[POKÉMON] Las Batallas Perdidas

Colapsar
X
 
  • Tiempo
  • Mostrar
Limpiar Todo
nuevos mensajes
  • Poisonbird
    4th Wall Breaker
    SUPAR PRUEBA
    • dic
    • 29
    • 🇺🇸 Estados unidos
    • ¿London?

    #16
    Eeeeeessss martes... no, es sábado. ¡Domingo! ¿¡QUÉ, CÓMO QUE ESTAMOS YA EN LUNES!? ¡SIN SON LAS 12 DE LA NOCHE! [???]

    Preveía ponerme a full con el capítulo mientras estaba en el transporte público (que por cierto, ¿recuerdan que dije que tuve que reescribir casi todo el capítulo anterior? Jaja... bueno...), transcribir los borradores en los días que menos tiempo estuviera fuera y repetir el proceso hasta que terminara el capítulo... teniendo fecha de finalización prevista para el jueves, que era el único día por donde estaba libre de compromiso...
    But life said "fuck you and your foolish fanfic NO BREAK FOR YA! ". En resumidas cuentas, han pasado... demasiados improvistos. Unos que probablemente auguren bonanzas; otras que simplemente NO tendrían que haber ocurrido y que me dejaron MUY trastocada por el resto del día de ayer. Hoy though? Hoy he tenido la fiesta en paz; y menos mal, ¡porque mis dedos VOLABAN de las ganas reprimidas que tenía estos tres últimos días! Y debo decir, que este capítulo era el que más cringe me daba de todos. Ahora es más... coherente. No, incluso diría que ha sido un final de arco (?) bastante climático, a pesar de que he metido alguna coñita de por medio. Francamente, lo prefiero así como está ahora.

    Ok, enough ranting. ¡Voy a poner el capítulo para vuestro deleite! Ah, igual debería de revisarlo un poquito, pero... yep, si veo algo a posteriori ya editaré el capítulo luego, que ahora se me ha hecho un poco tarde jejejej... je...

    Cheerio!
    -X-

    Los pétalos todavía estaban esparcidos por toda la arena. Habían pasado minutos desde ese intenso griterío. El silencio acabó por reinar en el campo, no sabiendo si la pequeña había sucumbido completamente, o si me estaban analizando con todo el escrutinio. Tenía a Beile y a Bituin con la guardia alta, atentos a cualquier movimiento; cualquier convulsión, cualquier movimiento raro. No pensaba, sin embargo, que se podía mover de forma más rara que ahora. Aún usaba sus alas, cómo no; pero entre esos aleteos había un temblor completo de su cuerpo, como si estuviera siendo presa de un error del sistema. El rostro de ese Dustox estaba desprovisto de cualquier vida salvo el fulgor de sus pupilas, por donde podía ver claramente otro ente ajeno a ese cuerpo… y a este planeta.

    Unos ojos que, francamente, me ponían nerviosa al estar tan fijos en mí. Estaba claro que la proyección astral (?) que había hecho antes había captado su atención. Y ahora estaba interesado en mi persona. No sé si a nivel intelectual o utilitario.

    —¿Qué, capullo? —No pude evitar decir, incómoda ante su inquisitiva mirada —. ¿Vas a moverte o qué?
    —Mira quién anda provocando ahora…
    —¡Cállate, Bituin! —Y salto completamente a la defensiva, con todo el vello erizado.
    —¡Y tú cálmate, hostia!—respondió de vuelta—. Jo-der, a ver si me vas a sacar las escamas con estos nervios. Ugh.

    Vale. Está bien. Estoy demasiado acelerada. Muy en pánico. Inspira… pausa… expira. Inspira… pausa… más despacio…

    El oponente es… un Dustox. Es un Pokémon que lo capturas un temprano, te sirve un momento y luego lo dejas en el PC porque pobre criatura no da abasto. Sí… daba igual quién lo estaba manejando. Seguía siendo un Dustox, después de todo. No debía temer al Dustox. Tenía que temer al que maneja-mejor ignoro al Deoxys en la habitación por momentos, no quiero saber que está ahí. No quiero saber que me ha visto… inhala, hija, inhala…

    —Robin, a las alas.

    Primer paso: dejarlo inmóvil. Las alas de las polillas son frágiles. Debía de bastar una flecha lanzada con fuerza para atravesar esas escamas. Mi Decidueye, entendiendo mi petición, lanzó una por ala. Hizo que retrocediera de nosotros y lo acercara más al suelo, dejándolo prácticamente inmóvil. Viendo lo fácil que atinó, creí que iba a ser una ronda muy corta. Un combate fácil donde nadie iba a tener que intervenir ni asistir…

    Un pensamiento ilusorio, es lo que era. A la cuarta flecha, los aros de las alas de Dustox se iluminaron de blanco, y los agujeros que Robin había hecho se habían cerrado con una nueva hilera de escamas. No llegó ni a tocar el suelo.

    —Más flechas.

    Volvió a disparar. Esta vez dos por cada. Mismo resultado. Tres, cuatro, cinco; no importaba la cantidad, este bicho nos estaba vacilando de lo rápido que se regeneraba.

    —¡Más rápido!

    Robin sentía también rabia al ver que no estaba consiguiendo nada. Estaba disparando una gran salva de Puntadas Sombrías, suficientes para hacer de sus alas simples jirones y convertir todo su cuerpo en pasta alimentaria… pero muy a pesar de ese ametrallamiento, se estaba desmoronando demasiado despacio como para estar segura de que caería…

    Y de repente, un destello rojo. Las flechas que entraron a su alcance se detuvieron al tiempo que los aros cambiaron de color. Justo cuando pensaba que estábamos haciendo avances en nuestra ofensiva, Dustox tomó posesión de nuestros proyectiles y encaró sus puntas una por una hacia nosotros. Yo me quedé paralizada, viendo cómo mi mejor baza era puesta en nuestra contra con un simple manejo de telequinesis, no pudiendo sacar ninguna reacción de mi cuerpo; ni una mera orden de evasión salía de mi boca viendo como todo lo que hacía iba cayendo en saco roto…

    Y entonces, empezó a llover. Un batir de alas, y todas las flechas empezaron a dispersarse al frente, puntas dirigidas hacia nosotros con la misma velocidad con las que Robin las disparó. Explosiones se escucharon a mis cercanías, solo pudiendo ver el desgastado manto de Bituin delante de esta salva, portando un objeto con forma de hoja que rápidamente se iba fragmentando con el impacto de estas. La tormenta de Puntadas Sombrías había pasado, y yo todavía me veía ilesa. Beile, en cambio… no podía decir lo mismo.

    Se había enrollado de forma que solo quedaba expuesto el armazón de armadillo que tenía en la espalda, lo cual le había protegido de una muerte segura. Dichas placas, sin embargo, quedaron hendidas por las explosiones; algunas incluso habían abierto alguna que otra herida en lo más profundo de estos cráteres. Y seguro la onda de choque habría alcanzado a afectar la espina dorsal… no pintaba bien para el can acorazado, desde luego.

    —¡BEILE! —gritó Bituin nada más ver al Bori espachurrado al suelo, con riachuelos sangrientos saliendo de su cuerpo. De enseguida, tiró los trozos del escudo que había empleado y fue a meterlo otra vez a su Pokéball—. Maldito seas… que me rompas un Escudo de Illusen es una cosa, ¿pero, herir así a alguien de mi familia? Ooooh, eso no tiene perdón NINGUNO.

    Mierda. Y encima se me cabrea Bituin, ¡que vale, quería su asistencia, pero no-no que se transformara ahí mismo y se lanzara con las garras preparadas para cortar! Se me lanzó con toda la ira animal que tenía contenida; sus garras de obsidiana rojas por el calor. Uno de esos zarpazos le habían dado de lleno, dejando quemaduras que un Dustox normal no podría aguantar… un normal que no era.

    Fue el primer y último asalto que atinó en el blanco. Una vez que la polilla probó lo perjudicial que era recibir la furia de sus uñas, ese cuerpo controlado a remoto empezó a vacilar alrededor, cada vez con más frenesí; con un paso errático, pero calculado. Cegada por ese sentimiento de venganza, Bituin intentó rebanar esas carnes sin variar mucho la dirección de sus ataques más que la que veía en ese momento, mientras el único daño que hizo se iba revirtiendo por cada segundo que fallaba.

    Tenía el pánico sobre las nubes. Sabía exactamente cómo Dustox estaba evadiendo y por qué se curaba a esas velocidades tan vertiginosas; pero no veía manera de sacarnos de este aprieto. ¡Robin! ¿¡Dónde está Robin!? ¡No lo veo! ¿Está en el suelo? ¡No, está en el aire, esperando a que me percatara de su posición!

    ¡Bien! Con todas las evasivas que Dustox/Deoxys hizo, era cuestión de tiempo que pasara a la ofensiva. Si esperaba en el momento justo que empezaba a atacar, podré entonces frenar sus pasos. Esperé a que terminara de bailar; poniendo atención a las distancias que este tomaba. La inclinación de las alas y la velocidad con la que estas se agitaban era clave para predecir cuándo cambiaría de estratagema.

    En el momento que retrocedió a unos metros de Bituin en un acelerado retroceso y las alas dibujaron un triángulo isósceles de 45º sobre sus antenas, fue cuando supe que era ahora mi momento de interceder.

    —¡Ahora, Robin!

    Antes de que empezara otro despliegue de poder descomunal, grité al maltrecho Decidueye que se lanzara. No me hizo falta ni decir qué movimiento; con solo mi señal había puesto a la delantera una de sus patas y se dejó precipitar con otro de sus Golpes Bajos. Me bastaba al menos con que quedara atrapado en sus talones y le pueda dar reposo eterno con una flecha disparada a bocajarro. Muy a pesar de que no quería matar a nada ni a nadie, era la única salida veía. Al contrario que el Umbreon de Omen, este sí podía aprovechar las bonanzas de Luz Lunar al máximo; y siendo un usuario de Danza Aleteo, era un peligro de armas tomar.

    Rezaba para que esta maniobra funcionara como quisiera. Esperaba que Robin alcanzara a su objetivo y por fin podamos…

    Esto…

    ¿Esto era una broma de mal gusto? ¿Cómo he podido fallar mi predicción?

    Justo a centímetros de alcanzarlo, Dustox… no, Deoxys desplazó su cuerpo hacia un lado a marchas forzadas ordenando que hiciera una innecesaria, pero efectiva Danza Aleteo. El herido talón de Robin volvió a encontrarse con el áspero suelo, inutilizando el pie para cualquier uso; Bituin teniendo que tragarse el fuego que iba a escupir al ver a Robin interponiéndose entre ella y el insecto poseído…

    ¿Acaso Deoxys leyó mis pensamientos? ¿Acaso también averiguó la condición que se necesitaba para que Golpe Bajo acertara? Incluso yo estaba fuera de mis cabales. Estaba anticipando lo que se nos avecinaba a todos, y no quería pasar por eso…

    —No…

    Y… sin poder echar ni una flecha; sin poder despegar a tiempo para salir del rango de ataque de Dustox; sin que Bituin pudiera reaccionar, muy a pesar de que todo pasara a cámara lenta ante mí… había ocurrido.

    Se supone que tendría que haber oído mis propios alaridos de dolor; los iracundos rugidos de Bituin; los ululares agónicos de Robin. Lo único que llegué a escuchar, sin embargo, fue cómo mis tímpanos estallaron con el ruido que había recibido tan repentinamente. Había podido anticiparme lo suficiente como para taparme las orejas; pero tal el ruido que no sirvió de nada protegerlos. Empecé a notar mis palmas calientes; la diferencia de temperatura entre mis manos y el líquido que salía de ambos oídos dibujando una línea roja por cada una de mis mejillas… y el pitido que precedió después.

