Minna no Tabi: Global Conquest

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    [Fanfic] Minna no Tabi: Global Conquest

    Y aquí está el otro fic que había publicado en paralelo a AT. Es un proyecto que me gustaría poder acabar este año, pues me lo planteé como algo corto, originado del trasfondo de ciertos personajes que tendrían que aparecer mucho después en la línea principal de la historia. Aun así, ha sido desafiante darle la forma que más me agradaría, sobre todo al tener un enfoque algo distinto a la otra historia que estoy publicando ahora mismo.

    También lo tengo disponible en el Docs, si a alguien le interesa adelantarse un poco.


    Índice de capítulos


    Capítulo 001 — Ambición
    Capítulo 002 — Antagonismo

    Capítulo 003 — Anatema
    Capítulo 004 — Admiración
    Capítulo 005 — Bestia

    Capítulo 006 —
    Capítulo 007 —
    Capítulo 008 —
    Capítulo 009 —
    Capítulo 010 —
    Editado por última vez por Souji Fujimura; Hace 1 Semana.
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    #2
    Fichas de personajes [Próximamente]

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      #3
      Nociones generales de Gerdasch [Próximamente]

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        #4
        Extracto del libro de reglas de la Federación Internacional de Batallas Pokémon (FIBP)

        Decreto de urgencia aprobado por unanimidad el 27 de febrero de 90 AW

        En adición a las reglas y procedimientos establecidos para la determinación de los Campeones Nacionales, se establece la normativa para los casos en que un mismo Entrenador se convierta en Campeón de dos o más regiones, incluyendo la totalidad de las mismas dentro de un país.

        Artículo I

        [...]
        Capítulo 001 Ambición


        Derdalle, mediados de mayo, Año 91 AW

        Derdalle era una ciudad preciosa, llena de las
        fuentes y acueductos más antiguos de toda Gerdasch, que databan de épocas de reyes y emperadores ya olvidados. De no ser por el amor que le tenía a su natal Düsselbarr, Edelweiss la habría considerado la ciudad más hermosa de todo su país, aun con las miradas de antipatía que le dedicaban casi todos los transeúntes que se encontró por el camino. Era inevitable, así que no le dio demasiada importancia; después de todo, había sido ella quien había arrebatado a laquerida Campeona regional de toda esa gente la oportunidad de hacerse con el título nacional.

        Tras algunos minutos más de caminata, arribó a su destino: el último piso de un moderno edificio de departamentos. Apenas salió del elevador, pudo percibir el aroma de los pasteles y galletas que Lise debía estar horneando mientras esperaba su llegada, por lo que no tardó en llamar a la puerta.

        —¡Ah, por fin llegas! —exclamó su anfitriona al entornar sus sagaces ojos azules, sabiendo de sobra la razón de su retraso—. Deberías haber venido con algún Pokémon volador —añadió, mientras la dejaba pasar.
        —Lo siento, Lise, sabes que me encanta recorrer la ciudad a pie —se excusó, para luego dejar su abrigo en el perchero.
        —Sólo para ver si la gente cambia mágicamente de opinión sobre ti —expresó con pesadez para luego dejar escapar un suspiro; para ser la Entrenadora más fría y calculadora que había conocido, a veces Edelweiss parecía tener demasiada fe en la buena voluntad de los demás.
        —Hablando de magia… ¿hoy no llevas el disfraz de bruja? —preguntó con un ligero tono de sorna al pellizcar sus mejillas.
        —¡Ya sabes que sólo lo llevo para los combates! —exclamó indignada, no por la pregunta, sino porque estaba tratándola como a una niña, una de las cosas que más odiaba en el mundo; no obstante, que se lo permitiese de tanto en tanto demostraba el gran aprecio que le tenía… a diferencia de quienes estaban apoltronados en el sofá de la sala de estar.

        Un Espeon y Umbreon dedicaron miradas de molestia a la recién de llegada, mas ésta no pareció amedrentada en lo absoluto y siguió caminando. Nada contentos, bufaron con molestia hasta que Lise los acalló con caricias en el morro y cuello, mientras Edelweiss llegaba por fin al comedor.

        —Veo que todavía siguen molestos por aquello —comentó mientras se disponía a preparar té para acompañar los dulces que su amiga había horneado; aunque le pesase, los humanos no eran los únicos capaces de albergar un resentimiento tan arraigado.
        —Ambos estaban muy orgullosos de su poderío hasta antes de conocerte, pero sé que esto les servirá como motivación para alcanzar nuevas alturas —respondió Lise, sabiendo que sus Pokémon nunca lastimarían a su amiga, por más hostiles que se mostrasen con ella.

        Edelweiss asintió, satisfecha con esa actitud, justo cuando el fragante aroma del té recién elaborado comenzaba a llenar la estancia, combinándose con el olor de los dulces. Así, se dispusieron a darse un gran festín, como llevaban haciendo desde que se conocieron en Düsselbarr, en la víspera del último Torneo de Campeones de Gerdasch, unaserie de eventos que Lise todavía recordaba con completa claridad.


        Se había convertido en la Campeona regional más joven de toda la historia de Gerdasch, y al ser la hija de los dos Líderes de Gimnasio más renombrados de Sanhalt, se esperaba mucho de ella… demasiado para una chiquilla de apenas trece años. La presión había sido tal desde que llegaron a esa ciudad desconocida para ella que no tuvo otra opción que dejar atrás a toda su comitiva y buscar algo de paz en sus enormes calles. Sin saber aún si había sido la suerte, quizá el destino, tardó poco en hallarse delante de una elegante repostería de la que había oído maravillas, y aunque no dudó en entrar, sí que lo hizo al intentar escoger de entre la enorme variedad de pasteles y otros llamativos postres expuestos en sus vitrinas.

        —Si no sabes qué elegir, éste siempre es una buena opción para empezar; la especialidad de la casa nunca falla —comentó a su lado una voz femenina llena de confianza; al girarse, se encontró con una chica algo mayor que ella, de vivaces ojos violeta y largo cabello castaño.

        Había quedado tan encandilada con ese porte que sólo pudo asentir y pedir aquello junto a su té favorito. La otra pidió un pastel más sencillo y, para su sorpresa, la misma bebida.

        —Tienes muy buen gusto para el té; éste es mi favorito —expresó animadamente la chica mayor.
        —¡Y tú para los dulces! ¡Esto sabe divino! —exclamó tras probar la primera cucharada; el interior era esponjoso, con una mermelada ligeramente agria que realzaba considerablemente el sabor de su cobertura dulce.
        —Edelweiss —se presentó con una sonrisa, ofreciéndole la mano.
        —Liselotte… —murmuró, un tanto cohibida, para extrañeza de la otra; ¡pero puedes llamarme Lise!contestópor fin como era debido al corresponder su gesto, encantada por su compañía; aunque no entendía el motivo, sentía que era como la hermana mayor que siempre había deseado tener.

        Probaron algunas cosas más antes de despedirse, sabiendo que tarde o temprano tendrían que cumplir con sus respectivas obligaciones. Y por esas deliciosas ironías de la vida, volvieron a encontrarse al día siguiente en la arena del estadio de Düsselbarr para la primera batalla del día, brindando a Raizam, el Campeón de Holswig y Campeón Nacional vigente de aquel tiempo, la oportunidad de observarlas en acción antes de enfrentarlas. A pesar de su naciente amistad, fue una batalla sin cuartel, pues no había otra forma de demostrarse el respeto mutuo que se tenían. Quizá fue por esto que Lise no tuvo oportunidad contra el otro campeón, quien la venció categóricamente para igualar en puntos a Edelweiss. Contra todo pronóstico, ésta última acabó alzándose con la victoria al final del día, proclamándose así como la Campeona Nacional más joven de su país.


        Lise suspiró para sus adentros, sabiendo que esto solamente era parte del motivo de que la gente fuera de Westnalia le tuviese tanta ojeriza a Edelweiss; lo que realmente temían era su linaje. A fin de cuentas, era parte de la familia que había regentado Gerdasch por siglos, hasta que el último emperador, Heinrich von Dietrich, abdicó al trono para allanar la conversión del país en una república federal tras el final de la guerra de hacía casi un siglo. No obstante, mucha gente aún recelaba de sus descendientes, temiendo de forma subconsciente que éstos tuviesen las ansias de conquista de los soberanos de antaño, superadas solamente por el gran Imperio de Paldea. Y la ambición de Edelweiss no ayudaba demasiado a calmar tales temores.

        —Entonces, ¿qué es aquello tan importante de lo que querías hablar? —inquirió Lise antes de servir más té para ambas.

        Aunque adoraban pasar tiempo juntas, sus itinerarios solían ser demasiado estrictos como para que Edelweiss hubiese insistido en ir a verla tan pronto sin una buena razón.

        —Directa al grano, como siempre —contestó, complacida por su actitud de aprovechar el tiempo al máximo—; ¿recuerdas el libro del que te hablé, el de regulaciones de la Federación Internacional? Hallé algo interesante ahí, por lo que he decidido iniciar la ruta de las medallas de Sanhalt y Holswig dentro de dos semanas anunció con naturalidad, a pesar de saber muy bien lo que implicaban sus palabras.

        Y una persona tan inteligente como Lise no tardaría en entender sus intenciones. Ésta casi soltó la taza de la que estaba bebiendo, sin poder evitar quemarse un poco la lengua con el té.

        —¡Lo que quieres hacer es una locura! ¿¡Unificar los Altos Mandos de las tres regiones!? ¡Sabes muy bien el revuelo que vas a causar con tan sólo intentarlo, Edelweiss! —le recriminó sin contenerse, sabiendo que los vecinos del piso inferior no podrían escucharlas.

        Lo cierto era que muchos otros lo habían intentado en el pasado, sin éxito; no obstante, ninguno de ellos tenía el linaje de su amiga, y todo lo que éste significaba en el contexto de su país. Edelweiss sólo sonrió, mientras un brillo de astucia llenaba sus ojos violeta.

        —Te lo digo porque me importas… estás arriesgándote mucho con esto —adujo, habiendo recuperado ya el aliento y la compostura tras su exabrupto; el solo hecho de pasearte por las calles de Derdalle es ya una provocación para muchos —añadió, con palpable preocupación.

