sentirse complacida por la confianza que Danot tenía en sus Pokémon—. Aun así, ahora es tu obligación prepararte para cuando esa estrategia principal no funcione; por ejemplo, si se ven forzados a una confrontación cuerpo a cuerpo. ¿Has decidido qué ataques serían adecuados para una situación así? —inquirió, queriendo ayudarles en todo lo posible para conseguir lo que se habían propuesto con ese entrenamiento.

                        Danot asintió con expresión tranquila, tras lo cual fue a buscar algunas dianas en la caseta más próxima junto a los Charizard y las colocaron en el lado más alejado del campo sin piscina, para no perturbar el entrenamiento de los Pokémon nadadores. Gouryuu demostró el uso de su Carga Dragón al alzarse en el aire y lanzarse en picado para derribar una de las dianas, con lo que instó a Pyro a hacer lo mismo. Éste no tardó en levantar el vuelo mientras la energía se acumulaba en sus cuernos, y tras cubrirse de una intensa emanación azul, se lanzó en pos de la diana más cercana. Con su nuevo cuerpo y la experiencia con la Garra Dragón, se sintió más en control de todo ese poder, pero no pudo evitar errar su blanco por poco más de un metro; al menos pudo recuperar el control de su vuelo y no darse de bruces contra el suelo, sin duda un avance respecto a su última práctica. Lo intentó nuevamente, pero falló por un margen similar, por lo que descendió para pedir consejo a su hermano mayor. Danot los dejó hacer y fue a ver cómo iba la práctica de los Pokémon de agua, a quienes Ibuki había dejado por su cuenta para centrarse en adiestrar a Kouryuu y Kiryuu.

                        Al llegar a la piscina, vio cómo Shizuru y los demás tensaban sus colas y usaban la energía acopiada para elevarse en el aire con diversos grados de éxito. Seiryuu, el más experimentado con el Bote, lograba alzarse un par de metros, mientras que los Seadra ya habían superado por poco los sesenta centímetros; los otros Pokémon apenas lograban elevarse de la superficie del agua, mientras la expresión de Tsurio denotaba que estaba dando vueltas y vueltas a algo.

                        —¿Qué ocurre? —preguntó Danot al llegar a su lado, curioso por lo que estaba cavilando; Tsurio dio un respingo al reconectarse súbitamente a la realidad.
                        —Estaba planteándome qué tanto más fácil sería para mi Seadra aprender este ataque si fuera a evolucionarlo ahora mismo —expuso, al considerar lo mucho más fuerte que parecía la cola de Suiryuu en comparación a las de sus preevoluciones.
                        —No lo había pensado, pero podrías tener un buen punto con esto —respondió, intrigado por esa posibilidad.
                        —Es cierto que ganaría más fuerza en la cola, pero también tendría que soportar más peso —intervino Ibuki tras acercárseles, mientras sus dragones descansaban tras el intercambio de ataques que habían tenido hasta hacía un momento.
                        —¿Qué tanto más? —preguntó Danot, mientras buscaba esa información en su Pokédex.
                        —Si no me falla la memoria (y no suele ser el caso), los Seadra pesan veinticinco kilos en promedio —acotó Tsurio, mientras se ajustaba las gafas.
                        —Y los Kingdra… ¡ciento cincuenta! —exclamó el sorprendido moreno, entendiendo por fin por qué dichos Pokémon se venían tan robustos en comparación a sus formas previas; debían ganar mucha masa muscular tras su evolución.

                        Ambos chicos se lo plantearon muy seriamente. Por una parte, parecía razonable aplazar la evolución de sus hipocampos para dejarles adaptarse a usar sus colas con un peso menor y desenvolverse mejor en tales situaciones. Sin embargo, aquello era un entrenamiento adicional al que deberían hacer para aprovechar sus habilidades naturales, las cuales serían aumentadas con su evolución. Danot suspiró, derrotado, dándose cuenta de que se había dejado llevar por la impresión que Suiryuu le había causado durante su combate por la medalla Rising.

                        —Para Tsurio resultaría indiferente, pero en tu caso, teniendo una competencia tan cerca, Shizuru y tú deberían tener claro qué rumbo tomar, sobre todo si quieren sacar a flote todo su potencial —afirmó una rigurosa Ibuki, tomándose la situación tal y como Danot le había pedido al principio de su entrenamiento—; en todo caso, tengo los objetos necesarios para evolucionar a sus Pokémon —añadió al relajar su expresión, haciéndoles saber que ambas alternativas eran factibles.

                        Antes de que pudiesen decir algo más, Tetsurou apareció para avisar a Ibuki que tenía tres retadores esperando; ésta suspiró, sabiendo que esto era el preludio al final de la temporada y que tendría que comer más tarde de lo planeado. Guardó a Kouryuu y Kiryuu e instó a Gouryuu a seguir las indicaciones de Danot para la práctica con Pyro, tras lo cual dejó a ambos chicos para que pensasen en lo que querían hacer. Tsurio, quien no tenía dudas al respecto, no tardó en seguirla tras indicar a sus propios Pokémon que siguiesen practicando.

                        —¿Qué opinas, Shizuru? ¿Quieres evolucionar ya o dejarlo para otro momento? —preguntó a su Pokémon cuando ésta se dio una pausa del entrenamiento y se sumergió en el agua para refrescarse un poco, antes de dedicarle una mirada acuciosa.

                        La Seadra tampoco tenía claro qué hacer. Había sentido un gran poder proveniente de su padre, algo que instintivamente sabía que ella también podía alcanzar; aunque tenía presente su objetivo, no estaba segura de si necesitaba evolucionar para llevarlo a cabo.

                        —No te sientas presionada por esto; cuando estés segura de lo que quieres, haremos esto mismo, ¿de acuerdo? —propuso Danot con una sonrisa, al notar la duda en su Pokémon; ésta asintió, agradecida con su humano por tal consideración.

                        Dejándola reposar y sintiéndose más tranquilo tras decirle aquello, el chico fue a ver cómo iba la práctica de Pyro. Fue justo entonces que vio cómo éste acertaba el borde de una de las dianas con su Carga Dragón, sin duda un gran avance respecto a la última vez; más que insistir en ello a ciegas, la ayuda de un Charizard mucho más experimentado con ese ataque había resultado fundamental para su progreso. Aun así, no podían dormirse en sus laureles.

                        —Gouryuu, ¿podrías enseñarnos tu Puño Trueno y Ala de Acero? —pidió, al ser los primeros ataques que habían llamado su atención cuando vio los que el aludido sabía; dejaría el Envite Ígneo para el final… y todavía tenía que practicar volar con Pyro. Muchas cosas por hacer y muy poco tiempo para realizarlas todas.

                        El Charizard naranja asintió y empezó a dar golpes al aire, mientras sus garras se llenaban de chispas eléctricas; sin dudarlo, Pyro empezó a imitarlo, queriendo aprender todo lo posible de su hermano mayor. Por fin comenzaba a entender lo que su humano sentía cuando hablaba de su familia, en especial de Yamen, pues hasta ese entonces, Danot y sus compañeros habían sido la única familia que había conocido.

                        Esa práctica duró hasta pasada la una, con lo que Pyro había adquirido la noción básica de cómo usar esos ataques; en cuanto a Shizuru, ya había logrado superar el metro de altura con su recién aprendido Bote, pero era consciente de que aún le faltaba mejorarlo mucho. Danot no tardó en guardarlos, pensando en pedir ayuda con sus otros Pokémon cuando Ibuki tuviese un momento relativamente libre, y dijo a los de Tsurio que iría a buscarlo enseguida, a lo que éstos asintieron, tras lo cual se dispusieron a descansar; por su parte, Gouryuu fue a volar para hacer tiempo hasta que su Entrenadora volviese.

                        Al llegar al campo de batalla principal, Danot pudo ver a Ibuki y Suiryuu luchando contra un Dragonair muy feroz y un retador de facciones duras, alto y atlético vestido de negro y rojo, incluyendo su gorra; supuso que debía ser el mentado Kenji de ciudad Tokiwa. Ambos dragones se veían maltrechos, pero esto no impidió al más alargado cubrirse de una intensa aura roja y lanzarse abruptamente en pos del otro. Éste fue lo suficientemente hábil para dejarlo pasar de largo al usar su Agilidad y situarse a su espalda, desde donde desplegó un Pulso Dragón que su oponente no pensó en esquivar, dado su estado de profunda cólera… y no tuvo oportunidad de pensar en nada más, al caer debilitado.

                        Con un rictus de enfado, Kenji guardó a su dragón e hizo el ademán de retirarse, sin deseo alguno de cumplir con el saludo protocolario que debían realizar los retadores, aun en caso de perder; no obstante, pronto recordó que no tendría su Pokédex de vuelta si no cumplía con ello. Pasada esa formalidad, Ibuki frunció el ceño, al haberse dado cuenta tras ese segundo combate con él del tipo de entrenamiento que había dado a sus Pokémon; era algo que no podía pasar por alto.

                        —Incluiré un reporte con una evaluación preliminar sobre el retador para que quede en el registro de la Federación —glosó Ibuki al acercarse al réferi, quien también parecía contrariado por la falta de deportividad del aludido.

                        Su actitud también había disuadido a Keisuke y los demás de acercarse para preguntarle sobre el gran combate que había tenido; Shiori era quien se lo había tomado mejor, al saber de antemano que Kenji tenía muy mal perder. Viendo la hora, decidieron ir a comer, aunque Danot no tardó en recordar a Tsurio que sus Pokémon seguían esperándolo en el campo de práctica, y tras esto, se quedó algo atrás para poder hablar con Ibuki cuando ésta acabó su conversación con el réferi, quien también se retiró prestamente.

                        —No pareces muy contenta… —Danot iba a añadir “con tu victoria”, pero decidió omitirlo al notar que había subestimado la intensidad del enojo de Ibuki.
                        —Dudo que pueda ganarle por tercera vez… lo he conseguido por poco, pero es el tipo de persona al que preferiría no otorgar mi medalla —admitió en voz baja, sabiendo que ese no era el juicio que se esperaba de un Líder de Gimnasio; sin embargo, era algo que necesitaba decir.
                        —¿Crees que él...? —preguntó Danot del mismo modo, temiendo lo peor.
                        —Lo dudo mucho… —respondió ella, recordando con claridad todos los ataques usados por los Pokémon del atacante—; aunque ambos parecen cortados con la misma tijera... —aseveró, sabiendo que lo único que podía hacer era luchar lo mejor posible contra un contendiente que, de no estar limitado por las reglas, estaría más que dispuesto a matar para ganar.

                        Danot asintió, al tener la misma sensación. Sin contar a los Rockets, era la primera vez que un colega Entrenador le producía esa sensación de peligro, como si no le importase lastimar de manera irreparable a otros con tal de ganar. Lo suyo era disfrutar de las batallas, sin tener que preocuparse por consecuencias que podrían evitarse fácilmente con algo de buena voluntad.

                        —Por cierto, Gouryuu está volando ahora mismo —dijo el chico para intentar distender el ambiente tenso que se había generado con su conversación.

                        Esta mención pareció poner de mejor humor a Ibuki, quien asintió, agradecida; sabía lo mucho que su Charizard amaba volar, tanto como ella y Tenryuu.

                        —Entonces, ¿has podido enseñar a Pyro todo lo que querías que aprendiera? —preguntó la Líder, queriendo también dejar de lado el tema de su último retador.
                        —Dejaré el Envite Ígneo para mañana, porque quiero que por hoy se enfoque en lo demás —respondió con seguridad, no queriendo saturarlo con demasiadas cosas por aprender—; más bien, cuando no te sea inoportuno, querría pedirte ayuda con los ataques de tus otros Pokémon —añadió, mostrándose agradecido por toda la ayuda que le estaba brindando, pero sin querer perjudicarla.
                        —Quizá por la noche, si es que no tengo demasiados retadores —ofreció, sin querer darle falsas esperanzas—; ¿tienes algún plan hasta entonces? —inquirió, con curiosidad por cómo administraría su tiempo.
                        —He prometido a Seiko ayudarla a entrenar luego del almuerzo, aunque al principio quería ir a la ciudad a esa hora para buscar a Akari y preguntarle sobre lo de ayer —explicó, creyendo que el fenómeno que había presenciado podía llevar sus habilidades y las de sus Pokémon a un nuevo nivel.
                        —Es probable que aún esté ahí; sus Pokémon debieron acabar agotados tras la batalla de ayer —Ibuki iba a añadir “y ella también”, pero recordó que Akari parecía tan llena de energía que seguramente tuviese ganas de más combates junto a sus otros Pokémon antes de partir.
                        —Esto mismo pensaba —convino Danot, teniendo la misma impresión sobre la pelirroja—; ojalá me pida una batalla como condición para contármelo —agregó con una sonrisa, deseando medirse contra ella.
                        —¿Te pones así con cada Entrenador fuerte que conoces? —preguntó Ibuki con una media sonrisa irónica, aunque lo comprendía perfectamente; Danot asintió, sin ninguna vergüenza—. Espero que la encuentres pronto, porque también tengo curiosidad por ello —explicó, cuando salían del edificio, con lo que Gouryuu no tardó en avistarla y aterrizar cerca de ambos, para recibir unos cuantos mimos de parte de su Entrenadora.

                        Tuvieron un almuerzo muy distendido, justo lo que todos necesitaban tras lo ocurrido, por lo que incluso el réferi, normalmente parco a la hora de comer, se animó a tomar parte en la conversación. Danot aprovechó ese ínterin para preguntar a Tetsurou si alguno de sus Pokémon sabía Reflejo; éste asintió y le propuso practicarlo en la batalla que tendrían al día siguiente, ya que le daba pereza tener que entrenar de más. Sin otra opción, el chico de Yoshino aceptó.

                        Cuando hubieron acabado y recogido la mesa, a Danot le tocó lavar los trastos tras perder un juego de jan-ken. Se encogió de hombros y se dispuso a empezar, pero para su sorpresa, Seiko se quedó para ayudarle; a fin de cuentas, lo que más convenía a ambos en ese momento era terminar lo antes posible. Así, exactamente a las dos y media, ya estaban en uno de los campos de práctica, listos para empezar.

                        —Entonces, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó Danot, pues su compañera todavía tenía que darle más detalles al respecto.
                        —A pulir mi estilo de batalla —empezó Seiko—; Keisuke se enfoca demasiado en la fuerza, los estilos de los demás son demasiado lentos como para practicar de la manera que querría y pedir esto a la maestra sería interferir con su trabajo —expuso, para que entendiese por qué se lo había pedido precisamente a él.

                        Danot asintió. Había visto que su compañera se enfocaba en la velocidad de sus Pokémon, justo como él había empezado a entrenar a algunos de los suyos, para luego ir combinándolo con un estilo más ofensivo, parecido al de Ibuki, o en concreto, a cómo luchaba Tenryuu. El de Seiko, si debía usar un equivalente entre los Pokémon de la Líder, se parecía más al de Suiryuu.

                        —Y siento que no podré hacerlo hasta que evolucione a estos dos —expresó seriamente al liberar a sus dragones, Dratini y Shelgon.

                        Al verlos, Danot no pudo evitar volver a pensar en lo peculiar que le resultaba que Tsurio y Seiko tuviesen ya un Pokémon de tipo dragón (o que evolucionase en uno) antes de convertirse en aprendices de Ibuki. Dratini no era precisamente lento, mucho menos al utilizar su Agilidad, pero estar limitado a reptar en lugar de volar como sus evoluciones lo ponía en desventaja, mientras que Shelgon sí que era un Pokémon lento y pesado, aunque resistente, muy diferente de su evolución final.

                        —Si no me equivoco, tu Shelgon tiene Danza Dragón; ¿no te sirve hasta que evolucione y puedas enseñarle Viento Afín? —preguntó Danot con curiosidad, sabiéndolo tras haber visto los ataques de Kiryuu.
                        —Preferiría no depender de ello —contestó parcamente Seiko, mientras ponía mala cara; era la primera vez que el chico la veía comportarse así, por lo que le sorprendió un poco.
                        —No insistiré si es el caso, pero saber tus motivos me facilitaría mucho ayudarte —expuso, al resultarle lo más natural entender aquello en lo que iba a involucrarse para hacerlo del modo más efectivo posible.
                        —Promete que no te reirás —pidió seriamente ella, a lo que Danot asintió—; no me agrada el efecto que tienen las técnicas de aumento de fuerza en los Pokémon… la visión de músculos abultados son todo lo contrario de lo que considero luchar de forma veloz y elegante —admitió al bajar la mirada, muy avergonzada.
                        —Y asumo que las técnicas de incremento de ataque especial o defensas son demasiado lentas para ti —dedujo el chico, tomándose el tema con toda la seriedad del mundo, cosa que Seiko agradeció mucho, sintiéndose cada vez menos cohibida—; aunque aún me resulta algo vago tu concepto de “veloz y elegante” —expresó, al querer escucharlo en sus propias palabras para que ambos tuviesen claro hacia qué objetivo dirigirse.
                        —Dar énfasis a la velocidad, usar ataques que no nos quiten impulso, procurar golpear los puntos débiles de nuestros oponentes —explicó Seiko, intentando poner en palabras todos sus sentimientos al respecto.

                        Danot asintió de nuevo, por fin con una idea clara de lo que debían hacer, por lo que sacó a Sparkle y Shady para entrenar en las condiciones que Seiko requería. Así, la ratona se lanzó en pos de Dratini con un Ataque Rápido, pero éste lo esquivó por poco al reptar hacia un lado, para luego usar su Agilidad tras la indicación de su Entrenadora. La velocidad a la que reptaba se incrementó apreciablemente, pero no se acercaba ni por asomo a lo rápido que podía ser un Dragonair volando. Por su parte, Shady exhaló esquirlas de hielo hacia Shelgon, quien no sufrió mucho daño gracias a su gruesa coraza, pero igualmente intentó eludirlos y ganar algo más de velocidad antes de evolucionar; sin duda era lenta, pero no tanto como Kiryuu. La chica de Enju sonrió ampliamente: ese era justamente el tipo de entrenamiento que necesitaban.

                        Estuvieron así por casi una hora, pausas incluidas, tras lo cual guardaron a sus Pokémon y los dejaron en la máquina restauradora de los dormitorios. Durante ese ínterin, Danot se enteró de que Seiko era hija de una reconocida modista tradicional en Enju, de quien había aprendido el arte de diseñar y confeccionar ropa de la mejor calidad, y que había salido de viaje porque necesitaba un tiempo alejada de ella, debido a una importante diferencia de opiniones respecto a sus gustos en cuanto a moda. «Te enseñaré a qué me refiero un día de estos, si quieres», le ofreció amablemente, muy agradecida por la práctica que habían tenido; si seguían así, pronto conseguiría lo que aspiraba a hacer con sus Pokémon.

                        Tras asearse y ponerse su ropa usual, Danot se dispuso a salir a la vez que hacía otra de las cosas que se había propuesto para ese día. Liberó a Pyro y, tras dedicarle una caricia en la cabeza, se subió a su espalda.

                        —¿Listo, compañero? —preguntó al sujetarse bien de él, un poco temeroso todavía, pero si había podido confiar en Tenryuu para esto, ¿cómo no iba a hacerlo con su propio Pokémon?

                        Pyro gruñó afirmativamente y flexionó sus extremidades inferiores, impulsándose hacia el vasto cielo mientras empezaba a batir sus fuertes alas, con lo que ganó varios metros de altura hasta que finalmente afianzó su vuelo, dado el peso adicional del chico. Era una sensación muy distinta a la de volar junto a Tenryuu, dado lo mucho que tuvo que aferrarse al Charizard para mantenerse estable al principio, además del calor que éste emitía. Dicho esto, tenían una vista preciosa de Fusube desde donde estaban, por lo que sobrevolaron los alrededores del Gimnasio por unos instantes antes de dirigirse hacia el parque donde habían conocido a Jin’ya, creyendo que sería el lugar ideal para empezar su búsqueda. Aunque algo frío, el viento que acariciaba sus rostros resultaba agradable, y por primera vez, Danot fue capaz de disfrutar por completo la sensación de volar, con el miedo deviniendo en emoción y una sensación de libertad como nunca había sentido en su vida. «¿Es lo que Pyro sintió tras evolucionar?», se preguntó, y para su sorpresa, el lagarto asintió con un gruñido, al adivinar lo que estaba sintiendo. Rieron juntos, justo antes de llegar al laberinto de árboles que era el parque central de Fusube. Descendieron lo suficiente para poder reconocer a Akari en caso de verla, aunque Pyro debió tener cuidado de no golpear las ramas con sus alas o cola al girar en los intrincados caminos del lugar; sin duda, era más fácil recorrerlo a pie.

                        La visión de un Charizard negro sobrevolando el parque llamó la atención de más de uno, y quienes no estaban combatiendo o concentrados en su propio entrenamiento lo siguieron como pudieron, llenos de curiosidad. Tras unos minutos así, Danot y Pyro hallaron a quien buscaban cerca de la laguna en la sección sud-oriental, donde un fiero can de piel anaranjada con rayas negras y tupido pelaje beis luchaba contra un enorme Gyarados dirigido por, cómo no, Kenji de Tokiwa. Percatándose del alboroto que habían producido con su paso por el parque, decidieron seguir sobrevolando el área hasta que el combate terminase, aunque habrían preferido poder presenciarlo de cerca.

                        Ambos Pokémon en la superficie se veían claramente extenuados, al llevar varios minutos luchando sin poder dominar al otro. El aliento que su improvisado público les otorgaba no tenía nada que envidiar al de las batallas preliminares de la Conferencia Plateada, considerando el gran espectáculo que Akari y Kenji les estaban brindando. Finalmente, el Arcanine de la chica evitó por los pelos una potente Hidrobomba y saltó hacia su contrincante mientras se cubría de electricidad. Sabiendo lo que venía, Kenji ordenó al Gyarados sumergirse de inmediato, como había hecho antes, pero su agotamiento le impidió reaccionar a tiempo y recibió de lleno ese intenso Voltio Cruel; el Pokémon ígneo, aún resintiendo el retroceso de su propio ataque, usó la cabeza de su ya debilitado oponente como plataforma para brincar hacia la orilla y retornar con la pelirroja. Por su parte, el enfadado chico de Tokiwa no tardó en guardar a su Pokémon y tuvo que hacer de tripas corazón para mantener su ecuanimidad delante de toda esa gente; se dijo a sí mismo una y otra vez que sin esa batalla no habría podido afinar su plan de batalla contra Ibuki. Así, se llenó de aplomo para ir a felicitarla, preguntándose cómo alguien tan menuda y aparentemente indefensa podía ser tan buena Entrenadora, y le dio un apretón de manos con toda su fuerza y saña; para su sorpresa, Akari se lo correspondió con la misma intensidad y una sonrisa de oreja a oreja. Sabiéndose derrotado por el momento, Kenji no tardó en desaparecer entre la multitud mientras se bañaba en exclamaciones de apoyo por su gran desempeño; sin duda, era un Entrenador muy popular a pesar de su pésimo carácter. Y la pelirroja no parecía quedarse atrás, a pesar de ser una figura bastante nueva en la escena competitiva de Johto, siendo ovacionada por el público mientras mimaba a su Arcanine.

                        —¡Gracias por todo, Hikari! —le dijo con cariño, para luego hacerlo volver a su Poké Ball—. ¡¿Quién más quiere luchar?! —preguntó a todo pulmón, muy motivada tras esa reñida batalla.

                        Fue en este momento que todos los aplausos y ovaciones se detuvieron de sopetón. Todos los presentes habían gozado del espectáculo que esos dos les habían dado, pero el prospecto de medirse contra semejante oponente echó para atrás a más de uno. Pronto, un ruido seco a unos metros de la pelirroja llamó la atención del gentío, justo donde Danot y Pyro acababan de aterrizar.

                        —¡Qué lindo! —casi sin pensarlo, Akari se lanzó a abrazar al Charizard brillante, ignorando por completo a su Entrenador.

                        Y la atmósfera se distendió de inmediato con esta muestra de espontaneidad, la que causó risas y ligeros chillidos enternecidos por parte de varios espectadores. A pesar de agradarle el contacto con la humana, cuyo aroma se le antojaba conocido, Pyro miró con cara de cachorrito a Danot, al no saber cómo quitársela de encima con delicadeza; éste se limitó a aproximarse y carraspear para llamar la atención de Akari.

                        —Oh, ¿quieres luchar conmigo? —preguntó, risueña, sin soltarse de Pyro; su interlocutor le sonaba de algo, pero no acababa de recordar de qué.
                        —¡Me encantaría! —respondió un entusiasmado Danot, aunque no tardó en recuperar la compostura al recordar por qué estaba ahí realmente—. Aunque también quería preguntarte sobre lo que pasó ayer con Reidam —añadió, algo más serio.

                        Para su gran sorpresa y la de toda la gente a su alrededor, la pelirroja se lanzó a abrazarlo tan enérgicamente como lo había hecho con Pyro.

                        —Te lo contaré, pero no aquí —susurró Akari con tono inesperadamente circunspecto, sin querer que nadie más escuchase esto—; ¡claro que lucharé contigo! —exclamó tras separarse del chico, para algarabía de quienes los rodeaban.

                        Danot asintió tras recuperarse de la impresión, suponiendo que Akari quería ser discreta al respecto, por lo que decidió seguirle la corriente. Para decepción de los espectadores, guardó a Pyro tras agradecerle el relajante vuelo que habían tenido, pues quería probar a Shizuru en una batalla real. Por su parte, Akari liberó al único Pokémon de su equipo que aún no había luchado: un simio de pelaje marrón claro y blanco con una imponente melena ígnea; brillantes adornos dorados cubrían sus hombros, rodillas, pecho y el reverso de sus manos, de dedos azules como los de sus pies. Aunque era notablemente más pequeño que su Entrenadora, se le notaba muy confiado; era más que evidente que ambos llevaban mucho tiempo entrenando juntos.