    Era… más decibelios de lo que el cuerpo podía soportar sin daños. El doble de ello. Fueron solo segundos en los que el Zumbido reverberó en el área de combate; pero tanto el órgano que se encargaba de recibirlos como las articulaciones de todos sufrieron los efectos de este. Era casi como una descarga eléctrica de lo potente que era; paralizante, incluso. Obviamente, Robin no pudo aguantar el peso de esas ondas sonoras, y perdió la consciencia nada más ser azotado por ese mal. Muy a pesar de que tenía que sacar a mi lechuza de ahí tan pronto como pudiera, mis ojos se rehusaban a abrirse; las vibraciones impidiendo que pudiera manejarme como quisiera. Y aún terminado ese infierno sonoro, mis dedos se negaban a moverse.

    Aún con la mirada borrosa, podía ver la figura carmesí de Bituin también sufriendo estragos por el ataque de tipo Bicho; pero todavía pudiendo moverse. Había podido vislumbrar cómo enganchaba la caperuza de Robin en una de sus manos mientras evadía bombas invisibles a baja altura del suelo; este fragmentándose más en cráteres alrededor de las fisuras que hizo Swampert con anterioridad. Cuando quise darme cuenta, lo había traído frente a mis pies, sin cuidado de aminorar los daños; mirándome con esos ojos feroces y moviendo las fauces de forma frenética…

    —¿¡¿¡!?!? ¿¡!? ¡!

    No… tenía forma de saber lo que estaba diciendo. No podía distinguir si estaba enfadada porque me había interpuesto en su ataque o me estaba preguntando si estaba bien con toda la preocupación que podía tener. Tenía los ojos llorosos por ser desconocedora de lo que intentaba decirme, solo teniendo hipótesis que no hacían más que alimentar esa ansiedad.

    —¿¡!? ¡¡¡!!! ¡¿¡¿¡!?!?!?! … ¿?

    Había sentido el aire siendo aspirado cerca mío; seguido de un resoplido tibio de consternación. Pronto sus fauces dejaron de moverse. Quizá porque el olor a sangre le hizo percatar que estaba privada de oído. Ansiosamente la dragona miraba hacia atrás, intentando calcular cuánto tiempo tenía para rectificar sus brusquedades. Se veía… muy incómoda conmigo.

    Así que me dio un par de palmaditas en la cabeza y volvió a lo que mejor sabía hacer; lanzarse sin descanso hacia el objeto que alimentaba su odio. Dejando que salieran ascuas entre sus colmillos, intentaba, esta vez, rajarlo con su naginata; pero otra vez Dustox mostraba la pericia que tenía bajo los hilos de Deoxys. Muchos de los sablazos y zarpazos que lanzaba seguían arañando al aire; esta vez, con el extra de que Dustox ya no se acobardaba a la hora de detener sus avances con Psíquico o Zumbido.

    Cualquiera que intentara moverse bajo esa presión, podría encontrarse con esguinces, fracturas; incluso derrames…

    Pero Bituin no era una bestia cualquiera. Poseída por sus instintos, y entrenada también a luchar debajo del agua, ella todavía conseguía moverse, usando una fuerza que pocos podían alcanzar. Dibujaba medias crecientes de fuego con el arma, obligando a que Dustox dejara por un momento usar sus artes psíquicas desde las alturas y volviera a evadir, para luego encontrarse a la dragona a uno de sus flancos con la mano en alza lista para aplastarlo. Una y otra vez le evitaba, consiguiendo permanecer ileso en todo momento… sin embargo, la dragona no seguía ninguna norma. Atacaba cuando era su turno de atacar y no daba las pausas que necesitaba para sublevarla. Y aunque cada resistencia sumaba a su fatiga, su ritmo no decaía. Si nadie lograba derrotar al contrario, pronto llegaría el momento por donde uno ralentizaría sus movimientos… y entonces sería cuando uno de los dos reclamaría la victoria. Y obviamente quería que Bituin fuera quien persistiera.



    No nos engañemos. Era Dustox quien poseía esta ventaja. Era cuestión de tiempo que el cansancio empiece a hacer mella en Bituin. Él era una cáscara vacía liberado de los límites de los seres vivos. Lo suyo sobrepasaba a su condición de Dark; era el dron definitivo para terminar el recorrido de cualquiera, sea de la isla o de la vida misma.

    En un momento dado, Dustox se puso a dirección de nadie salvo la de Bituin; sus espaldas solo dando al cielo nocturno. Estaba a la distancia perfecta para lanzar una tormenta psíquica sin ser perturbado por ningún objeto afilado. Era inquietante por qué, a pesar de tener las de ganar en una guerra de resistencia, había optado por preparar una gran ofensiva. Quizá mi asunción anterior estaba completamente errada… o quizá… tal vez…

    Se había puesto a punto de tiro. Le había visto las ascuas antes mientras bailaba en ese doloroso tango; pero a diferencia de Dustox, ella sí pudo preparar un ataque fuerte mientras se movía. Algo muy común en dragones, pero que podía ser fatal para un insecto como él.

    Fuego.

    Un enorme vórtice de fuego rodeó a Dustox antes de que pudiera batir alas; llamas draconianas que no tenían simpatía ni piedad por ningún tipo de materia, que cargaban las ansias de terminar por todas esta lucha. Esas brillantes llamas, de un naranja pálido, habían, por fin, tocado al intocable, atrapándolo en sus crueles artes, erosionándolo bajo un torrente de abrasador calor que pronto lo reduciría en cenizas… y luego, nada. No había mucho que pudiera sobrevivir esa ráfaga; menos nada que fuera orgánico…

    Pero ese punto negro no se fundía con esa columna calorífica. No, estaba tardando mucho más de lo normal en desintegrarse. Tenía que ser imposible sobrevivir a esto; aunque fuera un muerto con la piel de acero y la regeneración de un ajolote. Tenía que desvanecerse de este mundo. Tenía que irse a donde ahora pertenecía…

    Como si se tratara de una pesadilla; con quemaduras que no avanzaban más que una porción de su blando cuerpo; como si fuera naturalmente ignífugo, el insecto negro salía desde el centro de la vorágine, domando las llamas con sus alas, protegido bajo un campo de fuerza que limitaba las ascuas que le tocaban, refulgiendo ese haz controlador en sus ojos, mirando directamente hacia los ojos atónitos de Bituin…

    Ese monstruo…

    Era capaz de desatar una hecatombe mayor de la que podía provocar. Si Deoxys lograba resonar con Bituin con su más hondo pasado; si era capaz de eliminar toda inhibición que había conseguido retener; si era capaz de reanimar su odio, aunque sea un poco; si solo intentaba subyugar su psique como las que había tocado, podía…

    No. No, no, no, no, no, nononononononononononoNONONONONOONONO NO NO NO NO-



    —¿Eh?

    De repente, el mundo se volvió desaturado alrededor mío. Aún veía a la dragona escupiendo una columna que era ahora completamente blanca por el cambio de tonalidad; la polilla deformando esa raya con su propia envergadura; la sensible pequeña permaneciendo impasible ante toda la violencia que se había desplegado. La única diferencia entre el segundo anterior y este era que no había ninguna moción que avanzara; ninguna energía transmitiéndose por el aire. Parece… que el tiempo se ha…

    No, no parece; el tiempo realmente se ha detenido, justo antes de que se desatara otro desastre. Antes de que el mundo sufriera las consecuencias de mi intervención; convenientemente en un punto donde ponía interponerme y salvar el día…

    Un privilegio que ciertamente no me merecía.



    Y aún rechazando este regalo, el tiempo no avanza.

    Todavía me dolían todos los tendones de mi cuerpo gracias a ese Zumbido; pero aún así he sido capaz de levantarme. Tomé esa pausa para aprovechar y salvaguardar a Robin en su Pokéball, quien admirablemente aguantó hasta ahora. Espero unos minutos más a ver si esto volvía a su inexorable final… nada.

    ¿Por qué se ha detenido el tiempo? ¿Realmente era una oportunidad que me brindaba la historia de redimir mi error o era un indicio de que algo había ido terriblemente mal hasta el punto que no se puede ni terminar en un Apocalipsis? ¿Es que he alterado tanto la historia que he llegado a un punto muerto…? No, sigo aquí. Este mundo aún existe, aunque en una estatis que no he causado.

    Pero sí es cierto que he cambiado demasiadas cosas como para que esto termine en un final feliz… no me extrañaría que esa fuera la conclusión que últimamente llegaría, considerando cuál fue el punto donde esta historia se dejó de redactar…

    “No. Esta historia todavía no ha terminado.”

    Y de pronto, una voz familiar; clara y prístina. Mis oídos se habían curado, parecía; o era una voz que no necesitaba el aire para transmitirse. No lo tengo claro.

    Lo único cierto que sé es que era la misma que escuché tras ser presa de unas dolencias similares. Estoy deliberando si tendría que ignorar y seguir esperando o al menos intentar conversar con esa voz politonal. Aunque fuera discutiendo, porque tengo mucho que decirles.

    —¿Cómo podéis estar tan seguros de eso? En el momento que Deoxys se percate del poder que alberga el monstruo que he traído conmigo, intentará cebarse con ella… lo cual va a desencadenar en un inevitable desastre donde nadie gana nada. Es un Game Over para mí, y un fin del mundo para vosotros… quieran o no.

    “Ese momento aún está por ocurrir. El mundo se detuvo porque tú, nosotros, nadie quiere ese final. ¿No te has percatado del poder que albergas en este mundo?”

    Soy consciente del poder que tengo, pero elijo ignorarlo en pos del entretenimiento. No es siquiera gracioso que venga “Dios” a arreglar todo de un chasquido.

    —¿Quién demonios crees que eres para decirme qué y qué no puedo hacer, anyway? —Y elijo callarme lo anterior porque no me siento muy cómoda revelando esto a un ente diegético—. Si eres una divinidad dentro de esta historia, haz el sendo favor de intervenir y dejar de delegar todo el trabajo a mí.

    “Ya lo hicimos. Fue nuestra voluntad, resonando con la tuya, que concedió este momento. En tus manos está evitar esta profecía que tú has escrito.”

    —Hazlo tú, no te jode…—Me olvido que es una voz plural y digo con desdén, tentada a acompañar esta contesta con el dedo corazón apuntando al cielo—. Porque esto está por encima de los mortales, y no voy a elevarme más que la pequeña gracieta de ser una privilegiada.

    “No podemos actuar sino es por un medio tangible”.

    What?

    “Nosotros somos la voluntad de los habitantes de Dyá. El Poder Supremo que tú arrebataste para cambiar el transcurso de la historia. Es en ti donde recae esa responsabilidad, pues solo somos los representantes de una conciencia colectiva.”

    Bobadas. Solo soy un personaje más en este tinglado. El hecho de que sea protagonista y haya adaptado el fic a las normas de mi tiempo no significa que recaiga a mí el deber de salvar el mundo…

    Espera, ¿cómo que yo arrebaté el Poder Supremo? ¿Yo? ¿Una extranjera? ¿Así, sin hacer nada en específico salvo meterme aquí y cambiar algunas cosas? Pero-

    “El padre mandó a tres ángeles a salvar el mundo de la destrucción que trae consigo las Batallas Legendarias. Tú portas la esencia de una de la familia real; su hija menor. Te reconocemos como habitante de Dyá y soberana de esta misión…”

    Tenéis a la mayor a pocos kilómetros de distancia, quien diligentemente hizo su invocación en Isla Suprema, ¿¡y decidís fiaros de la extraña que invadió vuestra propia jurisdicción, sin permiso expreso de nadie, que encima coló a una amenaza planetaria y dicha amenaza se cargó al 80% DEL ELENCO DE LOS BUENOS HUNDIENDO SU LANCHA MOTORA!?