        Edelweiss pudo verlo en su mirada. Su amiga no temía en lo absoluto ser despojada de su título de Campeona, a pesar de lo difícil que había sido lograrlo; era una consecuencia natural de la vida que llevaban, ser vencidos tarde o temprano. Nunca como en ese momento se sintió más dichosa de que fuese una importante parte de su vida.

        —Lise, agradezco tu consideración, pero voy a hacerlo igualmente, cueste lo que cueste —sentenció, firme en su resolución—; Gerdasch ya ha pasado demasiado tiempo fragmentado, y si seguimos así, seremos incapaces de enfrentar adecuadamente los nuevos retos del mundo —añadió ceñuda, dejando que sus palabras calasen en su amiga.
        —¿¡Pero de qué retos estás ha…!?

        Lise calló de golpe al recordar el comunicado confidencial que su federación regional había recibido hacía poco más de un mes, sobre la organización del primer Campeonato Mundial en Unova, dentro de cuatro años.

        —Nos preciamos de nuestra disciplina y poderío como Entrenadores, pero el mundo es un lugar muy grande, Lise, y muy pocos de nuestros compatriotas han salido a enfrentar los retos que tiene para ofrecer —glosó Edelweiss con severidad, harta de tal displicencia—. ¿Recuerdas a Hilda von Weiss? Ella lo sabía, la burbuja en la que vivimos; ella enfrentó los retos del mundo y triunfó allá donde fue; no dudo de que incluso le haya dado una buena pelea a la parca que nos la arrebató expresó con cariz nostálgico, habiendo deseado desde niña poder enfrentar a su gran ídolo, su inspiración, la Entrenadora más fuerte que conocía—. Quiero que todos sepan que Gerdasch tiene a los mejores Entrenadores del mundo, y sé que no puedo conseguir esto sola; pero antes, debo derribar los muros que nos separan como nación, al menos en cuanto a las batallas Pokémon —culminó su monólogo, dejándose hundir en la butaca que ocupaba; sabía que había sonado tan grandilocuente como muchos de sus antepasados y no podía evitar sentirse algo avergonzada.

        Por su parte, Lise sólo podía observarla, totalmente encandilada. Edelweiss solía mostrarse fría como el hielo en batalla, lógica en sus acciones, pero dentro de ella ardía una pasión como no había visto en su limitada experiencia. Dudaba de que no hubiesen otros como su amiga en el mundo, pero sí que tenía la completa seguridad de que ésta tenía la ambición y capacidad para lograr lo que se había propuesto. No podía decir lo mismo de sí misma. Adoraba combatir y descubrir formas de hacerse más fuerte junto a sus Pokémon, mas no tenía esa avidez como para apuntar más alto; se había contentado con ser la Campeona de su propia región, pero su amiga deseaba más, muchísimo más.

        —Digamos que estoy de acuerdo con este loco plan tuyo —planteó, con una de sus típicas sonrisas sagaces cuando Edelweiss le planteaba algún reto intelectual—; ¿qué rol quieres que juegue en todo esto? —inquirió, curiosa por su respuesta.
        —Que seas mi piedra de afilar, Lise, y yo la tuya; ¡tú y todos quienes formen parte del Alto Mando nacional con el que afrontaremos el Campeonato Mundial! —declaró con convicción.

        Lise sólo pudo sonreír ante tales palabras. Sin duda, esa ambición no conocía límites.

        —Para esto primero tendrás que vencer a mis padres, y después a mí y mi Alto Mando; ¡no creas que será algo sencillo! —replicó, desafiante; no sabía cuándo pasó, pero su amiga había vuelto a encender en ella una llama que sentía apagada desde hacía ya demasiado tiempo.
        —¡Esto era precisamente lo que quería escuchar! —expresó una agradecida Edelweiss; con esta certeza, finalmente podría emprender su conquista de Gerdasch, y después, del mundo.

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          #5
          Capítulo 002 Antagonismo


          Düsselbarr, inicios de junio, Año 91 AW

          Mochila, preparada. Las seis Poké Balls en su cinturón, listas. Ropa de viaje, idónea para el tiempo que hacía. En cierta manera, Edelweiss volvía a sentirse como el día que partió de su hogar para realizar la ruta de las medallas de Westnalia.

          Atravesó la salida del edificio con paso firme y una sonrisa de oreja a oreja… que se borró de inmediato al ver quién la esperaba en la otra acera, con el ceño fruncido. Suspiró con hastío, sabiendo de sobra sus intenciones, por lo que decidió ignorarlo y caminar a toda prisa hacia la plaza más cercana; como temía, aquel fornido muchacho pelirrojo no dudó en seguirla por la vía paralela, sin perderla de vista. Semejante escena llamó la atención de muchos de los transeúntes que los reconocieron, pero lo más que éstos hicieron fue rolar los ojos, como si ya estuviesen completamente habituados a verlos comportarse así el uno con el otro.

          Cuando Edelweiss por fin llegó al espacio abierto que necesitaba, liberó prestamente a un imponente halcón peregrino que clavó las garras en las hombreras de su abrigo, mientras ella se aferraba con fuerza a sus patas emplumadas.

          —¡Vamos, Pfeil! instó al ave, queriendo alejarse antes de siquiera escuchar la molesta voz de su acechadora la distancia; ya había arruinado sus planes de tener un tranquilo paseo a pie hasta la siguiente ciudad.

          Así, ambos levantaron el vuelo para dirigirse a toda velocidad hacia el oeste.

          —Obcecada como siempre —se lamentó el muchacho al llegar jadeando a ese lugar, por lo que se dispuso a alcanzarla con su propio Pokémon.

          Aunque tal sentimiento era mutuo, Edelweiss esperó a que por algún milagro ese sujeto se hubiese rendido, mas admitió que estaba pidiendo demasiado. En efecto, cuando llevaba ya un par de kilómetros de vuelo, se giró para comprobar sus temores: ahí estaba, montado sobre un imponente Dragonite que se mantenía a una distancia constante de Pfeil.

          Detestaba que fuese tan condescendiente, intentando intimidarla con su mera presencia, como si aquello fuese a bastar para disuadirla de su meta. Harta, hizo una señal a su Pokémon para que aterrizase en un claro cuando atravesaron el lindero occidental de la ciudad; como esperaba, su perseguidor también descendió.

          —¡Edelweiss, así que por fin has entrado en razón! ¡Sabía que no tardarías en darte cuenta de lo necia que era la empresa que te habías propuesto! —exclamó pomposamente el pelirrojo cuando la vio guardar a su Pokémon, tras lo cual él hizo lo mismo con su Dragonite.
          —¡No, Siegfried! ¡Estoy harta de que te inmiscuyas en mis asuntos! ¿¡Es que no tienes algún evento de alta sociedad al cual asistir en lugar de estar acechándome!? le echó en cara, harta de que se empeñase en competir con ella o llevarle la contraria en todo lo que se propusiese.
          —¡Asuntos que no sólo te afectan, Edelweiss! ¡Vas a poner a todo el país de cabeza por tu ambición y negar el esfuerzo, sudor y lágrimas de muchos Altos Mandos regionales con esto! fue su airada respuesta, siendo consciente de todo lo que éstos habían sacrificado para llegar a tales posiciones.
          —Así que se trata de esto —respondió con sequedad, mostrándose decepcionada.

          A pesar de no agradarle nada la grandilocuencia y pomposidad que Siegfried solía exhibir, reconocía su poderío como Entrenador; de todos los que había enfrentado en su consecución del título de Westnalia, era él quien más pelea le había dado. Esa preocupación por su propio estatus era algo que podría haber esperado de sus otros, pero no de él.

          —Para lo mucho que presumes de la nobleza y fuerza de tus dragones, confías muy poco en ellos; ¿o acaso cuestionas tu propia capacidad para sacar a flote todo su poder? —expresó Edelweiss con severidad, dedicándole una mirada llena de reproche.

          Semejante comentario tomó a Siegfried por sorpresa, pues en realidad no se había incluido en el grupo al que intentaba defender. A regañadientes, tuvo que reconocer que Edelweiss era un muro de fuego infranqueable, un glaciar inamovible para todos los Entrenadores aún vivos en Gerdasch; incluso él, el domador de dragones más reconocido de la familia Bergliez, había tenido que hincar la rodilla ante su aplastante superioridad. Sin embargo, ésta parecía haberla cegado del legado que llevaba a cuestas, uno que no debía tomarse a la ligera por el bien de su país.

          —Hoy me estás subestimando más de lo normal, estimada Edelweiss, pero como dicen, ¡el orgullo viene antes de una gran caída!replicó desafiante, para luego coger una Ultra Ball—. ¡Edelweiss von Dietrich, por mi honor como domador de dragones de la familia Bergliez, te reto a duelo! ¡Si gano, renunciarás a la tontería de acaparar Sanhalt y Holswig! bramó, sabiendo que era su obligación devolverla al camino correcto, como habían hecho sus antepasados en calidad de consejeros y ministros de los Dietrich por siglos y siglos.

          Una sorprendida Edelweiss sólo pudo llevarse la mano a la sien, incrédula de que Siegfried hubiese empleado una costumbre prácticamente olvidada de los antiguos imperios que habían dominado el mundo para intentar detenerla. Por fin había tenido la oportunidad de hacer útil su gran afición por la historia antigua, cosa que respetaba… y que pensaba a usar a su favor.

          —¡Y si pierdes, dejarás de entrometerte en mi viaje, a menos que tu honor sea una mera fanfarria!declaró con convicción, tomando también una Ultra Ball de su cinturón—. ¡Vamos, Kiefer! exclamó al liberar a un enorme Abomasnow, uno de sus Pokémon más fuertes.

          La bestia de hielo dio un potente bramido al pisar la arena, generando así una vertiginosa borrasca que abarcó unos veinte o treinta metros a la redonda. A pesar de lo desventajoso que aquello le resultaría, Siegfried no se echó atrás, con lo que dejó salir a un imponente dragón cuadrúpedo de escamas azules y alas rojas como la sangre.

          —¡Salamence, Lanzallamas! —ordenó prestamente Siegfried, tomando la iniciativa.

          El dragón no tardó en escupir un torrente de fuego, pero sin que hiciese falta una orden de la muchacha, los robustos brazos de Kiefer se iluminaron de color verde para dar fuertes azotes al aire; la borrasca pareció someterse a su voluntad con esto, bloqueando así el flujo ígneo y causando que se desvaneciese antes de siquiera poder tocar a su blanco.