                        Sin dilación, Danot liberó a Shizuru en la laguna, prestando especial atención a su posible reacción delante de tanta gente, que dejó escapar expresiones de admiración al notar que también era brillante. La Seadra recorrió el entorno con la mirada al verse fuera del Gimnasio, recordando la promesa que Danot le había hecho el día anterior, pero al no encontrar a quien buscaba centró toda su atención en el oponente que tenía delante.

                        —¡Justo lo que queríamos, otro tipo agua para derrotar! —exclamó una emocionada Akari, más que dispuesta a afrontar el reto extra que significaba encarar a un Pokémon con ventaja—. ¡Goudan, Garra Umbría! —ordenó súbitamente.
                        —¡Retrocede y Pistola de Agua! —indicó Danot, habiendo liberado adrede a Shizuru cerca de la orilla.

                        Las manos del Infernape se llenaron de energía espectral que tomó la forma de tres zarpas afiladas con las que se abalanzó sobre la Seadra, quien nadó hacia atrás y disparó en el acto una delgada columna de agua a presión que éste evitó con un ágil brinco. Shizuru continuó con esos ataques por indicación de Danot, pero el simio los siguió evadiendo con destreza, aunque cada vez menos margen, hasta que uno acertó su espalda y le hizo trastabillar, obligándolo a improvisar una hábil pirueta con la que logró reincorporarse y exhalar un Lanzallamas para bloquear un disparo que de otro modo habría recibido en plena cara.

                        —¡Menuda puntería! —exclamó una muy impresionada Akari, sentimiento que su Pokémon claramente no compartía—. ¡Danza Espada! —indicó enseguida, cada vez más entusiasmada.
                        —¡Sigue con Pistola de Agua! —ordenó Danot, con lo que Shizuru mantuvo su ataque y, sobre todo, su distancia de la orilla.

                        Goudan empezó a girar sobre su eje sagital mientras se iba moviendo erráticamente sobre la hierba, con lo que eludió buena parte de los disparos de la Seadra, y los que lo alcanzaron se vieron mermados por su acción rotatoria y la distancia entre ambos. Ver cómo el mono evitaba ser lastimado al mismo tiempo que se fortalecía llevó a Danot a plantearse si debía ordenar ya una Anulación, pero decidió esperar un poco; a fin de cuentas, una Entrenadora especialista tan formidable como la pelirroja debía tener algún as oculto para contrarrestar la desventaja de tipo, aparte de la megaevolución.

                        —¡Roca Afilada! —indicó súbitamente Akari, sacando a Danot de su ensimismamiento.

                        Goudan, cuyos músculos de las extremidades y cola estaban sumamente abultados, dio un fuerte puñetazo al suelo que causó que un gran número de aguzadas piedras del tamaño de un puño saliesen expelidas hacia arriba por el flanco derecho de Shizuru, rozando su aleta lateral. Fue entonces que Danot se percató de que la laguna no era demasiado honda, cosa en la que no había reparado al haber observado la batalla anterior desde las alturas; asimismo, la fuerza adicional brindada por la Danza Espada compensaba por mucho la resistencia del agua.

                        —¡Agilidad y Rayo Burbuja! —indicó Danot, sospechando ya qué ataque querría utilizar su oponente para ganar, dada su insistencia de obligar a Shizuru a aproximarse a la orilla.

                        Goudan continuó golpeando el suelo, con lo que más proyectiles de roca emergieron desde la base de la laguna, mas a Shizuru no le costó demasiado habituarse a ese ritmo de ataque y evadirlos, al saber ya a qué se enfrentaba. Sintiéndose más ligera, exhaló un sinfín de burbujas de tamaño mediano, pero al ser relativamente lentas, el Infernape pudo eludirlas con un grácil salto y dar otro puñetazo al suelo antes de esquivar otra andanada; sin embargo, no tardó en encontrarse completamente rodeado por éstas, lo que sus oponentes habían querido desde el principio.

                        —¡Danza Espada y ve hacia tu izquierda! —ordenó Akari, cada vez más y más emocionada por cómo se estaba desarrollando el combate.
                        —¡No lo dejes! ¡Acércate y córtale el paso con Dragoaliento! —indicó Danot, sabiendo que tarde o temprano tendría que arriesgarse para tener la oportunidad de vencer a una oponente como esa.

                        El simio volvió a rotar sobre su eje sagital y se dirigió hacia la dirección indicada, en tanto Shizuru, comprendiendo la intención de Danot, se aproximó a la orilla a la vez que exhalaba su ráfaga de aliento desde su derecha, para obligar a su oponente a regresar hacia donde estaban las burbujas que no había hecho estallar con su acción giratoria. Sin embargo, el hábil Goudan dio un impresionante brinco al aprovechar su propia fuerza e inercia mientras dejaba que las burbujas estallasen con el paso del Dragoaliento, con lo que dejó de girar en el aire y preparó sus puños para la orden que llevaba rato esperando.

                        —¡Goudan… HEART BREAKER! —ordenó Akari a todo pulmón, mientras el mono descendía con los puños llenos de chispas, listo para dar una buena sacudida a su oponente.

                        Los espectadores gritaron llenos de emoción ante semejante maniobra, aunque la mayoría no pudo evitar extrañarse ante el nombre empleado por la pelirroja, al ser claramente un Puño Trueno.

                        —¡Shizuru, Anulación! —exclamó Danot, tan enfocado en anticiparse a ese ataque que no reparó en cómo había sido comandado.
                        —¿Eh? ¿Ha dicho “Shizuru”? —pensó una sorprendida Akari, preguntándose si acaso había oído bien.

                        Regresó a la realidad al ver a su Infernape suspendido en el aire, con su puño izquierdo a apenas unos centímetros del rostro de su oponente, cuyos ojos fulguraban de un intenso color azul; a ésta le había costado horrores detener a Goudan, quien debía tener por lo menos tres niveles de aumento de fuerza física, más de los que Danot estaba habituado a ver. Haciendo un gran esfuerzo, Shizuru lanzó al mono contra el suelo, pero éste no tardó en reincorporarse e intentar asestarle una Garra Umbría, sólo para recibir de lleno un Rayo Burbuja.

                        —¡Goudan! —lo llamó una preocupada Akari, pues a pesar de su gran fuerza, era también muy frágil en el aspecto defensivo; recibió un chillido y una mirada confiada como respuesta—. ¡Entonces, Roca Afilada! —ordenó, sabiendo que tendrían que hacer tiempo hasta que acabase el efecto de la Anulación o ganar de otro modo.
                        —¡Evádelo y sigue con Rayo Burbuja! —indicó Danot de inmediato, preguntándose si debía continuar acorralando al Infernape con ese ataque o eliminar su incremento; era cierto que no era demasiado peligroso si no podía alcanzar a Shizuru, pero no podía confiarse contra ese par.

                        Goudan dio otro puñetazo al suelo, pero nada ocurrió, para sorpresa de todos; más de uno supuso que éste había consumido ya la energía necesaria para utilizar ese potente ataque, los denominados “puntos de poder” o “PP” entre los más enterados del tema. Akari dejó escapar una risita nerviosa, mientras su Pokémon eludía como podía las burbujas de Shizuru, las cuales volvían a rodearlo. Era la oportunidad que Danot estaba esperando.

                        —¡Shizuru, Niebla Clara! —ordenó enseguida, listo para aprovechar esa coyuntura.
                        —¡Sí! ¡Ha dicho “Shizuru”! —exclamó Akari, muy emocionada a pesar del revés que habían sufrido, para extrañeza de quienes tenía más cerca—. ¡Goudan, hora del gran final! —exclamó, habiéndose decidido ya a terminar el combate—. ¡Salta y… FIRE SOUL BREAKER! —gritó a viva voz, desbordando pasión y sentimiento.
                        —Espera… ¡¿qué?! —fue la reacción de un pasmado Danot.

                        Goudan dedicó una mirada de “¿otra vez esto?” a la pelirroja antes de saltar para eludir el disparo de humo blanco de Shizuru, mientras su melena flamígera ardía más intensamente y su pierna derecha se rodeaba de fuego, con lo que se abalanzó sobre su contrincante. Un fugaz recuerdo surgió en la mente de Danot, pero tuvo que apartarlo de un manotazo figurado para enfocarse en la situación y ordenar a su Seadra retroceder y contraatacar con Pistola de Agua. Sin embargo, ni con eso pudo detener el efecto combinado de la gravedad y la gran fuerza del simio, por lo que recibió una veloz patada descendente en pleno torso que la hizo retroceder varios metros. Terca a pesar de haberse quedado casi sin aliento, se quitó de encima a Goudan con un certero cabezazo al diafragma mientras su cola brillaba de color blanco, mandándolo a volar hasta la orilla; exhibiendo una vez más su destreza, el mono se las arregló para aterrizar de pie, algo maltrecho, pero aún dispuesto a luchar, como demostró con una sonrisa socarrona. Por su parte, Shizuru había recibido un daño apreciable al ser golpeada en un punto vulnerable, además de varias quemaduras en el torso; no iba a resistir mucho más en ese estado.

                        —¿Shizuru? —la llamó Danot, queriendo asegurarse de que quería continuar combatiendo a pesar de ello.
                        —Tuu —respondió débilmente ésta; el impacto le había afectado más de lo que creía en un principio, como sintió al nadar e intentar volver a atacar, mientras Akari y Goudan aguardaban a que diese señales de recuperación.
                        —Gracias, ya has hecho suficiente —le dijo suavemente Danot, a lo que la Seadra asintió y se dejó guardar, recibiendo en el proceso una pequeña ovación por el espectáculo ofrecido.

                        Una emocionada Akari saltó como un resorte para abrazar a Goudan, quien no la detuvo a pesar de sentirse algo incómodo con ello. Si bien llevaban muchos años juntos, aún no se había habituado a su carácter tan efusivo, aunque sí a su peculiar forma de ordenar ataques cuando se entusiasmaba más de la cuenta; lo realmente importante para él era que su Entrenadora estaba contenta, y con esto le bastaba.

                        Akari no tardó en guardarlo al notar que Danot se acercaba, con la intención de felicitarla por su victoria; no obstante, antes de que él pudiese decir algo, lo cogió de la mano y lo llevó a toda prisa fuera del gentío que aún los rodeaba, no sin saludar y despedirse de todos ellos. Al recordar lo ocurrido antes de su combate, el chico se dejó arrastrar sin rechistar, procurando mantener el veloz ritmo de su acompañante; sin duda su energía y vitalidad no parecían tener límite, pues al salir del parque aún estaba fresca como una lechuga.

                        —¡Ay, lo siento! —se excusó Akari al percatarse de que Danot estaba encorvado y apoyaba las manos en los muslos mientras intentaba recuperar el aliento.
                        —Ya está… no te preocupes… —contestó él, tan suavemente como le permitió su garganta seca; fue en ese momento que realmente agradeció todo el ejercicio que había comenzado a hacer desde su llegada al Gimnasio de Ibuki.
                        —Sobre tu pregunta… me gustaría ir a un sitio más privado para decirte lo que sé —pidió, mientras bajaba la mirada y jugaba nerviosamente con la punta de su trenza.

                        Danot asintió, entendiendo que a una persona tan honesta y efusiva como Akari le costase guardarse las cosas, lo cual explicaba su comportamiento; se figuró que debía tener una buena razón para intentar ser discreta en ese momento.

                        —¿Dónde sería esto? —preguntó con curiosidad, dedicándole una mirada llena de aprecio.
                        —Vamos primero al Centro Pokémon y luego te mostraré el lugar, que está muy cerca; ¡ya verás que te gustará! —afirmó Akari con una sonrisa radiante, desprendiendo entusiasmo, tras lo cual le instó a caminar—; a todo esto, ¿te gusta Shizuru? —preguntó inocentemente, al llevar ya un rato largo queriendo sacar el tema.

                        «¡Claro que me gusta! No entreno Pokémon que no me agraden», iba a responder Danot, cuando reparó en cómo Akari había acabado su batalla. En ese momento le había tomado muy por sorpresa, entre la emoción del combate y su deseo de ganar, pero con la mente más clara, finalmente pudo atar los cabos. Dejó escapar una risa muy suave, casi sin creérselo; como si el nombre de su Infernape no hubiese sido ya lo suficientemente obvio…

                        —Sí, era mi personaje favorita —admitió, algo sonrojado, pues había sido su primer amor ficticio; le había pillado en plena pubertad y no le avergonzaba en lo absoluto, pero como otras cosas sobre sí mismo, no era algo que compartiese con frecuencia.
                        —Era genial, aunque siempre preferí a Anna —declaró orgullosamente Akari, al sentirse muy identificada con la susodicha.
                        —Ya se nota —respondió Danot, riendo levemente; sin notarlo, se había distendido mucho hablando de esto con ella.

                        El trayecto al Centro Pokémon se les hizo cortísimo al rememorar ese anime, sus mejores momentos y lo que les había impresionado con sus giros argumentales; una vez ahí, Akari dejó a todo su equipo y Danot hizo lo propio con Shizuru. Éste se extrañó al no ver a Teina, lo que le hizo suponer que debía ser su día libre o le había tocado el turno de mañana, pues los Centros Pokémon “pequeños” eran llevados por un equipo de al menos cuatro enfermeras. Dado que el tratamiento iba a tardar un poco, decidieron ir al lugar que Akari había elegido… el cual resultó ser una tienda de videojuegos. Al menos tenía razón en que sería más privado, pues a esa hora estaba prácticamente vacía, y los pocos presentes ahí no eran precisamente Entrenadores.

                        —Aunque sé cómo usar la megaevolución, desconozco su origen o historia —admitió Akari en voz baja mientras oteaba las estanterías, buscando algo en concreto.
                        —Lo que puedas decirme bastará —contestó Danot con el mismo volumen, sin dejar ver la leve decepción que sentía; le consoló pensar que al menos no terminaría con menos de lo que había empezado.
                        —¡Ah, aquí está! —profirió ella con entusiasmo al asir un pequeño estuche de plástico con una ilustración de varios robots y una enorme nave espacial pirata en un llamativo fondo rojo—. ¿Sabes lo que los seguidores de la saga llevan esperando para que incluyeran esta serie en un juego? ¡Más de veinte años! ¡Más tiempo del que hemos vivido! —explicó, risueña, mientras señalaba al robot rojo en el centro de la formación.
                        —“Un deseo inquebrantable hecho realidad” —leyó él, sonriendo; algo había escuchado al respecto, y aunque conocía la saga, nunca se había dado el tiempo para jugarla.

                        Por curiosidad y como una forma de tener un recuerdo tangible de una ocasión que ya se había hecho memorable, Danot decidió coger también una copia y jugarla cuando regresase a casa, a manera de descanso de sus viajes… la idea no le desagradaba en lo absoluto, siempre que la conversación que debía tener con sus padres acabase bien.

                        Después de pagar por los juegos y comprar unas golosinas disponibles en el mostrador, se dirigieron a una de las pocas mesas dispuestas cerca del ventanal que daba a la calle, quizá el lugar más vacío de la tienda. Sus sillas eran pequeñas pero increíblemente cómodas.

                        —Recibí la piedra activadora y mi primera megapiedra hace dos años, antes del incidente en la montaña Entotsu; mis amigas y yo estuvimos involucradas en ello, aunque la policía no lo mencionó en su informe público por nuestra seguridad —narró en voz baja, recordando bien las circunstancias que la habían llevado a ser parte de su resolución—; por lo que me dijo quien me las dio, el Entrenador debe tener una piedra activadora y su Pokémon, una megapiedra compatible —explicó a continuación, queriendo mantenerlo en términos sencillos.

                        Danot asintió al recordar vagamente noticias sobre ese incidente, quizá el mayor conflicto que habían tenido los equipos Magma y Aqua en Hoenn. A su vez, los objetos mencionados por Akari parecían ser poco comunes y compatibles con sólo unas cuantas especies, entre ellos Charizard y alguno de los otros Pokémon de su equipo. De lo que sí estaba seguro era de que la persona que se las había dado debía tener un conocimiento considerable sobre ese fenómeno y acceso a varias clases de megapiedras, dada la mención de sus amigas.

                        —Se suponía que deberíamos habérselas devuelto, pero tras lo ocurrido, él insistió en que nos las quedáramos por nuestra propia seguridad y que fuéramos discretas en su uso —expuso Akari, sin entrar en más detalles, aunque a Danot le pareció ver en su expresión que en verdad aún tenía cosas por decir.

                        No queriendo ponerla en un aprieto, Danot asintió en silencio. Entendió que algo tan raro y poderoso fuese a llamar mucho la atención, sobre todo de quienes ya lo conociesen… no pudo evitar sentir un escalofrío al recordar su experiencia con los Rockets. Aún tenía esto demasiado fresco, lo cual le llevó preguntarse si acaso Akari no había temido alguna vez encontrarse de nuevo con esas bandas criminales.

                        —Cuando Reidam megaevoluciona, ¿se convierte en una tipo fuego y dragón? —preguntó Danot para cambiar de tema, más por la comodidad de ambos que por su propia curiosidad.

                        Ésta asintió enseguida y con gran entusiasmo, al haber recordado por fin por qué Danot le sonaba; no era de extrañar que un aprendiz de un Gimnasio especializado en Pokémon de tipo dragón se hubiese dado cuenta de aquello.

                        —¿Qué otro de tus Pokémon puede megaevolucionar? —inquirió a continuación, creyendo que daría una alegría a Ibuki con la respuesta que acababa de recibir.
                        —La primera megapiedra que recibí fue la de Yami, mi Houndoom; la de Reidam me la dio Katsura, tras acabar mi entrenamiento en su Gimnasio —explicó animadamente, a pesar de estar revelando información muy importante.

                        Lo único que Danot sabía sobre Katsura era algo que Yamen había contado hacía tiempo, sobre que había sido el Líder de Gimnasio más fuerte de Kanto hasta la llegada del Líder más reciente en Tokiwa, un tal Sakaki. Tras dicha respuesta, ambos se quedaron sin saber qué más decir, o esto le pareció al chico al ver que Akari cogía su SmartRotom, por lo que supuso que ya había revelado todo lo posible; no tenía quejas, había recibido más información de lo esperado. Conjeturó que la persona que le había dado su primera megapiedra prefería mantenerse en el anonimato, y aunque deseaba aprender más de todo ello, no quería pasar por encima de los sentimientos y compromisos de su nueva amiga. En cambio, se permitió fantasear con cómo sería tener una batalla épica contra ella en la Conferencia Plateada, en la que suponía que también iba a participar.

                        —¿Danot? —lo llamó Akari, al notarle ensimismado.

                        El nombrado reaccionó en el acto a esto, encontrándose a un palmo de la cara la pantalla del móvil de la pelirroja; ahí vio un nombre que se le antojó conocido y un número telefónico, además de los de Akari. Al entender lo que ésta estaba haciendo, sacó el suyo y los registró sin dilación.

                        —Pensaba que… —balbuceó él, aún sin poder acabar de asimilar lo que estaba ocurriendo.
                        —Lo sé, pero he decidido confiar en ti; siento que eres una buena persona y he podido ver lo mucho que aprecias a tus Pokémon —respondió Akari con una sonrisa sincera, mientras sus ojos color caoba parecían brillar como el fuego por la pasión que ambos compartían.
                        —¿Lo dices en serio? —cuestionó Danot, muy sorprendido por ese razonamiento, a pesar de sentirse honrado por sus cálidas palabras.
                        —¡Sí, del todo! ¡Dudo que alguien que ama y entiende el alma del género SR como yo sea mala persona! —admitió con completa sinceridad y un leve sonrojo, preguntándose qué habría dicho Kai al oír tal cosa; no pudo evitar reír por dentro al rememorar su viaje con ésta y Kururi, corto pero muy significativo para todas ellas.

                        Danot no supo si reír o increparle por semejante respuesta, pero optó por lo primero, muy agradecido por su confianza y aprecio.

                        —Lo único que te pediré es que no le llames a menos que visites Hoenn, para que pueda saber enseguida quién eres y por qué he confiado en ti —pidió sentidamente Akari, sabiendo que esa persona lo entendería, dada su usual disposición amable y reflexiva—; a mí me puedes llamar siempre que quieras —ofreció a modo de compensación, con una gran sonrisa.

                        Queriendo honrar esa confianza y considerando que esto sería lo mejor en cualquier caso, además de proveerle otra razón para seguir viajando, Danot prometió hacerlo así. Tras acabar las golosinas que habían comprado, fueron a recoger a Shizuru, Goudan y los demás.

                        —¿Qué harás ahora? —preguntó una curiosa Akari, mientras salían del Centro Pokémon.
                        —Volveré al Gimnasio y seguiré entrenando con Pyro y los otros; quiero aprovechar estas dos semanas al máximo antes de partir hacia Shirogane —explicó Danot; a pesar de considerar esa salida más que provechosa, sabía que todavía tenían mucho trabajo por hacer.
                        —¡¿Vas a participar en la Conferencia Plateada?! —exclamó Akari, muy sorprendida—. Y yo creyendo que sólo eras un aprendiz de Ibuki… ¡lo siento mucho! —se excusó, evidentemente avergonzada.

                        Danot se apuró en asegurarle que no pasaba nada y no hacía falta ninguna disculpa; a fin y al cabo, no se había dado la situación de explicarle que la Líder le había invitado a entrenar con sus aprendices.

                        —Y pensar que cuando conocí a Kai, Ibuki no pudo aceptarla como aprendiz porque, según su abuelo, aún no estaba lista para adiestrar a nadie —comentó Akari, recordando lo frustrada que se mostró su amiga cuando le contó esto, durante una de sus muchas noches acampando al aire libre—; se lo diré, aunque seguramente ya lo sepa —expresó con entusiasmo, deseando que la susodicha conociese también a su nuevo amigo.
                        —¿Y tú, qué harás ahora? —preguntó Danot tras asentir, sintiendo curiosidad tanto por sus planes como por la prima de Ibuki.
                        —Creo que me tomaré unos días para entrenar y probar el juego antes de partir a Wakaba; porque es desde ahí que debemos partir hacia Shirogane, ¿verdad? —inquirió con expresión de duda, pues al no ser nativa de Johto no tenía la seguridad de recordar bien los nombres de los lugares a los que debía ir; había sido por esto que había acabado accidentalmente en Kogane, cuando recorría Kanto por las medallas, tras haber ganado la de Yamabuki.
                        —Sí, es ahí —afirmó él, con una sonrisa—; entonces, quedemos un día de estos para otra batalla o entrenar —propuso, emocionado ante la idea de volver a enfrentarla.
                        —¡Claro que sí! —Akari aceptó encantada, demostrándolo con un fuerte abrazo.

                        Danot supo entonces cómo se había sentido Ibuki después de su combate con la pelirroja. A diferencia del abrazo falso en el parque, éste fue cálido, sincero y muy firme, acompañado de una dulce sonrisa que vio al bajar la mirada, pues su amiga como mucho le llegaba a la altura del mentón. Tras separarse, el chico liberó a Pyro, quien, tras recibir algunas caricias de Akari, se elevó junto a su humano para volver al Gimnasio.

                        A diferencia del día anterior, Danot pudo ver a algunos de sus compañeros entrenando en los campos cercanos a los dormitorios, donde aterrizó para recoger a Shady y Sparkle. Al ver la piscina vacía supuso que Tsurio estaba descansando, lo cual agradeció, pues quería hablar con Shizuru antes de retomar su entrenamiento. Tomó sus Poké Balls y saludó a Keisuke y Seiko de camino a su destino, donde liberó a sus cinco Pokémon; no tardó en indicar a Alfa que eludiese las Alas de Acero de Pyro y a Sparkle y Shady que intercambiasen Ataques Rápidos. La Seadra observó a sus compañeros con atención, preguntándose qué planeaba su Entrenador para ella.

                        —¿Cómo estás, Shizuru? ¿Ya mejor? —preguntó Danot al acariciarle suavemente la cabeza, recordando su estado tras esa potente Patada Ígnea de Goudan.

                        La hipocampo se sorprendió un poco por ese contacto, pues la piel de su humano se sentía muy lisa en comparación a las escamas de sus congéneres, incluso agradable. Supuso que éste todavía estaba preocupado por lo ocurrido, por lo que lo vio directamente a los ojos, para que notase que ya estaba bien… aunque con ello, su intensa mirada también develó algo más que cruzaba por su mente en ese preciso momento.

                        —Tampoco has quedado satisfecha con esa derrota, ¿verdad? —preguntó Danot tras ese significativo intercambio visual, pues se sentía exactamente igual.

                        Shizuru asintió, aunque no era la derrota a manos de Goudan lo que le preocupaba, sino lo que esto acarreaba: si había perdido así una batalla amistosa, ¿qué garantía tenía de poder defenderse en una donde su vida estuviese en peligro, como cuando encontrase de nuevo al perpetrador de la masacre en la Guarida Dragón? ¿Podría realmente proteger a su Entrenador y a sus compañeros? Sin notarlo, su breve tiempo con ellos le había hecho apreciarlos más de lo que había querido admitir para sí misma. Volvió a fijar su mirada en la de Danot, deseando que éste entendiese lo que sentía, lo que quería hacer, lo que debía hacer para lograr su cometido. El chico sintió un intenso escalofrío bajándole por la espalda al verla así de determinada.

                        —¿Has decidido evolucionar, Shizuru? —preguntó, todavía remecido, a pesar de saber ya la respuesta.

                        La aludida asintió pronta y firmemente, preparada para todo lo que esto implicaba.

                        —De acuerdo. Por ahora, sigue practicando tu Bote, mientras voy a buscar a Ibuki —indicó, al recordar que ésta había mencionado que tenía el objeto necesario para su evolución.

                        Danot no tardó en volver a los dormitorios y hallar a la Líder y Tsurio en la sala de estar, la primera reposando un poco tras todas las batallas que había tenido mientras él estaba fuera, y el segundo usando su portátil.

                        —Veo que finalmente han tomado una decisión —comentó Ibuki con una media sonrisa al ver a Danot, sabiendo que solamente había una cosa por la que podría estar buscándola en ese momento; sin decir más, se levantó y fue a su habitación a buscar lo que éste necesitaba.
                        —¿También vas a evolucionar a tu Seadra? —preguntó Tsurio tras acabar el análisis de los últimos combates de su maestra.