    “Tú deseaste el poder de arreglar las cosas. Has presenciado los últimos momentos de nuestra historia, y has quedado dolida e insatisfecha ante la carencia de conclusión. Es por eso que estás aquí.”

    —No lo niego…

    “¿Entonces por qué rechazas nuestro regalo?”

    —Porque no soy alguien afín a vuestra concepción de perfección y armonía. Si tuviera que elegir mi papel en un panteón, tomaría el del embaucador. ¿No es lo que he estado haciendo todo este tiempo? ¿Embaucar? ¿Transgredir los límites? ¿Jugar con las normas? Inclusive… —Oh, dios, allá voy—… os embauqué a vosotros, haciendo pensar que soy de vuestra estirpe, ¡y de alguien tan alto en vuestra jerarquía, ni más ni menos! ¡Y sois tan IDIOTAS como para brindarme lo que os queda de poder! Francamente, no sé cómo falláis en ver a través de mi fachada, teniendo en frente al objeto de vuestra adoración… aquella que debería de ser el verdadero receptáculo de vuestro poder.



    Ahora estaba dejando hablar mis emociones por mí. Las bromas estaban fuera de lugar en este momento. El sentimiento de rebeldía ante los dioses era fuerte; la inacción de los protectores de esta Tierra agitando mi temple. Había algo que no me sentaba bien de todo esto. Algo que, solo por desafiar su autoridad, tenía que preguntar a ese colectivo:

    —Si tanto queréis a vuestra elegida, ¿por qué no habéis hecho nada para protegerla? ¿Por qué habéis dejado que se repita ese ciclo? Mi existencia se registra desde el día del torneo, ¿cierto? Y si es cierto que estuvisteis conscientes desde el día que llegué… más viendo que ella caería presa de los perpetradores de estas terribles batallas…

    “Ella no ha despertado todavía. El héroe ya tuvo su era. Athena, aunque alberga potencial, es de cuerpo frágil y desconoce el mundo. Tú, en cambio… ya tuviste tu despertar, y tienes mayor potencial que cualquiera de los enviados de esta época. Por eso tú recibirás nuestra bendición.”

    —Un error garrafal es lo que vais a cometer si me dais tanta carga… —Un desapego a su gente. Una retorcida idea de lo que era salvación. Jóvenes eran como para asumir un papel tan magnánimo. Entiendo que en este universo, las andanzas empezaban a edad muy temprana, pero…

    Como persona que ya vivió su niñez, no podía evitar que había algo intrínsecamente retorcido en obligar a jóvenes plantarse ante maquinadores y leyendas personificadas en monstruos. No me importaba si esos niños tenían compañías que podían equipararse a estos o tenían la “protección” de Dyá; me daba igual si además eran proficientes en magia, artes psíquicas o lo que sea. Estas personas todavía tenían años por delante, y estaban empezando a encontrarse con cosas que incluso a algunos adultos le costaban lidiar. El héroe tiene quince años, maldita sea. ¡Imagina cuánto debe de tener la del medio! ¿Doce? Sí, estoy segura que Athena tiene doce…

    O tal vez, ellos sabían que era demasiada carga para estos jóvenes. Ergo preferían dar mayores responsabilidades a alguien que pudiera asumirlas. Alguien que fuera… un adulto.

    —Por otra parte, son ellas o… yo.

    Di un paso al frente. No podía permitir que ignorantes de su propio destino que aún tenían que crecer cargaran con este peso. Si tenía que ofrecerme a ese puesto…

    No. Me mantendré fiel a mi declaración anterior. No voy a ser el tributo de nadie. Si tanto quieren darme ese poder, entonces lo usaré; sea para bien o para mal. No planeaba ponerme ningún manto divino, pero aquí estamos: asumiendo que era la elegida de un ente por encima de los mortales de los cuales fingía ser parte.

    —No me caéis bien, ángeles de Dyá. Pero tenéis razón en una cosa: no quiero ni el final que he vislumbrado ni la conclusión vacía de la cual he atestiguado. Y dado que no veo ninguna forma factible de cambiar el rumbo con las limitaciones que conlleva ser humana en las circunstancias que se han dado… —digo, mientras me levanto, sin la inseguridad que me caracteriza—… aceptaré ese poder.

    “Hágase entonces tu voluntad, trickster. Ve.”

    Mis pasos se volvieron decididos; pausados, pero certeros. No registraba daños en mi cuerpo; toda hemorragia interna que tuviera se había cerrado por sí sola. En mis venas corría algo cálido; algo que solo podría describir como energía pura y dura. Siento que me estaban formando protuberancias en la espalda; pero en este estado no sentía ningún tipo de dolor por ese desarrollo tan repentino. La vista se esclarecía hasta el punto que no necesitaba las gafas para ver de lejos; pero eso era una seña que no iba a quitarme ni aunque los cristales amenazaran con cortar mis ojos. Mi cuerpo de humana sedentaria se estaba transformando en algo por encima de lo mortal; algo representado e idolatrado por retablos y cuadros del siglo XIII en adelante como protectores y mensajeros de aquel que todo lo ve.

    Entre Dustox y Bituin, yo era la única con el honor de moverme entre esa pausa, impidiendo el primer contacto que haría Deoxys con la delicada cordura de la dragona. Mi mano tapó esos ojos que refulgían ese rojo barroso, no queriendo más que proteger al mundo de las consecuencias de transgredir esta frontera. Se formó un círculo de luz bajo los puntos cardinales de mis dedos, preparando algo que haría estremecer al ser que lo poseía…

    —Atrás.

    Un vendaval se había levantado bajo mis pies, repeliendo todo aquel que estuviera en mi rango. En el momento que pronuncié palabra, el mundo había vuelto a reanudar su marcha, aceptando el comando que ejecuté y aprobando mi nueva autoridad.

    Solo con recibir la onda de luz, Dustox revoloteó alterado; mucho más que cuando intentaba evitar las llamas de Bituin. La dragona, quien todavía mantenía las fauces abiertas de par en par antes de ponerme en frente, solo pudo admirar cómo mi espalda estaba coronada por un halo de alas que hacía sombra a su figura.

    —¡Ya era hora!—Empezó entonces a hablar, una vez quitada su sorpresa—: ¡Justo me estaba preguntando cuándo dejarías de hacerte la inútil!
    —No sé si te estás haciendo la tsundere o es que realmente te alegras de verme hacer algo por una vez. —Y sí, realmente tenía la duda, porque hace momentos atrás parecía que se preocupó un poco…
    —¡Hmpf! ¡Como si te fuera a decirlo!
    —Tsundere, entonces. —Ups. Eso no lo quería decir en voz alta.

    Claro que… tenía cosas más importantes de las que preocuparme ahora mismo. Con las mismas distancias que había marcado, Deoxys me miraba con intriga a través de los ojos de Dustox. No debían de ser muchos los días en los que un humano se transformaba en algo equiparable a un Pokémon de su calibre; mucho menos dos “humanas” en el mismo día. Oh, sí, sabía lo que estaba pensando. Debió de las semejanzas que tenía con su amo. Debía pensar que sería buena idea quitar ese colectivo de mi cuerpo para poder hackear mi cerebro; quizá por mera curiosidad, quizá para reducirme a otra mera fuente de fuerza….

    Pero no me dejaré. Y tampoco creo que la gente de Dyá se lo permitiera, aunque yo quisiera. Es más, su presencia me repulsaba. Me daba tremendo asco cómo me miraba. No le perdonaba todo lo que hizo en esta historia. No le perdonaría ni aunque no distinguiera el bien del mal.

    Las pupilas del Dustox volvieron a destellar antes de aletear otra vez. Quería acercarse más; clavarme al suelo con un Psíquico para debilitar mi cuerpo y ver si en mi inconsciencia podía desconectarme de este…

    No lo llegó a hacer. Porque tal y como prometí, no le dejé. Antes de que se volviera a abalanzar; antes de que siquiera pueda evadirme, batí mis alas y, con un impulso, acorté distancias y le pegué un puñetazo tan lleno de aura que lo estrelló al suelo. Era tal el puño que tendría que haber imprimido una mancha oscura sobre el suelo…

    Solo dejó un cráter con la forma de la polilla enterita en el centro de este. ¿Qué narices…?

    —Uuuuh… —Bituin estaba igual de confusa que yo. Vio que le di fuerte. ¡Cachis, incluso diría que, de no haberlo hecho, no habría hecho tantos agujeros ahí!—… ¿no… tendría que estar… espachurrado? —Sí, ¡eso mismo me pregunto yo! ¿¡Por qué no está reventado, gente!?

    “No está, en nuestra voluntad, matar una criatura inocente, o merecedora de redención. En eso no te otorgaremos el poder.”



    —¿En serio?—pregunto en voz alta toda enfadada a las voces de mi cabeza—. Bituin… creo… que vas a tener que acabar tú la faena… jaja… —No me lo puedo creer, esta gente. “Hágase tu voluntad” mis ovarios, ¡si al final va a ser la suya que se va a hacer!
    —¡Wooooow! ¡WOOOOOOOW! ¿¡Y para eso haces tanto show!? ¡¿Para que tenga que quemarlo yo igual?! ¡AAAAH, POR FAVOR! —Sin más demora, Bituin vino a donde yacía el bicho y levantaba el arma aún candente como si fuera una estaca—. ¡Aparta, entonces! ¡A ver si te vas a manchar esas alitas de adorno! ¡PAH!
    —No hacía falta que me gritaras así…

    Aún reculando, e intentando dirigir solo mis frustraciones a esa gente, me situé donde menos restos me llegarían; detrás de sus espalda. Tampoco me habría servido de mucho cubrirme tras sus demoníaca envergadura, pues ella ya empezó a precipitar con fuerza el arma hacia el inconsciente bicho, esperando producir un espectáculo de gore sin igual…

    Pero de nuevo, como a esta historia le ENCAAANTA hacer, Dustox de alguna manera se recuperó del shock que causé entre el cuerpo y el suelo y, de un raudo vuelo, hizo que el cráter recibiera el filo de su perdición… provocando que este se volviera más profundo y dejara la lava fluir entre sus grietas.

    —¿¡ME ESTÁAAAS JODIENDOOOOOOOOOO!?

    La incredulidad de Bituin era tanto de ella como mía. Yo tampoco entendía cómo este podía seguir volando por ahí como si no hubiera hecho nada. Quiero decir, ¡ese puñetazo debió de sacar a Deoxys del cuerpo! ¡NO TENDRÍA QUE MOVERSE! ¡QUERÍA DESHACERME DEL CUERPO PARA NO TUVIERA NINGÚN RECEPTÁCULO, LECHES! ¡¿AHORA ENTENDÉIS POR QUÉ NO QUERÍA QUE SIGUIERA SIENDO UN RESQUICIO DE ORGANISMO ENTERO?!

    No, un momento. Esta vez era distinto. No tenía ese brillo rojo en los ojos. Ahora Dustox estaba siendo movido por su propio instinto de supervivencia. ¿Pero entonces no estaba muerto? No, no… estoy segura que su vida terminó cuando Deoxys le reventó el cerebro de tanta presión…

    A no ser que el Poder Supremo haya imbuido poder curativo en mi puño y haya restaurado los daños causados por esa posesión porque no querían que el Pokémon de la niña se quedara muerto.



    Tengo… un montón de paridas que decir al respecto. Demasiadas semejanzas con cierto icono de cierto manga bizarro de cierta parte; muchas blasfemias que decir; comparaciones que pecaban de ser bastante pretenciosas… pero divago. Ahora que Dustox estaba libre de toda atadura, y no tenía entrenadora que comandara sus pasos, se estaba comportando como el animal que era, tanto con los defectos de su biología como los de su naturaleza…

    … Aunque… debería hacer algo con su entrenadora también. Derrotar a un Pokémon suyo mientras ella estaba medio inconsciente no era lo que definía yo como un acto deportivo… sí, bueno, vale, ya dejé que se desmadraran las cosas antes con Bituin metiéndose como era en medio del caos, ¡pero…!