          —¡Colmillo Ígneo! —indicó a continuación, al ver que atacar a la distancia sería inútil.

          A pesar de la evidente desventaja de tipo y nivel, el fiero dragón no se amilanó y llenó sus fauces de fuego mientras se lanzaba en pos de su rival. Ante esto, Edelweiss suspiró, sabiendo que esos dos no eran nada dados a las estratagemas ni las sutilezas, sino que preferían luchar de frente y siendo totalmente transparentes. Completamente predecibles. Le pesaba un poco tener que ganar así, pero no había otro remedio.

          —Ya sabes qué hacer—fue su escueta orden.

          Dado el tono empleado por su humana, Kiefer supo que ésta quería una victoria rápida y contundente. Así, exhaló un viento muy frío que su oponente intentó sortear con hábiles giros, mas era imposible con la borrasca a su alrededor. Aun con su movilidad mermada, Salamence hizo un enorme esfuerzo para cerrar la distancia entre ambos y asestarle una fiera dentellada, pero Kiefer extendió sus brazos cubiertos de hielo para asirlo de las protuberancias que usaba a modo de timones y detenerlo en seco a apenas un par de palmos de su rostro. Soportando el ardor que la cercanía con esas flamas le producía, abrió su boca mientras sus ojos brillaban como el hielo, con lo que expelió una potente onda de viento gélido que congeló en el acto al dragón y lo empujó varios metros. El abrupto choque contra el suelo hizo añicos esa capa de hielo, dejando ver que ya estaba fuera de combate.

          —Gran trabajo, Kiefer —le agradeció escuetamente Edelweiss, antes de devolverlo a su Ultra Ball, con lo que la borrasca desapareció como por arte de magia.

          A pesar de sentir el peso de la derrota, Siegfried se negó a dejarse caer de rodillas. Guardó a su Pokémon y procuró mantener su dignidad mientras caminaba hacia la Campeona, quien le dedicó una sonrisa triunfal.

          —¿Por qué has usado tu mejor baza tan pronto? preguntó cuando estuvo a un metro de ella, todavía impactado por la visión de ese Frío Polar.
          —Contra oponentes tan persistentes, debía asegurarme de ganar antes de que hallaran la oportunidad para ponernos en aprietosreconoció tras suspirar largamente; con su objetivo en juego, era imperativo minimizar los riesgos que tomaba.

          Siegfried quedó muy sorprendido por esas palabras, pues era la primera vez que Edelweiss le dedicaba un cumplido; a pesar de haber perdido, sentía que había ganado algo de todo ello. Aun así, le quedaba el resquemor de tener que honrar su palabra y dejarla ir para realizar sus designios.

          —Sigo creyendo que lo que te propones es una idea pésima, pero te di mi palabra y voy a cumplirla —expresó, resignado—; ¡sin embargo, esto aún no ha acabado, Edelweiss! ¡Aunque venzas a Lise y Raizam en sus propias regiones, tendrás que revalidar tu título aquí, y será en ese preciso momento que pondré fin a esta locura tuya! —declaró con ferviente determinación.
          —¡Valientes palabras, Siegfried! ¡Espero que tengas la fuerza para respaldarlas cuando nos volvamos a enfrentar! —respondió con convicción, tras lo cual volvió a liberar a su Talonflame—. ¡Vamos, Pfeil! le instó a volar tras sujetarse a sus fuertes patas, no queriendo escuchar más de él en lo que restaba del día.

          No miró atrás; no hacía falta. Aunque odiaba admitirlo, Siegfried había sido en realidad su primera piedra de afilar, el primer Entrenador que se había empeñado en desafiarla una y otra vez a pesar de verse claramente superado en cada aspecto relacionado a los Pokémon. Quizá en lo que no podría vencerlo nunca era en la actitud positiva y el tesón que ponía en todo ello; quizá, sólo quizá, sin él no habría sido la Campeona que era. Pero decirle algo así produciría que se le subiesen los humos, por lo que sólo sonrió levemente mientras se dirigía hacia su primera parada en Sanhalt.
          Editado por última vez por Souji Fujimura; 06/03/2025, 18:39:54.

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            #6
            Capítulo 003 — Anatema


            Edlin, finales de septiembre, Año 91 AW

            Edlin era una de las ciudades con más historia de Sanhalt, además de su antigua capital antes de la infame revuelta de los señores de Derdalle. En su lindero septentrional se alzaba un imponente castillo de piedra negra, en cuya estancia principal se estaba desarrollando un feroz enfrentamiento entre dos criaturas temibles. El dragón tricéfalo al mando de Katharina, Líder de Gimnasio de la ciudad, se valió de su considerable potencia física para contener el embate giratorio del Cetitan de Edelweiss, para después clavarle con saña las fauces de sus “manos” mientras se preparaba para propinarle una Llamarada a quemarropa. Sin embargo, el mayor tamaño de la bestia gélida terminó imponiéndose en ese pulseo, con lo que siguió girando aun con la presión y temperatura de tan potente ataque, provocando que el maltrecho Hydreigon acabase cayendo a los pies de su humana.

            —¡Hydreigon es incapaz de continuar! —decretó la contrariada réferi, mientras dirigía una mirada de soslayo hacia una cada vez más enfurecida Katharina—. ¡La retadora Edelweiss gana el combate! —añadió con pesar, si bien procuró mostrarse neutral ante el resultado.

            La Líder entornó sus profundos ojos azules en un rictus de frustración antes de guardar al dragón, a quien dedicó dulces palabras al relajar su expresión por apenas un momento. Dejó ir un suspiro de resignación para después disponerse a cumplir su deber, por más que le pesase terriblemente en el alma.

            —Excelente trabajo, Levi —le felicitó Edelweiss antes de devolverlo a su Peso Ball, y con semblante serio se dirigió hacia la Líder, preguntándose cómo se comportaría a continuación.

            Tanto ésta como la réferi demostraron su profesionalidad al cumplir el protocolo al dedillo, si bien se notaba en el tono de ambas el hastío que su victoria les había causado. Edelweiss no se permitió suspirar siquiera, a pesar de haber conseguido ya lo que necesitaba de ese lugar.

            —Supongo que ya estarás contenta —le dijo Katharina con tono muy condescendiente al atravesar la salida, a la cual se había empeñado en acompañarle.

            Por supuesto, tenía que hacerle un desplante fuera de la vista de las cámaras de la arena. «Más sabe el diablo por viejo que por diablo», pensó con resignación.

            —Lo estoy; con esto por fin podré participar en la liga Sanhalt —contestó con naturalidad, siendo ese el último Gimnasio de la ruta que había decidido realizar.

            Aquella percibida insolencia fue lo que terminó de colmar la paciencia de Katharina.

            —¡Maldita seas, Edelweiss! ¡Cómo te atreves a llamarte amiga de Liselotte cuando quieres arrebatarle aquello por lo que ha trabajado tan duro! —le recriminó sin tapujos, como toda una Primeape enfurecida.

            Sabía que ocurriría tarde o temprano. Recién en ese instante, Edelweiss se permitió dejar ir toda la tensión que había acumulado desde su llegada al Gimnasio en un gran suspiro, tras lo cual se dispuso a encarar por fin a esa mujer.

            —Es el destino de todos los Campeones ser derrotados algún día, y ni Lise ni yo somos la excepción —expresó adustamente, haciendo especial énfasis en cómo su amiga prefería que la llamasen.

            Aun así, no pensaba contenerse en lo absoluto. Los meses previos habían sido muy duros para ella, pues a pesar de su férrea determinación para lograr su meta, seguía siendo una adolescente, y el oprobio de cada adulto que había enfrentado durante su viaje por Sanhalt le había dejado extenuada mental y emocionalmente.

            Katharina contuvo apenas sus ganas de abofetearla, sabiendo que tenía toda la razón. No obstante, su fuerte instinto maternal le impulsaba a deshacerse de lo que percibía como una amenaza para su retoño.

            —¡Aunque eso sea cierto, no tienes el derecho de considerarte su amiga si vas a intentar arrebatarle su bien ganada gloria! —le echó en cara; al no tener argumentos que esgrimir, sólo le quedaba intentar lastimarla lo más posible.

            La expresión de odio que Edelweiss le dedicó al escuchar tales palabras le hizo retroceder de forma inconsciente.

            —¡Comete un gran error subestimado la capacidad de Lise, si piensa que su derrota es ya un hecho! —expresó con severidad, claramente decepcionada de su interlocutora—. Además, es ella y no usted quien debe elegir a sus amigos, pero no me extraña de quienes la empujaron a ganar una competencia para la que no estaba mentalmente preparada… ¡porque ustedes sólo veían al prodigio, no a la niña que disfrutaba de los combates antes de que le metieran en la cabeza toda esa mierda de que debía convertirse en la Campeona más joven de Gerdasch! —la denunció con enfado.

            No le molestaba la ambición, de hecho la consideraba algo indispensable para conseguirlo todo, pero despreciaba a quienes imponían la suya en los demás.

            —¡Cosa que ya le arrebataste! ¿¡Qué le quedará si también te coronas como Campeona de Sanhalt!?—clamó al punto de la histeria, con los ojos prácticamente saliéndose de sus cuencas ante esa sola idea.
            —Pensaba que tendría unos padres llenos de cariño para ella que la apoyarían con lo que decidiera hacer con su vida, pero parece que usted sólo se preocupa por los títulos y gloria que su pequeña niña prodigio pueda alcanzar —sentenció con tristeza, queriendo que se diese cuenta del enorme sufrimiento que había ocasionado a su hija, por más que fuese en pos de llevarla a convertirse en una leyenda.

            Se hizo un silencio incómodo entre ambas cuando la Líder bajó la cabeza, quizá intentando asimilar esas últimas palabras. Como Edelweiss estaba a punto de comprobar, era la calma previa a la tormenta.

            —¡Cómo te atreves a juzgarnos luego de todo lo que has hecho! ¡Fuera de aquí, desgracia humana! ¡Espero que alguien ponga pronto fin a tu ambición desmedida, plaga de Gerdasch! —estalló finalmente Katharina, maldiciendo el día en que su hija se había hecho amiga de esa infeliz.