                        Danot asintió, pero no tuvieron tiempo de decir mucho más, ya que Ibuki volvió con un par de gruesas y duras escamas azules atravesadas por hilos rojos que entregó a ambos, tras lo cual los acompañó a la piscina, al no querer perderse aquello. Al llegar, encontraron a Shizuru aún practicando su Bote, mientras Sparkle y Shady se habían detenido para recobrar el aliento; Pyro y Alfa se veían algo más frescos, pero su humano les instó a reposar igualmente, mientras se ocupaba de la Seadra. Tsurio también liberó al suyo en el agua, con lo que ambos colocaron las escamas a manera de collar y esperaron; sin embargo, nada aconteció. Ibuki permaneció en silencio, aguardando a que ellos mismos se diesen cuenta de qué faltaba.

                        —¿Será que debemos hacer algo más? —inquirió un dubitativo Tsurio, mientras los Seadra intercambiaban miradas de no saber qué hacer.
                        —¿Y si probamos con que luchen entre sí? —sugirió Danot, suponiendo que esos objetos no debían tener un efecto inmediato, a diferencia de las piedras evolutivas.

                        Entendiendo la intención de sus Entrenadores al verlos dirigirse hacia las zonas técnicas, ambos Seadra se alejaron entre sí todo lo posible; Ibuki no tardó en salir del campo, satisfecha por que lo hubiesen descubierto por su propia cuenta.

                        Shizuru empezó con su Pistola de Agua, mas su oponente no tardó en desplegar una densa cortina de humo por indicación de Tsurio para mermar su excelente puntería. Observó a Danot de reojo y éste asintió, por lo que liberó en el acto una retahíla de burbujas que barrió la zona cubierta por ese vaho negro; para su sorpresa, éstas pasaron de largo sin explotar, lo que sólo podía significar que…

                        —¡Agilidad! —indicó Danot de inmediato, con lo que Shizuru empezó a nadar rápidamente por la zona despejada de la piscina, eludiendo así dos o tres Pistolas de Agua provenientes del fondo de la piscina.

                        Se notaba que Seadra era con diferencia el Pokémon más fuerte de Tsurio, quien sonrió a pesar de saberse en desventaja. Era muy consciente de que no era el aprendiz más destacado de Ibuki, pero también lo era de lo mucho que había mejorado desde su llegada al Gimnasio, lo cual pensaba demostrar en ese momento.

                        —¡Hidrobomba! —ordenó prestamente al dejarse llevar por su entusiasmo, justo cuando su Seadra emergía del agua.
                        —¡Bloquéala con Dragoaliento! —indicó Danot, queriendo probar algo distinto.

                        Shizuru no tardó en desplegar una potente ráfaga de aliento que contuvo a la Hidrobomba a mitad de la alberca, gracias al mayor nivel de su usuaria y su resistencia a ese tipo. En medio de esa pugna, los hipocampos sintieron que de las escamas que llevaban a modo de colgantes empezaba a manar una sensación muy cálida que no tardó en extenderse por sus cuerpos; así, ambos empezaron a brillar intensamente de color blanco, acrecentándose su masa y tamaño hasta convertirse en imponentes Kingdra. Ibuki sonrió complacida, al igual que sus respectivos Entrenadores, quienes se vieron con creciente complicidad y se dispusieron a continuar con el combate… de no haber sido por la llegada de Tetsurou, lo cual sólo podía significar una cosa.

                        —Enseguida estaré ahí —expresó una circunspecta Ibuki, lamentando tener que perderse de ese enfrentamiento.

                        Danot y Tsurio no dudaron en dejar la batalla para otro momento, sintiendo que era algo que le debían a la Líder. El aprendiz no tardó en seguirla tras guardar a su Kingdra, mientras el otro se preguntaba qué debía hacer. A pesar de desear reanudar la práctica con sus Pokémon, había empezado a sentir el trajín del día, por lo que decidió instarles a continuar descansando mientras él iba a observar la batalla de Ibuki, buscando la inspiración que requería para acabar de decidir cómo entrenar a los otros que aún tenía en casa. Se apresuró en alcanzarlos, justo cuando Keisuke y Seiko se les unían tras dar por concluidos sus propios entrenamientos; poco después, Shiori hizo lo mismo, al haberse enterado por Tetsurou de la presencia de un retador.

                        El grupo no tardó en llegar al campo de batalla principal, donde hallaron al réferi tomando los datos del retador… y casi se les cayó la mandíbula de la sorpresa con lo que vieron: cabello rojizo en punta, como si estuviese pasado de gel; un elegante traje negro con acentos rojos de forma rectangular y una estilizada capa de color borgoña. ¿Qué hacía el mismísimo Wataru ahí, anunciado como un retador por Tetsurou? Sin embargo, cuando sus confiados ojos marrones se fijaron en los recién llegados, éstos pudieron notar que su tono de cabello era distinto, cobrizo en lugar del carmesí que creían haber visto en un principio. Además, Ibuki se percató de que el susodicho era un par de centímetros más bajo que su primo, quien había comenzado a llevar ese peinado para disimular que ella era más alta, pues esto siempre le había acomplejado un poco.

                        Más de uno se sintió decepcionado de que el retador no fuese el auténtico Wataru, a pesar de saber que era improbable que éste se presentase así en cualquier Gimnasio, pues su puesto como Campeón le exentaba de tener que renovar sus medallas cada diez años, como cualquier otro Entrenador que no fuese parte del Alto Mando. Todos supusieron que el chico debía ser un gran admirador suyo para llegar al extremo de emularlo así, pero ninguno se atrevió a formular una pregunta que podría resultar muy impertinente.

                        —Bienvenido al Gimnasio de Fusube —lo saludó Ibuki al acercársele, queriendo romper el incómodo silencio que había llenado la sala; éste asintió sin quitarle la mirada de encima.

                        Ella misma se sentía algo inquieta por la elección de apariencia de su retador, pero debía comportarse de manera profesional y conducir la situación como era debido. Aun así, no podía evitar sentir que el chico le sonaba de algo, fuera de su artificioso parecido con su primo.

                        —Podemos empezar cuando gustes —continuó cordialmente, extendiéndole la mano; su interlocutor no tardó en estrechársela con fuerza.
                        —Cuanto antes, mejor; ganar esta batalla será otro paso en mi meta de convertirme en el mejor domador de dragones del mundo —respondió finalmente éste con una sonrisa altanera, para fastidio de más de uno.

                        Esto tocó una fibra sensible en Ibuki, al hacerle recordar su pasado con Wataru. Esto, sin embargo, no le impidió notar que esa actitud tan pedante de parte del chico era un intento de autoconvencerse de que era más fuerte de lo que dictaba la realidad; conocía demasiado bien esa necesidad tan apremiante de que el mundo admirase sus aptitudes. Sonrió para sí misma, agradeciendo no sólo haber superado esa oscura etapa de su vida, sino también la posibilidad de medirse por fin con otro domador de dragones, si acaso su retador de verdad quería lograr aquello que había declarado tan ufanamente. El combate que estaba a punto de comenzar se perfilaba como uno muy reñido e interesante…

                        Comentario

                        • Souji Fujimura
                          Escritor en ciernes
                          SUPAR PRUEBA
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                          #13
                          Round 008 — Confidencias

                          Ciudad Fusube, miércoles 11 de Octubre, Año 100 AW, 6:07 PM

                          Ibuki se esperaba todo un desafío de quien había declarado su intención de convertirse en el mejor domador de dragones del mundo, casi al punto de no poder esconder su emoción por ello. Aun así, procuró conducirse con profesionalidad y dirigirse hacia su lado del campo con porte solemne, aunque estaba sonriendo de la misma forma que había hecho Danot cuando le contó sobre su intención de retar a Akari.


                          —¡El combate oficial por la medalla Rising entre la Líder Ibuki y el retador Yofuu, de ciudad Fusube, está por empezar! —exclamó el réferi, para evidente sorpresa de los espectadores.

                          Más de uno no pudo evitar cuestionarse si acaso el retador había mentido sobre su ciudad de origen, en otro esfuerzo de emular a su sujeto de adoración, a pesar de lo muy improbable de ello. Por su parte, Ibuki empezaba a tener indicios más claros de por qué el chico le parecía conocido tras oír aquello; a pesar de su curiosidad, decidió dejar el tema para luego y abocarse a la batalla. Tras la orden del réferi, liberó a Kouryuu y esperó con ansias ver a los poderosos dragones que Yofuu enviaría a combatir; éste cogió confiadamente una Poké Ball de su cinturón para liberar a su primera elección.

                          —Pero qué… —Ibuki sintió que el alma se le caía a los pies al verla, tras todas las ilusiones que se había hecho.

                          Se trataba de una criatura redonda de piel azul y pompones de algodón a modo de brazos y “cabello”, un Pokémon de tipo planta y volador; la Líder no pudo evitar pensar que se trataba de una alusión al kanji con el que se escribía el nombre de su primo, pues otra de sus posibles lecturas era homófona a la del utilizado para escribir “algodón”. Aquello se le estaba haciendo cada vez más incómodo, pero intentó mantenerse centrada en la batalla, lo cual agradeció al ver al Jumpluff desplegar una enorme cantidad de Somnífero desde todos sus pompones.

                          —¡Velo Sagrado y Afilagarras! —ordenó rápidamente, justo antes de cubrirse la nariz, cosa que los espectadores y el réferi imitaron, dados el volumen y la dirección de ese cúmulo de fino polvo azulino.

                          Kouryuu no tardó en cubrirse de una cálida luz blanca que volatilizó en el acto esa técnica disruptiva, justo antes de levantar el vuelo y frotar entre sí sus garras, las cuales empezaron a brillar de color negro.

                          —¡Brillo Mágico! —ordenó Yofuu, manteniendo su entereza a pesar de ese revés.
                          —¡Elévate y Carga Dragón! —contraatacó Ibuki, comenzando a apropiarse del ritmo del combate.

                          El menudo cuerpo de Jumpluff no tardó en llenarse de un aura similar a un arcoíris, la cual aumentó en intensidad cuando emitió varios rayos multicolores. Los dos primeros golpearon el pecho y ala izquierda de Kouryuu mientras ascendía, pero le ocasionaron tan poco daño que no fueron un impedimento para que eludiese los siguientes y, tras llegar a lo más alto del recinto, se lanzase en pos de su oponente rodeada de una intensa emanación de energía azul. A pesar de ser un atacante poco contundente, Jumpluff insistió en detener ese embate con su Brillo Mágico, confirmando la sospecha de Ibuki de que su retador quería cansar a sus Pokémon con uno marcadamente defensivo y disruptivo antes de emplear a sus mejores bazas; fue lo mismo que pensaron Danot y los demás, quienes aún se cubrían la nariz y boca, sin decir mucho más, por si quedaban partículas de Somnífero en el aire.

                          —¡Rizo Algodón y Brillo Mágico! —ordenó Yofuu, sabiendo que su Pokémon necesitaba de un espacio abierto para ser realmente veloz.

                          Por su parte, Ibuki era consciente de que incluso el más débil de los ataques podía hacer mucho daño a quemarropa, mas no desistió de correr ese riesgo, confiando en su Altaria; ésta aprovechó la gravedad para hacer su embate más fuerte, mientras su oponente aumentaba el volumen y grosor de sus pompones y se cubría del todo con ellos, preparándose para un golpe que sabía que no podría evitar. Así, Kouryuu lo impactó como un misil en un colchón de plumas y se lo llevó por delante, estrellándolo contra el suelo y remontando el vuelo justo cuando éste volvía a desplegar sus rayos polícromos, dañándole otro poco. A pesar de la mala condición del Pokémon vegetal, la dragona se mantuvo en alerta mientras afilaba sus garras por indicación de Ibuki, quien quería estar preparada para el siguiente Pokémon de Yofuu; sin embargo, éste optó por dejar a Jumpluff en el campo a pesar de ese inoportuno golpe crítico, teniendo claro cómo se desharía de ese incordio.

                          —¡Gigadrenado! —ordenó prestamente.
                          —¡Evítalo y más Afilagarras! —indicó Ibuki en el acto, considerando peligroso que Jumpluff recuperase su vitalidad; ya había tenido más que suficiente con ese Somnífero que su retador había ordenado tan negligentemente.

                          Kouryuu volvió a alzar el vuelo mientras su oponente liberaba hilos verdes de energía, los cuales amenazaron con alcanzarla a pesar de la distancia entre ambos; todo ese vaivén generó suficiente movimiento en el aire para que Jumpluff pudiese desplazarse con más soltura, con lo que se aproximó prestamente a la dragona e intentó apresarla con sus filamentos absorbentes. Haciendo alarde de su destreza aérea, Kouryuu fue capaz de eludir esos ataques y se dispuso a cerrar la ronda por indicación de la Líder, al haber consolidado ya el nivel dos del Afilagarras, como dejaban ver sus músculos tensados y sus garras brillando de color obsidiana.

                          —¡Ala de Acero! —ordenó ella, queriendo ser rápida y contundente.
                          —¡Ahora, Esporalgodón! —indicó Yofuu, al verla venir a toda velocidad.

                          Jumpluff empezó a sacudirse y liberar un sinnúmero de esponjosas esporas que llenaron el camino de Kouryuu y se adhirieron de inmediato a sus plumas y piel; no obstante, esto no evitó que fuese golpeado por las endurecidas alas de su oponente, quedando inconsciente a pesar de su considerable aumento de defensa física. Yofuu lo hizo volver sin decir más, satisfecho con lo que había logrado, y liberó a su siguiente Pokémon… que tampoco fue lo que Ibuki esperaba. Se trataba de un can de piel azul y abultada melena en punta de un llamativo color amarillo, un palmo más bajo que su Entrenador… ¿era otra alusión a Wataru, en este caso, a su llamativo peinado? La Líder estaba empezando a perder la paciencia, a pesar de que su retador parecía tomarse la batalla en serio. Inspiró hondamente y se dispuso a seguir, procurando no mostrar su molestia.

                          —¡Manectric contra Altaria! ¡Pueden seguir! —decretó el réferi, al ondear sus banderines.
                          —¡Aullido! —ordenó prestamente Yofuu, queriendo aprovechar al máximo el sacrificio de su Pokémon anterior.
                          —¡Carga Dragón! —indicó Ibuki, sin darle tregua.

                          Kouryuu se lanzó a toda velocidad en pos de su nuevo oponente… o esa fue su intención, pero la capa de algodón adherida a ella empezó a pesarle como cadenas de acero, tanto como para hacerla caer estrepitosamente al suelo. Aprovechando tal coyuntura, el can eléctrico dejó ir un fuerte bramido mientras se arqueaba pronunciadamente, con lo que los músculos de sus esbeltas patas se tensaron y sus colmillos parecieron afilarse mucho más de lo que ya estaban. La Altaria apretó el pico con frustración mientras se reincorporaba e intentaba correr hacia él, pero le resultaba demasiado difícil moverse con esa pelusa rodeando ya casi todo su cuerpo.

                          —¡Dragoaliento! —ordenó en el acto Ibuki, sabiendo que sería inútil insistir con un ataque directo en tales condiciones; era la primera vez que veía una Esporalgodón tan efectiva en entorpecer el movimiento de su víctima.
                          —¡Pantalla de Luz y Colmillo Hielo! —indicó Yofuu, sabiendo que su Pokémon era inmune al efecto secundario de ese ataque.

                          Haciendo alarde de su gran velocidad, Manectric generó un cubo de luz a su alrededor y se lanzó en pos de Kouryuu, esquivando buena parte de esas ráfagas de aliento azul con hábiles saltos y derrapes mientras sus mandíbulas se llenaban de un hálito gélido que precedió a la formación de punzantes dagas de hielo en éstas. Así, se situó tras el ave y mordió con saña su ala derecha para evitar que alzase el vuelo cuando pasase el efecto de la Esporalgodón; una adolorida Kouryuu giró su largo cuello para exhalar otro Dragoaliento, pero el can dio un brinco para evadirlo en el último momento y atacar su otra ala.

                          —¡Respiro! —indicó prestamente Ibuki, sabiendo que se había dejado llevar demasiado por la extravagancia de su retador; ¿o esto era en realidad un intento suyo para distraerla y poder ganar con mayor facilidad?
                          —¡Sigue con Colmillo Hielo! —ordenó rápidamente Yofuu, satisfecho por haber tomado por sorpresa a la Líder.

                          Sabiéndose en mucha desventaja, Kouryuu se agazapó para proteger sus alas a la vez que se llenaba de un cálido fulgor blanco, con lo que resistió algo mejor las furibundas dentelladas de Manectric; éste insistió con ímpetu al ver que no podía congelarla, sabiendo que si la dejaba volar pasaría de ser el cazador a la presa. Sus esfuerzos se vieron recompensados cuando una certera mordedura en el cuello de la dragona activó el otro efecto secundario de su ataque, amedrentándola y haciéndola retroceder mientras se cubría el rostro con las alas. Sin el efecto del Respiro activo, otro Colmillo Hielo en su ala derecha bastó para dejarla fuera de combate.

                          —¡No ha estado nada mal, Yofuu! ¡Pero la siguiente será mucho más dura! —exclamó Ibuki mientras devolvía a su derrotada Altaria y agradecía su esfuerzo en pensamientos, tras lo cual liberó a Tenryuu, teniendo claro cómo iba a lidiar con Manectric; el rostro del nombrado pareció iluminarse al ver a la majestuosa Dragonair.
                          —¡Colmillo Hielo! —ordenó éste tras la venia del réferi para reanudar el combate, sin dejar de mostrarse confiado ante la mayor velocidad y fuerza del can, dado su incremento.
                          —¡Danza Dragón! —indicó la Líder, dispuesta a vencerlo en su propio juego.

                          Manectric salió disparado como un rayo con sus mandíbulas llenas de hielo, pero Tenryuu extendió sus alas y voló con elegancia mientras daba inicio a su danza mística, aprovechando su cuerpo serpentino para esquivar ese feroz ataque; así, no tardó en superarlo en velocidad y eludir los siguientes, ya rodeada de un aura zafirina y con sus músculos tensos. Aunque estaba lista para contraatacar, Ibuki le indicó seguir con su técnica de aumento; no sólo quería vencer al can, quería estar completamente preparada para su reemplazo. Sentía una fuerte opresión en el pecho ante la idea de perder ese combate. ¿Era su orgullo, o algo más?

                          —¡Vamos Manectric! ¡Eres más rápido que eso! —arengó Yofuu a su Pokémon, justo en el momento en que éste se detenía para recuperar el aliento y observar con fiereza a la dragona—. ¡Ataque Rápido y Colmillo Hielo! —ordenó a continuación, sabiendo que esa sería la única forma de poder igualar su velocidad; si había sido reacio a ordenar aquello hasta ese momento era por su aprensión de que su Pokémon cayese en el piscina, pero se estaba quedando ya sin opciones factibles.

                          Mientras tanto, en la zona de los espectadores, Danot no pudo evitar preguntarse si sus compañeros habían notado lo mismo que él, pues parecían totalmente absortos en el combate. Ibuki estaba muy tensa y no parecía estar divirtiéndose del todo, como había hecho en cada batalla suya que había visto hasta ese momento; podía entender bien su decepción, porque él también había esperado algo diferente, dada la presentación de Yofuu. Supuso que se estaba preparando para el posible as de éste o que quería ganar de forma categórica. Por su parte, el retador se mantenía tranquilo, mientras veía cómo su Pokémon salía disparado como una saeta e intentaba asestar dentelladas que la dragona siguió eludiendo cada vez con mayor dificultad, hasta que empezó a dar muestras del nivel dos de la Danza Dragón.

                          —¡Acua Cola! —ordenó firmemente Ibuki, sintiéndose preparada para lo que fuese.
                          —¡Que no te toque! ¡Onda Trueno! —indicó Yofuu, esperando que el Velo Sagrado puesto por Kouryuu ya se hubiese desvanecido.

                          Tenryuu se lanzó en pos de su contrincante mientras su cola se rodeaba de una espiral de agua, pero éste eludió por poco ese primer azote al saltar hacia su izquierda para luego emitir un veloz pulso eléctrico. No obstante, éste se desvaneció al chocar contra la piel de la dragona, quien aprovechó esto para asestarle un fuerte coletazo en el lado derecho, mandándolo a volar hasta la alberca; sintiendo que empezaba a hacer cortocircuito, se apresuró en nadar hacia el borde más cercano, mientras Tenryuu se abalanzaba sobre él por indicación de Ibuki. Así, la dragona se rodeó de una alargada emanación energética que dio a los presentes la impresión de que un enorme y feroz dragón azul engullía a Manectric, mientras buena parte del campo quedaba húmeda a causa del impacto.

                          —¡Manectric es incapaz de luchar! —decretó el réferi tras comprobar el estado del aludido.

                          Procurando ser una buena ganadora, Tenryuu envolvió con delicadeza al can eléctrico para sacarlo del agua y situarlo al alcance del rayo de la Poké Ball que Yofuu asía. Todas las miradas se centraron sobre éste, con curiosidad por su reacción ante lo ocurrido; aunque se le notaba sorprendido, no parecía haber perdido su confianza, como si tuviese todo controlado a pesar de la clara ventaja que Ibuki había obtenido. Cogió el contenedor de su último Pokémon y lo infló, levantándolo en gesto de victoria con la mano izquierda, dejando ver que se trataba de una Ultra Ball. Así, liberó a un Dragonair algo más joven y pequeño que la de la Líder, justo cuando el Velo Sagrado dejado por Kouryuu finalmente se desvanecía en pequeños brillos blancos, apenas notorios por el aura de la Danza Dragón.

                          —Así que por fin saca un dragón —pensó Ibuki, aliviada al ver que su oponente tenía por lo menos uno; esbozó una leve sonrisa, preguntándose cómo intentaría remontar su acentuada desventaja.
                          —¡Dragonair del retador contra Dragonair de la Líder! ¡Pueden continuar! —indicó el réferi.
                          —¡Agilidad y Onda Trueno! —ordenó prestamente Yofuu, queriendo tomar nuevamente por sorpresa a la Líder.
                          —¡Lo sabía! —pensó ésta, mientras le dedicaba una mirada de completa confianza—. ¡Velo Sagrado y Carga Dragón! —mandó en el acto.

                          El Dragonair de Yofuu no tardó en alzar el vuelo y desplazarse velozmente mientras emitía ondas eléctricas hacia su congénere; ésta cerró los ojos un instante para generar una cálida luz blanca que se formó en medio del aura que aún la rodeaba, disipando la técnica paralizante al contacto, tras lo cual se lanzó en pos de su oponente. Éste se vio alcanzado enseguida a pesar de su aumento de velocidad y apenas pudo esquivar esa arremetida, quedando lastimada la punta de su cola por el roce con esa intensa energía.

                          —¡Más Agilidad y Rayo de Hielo! —ordenó abruptamente Yofuu, dejando atrás todo rastro de soberbia; parecía que por fin se había dado cuenta de que la victoria se le escapaba de las manos.

                          El Dragonair del retador hizo lo posible para equiparar la velocidad de Tenryuu y golpearla con alguno de sus rayos gélidos, pero el mayor nivel y experiencia de ésta se hicieron patentes al eludirlos con precisas piruetas que consolidaron sus propios incrementos. Así, contraatacó y se defendió con su Cola Férrea, hasta que un potente golpe de ésta mandó al adolorido dragón de Yofuu al suelo.

                          —¡Ciclón! —ordenó éste enseguida, queriendo desestabilizar el vuelo de Tenryuu.
                          —¡Carga Dragón! —contraatacó Ibuki, con toda la intención de terminar ya el combate.

                          El Dragonair del retador emitió un potente gruñido antes de generar una tromba de color esmeralda… que fue atravesada abruptamente por una veloz Tenryuu cubierta de una estela azul con forma de dragón, tras lo cual golpeó a su sorprendido congénere. Así, cuando remontó el vuelo, éste yacía en el suelo, ya derrotado.

                          —¡El Dragonair del retador no puede continuar! ¡La Líder y su Dragonair ganan esta ronda y el combate! —decretó el réferi, ondeando su banderín verde hacia la zona técnica de Ibuki.
                          —Vuelve, Dragonair —a pesar de la derrota, Yofuu parecía bastante tranquilo, casi como si no le molestase haber perdido.
                          —Gracias, Tenryuu; descansa —le instó Ibuki, relajándose por fin; ya sólo le quedaba ser una buena ganadora y felicitar a su retador, aunque éste no hubiese sido todo lo que esperaba.

                          Ambos combatientes no tardaron en aproximarse al réferi, Ibuki a paso ligero y Yofuu algo más lentamente, como si lo más difícil estuviese a punto de venir; a nadie le extrañó esto, pues a pesar de no exhibirlo, perder tras su ufana declaración debía haberle sentado como un puntapié en las gónadas.

                          —Gran batalla, Yofuu; no ha sido lo que esperaba tras tus palabras, pero has sido un buen oponente —expresó Ibuki con sinceridad, queriendo animarle a seguir persiguiendo su sueño a pesar de ese resultado, mientras le ofrecía la mano.

                          El aludido pareció quedarse sin saber cómo reaccionar por un momento, como si hubiese esperado algo totalmente distinto. Con un retraimiento muy discordante con la arrogancia que había mostrado hasta ese entonces, estrechó la mano de Ibuki y sonrió levemente, con lo que ésta por fin tuvo la completa certeza de que aquello había sido una bravata… aunque seguía ignorando sus motivos para comportarse así. En ese ínterin, Danot y los demás se acercaron a ambos; a pesar de la derrota, Yofuu había llamado la atención de más de uno del grupo.