    Mejor lo hago luego.

    —¡Bituin, deja de perseguir a la puta polilla y vuelve al banquillo! Creo que ya puedo manejarme yo con este.
    —¿¡QUÉ!? —rugió la dragona, un poco ya hasta el hocico de tanto cambio—, ¿¡PERO NO VA A INTENTAR OTRA VEZ…!?
    —¿Matarnos a todos? —Controlarnos, mejor dicho, pero bueno—. No, ya no. Este ya no tiene huevos para eso.
    —¿Lo castraste? —PffffffffftJJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJA.
    —Largo de aquí, anda—ordené con una mano sobre la frente y otra señalando a la piedra por donde se sentaba antes, intentando no reírme con esta contesta tan tonta. Sin darme ni cuenta, Bituin ya volvía a lucir apariencia humana, y se sentó en su sitio; aún resoplando de la forma más infantil que podía.

    El pobre insecto estaba confundido con todo lo que estaba pasando. No sabía ni por qué el depredador más formidable del campo estaba desistiendo su caza, ni por qué un humanoide con tres pares de coloridas alas estaba en medio del campo. Ni siquiera sabía si tenía que atacar o no, porque, por supuesto, la línea que definía entre Pokémon y humano era bastante fina en mi caso… al menos desde su perspectiva. No queriendo prolongar más esta tregua, di un buen salto hacia atrás retirándome del área de combate e intenté guardar esas delicadas decoraciones, pues no iba a necesitarlas por el momento.

    —¡Sal, Mebd! Siento tener que sacarte otra vez, ¡pero te necesito!

    Con su usual brío, y siseando con todo su sádico entusiasmo, ella hizo estallar el haz de su salida en virutas y se apoyó con sus patas delanteras frente a Dustox. Este, obviamente, se estremeció. Tal vez no por el aspecto amenazante que la Salazzle mostraba frente a él; sus antenas podían perfectamente leer sus intenciones a través de sus feromonas. Sabía que no debía permitir sentirse atraído por esa fragancia, menos cuando tenía un tinte de agresividad en sus moléculas.

    Estaba tenso. No podía procesar, en ese guisante que tenía por cerebro, que pudiera salir victorioso de esta. No sin la jovial voz que le solía guiar, no con el calor que se estaba emanando del suelo. Estaba en un entorno hostil, con una lagarta que se sentía en su elemento y que tenía tantas ganas de cazarlo como él de huir. Tan acobardado estaba que se quedó paralizado, deliberando si debía volar hacia la luna para vivir un día más o cometer un acto suicida por tal de seguir teniendo la aprobación de su entrenadora.

    Pero Medb no dudó. Llevada por su afán de consumir, ella reptó hacia él con una Maquinación en acción. Un acto precipitado que podía causar que Dustox también lo hiciera, y no de una manera que me beneficiara.

    —¡Frena, Mebd! ¡Va a atacar!

    Nada más oírme, detuvo su paso en el segundo uno antes de que el Psíquico que lanzó ese insecto a la desesperada la alcanzara, refugiándose de esa presión en una barrera de su creación. Esperaba ver cómo el suelo se rompía alrededor de esa cúpula; quizá sepultándose un poco los bordes, pero… no había visto nada de eso. No era precisamente la potencia que esperaba que se desplegara después de haber pasado por Zumbidos que podían dejar despojar a uno el uso del oído de por vida y Psíquicos que podían bien confundirse con un aumento de gravedad.

    Es entonces cuando entendí que, no solo cometí el milagro (o herejía, según como se mire) de revivir a un muerto, sino que había quitado todo dopaje que había hecho en el proceso. El quedarse quieto al vigilar a Mebd tampoco le había ayudado en nada; menos cuando se limitaba a ver esa cúpula deshacerse con la reptil todavía intacta…

    Apostaba la calderilla de mi cartera a que estaba haciendo una mueca muy impropia de un ser divino en mi cara. Dustox no podía procesar más que el hecho de que el Psíquico no llegó a tocar a ese reptil. Aunque quisiera ir tomando velocidades con Danza Aleteo para escapar de la certeza de su derrota, ya era demasiado tarde para evitarlo.

    —Ya está, ya lo tenemos en el bote, ¡LANZALLAMAS!

    El llameante aliento había emergido de las fauces de Mebd tras mi señal. Dustox intentó reaccionar a tiempo para evitar ser tocado por el fuego; pero su ala derecha fue engullido por el fuego, seguido del resto de su cuerpo con una rápido giro de su cabeza. Esta vez no había necesitado ni abusar de Tóxico. Unas corrientes a alta temperatura me habían bastado para reclamar una victoria más o menos limpia.

    Cuando el torbellino de fuego cesó, Dustox cayó completamente ennegrecido, incapaz siquiera de reunir fuerzas para curarse a la luz de la luna. Todavía movía las patas y chirriaba del dolor, pero era obvio que no podía luchar más. Había caído completamente rendido.

    Suspiré. Había ido por los pelos, pero, de nuevo, salimos venciendo. Aunque esta vez, esta victoria no se sintió tan plena. Más bien se sintió como un giro dramático que nos recordó lo cerca que acechaba la muerte y desesperación. Debía dar gracias a ese Poder Supremo el habilitarme ese cambio de tornas; pero otra vez, sentía que había hecho trampa. Aunque otra vez, el otro bando tampoco tenía remilgos en abusar de sus privilegios.

    Pronto, el haz rojo se llevó al Pokémon que acababa de caer. La mano de aquella joven solo se limitaba a sujetar la bola y guardarla de nuevo en la cintura. No había ni un halago. Ni un ápice de entusiasmo. Solo ocultaba esos ojos despojados de vida bajo el flequillo, limitándose a cumplir las órdenes que recibía: vence; mata; destruye.

    Toda la voluntad que ella tenía y toda la alegría que le traía luchar había desaparecido de su semblante. El único movimiento que podía hacer con sus brazos era el de lanzar la Pokéball que contenía su último Pokémon, quien levantaba la flor de su espalda con parsimonia; igual de apático que su dueña.

    Desgraciados.

    Mis dedos se apretaron entre sí, intentando contener mi frustración. Sabía que estaba ahí; en alguna parte, aún gritando por salir. Quería luchar como una niña normal. Estaba deseando que volvieran los días por donde su única preocupación era subir podios; donde conocía gente a través de su pasión y jugaba mientras enriquecía su vida con experiencias bucólicas de aventura. Quería despertar de esa pesadilla de la cual estaba presa; dejar de desear por tiempos mejores y detener el desastre junto a los héroes que ya no estaban, solo por tal de continuar ese sueño imposible…

    Imposible, porque ella había llegado con una misión. Un propósito. Uno que, por desgracia, no le garantizaba su permanencia en este mundo tras su cumplimiento. Cruel era aquel que proclamaba la destrucción de las cosas, y crueles eran quienes portaban la salvación. Yo solo era una observadora hecha arbitro; una tejedora de destinos que se quedó enredada en ellos. Así pues, no me quedaba más que cumplir lo que me estaban pidiendo: sacarla de esa tortura; recordar a lo que había venido.

    Quería hacerlo con meras palabras y ahorrar mostrar el halo de divinidad el cual se me había otorgado. Pero la voluntad de Dyá tenía que hacerse visible otra vez justo en ese momento. Signo de que tenía su aprobación para proceder.

    —Sara. ¿Me oyes?

    Ah… ese nombre corría por mi lengua de una forma que no me auguraba ninguna seguridad. Se sentía raro que saliera de mi voz, aunque fuera solo una secuencia de vocablos que formaban un sustantivo propio usado para denominar a tantas otras. Pero ajena a las sensaciones que me provocaba pronunciarlo, había suscitado una reacción de su apagada cara. Sorpresa por saber cómo se llamaba, tal vez; miedo por saber demasiado. O tal vez calma, porque en el fondo reconocía la calidez que emitían las plumas de mis espaldas.

    Me estaban diciendo cómo lo tenía que hacer. Tenía que empezar por hacerle recordar a los padres que habían cuidado de ella en su precipitada llegada; luego la ciudad de la que ella venía…

    Pero yo no quería que todo fuera tan rápido. Solo quería que disfrutara del momento como lo hizo antes. Era un privilegio que tenía y que quería que aprovechara al máximo. Me importaba poco si el resultado de este enfrentamiento derivara en nuestra perdición o nuestro perdón. Al fin y al cabo, solo nos esperaba más y más conflicto, hasta que lográramos cambiar el transcurso para mejor o por el contrario terminara a peor…

    Teniendo claras mis ideas, procedo a pensar cómo expresar esa buena voluntad y sacarla de esa prisión. La llave de las puertas de ese confín no debía recordar lo pequeña que era ante esos monstruos ni lo magnánimas que eran las expectativas que tenía por cumplir. Quería quitar esa asociación de combate con responsabilidad y que fuera la niña que es, solo para que pudiera tener un momento libre de penas y dolores.

    —Sé por lo que has pasado en estos días. Sé incluso cosas que tal vez ahora ignoras. Pero aquí y ahora decreto, y por las anteriores palabras horno, ¡que ni el pasado ni el futuro van a arruinar los buenos momentos de este presente!

    En acorde con la autoridad de mis palabras, mis alas se ensanchan. Mi mano actúa con independencia, extendiendo una onda lumínica que inunda la tierra y hace resonar el cielo con la campanada que provoca mi anuncio. Las auroras que estaban destinadas a aparecer horas atrás de esta historia hicieron ahora su acto de presencia. Sin desatar tanto la materia, había formado un espectáculo de luz que llenaba el campo de batalla, cautivando el alma atrapada en la herida psique de la pequeña; disipando las sombras que ocultaban la salida de su prisión; reanimando toda emoción que quedara reclusa en las profundidades de ese abismo; devolviendo paulatinamente el color a los corruptos que asentaban su lugar en el campo de batalla.

    —Qué bonito… —Lo primero que recobró aquella infante fue el asombro. Ella tenía una apreciación por esos juegos cromáticos; lo sabía tan bien como yo me conocía. Luego, su cabeza zarandeó, recordando la trepidación que sentía cuando se encontraba en una situación difícil; el deseo de sobrepasar la adversidad para regir por encima de esta—. ¡Aaah! ¿¡Qué estoy haciendo!? ¡Venusaur, usa Terremoto!
    —¡Corre todo lo que puedas, Mebd!

    El animal vetusto que permanecía en largo letargo reaccionó a su voz. Con una tranquilidad impropia de un luchador, este levantó sus patas delanteras para provocar otro seísmo encima de esta llameante montaña, lo cual hizo que la tierra volviera a herirse. Permanecer bajo Protección en un ataque de tal rango a tan prolongado rato solo iba a hacer que tarde o temprano le atizara con toda su fuerza. Así que la única solución que había para no caer de esa forma tan patética era alentar a mi querida Salazzle que no se dejara intimidar por los temblores y evitara encontrarse en medio de las grietas. Por cada apertura que notaba formarse, ella saltaba por un tramo de tierra menos dibujado; por algún montículo que ya se había levantado. Rápida fue la carrera hasta Venusaur, que finalizó con Mebd tomando altura con un último salto y preparando uno de sus Lanzallamas de la victoria.

    Y ella sonreía. Por un momento no supe por qué; tal vez porque estaba viendo por fin una liberación de esta prisión. Mas me di cuenta, tras fijarme en mi oponente, que el pistilo de aquella flor brillaba con la luz de la luna. Ella predijo que no podría atacar en ese momento, hiciera lo que hiciera. Si el Terremoto no me tumbaba, entonces ella no iba a dejar que Mebd tocara a su Pokémon inicial.