            Edelweiss le dedicó una mirada de pena antes de marcharse raudamente de ahí, sabiendo que ella no iba a comprenderlo. Lorenz von Hellman, su esposo y el Líder que había enfrentado previamente, tampoco lo había hecho, aunque su reacción había sido más de indolencia, como quien ignora un trozo de mierda al lado del camino. Realmente se le hacía difícil imaginarse a esos dos como los amorosos padres que Lise recordaba de su infancia, antes de que supiesen de su talento como Entrenadora.

            Careciendo de la entereza mental para otro altercado, Edelweiss decidió acampar fuera de la ciudad, curando a sus Pokémon con pociones y permitiéndoles descansar fuera de sus Poké Balls por esa noche. Se recostó apoyada en el lomo de su Pyroar, aferrándose a su frondosa melena mientras observaba el crepitar de la fogata encendida por Pfeil, quien se había posado en un árbol cercano.

            Ya con la cabeza algo más fría, no pudo evitar cuestionarse si había hecho lo correcto al confrontar así a Katharina. Sentía que no podría perdonarse a sí misma si por esa discusión Lise acababa sufriendo, por más que considerase muy necesario que esa familia arreglase sus problemas lo antes posible, por el bien de su amiga.

            —¿Qué estarán haciendo ahora mamá y papá? —se preguntó al dirigir la mirada al cielo, donde los rayos de luz lunar se asomaban tímidamente por un cúmulo de nubes que cubría los alrededores de Edlin.

            No tenía quejas sobre sus padres, aunque tampoco podía decir que fuesen precisamente sobresalientes, más allá del linaje de su progenitor. Pero sí que agradecía profundamente que, a pesar de sus dudas sobre lo que se había propuesto, no hubiesen intentado disuadirla de ello. Fue en ese momento de reflexión que entendió que realmente habían sido unos buenos padres, si acaso podían confiar en el criterio de a quien habían criado con todo su esmero para que se valiese por sí misma en la vida.

            —Supongo que podría pasar unos días con ellos —resolvió, mucho más animada, aunque sabía que aquello tendría que esperar a después de conseguir las medallas de Holswig; todavía tenía un largo camino por delante.

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              #7
              Capítulo 004 — Admiración

              Derdalle, segunda semana de febrero, Año 92 AW

              Aquel torneo regional estaba siendo un paseo, aunque era algo que no diría abiertamente; ya suficiente inquina le tenían por estar participando en éste después de las nada halagüeñas declaraciones de Katharina en un medio local, con lo que todo Gerdasch se había enterado de sus intenciones, confirmadas por su consecución de todas las medallas de Sanhalt y Holswig. Afortunadamente, tenía la habilidad para superar a sus oponentes incluso en un formato al que no estaba acostumbrada, al darse la fase final del torneo en batallas dobles (la especialidad de Lise), y la fortaleza mental para soportar el constante abucheo del público durante éstas.

              Y aun así, no lo estaba disfrutando tanto como habría deseado. No podía evitar sentirse algo paranoica de que las autoridades abandonasen su neutralidad, a pesar de que los árbitros y el staff de la liga habían sido todos profesionales en su trabajo, incluso al mostrarse algo enervados por su presencia. Tampoco podía negar que había temido por su seguridad a manos del público, pero por más que éste se mostrase abiertamente hostil con ella, nadie se había atrevido a ponerle una mano encima y mucho menos agredirla físicamente. Nunca supo si esto se debía a la férrea disciplina aún presente en la conciencia colectiva tras siglos de regencia de los Dietrich o el temor de la retribución de alguien a quien parecían tener como al mismísimo demonio, una amenaza tangible para su forma de vida.

              Había sabido desde el principio que llevar sus metas a cabo sería difícil, pero comenzaba a sentir el peso de todo aquello resquebrajando su cordura. Uno de los efectos más notables de esto, por más que odiase admitirlo, eran todas las noches en las que no había podido dormir por la presión que ella misma se había puesto; y durante todas ellas, había tenido que reprimir el deseo de dejar esa empresa de lado y volver con quienes sí la apreciaban… aquellos que no deseaban que cayese y no se volviese a levantar.

              Esa noche tampoco pudo dormir, por lo que decidió dejar su alojamiento y aventurarse por la ciudad, fuera de la villa deportiva, vestida de la forma menos llamativa posible. Si todavía no había ido a visitar a Lise era para no llamar más atención indeseada sobre ella, pues según le había dicho, había tenido una agria discusión con su madre tras los disparates que ésta había soltado por televisión. Solamente podía esperar que su amiga superase con éxito sus propias vicisitudes para poder enfrentarse como habían prometido, una de las cosas que aún le daba fuerzas para continuar con todo ello.

              Necesitada de algo que la reconfortase fácilmente, ocupó una mesa en la primera terraza que halló y pidió un té helado junto a todos los postres de la carta que le parecieron deliciosos a primera vista. Prefería que la gente pensase que era una Snorlax y no el demonio que estaba poniendo a su país de cabeza por culpa de su ambición. Con todo eso en la mesa, se dispuso a comer hasta sentirse harta.

              Oosugiru! —escuchó exclamar a alguien a su lado, cuando apenas se había llevado la primera cucharada de un bavarois de bayas Razz a la boca.

              Se giró instintivamente al no entender tales palabras, encontrándose así a un hombre alto y fornido de rasgos orientales, de vistoso cabello verde en peinado tazón y vestido demasiado formalmente para alguien que estuviese buscando algo de entretenimiento nocturno.

              —Mis más humildes disculpas, señorita; eso ha sido muy rudo de mi parte —se disculpó al acercarse e inclinar su cabeza delante de ella; aunque hablaba un alemán perfecto, su acento le delataba como alguien de Nihon.

              Edelweiss sólo pudo reír para sus adentros por lo refrescante de esa situación, pues esa era la primera mirada amable que le habían dedicado ahí desde el inicio del torneo.

              —No te preocupes, lo entiendo; no me molestaría compartir esto, si acaso quieres hacerme algo de compañía —ofreció, sintiendo que le vendría muy bien una conversación amigable, por más que se tratase de un completo extraño.

              El hombre pareció algo dubitativo de aceptar tal oferta, quizá azorado por lo directo de ésta; sin embargo, no tardó demasiado en relajar un poco sus rígidas facciones.

              —Si realmente es el caso, lo agradezco —expresó cordialmente al sentarse en la silla libre—; Maruo Kobayashi, a tu disposición —se presentó al dedicarle una leve reverencia.
              —Puedes llamarme Edelweiss —respondió ella al extenderle la mano, con más confianza.

              Si algo pudo agradecer de la rigidez y formalidad de Maruo fue que, a pesar de la evidente sorpresa en sus ojos al reconocerla, no lo mostró en su voz ni en sus gestos; la discreción era algo que le hacía mucha falta en ese momento. Quizá fue por esto que el inicio de su charla se centró en él, con lo que Edelweiss pudo saber que era un directivo de la Federación de Batallas Pokémon de Nihon y que esas eran sus primeras vacaciones tras haber sido ascendido al cargo que ocupaba en ese momento.

              —¿Y qué te trajo a Gerdasch antes que Galar o Paldea? —preguntó con curiosidad, justo después de que un camarero tomase la orden de Maruo.
              —Que el torneo regional de Sanhalt coincidiera con el inicio de mis vacaciones, como parte de mi investigación de las que considero las ligas más fuertes del mundo —respondió, mientras se disponía a probar uno de los postres que Edelweiss aún no había tocado—; al menos, esa sería la respuesta a nivel práctico… también hay un componente personal que me hizo escoger primero este país —añadió, justo antes de que llegase su café americano con hielo.

              Justo cuando Edelweiss estaba pensando que quizá Maruo era un adicto al trabajo, cosa que no podía reprocharle en lo absoluto, esas últimas palabras le llamaron poderosamente la atención.

              —¿Es algo de lo que puedas hablar aquí? —procuró hilar fino, curiosa pero no queriendo hurgar demasiado en algo que quizá no le incumbía; Maruo sencillamente sonrió, agradecido por su atención.
              —Quería ver con mis propios ojos el lugar donde la gran Hilda Hasegawa… perdón, Hilda von Weiss había dado sus primeros pasos como Entrenadora y, quizá con algo de suerte, descubrir qué la hacía tan fuerte para aplicarlo en Nihon —afirmó con completa franqueza; aquel primer nombre era el que la aludida había adoptado en ese país, dada la dificultad de esa gente para recordar su nombre real.

              Edelweiss sospechaba que Maruo podría saber algo sobre su ídolo, al venir del último país donde ésta había competido antes de retirarse, pero no se imaginaba que la tuviese también en tan alta estima.

              —Es una pena que nos haya dejado tan pronto… mi deseo imposible desde entonces ha sido poder combatir contra ella —admitió, mientras se le humedecían los ojos; entre el respeto que le tenía y lo mal que lo estaba pasando, sus emociones habían hallado por fin la forma de manifestarse.

              Maruo asintió, dándole la pausa necesaria para que lidiase con todo ello, al ser más que consciente del trato que estaba recibiendo en esa competencia. Lamentablemente, demasiada gente daba a las heridas del pasado más peso del debido, con el ulterior efecto en su forma de pensar y actuar. Recordó con pesar que, mientras ambos compartían ese tiempo juntos, en otra parte del mundo se desarrollaba un conflicto armado entre las fuerzas armadas de Nihon y las de uno de los antiguos países satélite de Xionh, una extensión aparentemente inexorable de la guerra de hacía un siglo. Pero ésta era una tribulación que no debía cargar a las nuevas generaciones; era algo que los adultos debían resolver, para que todos esos jóvenes pudiesen vivir en la paz que el mundo merecía.

              —Aunque era una oponente de cuidado, Hilda siempre tuvo una constitución frágil, según tengo entendido, lo cual hace aún más admirable su voluntad de viajar por el mundo y buscar nuevos horizontes, al menos hasta que decidió sentar cabeza en Kissaki y formar una familia —expuso Maruo con respeto cuando Edelweiss acabó de enjugarse las lágrimas, recordando con toda claridad las batallas que llevaron a la aludida a convertirse en Campeona de Sinnoh por unos cuantos años.
              —Esto me contaron mis padres… aparentemente, eran sus amigos de la niñez y ya desde entonces Hilda era una Entrenadora prometedora —explicó, algo más sosegada de la tormenta de emociones de hacía unos minutos—; maldición, eran tan amigos que… —hizo una pausa, ya que estaba a punto de admitir algo que le avergonzaba mucho, sobre todo delante de alguien que acababa de conocer—; me pusieron el nombre de su primera Pokémon, para que creciera sana y fuerte como ella —dijo finalmente, claramente ruborizada.