                          —Gracias —dijo finalmente Yofuu, justo antes de percibir la presencia de los demás—; lo siento, no es lo que esperaba tras perder —admitió al bajar la cabeza, algo avergonzado, para extrañeza de todos.
                          —¿A qué te refieres? —preguntó Ibuki, extrañada e intrigada, en tanto el réferi se acercaba al pedestal negro para liberar la Pokédex del retador y luego retirarse, al haber cumplido ya con su trabajo ahí.
                          —Aunque nací en Fusube, tuve que mudarme a Hoenn por motivos familiares hace algo de ocho años —empezó Yofuu, lo que hizo entender a Ibuki por qué no lo había visto en la ciudad a pesar de sonarle de algo, aunque ese tiempo en particular...—; la última noticia que tenía sobre ti es que eras una Líder difícil de tratar, tanto si ganabas como si perdías —añadió, midiendo sus palabras en un intento de no ofenderle por lo que iba a explicar.

                          Ibuki se puso roja de la vergüenza enseguida, al recordar su nada auspicioso inicio como Líder de Gimnasio, el cual los demás debían ignorar o, si sabían de ello, habían tenido el decoro de no sacarlo a colación. Por las reacciones de sorpresa de los demás, debía ser lo primero. No iba a serle nada cómodo tener que dar explicaciones al respecto.

                          —¡To-todo eso quedó en el pasado! —contestó atropelladamente, con la cara cayéndosele de la vergüenza, si bien sabía que aún tenía la responsabilidad de reparar todo lo que produjo su comportamiento de aquella época.
                          —Menos mal —expresó Yofuu, claramente aliviado—; temía que me mandaras a realizar alguna prueba extraña o peligrosa para darme tu medalla en caso de ganar —agregó, con expresión de circunstancias.
                          —¡Yo nunca haría eso! —exclamó Ibuki, deseando que la tierra la tragase, al recordar los exagerados rumores sobre su persona en esa época—. Nunca hice algo así —murmuró al ladear la cabeza y jugar nerviosamente con sus dedos, intentando animarse a sí misma.
                          —No, claro que no… si hablando así contigo veo que eso era sólo un rumor tonto; y es que me preparé para lo peor, pero estaba totalmente equivocado —expresó sentidamente Yofuu, al agachar la cabeza a modo de disculpa, pero Ibuki le instó a detenerse, creyendo que no hacía falta—; dicho esto, no he desistido de mi meta, pero para ello… ¿me tomarías como aprendiz, Ibuki? —pidió con reverencia al volver a inclinarse en su dirección; ella, muy sorprendida, sólo atinó a dejarle hacer.

                          El desconcierto de los demás fue también palpable, si bien Danot, Shiori y Tsurio fueron los primeros en reaccionar, al entender el razonamiento de Yofuu: si de verdad quería convertirse en aquello que había declarado, no había mejor persona en Johto para instruirle que Ibuki (pues Haku ya era demasiado mayor para semejante carga y Wataru era completamente inaccesible a causa de todas sus obligaciones). Ésta se dio un instante para reflexionar al respecto; todavía se sentía ligeramente incómoda por la imitación de su primo, pero supuso que podría ser una buena forma de enfrentarse a su pasado.

                          —De acuerdo, Yofuu… aunque necesitaré saber tu nombre completo para registrarte como mi aprendiz —respondió por fin Ibuki, siendo esto necesario para su reporte ante la federación, pero también para intentar dilucidar el motivo por el que se le hacía tan familiar.
                          —Yofuu Shishiou —pronunció el aludido con confianza, quizá un poco de orgullo.

                          Y con esto por fin entendió por qué. Ese era el apellido de una profesora que había tenido durante su época de estudiante, y sin duda los rasgos del chico parecían un calco de los suyos, salvo por el color de ojos; el tiempo mencionado por éste, además de coincidir con su propio inicio como Líder, lo hacía con el fallecimiento de esa buena mujer, según supo por el réferi tiempo después, pues éste había sido su vecino. Éstas debían ser las circunstancias familiares a las que Yofuu había hecho referencia.

                          —Entonces te esperaremos aquí a las siete de la mañana, a menos que desees quedarte a pasar la noche ya —ofreció Ibuki, por si acaso se le hacía demasiado duro volver a ese lugar que con toda seguridad tenía muchos recuerdos de su madre.
                          —Gracias, pero mejor vendré mañana; hay algunas cosas que aún debo acabar de arreglar en casa —respondió con mirada nostálgica, tras lo cual se giró hacia Danot y los demás—; les agradezco por adelantado todo el entrenamiento que tendremos —les dijo con una reverencia.

                          Keisuke no tardó en acercarse e instarle a no ser tan formal, mientras los demás sonreían. Sin embargo, con un compañero más, Danot tendría que volver a repetir de Pokémon en sus batallas de la mañana, al menos hasta dentro de cuatro días, cuando terminase el descanso prescrito por Teina para Hellga y los demás; habiendo decidido no entrenar más, alimentó a sus Pokémon y luego fue a ayudar con la cena y dejar todo listo para el desayuno del día siguiente.

                          Salvo el recibimiento a Yofuu, el entrenamiento matutino del día siguiente se realizó con total normalidad. El recién llegado demostró estar en gran forma física al mantenerse en el grupo más rápido al dar vueltas alrededor del edificio principal y poder realizar sin problemas cada ejercicio de la rutina diaria; no había duda de que se adaptaría muy bien a entrenar con el estilo Ryuuzaki. Cuando llegó la hora de las batallas de práctica, mientras Ibuki le explicaba lo que harían, los primeros en ir al campo fueron Danot y Tetsurou, quienes liberaron respectivamente a Alfa y un bicho de cuerpo esférico encasquetado en una gruesa y pesada cobertura metálica que dejaba ver partes de su concha interior roja y sus ojos de grandes pupilas negras. Lo hicieron con tanta rapidez y decisión que todos menos Yofuu supieron en ese instante que debían tenerlo decidido de antemano; Ibuki los dejó hacer, pues no era la primera vez que Tetsurou hacía algo así para enseñar un ataque a uno de los Pokémon de sus compañeros.

                          —Alfa, presta mucha atención a la técnica que va a usar Forretress —le instruyó Danot, a lo que ésta asintió con un leve salto—. ¡Giro Rápido! —ordenó enseguida, queriendo comprobar qué tan fuerte sería aquello.
                          —Reflejo —pidió tranquilamente Tetsurou, habiendo accedido a todo ello por la curiosidad que le producían Danot y sus Pokémon, preguntándose cuál era el límite de su potencial.

                          —¿Qué hacen esos dos? —cuestionó Yofuu, extrañado, pensando que iba a ver una batalla reñida desde el principio.
                          —Tetsu es muy… particular; esa es la única manera en la que accederá a entrenar contigo —explicó Seiko en voz baja, sentada a su izquierda.
                          —O entrenar en general —acotó Shiori, con una sonrisa traviesa, pues nunca había visto al aludido practicar con sus Pokémon fuera de esas batallas matutinas; sospechaba que lo hacía los domingos cuando iba a la ciudad, seguramente para combatir contra los Entrenadores que pudiese encontrar ahí.

                          Yofuu asintió en silencio y siguió observando el “combate”: Forretress había generado una burbuja de energía semitransparente de tonos azulados, la cual se hacía visible cada vez que Alfa arremetía con su Giro Rápido, haciéndose más veloz en el proceso.

                          —Pin Misil —ordenó Tetsurou, tras poco más de un minuto así; era hora de ver si Alfa había podido capturar la esencia de esa técnica defensiva, además de también querer divertirse un poco.
                          —¡Reflejo! —indicó Danot, esperando lo mismo, para poder practicarlo después.

                          El insecto giró tan rápidamente como lo había hecho antes Alfa y expelió desde las cuatro extensiones similares a cañones que sobresalían de su coraza metálica una lluvia de pequeños proyectiles punzantes. En lugar de esquivarlos, la estrella de mar generó una cobertura similar a la empleada previamente por éste, pero no fue lo suficientemente fuerte para anular dicho ataque. Al menos seguía activa, lo cual ya era un gran qué para seguir practicando después.

                          —¡Salta y Rayo Burbuja! —contraatacó Danot, metiéndose por completo en el combate; ni que fuese por poco más de un minuto, pensaba disfrutarlo.

                          Las burbujas fueron reventadas sin problema por las agujas emitidas por Forretress, pero el conjunto de esas leves explosiones bastó para detener su movimiento. Gracias a su ganada velocidad, Alfa pudo dar varios golpes limpios a su contendiente… o lo habría hecho, de no ser porque éste conjuró su Pantalla de Luz. Ibuki indicó el final del combate antes de que alguno de ellos obtuviese una ventaja clara, para luego dar una breve indicación a Tetsurou; cuando éste fue a sentarse tras acabar, se dispuso a hacer lo mismo con Danot… o algo por el estilo.

                          —Felicidades, ya es mucho que haya aceptado ayudarte con ese ataque —comentó Ibuki, con una media sonrisa irónica.
                          —Sí, aunque tampoco he querido desviarme mucho de tu plan de entrenamiento —confesó Danot, algo apenado por ese comentario.
                          —No hay problema; no es la primera vez que ocurre, y es tu tiempo; si lo aprovechas bien, ya me parece adecuado —contestó con seguridad, tras lo cual le instó a sentarse.
                          —De acuerdo; gracias, Ibuki —expresó el chico con notable aprecio, tras lo cual volvió con sus compañeros.

                          Este intercambio llamó la atención de Yofuu, pues la relación de esos dos parecía ser algo más cordial y cercana que la de Ibuki con los demás. ¿Acaso sería su aprendiz favorito? Esto le hizo desear enfrentarlo y discernir quién de los dos era más hábil… pero no quería medirse contra él sin conocer mejor sus fortalezas y debilidades. Tuvo que descartar intentar sonsacarle algo al verlo sentarse al extremo contrario de donde estaba él, para conversar animadamente con Tsurio… fue entonces que reparó en que quizá Seiko podría brindarle alguna información útil, dada su propensión a hablar y hablar.

                          —Danot y la maestra parecen ser buenos amigos —comentó casualmente, no queriendo implicar nada, pero dejando clara su extrañeza al respecto.
                          —Oh, claro, tú no sabes lo que pasó entre ambos; Danot en realidad ganó la medalla hace unos días, pero la maestra lo invitó a entrenar con nosotros —narró Seiko con entusiasmo, sin estar al tanto de la verdadera intención de ese comentario—; no sé a los demás, pero para mí ha sido una gran ayuda —agregó afablemente, pensando en volver a pedir al susodicho que entrenase con ella.
                          —Ya veo—contestó el pelirrojo, dejando ver su sorpresa; no se había equivocado en decidir observarlo un poco más antes de desafiarlo.

                          El entrenamiento de combates continuó sin novedad, mientras Yofuu centraba su atención en Danot. Así, vio cómo a pesar de empezar con desventaja de tipo y menos energía, Alfa pudo remontar la ventaja de tipo del Murkrow de Seiko gracias a sus muros defensivos y su Rayo de Hielo y Rayo; Pyro se las tuvo que ver con el Empoleon de Keisuke, evitando ambos los ataques del otro gracias a su Danza Dragón y Acua Jet, respectivamente, sin que hubiese un ganador claro; Sparkle lo tuvo un poco más fácil contra el Golduck de Shiori, a pesar de que éste intentó dormirle, quemarla y envenenarla. Por su parte, Yofuu había dejado ver a los Pokémon que usó el día anterior contra Ibuki y un caracol de magma con una pesada concha de roca; pero contra Danot, quien parecía especializarse en Pokémon rápidos, quería poner a prueba a uno de los más fuertes que había atrapado en Hoenn. Sonrió con sorna al ver que su oponente liberaba a una Sneasel. «Esto va a ser muy fácil», decía claramente su sonrisa, mientras dejaba salir a su elección. Se trataba de un gallo antropomorfo cubierto de plumas rojas y amarillas, a excepción de su penacho beis, tan largo que incluso cubría parte de su pecho. La expresión de Seiko se llenó de júbilo, ya que ese Pokémon era la forma evolucionada de su Combusken.

                          —¡Comiencen! —ordenó Ibuki, con gran interés en cómo manejarían esos dos la situación que tenían entre manos.
                          —¡Lanzallamas! —indicó rápidamente Yofuu, queriendo terminar esa batalla en menos de medio minuto.
                          —¡Esquívalo y Chirrido! —mandó Danot, procurando mantenerse imperturbable a pesar de la evidente desventaja de tipo; las batallas anteriores con Seiko y Keisuke le habían ayudado a empezar a prepararse para una situación que sin duda se encontraría más de una vez durante la Conferencia Plateada, y ese era el momento para aprender a lidiar con ella.

                          Blaziken fijó sus ojos azules llenos de soberbia en su menuda y (en su opinión) enclenque oponente, tras lo cual escupió un rápido torrente de fuego, pero ésta lo evitó con facilidad para situarse cerca del lateral del campo a su derecha y emitir un molesto Chirrido. Tomándose esto como una afrenta, el ave exhaló otro fiero Lanzallamas, mas la hábil comadreja se valió de su Ataque Rápido para evadirlo y volver a importunarlo con su emanación sónica. Al parecer, iba a tener que moverse un poco para ganar ese combate.

                          —¡Gancho Alto! —ordenó Yofuu al notar la impaciencia del gallo, decidiendo aprovecharla.
                          —¡Mantén tu distancia y usa Canto Helado! —indicó Danot, sabiendo que sería más difícil mantener la potencia del Chirrido al estar en movimiento.

                          Blaziken se agazapó y abalanzó a toda velocidad sobre su rival, pero ésta, mucho más ágil, se situó en su flanco izquierdo y expelió sus proyectiles de hielo, lastimándole moderadamente a pesar de su reducción de defensa. Danot supuso que ese Pokémon, a diferencia del de Seiko, no debía tener la habilidad Impulso, lo cual podría darles un oportunidad para ganar. El gallo no cejó en su esfuerzo y siguió efectuando ganchos, patadas y emisiones de fuego, mas Shady era demasiado escurridiza para él, por lo que tras dos minutos de asedio, tuvo que detenerse para recuperar el aliento; la Sneasel tuvo que hacer lo mismo, también cansada por todo el esfuerzo para evitar esos ataques. Ambos Pokémon se dedicaron miradas nada amigables entre sí.

                          —¡Llamarada! —ordenó abruptamente Yofuu para aprovechar la inmovilidad de Shady, con lo que el gallo inhaló rápidamente aire.
                          —¡Excavar! —mandó Danot de inmediato, apartándose de la línea imaginaria entre ambos Pokémon; había estado esperando ese momento para mostrar su as bajo la manga.

                          Blaziken exhaló una enorme bola de fuego de la que nacieron cinco ardientes brazos, justo en el momento en que la comadreja se hundía bajo tierra para esquivarla, con lo que pasó de largo y se disipó en el aire tras recorrer algo más de veinte metros fuera del campo. El ave miró al suelo con inquietud, mientras su Entrenador parecía mantener la sangre fría; Danot también observaba, sabiendo bien por dónde atacaría Shady, pero no queriendo alertar a sus oponentes de ello. Finalmente, ésta salió por detrás del gallo y le propinó un puñetazo cubierto de tierra por la espalda; sintiéndola venir, no fue lo suficientemente ágil para evadir ese ataque, pero sí para atraparla por el brazo tras recibirlo y girarse con su pierna derecha encendida en llamas para asestarle una precisa y potente patada en el vientre. A pesar del ardiente dolor y la súbita pérdida de aire, Shady intentó zafarse de tal agarre, pero Blaziken tenía más fuerza y le llevaba un cuerpo de ventaja, lo cual aprovechó para no dejarla ir y rematarla con un Lanzallamas a quemarropa.

                          —¡Yofuu y Blaziken ganan la batalla! —decretó Ibuki, con su brazo derecho extendido hacia los vencedores.

                          Danot guardó a Shady, agradeciendo su gran trabajo a pesar de la derrota, a la vez que Yofuu felicitaba a su Pokémon; se dirigió con algo de ufanía hacia su maestra, por lo que pudo ver de cerca cómo ésta y el moreno interactuaban, siendo sus recomendaciones acompañadas por una leve sonrisa, similar a la que le había dedicado cuando él sacó a su propio Dragonair el día anterior. Dejó salir un «gran batalla» de compromiso a Danot antes de escuchar lo que Ibuki tenía que decirle.

                          —Has aprovechado bien la ventaja de tipo, pero no has marcado el ritmo del combate —comentó la Líder, teniendo muy presente su batalla del día anterior.
                          —¿Debería haber sido más proactivo? —preguntó Yofuu, mostrándose respetuoso.
                          —Cuando te convenga serlo; dado tu estilo de combate, es bueno que tengas la paciencia de esperar al momento adecuado, pero esperar demasiado puede resultarte contraproducente —explicó con seriedad; a pesar de ello, se le hacía extraño estar instruyendo a alguien que al parecer quería seguir los pasos de su primo, pero no tardó en dejarlo estar, queriendo sacar lo mejor posible de esa situación.

                          Yofuu asintió y le dedicó una reverencia respetuosa antes de volver a su lugar, satisfecho. Era cierto que había ganado gracias a la ventaja de tipo y que Blaziken posiblemente tenía más nivel, pero lo importante era eso, que había ganado; sin embargo, Danot no parecía molesto en lo absoluto, y esto le extrañó, pues él sí que se habría tomado a mal perder así. Ya en la última ronda de combates, su Umbreon tuvo una batalla muy igualada contra el Ninetales de Shiori; el estilo de ambos Pokémon era muy parecido, por lo que la chica de Yamabuki pareció satisfecha por tal experiencia a pesar de no haber un ganador claro. Yofuu se sentó junto a ella y Seiko, algo cansado por todo el trajín de la mañana, mientras Keisuke y Tetsurou se disponían a luchar.

                          —¡Tu Umbreon es genial! ¡Ya me gustaría ver más Pokémon así por aquí! —se quejó Shiori, con una exagerada expresión de molestia.
                          —Tu Ninetales no nos lo ha puesto nada fácil; que haya esquivado el Tóxico ha evitado que ganáramos —expresó Yofuu, procurando mostrarse más satisfecho de lo que realmente estaba.
                          —Me pregunto cómo entrenarás al Pokémon que atrapes en tu prueba —comentó ella, con mucha curiosidad.
                          —¡Cierto! Si quieres ser un domador de dragones, necesitarás más Pokémon de ese tipo —intervino Seiko, con el mismo interés.
                          —¿De qué prueba están hablando? —inquirió el pelirrojo, mostrándose confundido por esa avalancha de información.
                          —Después de comer, la maestra te pedirá que captures un dragón o una preevolución de uno para que puedas entrenarlo —explicó Shiori, más seria de lo que solía mostrarse.
                          —Como la Seadra brillante que Danot atrapó en la Guarida Dragón; ¡menuda suerte tuvo! —exclamó Seiko, encontrándola mucho más bonita que una de coloración normal.
                          —Aunque teniendo a tu Dragonair, también podrías dejarlo estar por el momento; eso ya es cosa tuya —acotó Shiori, tras lo cual concentró su atención hacia el campo, donde Keisuke intentaba superar la tenaz defensa de Tetsurou.

                          Las chicas no insistieron más al notar que Yofuu se sumía en sus pensamientos, tanto que apenas prestaba atención al combate. Recién salió de su ensimismamiento cuando escuchó un duro golpe contra el suelo: el Swampert de Keisuke había caído pesadamente al ser expulsado por el Contraataque del Sandslash Alola de Tetsurou. Después de que esos dos recibiesen las instrucciones de Ibuki, Danot y Tsurio se vieron mutuamente con complicidad; habían esperado a la última batalla de la última ronda para terminar lo que habían comenzado el día anterior, precisamente interrumpido por la llegada de Yofuu. Éste volvió a hundirse en sus cavilaciones, por lo que no compartió la sorpresa de sus compañeros al ver que ambos combatientes habían evolucionado a sus hipocampos. Por su parte, Ibuki prestaba especial atención a lo que harían esos dos, pues era inusual tener una batalla entre dragones en su etapa final en sus prácticas y quería ver cómo se manejaban con ellos.

                          —¡Dragoaliento! —ordenó Danot, queriendo probar la nueva fuerza de Shizuru.
                          —¡Bloquéalo con Ciclón! —indicó Tsurio, queriendo intentar algo diferente a lo que había hecho el día anterior.

                          Shizuru entornó los ojos antes de exhalar una potente ráfaga de aliento que su congénere recibió de lleno antes de poder generar una tromba de viento esmeralda que la bloqueó; Tsurio había tenido suerte de que ese ataque no paralizase a su Kingdra, quien mantuvo el Ciclón a modo de escudo. Danot les dedicó una sonrisa, encantado por el desafío que significaba para su propia Pokémon no contar con un ataque contundente y la forma de aumentar su potencial ofensivo para atravesarlo como había hecho Tenryuu contra el Dragonair de Yofuu el día previo. Pero recurrir a la fuerza no era la única forma de obtener el resultado deseado…

                          —¡Agilidad e insiste con Dragoaliento! —indicó Danot, preguntándose qué haría Tsurio a continuación; su Kingdra no podría mantenerse demasiado cerca de su propio ataque, a riesgo de ser succionado por el mismo.

                          Y el chico de Tanba era muy consciente de esto. Se había entusiasmado al intentar imitar la defensa que su maestra usaba con Suiryuu, pero no había planeado aún cómo sobreponerse a que fuese superada, sobre todo contra un oponente que parecía adaptarse rápidamente a las situaciones inesperadas.

                          Shizuru nadó a gran velocidad por el flanco derecho de la piscina, cada vez más habituada a su nuevo cuerpo, mientras mantenía su distancia del Ciclón y exhalaba ráfagas de aliento que su congénere eludió al escudarse tras su propio ataque. Éste se concentró tanto en evadir los que vinieron a continuación que no notó la intención de sus contrincantes.

                          —¡Anulación! —ordenó súbitamente Danot, cuando el Kingdra de su oponente estuvo en el rango visual de la suya.

                          Los ojos de Shizuru brillaron de un azul intenso, con lo que su congénere quedó totalmente inmovilizado por un momento, a la vez que el Ciclón se disipaba; Tsurio nunca había visto este ataque de la Kingdra brillante durante las prácticas, por lo que era normal que no se lo esperase.

                          —¡Pantalla de Humo y Pistola de Agua! —reaccionó en el acto, sabiéndose en desventaja pero queriendo demostrarse a sí mismo lo mucho que había mejorado.
                          —¡Aléjate con Agilidad! —ordenó Danot, prefiriendo ser cauteloso al ignorar si su oponente intentaría lo mismo que el día anterior.

                          Shizuru no tardó en nadar en reversa, aligerando aún más el movimiento de su cuerpo con su técnica de aumento de velocidad, mientras una nube negra llenaba el lado de la piscina de Tsurio, mucho más espesa y fosca que la última que le habían visto usar. A continuación, varios disparos de agua aparecieron por diversos puntos de la misma, sin que ésta se despejase en lo más mínimo; a diferencia de lo ocurrido con el Ciclón, ésta sí era una forma de defensa con la que tenían experiencia.

                          —¡Barre el área con Dragoaliento! —indicó Danot, creyendo haber confirmado la posición del otro caballo de mar.

                          Recordando su batalla con Goudan, Shizuru exhaló una fuerte ráfaga de aliento apuntada a un extremo de la Pantalla de Humo, y con un veloz movimiento lateral de cabeza, barrió toda su extensión, despejándola parcialmente. Sin embargo, en el hueco que dejó no había ni rastro del otro Kingdra. ¿Se había sumergido? Su respuesta no tardó en llegar al oír el agua revolverse y ver el humo elevarse a causa del Bote del caballo de mar, quien aprovechó ese impulso para situarse de espaldas al sol, dejando deslumbrado a Danot cuando éste instintivamente dirigió la mirada hacia esa dirección. No obstante, Shizuru fue más avispada y se giró para nadar en reversa, tras lo cual alzó la mirada para disparar un preciso Dragoaliento que impactó a su rival en pleno rostro, causando que se estrellase aparatosamente contra el agua, prácticamente en el borde más próximo a los espectadores. Demostrando unos reflejos envidiables, Yofuu fue el primero en alejarse y evitar la pequeña ola que alcanzó a sus compañeros; por su parte, Tsurio no tardó en guardar a su Pokémon tras el anuncio de Ibuki de la victoria de su compañero. A pesar de la derrota, estaba muy satisfecho con lo mucho que ambos habían mejorado.

                          —¡Chicos, tengan más cuidado! —les increpó una molesta Shiori, tras lo cual ella y Seiko liberaron a sus Pokémon ígneos para dejarles sus chaquetas junto a las de Keisuke y Tetsurou; habían tenido suerte de que el material aislante de éstas hubiese evitado que sus camisetas y lo demás se mojasen demasiado.

                          Antes de que Tsurio y Danot pudiesen argüir al respecto, unos fuertes aplausos llamaron la atención de todo el mundo. El emisor de éstos era un fornido anciano de cejas pobladas, quien vestía un discreto y cómodo samue negro con acentos púrpuras. De pronto, todos menos los dos neófitos se inclinaron con respeto ante el recién llegado, por lo que ambos se aprestaron a imitarlos, con algo más de rigidez.