    —¡Rayo Solar!

    Sin más, el Venusaur había disparado a Mebd con un fino rayo lumínico que la lanzó hasta regresarla al suelo. No fue el golpe en sí lo que le dolió más; pues al fin y al cabo, ese ataque requería más calor que la luna podía dar, y era uno de los pocos movimientos que Mebd podía resistir sin ningún problema. Era la caída lo que le repercutió. Un golpe así, empujado por un rayo lumínico, a unos 10 metros de altura en un suelo resquebrajado tenía que provocar de por sí una raspada importante. Y una contusión que para ella tenía que sentirse hasta los huesos.

    —¡¿Puedes seguir, Mebd?! —Siendo consciente del daño que le debió causar esto, pregunté consternada por su posición. El reptil, en respuesta, se levantó, con la línea de su cola flameando con furia mientras siseaba—. Bien, ¡persiste! ¡Usa todas tus artimañas!

    De nuevo, ella intentó acercarse a Venusaur con el hocico expulsando ascuas con su prominente velocidad, sin tantas dificultades ahora que la tierra se había tranquilizado. Esta vez, se estaba asegurando de cargar como era debido; preparar algo que por seguro lo dejaría herido.

    —¡Cúbrete!

    Y de nuevo, la pequeña estaba haciendo gala de su ingenio. En vez de entorpecer y tratar que Mebd cayera ahí donde pisara, Venusaur se limitó a levantar la tierra que tenía por delante, bloqueando, sin tener que hacer uso de un Protección, el Lanzallamas que iba a abrasarlo.

    Pero… ante esto me pregunto, ¿no se está olvidando de algo? ¿Alguna artimaña que pudiera utilizar, quizá?

    —¡Continúa calentando la roca, Mebd!
    —¿Qué demonios? ¡¿Estás tonta?! —En efecto. No se percató de lo que pretendía. La roca que calentaba Mebd sin freno se estaba volviendo incandescente. A medida que se volvía más y más naranja, la tierra se iba a volver más y más frágil. Solo cuando el frontal de ese muro empezó a adquirir el color de la lava, se dió cuenta de que algo estaba tramando—¡Diablos Venusaur, vuelve a usar Terremoto!
    —¡Y UN CARAJO! ¡ATÍZALO!

    Y después, antes de que Venusaur volviera a provocar otro temblor, la cola de Mebd había azotado con fuerza la barrera, dejando atónito al dino y a su entrenadora, creando en el proceso proyectiles ardientes que le azotarían en todo el vientre. Combinado con el Tóxico que previamente había impregnado su cola, creó un vapor que penetró por los poros de las patas traseras de Venusaur. Era un escozor que aquella rana prehistórica descartó como una mera molestia, pero con ello ya había envenenado al batracio.

    Pero eso no era lo único que quería que ocurriera. Mi intención, aparte de causar daño por contacto, era hacer que cayera de espaldas. Mas parecía que había subestimado la firmeza y la resiliencia del Pokémon Semilla.

    —Maravilloso…—musitó la pequeña para sí, no cabiendo de su asombro—… pero… no me has podido detener…
    —Uh-oh—dejé escapar. No me gustaba nada por dónde estaban yendo los tiros.
    —¡VENUSAUR, AHORA!
    —SHIT! PROTECCIÓN, ¡PROTECCIÓN!

    No hubo tiempo. A la mínima que Venusaur pisoteó la tierra, los resquicios de sus defensas convertidas en mi ofensiva volvieron a ponerse en mi contra. Lo que no había cortado había atizado a Mebd con toda su contundencia, seguidamente de las grietas que, sin más remedio, la dejaron sin ninguna vía de escape.

    —¡NOOOOOO, MEEEEEEEEBD!

    Su delgado cuerpo no pudo resistirlo. La furia de la tierra le había dado de lleno, y ella, por mucho que intentara sobrepasar su fragilidad, no podía volver a erguise. Aún con Venusaur supurando por el veneno, y con las marcas de la piedra haciendo mella en su delicada piel, era él quien seguía de pie… dejando así claro quién era el vencedor de este combate.

    Intentando evitar los brotes de lava mientras intentaba recoger con mis enclenques brazos (bueno, al menos ahora tenía fuerza) a aquella quien más me había brindado victorias; aquella que hizo la hazaña de derrotar todo el equipo de un campeón para caer ante un Venusaur bien entrenado.

    —Ah, mi pobre Salazzle…—suspiré, apenada por el resultado en el que desembocó todo ese esfuerzo que hicimos por ganar—…te han dado bien duro, ¿eh? —Me estaba mirando con una cara de pena que me daba lástima hasta a mí. Como si dijera que había sido un fallo de Pokémon—. ¡No, no me mires con esa cara, por dios! Lo hiciste bien. ¡Muy bien, de hecho! Has hecho lo mejor que has podido. Aguantaste como una campeona, ¡joder! ¡Hiciste hasta cosas que uno no haría, aaaaaa!

    Mierda. Tenía que abrazarla. Lo siento si he movido algún hueso roto con ese gesto, ¡pero no podía resistir ese impulso! Mira, ¡hasta las alas me acompañaban en ello!

    Era una lástima que esto no fuera la típica escena por donde cierto protagonista perdía una liga más, o hubiera dado el paso a un final agridulce. Aunque, muy a pesar del negativo resultado que habíamos obtenido, lo cierto es que había algo, entre mis objetivos, que sí había conseguido.

    El Venusaur de la chica se había desplomado al suelo cansado de tanto luchar; quizá para reposar después de este duro enfrentamiento. Todavía veía un enfermizo tono oscurecido; pero empezaba a vislumbrar, por las luces que ya se habían atenuado, que había recuperado parte del turquesa con el que se caracterizaba su especie. Y en cuanto a la pequeña que lo comandaba…

    Ni rastro de rojo. Volvía a tener ese brillo que tanto le caracterizaba. Aquella chica parecía haber recobrado su personalidad, estando libre de sus ataduras de una vez por todas. Igual que el compañero que siempre tuvo, se lucía bastante exhausta, habiendo librado antes su propia batalla por días desde que pilló el avión hacia Hoenn.

    —Ga…né… —Ella volvió a caer de rodillas, sin dar crédito a lo que había hecho. Por primera vez, había tomado plena consciencia de sus alrededores, sin poder ubicarse cómo había llegado hasta ahí—… ¿Qué… qué estoy haciendo aquí…? ¿Y qué son estas ropas? Son geniales…

    Huh. ¿Qué te parece? Le he puesto tan en las cuerdas y le he dado tan buen espectáculo que ella misma salió del trance. Bueno, me he ayudado del Poder Supremo para que ella fuera capaz de salir poniendo su empeño, pero aún así…

    —¿Ah? ¡¿Se acabó?! —exclamó Bituin desde su asiento, percatándose de la ausencia de acción que había ahora.
    —¡Sí! —contesté sin más, dando a Mebd el reposo que necesitaba guardándola en su Pokéball.
    —¡¿Así sin más?!
    —Yep. He perdido, Bituin—dije cerrando los ojos, rogando por dios que no me reprocharan.
    —¿¡QUÉEEEE!? —exclamó, no cabiendo de su decepción—. ¡¿Después de todo lo que hemos hecho, ese power-up y TODAS estas cosas geniales que has dicho?! ¡Vaya pedazo de MANCA!—gritó a los cuatro vientos, como si se tuviera que enterar el que estaba ahí encima…
    —¡Aaaah, Bi-tuiiiiin!—Y contesté, canturreando—. ¿No recuerdas que mi rival es demasiado buena? ¡Anda que si hubiera conservado a Aristóteles y Gionna, hubiera podido yo sola!
    —Ya… claaarooo… seguuuro… —Estaba rodando los ojos, sin creer que fuera posible. Pero realmente estoy segura de que habría podido… o, bueno, si no hubiera creído que sería capaz de derrotar a un Skarmory con un Venomoth, en todo caso.
    —¡Ey! ¿Estáis bien? No he hecho daño a nadie, ¿ver…? —Y ahí venía la pequeña que habitaba en esta platea, bajando de su puesto por cuenta propia—. Eh… tú… yo te vi en aquel sueño…

    Ah… Ahora que tenía todos sus sentidos puestos y el acceso a su memoria recuperada, podía incluso reconocer patrones que vio en sueños. La voz que dijo que esperara y anhelara estaba siendo reconocida ahora; a través de mis cuerdas vocales; callando la suya propia. Parece mentira que en ese estado de letargo psíquico haya sido capaz de retener mi cara en su memoria. Aunque lo que hice ahí no fue para menos, por mucho que diga yo que no fue nada.

    —¿Hm? ¿En qué sueño? ¿Seguro no estás soñando despierta ahora mismo?—Me hice la tonta, ladeando la cabeza toda dubitativa. Bituin me miraba como si sospechara que estaba ocultando algo que he robado; cuando en realidad solo me estaba haciendo la misteriosa.
    —En… en ese sueño… tú viniste y me dijiste algo raro mientras estaba ahí atrapada… me diste fuerzas para aguantar esa tortura. Gracias.
    —Uh… ¿de… nada… imagino…?—Yo pensaba que iba a decir algo de más… sustancia. No sé, alguna apertura para que pudiera revelar alguna info…
    —Tú sabes muchas cosas, ¿verdad? Tienes respuestas que no podría encontrar por mí misma… cosas del pasado y también del futuro… eso dijiste, ¿no?

    Anda. Se acordó. Solo han pasado 437 palabras desde que ella se liberó del trance por completo y esa niña ya me daba miedo de lo mucho que retenía. En todo caso, tampoco podía evitar sus preguntas. Era mi deber responderlas, al fin y al cabo.

    —No andas equivocada—contesto con grandilocuencia—. Soy una especie de maga, al fin y al cabo.
    —Entonces… ¿puedes contestarme a una pregunta?
    —Claro, dime.

    Pausa dramática. Ella miraba al suelo como si fuera una pregunta equiparable a “de dónde salen los niños” o “por qué el cielo es azul”. Pero sé que el tormento que vivía con esa pregunta sin respuesta era mayor a cualquier inquietud del mundo adulto. Los vientos levantaba con gentileza el polvo de la destrucción que su Venusaur había causado. La pequeña respiró hondo y se armó de valor, solo un poco, para preguntarme esta simple pero complicada cuestión:

    —Yo… ¿quién soy yo?

    Comentario

    • Poisonbird
      4th Wall Breaker
      SUPAR PRUEBA
      • dic
      • 29
      • 🇺🇸 Estados unidos
      • ¿London?

      #17
      Arf... arf... arf...

      Este... me... me ha costado... entre que no quería hacer recortes y que no quedara... algo cutre... ÆUGH.

      Yep. He dejado que pasaran dos semanas. I needed a god damn break. Esta vez, no me pregunten cómo, se me ha duplicado el tamaño del capítulo. Dios. ¡A veces pienso que añado demasiada farfalla como para tener una relación sana con este fic...!
      En fin. No más. Lo voy a dejar. Tal cual. Espero que les guste. Cheeerio... nom, lo que me vendría bien uno... [?]

      -XI-

      Aquella pregunta se adueñó de la quietud de la montaña. Yo… bueno, sabía qué responder, en realidad. Tengo todo su historial grabado en la memoria; incluso sabía mucho más de lo que ella podría imaginar. Mi mayor preocupación, no obstante, era que no acabara de creerme; que descartara la verdad por parecer inverosímil.