              Maruo hizo su mejor esfuerzo para contener una leve risa. Tenía entendido que tal nombre provenía de las flores conocidas por resistir tan bien las condiciones adversas de las montañas de Gerdasch, pero no se imaginaba que su interlocutora lo hubiese recibido por la Pokémon más fuerte que recordaba haber visto. Aunque en realidad su reacción se debía a la enorme coincidencia que había sido su encuentro.

              —Pues debo decir que haces honor a tu homónima —comentó para reconducir esa charla hacia algo menos incómodo para ella—; no parece que vayas a tener problema en ganar este torneo —añadió más discretamente.
              —Quizá, pero esto es apenas un paso más para mi meta real —se atrevió a responder, con una sonrisa llena de confianza.

              «Ganar el Torneo Mundial», pudo leer en los labios de Maruo, por lo que asintió con total seguridad, a pesar de tener delante a un posible obstáculo para ese objetivo.

              —Entonces deberé procurar que los representantes de Nihon estén a la altura —sentenció, sabiendo que lo que los Entrenadores necesitaban para mejorar notablemente era enfrentarse a oponentes que apuntasen igual de alto.
              —No podrías brindarme nada mejor que esto, Maruo —replicó con confianza, pletórica de haber conocido a alguien más que la entendiese en lugar de juzgarla por sus objetivos.

              Y fue entonces que empezó a sentir sueño por primera vez en semanas, que por fin podría tener una buena noche de descanso.

              —Ha sido un gran placer tener esta conversación contigo, pero debería ser responsable y retirarme a descansar, que mañana tengo una final por ganar —se excusó, dejando el dinero de su consumición en un lado de la mesa—; ¡suerte con tus esfuerzos, que espero con ganas ver los resultados! —se despidió, a lo que Maruo asintió con respeto.

              Así, la vio marcharse, mucho más relajada de lo que la había encontrado, por lo que dio un buen sorbo a su café, satisfecho también por haberle podido ser de ayuda.

              —Quizá unificar las regiones sí sea una buena forma de hacernos más fuertes como equipo para el Torneo Mundial —reflexionó, ignorando todo lo que aquel encuentro desencadenaría en el futuro.

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                #8
                Capítulo 005 — Bestia

                Derdalle, primera semana de abril, Año 92 AW

                Al fin había llegado el día que tanto esperaba. Dirigió una última mirada al Gran Anfiteatro de Derdalle, el escenario de sus más aclamadas puestas en escena, para luego dirigirse hacia la Villa Deportiva de la ciudad. Ahí esperaba encontrar la inspiración necesaria para la primera obra que le habían permitido escribir para su compañía teatral, y con ella, su próximo gran rol.



                Aunque había deseado pasar la noche con Lise comiendo dulces y hablando de cualquier tontería, sabía que tarde o temprano habría salido el tema del combate que tendrían ese día, tras la conclusión de la primera fase del Torneo de Campeones de Sanhalt. Para sorpresa de nadie, Edelweiss había acabado primera en su grupo, habiendo vencido con holgura a los dos miembros del Alto Mando con quienes lo compartía y dejado fuera a la invitada de ese año. Por su parte, Lise y los otros dos habían eliminado al ganador de la Conferencia Sanhalt del año anterior. Ellos seis tomarían parte en la liguilla final para determinar al Campeón y Alto Mando por los siguientes dos años.

                Al llegar a la sala que tendría que compartir con los otros participantes durante la jornada, pudo por fin reencontrarse con su amiga, quien no dudó en aferrarse a ella como si no hubiese mañana. No dudó en arroparla entre sus brazos, al notar sus ojos enrojecidos… seguramente había vuelto a discutir con su madre y llorado hasta quedarse dormida; ese abrazo también le resultó reconfortante y le ayudó a recobrar buena parte del ánimo que había perdido tras todos los abucheos del día anterior. Fue entonces que notó la acuciosa mirada del único presente que no les observaba con inquina: alto, rubio y de ojos grises, éste le dedicó una sonrisa misteriosa antes de volver a situar su atención en el libro que estaba leyendo.

                —¿Es ese tu predecesor? —preguntó Edelweiss con curiosidad, pues era la primera vez que lo veía en persona; sólo lo conocía de fotos, tomadas justo antes de que Lise lo destronase.
                —Sí; como ves, Johan es todo un espíritu libre —respondió Lise, sabiendo que a pesar de ese carácter tan distendido, Johan era un oponente de temer.

                Edelweiss asintió, intrigada, habiendo notado las miradas de soslayo que les dedicaba de tanto en tanto. Dado el orgullo de muchos que ostentaban el título de Campeón, era inusual no retirarse tras perderlo, queriendo evitar el suplicio de pasar años y años sintiéndose incapaces de derrocar a sus verdugos deportivos. No obstante, en esos enigmáticos ojos grises no parecía haber una pizca de resentimiento o hambre de gloria, sólo la curiosidad de un niño maravillado por seguir descubriendo la vastedad del mundo. Y por esto mismo no podía subestimarlo, pues como toda persona que estaba empeñada en aprender y crecer, esto sólo podía significar que aún no había alcanzado su máximo potencial como Entrenador.

                Antes de que pudiese hacer algo más, el panel de anuncios en la sala empezó a mostrar el itinerario que tendrían para esa jornada. Como sospechaba, sus batallas contra Johan y Lise serían la penúltima y última, quizá en un último intento de la Federación de Sanhalt para dar a su Campeona una mejor oportunidad de ganar.

                —Parece que tendremos que esperar hasta el final del día para enfrentarnos —comentó, sin molestarle en lo absoluto.
                —Será como esperar al postre tras una buena comida —bromeó Lise, sintiéndose motivada para volver a luchar contra su amiga; aunque deseaba ayudarle con su meta, su orgullo como Entrenadora le obligaba a dar todo de sí para vencerla.

                Y con estas palabras, Lise se dirigió hacia la arena junto a uno de los competidores que su amiga había derrotado el día anterior, para la batalla inaugural de la liguilla. Edelweiss fue a sentarse en el sofá más cercano al monitor, mientras consideraba qué cambios de escuadra podría hacer su primer rival, quien era el otro a quien ya se había enfrentado. Sin embargo, no tardó mucho en sentir que alguien se había sentado al lado, a quien dedicó una mirada severa.

                —Si las miradas mataran… realmente podrías pasar por la villana de la historia —comentó Johan con aire divertido, nada intimidado por aquello.
                —Al parecer, es lo que la mayoría de gente de aquí piensa de mí —Edelweiss apenas relajó su expresión, preguntándose qué quería esa persona de ella—; ¿qué opinas tú, Johan Arnault? —inquirió agudamente, intentando escudriñar en su psique.
                —¡Eres mi inspiración para algo grande! —contestó con una sonrisa sincera, maravillada incluso—. Sí, sí, ahora mismo tengo este planteamiento en mente: una princesa joven, obligada a heredar el trono de su padre prematuramente y volver a unificar su país como sea para eliminar una amenaza que merodea en los rincones más oscuros del imperio… ¡imagina el drama, los sacrificios personales, las elecciones difíciles que debe hacer con tal de cumplir su cometido, aun cuando pocos son capaces de comprender su visión! —exclamó, pletórico por el prospecto de tener por fin una idea clara para el libreto que quería escribir.

                Pero Edelweiss solamente pudo taparse el rostro de la vergüenza, pues aunque ya se había habituado al oprobio al que la sometían los habitantes de Sanhalt, aquello era algo totalmente nuevo para ella. No sabía si sentirse halagada o mortificada de que Johan la estuviese usando como base para un personaje de su próxima producción teatral.

                —Espero que nada de esto te impida darme una gran batalla, como el Campeón que fuiste alguna vez —le retó, importándole más esto que cualquier otro motivo que pudiese tener.
                —Es a través de las confrontaciones que puedo conocer mejor a las personas —replicó con calma, demostrando que no iba a perder su compostura por una o dos provocaciones—; te dejo tranquila… ya nos veremos en la arena —se despidió galantemente al levantarse y dirigirse hacia otro rincón de la habitación.

                Habían pasado ya varias horas desde el inicio de la liguilla; aunque la temperatura era agradable, el trajín de todas esas batallas consecutivas se hacía notar en las expresiones de los competidores. Aun así, las dos favoritas se habían mantenido invictas hasta ese momento, con la ajustada victoria de Lise sobre Johan en la tercera ronda; como Edelweiss había supuesto, el hecho ya no ser el Campeón reinante no había repercutido en sus habilidades, convirtiéndolo en un oponente de cuidado. Tras la cuarta victoria consecutiva de Lise, finalmente le tocaría medirse contra él.

                —Llegó la hora —dijo Johan con tono travieso al pasar a su lado, para luego dirigirse hacia el pasillo que conducía a la arena de combate.

                Edelweiss se levantó cuando vio llegar a Lise y no dudaron en chocar los cinco. «Llega invicta a mí», le pidió la segunda, queriendo medirse con ella en igualdad de condiciones.

                El clamor de la afición era ensordecedor, mucho más que los abucheos que recibió apenas salió del túnel que conducía al campo de batalla. No se molestó siquiera en ver a esa gente, ya que toda su atención estaba en Johan, cuya espalda parecía más grande que nunca. Hasta ese momento, ninguno de sus oponentes se había mostrado tan sereno o irreverente como él antes de una batalla; si Lise había sido capaz de vencerlo, había sido por su cuidadoso uso de las técnicas auxiliares de sus Pokémon.

                —Espero que no te hayas contenido contra Lise —le dijo al alcanzarle, queriendo sacarse esa duda de encima.
                —¡En lo absoluto! Me venció de forma justa aun usando lo mejor que tenía contra ella —contestó con total tranquilidad—; mi as poco podría haber hecho contra su estilo, pero contra ti tendrá la oportunidad de brillar como la estrella que es —añadió, demostrando su temple; si realmente no había arriesgado todo en su batalla contra Lise, nunca lo dejó saber.