                          —¡Oh, por favor, no hace falta! No se pongan tan serios sólo porque este viejo haya venido de visita —les instó con tono suave, entendiendo bien sus razones pero no queriendo ser tan impositivo como solía ser en su época de Líder de Gimnasio de Fusube.
                          —¡Abuelo, no hacía falta que vinieras hasta aquí! Tenía pensando ir a verte antes de abrir el Gimnasio —le dijo Ibuki al acercarse a él, con cierto tono de reproche por lo malo que podría ser si no acababa de curarse del resfriado que le había tenido días postrado en cama; no podía evitar preocuparse, pues a pesar de verse lozano, la salud de Haku no había sido la misma tras el altercado con los Rockets en la Guarida Dragón, hacía ya una década.
                          —¡Pero bueno! ¿Qué mejor forma de que sepas que me encuentro mejor que venir a ver su práctica? Sabes que observarlos dándolo todo me llena de vida —afirmó éste, jovial—; además, Tsubasa me comentó que tenías aprendices nuevos y tenía ganas de conocerlos —expresó con tono paternal, si bien en su mirada se entrevió por un instante un dejo de nostalgia al recordar lo ocurrido con la primera aprendiz de Ibuki—. Con esta última batalla, puedo decir que estás haciendo un gran trabajo adiestrándoles, querida nieta —añadió con orgullo, sin escatimar esfuerzos en demostrárselo cada vez que podía.
                          —Hago lo que puedo, abuelo —asintió Ibuki con humildad, sabiendo que la mayor parte del mérito era de ellos—; en todo caso, dudo que hayas venido sólo para llenarnos de halagos —terció, conociéndolo al dedillo.
                          —También quería que supieras lo antes posible que podemos seguir con tu entrenamiento especial cuando estés disponible, Ibuki —explicó con seriedad, aunque mantuvo su expresión afable en la medida de lo posible.
                          —Entiendo, abuelo; muchas gracias por darte la molestia —respondió ella con tono formal antes de dedicarle una sentida reverencia, por lo que esto significaba para ella.
                          —Y ustedes, jovencitos, si necesitan algún consejo o ayuda de este anciano, no duden en pedirlo; me pueden encontrar en esa cabaña —les comentó jovialmente, señalando con firmeza hacia un edificio próximo a la orilla del lago… desde donde venía una mujer de mediana edad parecida a Ibuki, sólo que con el cabello corto; dicha persona no se veía exactamente contenta.
                          —¡Señor Haku, no puedo quitarle la vista de encima ni por un segundo! —rezongó la recién llegada, tras lo cual tomó al aludido del brazo y dio un rápido vistazo a Ibuki y los demás—. Si nos disculpan, este buen hombre aún necesita descansar —les hizo una reverencia y se llevó al anciano a rastras.
                          —¡Los estaré esperando a la hora que sea! —exclamó éste, queriendo contagiarse de ese espíritu juvenil que había visto en Danot y Tsurio durante su combate.

                          Y en verdad le hacía muchísima falta algo más que pasarse el día meditando, leyendo o pescando junto al par de Pokémon que aún tenía consigo, pero no podía culpar en lo absoluto a su sobrina por dicha preocupación, pues era ella quien había estado a cargo de su cuidado por prácticamente diez largos años, por insistencia de su hermana mayor Tatsu. Se preguntó cómo le estaría yendo, pues eran raras las ocasiones en que podían verse desde que ella se casó y mudó a Sinnoh; Tsubasa, el producto de aquella unión, era la viva imagen de su madre cuando era mucho más joven.

                          El resto de la mañana siguió sin novedad, con lo que Yofuu pudo experimentar de primera mano la vida de un aprendiz en el Gimnasio, demostrando gran habilidad para limpiar y ayudar con la preparación de la comida, lo cual no extrañó a Ibuki, quien podía hacerse una idea clara de cómo había tenido que ser su vida tras la muerte de su madre. Naturalmente, esto le llevó a preguntarse por el padre del chico, al saber poco o nada sobre la vida de su profesora fuera de la escuela; sospechaba de que fuese alguien de Hoenn, pero se refrenó de sacar el tema, al considerarlo inadecuado en ese momento. Tampoco habría tenido tiempo para ello, pues a los pocos minutos de haberse sentado a reposar, Tetsurou hizo acto de presencia para anunciar la llegada de varios retadores. Al parecer, esa iba a ser una mañana muy ocupada.

                          Como ya se había hecho costumbre, Danot fue de quienes perdió el juego de jan-ken de rigor para decidir quiénes se quedarían a terminar de preparar la comida, en este caso junto a Keisuke, a quien Shiori sacó la lengua con picardía antes de marcharse con los demás.

                          —Cuánto amor —comentó Danot con ironía, aunque sabía que la chica lo había hecho de muy buenas.
                          —Es su forma de motivarme a acabar pronto con la comida y unirme a ellos —Keisuke se encogió de hombros y se dispuso a ponerse manos a la obra—. ¡Ahora verás cómo prepara la comida un hombre de mar! —añadió con entusiasmo, recordando con añoranza los viajes que había realizado con su padre llevando mercancías de su natal Asagi a Tanba y viceversa.

                          Efectivamente, se notó el toque de Keisuke en la comida de ese día: una gran variedad de algas daban la nota a la sopa miso y las ensaladas que habían preparado, e incluso se habían aventurado a preparar un plato extranjero, un ceviche de bayas ligeramente picantes y ácidas; y tal como había dicho, acabaron lo suficientemente rápido como para que el castaño pudiese ver al menos un par de batallas de su maestra. Danot optó por ir a entrenar con sus Pokémon, queriendo perfeccionar los ataques más recientes de Pyro y fortalecer a sus compañeros antes de enseñarles algunos nuevos apenas Ibuki tuviese tiempo para ello.

                          Y así llegó la hora de comer. Como hizo con Danot durante su primer día ahí tras terminar, Ibuki llamó a Yofuu para explicarle todo lo referido a la prueba que tendría que realizar.

                          —Entonces, ¿debo ir a la Guarida Dragón a capturar el dragón que quiera, pero sólo puedo llevar a uno de mis Pokémon? —inquirió para asegurarse, a lo que Ibuki asintió.

                          Yofuu se dio un momento para reflexionar al respecto. Su interlocutora supuso que, con los Pokémon que tenía éste, ese reto podría resultarle complicado, en particular con un Dragonair tan joven y poco experimentado.

                          —No estás obligado a hacerlo, dado que ya tienes un Dragonair; si lo consideras mejor, puedes centrar tus esfuerzos en él —terció, queriendo que supiese que tenía esa posibilidad.
                          —Entonces creo que prefiero aprovechar el tiempo con mi primer dragón —contestó Yofuu, mientras acariciaba con la yema de los dedos la Ultra Ball en su cinturón.

                          Ibuki asintió y, con esto resuelto, se dispuso a reposar un poco antes de proseguir con su jornada laboral. Dado que se había saltado la prueba, Yofuu tuvo que participar en el juego de jan-ken para decidir quién lavaría los platos, tocándole así. De un modo u otro, no se había librado de algo que habría preferido ahorrarse.

                          Sintiéndose lo suficientemente reposado, Danot dejó la sala de estar cinco minutos antes del inicio del segundo turno del Gimnasio y salió de los dormitorios para esperar a Ibuki; ésta hizo lo mismo un minuto después, lista para afrontar lo que quedaba de día.

                          —¿Es un buen momento para pedirte ayuda con mis Pokémon? —preguntó, teniendo claro qué hacer en caso de recibir una respuesta negativa.
                          —Sí, si no te molesta tener que acompañarme al campo principal —respondió ella con una sonrisa confiada; aunque deseaba ir con su abuelo para seguir con su entrenamiento especial, no podía descuidar su trabajo, por lo que decidió ir al día siguiente por la mañana, si éste no se presentaba demasiado ocupado.

                          Danot asintió, con lo que ambos se dirigieron prestamente a dicho lugar. Una vez ahí, por indicación de Ibuki, liberó a Shizuru en la piscina y al resto de sus Pokémon en cada una de las esquinas del recinto, para aprovechar el poco tiempo que pudiesen tener. Tras preguntar lo que el chico requería, la Líder no tardó en liberar a Suiryuu en la piscina, a Tenryuu en el rincón de Sparkle, a Gouryuu en el de Pyro, a Kiryuu en el de Shady y a Shouryuu junto a Alfa. Tras las indicaciones de sus respectivos humanos, el hipocampo mayor alzó la vista hacia el techo para acopiar energía lumínica en la punta de su boca y dispararla como un chorro de luz plateada en esa dirección, lo que su hija se dispuso a imitar en el acto. Por su parte, el Charizard naranja se envolvió completamente de fuego y se lanzó hacia la pared más cercana, sólo para alardear al cambiar de rumbo en el último momento y ascender como un bólido ardiente. En otra de las esquinas, Tenryuu iluminó su cola de color metálico y empezó a dar tajos al aire que la Raichu veía atentamente, antes de disponerse a intentarlo ella misma. En su rincón, Kiryuu levantaba pesadamente una de sus patas delanteras para dar un furioso tajo descendente al suelo, una técnica que Danot quería que Shady aprendiese para lidiar con varios tipos de Pokémon que podrían ponerla en aprietos. Y finalmente, Alfa se cubrió con su Reflejo para intentar contener los zarpazos metalizados del Garchomp, cosa difícil a pesar de su resistencia a los ataques de ese tipo. Cuando por fin terminaron de organizar todo ello, habiendo instado a sus Pokémon a reposar cuando lo considerasen necesario, Danot e Ibuki se dieron el pequeño lujo de dejarse caer sentados con la espalda apoyada en la parte del muro próxima a la entrada trasera del recinto.

                          —Ahora toca esperar a que no llegue ningún retador antes de que acabemos —comentó Danot con un ligero tono de ironía, no queriendo molestar demasiado a la Líder.
                          —Porque entonces tendrás que guardar a tus Pokémon en cero coma e ir a entrenar a otro lugar —ésta le respondió del mismo modo, para darle a entender que no se lo había tomado a mal—; y bien, ¿qué tal fue tu salida de ayer? —preguntó con curiosidad, deseando tanto como él abordar el tema, al no haber tenido la oportunidad para hablar a solas en toda la mañana.
                          —Mejor de lo que esperaba; para empezar, Reidam sí que se convirtió en una tipo dragón con la megaevolución —afirmó Danot, sabiendo que esto era lo que más le interesaba a Ibuki.

                          Al oír aquello, la Líder no pudo evitar sonreír como una niña pequeña ilusionada por recibir un regalo que llevaba tiempo esperando. Con esta excelente disposición, escuchó el resto del relato con mucho interés, llevándose así más de una sorpresa.

                          —Así que esas pobres chicas también han tenido su dosis de encuentros desagradables —comentó Ibuki con algo de lástima por ellas, comprendiendo muy bien la situación; ella había tenido más o menos la misma edad cuando su abuelo quedó malherido tras el incidente con los Rockets en la Guarida Dragón.
                          —No lo habría adivinado ni por asomo, con lo vivaz que es Akari —confesó Danot, igual de serio que ella; por las palabras y tono de la Líder, supuso que ésta entendía bien la situación, como si hubiese vivido algo parecido.
                          —Yo tampoco lo habría pensado de ti, si es que nos hubiéramos conocido en circunstancias distintas —retrucó ella, queriendo darle de algún modo una tranquilidad.

                          Danot asintió con una sonrisa leve. Aún sentía escalofríos al pensar en que su encuentro con los Rockets podría haber terminado de otra manera, pero estaba agradecido por no haber sufrido daños o pérdidas irreparables y tener la oportunidad de conocer a todos con quienes estaba conviviendo en ese momento.

                          —El caso es que Akari me dejó el contacto de quien le dio su primera megapiedra —glosó, tras lo cual sacó su Pokégear para buscarlo, ante la atenta mirada de Ibuki—; aunque sospecho de quién es, dudo que sea la única persona con este nombre en Hoenn —agregó al mostrarle aquello; por curiosidad, había indagado al respecto la noche anterior, lo cual había acrecentado sus sospechas.
                          —¿Daigo? —leyó Ibuki, intrigada—. Espera… ¿crees que se trata de ese Daigo? —inquirió azorada, resultando lo más obvio que se tratase de Daigo Tsuwabuki, el campeón de Hoenn, la misma región de donde venía Akari.
                          —Entrenador especializado en Pokémon de acero, roca y tierra, coleccionista empedernido de minerales raros… suena como lo más probable, aunque tendré que esperar a poder viajar ahí para comprobarlo —explicó al guardar su Pokégear y dirigir la mirada al techo, dejando salir un largo suspiro—; tiempo al tiempo, como dicen —añadió, pensando en que todavía debía comunicar la decisión que había tomado a sus padres.
                          —Entonces, ¿irás a Hoenn tras la Conferencia Plateada? —preguntó Ibuki, a quien casi en el acto se le hizo un nudo en la garganta; notándolo, procuró no dejarlo ver en su expresión.
                          —Es algo muy tentador, aunque también es cierto que Kanto está mucho más cerca y era mi primera opción antes de conocer a Akari —expuso, con una mezcla de ilusión y nostalgia—; pero hay algo más que debería hacer antes de todo ello —confesó con semblante circunspecto, sabiendo bien lo que su decisión implicaba.
                          —¿Y eso es...? —inquirió Ibuki al notar que el chico se había tensado de pronto; no lo había visto así desde el día en que se conocieron, ni siquiera durante su batalla de Gimnasio.

                          Danot dejó ir otro largo suspiro, llamando la atención de sus Pokémon, a quienes tuvo que instar a seguir entrenando; así, volvió a centrarse en la Líder, quien esperaba una respuesta. A fin de cuentas, si ella se había abierto un poco durante su tiempo ahí, entonces le tocaba a él hacer lo propio.

                          —Éste iba a ser mi último viaje, una vez que culminara mi participación en la Conferencia Plateada; mucho antes de salir de casa para ayudar a mi hermano con su investigación, había decidido que esto sería lo mejor para mí tras las palabras de mis padres cuando les hablé de mi sueño cuando era un niño… aunque agradecí mucho tener la oportunidad de ver un poco de mundo antes de abocarme a estudiar y buscar un empleo alejado del entrenamiento Pokémon —narró con seriedad, para luego hacer una pausa bastante larga, como si buscase las palabras idóneas para seguir—; pero algo de esto siempre me molestó, ¿sabes? Aunque esa vida tuviera menos riesgos, también me resultaba terriblemente monótona… me lo guardé muchas veces, creyendo que estaba siendo infantil… poco adulto —soltó con un suspiro amargo, disgustado por sus propias palabras—; pero cuando me vi tan cerca de perderlo todo… —hizo una pausa, pudiendo verlo más fríamente en ese momento—; fue entonces que acepté por fin lo que era verdaderamente importante para mí, aquello a lo que no podía renunciar, por más incierto que fuera mi éxito al intentarlo —expresó levemente exaltado, mientras se le humedecían los ojos.

                          Ibuki asintió levemente. No había esperado que Danot fuese a abrirse de tal modo; supuso que era algo que realmente necesitaba sacarse de dentro y que precisamente no había podido contar con su familia para ello. Comprendía muy bien cómo se sentía tener que dejar un sueño de lado por la influencia de otros.

                          —Debo suponer que aún tienes pendiente hablar con ellos acerca de tu decisión —expresó Ibuki con cariz serio, entendiendo al fin su renuencia a pasar por casa antes de la Conferencia Plateada; era lo que menos le convenía de cara a algo que deseaba disfrutar plenamente—. ¿Qué harás si no les agrada tu decisión? —se sintió obligada a preguntar, creyendo que era necesario que él mismo tuviese la seguridad de lo que deseaba, cuando llegase el momento de afrontar aquello.
                          —Seguiré viajando, aunque preferiría no partir en malos términos con ellos —respondió el chico con toda seguridad, si bien se notaba que la sola idea de esto le dolía, por todo el aprecio que tenía a su familia.
                          —Ignoro si será el caso, pero aun si lo fuera, siempre podrán arreglar las cosas; mientras haya vida, hay esperanza, ¿no crees? —preguntó con tono melancólico, sabiéndolo muy bien—. Eres afortunado de tener aún a tus padres, aunque entiendo tu temor a que no comprendan tu decisión —afirmó, dedicándole una sonrisa serena.

                          Danot tragó saliva, sintiéndose tonto por ese temor, cuando su interlocutora nunca tendría la oportunidad para enmendar aquello que hubiese ocurrido con sus propios progenitores, si acaso no había malinterpretado sus palabras.

                          —Muchas veces sigo preguntándome qué tan diferente sería mi vida si ellos se hubieran interesado un poco más por mí o si no hubieran fallecido, y aunque tengo mucha curiosidad al respecto, no es algo que querría cambiar —afirmó con convicción—; es cierto que siempre habrá algo que nos hará sufrir, pero si no tenemos el valor de vivir y seguir adelante, tampoco tendremos la oportunidad de conocer a quienes harán nuestra existencia maravillosa —añadió, al dedicarle una mirada llena de aprecio; sin darse cuenta, ese nudo en la garganta que llevaba rato afligiéndola había desaparecido.

                          Danot no pudo evitar sonrojarse levemente por lo que significaban esas palabras. Pensó en toda la gente espléndida que había conocido o vuelto a encontrar durante su viaje y en toda la que podría conocer cuando siguiese haciéndolo, por lo que devolvió una mirada igual a la Líder.

                          —No podría haberlo dicho mejor —afirmó Danot, preguntándose en qué momento habían pasado a hablar de cosas tan personales; Ibuki no dudó en asentir.

                          Realmente deseaba saber mucho más de ella, pero esto era algo que debía llegar de modo natural, como había hecho esa parte de su conversación. Ya habría tiempo para ello, por lo que decidió abordar el primer tema que le vino a la mente.

                          —Por cierto, ¿qué es ese entrenamiento especial que tu abuelo mencionó? —preguntó con curiosidad, mucho más distendido.
                          —Debí suponer que te llamaría la atención —contestó Ibuki con tono divertido, empezando a entender cómo funcionaba la mente de Danot—; es un entrenamiento para poder enseñar a cualquier dragón el ataque más poderoso de su tipo que todos ellos pueden aprender, Cometa Draco —explicó con orgullo, pues éste era el paso final para ser reconocido como un domador de dragones del clan Fusube, algo que ni siquiera Wataru había conseguido al haberse abocado por completo a su rol como Campeón y agente de campo de los Hombres G, la organización del gobierno a cargo de lidiar con grupos criminales como los Rockets y mantener la paz en Nihon.

                          Danot repitió ese nombre, claramente impresionado; debía ser el ataque con el que había visto al Dragonite de Wataru ganar algunas batallas en el Torneo de Campeones de Kanto y Johto, el de Campeón Nacional e incluso en el Torneo Mundial como parte del equipo de Nihon.

                          —Dada tu reacción, debes haber visto a Gai usarlo en alguna de las batallas de Wataru en televisión —dedujo Ibuki, al ser lo más plausible.

                          Danot asintió, enterándose recién en ese instante que el Dragonite de su héroe de la niñez tenía un mote muy adecuado; esto acrecentó sus sospechas sobre la posible inspiración común para los motes de los Pokémon de ambos primos, lo cual le arrancó una sonrisa. Ibuki le dedicó una mirada curiosa, pero al ver que no decía nada, decidió continuar con su explicación.

                          —El abuelo se lo enseñó cuando aún era un Dragonair, antes de que ambos saliéramos de viaje por las medallas para demostrar nuestra aptitud como sus sucesores; ese ataque fue uno de los motivos por los que Wataru me derrotó en la prueba final para determinar al nuevo Líder —narró, sintiéndose finalmente en la confianza de revelar esto tras la conversación que habían tenido minutos atrás.

                          Esto tomó muy por sorpresa a Danot, quien no se esperaba semejante confidencia. No le fue demasiado difícil atar cabos y entender parte del afán de Ibuki en tener una revancha en condiciones contra Wataru, a pesar de haberse hecho con el puesto. Quién lo habría dicho, que terminaría ayudado a quien quería vencer a su ídolo de la niñez, aunque él mismo tuviese ese objetivo a largo plazo.

                          —Pero entonces, ¿cómo es que ninguno de tus Pokémon conoce ese ataque? —cuestionó, recordando al dedillo los ataques de todos sus Pokémon de tipo dragón.
                          —Porque me negué a que mi abuelo se los enseñara —contestó ella, ahorrándose explicar que éste se lo había ofrecido en un arrebato, quizá para intentar compensarle por lo acontecido entre ellos—; quiero ser yo quien se los enseñe, hacerlo completamente mío antes de siquiera pensar en usarlo —expresó, con una mezcla de orgullo y aprecio por sus Pokémon—; además, según nuestra tradición, éste es el último requisito para convertirme en su sucesora como Líder de Clan Dragón, cuando el tiempo llegue —expuso con semblante solemne, esperando que ese día aún estuviese muy lejos.

                          Danot asintió, deseando lo mismo que ella, tras lo cual se reincorporó con entusiasmo; esa plática le había sentado de maravilla y se sentía muchísimo más motivado para entrenar que al principio. Ibuki hizo lo mismo, bastante distendida, justo cuando Tetsurou apareció por la otra entrada. Su presencia les impidió oír los rápidos pasos de quien había escuchado buena parte de su conversación desde el otro lado de la pared…

                          Tras guardar a sus Pokémon en un santiamén y recibir de Ibuki las Poké Balls de Gouryuu y Seiryuu (con la indicación de que le ayudasen en todo lo posible), Danot se dirigió al campo con piscina para continuar con su entrenamiento. Por el camino vio que Seiko, Shiori y Yofuu también habían decidido empezar con sus propias prácticas, mientras Tsurio y Keisuke iban a ver la batalla de Ibuki, al haber sido avisados por Tetsurou. Una vez ahí, emparejó a Shady con Sparkle para que la primera pudiese enseñarle su recién aprendida Demolición y la practicasen juntas. Hizo lo mismo en la piscina con Shizuru y Seiryuu, para que la primera se habituase a su recién aprendido Foco Resplandor y el segundo ganase la suficiente experiencia para poder evolucionar, cosa que haría bastante más llevadera para Ibuki la temporada alta de desafíos de Gimnasio. Finalmente, indicó a Alfa cubrirse con su Reflejo y evadir en la medida de lo posible los Envites Ígneos de Pyro y Gouryuu; ambos Charizard asintieron antes de levantar el vuelo y cubrirse completamente por el fuego que nacía de sus colas, con lo que se lanzaron sin dilación en pos de la estrella de mar. Era un espectáculo impresionante ver a ésta generar su escudo de energía psíquica y sortear con destreza las enormes bolas ígneas que amenazaban con dañarle apreciablemente a pesar de su resistencia a ese elemento, tanto que Danot tuvo que instar a los otros Pokémon a su cargo a no distraerse con ello.

                          Pasaron así un rato muy largo, hasta que finalmente todos ellos requirieron de un reposo prolongado. Danot los dejó hacer, haciéndole falta también una pausa, mientras daba vueltas a qué hacer con algunas de las desventajas que tenían los nuevos ataques de sus Pokémon, en especial el retroceso del Envite Ígneo de Pyro. Ese entrenamiento había dejado claro que debía tener cuidado al usarlo contra rivales lo suficientemente resistentes como para salir airosos de una batalla de desgaste; fue recién entonces que comprendió por qué Ibuki había enseñado a Gouryuu a usar Respiro, a pesar de no ser tan resistente como Kouryuu o Tsurugi. Sin embargo, ya eran demasiados ataques por enseñar a su propio Charizard, incluyendo el Afilagarras que aún tenía pendiente por aprender… tardó poco en recordar cómo Akari había utilizado el Envite Ígneo de Reidam en su victoria de hacía unos días; al ser una especialista en Pokémon ígneos, seguramente podría darle algún consejo útil al respecto. Así, no tardó en llamarla para pedirle entrenar juntos al día siguiente, al no querer obligarla a alterar sus planes inmediatos.

                          —¿Mañana a esta hora? ¡Sí, me parece genial! —afirmó la pelirroja con palpable emoción, reconociendo para sí misma que se había enviciado demasiado con el juego que ambos habían comprado el día anterior.

                          Con esto acordado, se despidieron y el chico instó a sus Pokémon a continuar entrenando, dejando hacer a los de Ibuki lo que les pareciese mejor. Estuvieron así por otra hora más, hasta que consideró que ya habían hecho suficiente por ese día, por lo que guardó a todos y volvió a los dormitorios para curarlos y beber un poco de agua antes de ducharse. Ya después de esto decidiría qué hacer antes de tener que ayudar con los preparativos de la cena.

                          —¿Cómo ha ido el entrenamiento? —preguntó Seiko al entrar en la cocina y verlo; llevaba el cabello suelto, por lo que seguramente acababa de salir de la ducha tras su propia práctica.
                          —Lo bastante bien, gracias —respondió Danot al girarse hacia ella, habiendo terminado ya de beber—; ¿y el de tu Dratini y Shelgon? —inquirió con interés, al haberlos visto con ella.
                          —Han mejorado bastante desde el entrenamiento que tuvimos ayer; ¿crees que podríamos repetirlo mañana? —preguntó con soltura, al sentirse ya en más confianza con él.
                          —Si es justo después de comer, sí, porque ya he quedado con alguien para entrenar en la ciudad —contestó él, habiendo previsto alguna eventualidad de este tipo.
                          —Es lo mejor que puedes hacer ahora mismo, considerando la época en la que estamos —intervino de pronto Yofuu, tan sudado tras acabar su propio entrenamiento que su melena en punta amenazaba con caer en cualquier momento—; cuando pasé por el Centro Pokémon ayer, vi a muchos Entrenadores preparándose para sus batallas con la maestra, ahora que estamos a puertas de la Conferencia Plateada… así que dudo que ella pueda dedicarnos más tiempo del estrictamente necesario —expresó con cierto pesar, al haber comenzado su formación como domador de dragones en un momento poco propicio—; al menos, creo que también podremos aprender mucho de todas las batallas que tenga —declaró, procurando ver el lado positivo de todo ello, dada la cantidad de revanchas que Ibuki solía tener.

                          Danot y Seiko asintieron, sin poder discutir aquello. Era un hecho que esos Entrenadores se quedarían en la ciudad el tiempo que hiciese falta en caso de perder sus primeras batallas contra la Líder, lo cual no haría sino incrementar todavía más su carga laboral durante los días subsiguientes. Lo único que podían hacer por ella era evitarle agobios y valerse por su propia cuenta en los entrenamientos. Decididos a hacérselo más sencillo, procurarían proporcionarle una cena agradable y reconstituyente y dejar el campo en las mejores condiciones para el día siguiente, de modo que ella no tuviese que preocuparse por nada más que darlo todo de sí en sus desafíos. Iban a ser días muy ajetreados hasta que acabase la temporada alta y diese inicio la Conferencia Plateada…

                          Comentario

                          • Souji Fujimura
                            Escritor en ciernes
                            SUPAR PRUEBA
                            • ene
                            • 30
                            • 🇵🇪 Perú
                            • España

                            #14
                            Round 009 — Yume! Yuujyou! Yuuki! Shouri!
                            (¡Sueños! ¡Amistad! ¡Valor! ¡Victoria!)