      Y… aparte de eso, por lo que había dicho, parece que esta vez, los recuerdos del “otro mundo” parecía que no habían regresado junto a su consciencia. Juraba que había visto algún indicio de que las memorias de Dyá estaban volviendo a ella, pero… bueno, quizá sea mejor que no lo haga por ahora. No sé cómo se sentiría saber que vio a un Bori azul siendo prácticamente acribillado por su propio Dustox…

      “Debe recordar. Debe despertar. Así como su hermana lo hizo…”

      Y yo digo que no hay prisa. Su hermana no está aquí… ah. Pero estará. Bueno, esa inconsciencia tenía que terminar tarde o temprano… y mirando atrás, no es que hubiera habido muchas dichas procedentes de la tierra salvo los momentos en los que se forjó como entrenadora, en su caso.

      Aaaah… ¿¡pero cómo lo hago!? ¿Tal vez tendría que probar de tocar su frente a lo E.T. como en el original? Igual la pregunta me abrió a contestar sin ninguna delicadeza. Bien podría ahorrarme las tonterías e ir directa al gra-

      —¿Qué tontería es esa? Tú eres tú. No hay más. Ya eres libre de tu captor, ¿verdad?

      Bueno, mierda. Ya habló la dragona sin conocimiento dando respuestas mundanas. Ese diseño de personaje tan estrambótico que le otorgué, junto a la simpleza de aquellas palabras, ciertamente había captado su atención. Maldita sea, ¡se le están encandilando más los ojos tras verla a ella que cuando me vio a mí fuera del sueño!

      —Qué guayyyyy… ¡parece una pirata de verdad!
      —¿E? —Esa admiración pilló, cómo no, a Bituin desprevenida. Fue nunca cuando alguien pensó en ella como alguien “guay” y digna de ser mirada por todos los ángulos posibles… como ahora estaba haciendo Sara, ya olvidándose de la pregunta que hizo antes.
      —¡Cómo molaaaaa! Oye, ¿y como te mantienes ese peinado? ¡Parece un Staryu peludo!
      —Aaaah… esto… ¡n-no lo mantengo! Mi pelo fue así desde que nací —respondió ruborizada mirando al cielo.
      —¿¡De verdad!? ¡Ca-rayyy! Pues cualquiera diría que te pones un litro de gomina en la cabeza —le dijo toda campechana mientras a Bituin se le hinchaba la vena de la frente.
      —Oye. ¿Quieres un consejo de una verdadera pirata, pequeña arenque?
      —¿¡Consejo de pirata!? ¡Sí, sí, dime, dime! ¡¿Es sobre pillar tesoro?! ¿¡Manejar un barco!?
      —Oh no, más útil. Sobre cómo preservar la vida, más bien…
      —Ah. —Se palpó la decepción por ese hilo de voz tan… monosilábico—. Bueno, igual necesitaré de esos en nada, seguramente, así que… ¡dime, dime, DIME!
      —Cuida ese piquito de oro tuyo o te van a mandar a alimentar a los Sharpedo un día.
      —¿¡Eeeeh!? —Y lejos de callarse y seguir su consejo ¡iba a protestar, la muy zopenca!—¿¡Pero qué he dicho ahora!? ¡Sólo dije que parecía, no que lo hicieras! Y, aparte, ¿¡qué tiene de malo que me equivoque con que uses gomina o no!?
      —Sí, uh, bueno, ¿ah, sí? ¡I-igual puedes dar a entender muchas cosas que pueden hacer daño, a-así que… sí, ten cuidado con lo que dices!
      —Hmm… —No, no entendía nada. Y está bien, yo tampoco lo habría entendido a su edad—… pues si eso te hace daño, eso suena más a un problema tuyo, ¿no?
      —¿Pero qué puta mier-?
      —LOOOOOOOL —Se me escapó por lo alto—. Nos ha salido salvaje, la niñaaaaaa.
      —¡Y la otra cantando a coro! —exclamó Bituin toda enfadada—. ¡Debería lanzaros al agua desde esta misma cima! ¡A LAS DOS!
      —Ya, no creo que pudieras ni aunque me rompieras las alas.
      —¿Y si te las arranco? —Uh. Vale, eso iba en serio. Se le estaban afilando las garras con solo preguntarlo.
      —Volverían a crecer en un tiempo muy conveniente, creo.
      —Crees… — … ¿Lo harían, realmente?

      Ah, ¿por qué estamos hablando de estas cosas ahora? La charla está siendo divertida, y la verdad querría dar más rato de inocencia a esa chiquilla, pero… es cuestión de tiempo que Shinta venga aquí. Y las demandas de “despertarla” se estaban haciendo más insistentes. Tenía que apresurarme.

      —Bueno, igualmente, Sara —Me dirijo entonces a la pequeña, dejando de dar la vara a Bituin—, me preguntaste quién eras, ¿no? ¿No querías que te respondiera a eso?
      —Eh… claro que quería, pero como que la señora del pelo estrellado ya me lo dijo.
      —Sí, bueno… —Gracias Bituin, ahora me has liado el percal de una manera que no sé por dónde desenredar—… ¿pero no te daba la sensación a veces de que las circunstancias de tu…? Uh, bueno, a ver, llanamente hablando… —¿Cómo hablo en niño, otra vez? —… ¿No te parecía a veces que te faltaban partes de tu vida? ¿Como si…? Si…—A ver, una comparación que pueda entender una niña común de preferencias estereotípicas de principios de los 2000—… ¿hubieras perdido páginas de tu diario?
      —¡Ah! —Bingo. Acabo de conectarle las neuronas otra vez, lo sé—. ¡Sí, justo me pasa eso! ¿¡Te ha enviado Dios a decirme qué hacía ahí!?
      —… No, Morgan Freeman no tiene nada que ver con esto. —No voy a admitir que soy prácticamente Dios a alguien que potencialmente es hija de “Dios”, ¿no?
      —¿Quién? —preguntó la niña y Bituin a unísono. Soy increíble en desconcertar a la gente, en serio.
      —En todo caso… —Y me encantaría contar el chiste, pero otra vez, ahora no es el momento—… tú…

      Oh boy, here we go. Ahí van las explicaciones de su místico, intricado, feliz pasado… este capítulo va a ser de grandes revelaciones. Lo presiento. Lo sé, lo intuyo.

      Vale. Inspira hondo… y expira. Prepárate alguna OST que anuncie presagios magnánimos… ordena el discurso... intenta no sonar muy imponente… bueno, quizá sí, que al fin y al cabo tengo una autoridad que ejercer. Tenía que empezar por el momento que tuvo su primer momento de consciencia en ese mundo. Dar la explicación a ello era quizá lo más primordial. Si me creía o no… no, me va a creer. Ya sabe que porto la verdad de su existencia. Sabe que mi ser trasciende más allá de su materia.

      Así pues, empiezo a narrar lo que fue su vida, antes del vacío de su memoria…

      “Clap. Clap. Clap.”

      Y antes de que pueda decir algo coherente, oigo… aplausos sarcásticos a mi derecha. Justo cuando iba a romper la pobre concepción de la realidad de esta chiquilla. “Para bien” era lo que quería pensar, porque, al fin y al cabo ella, ya no tenía que saber sus orígenes para resolver esta crisis.

      Pero no. Esos aplausos, lentos y agónicos, no eran, bajo ningún concepto, un buen augurio.

      —Eso ha sido un grandioso espectáculo el que habéis brindado. Realmente ha merecido la pena volver pronto hasta aquí. Lástima que vuestros esfuerzos hayan acabado en vano…

      Mis alas superiores se espachurraron con el suspiro de mi hastío. Me cabreaba; me cansaba; me ENFURECÍA que me interrumpieran justo en el MISMO MOMENTO que iba a RESOLVER las dudas existenciales de esa niña. ¡Y YA IBAN DOS VECES!

      El nuevo METOMENTODO era un adolescente de diecisiete años; pero a pesar de su juventud era problemático a más no poder. Su pelo verde; su camisa blanca (informal que va, el tío) y sus pantalones vaqueros eran de lo más inconfundibles. Sus ojos… eeer… ¿ámbar…? ¿Azules…?

      En fin, dejémoslo en color odio.

      Sus ojos de color odio llenos de odio resaltaban más su malvada faceta, intentando connotar que era el dueño del mundo. El señor- perdón, uno de los señores de esta isla se presentaba ante nosotros junto a aquel esclavizador de legendarios de color naranja; con muchas más intenciones que felicitarnos. Bituin todavía no desenvainaba la naginata por la poca amenaza que pensaba que era, pero sí dejaba que Sara se cobijara por debajo de su gabardina, quien inmediatamente buscó refugio sobre su sombra al oírle.

      Shinta, el destructor de civilizaciones, hacía su debut presencial en esta historia, con todo su desprecio hacia la humanidad.

      —Bueno, bueno… —Bituin todavía no tenía una confirmación de quién era; pero tampoco era necesario saber sumar dos más dos como para concluir que era él quien dejó a la pequeña en el estado en el que estaba—… ¿No te bastaba con rascarte el culo mientras mirabas cómo nos acribillaban aquí abajo, eh?
      —Tú tienes una boca muy grande para ser una perdedora, ¿verdad? Aunque… debo reconocer que me dejas un poco atónito…
      —Y tú tienes un pito muy pequeño como para tener que obligar a un moco a matar por ti —le interrumpió, sin sentir ni miedo ni respeto hacia él—. ¿No podías dejarte de rodeos y matarlos todos tú, cacho cobarde?

      De hecho… ya mató a bastante más gente, cargándose las capitales del mundo y tal… pero bueno, minucias sin importancia. Total, fuera de esta isla, el resto eran meros números. Así que poco importaba ya.

      —Por favor… solo me aburrirían, viendo cómo esos suicidas se plantan ante mi poder. Es más divertido ver cómo sufren y cómo se esfuerzan en llegar a mí… ¡para luego darse cuenta que son demasiado débiles para vivir y acabar muriendo en vano!
      —¿Hoh? —Altiva, levantó el mentón, cruzando de brazos y estrechando sus pupilas en una reptiliana línea—. ¿Piensas que los fuertes son los únicos que tienen derecho a habitar la tierra? Incluso las alimañas tienen un valor, ¿sabes?
      —¡Hah! No hay nada de valor en alguien que no brinda resultados. Si no saben derrocarme o darme el respeto que se me merece, entonces están mejor muertos. Es así de simple. Ah, pero todos se doblegarán ante mi, pues soy el MÁS FUERTE-
      —Vigila tus próximas palabras, humano —Y ya con esta advertencia, desenfundó la naginata con una hilera de ascuas en su gesto, claramente molesta por ser referida como un ser inferior cuando la realidad era que ella estaba en la cúspide de la cadena trófica—. Como oiga otra proclamación de grandeza, te vas a enfrentar a un cruel destino bajo mis propias garras. Avisado estás.
      —¡JA! Por lo que a mí respecta, tú también has perdido. Os estoy concediendo demasiado tiempo…—Alguien no ha estado atento a los dos últimos combates, se ve. Le estaba viendo las encías de Bituin ensancharse hacia adelante, amenazándolo de muerte. Y por muy desagradable que ese sujeto fuera, tampoco deseaba que fuera carne bajo sus fauces.