                Habiéndose situado en sus respectivas posiciones tras el saludo de rigor, Edelweiss pudo oír cómo la afición aclamaba unánimemente a Johan, ya no sólo por la inquina hacia su propia persona, sino porque éste seguía siendo muy popular en Sanhalt. Aun así, no podía darse el lujo de perder ahí.

                Las Poké Balls volaron hacia el campo de arcilla, apareciendo Pfeil en el lado de Edelweiss y un reptil bípedo de compacto cuerpo marrón y cabeza protegida por una reluciente calavera blanca, quien portaba un largo y grueso hueso a modo de garrote.

                —¡Tajo Aéreo! —ordenó ella, sabiendo que ese era un oponente que no podrían derrotar de un solo golpe.

                Johan no dijo nada. No hacía falta, porque aquel era su primer Pokémon, quien le entendía mejor que nadie. Y lo demostró al golpear el suelo con su garrote mientras eludía esos ataques, con lo que bloques de roca de tamaño medio surgieron para interceptar las siguientes cuchillas de aire desplegadas por su oponente. Normalmente sólo las habría esquivado y buscado una oportunidad para contraatacar, pero ese Talonflame era tan veloz para generarlas que debía tomar medidas extra para protegerse.

                —¡Corpulencia! —mandó Edelweiss, sabiendo que su contendiente estaba incitándola a enfrascarse en un enfrentamiento físico, en el que Marowak tendría ventaja.
                —Huesomerang —ordenó Johan, sonriendo misteriosamente.

                El Pokémon de tierra lanzó su garrote giratorio hacia Pfeil, quien con un gorjeo tensó sus músculos e hizo una pirueta ascendente para esquivarlo y lanzase en pos de éste mientras se rodeaba de un halo de viento. Así, cayó como un misil, tan velozmente que Marowak pareció incapaz de reaccionar.

                —¡Elévate! —indicó urgidamente Edelweiss.

                A pesar de no entender el motivo de tal orden, Pfeil no tardó en remontar el vuelo, con lo que pudo sentir algo pesado rozando las plumas de su cola. Había evitado apenas el regreso del garrote de su rival, quien lo atrapó sin problemas. Edelweiss chasqueó la lengua, habiendo tenido la leve esperanza de que la inercia fuese demasiado incluso para su propio usuario.

                —¡Pájaro Osado! —volvió a indicar, sabiendo que Marowak no tendría el suficiente margen para repetir esa argucia.

                Pfeil volvió a lanzarse como un misil balístico contra su oponente, quien conjuró un bloque de roca entre ambos que el ave evitó apenas con una certera patada. Sin más opción, Marowak sujetó firmemente su garrote delante de él y lo usó para frenar el avance de su rival.

                —¡Fuego Fatuo! —ordenó de pronto Edelweiss, no habiendo querido prevenirlo de esto.
                —¡Tumba de Roca! —respondió Johan, queriendo aprovechar también esa coyuntura.

                Dispersando la energía eólica de su ataque, el ave agitó prestamente sus magníficas alas para generar llamas espectrales que quemaron a Marowak, pero esto no le impidió golpear el suelo con toda su fuerza. De éste surgieron dos peñascos que atraparon a Pfeil, y aunque no recibió un daño considerable gracias a su aumento de defensa y la potencia ofensiva mermada de su oponente, estaba en una situación poco favorable.

                —¡Avalancha! —ordenó Johan, mientras su Pokémon daba un par de pasos atrás para no recibir su propio ataque.
                —¡Ala de Acero! —mandó súbitamente Edelweiss, mientras llevaba la mano a su cinturón.

                Pfeil endureció rápidamente sus alas para cortar la roca que le apresaba, justo cuando su rival golpeaba el suelo con su garrote para conjurar una lluvia de peñascos. Cuando estuvo lo suficientemente expuesto, fue alcanzado por el rayo carmesí de su Poké Ball, lo que le salvó de tal ataque. Johan sólo sonrió ante esto.

                —¡Es tu turno, Kiefer! —Edelweiss liberó a su Abomasnow, reconociendo la habilidad de su contrincante; era la primera vez en esa competencia que alguien le había obligado a gastar su cambio reglamentario.

                El enorme Abomasnow pisó con brío la arena de combate mientras una intensa borrasca la invadía. Con el dolor de sus quemaduras incrementándose, Marowak se vio obligado a hincar una rodilla en el suelo.

                —¿Marowak? —le llamó Johan para comprobar su estado y motivación, con lo que éste se reincorporó a pesar del dolor, dispuesto a continuar luchando—. ¡Tumba de Roca! —ordenó a continuación, queriendo mantener la distancia con su oponente.
                —Gigadrenado —contraatacó Edelweiss, sin querer darle más oportunidades de ponerles en aprietos.

                Marowak volvió a golpear el suelo con su garrote óseo, con lo que varias rocas surgieron para apresar a su oponente hasta casi la altura del pecho, lastimándole moderadamente en el proceso. Aun así, éste levantó uno de sus macizos brazos y, al bajarlo de golpe, cuerdas de energía verde surgieron de las puntas de sus gruesos dedos; éstas atravesaron la égida pétrea como si fuese mantequilla antes de alcanzar a Marowak y drenar rápidamente su energía. Éste intentó romperlas con furibundos garrotazos, pero eran más resistentes de lo que parecían; lo peor era que, mientras más se esforzaba en liberarse, más vitalidad perdía. Sabiendo que el silencio de Johan significaba que confiaba en su criterio, más en medio de esa borrasca, por lo que se lanzó en pos de Kiefer con su cráneo endureciéndose y brillando de color metálico. Sin embargo, a apenas un metro de alcanzarlo, se desplomó ya sin sentido, con lo que los hilos del Gigadrenado desaparecieron. El réferi no tardó en decretar la victoria del Abomasnow, muy a su pesar.

                —Buena actuación, amigo mío —Johan le dedicó una sonrisa, agradecido por su magnífico trabajo para saciar su curiosidad sobre su oponente—. ¡Hazte con el escenario, Tyranitar! —exclamó al liberar a su segundo Pokémon, queriendo descubrir más y más de ella.

                Edelweiss les dedicó una mirada seria, pues ese Pokémon se veía muy fuerte. En términos de potencia bruta, seguramente era más fuerte que el Hydreigon de Katharina, contra el cual Kiefer había perdido tras derrotar a sus otros dos Pokémon. Además, que no hubiese generado una tempestad de arena al pisar la arena significaba que contaba con la otra habilidad de esa especie, la cual le permitiría anular el efecto de las bayas que sus Pokémon habían consumido antes del inicio de la competencia.

                —¡Gigadrenado! —indicó, sabiendo que estaría en mucha desventaja en una confrontación directa.
                —¡Tormenta de Arena! —ordenó Johan de inmediato, demostrando nuevamente que no se le podía subestimar.

                El imponente Tyranitar dejó ir un estentóreo gruñido antes de dar un giro completo con su gruesa cola barriendo el suelo, con lo que produjo una tempestad de arena justo cuando Kiefer lanzaba sus látigos de energía. En una demostración de fuerza, su oponente los interceptó con su brazo izquierdo, y aunque esto le hizo daño, no fue el suficiente para evitarle tirar de ellos y causar que el Abomasnow saliese volando hacia él.

                —¡Mazazo! —mandó Edelweiss, queriendo aprovechar ese impulso para ocasionar mucho más daño.
                —Defensa Férrea —pidió tranquilamente Johan, como si estuviese en completo control del escenario.

                El reptil pétreo asumió una postura defensiva mientras su dura piel adquiría una tonalidad metálica, justo antes de recibir el primer azote de Kiefer; sin embargo, con cada golpe que éste daba, se hacía más evidente para Edelweiss que era su propio Pokémon quien estaba saliendo peor parado de esa pugna.

                —¡Aléjate y Desarrollo! —ordenó a pesar de saber que sería arriesgado en medio de ese temporal arenoso; aun así, necesitaba mucha más fuerza para quebrantar la solidez defensiva de esa bestia parda.
                —¡No lo dejes! ¡Plancha Corporal! —mandó Johan, teniéndolos justo donde quería.

                Kiefer dio un par de pasos atrás antes de intentar moverse hacia su flanco derecho, pero su reducida velocidad le jugó una mala pasada al permitir a su enorme rival abalanzarse sobre él con todo su peso, aprisionándolo contra el suelo y causándole un daño considerable. Intentó liberarse asestándole sendos Puños Hielo en los lados, pero Tyranitar no dio señales de cejar en su estrategia de restringir su movilidad y dejar que la arena fuese debilitándolo.

                Edelweiss dudó por un momento. Johan debía tener más que presente su predilección por el uso del Frío Polar con sus Pokémon de hielo. ¿Acaso su Tyranitar tenía más nivel que Kiefer y los demás? ¿O era una argucia para hacerla insistir en emplear ataques que poco efecto tenían contra sus notables incrementos de defensa? Nunca había usado dicho ataque con su Pokémon sojuzgado de ese modo, por lo que no sabía cómo le afectaría la reculada del mismo. ¿O acaso quería obligarla a utilizarlo para otro fin? Aunque la arena obstaculizaba su visión, podía sentir la mirada de Johan clavada en ella, esperando impacientemente su siguiente movimiento.

                —¡Frío Polar! —indicó finalmente Edelweiss, resignada tras haber caído en su juego.

                Sabiéndose en desventaja, Kiefer forcejeó en un intento de hallar una buena posición para acatar tal orden. Cuando tuvo el torso de Tyranitar delante de su boca, aspiró aire mientras sus ojos se llenaban de un fulgor helado, tras lo cual expelió una potente onda gélida que atravesó fácilmente su gruesa armadura. Sin embargo, no salió indemne de esto: se llevó un durísimo golpe contra el suelo, tras lo cual su ya inerte oponente le cayó encima con todo su peso, justo cuando la Tormenta de Arena amainaba.

                —¡Tyranitar es incapaz de continuar! —decretó el réferi con evidente molestia al dirigir su banderín rojo hacia el área técnica de Edelweiss.