                            Ciudad Fusube, jueves 12 de Octubre, Año 100 AW, 4:02 PM

                            Como Yofuu había predicho, Ibuki sólo les dedicó el tiempo necesario para la práctica de la mañana y aprovechó que no tuvo retadores a primera hora para dedicarse a su entrenamiento especial con Haku. Respetando su dedicación, los chicos hicieron todo lo posible para continuar su rutina con normalidad y ayudarse entre sí para lo que hiciese falta durante el día. Habiendo acabado la práctica con Seiko, Danot no tardó en dirigirse al Centro Pokémon a lomos de Pyro, disfrutando cada vez más de esa nueva forma de viajar; una risueña Akari, ataviada con unos tejanos azules y una camiseta blanca de manga larga, ya les esperaba en la entrada y no dudó en lanzarse a abrazarlos apenas aterrizaron.


                            Fueron a tomar algo antes de ir a entrenar por sugerencia de Danot, quien quería explicar con detalle sus dudas sobre el Envite Ígneo, las posibles alternativas y la única solución viable que había hallado, además de su inquietud por su uso contra Pokémon resistentes. Akari bebió por lo menos un par de batidos de baya Pecha antes de que su amigo por fin terminase con su disertación.

                            —Entiendo —dijo ella con una gran sonrisa, tras lo cual dio el sorbo final a su tercer batido, mientras Danot recién empezaba el suyo—; no soy la persona más adecuada para aconsejarte sobre cosas complicadas, pero sí puedo asegurar que el Respiro de Reidam nos ha salvado más de una vez —explicó, agradecida por el consejo que su amiga Kururi le había brindado cuando empezó a entrenar a la que en esa época era una pequeña Charmander—; y sobre los Pokémon duros de pelar… —hizo una pausa más o menos larga, dejando ir un suspiro— si realmente no me basta con el Avivar de Reidam, ella tiene otra técnica que no sé si Pyro pueda aprender —expresó con pesar, sabiéndole mal no poder ayudarles con esto.

                            Danot supuso que debía tratarse de un movimiento huevo. Alguna vez había escuchado de Yamen que los casos en que un Pokémon podía aprender esta clase de ataques de otros de su propia especie eran raros y dependían mucho de la genética del receptor. No era imposible, pero considerando el poco tiempo que tenían para que comenzase la Conferencia Plateada, no era una opción factible.

                            —Entonces tendré que trabajar con lo que tengo —decidió finalmente Danot, levantándose de su asiento tras acabar su bebida—; ¿vamos a entrenar? —propuso tras recoger todo lo que habían consumido para echarlo en la papelera más cercana.

                            Con dicha intención, buscaron el parque más cercano y se dedicaron a entrenar hasta que cayó la noche. Aquello resultó ser más provechoso de lo que Danot había esperado tras su leve decepción en la cafetería, pues ver al equipo de su amiga le dio varias ideas para sus propios Pokémon, sobre todo para los que todavía no tenía a mano. Además, Reidam había enseñado a Sparkle cómo usar Avivar, después de que esta última quedase impresionada al verla potenciar todos sus ataques y decidiese hacérselo saber al chico. Dados los excelentes resultados que tuvieron, Akari y Danot acordaron hacer lo mismo al día siguiente.

                            El viernes fue prácticamente una repetición del día anterior, excepto por que Ibuki tuvo el tino de dejar libre al grupo de Gouryuu, con lo que Pyro pudo por fin comenzar su aprendizaje del Afilagarras. Poco después de concluir su entrenamiento con Seiko, Danot pudo observar a Yofuu haciendo lo mismo con Shiori, al igual que Keisuke y Tsurio, antes de marcharse hacia la ciudad junto a su Charizard. Sin embargo, fue el sábado cuando pudo notar la diferencia con la rutina a la que ya se había acostumbrado durante la semana: aparte de la Líder y él, sólo Shiori y Keisuke habían decidido realizar los ejercicios de calentamiento usuales, esta vez cerca del campo con piscina.

                            —Ya que están aquí, vamos a hacer un entrenamiento especial —dijo Ibuki con confianza cuando acabaron, para sorpresa de sus aprendices, quienes esperaban que se marchase a la Guarida Dragón para entrenar con los Pokémon que no podía emplear en sus desafíos oficiales.

                            Sin darles tiempo a replicar, liberó prestamente a Gouryuu, Rairyuu, Gekiryuu y Hyoryuu, este último en la piscina; el segundo se mostraba extremadamente contento de haber vuelto tras el tedioso período de vigilar la entrada de la Guarida Dragón.

                            —Intenten vencer a alguno de mis Pokémon usando uno con desventaja de tipo —propuso Ibuki con expresión mucho más seria, queriendo prepararles para una de las situaciones más complicadas que podrían encontrarse durante el torneo en el que iban a participar.

                            Keisuke y Shiori no tardaron en asentir, entusiasmados por la oportunidad que su maestra les estaba ofreciendo. Sin demora, el primero liberó a su Croconaw para luchar contra Rairyuu, mientras la segunda hizo lo mismo con su Ninetales para enfrentar a Hyoryuu.

                            —¿Realmente es adecuado que ellos estén aquí? —preguntó Danot al acercarse a Ibuki, refiriéndose a los Pokémon contra los que sus compañeros estaban combatiendo.
                            —Sí, no te preocupes por esto; expliqué lo ocurrido a mi abuelo y ahora sus Pokémon están cuidando la entrada… él también cree que no podemos hacer más que prevenir que algo así se repita —aclaró la Líder para tranquilizarle, agradecida por su deferencia por lo ocurrido—; así que aprovecha la oportunidad que tienes —le instó, sabiendo que a él también le hacía falta.

                            Danot asintió y no tardó en liberar a Pyro y Shady para confrontar a los dos Pokémon libres de Ibuki. Mientras tanto, Croconaw se empleaba a fondo para eludir los Rayos y Ondas Trueno de Rairyuu gracias al movimiento errático de su Danza Espada, aprovechando que era un poco más rápido que éste; cuando por fin sintió consolidado su incremento de fuerza física, no tardó en excavar un agujero para sorprender al Pokémon eléctrico con un golpe subterráneo, pero no se esperó que éste comenzase a correr por el campo en un patrón aleatorio con su Agilidad, evitando esa arremetida por amplio margen y propinándole un fuerte golpe con su Cola Férrea. Por su parte, Ninetales expectoraba masas viscosas de color púrpura hacia Hyoryuu mientras mantenía su distancia del agua, pero éste las esquivaba con soltura gracias a dicha precaución y su Danza Dragón, a pesar de su gran tamaño; aunque el zorro no acertaba con ello, Shiori se mantenía tranquila, cosa que Ibuki no pasó por alto al notar que nada del veneno había caído fuera de la piscina.

                            —¡Velo Sagrado! —indicó prestamente, queriendo poner aún más a prueba la paciencia de su aprendiz.

                            Hyoryuu se detuvo apenas un momento para cerrar los ojos y conjurar un aura blanca para protegerse del agua de la superficie, que empezaba a tomar una coloración púrpura, con lo que Shiori se mordió el labio inferior. Sabía que esa égida no duraría para siempre, por lo que debía hacer tiempo para que se desvaneciese y el veneno afectase a su blanco, aunque empezaba a dudar de que Ninetales pudiese aguantar lo suficiente para lograrlo.

                            —¡Giro Fuego! —ordenó igualmente, sabiendo que no podía darse el lujo de dudar en esos instantes.

                            Sin embargo, el reptil marino respondió por su cuenta con una espiral de agua que anuló el dicho ataque. Shiori no pudo evitar cuestionarse si la Líder se había preparado específicamente para aquel entrenamiento o si en realidad estaba más que preparada para lidiar con oponentes como ella. Fuese como fuese, era un entrenamiento magnífico, por lo que procuró concentrarse para hallar una solución con los recursos que tenía, una sensación parecida a cuando resolvía todo rompecabezas que había llegado a sus manos durante su niñez.

                            Mientras tanto, como hizo en su batalla contra el Blaziken de Yofuu, Shady logró mermar la defensa de Gouryuu con su Chirrido, pero se vio súbitamente superada en rapidez cuando éste empleó su Viento Afín, obligándola a ponerse a la defensiva para evitar sus zarpazos y golpes de ala metalizados; ni siquiera podía mantenerse segura a la distancia por culpa de su molesta Onda Ígnea, y Excavar no iba a servir de nada contra un oponente que podía alzar fácilmente el vuelo. En cuanto a Pyro, esta misma característica y su Danza Dragón le permitían eludir con cierta soltura los potentes ataques de Gekiryuu, pero le costaba hallar aperturas en su postura defensiva incluso con su incremento de velocidad, al menos hasta que Danot reparó en lo que podía hacer en esa situación; siguiendo el ejemplo de Shiori, indicó un Giro Fuego para mermar poco a poco la energía de la serpiente marina, mas ésta usó su propia técnica de aumento para evitar ese ataque a pesar de haber tenido que salir de su elemento. Sin dejarse abatir por ese fracaso inicial, Pyro insistió con ese ataque, queriendo aprovechar que todavía era más rápido, pero al notar cómo su oponente los evadía con más soltura, decidió hacer lo mismo y se forzó a aumentar aún más su fuerza y velocidad; así, consolidó el nivel dos de su Danza Dragón y fue capaz de propinarle algunos golpes de ala con la suficiente destreza para evitar sus coletazos llenos de agua y chorros de alta presión. Esto pareció darle una apertura, por lo que se lanzó en pos de Gekiryuu mientras sus garras se llenaban de chispas… sólo para darse de cara con un sorpresivo pulso eléctrico que entumeció sus alas en el acto, haciéndole presa fácil de una contundente Acua Cola que lo mandó al suelo.

                            —¡Pyro! —le llamó un preocupado Danot, a quien le costaba prestar atención a esos dos combates paralelos, a diferencia de Ibuki, quien parecía mantenerse serena a pesar de tener que estar pendiente de cuatro de ellos.

                            Gouryuu dirigió la mirada hacia su hermano caído, quien intentó levantarse enseguida a pesar del daño recibido; sonrió satisfecho, sabiendo que esto sólo le incitaría a intentar vencer a su rival, pues él había pasado exactamente por lo mismo. Consideraba que, con algo más de experiencia, Pyro incluso podría tener una mejor oportunidad de lograrlo; esta leve distracción fue aprovechada por Shady para acercarse por detrás e intentar anular su habilidad de volar con un Puño Hielo en la base de las alas. No obstante, Gouryuu se tiró boca abajo con la cola en alto, la cual agitó para producir un sinfín de esferas de fuego espectral que quemaron a la comadreja al contacto, dejándola vulnerable a una exhalación de aire caliente que éste emitió mientras se reincorporaba, creyendo que no tendría otra oportunidad así contra una oponente tan astuta y escurridiza, a quien dedicó una mirada de respeto. A pesar de tal reconocimiento, Shady hizo lo indecible para ponerse de pie, pero sus quemaduras se encargaron de volver a postrarla.

                            —Gracias, Shady, ya has hecho suficiente; descansa —dijo Danot al devolverla a su Poké Ball, tras lo cual enfocó su atención en Pyro, quien se había reincorporado con mucha dificultad a causa de la parálisis—; ¡intenta volar e insiste con Lanzallamas y Giro Fuego! —ordenó en el acto, queriendo evitar que fuese un blanco fácil mientras empleaba esos ataques inefectivos.

                            Pyro batió sus alas con esfuerzo para elevarse un par de metros y exhalar una columna de fuego que Gekiryuu se limitó a bloquear con su cola envuelta en agua, para después moverse y eludir la espiral ígnea por indicación de Ibuki, quien intentaba ponérselo lo más difícil posible, mientras Gouryuu se posaba en tierra para usar su Afilagarras sin ninguna orden de por medio. Fue con esto que los chicos entendieron por fin que no era sólo por la desventaja de tipo que todos ellos estaban teniendo tantas dificultades: era la manera de combatir de los Pokémon de Ibuki, quien realmente no había estado al tanto de las cuatro batallas al mismo tiempo. Esa era la base del estilo Ryuuzaki, con el que los Pokémon eran entrenados para ser contundentes y capaces de tomar decisiones difíciles cuando hiciese falta, como si sus propios Entrenadores les estuviesen dando tales indicaciones; tras casi una década de luchar juntos, se notaban los resultados en su firmeza ofensiva y defensiva. A Danot no le cabía ninguna duda de que, de desearlo, Ibuki podría ganar con holgura la Conferencia Plateada, aunque no se podía atrever a asegurar una victoria suya contra el Alto Mando o el mismo Wataru, al no conocer de primera mano la fuerza de esos Entrenadores de élite. Se trataba de un nivel aún muy por encima del suyo propio, por lo que ese ejercicio era uno de los tantos pasos que debía dar para acortar la distancia con aquellos a quienes aspiraba enfrentar y derrotar, una vez que fuese capaz de al menos hacerse con la victoria en el campeonato regional.

                            Enfocado en esa meta, Danot siguió dando indicaciones a Pyro, quien finalmente consiguió acertar un Giro Fuego que comenzó a mermar la vitalidad de Gekiryuu. Sin embargo, cuando intentó propinarle un Puño Trueno, un inoportuno entumecimiento en la mitad izquierda de su cuerpo detuvo su ataque y ocasionó que se precipitase contra el suelo, con lo que recibió una potente Hidrobomba que lo arrastró varios metros antes de noquearlo.

                            —Gracias, amigo; bien hecho —le agradeció Danot tras acercarse y acariciar su cuello, tras lo cual lo guardó y se alejó un poco del área de batalla; debía aguardar a que Rairyuu estuviese disponible, ya que Sparkle y Shizuru no cumplían el requisito impuesto por la Líder.

                            Mientras esperaba, pudo ver cómo el cansado Ninetales de Shiori caía debilitado por varios pedriscos provenientes de una nube muy oscura por encima Hyoryuu, su ataque Alud. Vio una expresión mezcla de molestia en la chica, quien no tardó en reemplazarlo por su Dragonair, la cual había atrapado durante su prueba y evolucionado una semana antes de que Danot llegase a Fusube.

                            Tuvieron que pasar unos cuantos minutos más para que el Blastoise de Keisuke finalmente cayese vencido, por lo que no tardó en tomar su lugar y liberar a Alfa, mientras su compañero se disponía a enfrentar a Gekiryuu con su Swampert. La estrella de mar desplegó su Pantalla de Luz mientras evitaba por los pelos el primer Rayo de Rairyuu, quien aprovechó su ya ganada velocidad para reducir a nada la distancia entre ambos y atacar a quemarropa; sin embargo, su oponente se valió de su Giro Rápido para equiparar su velocidad y mermar su vitalidad poco a poco con su Rayo Burbuja. Siguieron así por un rato, en el que Alfa pareció ganar un poco de ventaja gracias a su Recuperación, hasta que Ibuki llamó la atención de su Pokémon y le pidió que se lo tomase más en serio, con lo que éste volvió a acortar la distancia entre ambos para emitir un veloz pulso eléctrico y paralizar a su oponente.

                            —¡Alfa, Escaldar! —ordenó Danot, sabiendo que tendría que arriesgarse a emplear ataques más potentes tras la considerable disminución de velocidad de la nombrada.
                            —Campo Eléctrico —indicó Ibuki con tranquilidad, sabiendo que su Pokémon podría resistir aquello, tras lo cual fijó su atención en lo que hacían sus otros Pokémon.

                            Rairyuu no tardó en agazaparse mientras reunía toda su electricidad, por lo que recibió de lleno ese chorro de agua hirviente, pero esto no le detuvo de proferir un atronador gruñido al reincorporarse y generar así un área rectangular rebosante de electricidad, lo suficientemente extensa para que la paralizada Alfa no pudiese escapar de ella. Queriendo devolverle el favor por esa desagradable ducha caliente, el Ampharos liberó un Rayo tan exageradamente potente que ni la Pantalla de Luz evitó que su inmovilizada contrincante acabase noqueada en el acto. Danot no tardó en guardarla, reconociendo que, incluso sin esa inoportuna parálisis, Alfa habría sido incapaz de esquivar semejante ataque.

                            Finalmente, cada Pokémon de Ibuki fue capaz de enfrentarse a tres o cuatro contendientes antes de requerir descansar. Danot, Shiori y Keisuke se observaban entre sí, reconociendo lo complicado que había sido luchar en esas condiciones, pero aprender a sobrellevar este tipo de situaciones podría ser un factor determinante en cualquier combate del torneo que tenían por delante. Ambos aprendices se retiraron para entrenar juntos tras agradecer esa agotadora pero útil sesión, sabiendo que podían continuar sin problema al saber que los demás debían estar ocupándose de la comida, dado que habían decidido no practicar por la mañana. Por su parte, tras dejar a sus Pokémon debilitados en la máquina restauradora, Danot siguió entrenando con Ibuki, haciendo que Seiryuu intentase evadir o, en el peor de los casos, bloquear los ataques de Sparkle para mejorar su escasa velocidad; en paralelo, Kiryuu se empleaba a fondo para eludir con su Danza Dragón los precisos Dragoalientos de Shizuru. Cuando todos ellos necesitaron una pausa, el chico fue a buscar a sus otros Pokémon mientras la Líder aplicaba pociones a los suyos, dejándoles observar el entrenamiento de los demás mientras reposaban; así, se fueron alternando entre ejercicios y descansos hasta la hora de comer. Tras esto, Danot se apresuró en volar hacia la ciudad para su sesión intensiva de entrenamiento con Akari, ya que quería dejar a sus Pokémon descansar todo lo que quisiesen al día siguiente. Por su parte, Ibuki dejó libres a los Pokémon que no iba a usar en sus batallas de Gimnasio para que pudiesen relajarse tras el duro entrenamiento que todos habían tenido.

                            El domingo por la mañana, sólo Ibuki y Danot decidieron hacer ejercicios tras desayunar, pues los otros habían decidido pasar el día fuera, cada quien con una idea clara de cómo sacar provecho al día. Dado que hacía muy buen tiempo, ambos se dirigieron al lago con la intención de dejar libres a sus Pokémon para que pudiesen jugar entre ellos o hacer lo que les apeteciese más. Así, no tardaron a ver a Haku cerca de la orilla, pescando con toda tranquilidad mientras mantenía los ojos cerrados, esperando al más mínimo movimiento en su caña; que Alfa y los otros Pokémon acuáticos se sumergiesen en el lago no pareció perturbar su estado de paz. Los Pokémon capaces de volar hicieron esto mismo, en tanto la Sneasel subió al árbol más cercano a echar una siesta, y Sparkle y Rairyuu empezaron a perseguirse mutuamente. Por lo que sólo se quedaron con los humanos Kiryuu y Shouryuu, quienes se recostaron cerca de la orilla para tomar el sol. Danot se sentó al abrigo del árbol elegido por Shady, con su libreta de apuntes a mano para repasar lo hecho con sus Pokémon durante la semana y organizar lo que haría con los otros, pues por fin podría recibirlos de Yamen al día siguiente. Estuvo un rato así, hasta que se le cansó la mano de escribir; fue entonces que fijó su atención en Ibuki, quien palpaba la coraza de Kiryuu con firmeza. Ésta seguía echada de panza al suelo, profiriendo algún gruñido de incomodidad dependiendo del lugar que su Entrenadora tocase.

                            —Con más pausa, Ibuki; entiendo que quieras aprenderlo lo antes posible, pero las quejas de tu Pokémon son una señal clara de que estás perturbando sus canales energéticos —adujo súbitamente Haku, con marcada autoridad a pesar de su tono suave, uno muy distinto del que habría empleado al inicio del entrenamiento de sus nietos.
                            —Sí, abuelo; gracias —contestó ella con respeto, sabiendo que tenía toda la razón; supuso que había adivinado sus intenciones, pero había tenido el decoro de no revelarlas delante de su amigo.

                            Habiendo oído esto, Danot volvió a sumirse en sus apuntes, no queriendo importunar su privacidad, aunque con ello pudo deducir que el Cometa Draco requería abrir algunos canales energéticos de los Pokémon de tipo dragón, para generar algo tan impresionante como aquel ataque que había dado más de una victoria al Dragonite de Wataru. Pero volvió a centrarse en sus propias cosas, queriendo aprovechar el tiempo que tenía. Sacó su Pokédex, sabiendo que sería el último día que podría mantenerla encendida antes de partir hacia Wakaba, para revisar los detalles de varios ataques y pensar en posibles variaciones. En su lista de éstas figuraban Terremoto y Pulso Umbrío (registrado gracias a Yami), pero no podía quedarse sólo con esto; sin embargo, no tardó mucho en desistir de ese empeño, al darse cuenta de que sería mucho más fácil hallarse primero en la situación que intentar imaginársela, lo cual significaba tener más batallas. Así, se centró en terminar de definir las estrategias para el resto de sus Pokémon, aun cuando una cansada Sparkle fue a recostarse a su lado, por lo que le dedicó alguna caricia de tanto en tanto mientras hacía sus anotaciones. No pasó mucho para que sintiese una vibración en el suelo y una calidez muy pronunciada: Pyro había aterrizado y se había recostado al otro lado de la Raichu para darle un poco de calor, lo que ésta aceptó de buen grado. Danot no dudó en mimar también al lagarto, sintiendo un contraste marcado entre sus duras escamas y el afelpado pelaje de la ratona, gesto que ambos disfrutaron mucho, como evidenciaban los suaves gruñidos que emitían cada vez que los acariciaba. Se quedaron así hasta bien pasado el mediodía, cuando Danot empezó a sentir apetito, por lo que se levantó y llamó a sus Pokémon. En ese momento, Ibuki estaba palpando la espalda de Shouryuu, con cuidado de no lastimarse con sus ásperas escamas, a pesar de que el Garchomp estaba muy relajado.

                            —Ibuki, voy a comer; ¿quieres que caliente algo para ti? —preguntó tras guardar a todos sus Pokémon menos Pyro y Sparkle, quienes querían acompañarle un rato más.
                            —No, tranquilo, quiero seguir un rato más con esto —contestó ella, mientras palpaba con suavidad el contorno de la espalda de su Pokémon.

                            Danot no insistió al verla tan empeñada en ello… cosa que lamentaría luego. Así, antes de encargarse de sí mismo, alimentó a sus Pokémon en las inmediaciones de la piscina y les hizo compañía hasta que quedaron satisfechos. Tras guardarlos y comer también, decidió tomar un breve descanso… que se prolongó por horas, al no ser consciente del cansancio que llevaba acumulado por todo lo hecho durante la semana. Despertó al percibir actividad a su alrededor, cuando los primeros de sus compañeros en regresar entraron a la sala de estar. Estos no pudieron evitar reír un poco al encontrarle soñoliento y con un hilillo de baba escapando por la comisura de sus labios, mas le dieron tiempo de acabar de despertarse para que les ayudase con los preparativos de la cena y el desayuno del día siguiente. Durante la cena, no pudo evitar preguntarse si acaso Ibuki se había saltado la comida anterior, dado el apetito que mostraba, pero no quiso sacar el tema delante de los demás. Asimismo, ella misma debía saber cómo llevar su propio itinerario, por lo que prefirió no entrometerse en ello.

                            Ya por la tarde del día siguiente, se dirigió al video-teléfono situado en una esquina de la sala de estar para llamar a su hermano y, por fin, recibir al grupo de Hellga para comenzar su entrenamiento de cara a la Conferencia Plateada, al quedar tres semanas para su inicio. Apagó su Pokédex y esperó tan pacientemente como pudo a que se estableciese la comunicación con el laboratorio, sintiendo que no iba a quedarse tranquilo del todo hasta que pudiese comprobar con sus propios ojos que todos ellos ya estaban recuperados.

                            Ya con todas sus Poké Balls a mano, Danot se dirigió al campo de práctica con piscina para empezar con lo que quería hacer. Fue liberando uno a uno a quienes le habían acompañado en el Camino de Hielo, los que habían hecho posible que saliese indemne de su encuentro con los Rockets. Salma le dedicó un saludo despreocupado al verse libre, poco antes de que Hellga y Ray le saltasen encima para llenar su rostro de cariñosos lametones, mientras Tsurugi y Mizuho le dedicaban sonrisas confiadas desde la distancia y Geist soltaba una buena risotada al ver así al muchacho, antes de darse cuenta de dónde estaba, por lo que frunció cómicamente el ceño. Sabía que si Danot no lo había liberado para combatir, seguramente querría que se sometiese a otro de esos tediosos entrenamientos que detestaba con toda su alma; para su buena suerte, éste se tomó su tiempo para ir hablando con cada uno de ellos y verificar su estado. Así, dedicó unas afectuosas caricias a Hellga y Ray antes de hacer lo mismo con Tsurugi, quien gorjeó con suavidad al sentir ese cálido contacto. Se puso de cuclillas para comprobar el estado de la piel de Salma, quien le dedicó una mirada curiosa y una gran sonrisa para luego zambullirse en la piscina; Mizuho fue un poco más paciente y recibió varios mimos en sus afelpadas orejas antes de hacer lo mismo, dejando al chico mucho más tranquilo. Por fin, se dirigió hacia el fantasma, quien lo observó con cierto recelo, esperando esas fatídicas palabras que no quería oír. Sin embargo, no fue esto lo que su Danot tenía por decir.

                            —Me alegra verlos bien, a todos —expresó mientras se le humedecían los ojos, habiéndose quitado por fin un gran peso de encima, a lo que sus Pokémon asintieron; se los enjugó antes de liberar a los otros, siendo la primera vez que tenía a todos sus Pokémon juntos desde que había iniciado la ruta de las medallas.

                            Grande fue la sorpresa del grupo de Hellga al encontrarse con un enorme lagarto alado de escamas negras y a una imponente hipocampo de piel púrpura; tardaron un poco en reconocer al primero como Pyro, su compañero desde que había sido un pequeño Charmander dorado, pero la Kingdra no les sonaba de nada; ésta les dedicó un leve gesto con la cabeza, ganándose sobre todo la atención de Hellga, Mizuho y Tsurugi.