      Así pues, puse mi brazo en medio de su trayectoria para que no se lanzara. Conozco una mejor forma de quitárnoslo de en medio; algo que tal vez nos ahorre un sinfín de problemas destinados a ocurrir más tarde…

      —Tú eres ese tan aclamado Shinta, ¿verdad? “El más grande entrenador de todos los tiempos”…
      —En efecto. Yo soy Shinta. Parece que alguien sabe al menos quién soy…
      —Sé demasiado —me sinceré ante él, esta vez con toda la calma, como si no nos hubiera amenazado de muerte en ningún momento—. Como por ejemplo, que hubo una vez que no siempre ganabas y que eras un entrenador normal. Pero bueno, ¿a quién le importa tu “patética” historia? A ti solo te odian, ¿no? Así como tú odias los cimientos de esta sociedad e hiciste esta pantomima de Liga; una mofa del sistema que tanto aborreces donde ni el compañerismo, ni la deportividad, tiene lugar alguno.
      —¿Pero quién te ha contado todo esto? ¡¿Gadel?! ¡Ah, ese estúpido engreído, como lo vea…!
      —Oh, venga, ¿cómo iba, el “pobre” Gadel, contarme la historia de tu vida, siendo él mismo alguien de pocos contactos? Oh, tal vez eso se aplica más a mí, nevermind. —Aaah, demonios, ¡ya volvemos a divagar!—. El caso es… está claro que eres TÚ quien no conoce su lugar. Solo te has podido considerar en la cima apropiándote ilícitamente de personificaciones y deidades que tendrían que gobernar el mundo; pretendiendo que tienes su favor cuando en realidad fue tu “amigo” Deoxys, quien-
      —Silencio, pajarraco. —Serafín. Soy un serafín, IMBÉCIL—. ¿Has venido acaso a evangelizarme? La gente… la sociedad que se ha construido… este mundo está podrido desde los cimientos. Humanos; Pokémon; todos… todos deberíais desaparecer… solo los fuertes tendrán que mantenerse en pie, ¡conmigo en la cúspide, sometidos TODOS bajo mi mandato!
      —Y de nuevo digo… —Está delirando. Pero da igual, yo no tengo remilgos al repetirme en estos casos —… que el poder que crees tener ni siquiera te pertenece. Fuera de esas posesiones, no eres más que alguien con un profundo complejo de inferioridad. O… no, eso tampoco es del todo correcto. Tú…

      Ojos semiabiertos; mirada serena; sonrisa ladina. Estaba a punto de decir algo que me podía conducir a la muerte; y si no daba la impresión adecuada, no causaría el desconcierto que este necesita. Tengo que darle memorias de Vietnam con esa puya que voy a dar; o él nunca saldrá de su propio pozo.

      —… tienes un resentimiento tan grande que te hace pensar que el mundo es tu enemigo. Tu razón de fortalecerte fue el de estrujar a ese vil villano llamado “civilización”, pues nunca llegaste a entender por qué esta sociedad rota alrededor de la coexistencia entre humanos y Pokémon cuando fueron estos quienes arrebataron tu familia. ¿Me equivoco? —Mi mirada penetra el alma de Shinta como una bala, impulsada por el peso de mis palabras y la divinidad que rezumaba mi cuerpo. Tal impacto lo dejó callado por un momento; uno que aproveché para reafirmar mi superioridad moral—. Lo sabía. Eres fácil de manipular, ¿sabes? Te has dejado llevar por un ansia de venganza que quizá no debías haber utilizado de fuelle. Y lo peor es que te lo han reforzado de una forma tan sutil que ni te planteaste si era tu libre albedrío hablando… o has sido influenciado por una ideología ajena a tu persona. Francamente, es hasta triste…
      —Espera. ¿Es… es eso cierto?—preguntaba con timidez la chiquilla, cortando el ladrillo que acababa de sacar—. ¿Estás diciendo que Shinta no es el… completo responsable de esto?
      —Bueno. Es el gran responsable de MUCHAS cosas, no te equivoques; pero por mucho que no lo quiera ver, tampoco es el dueño de todo el desastre que está haciendo.
      —¡¿Quéeee?! —Yyy allá va la otra—. ¡¿Entonces quién coño es el villano aquí?!
      —Fufufu… ¿realmente queréis que os lo diga? ¿Tan pronto?—decía mientras mi sonrisa atravesaba mis mejillas y el reflejo de las gafas opacaban mis ojos, tomando una apariencia NADA santificada.
      —¡No nos dejes en ascuas, Poisson! ¡DÍNOSLO! —pidió Bituin, toda imperativa ella.

      Quisiera decirlo. De verdad, querría revelarlo ya, pues ya no tenía mucho caso mantener el misterio, después de dejar de sopetón todo el trasfondo de nuestro antagonista. Pero mi parte narradora decía que no acaparara todas las revelaciones. Shinta estaba nervioso. Empezaba a hacerse sus conjeturas; sus ideas. Las pocas posibilidades que explicaban su rota psique implicaban que carecía del control que pensaba tener. Mi presencia divina resonaba con algo dentro de él; un miedo primordial que se originaba bajo la inconsciencia de haber pecado. El nombre del verdadero culpable se confirmaría sin que yo tuviera que contar nada, bajo risas desquiciadas y múltiples negaciones que revelarían toda la verdad.

      —T-tú… ja… jajajaja… ¿te piensas que soy un peón? ¿¡YO!? ¿¡DE QUIÉN, PRECISAMENTE!?
      —¡Aaaw! ¿¡Tú también me lo preguntas, Shinta!? ¡Pensaba que tú, más que nadie, lo sabría! —Y me mofo de sus pocas luces, sin importarme de la inminente amenaza—. ¡Si incluso-!

      Ah.

      Mierda. Se me ha pegado la lengua por el fondo de la boca. No puedo vocalizar palabra. Una fuerza externa me estaba impidiendo que hablara; y no creía que fuera la voluntad de Dyá esta vez. Y menos, pienso yo, que mi lengua hubiera decidido agarrotarse por si sola a conveniencia del misterio.

      Maldito alien infecto. Era a ÉL quien no le interesaba que hablara. Que yo contara el origen de la vorágine era algo que le podía perjudicar tanto a él como a su maese. Y atacarme fuera de tiempo daría un claro indicio de que algo no cuadraba en su narrativa interna. Así que decidió callarme de la forma menos mortal posible. Y pensar que Deoxys iba a quedarse quieto sin mover ni una célula aguardando las órdenes de su “dueño”.

      —¿Incluso… qué? ¿¡Qué!? ¿¡Estabas intentando ganar tiempo y se te acabaron las ideas en medio del discurso!? ¡JÁ! ¡Patético!
      —¡Oh, VENGA YAAAA! —y bramó Bituin toda frustrada por no poder oír quién está detrás de todo esto. Me estaba frustrando tanto que hasta gruñía.
      —Como sea… creo que os he dejado demasiado tiempo de pie. ¿Por qué no os morís ya? Sara…
      —Yup, no—habló Bituin por la niña, antes de que la mencionada dijera algo—. Sara ya no te pertenece, puto. ¿A que no?
      —Nunca —dijo la niña en seco.
      —¿Que no? —El muy bastardo se reía, como si las advertencias anteriores de Bituin no tuvieran ningún peso sobre él—. ¿Estás segura de eso…? Deoxys… demuéstrale una vez más tu poder a esta insolente.

      Los ojos del Pokémon alienígena brillaron con el rojo más intenso que existía mientras apuntaba con su mano a la chiquilla. A la vez que el destello se hizo, ella se retorció, agarrando lo máximo que podía a las telas de Bituin por tal de agarrarse a algo tangible que le mantuviera consciente. Toda esa jaqueca hacía que incluso fuera incapaz de decir algo coherente; solo alaridos de dolor era lo que podía espetar aquella muchacha. No inmune al sufrimiento ajeno, Bituin quiso dejar las pasividades y terminar esto con el blandir de su arma; mas ser el apoyo de aquella muchacha le impedía hacer los acercamientos que ella quería.

      —Maldita sea, ¡TÚ! —exclamó, a falta otras opciones; aunque no me quedaba claro si era a Sara o a Shinta quien gritaba— ¡¿Te parece poco haberle obligado antes a matarnos, ah!? ¿¡Y LE TIENES QUE VOLVER A CAUSAR ESTE DOLOR!? ¡ERES DESPRECIABLE!
      —¿Y qué si lo hago? Ella es una Dark Trainer. Si no es capaz de obedecerme a mí, tendrá que asumir las consecuencias —lo dice con toda la altivez que podía tener alguien arrogante.
      —¡¿Y bajo QUÉ decisión se dijo que se tuviera que corresponder A TI?! —bramó, casi reluciendo colmillos —. ¿¡NO ERES NI CAPAZ DE PRESCINDIR DE TUS SÚBDITOS PARA ACATAR TU PROPIAS NORMAS!? ¡DÉBIL! ¡MÁS QUÉ DÉBIL, COBARDE!
      —¡Hey! —dije olvidándome que tenía la lengua inmóvil… lo cual era bueno, porque ahora sabía que había recuperado el habla.
      —Oh, vamos, no me vas a decir ahora que no tengo razón. —Y se atreve a argumentar, la bestia esta.
      —¡Y la tienes, no te digo que no, pero…! —¿¡Qué estoy haciendo, dándole la razón a esta dragona!? ¡Tenía que hacer algo antes de que Shinta fuera a tomar medidas más extremas! ¡PERO NO SÉ QUÉ PODRÍA HACER! ¡ESTOY BLOQUEADA, MALDITA SEA!
      —B-basta… ¡por favor, YA BASTA! No… puedo… AAAAAAH-

      Y aún con esas provocaciones, Shinta no se molestaba ni a responder su propia ira. Había un toque de Schadenfreude en su rostro; algo que tomaba dominancia sobre las mofas que Bituin escupía que lo animaban a causar más y más dolor en aquella niña. Me acuerdo del episodio del nefasto campeonato Europeo como si fuera un episodio de mi propia vida; el daño que este había causado; las súplicas que Sara hizo cuando este tirano le puso la deportiva encima de su mano sangrante...

      Sonaban casi igual que ese desgarrador grito que emitía ahora.

      Aquel tirano no quería dejarle libre. Quería que siguiera presa, pues él la veía como una verdadera amenaza que podría derrocarlo de su trono en cualquier momento. No, su temor iba más allá de su potencial como entrenadora; más que un peligro para su estatus, veía algo que infundía el mismo terror que mi aura; algo que debía contener bajo todo coste.

      Desesperadamente, Bituin intentaba apelar más su baja autoestima para que ella fuera su nuevo blanco, sin resultado alguno. Los gruñidos de frustración empezaban a pasar por mis oídos como aviso de que se me terminaba el tiempo. Las lágrimas empezaban a correr bajo la tez de la infante mientras el brillo de sus ojos se volvían a perder en esa sangrienta bruma, creada por sus propias acuosidades y la influencia de Deoxys… no debía permitir que transcurriera más tiempo en ese bucle. No más.

      Empecé a pedir que Dyá me diera todas sus fuerzas para impedir que Deoxys tocara más a su allegada. Mis alas se extendieron e hicieron repicar otra metafórica campanada que interrumpió todo el proceso, purificando de nuevo toda alteración que este estaba causando; descolocando al agente vírico por ese breve momento. Mi figura se alzó magnánima del suelo, pretendiendo dar un aspecto acorde a mi posición en el panteón de este mundo. Con mi voz, ahora retumbante por la autoridad que me ha sido concedida, resonaba por los vientos con las siguientes palabras que vinieron a continuación:

      —Yep, no. No te voy a dejar que repitas el mismo cantar. Ya le has hecho bastante bullying a la niña.
      —¿Qué? —escupió Shinta; tanto del desconcierto del causó el ver su Pokémon tambaleando como las palabras tan impropias que escuchó de mi propio ser—. ¿¡Qué has hecho!? ¿¡Has-has interferido con el poder de Deoxys!? ¿¡DE UN ALETEO!?
      —Sí —y confirmé con cara de troll, sin importarme que estaba ante un megalómano sin escrúpulos.
      —¿¡PERO TÚ QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA HACER SEMEJANTE COSA!?
      — D I O S. —Se acabaron las pretensiones. No voy a negar más que me asiento sobre el resto de mortales; no en frente de esta crueldad, y menos con la niña ahora ausente—. Tú eres el que se cree por encima de todo, aún cuando es evidente que eres el único que no alberga NADA en esta platea.
      —Ja… jaja… jajajajaja… —El pobre Shinta se reía por tal de no llorar. Sentía que el momento de pagar por sus transgresiones se estaba acercando; la retribución que tanto temía acechando por la esquina; temiéndola como si fuera la hoz de la parca—… tú deliras. ¡DELIRAS SI PIENSAS QUE ESTÁS POR ENCIMA DE TUS CONSECUENCIAS! ¡DEOXYS!