                El público enmudeció al ver al derrotado lagarto rocoso ser retirado por Johan, mientras un maltrecho Kiefer se reincorporaba con dificultad. Como Edelweiss temía, su propio ataque le había lastimado considerablemente; al no poder retirarlo sin descalificarlo, decidió confiar en su fuerte voluntad para hacerse una idea de la fuerza real del último Pokémon de su oponente. Aunque sabía de qué especie era, sólo había podido hallar un vídeo corto del anterior Torneo de Campeones de Sanhalt, en su combate contra Lise. No era de extrañar, pues la fuerza de los otros Pokémon de Johan bastaba para mantener a raya a sus colegas del Alto Mando y los campeones regionales que había enfrentado hasta ese momento.

                —No te confíes, Edelweiss… ahora viene lo más complicado —pensó Lise al verlos en la pantalla en la sala común, mientras cerraba los puños con fuerza; sabía de sobra lo formidable que era el as de Johan.

                De vuelta a la arena, Johan no tardó en pedir tiempo muerto, para extrañeza de su rival. Y sin que ésta se lo esperase, abrió su gabardina de par de par para revelar un elegante vestido negro que le llegaba hasta las rodillas, que por poco no tocaba las botas negras que llevaba puestas. Mayor fue su sorpresa cuando el público estalló en ovaciones, en particular al verle sacar de los bolsillos de su abrigo una larga peluca negra y una caja de maquillaje. Confundida, miró hacia el réferi, quien se encogió de hombros… aunque no estaba comprendido en las reglas, tampoco se trataba de una acción ilegal. Así, ante su desconcertada mirada, Johan pasó de ser un joven atractivo a una hermosa mujer de rasgos muy siniestros gracias a la magia del maquillaje y los accesorios, mientras el público no cesaba en su aliento. Ya no eran cánticos en su contra, sino gritos eufóricos por lo que estaban a punto de presenciar.

                —Disculpa la demora, estimada Edelweiss —dijo Johan con un tono de voz marcadamente femenino, metiéndose completamente en el papel que quería interpretar—; si no asumo esta apariencia, este chico malo no querrá luchar —expresó con aparente resignación, dejando caer su gabardina tras tomar de ésta una Ultra Ball y una Pokéflauta.

                Así, delante de Edelweiss apareció el Snorlax más grande que había visto en toda su vida, durmiendo apaciblemente, al menos hasta que Johan empezó a interpretar una suave melodía que lo sacó de su sueño. La bestia soltó un sonoro bostezo al levantarse, dejando ver que era casi tan grande como Levi; se giró hacia su humano antes de emitir un gruñido de satisfacción, para luego volverse hacia quienes serían sus oponentes.

                —No te preocupes… ¡porque no tardaré demasiado en vencerlo! ¡Frío Polar! —ordenó en el acto, queriendo usar su enorme tamaño en su contra.
                —Maldición —indicó Johan con una risilla traviesa, sumergiéndose en su personaje.

                A pesar del dolor, Kiefer volvió a desplegar su asolador ataque de hielo, pero éste rebotó en abultado vientre de Snorlax, quien profirió un feroz gruñido mientras los músculos bajo toda esa grasa corporal se tensaban y su piel adquiría una consistencia incluso más dura que la de su predecesor.

                —¡Desarrollo! —indicó Edelweiss, consciente de que su Pokémon tenía pocas posibilidades de ganar aquello; aun así, debía intentar causarle el mayor daño posible.
                —Amnesia —replicó Johan, listo para hacérselo todavía más difícil.

                El yeti forzó su cuerpo a crecer, abultando así sus músculos y mejorando su concentración, mientras su oponente parecía fijar la mirada en el vacío, dejando ir vanos recuerdos mientras su resistencia especial aumentaba considerablemente.

                —¡Gigadrenado! —ordenó Edelweiss, procurando alargar lo más posible la permanencia de su Pokémon en el combate.

                Sendos látigos de energía volaron hacia Snorlax, pero éste los atajó con el brazo derecho antes de tirar de ellos con fuerza. Viéndose de nuevo en esa situación, Kiefer preparó los suyos para volver a emplear su Mazazo, por más arriesgado que fuese; lo que no se esperaba era que su oponente se lanzase a su encuentro mientras se rodeaba de un hálito ígneo. Con semejante embate acabó la participación del Abomasnow en el combate, para algarabía del público.

                —Realmente es una mala bestia —Edelweiss se secó el sudor de la frente tras guardar a su Pokémon, mientras evaluaba sus opciones—. ¡Pfeil! —llamó al halcón, queriendo cerciorarse de algo antes de elegir a su tercer Pokémon; a pesar de lo dura que estaba siendo esa batalla, no pudo evitar sonreír.

                El ave de presa no tardó en elevarse y emplear su Corpulencia para intentar equiparar los aumentos físicos de su oponente, quien se sentó y rascó perezosamente al ver que procuraba mantener su distancia… sólo porque estaba preparándose para el inevitable choque.

                —¡Pájaro Osado! —ordenó súbitamente Edelweiss, con expresión seria.

                Como Johan suponía, no sería necesario que Snorlax se esforzase en alcanzar a su rival; no eran ellos quienes tenían la presión de ganar para seguir adelante con sus metas. Su Pokémon aguardó pacientemente, listo para la orden que sabía que vendría.

                —¡Lariat Oscuro! —indicó el rubio justo cuando Pfeil descendía vertiginosamente.

                Snorlax se levantó más rápidamente de lo que Edelweiss había esperado y empezó a girar sobre su eje sagital con los brazos extendidos mientras éstos se rodeaban de energía oscura, con lo que repelió exitosamente esa acometida. Resintiendo todavía el retroceso de su propio ataque, Pfeil se dispuso a repetirlo al no recibir otra orden de parte de Edelweiss, por lo que su oponente se dispuso a contrarrestarlo del mismo modo.

                —¡Elévate y Fuego Fatuo! —indicó en el último momento posible.

                Como hizo en su batalla contra Marowak, Pfeil dio una patada en el rechoncho cuerpo de Snorlax para ganar algo de altura y poder batir sus alas para liberar un sinnúmero de flamas espectrales que lo quemaron. Aun así, el ave se llevó un buen golpe que lo mandó volando a los pies de su humana.

                —¡Respiro! —le urgió ésta, impresionada por el daño recibido a pesar de esa quemadura, al desconocer hasta ese momento las propiedades ofensivas del Lariat Oscuro.
                —¡Pataleta! —ordenó Johan justo cuando Pfeil se posaba en el suelo para cubrirse con sus alas y recuperar su vitalidad.
                —¡Vuela! —reaccionó de inmediato, sabiendo que había cometido un gran error.

                El halcón alzó el vuelo tras recibir buena parte del daño de los trozos de tierra generados por ese ataque, habiendo quedado algo más maltrecho que al principio. Edelweiss se mordió el labio, pues había perdido ya mucha ventaja.

                —¡Tajo Aéreo! —ordenó, no queriendo mermar todavía más la vitalidad de Pfeil; tenía sus sospechas de por qué Johan parecía tan poco preocupado por esas quemaduras.

                Sendas cuchillas de aire volaron hacia Snorlax desde diversos puntos mientras Pfeil volaba a su alrededor con esfuerzo. Sin embargo, casi no le afectaron gracias a su aumentada defensa especial, dándose el lujo de bloquear con sus puños cubiertos de hielo aquellas dirigidas hacia su rostro.

                —¡Bien hecho, Snorlax! ¡Sigue aguantando así! —le animó Johan, sabiendo muy bien qué pasaba por la mente de su oponente en ese momento.

                Estaba poniendo a prueba su paciencia, deleitándose con que la supuestamente imbatible Edelweiss von Dietrich también pudiese cometer errores durante un combate. Todo aquello le estaba brindando información de inestimable valor sobre su psique, con lo que su gran obra iba tomando cada vez una forma más y más definida. Le resultaba prácticamente imposible ocultar la gran fascinación que le embargaba en ese momento.

                Edelweiss suspiró al notarlo. Sabía que Johan no les iba a dejar recuperarse así como así, ni tampoco iba a ordenar un Descanso hasta el último momento, posiblemente cuando acabase de romper la resistencia de Pfeil.

                —¡Ala de Acero! —ordenó firmemente, habiendo decidido ya cómo afrontar esa situación.

                Esto extrañó a Johan, pues toda la tensión en el rostro de su contendiente parecía haberse esfumado de golpe. Era evidente que tramaba algo, pero no tenía constancia de ningún ataque que Pfeil pudiese emplear para superar los aumentos defensivos de su Snorlax sin inmolarse en el proceso.

                —¡Mofa! —indicó intempestivamente cuando Snorlax levantaba un brazo para bloquear el Ala de Acero, demostrando a su contendiente que había cometido un gran error al no ser más proactivo en esa situación.
                —¡Snorlax, Descanso! —le apremió, deseando haber podido aplaudir que fuese capaz de ponerle en semejantes aprietos.

                Pfeil esquivó el brazo de su oponente y se situó delante de su cara para hacerle una serie de gestos nada agradables mientras sus ojos brillaban siniestramente, intentando incapacitar sus técnicas auxiliares. Sin embargo, gracias a la rápida reacción de Johan, logró sumirse en un profundo sueño que le devolvió por completo vitalidad y curó de sus quemaduras antes de caer en ese trance.

                —¡Volantín! —ordenó Edelweiss, con su Poké Ball ya lista para su retorno; aunque le habría convenido más que Snorlax no se hubiese recuperado, al menos podría evitar que emplease el Sonámbulo, si acaso conocía tal técnica—. ¡Ve! —llamó a su tercer Pokémon, lista para servirse de esa coyuntura.

                Los fervientes vítores que habían comenzado desde el cambio de apariencia de Johan se detuvieron de golpe cuando una bestia casi tan grande como Snorlax pisó el área de combate. Pero el silenció que Levi provocó no duró mucho, ya que los espectadores empezaron a animar con todavía más bríos que antes, como si de esto dependiese la victoria de su favorito.

                —¡Tambor! —indicó prestamente, sabiendo que debía acabar pronto con ello; los gritos de aliento de una afición favorable eran algo que nunca debía ser subestimado.