                            —Chicos, ella es Shizuru; Shizuru, ellos son Hellga, Ray, Tsurugi, Salma, Mizuho y Geist —Danot hizo las presentaciones entre sus Pokémon, esperando que pudiesen llevarse bien, o al menos, que no tuviesen conflictos entre sí.

                            Los aludidos compartieron una breve conversación, tras lo cual la sempiterna Kingdra se aproximó a Danot, mostrándose más interesada entrenar que en socializar. Éste le dedicó una mirada que le pedía algo de paciencia, a pesar de haberse cerciorado ya del estado de todos, en particular cuando el fantasma empezó a levitar a su alrededor, queriendo sacarle una risa con sus exagerados gestos; lo único que consiguió fue un resoplido de la dragona.

                            —¡Bien, chicos, hora de entrenar! —por fin habían llegado las palabras que Geist no quería escuchar y Shizuru aguardaba, por lo que el primero no tardó en intentar volver a su Poké Ball, cosa que Danot impidió al cubrir el botón central de ésta—. Sí, Geist, eso también iba para ti —añadió con expresión seria, recordando cómo había sido incapaz de reaccionar al sorpresivo ataque del Drifblim de Ruby.

                            El fantasma también recordaba esto con claridad, a pesar de creer que en una pelea cara a cara habría tenido mejor suerte, aunque quizá esto era una excusa muy conveniente para no entrenar; sin duda le gustaba combatir, pero tener que entrenar se le hacía muy cuesta arriba. Viendo que si seguían así iban a perder más tiempo, Danot indicó a sus otros Pokémon que se juntasen en pares como les apeteciese e intercambiasen ataques como calentamiento; por su parte, Geist había adoptado una postura que le hacía parecer cruzado de brazos.

                            —Sé que detestas entrenar —expresó Danot, mientras pensaba mil y un argumentos para convencerlo de que accediese a ello—; ¿ni siquiera querrías intentar aprender algún ataque nuevo, para que no ocurra lo de la última vez? —inquirió, intentando apelar a su orgullo.

                            Sabía lo mucho que Geist aborrecía perder, aunque cada vez era más difícil motivarlo para que no se quedase atrás; todavía recordaba cuando, como un Gastly, dio a un pequeño Pyro muchas dificultades para derrotarlo y capturarlo, pero en ese momento el Pokémon flamígero sin duda le llevaba una ventaja significativa.

                            Geist le miró con recelo. Era cierto que le gustaba luchar, y viajar no se le hacía realmente desagradable, pero entrenar era otro asunto… igualmente, su Entrenador había metido el dedo en la llaga, y aunque sabía que tenía razón, le daba pereza. Acabó mascullando alguna grosería antes de dirigirse hacia los demás con las manos como si le colgasen del cuerpo, ya resignado. A pesar de esa victoria momentánea, Danot suspiró, sabiendo que no harían progresos a largo plazo si aquello se mantenía así. Otro de los motivos por el que había querido tener a todos sus Pokémon juntos era para poder dilucidar quiénes de ellos estarían completamente dispuestos a mantener e incluso incrementar la rutina de entrenamiento que tenía planeada para las dos semanas que tendrían para prepararse. Aunque apreciaba a todos, tras haber empezado aquel régimen y presenciado la profesionalidad con la que Ibuki adiestraba a sus propios Pokémon, había comenzado a considerar que quizá no todos ellos querrían seguir el arduo camino que había escogido. Era algo de lo que necesitaba estar seguro antes de continuar, por el bien de todos ellos y el de su propio sueño, por lo que se tomó el resto del día para evaluar esto y en base a lo que observase, decidir cómo llevar acabo las prácticas de los días siguientes. Decidió además emplear a los seis recién llegados en sus batallas de la mañana siguiente, queriendo ver su desempeño en una batalla real tras su tiempo de recuperación.

                            Y así pasaron algunos días más, en los que alternó entrenar con sus compañeros y Akari (dando a Hellga por fin una reunión grata con una congénere tras lo ocurrido con los Rockets), dado que Ibuki sólo les podía dedicar el tiempo justo para la práctica matutina. Aunque por las mañanas parecía tener algo de paz para dedicarse a su propio entrenamiento y dejar libres a los Pokémon que no empleaba en los desafíos oficiales para que ayudasen a sus aprendices si hacía falta, las tardes las tenía muy ocupadas por la gran cantidad de retadores que venían a enfrentarla. Tal fue ese volumen que tuvo que depender de Kiryuu para completar más de una batalla, y tal su intensidad que la afanosa Shelgon terminó evolucionando en medio de uno de esos combates para luego dominarlo con su nueva forma alada. Aun con esto, a Ibuki cada día se le veía más cansada y silenciosa durante las comidas, pero nadie se atrevió a sugerirle que reposase, al notarse cierta irascibilidad que ella intentaba reprimir a toda costa desde que Kenji finalmente pudo vencerla por escaso margen y hacerse con su medalla. Por esa combinación de respeto por su esmero y tenacidad y temor a causar que tuviese un arrebato como en sus inicios como Líder, nadie pareció hallar el modo de abordar el tema, queriendo creer que ella misma sabía cuál era su límite y cuándo debería descansar.

                            Durante la tarde del viernes de dicha semana, día en que Danot se quedó en el Gimnasio (Akari aludió que necesitaba descansar y dejar que sus Pokémon hiciesen lo mismo, además de estar ya en el arco final del juego que habían comprado juntos) y que la piscina estaba siendo ocupada por Tsurio y Keisuke, decidió liberar a Pyro y acercarse a Yofuu para pedirle ayuda para entrenar, cosa que éste estaba haciendo con su Blaziken y Manectric.

                            —¿Así que quieres que enseñe Sofoco a tu Charizard? —preguntó éste, pensativo, ya que Seiko le había pedido lo mismo días atrás para su Combusken—. De acuerdo, pero tendrás que vencer primero a mi Magcargo… con él —expresó con una sonrisa sardónica al señalar a Pyro, queriendo obligarlo a luchar en desventaja.

                            Tras esa primera batalla que había ganado a pesar de haber sido avasallado por Shady y Danot, las siguientes habían sido mucho más igualadas en cuanto a dominio, siendo sus peores resultados un par de empates por límite de tiempo. Quería seguir disfrutando de la satisfacción que le brindaba derrotarlo, buscando borrarle al menos una vez esa expresión optimista que se le empezaba a hacer molesta.

                            —¡De acuerdo! ¡Hagámoslo así! —respondió Danot con entusiasmo ante tal reto, cosa con la que Yofuu no había contado, al haberse concentrado más en observar su desempeño que a la persona en sí, por lo que todavía no era capaz de comprender su manera de afrontar tales situaciones.

                            Danot y Pyro no tardaron en situarse en un extremo del campo, mientras Yofuu mantuvo a sus dos Pokémon cerca de su propia zona técnica para que viesen la paliza que pensaba dar a su oponente, con lo que dejó salir a su caracol volcánico.

                            —¡Magcargo, esos dos quieren que les enseñes tu Sofoco! ¡Así que vamos a mostrárselos con una batalla! —exclamó teatralmente, intentando hacer su mejor impresión de Wataru en sus batallas de campeonato.
                            —Pyro, ¿listo? —preguntó Danot con confianza, presto para mostrar lo mucho que ambos habían mejorado desde su llegada a Fusube—. ¡Danza Dragón! —indicó enseguida, sabiendo ya lo dura que podía ser la defensa física del caracol.
                            —¡Zaar! —asintió el Charizard, alzando de inmediato el vuelo al saberse muy vulnerable a los ataques de roca de su oponente.
                            —¡Rompecoraza y Lanzarrocas! —ordenó Yofuu con un aparatoso gesto de mano, con toda la intención de eliminar la posible ventaja de velocidad de sus oponentes y golpearlos de modo contundente, teniendo muy en cuenta el consejo de Ibuki de ser mucho más proactivo.

                            Magcargo dedicó una mirada molesta a su oponente mientras un suave brillo rojo y blanco asomaba por las fracturas que empezaron a llenar su concha pétrea; aprovechando esto, giró sobre su masivo pie para arrojar las partes flojas a gran velocidad contra el Charizard, mas éste las esquivó por un pelo gracias a una hábil pirueta con la que afianzó el nivel uno de su Danza Dragón. Sintiéndose más ligero, el caracol escupió varias esferas de lava que no tardaron en enfriarse y convertirse en pedruscos dirigidos hacia su par de fuego, quien los eludió mientras endurecía sus alas y se lanzaba en pos de él tras la indicación de Danot. Yofuu sonrió confiado e instó a su Pokémon a mantener ese ataque, pero Pyro lo sorprendió moviéndose lo justo para proteger su cabeza y alas, sin importarte recibir algún pequeño corte en el torso y piernas.

                            —¿Pero qué…? —masculló un frustrado Yofuu, sin tanta confianza como al principio.

                            Danot sonrió satisfecho. Su contrincante les había subestimado, pero para ser justos, él no podía estar al corriente de todo lo que habían mejorado con sus prácticas fuera del Gimnasio, irónicamente gracias a su consejo.



                            Un par de días atrás…

                            —Lo he estado pensando, y con lo que sí puedo ayudar a Pyro es enseñándoles a lidiar con situaciones de desventaja —expresó Akari cuando llegaron a la sección del parque que ya se había convertido en su lugar usual de prácticas.

                            Danot asintió. Era normal que una Entrenadora especialista se encontrase mucho en tales circunstancias, sobre todo de un tipo con debilidades relativamente comunes. Sin tardar más, liberó a Pyro, listo para seguir las indicaciones de su amiga, quien no tardó en dejar salir a un Pokémon flotante que parecía una representación tallada en roca del sol del atardecer, dado su tono rojizo.

                            —Pensaba que sólo entrenabas Pokémon de fuego —expresó un sorprendido Danot, lamentando no poder contar con su Pokédex en ese momento para consultar su información.
                            —Creía que lo era antes de atraparlo —admitió Akari, claramente avergonzada al recordar el día que aquello ocurrió—; aun así, es un compañero preciado y nos ha ayudado mucho a prepararnos para enfrentar una de nuestras debilidades típicas —proclamó con orgullo y afecto—; Kai nos ayudó con la otra —agregó del mismo modo, incapaz de olvidar la risotada de ésta por tal confusión, si bien no podía culparla del todo, dado el color de ese Pokémon y su repertorio de ataques de fuego.
                            —¿Es Entrenadora de Pokémon de agua? —preguntó con curiosidad, pareciéndole lo más probable.
                            —¡La mejor que he conocido! —exclamó con entusiasmo—. O eso querría decir, pero está Mikuri… aunque no se lo menciones o se enfadará —advirtió, medio en serio, medio en broma, teniendo en cuenta el carácter de su amiga y la historia que tenía con su primo—; pero basta de charla… ¡vamos, Solvion! ¡Lanzarrocas! —ordenó prestamente, para aprovechar el tiempo que tenían.

                            El Pokémon meteorito no tardó en girar como una peonza y generar varios proyectiles de roca desde las protuberancias que simulaban rayos de luz. Danot no necesitó indicar a Pyro que levantase el vuelo y esquivase ese ataque, lográndolo con relativa facilidad.

                            —¡Danza Espada y más Lanzarrocas! —insistió Akari, con lo que Solvion, aparentemente inafectado por su moción giratoria, la hizo aún más intensa mientras liberaba más y más calor; con ello, los subsiguientes peñascos incrementaron su número y tamaño, por lo que Pyro tuvo que valerse de su Danza Dragón para eludirlas, aunque con menos soltura que al principio—. ¡Pulimento y más Lanzarrocas! —continuó, queriendo medir la capacidad evasiva del Charizard para calibrar ese entrenamiento.

                            Solvion dejó de rotar sagitalmente para hacerlo axialmente mientras frotaba la punta de sus apéndices contra el suelo, generando chispas mientras éstos parecían hacerse más lisos. A velocidad inusitada, empezó a levitar por el campo mientras volvía a girar sobre su eje sagital para liberar sus proyectiles de roca a toda velocidad, siendo tantos y tan veloces que Pyro tuvo que forzarse tanto como en su batalla con Suiryuu para evadirlos todos.

                            —No está mal, ¿pero podrán ganar sólo esquivando nuestros ataques? —les retó Akari, no sin razón, mientras Solvion descansaba de esa retahíla de ataques.

                            Danot y Pyro se miraron mutuamente. Sabían que la chica tenía toda la razón y que con lo que estaban haciendo sólo habían ganado tiempo, pero no la batalla.

                            —¡Ala de Acero! —ordenó el muchacho, justo como su Pokémon había esperado.
                            —¡Lanzarrocas! —contraatacó Akari, queriendo ver qué eran capaces de hacer en tales condiciones.

                            Pyro se lanzó en pos de su oponente con las alas extendidas y brillando de color metálico, pero éste no tardó en desplazarse de su posición original mientras giraba y expelía proyectiles de roca. El lagarto tuvo que forzarse a eludirlos con toneles volados y otras piruetas dignas de un acróbata olímpico, pero no pudo evitar que algunos rozasen sus piernas y torso, a pesar de haber aprovechado la consistencia de sus alas para bloquear o reducir a grava otros.

                            —¡No dejen que esto los detenga! ¡No siempre podrán evitar los ataques! ¡Para Pokémon voladores como Reidam y Pyro, lo más importante es proteger su vista y alas de los ataques de roca! —exclamó Akari, queriendo animarles a continuar.
                            —¡Ya la has oído, Pyro! ¡Tú puedes! —el chico hizo lo mismo, agradecido por ese consejo.



                            —¡Ala de Acero! —ordenó Danot, teniendo claro cómo lidiar con ese Magcargo.
                            —¡Sigue con tu Lanzarrocas! —insistió Yofuu, creyendo que ese ataque neutral poco podría hacer, incluso con la disminución de defensas del caracol; y aunque fuese el caso, también les tenía guardadas algunas sorpresas.

                            Pyro siguió ejecutando vistosas piruetas mientras eludía o pulverizaba las rocas que podía, procurando usar lo menos posible sus brazos como escudos en caso de que alguna fuese a su rostro para no perder de vista a su oponente, quien también se estaba moviendo por el campo a una velocidad considerable para su especie. Pero sabía que él era más rápido, y lo demostró al acercársele lo suficiente como para propinarle un tajo en un costado con su ala derecha, con lo que pudo percibir por primera vez algo más caliente que su propio cuerpo, una experiencia inusual para un Pokémon de fuego. También sintió cómo sus propias escamas se endurecían, el efecto secundario del ataque que había empleado, por lo que no dudó en volver a lanzarse en pos del caracol tras volver a esquivar otra andanada de filosas rocas. Justo lo que Yofuu había estado esperando.

                            —¡Ahora, Rodar! —instruyó abruptamente a su Pokémon, quien no tardó en aprovechar su anatomía para desplazarse como una veloz rueda de roca que impactó violentamente a Pyro; éste cayó al suelo con dureza, pero tuvo que apresurarse en volver a alzar el vuelo para no ser arrollado por el caracol.
                            —¡Mantén tu distancia y Danza Dragón! —indicó Danot al notar la merma en el aura que rodeaba a Pyro, creyendo que Magcargo no podría separarse demasiado del suelo.

                            No tardó en darse cuenta de lo errado que estaba. Con su aumento de velocidad y fuerza, además del efecto acumulativo de su ataque, el caracol pudo amenazar a su oponente con un impacto si se le ocurría volar demasiado bajo. Esta situación hizo a Danot recordar la batalla de Tsurugi contra Mirutan (la Miltank de Akane), salvando las diferencias en cuanto a efectividades y fuerza física. Quizá era el momento para volver a probar aquello.

                            —¡Carga Dragón! —ordenó Danot con determinación, queriendo probar si sería suficiente para detener a ese oponente.
                            —¡Ve por él, Magcargo! —le arengó Yofuu, completamente seguro de que no perderían en una confrontación directa.

                            Era la primera vez que utilizaría ese ataque en un combate real desde su derrota contra el Croconaw de Jin’ya y no podía evitar sentir algo de temor por volver a fallar, pero Danot estaba confiando en él. Lo había practicado hasta la saciedad desde su evolución, su hermano le había enseñado todo lo posible al respecto… era un esfuerzo que no podía irrespetar por su miedo a fallar, no. Se rodeó prestamente de una estela de energía azul, un feroz dragón que impactó de lleno contra Magcargo, quien rodaba con vehemencia para intentar superar la presión de dicha emanación mística. Aunque ese pulseo duró sólo unos segundos, éstos se hicieron eternos para ambos Entrenadores, quienes sólo podían observar cómo sus criaturas ponían todo de sí para imponerse sobre la otra. Finalmente, el caracol salió expelido hasta caer de lado a unos metros delante de Yofuu mientras Pyro ascendía al realizar un bucle interior, anticipándose a la orden que estaba por venir.

                            —¡Lanzarrocas! —indicó Yofuu, al ser el ataque que su Pokémon podría ejecutar con más rapidez en esa posición… de no haber sido por el pequeño gran detalle de que había quedado amedrentado, por lo que no pudo reaccionar a esa orden de inmediato.
                            —¡Terremoto! —prorrumpió Danot, al dejarse llevar por la emoción del combate.

                            Esa sola palabra bastó para producir escalofríos en la columna de Yofuu, y muchos más al ver al Charizard brillante descender y girarse en el último momento para golpear el suelo con sus extremidades inferiores con suficiente fuerza para causar una onda expansiva que pilló de lleno a Magcargo. Danot se había contenido de mostrar ese recurso hasta el momento en que Yofuu no tuviese ninguna oportunidad de contrarrestarlo; había usado su exceso de confianza en su contra, como éste tuvo que admitir para sí mismo mientras chirriaba los dientes con la cabeza gacha. No sólo había perdido por presumido, sino que también lo había hecho a pesar de tener una considerable ventaja de tipo, algo que le frustraba muchísimo.

                            Tragándose su orgullo a pesar de lo mucho que le escocía esa primera derrota, aceptó el apretón de manos de Danot y aplicó algo de medicina a su Pokémon para poder cumplir con su parte del trato. Era lo debido, en un mundo en el que el fuerte se imponía sobre el débil, y tras esa batalla, quedaba claro que él había sido esto último. Marcó a fuego esa amarga sensación en lo más hondo de su ser mientras Magcargo ejecutaba el Sofoco delante de un atento Pyro, para que esto fuese la llama que alimentase su deseo de superar por completo a quien le había humillado de ese modo.

                            —A todo esto, ¿cómo te va con tu Dragonair? —preguntó Danot con curiosidad, pues no lo había visto en las ocasiones que había luchado contra Yofuu.

                            ¿Le estaba echando en cara su debilidad, aprovechándose de su victoria? Aunque su rival parecía preguntarlo con interés genuino, no podía decir con seguridad cuál era su intención.

                            —De maravilla; Keisuke y Shiori me han ayudado mucho con él —respondió al señalar a los nombrados, quienes practicaban el vuelo con sus respectivos Dragonair; según ambos tenían entendido, dichos Pokémon habían evolucionado a inicios de mes.

                            Danot asintió, a pesar de no estar del todo satisfecho con esa respuesta. Reconocía que Yofuu era un gran Entrenador, pero por alguna razón nunca había usado a su dragón contra él; no tardó en quitárselo de la cabeza, atribuyéndolo a que quizá él todavía no le consideraba lo suficientemente experimentado con dragones como para que su Pokémon pudiese aprender algo de ello. Sus razones tendría, y aunque rompía un poco con la armonía que había sentido en el Gimnasio hasta antes de su llegada, ya tenía otras cosas de qué preocuparse. Quedaban apenas dos semanas para el inicio de la Conferencia Plateada, lo cual le daba algo más de una de entrenamiento efectivo, al requerir entre cuatro y siete días para viajar de pueblo Wakaba a pueblo Shirogane siguiendo la ruta determinada por la Federación para todos los debutantes de dicha competencia. Además, debía mantenerse al tanto del efecto del ritmo de entrenamiento que estaba imponiendo a sus Pokémon; aunque Geist era el único que se negaba a hacerlo de forma activa (ya había sido un logro que aceptase aprender ataques nuevos), a otros parecía costarles por más empeño que le pusiesen, por lo que era su responsabilidad animarles a ello o hallar una alternativa para que no se quedasen atrás, si realmente querían seguir ese camino. Pero, ¿era lo que desearían para sí mismos, en caso de poder escoger con libertad? Lo habían hecho hasta ese momento, pero salvo Pyro y Shizuru, incluso Alfa y Shady, no tenía esa seguridad con los otros que había atrapado, pues hasta hacía poco, todos ellos seguramente habían asumido que ese viaje sería el último, si era cierto que los Pokémon podían comprender los gestos subconscientes de sus Entrenadores. Debía ser por esto que más de uno intentaba esforzarse lo más posible… al igual que Ibuki, a quien cada día veía más cansada, a pesar de su empeño en seguir adelante. Quizá realmente había perdido la noción de dónde estaban sus límites y esto empezaba a notarse en su desempeño en sus desafíos de Gimnasio, según había escuchado de Tsurio y Shiori. Entendía que tuviese toda esa presión encima, mas no se sentía en la potestad de pedirle que parase… aunque quizá su abuelo podría ser la voz de la razón en cuanto a esto, por lo que decidió ir a visitarlo tras terminar con su propio entrenamiento.

                            Algo de media hora antes del atardecer, Danot se dirigió hacia la cabaña cercana a la orilla del lago, donde pudo divisar a Haku con una antigua pero maciza caña de pescar; supuso que tenía los ojos cerrados y estaba completamente concentrado en ello.

                            —¿En qué puedo ayudarte, joven Danot? —preguntó serenamente al dejar la caña de lado, momentos antes de girarse hacia su dirección.

                            ¿¡Cómo había sabido que era él!? Se había acercado por detrás del anciano, por lo que su reflejo no podía haber aparecido en la superficie del lago, y aunque no se había fijado mucho en ello, tampoco creía haber hecho demasiado ruido… supuso que no por nada era el líder del Clan Dragón de Fusube. Pero no había había venido a asombrarse ante sus proezas, como se amonestó mentalmente.

                            —Buenas tardes, señor Haku —le saludó con educación antes que nada, por respeto a la hospitalidad y entrenamiento que estaban brindándole—; sí, hay algo que quisiera consultarle, si no le resulta inconveniente —añadió, intentando ganar algo de tiempo para hilvanar lo que quería decir; su interlocutor asintió, con curiosidad, al notar el ligero nerviosismo del chico.
                            —Dime, tienes toda mi atención —le indicó con paciencia, para que supiese que no tenía ninguna prisa en volver a pescar.

                            Danot se aclaró la garganta, todavía nervioso pero decidido a explicar aquello que le había llevado ahí.

                            —Se trata de Ibuki, señor —empezó, mientras sentía que la garganta se le hacía un nudo.
                            —Hijo, si quieres pedir su mano en matrimonio, tendrías que hablar con ella y no conmigo —replicó éste con tono solemne… para después soltar una buena risotada ante la expresión de asombro y extrañeza del chico.

                            Danot no entendió a qué venía esto, pero no pudo evitar acabar riendo junto a él, y antes de que se diese cuenta, todo su nerviosismo ya se había marchado. Vio la sonrisa satisfecha de Haku, quien le instó a continuar con un suave gesto de cabeza.

                            —Ella lleva varios días de mucha tensión y creo que no se está dando el tiempo necesario para descansar y recuperarse —expuso por fin, siendo palpable su preocupación al respecto.
                            —¿Y nadie se lo ha hecho notar? —inquirió Haku con tono neutral, sabiendo lo obstinada que podía ser su nieta.

                            Danot se limitó a negar. Nadie había tenido el valor de decirle esto, sobre todo al notar su estado de ánimo durante esos días y el gran respeto que tenían hacia su disciplina y esmero, a pesar de sentir que se estaba esforzando más allá de lo que era sano.

                            —Esto explica la preocupación que noté en algunos de tus compañeros cuando vinieron a pedirme consejo sobre otras cosas —expresó Haku, complacido por la deferencia que tenían hacia su nieta, pero temiendo el extremo lógico de la misma—; y sobre este tema, joven Danot, sólo puedo darte consejo, ya que no puedo intervenir directamente en él, así que es algo que tendrás que resolver por tu cuenta —añadió con tono serio, incluso un tanto severo, aunque el chico no supo si iba dirigido hacia él, Ibuki o el mismísimo anciano.
                            —¿¡Cómo que no puede intervenir!? ¡Estamos hablando de su propia nieta! —prorrumpió un exaltado Danot, indignado por la aparente desaprensión de Haku; no se había esperado tal respuesta de quien sabía que era el familiar más cercano que Ibuki todavía tenía.

                            El anciano no se inmutó ante dicho arrebato, incluso esbozó una sonrisa que se perdió en medio de sus espesos bigotes y barba.

                            —Y es precisamente por su bien que no puedo intervenir, muchacho —respondió Haku con tono sereno, pero igualmente imponente—; tengo demasiado poder sobre ella y decirle que se detenga podría hacerle más daño que bien a largo plazo —añadió con la misma compostura, si bien el chico pudo notar un atisbo de contrición en sus palabras; al parecer, había mucho que aún ignoraba sobre la familia de Ibuki.
                            —No acabo de entender su punto, pero dudo que ella se detenga si se lo digo yo —expresó Danot con respeto, a pesar de lo bien que se llevaban, quizá por temor a confrontarla al haber visto lo obstinada que podía ser.
                            —Entonces tendrás que ser valiente y plantarle cara, muchacho; conozco sus límites y sé lo tozuda que puede ser, pero si realmente crees que tiene que detenerse, es mejor que se lo diga un igual, un amigo, no una figura de autoridad para ella —sentenció Haku, agradeciendo esa preocupación por su nieta, pero sabiendo que no bastaría con esto; el chico debía hallar su propia fuerza para resolver aquello.

                            «Un amigo», pensó Danot, al entender por fin la razón de Ibuki para invitarle a entrenar en su Gimnasio, aparte de la ayuda que podía dar a sus aprendices. Y era que, aunque todos ellos habían sido muy amigables desde que llegó, siempre habían mantenido cierta distancia de la Líder, y ella misma no había intentado aminorarla, con tal de ser una instructora que cumpliese con todas sus expectativas. Sin embargo, todas esas intensas emociones que había sentido en su batalla contra ella, todo lo que habían compartido durante esos días… a pesar de sus dudas, en ese momento se dio cuenta de que era el único ahí que podía conseguir que se detuviese y reparase en que estaba forzándose más de lo debido.