                El Cetitan soltó un estentóreo rugido, una suerte de contundente respuesta al barullo del público, mientras golpeaba con fuerza su propio vientre, causando que todos sus músculos se abultasen y tensasen, mientras era cubierto por una intensa aura apenas visible. Johan les veía maravillado, incluso cuando esa enorme bestia comenzó a girar como una peonza helada para golpear a Snorlax. Y los vítores se intensificaron todavía más cuando los presentes vieron cómo su ídolo aguantaba aquellos poderosos embates como todo un campeón.

                —Lo sabía —Edelweiss se mordió el labio, confirmando sus temores; ese Pokémon no sólo era el as de Johan, sino que también contaba con una gran resistencia contra los ataques más fuertes de su equipo gracias a su habilidad Sebo.

                Y antes de que Levi pudiese conectar otra embestida helada, fue recibido por una similar pero en llamas de parte de su rechoncho oponente. El choque de ambas moles hizo retumbar el estadio, mientras los gritos de la afición eran ahogados por los siguientes encontronazos. Afortunadamente para el cetáceo, su considerable peso reducía mucho el daño del Golpe Calor, pero estaba empezando a resentir todo aquello.

                —¡Maldición! —ordenó súbitamente Johan, esperando que el efecto de la Mofa ya hubiese concluido.
                —¡Paisaje Nevado! —replicó Edelweiss, queriendo reforzar el aguante de su Pokémon en caso de que la técnica de Snorlax fuese exitosa.

                Pero el Pokémon holgazán sólo atinó a alzar los brazos y rezongar con el ceño fruncido, incapaz de cumplir esa orden. El Cetitan aprovechó esto para rugir mientras espesas nubes se acopiaban sobre el estadio, con lo que comenzó una fuerte nevada que no tardó en cubrir toda la arena de combate de un manto blanco y frío.

                —¡Lariat Oscuro! —indicó Johan, sabiendo que era la técnica más efectiva que podía usar en ese momento.
                —¡Hidroariete! —contraatacó Edelweiss, optando por un ataque implacable.

                Snorlax se lanzó hacia Levi como una peonza oscura tras extender sus brazos, dándose de lleno con las tres enormes púas de agua que éste había generado en torno a las protuberancias de su rostro. Por primera vez en el combate, el Pokémon de Johan fue empujado hacia atrás y casi cayó de espaldas, de no ser por el excelente apoyo que le daban sus gruesos pies; molesto, se giró hacia su humano, quien asintió al entender sus intenciones. Aunque éste pensaba emplear una táctica diferente, sabía que él no aceptaría esa forma de ganar, no contra unos oponentes que quería abatir con todo su poder.

                —¡Ve por ellos, entonces! —bramó Johan con una sonrisa pérfida, completamente dentro de su personaje; debían cerrar esa actuación con broche de oro.

                Dejando ir un férvido rugido, Snorlax se plantó delante de sus rivales con aire amenazante mientras hacía un esfuerzo titánico para sobreponerse a la restricción de la Mofa, con lo que comenzó a golpear su vientre como Levi había hecho antes. Estaba dispuesto a ir a por todas.

                —¡Levi, lo que practicamos! —Edelweiss sabía que se iban a arriesgar mucho con aquello, pero necesitaba cada ventaja posible para la inminente confrontación entre ambos colosos.

                El Cetitan cargó velozmente contra su rival mientras ésta seguía infligiéndose daño para maximizar su ataque, pero en lugar de embestirlo, ejecutó una graciosa danza delante de él. Para sorpresa del público y su propia frustración, Snorlax no pudo evitar seguirle el ritmo, aun al tener sus músculos abultados y listos para atacar.

                —¿Qué es esto? ¿¡El carisma de una líder nata!? —exclamó melodramáticamente Johan, extasiado por la gran inspiración que ese combate le estaba brindando.
                —¡Pirueta Helada! —ordenó Edelweiss con apremio, incapaz de escuchar aquellas palabras por el fragor del público pero imaginándoselas por la sonrisa que su contrincante le dedicó.
                —¡Cuerpo Pesado! —respondió éste, listo para dar un final espectacular a su combate.

                Levi volvió a girar sobre su eje sagital mientras rasgaba el suelo y se cubría de una gruesa capa de hielo, la cual tronó al encontrarse violentamente con un Snorlax algo más veloz de lo habitual, cuya gomosa piel había adquirido la consistencia del acero. Si sus colisiones previas habían remecido el estadio, éstas habrían amenazado con echarlo abajo de no haber sido por las barreras que separaban las gradas de la arena. Ambas bestias parecían igualadas en poder, pero los más avispados pudieron notar la ventaja del Snorlax por su mayor masa muscular… hasta que recibió un golpe en el torso que sí lo tumbó, gracias a su disminuida defensa física y la alteración de su habilidad original.

                Snorlax se reincorporó lentamente, lo que Levi aprovechó para recobrar el aliento. Aunque el aumento del Tambor era más duradero que el de otras técnicas similares, también causaba mucha más fatiga muscular que éstas, por lo que no era idóneo para un combate prolongado. El siguiente intercambio de ataques seguramente sería el último.

                —¡Lariat Oscuro! —mandó Johan, muy consciente de este hecho.
                —¡Colmillo Hielo! —Edelweiss esperó hasta el último momento posible para dar esa orden, queriendo contrarrestar lo mejor posible lo que su oponente planease.

                Snorlax volvió a lanzarse como una peonza oscura sobre su oponente, quien lo recibió con recibió con su enorme boca abierta, dejando a la vista sus numerosos colmillos cubiertos ya de una aguzada capa de hielo. Así, Levi detuvo su avance con una furibunda dentellada, mas no el infernal giro que fue limándola con cada revolución; sin dejarse arredrar, se forzó a regenerarla a un ritmo mayor, ocasionando que su contrincante perdiese fuelle por todo el daño que estaba recibiendo. No obstante, éste demostró estar igual de determinado a ganar al encenderse en llamas; aunque no pudiese dañarle con su peso, lo haría con la alta temperatura de su cuerpo a quemarropa.

                —¡Hidroariete! —ordenó prestamente Edelweiss, habiéndolo esperado.

                Levi no tardó en manipular el agua generada en su boca por todo ese calor para generar dos enormes lanzas de agua alrededor de sus brazos, con las que atizó duramente al Snorlax. Aunque esto aplacó lo suficiente la molesta sensación de quemazón, no bastó para detener los esfuerzos de éste, por más que sus fuerzas empezasen a flaquear. Y demostrando una vez más el portento que era, aprovechó lo amplio que era su cuerpo para mantener su torso a muy alta temperatura mientras que la de sus brazos descendía bajo cero, ayudado por la nevada que todavía caía, con lo que congeló el Hidroariete, ocasionando que ese hielo se rompiese con el siguiente golpe. Había sido una excelente demostración de la versatilidad de los Pokémon de tipo normal, por más que su potencia empleando tales ataques no se comparase con la de sus contrapartes elementales.

                —¡Pirueta Helada! —exclamó Edelweiss, queriendo acabar con ello ya.
                —¡Resiste, Snorlax! —le animó Johan, confiando en su mucha mayor experiencia para salir de ese aprieto; muchas veces dudaba de haber podido convertirse en Campeón que fue de no haberse conocido.

                Haciendo buen uso de su masa, Snorlax logró volver a tocar el suelo con sus pies e intentó plantarse lo mejor posible, pero no le sirvió de nada; aún aferrándole con sus mandíbulas, Levi se rodeó de hielo y empezó a girar sobre su eje sagital, arrastrándole con él. Sin más opciones, se concentró en generar todavía más calor, pero el Cetitan ya había previsto esto y le soltó en el mejor momento posible; la inercia mandó a volar al Pokémon dormilón y le hizo caer a unos diez metros delante de Johan, justo antes de recibir en el vientre un embate gélido que fue ya demasiado para él. En un último esfuerzo, Snorlax incendió su puño derecho para asestarle un furibundo golpe en el centro de la cara, haciéndole tambalearse antes de caer también.

                —¡S-Snorlax y Cetitan son incapaces de continuar! ¡La participante Edelweiss gana el combate! —el réferi, claramente contrariado, tuvo que hacer de tripas corazón para ser capaz de declarar tal resultado.

                El estadio enmudeció al ver a su ídolo vencido, mientras Johan sólo sonreía, satisfecho por completo con la batalla que había tenido. Mientras tanto, el silencio sepulcral en la sala común fue roto por la solitaria pero vivaz celebración de Lise, quien ignoró olímpicamente las miradas de reproche que le dedicaron los otros miembros de su Alto Mando.

                Por su parte, Edelweiss tuvo que hacer un esfuerzo monumental para no caer de rodillas al suelo. Tenía clavada la incómoda sensación de que Johan no se había esforzado al máximo para ganar, como si sólo hubiese querido ponerla a prueba, y aun así había sido un rival formidable. Sin embargo, una victoria era una victoria, por lo que dio un arduo primer paso mientras una sonrisa empezaba a asomar en sus labios.

                —Gran trabajo, no podría haber ganado si ninguno de ustedes —expresó sentidamente al guardar a Levi en su Peso Ball, mientras acariciaba los contenedores de Pfeil y Kiefer con la otra mano.
                —Quién iba a decirlo, nuestra gran emperatriz es también muy modesta —nunca supo en qué momento Johan se había acercado tanto, pero mucho más le sorprendió su sonrisa sincera y la mano que le tendió.

                Edelweiss tuvo que forzarse a contener las lágrimas. Johan era el primer contendiente que la trataba con deportividad desde que había iniciado su empresa de convertirse en Campeona absoluta de Gerdasch. No tardó en darle un buen apretón de manos, dedicándole una sonrisa como pocos ahí habían visto, más que agradecida por esa calidez humana y la gran batalla que habían tenido.

                —Espero de corazón que tu historia también pueda tener un final satisfactorio, estimada Edelweiss —pensó Johan, habiendo encontrado por fin el colofón que necesitaba para la suya; sin embargo, aquella experiencia le había dejado con muchísima curiosidad de qué caminos y penurias tendría que superar Edelweiss hasta conseguir finalmente su anhelado objetivo.

                Mientras tanto, Lise no podía contener su emoción. El momento que llevaba esperando por meses estaba a punto de llegar, y no pensaba dar a su amiga menos batalla de la que había tenido hasta ese momento. A pesar de haberla apoyado en su meta, no quería perder de nuevo contra ella, no sin haberlo dado todo de sí.

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