                            —Eso haré entonces, señor Haku; gracias por su consejo —convino Danot al inclinarse con respeto; a fin de cuentas, era su responsabilidad afrontar algo nacido de su propio desasosiego.
                            —Gracias a ti por ser su amigo —contestó el anciano con suavidad, sintiéndose algo más tranquilo al ver que había alguien aparte de él y Wataru que se preocupaba por el bienestar de su nieta.

                            Reconoció con pesar que era algo que le había faltado mucho cuando era más joven, sobre todo tras la súbita partida de Wataru para competir en la Conferencia Plateada, momento en el que reveló que no deseaba convertirse en su sucesor. A pesar de que los tres habían hecho las paces sobre esto y todo lo ocurrido previamente, sabía que ambos todavía tenían heridas que el tiempo no iba a curar… tiempo que sentía que no tenía, a pesar de la vitalidad que exhibía.

                            —No podía ser de otro modo… Ibuki es alguien a quien me honra poder tener como amiga —expresó Danot con convicción, para dejarle tranquilo pero también para darse valor para lo que tenía que hacer; al fin y al cabo, los amigos a veces tenían que chocar para entenderse…

                            Haku asintió, agradecido, y le despidió con su porte usual; sin embargo, cuando sintió que el muchacho ya estaba lo suficientemente lejos, dejó escapar una sonora tos mientras caía de rodillas al suelo. Tsubasa, quien estaba ocupándose de los quehaceres en la cabaña, no tardó en salir a auxiliarle, mientras el anciano deseaba poder tener tiempo de ver al menos el inicio de todo lo que esos jóvenes podían lograr…

                            En el camino de vuelta a los dormitorios, mientras aún pensaba en cómo abordar el tema con Ibuki, cogió su Pokégear para saber si había alguna novedad. Grande fue su sorpresa al ver que tenía casi quince mensajes de Akari, siendo los diez primeros exclamaciones de jolgorio previas a lo que realmente quería decirle. Danot sonrió ante la idea de Akari y le respondió de inmediato, creyendo que esto podría ayudarle con su predicamento; ya sólo le faltaba hallar el momento ideal para hablar con Ibuki…

                            Dicha oportunidad llegó el domingo por la mañana, tras haber dedicado el día anterior a poner a punto al grupo de Hellga al luchar contra los Pokémon de Ibuki y a los otros con Seiko y los demás para no dejar nada pendiente para ese día; no quería dar a Ibuki ninguna apertura para negarse a lo que planeaba. Como hacía una semana, fueron los únicos en ir a ejercitarse tras el desayuno; para Danot fue algo chocante verla dar todo de sí a pesar de sus leves ojeras y labios resecos, una estampa muy contrastante con su imagen usual. Fue por eso que, cuando terminaron, tuvo el buen tino de ofrecerle un zumo revitalizador que había comprado durante su última salida a la ciudad; él también tomó uno de la nevera portátil que había preparado con ese fin antes de desayunar.

                            —¿Y qué planes tienes para hoy? —preguntó Ibuki tras terminar su bebida, procurando mostrarse animada y creyendo que su compañía podría hacer su propio entrenamiento mucho más llevadero.

                            Danot pareció pensarlo por un instante, aunque en realidad estaba decidiendo las palabras para aprovechar la gran oportunidad que la Líder le había brindado.

                            —Quiero tomármelo con algo de tranquilidad tras todo el entrenamiento de esta semana… ya sabes, dejar a los chicos tomar el aire y que se relajen un poco, comer sin prisas, ir al cine en la ciudad —enumeró con expresión serena, esperando que Ibuki pillase la indirecta.
                            —¿Estás seguro de esto? ¿Con el poco tiempo que te queda para entrenar aquí? —pero ella no la captó, sintiéndose algo preocupada por esa actitud a apenas una semana del final de su tiempo de entrenamiento en Fusube.

                            Danot se abstuvo de dejar salir un suspiro de leve frustración por esto; a fin de cuentas, se había preparado para esta eventualidad, aunque, con una contendiente como Ibuki, nunca se podía estar lo suficientemente listo.

                            —Completamente seguro —replicó, procurando mostrarse de ese modo; no podía ceder en ese instante, no si quería tener éxito en lo que se había propuesto—; no exigirme más allá de lo razonable fue una de las primeras cosas que me enseñaste al llegar aquí —agregó, con una genuina expresión de agradecimiento, aquello por lo que quería que ella misma se percatase de que se estaba extralimitando.
                            —¿En verdad lo hice? —inquirió, extrañada, al no tener la mente del todo clara a causa de su cansancio mental, como demostró al llevarse la mano derecha a la sien correspondiente.
                            —Sí, lo hiciste —afirmó Danot, habiendo encontrado por fin la apertura que necesitaba—; y dado tu estado, creo que a ti también te haría falta un buen descanso; llevas días sin verte del todo bien —manifestó con marcada preocupación.

                            ¡Por fin había dicho lo que nadie se había atrevido a expresar abiertamente durante toda esa semana! Ibuki abrió mucho los ojos de la sorpresa y dudó un poco antes de responder.

                            —¿D-de qué hablas? Si estoy perfectamente… —refutó, a pesar de que claramente no era el caso.
                            —Entonces mírame a los ojos y dímelo con la confianza que normalmente exhibes —exigió Danot, procurando mostrarse lo más firme posible; ya no había marcha atrás para él, debía llevar aquello a buen puerto.

                            Ibuki no tardó en sentirse invadida por una extraña mezcla de sensaciones. Era la primera vez que veía a Danot así de imperturbable fuera de un entrenamiento o batalla, y eso en cierto modo chocaba con su propio orgullo. Sí, era cierto. Sabía que se estaba llevando más allá de su límite, pero tenía una buena razón para ello, algo que no podía compartir hasta que fuese el momento idóneo.

                            —¿¡Quién te crees que eres para pedirme las cosas así!? ¡Sé muy bien cuándo tengo que parar! —replicó con un tono más áspero del que quería usar, al haber acopiado todo su orgullo con tal de darle una réplica contundente a pesar de no tener la seguridad de lo que afirmaba… como habría hecho cuando empezó su carrera como Líder de Gimnasio.
                            —¡Soy tu amigo, Ibuki! ¡Honestamente no sé qué pretendes lograr con todo esto, pero no puedo dejar que te consumas así! ¡Necesitas descansar, al menos por hoy! —prorrumpió Danot con el corazón en la mano, preguntándose por qué tenía que ser tan obstinada.

                            Y con estas palabras, Ibuki sintió que algo dentro de ella se derrumbaba, como ella misma, cuando sus piernas perdieron fuerza y estuvo a punto de caer al suelo, de no ser por la rápida reacción de Danot, quien la había atrapado justo a tiempo. Teniéndole así de cerca, no tardó en hundir el rostro en su hombro izquierdo y empezar a llorar a moco tendido, dejando salir así la frustración de años de soledad y aislamiento emocional. Por su parte, el chico no se esperaba algo así, por lo que sólo atinó a abrazarla, mientras agradecía que no hubiese nadie más ahí para verla en ese estado.

                            La sensación de seguridad y calidez que le transmitió ese abrazo no hizo sino alentar a la Líder a dejar ir todo aquello que se había guardado para sí misma; cada lágrima que dejaba ir era como un fragmento menos del irónico muro de hielo que había construido en torno de sí misma desde que tenía uso de razón. No sólo habían sido las palabras utilizadas por su amigo, sino también los sentimientos que venían con ellas. Era algo que llevaba muchísimo tiempo anhelando, por lo que también se aferró a él y no lo dejó ir hasta que sus ojos quedaron secos como un Sandshrew; era la primera vez en años que lloraba por y para sí misma. Danot la dejó hacer y no se atrevió a decir nada hasta que ella lo hiciese primero.

                            —¿Y bien? ¿Cómo planeas que descanse y me recupere? Porque si pretendes que me pase el día en la cama, lo llevas claro —refunfuñó Ibuki, esperando que su amigo hubiese ido más allá de sólo querer expresar su preocupación; y, aunque no quiso admitirlo, no quería tener que pasar ese rato a solas.
                            —Tenemos una cita con Akari dentro de unas horas, pero antes tenemos que ocuparnos de que nuestros Pokémon también puedan pasar un rato agradable —contestó él, sintiendo que se quitaba un peso enorme de encima ante la respuesta positiva de Ibuki; así, cogió su Pokégear y le mostró los últimos mensajes con la aludida.

                            Para Ibuki fue muy significativo que su amigo le dejase ver algo tan privado como era su conversación con alguien más, tanto que retrasó un poco su reacción al ver la imagen con el afiche de una película de estreno reciente.

                            —¿Cómo han sabido que…? —comenzó a formular su duda, cuando por fin encontró las palabras para ello.
                            —Por los motes de tus Pokémon —le interrumpió Danot, con una sonrisa confiada, a lo que ésta asintió; junto a Akari, era la primera persona aparte de su primo en ser consciente del origen de la mayoría de esos nombres, cosa que le hizo sentirse especialmente cálida.
                            —Menudo par —expresó, sintiéndose derrotada, pero igualmente feliz por ello—; ahora tengo curiosidad por qué habrías hecho de no haber podido convencerme —añadió con guasa, queriendo picarle un poco.
                            —Supongo que me habría quedado discutiendo contigo hasta que hubieras caído rendida del cansancio, con lo que sí te habrías pasado el resto del día en la cama —respondió Danot al encogerse de hombros para dar el tema por concluido, al no querer enfrentarse a los límites de su tozudez.

                            Ibuki rió agradecida, tras lo cual se dispuso, por fin, a descansar un poco antes de hacerse cargo de sus Pokémon y, luego, asistir a su “cita” con Akari, como Danot la había llamado. Al llegar a su habitación y ponerse delante del espejo, pudo ver por fin qué tan mal aspecto tenía. Si bien había algo que había querido lograr antes de que acabase la temporada de desafíos de Gimnasio, no podía descuidarse así, no con amigos que se estaban preocupando tanto por ella. Sonrió y decidió tomárselo con un poco más de calma.

                            Un par de horas luego, con algunos de sus Pokémon a mano en caso de requerirlos, Ibuki y Danot llegaron a la entrada principal del centro comercial más grande y concurrido de Fusube, donde estaba situado el cine al que acudirían. Habían decidido ir a pie para no interrumpir el descanso de sus criaturas, por lo que no pudieron evitar llamar la atención de algún ciudadano o Entrenador que reconoció a la Líder, pues era todo un suceso verla llevar ropa casual, dado lo raro que era que saliese del Gimnasio vistiendo algo distinto a su uniforme para los desafíos. Así, fiel a su costumbre de llevar ropa cómoda para viajar, Danot iba con uno de sus conjuntos usuales, mientras que Ibuki se había decantado por unos tejanos oscuros y una chaqueta muy abrigadora que no dejaba adivinar lo que llevaba debajo, pues el día se había tornado bastante frío, como invitándoles a quedarse en casa; se notaba que el invierno estaba a la vuelta de la esquina.

                            Habiéndose comprometido del todo a descansar y no dar ningún motivo a Ibuki para hacer lo contrario, Danot procuró no pensar en nada relacionado a entrenar y dejar reposar su mente, cosa complicada por lo mucho que ambos se implicaban con su progreso como Entrenadores. Al menos, esto les dio la oportunidad de hablar de cosas más triviales pero que desconocían del otro. Fue recién con su principal meta fuera de sus pensamientos que se permitió apreciar lo atractiva que era Ibuki a pesar de que todavía se notaban un poco los efectos de su falta de descanso; tenía una buena figura y…

                            —¡Ibuki, Danot! —el grito de Akari interrumpió sus pensamientos, por lo que no tardó en girarse hacia ella.

                            Ambos se sorprendieron al verla llegar, por lo distinta que se veía respecto a su apariencia usual: llevaba un bonito conjunto de falda negra y roja a cuadros, blusa rosa y un cárdigan de color cereza, además de una boina del mismo color y botas altas negras. Todo ese atuendo de estilo occidental, posiblemente con influencia de la moda de Kalos, le hacía parecer cualquier chica de su edad en lugar de una Entrenadora capaz de plantar cara hasta al más pintado. Sin duda, era quien había elegido la ropa más adecuada para una ocasión especial y que no podría pasar por ropa de viaje. Sin embargo, Akari seguía siendo Akari, como demostró al no dudar en lanzarse a abrazar a ambos, sabiendo que tendrían la fuerza para contenerla.

                            —Un día de estos vas a hacerte mucho daño si te equivocas de persona —expresó Danot con una sonrisa nerviosa al imaginarse a alguien como Obsidian o Kenji, aún sorprendido por toda la fuerza y energía que Akari desprendía.
                            —No creo que esto vaya a detenerla, igualmente —acotó Ibuki con tono irónico, si bien le estaba muy agradecida por su idea de salir juntos.
                            —La verdad es que no —admitió Akari al reír cándidamente, tras lo cual sus tripas dejaron escapar un sonoro gruñido.

                            Antes de que alguien pudiese decir algo al respecto, el clamor de sus intestinos habló por ellos; no habían comido nada desde el desayuno.

                            —¿Tenemos tiempo suficiente para comer algo antes de la película? —inquirió Ibuki, igual de hambrienta que sus acompañantes.
                            —Hora y media —respondió Danot, agradeciendo haber pedido a Akari reunirse bastante antes de hora, por si ocurría algo así.
                            —¿Hay algo que les apetezca en particular? —preguntó la Líder con curiosidad, al no ser usual para ella comer fuera; las muy pocas veces que lo había hecho fueron tras las reuniones anuales de Líderes de Gimnasio.
                            —¡Pizza! —contestaron Akari y Danot al unísono, para luego mirarse entre sí y reír por ello.
                            —¿Eh? —fue la azorada reacción de Ibuki, hasta que entendió que se referían a la comida y no al personaje que se había hecho llamar así en los eventos previos a la película que iban a ver, cosa que los otros dos supieron enseguida al ver su expresión.
                            —¿No la has probado nunca? —inquirió una curiosa Akari, si bien comprendía que fuese el caso; en su hogar en el Gimnasio de ciudad Fuen habían sido igual de castizos con la comida hasta que su hermana mayor empezó a salir con un reconocido chef de fama internacional.

                            Danot sólo vio cómo Ibuki negaba suavemente, al saber ser más discreto, aunque también le resultaba curioso. Supuso que era normal para alguien con un contexto familiar mucho más tradicional, a diferencia del suyo, mezcla de culturas entre Johto, Unova y aquel país donde sus abuelos paternos habían vivido antes de emigrar. Comida de este tipo no había sido inusual en su hogar, aunque su madre insistiese en que fuese algo ocasional para mantener una nutrición adecuada.

                            —Pues vamos a ver qué tiene para ofrecernos este lugar —planteó Ibuki con su seguridad usual, disfrutando de la emoción ante esa experiencia novedosa para ella y la compañía de ese par.

                            Decidieron comer en la pizzería más cercana al cine donde iban a ver la película escogida por Akari, “El Rey de la Destrucción”. Se trataba de un local de fachada verde y naranja, cuyo nombre estaba escrito en caracteres occidentales, “Il Soldato”, cosa que pareció hacerles algo de gracia por la coincidencia. No tardaron en entrar y pillar una mesa; una curiosa Ibuki cogió el menú y empezó a leerlo con curiosidad, al no saber qué se encontraría. Para su tranquilidad, la enorme mayoría de ingredientes eran lo que tendría normalmente cualquier comida en el Gimnasio. Tras deliberar un poco, un camarero pelirrojo y algo narigón tomó su orden de pizzas caprese, funghi y fugazza, esta última por recomendación de Akari.

                            Así, mientras esperaban, siguieron conversando como lo haría cualquier grupo de jóvenes, aunque la mención de las batallas Pokémon fue inevitable con Akari presente, por lo que Ibuki y Danot intentaron seguir la conversación intentando no pensar en entrenar; en ese momento ambos reconocían, en diferente medida y por motivos distintos, que necesitaban desconectar del entrenamiento, envidiando un poco la capacidad de Akari para ello. No tardaron en darse cuenta de que quizá no era que debiesen dejar de pensar en esto, sino evitar obsesionarse con realizarlo como si fuesen máquinas y no seres humanos. Danot fue el primero en soltarse, tras reconocer que, en su esfuerzo por ayudar a Ibuki, había dejado de comportarse naturalmente tras la conversación que habían tenido por la mañana, mientras que ella por fin pudo dejar de sentir como una presión el hecho de que tenía que descansar. Sin saberlo, Akari les había dado la clave para un equilibrio que a ambos les hacía falta, lo que les permitió disfrutar mucho más de toda esa experiencia.

                            Cuando llegaron las pizzas, pudieron ver que estaban cortadas con precisión quirúrgica en ocho trozos iguales. Ibuki no tardó en tomar un trozo de la caprese, la más sencilla de todas, para comenzar, mientras que sus amigos hacían lo propio con las otras pizzas. Notó con agrado el calor de la masa en su mano y vio con curiosidad cómo la punta se inclinaba hacia abajo por efecto de la gravedad; así, le dio un buen bocado, sintiendo cómo esa fina masa de pan, queso y salsa de tomate parecía fundirse en su lengua, llenándola de una sensación cálida y muy agradable.

                            —¿Qué tal? —inquirió Danot, al notar la expresión de gusto de la Líder, mientras Akari la observaba también con interés.
                            —Muy buena —contestó Ibuki tras tragar aquello, encantada con ese sabor y esa textura; no pudo evitar preguntarse cómo había podido vivir tanto tiempo sin conocer aquella maravilla.
                            —¡Y las que te quedan por probar! ¡Si esto es la esencia divina de los cielos! —exclamó Akari, quien ya iba por la segunda tajada, con tono exageradamente dramático.

                            Los otros dos sólo pudieron reír ante tal comentario, por lo que se aprestaron a continuar disfrutando de la comida. Tanto se había contagiado Ibuki de ese entusiasmo que dio otro buen mordisco a su tajada, la cual contenía un gran trozo de tomate, cosa en la que Akari y Danot no repararon antes de que su amiga lo mordiese con fuerza. Su expresión de dolor al sentir cómo el jugo ardiente de ese fruto le quemaba la lengua les hizo saber que habían llegado tarde para advertirle sobre ese pequeño peligro que los novatos de la pizza solían descubrir de este modo.

                            —¿Estás bien? —preguntaron Akari y Danot con preocupación, quizá un poco más de la debida en su afán de que Ibuki pudiese relajarse y pasarlo bien.
                            —Sí, debí haber ido con un poco más de cuidado —respondió ella apenas se lo permitió su lengua, aún sensible por la quemadura—; si esto es como entrenar dragones, muy satisfactorio pero no puedes distraerte ni por un instante —bromeó, queriendo demostrarles que no pasaba nada; no por esa tontería iba a dejar de disfrutar aquel descubrimiento.
                            —Si me hubiera pasado, lo habría comparado con entrenar Pokémon de fuego —intervino Akari con una sonrisa, al alzarse las mangas y dejar expuestas varias cicatrices cruzadas con marcas de quemaduras; sus interlocutores sólo asintieron, sorprendidos por su naturalidad al mostrarles aquello.

                            Era la primera vez que Danot las veía, pues Akari siempre llevaba mangas largas; lo había atribuido al frío de Fusube en esa época del año en comparación a Hoenn, pero no pudo evitar preguntarse si a su amiga le daba vergüenza tener esas marcas, a pesar de la confianza que les había tenido para mostrarlas. Esto le hizo recordar la fama que solían tener los dragones de agresivos, lo cual le hizo cuestionarse si acaso Ibuki tenía alguna, ya que durante las prácticas con ella no había visto ninguna… y esto provocó que se sonrojase de inmediato, al pensar que podrían estar en las zonas que normalmente llevaba cubiertas. Trató de no darle más vueltas al asunto y centrarse en comer, aunque tuvo que reconocer que había tenido mucha suerte con todos sus Pokémon hasta ese momento, al no haberse lastimado de ningún modo durante sus propios entrenamientos.

                            Así, siguieron intercambiando anécdotas y disfrutando de la comida, tanto que pidieron dos pizzas más que terminaron con suficiente tiempo para llegar sin apuros al cine; habían comido tan bien que sólo pidieron bebidas frías para la función. Al menos esto le resultaba más conocido a Ibuki, quien recordó la primera vez que había estado en un lugar así, por curiosidad, cuando visitó Kogane durante su viaje por las medallas. No recordaba nada de la película que había visto ese día, pero sí la experiencia, al haber sido la primera vez rodeada de tanta gente fuera de su tiempo en la escuela.

                            La sala a la que entraron seguía iluminada, al quedar aún cinco minutos para el inicio de la función, si bien estaba prácticamente llena; se notaba que, a pesar de los años tras su última emisión en televisión, la franquicia seguía siendo muy popular. Para sorpresa de Danot e Ibuki, Akari había conseguido muy buenos asientos, mientras ésta reía cantarina al recordar cómo tuvo que pasar la madrugada del sábado esperando delante de la boletería para obtener esas entradas, jugando aquel juego y con Goudan y Reidam turnándose para evitar que pasase frío. No le había molestado en lo absoluto tener que hacerlo, pues era algo que ella había querido hacer para sí misma, aunque saber lo ocurrido con la Líder terminó siendo otro gran aliciente para ello.

                            Al estar delante de los asientos, sin embargo, Ibuki los observó sin saber cómo repartirlos, pues aunque deseaba estar al lado de Akari y Danot, no quería impedirles aquello si acaso lo preferían así. Pero ellos ya lo tenían más que claro, por lo que la tomaron sorpresivamente de ambos brazos y la hicieron sentarse en la butaca del medio, haciendo Danot lo mismo a su derecha y Akari a su izquierda.

                            —T-tampoco hace falta que me traten como a una niña —expresó Ibuki, algo avergonzada al haber tanta gente que podía observarlos, aunque no podía negar que estaba contenta por el gesto que ambos habían tenido con ella.
                            —¿Y dejar que huyas antes de que empiece la película para irte a entrenar? —se atrevió a picarle Danot, tras lo cual situó su mano izquierda sobre la derecha de Ibuki; Akari sonrió e hizo lo correspondiente por el otro lado.
                            —Después de todo lo que han hecho hoy, no me perdería esto por nada —replicó con su confianza usual, sintiéndose muy cálida con ambos, por lo que les permitió hacer, dejándose llevar.

                            Y la función no tardó mucho más en comenzar, con la profunda y emotiva voz del narrador de la serie original abriendo la película con «Éste era el final de la historia del valiente rey que trasciende el destino... pero todo final es un inicio, y un peligro inminente marcará el regreso de nuestro rey de los valientes», causando algarabía en quienes estaban sentados en las filas posteriores. Ibuki no pudo evitar volver a sentirse como una niña pequeña delante del televisor en el salón de la cabaña de Haku, una de las pocas distracciones distinta a los Pokémon que éste permitió a sus nietos tras empezar el entrenamiento físico de ambos. Pero ahora estaba acompañada por sus amigos, a quienes dedicó miradas de sincero aprecio; no sólo disfrutó de la película, sino que pudo sentir muy bien cómo ambos reaccionaban a ésta por la manera en que el agarre que ejercían en sus manos variaba, sobre todo en las escenas más significativas.

                            Salieron eufóricos del cine, deseosos de ver ya la continuación, que estaba anunciada para exactamente dentro de un año. Akari no dudó en acompañarlos hasta el Gimnasio, con tal de poder pasar más tiempo con ambos, contenta de que la “cita” hubiese sido todo un éxito; por esto, tampoco dudó en aceptar la espontánea invitación de Ibuki a quedarse a cenar con ellos, por lo que se dispusieron a preparar algo agradable para comer antes de que los aprendices de esta última volviesen. Para todos ellos fue una gran sorpresa ver ahí a Akari, en particular para Yofuu, quien no la conocía de nada.

                            Ya durante la cena, Danot les explicó que era ella con quien había estado entrenando en la ciudad, mas dejó que fuese Akari quien contestase las preguntas respecto a lo que habían visto en su batalla de Gimnasio, dadas las circunstancias de lo que le había narrado; Ibuki hizo lo propio, aunque se mostró de muchísimo mejor humor de lo que sus aprendices la habían visto durante la semana, cosa que les tranquilizó y les hizo disfrutar mucho más de la comida. Dado que ya se habían encontrado con ésta lista, tuvieron que compensarlo dedicándose a preparar todo lo necesario para el desayuno del día siguiente, mientras Ibuki y Danot se despedían de su invitada.

                            —¡Tenemos que repetir esto! —exclamó una entusiasmada Akari, mientras daba saltitos de alegría.
                            —Me temo que no podrá ser pronto, pero menos mal que pudimos hacerlo hoy —expresó Danot con alivio, sabiendo que a ambos apenas les quedaban unos días más en la ciudad.

                            Con esto, Ibuki entendió finalmente por qué Danot había sido tan insistente; era cierto, era el día idóneo para que descansase sin romper su rutina, para que pudiese afrontar de la mejor manera posible la semana más dura de la temporada de Gimnasios. Estaba tan agradecida y sobrecogida por ello que, antes de darse cuenta, ya estaba abrazando fuertemente a ambos, tomándolos por sorpresa. Sólo atinaron a devolverle el gesto, reconfortados por verla capaz de expresarse un poco más abiertamente, aunque no fuese con palabras.

                            —Lo haremos cuando ambos vuelvan de la Conferencia Plateada —sentenció finalmente, a lo que Akari y Danot asintieron, deseándolo también.

                            Mantuvieron ese abrazo por un rato más, quizá por el frío, quizá porque se sentía muy bien estar así de cerca, disfrutando de ese silencio en el que sentían tan arropados. Había sido una promesa que fortalecía los lazos que habían forjado ese día, lazos que les ayudarían a superar todo lo que el futuro les deparaba.

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