      Ya con su nombre pronunciado, el alienígena recuperó su compostura y empezó a mutar. Dejó atrás sus rectángulos para volverse más delgado; más aerodinámico. Todo para desaparecer en un pestañeo y en un segundo reaparecer a pocos metros de mí con una Bola Sombra ya cargada, sin tiempo a evitarla.

      Aquella esfera cargada de energía espectral no tardó en crear una humareda ahí donde me situaba, sin dejar a nadie conocimiento si me había desvanecido con ese ataque o de lo contrario permanecía inmóvil; sin dejar ver el glifo de luz que se dibujó en frente de las alas que plegué en instinto. Alas que de enseguida volvieron a extenderse y salir de ese humo espeso, llevándome más arriba; más lejos del suelo. Intenté posicionarme ahí donde pudiera hacer llover flechas luminosas sobre Deoxys, impulsada por un desfase temporal que me proporcionaba una velocidad casi equiparable a la de mi enemigo.

      Una velocidad que no era suficiente para atinar a quien quería dañar. Cada uno de esos proyectiles era evadido por él deslizándose cual zapatero veloz sobre el agua, dejando repetidas copias de sí mismo por cada flecha que mandaba. Viendo que eso no iba a funcionar, había levantado un brazo hacia el cielo. Mandé a precipitar un rayo; sin que ninguna nube estuviera presente bajo el firmamento. Tenía que haber sido lo suficientemente inesperado como para que le hubiera dado alcance; al menos para dejar alguna dentada en sus células…

      Pero era ingenuo pensar siquiera que le había dado. Sería, hasta cliché, que este se hubiera situado a mis espaldas, cargando un potente ataque que podía derribarme y dejarme maltrecha…

      Y efectivamente, ahí estaba. Detrás mío, preparando un Psicoataque en su Forma Ataque. Poco sabía él, sin embargo, que me veía venir la treta y no me molestara ni en girarme para invocar otro de esos rayos que con certeza le atinaría. Sin poder anticipar la caída de este, y estando en medio de su preparación, no podría protegerse en su Forma Defensa. Chirridos graves había oído cuando la luz azotó su posición; un quejido que me confirmaba que lo había atinado en el momento donde más le dolía…

      Solo después de que pasara el fulgor me atreví a girar para ver el resultado de mi ataque táctico… Y aún a pesar de que el tiempo fue perfecto, la posición perfecta y tenía la fortuna de mi lado ¿¡no le hice nada!?

      —¡AH!

      Un poco más, y esos infectos tentáculos me tocan con Fuerza Bruta. Tomó un apresurado aleteo hacia atrás para que solo se quedara en un tajo en la punta de mi nariz; la brusquedad de mi movimiento haciendo que perdiera la poca coordinación que tenía con mis seis nuevas extensiones de mi. Había cometido el terrible error de plegar las alas en oreja al intentar esquivarlo; y mi cuerpo había entrado en pérdida demasiado rápido.

      Casi me rompía el cuello. Casi. Pero en un momento pude volver a ralentizar el flujo del tiempo para recomponerme y volver a tomar altura, pasando por encima de Bituin, quien no hacía más que sujetar a una Sara inconsciente. Todo pasaba tan lento cuando lo hice… solo pasaron fotogramas desde que caí hasta que me situé al lado de Deoxys con el puño preparado para devolverle el corte de mi nariz; esta vez sin reparaciones incluidas.

      Un puño que bien lo recibió en medio de su metamorfosis, sin poder del todo amortiguar todo su impacto. Fue… un golpe bastante normal. Uno que al menos lo acercó un poco más al suelo. Pero no para siquiera pensar que estaba a punto de terminar con él. Vi un pequeño fulgor en sus ojos. Uno que no me afectó en mi línea de pensamiento… pero no por menos inquietante.

      En todo caso, tenía que seguir moviéndome. Seguir manteniéndome en vuelo para no ser alcanzada; para poder seguir desgastarlo; para dañarlo tanto que no podría ser capaz de regenerar su cuerpo, para-

      A-…



      Ah… sí… estaba tan absorta en azotarle con mi fuerza que no me acordé… Ese Deoxys… sabía Premonición. Después de abusar tanto de los beneficios de tener el tiempo y espacio a mi lado, ese ataque me dio con una dureza que no era ni medio normal, todo mientras estaba en plena aceleración.

      No me podía ni aguantar. Aparte del impacto, había caído al suelo rodando hasta quedarme a la orilla del lago de lava, sin poder alejarme de su abrasadora refulgencia. Estaba escupiendo sangre por la mordida que me había hecho al caer; mis brazos rehusándose a moverse de donde estaban. Tuve entonces que concentrar mis fuerzas para curar todo el daño que se me había hecho, desde el corte hasta las fracturas que se me hicieron. Ante mi persistencia, Deoxys solo se quedaba en frente mío. Observando. Analizando.

      Estaba claro para mí que ese bicho codicioso quería quitarme el poder que se me había otorgado. Así como quiso arrebatárselo a Bituin; a todos los que consideraba una abundante fuente de este. Al mínimo ademán que hacía de levantarme, este me ponía de rodillas con un Psíquico, solo para seguir saciando su curiosidad. Trataba de buscar puntos débiles que pudiera explotar; intentaba ver la mejor forma de subyugarme… pero no le dejaba. Nada ni nadie se lo iba a permitir. Era un asset fuera de su alcance, y todavía tenía la suerte de que Deoxys tenía que averiguarlo por su cuenta o estaría muerta.

      —He… hehehehehe… AHAHAHAHAHAAH, ¡ESTO ES FANTÁSTICO! ¡ABSOLUTAMENTE FANTÁSTICO! No sé qué fue ese juego de luces y esas alas, ¡pero desde luego ha sido un intento FÚTIL de salvar tu vida!

      Y encima Shinta se estaba regodeando de todo esto. Oh, como me empiece a poner dura… pero lo primero es lo primero. Tenía que sacar a todo peligro adyacente y alma inocente de aquí, en caso de que este ardid también fallara.

      —Bi… Bituin… —Hago mi mejor esfuerzo por poder pronunciar su nombre, indispuesta a dejar que también se la lleve otra vez—… creo… que tendrías que empezar a correr…
      —¿Eh? —dijo, atónita por los derroteros que acababa de oír.
      —Ese… poke… ese monstruo… es demasiado incluso para ti. Solo… mírame. He utilizado todo lo que podía usar y aún así-
      —Hmpf. Yo diría que todavía no estás terminada. Hace momentos estabas peor, ¿sabes?
      —Jaja… no son las heridas lo que te tendría que preocupar. Más bien… —No quería decir más. Tenía al ignorante de Shinta escuchando al fin y al cabo; y no tenía duda que Deoxys iba a ir luego a por ella—… como sea. Huye con la niña. No mires atrás. ¡Llévatela lejos de-phw-!

      Una patada me había dado el chaval mientras intentaba salvar a las dos con mis palabras. Intenté no perder la poca resistencia que había adquirido, pero Shinta no me iba a dejar ninguna tregua.

      —¿¡Qué estabas diciendo ahora, EH!? ¿¡Algo sobre llevarte a la niña fuera de esta isla!? ¿¡POR QUÉ NO TE MUERES YA!?
      —Ja. Como si una de tus estúpidas patadas fuera a…—POR LA MADRE QUE LO- ¡MIS DEDOS, PUTA! ¡ESTE TIENE QUE TENER UN FETICHE CON PISAR LAS MANOS DE LA GENTE O ALGO!
      —¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE Y MUERE COMO TODOS LOS QUE VINIERON ANTES QUE TÚ!
      —¡AAAAAARGH! —Estaba que le mordía el tobillo, en serio. No, de hecho, ¿sabes qué? Nada salvo ese Psíquico me está deteniendo para que lo hiciera. Así que, a la que se aflojó la presión, me lancé directa hacia su pierna e hinqué el diente ahí —. ¡HUE ON LA IÑA, ÁPHIDO!
      —¡ME NIEGO! —bramó entonces, igual de desesperada que yo—. ¡Dime tú a dónde llevo esta niña si todo va a acabar en la ruina si dejo que pase todo!
      —¿¡EFO E LO PHE TE DEPFIENE!? —Vale, así no puedo hablar. Al menos le habré dejado un buen morado ahí—. ¿¡DESDE CUÁNDO LOS PIRATAS SON VALIENTES, JODER!? —y sigo gritando, atónita por su testarudez. Shinta aprovecha para darme un puntapie en la barbilla; pero no me calla ni por asomo—. ¡SE UNA PUTA RUFIÁN AHORA Y ESCAPA!
      —¡NO!

      Madre mía… encima que tengo tantos tones de gravedad reprimiendo mis movimientos y un sádico intentando revindicar su dominancia con actos violentos, esta se negaba a ponerse fuera de la mira de Deoxys. Seré tan poderosa como yo quiera, ¡pero no podía ocuparme de tres cosas a la vez! Ah, ¡diablos! ¡Tenía que quitarme estos problemas de encima!

      Bueno, de hecho, estos estaban demasiado centrados en mí. No creo que se preocupen mucho del dragón en la zona si siguen tan absortos en matarme o… lo que fuera lo que Deoxys esté pensando. El único problema que tenía ahora a la hora de actuar era que había gente en medio de la trayectoria de mi objetivo.

      —Está bien. No te vayas. ¡Pero quítame a este imbécil de encima!
      —¡Con gusto!

      Sin más demora, y sin dejar que Shinta protestara o volviera a tildarnos de débiles, Bituin le placó con la niña cargada cual saco de harina en un brazo; sus alas draconianas dándole el impulso que necesitaba para alejarlo de mi vista. No solo causó que este protestara y pataleara, molesto ante el poco respeto que se le estaba dando, sino que había desviado la atención de Deoxys hacia ella ante el repentino despliegue de poder. Suficiente para que estuviera libre de esa gravedad y pudiera otra vez alzarme.

      Vendavales se levantaron como si hubiera invocado la tormenta perfecta; levantando a los más ligeros y estremeciendo a los más fuertes de la zona. Una vez más me había alzado con mis lustrosas plumas opacando los puntos estelares del cielo, adueñándome de toda la luz de esta isla junto a la luna; la voluntad de los cielos reuniéndose en la palma de mi mano.

      Bituin tenía razón. Aún no estaba acabada. Aún podía hacer una cosa más, aunque esto podría tener un coste muy alto.

      Ya percibiendo el poder que tanto reunía sobre las palmas de mi mano, Deoxys volvió a mirar hacia mi dirección, consternado ante ese súbdito pico de potencia. Quema. Podía sentir mis dedos cocinarse ante ese ardor, pero merecía la pena el intento. Si logro terminar con él ahora, la historia acabará con buen final. El mundo se salvará; se podrá regenerar, y después, todos volverán a sus vidas corrientes, dejando atrás esta pesadilla.

      Aguanta. Ignora la presión; deja que fluya como el viento iracundo que es. Deja que la tempestad estalle con tranquilidad en el océano; que arrase con los barcos y remueva la marea… este era el final de la delusión de este tirano; la liberación del mal que asolaba este mundo. Deoxys intentaba evitar por activa y pasiva la reunión de toda esta energía, intentando manipular su flujo e intentando atizarme con la fuerza… mas los vientos me protegían ante toda arte que intentara detenerme. No había nada que pudiera impedir la llegada de su perdición. Nada.

      Y entonces, un estallido. Luz ardiente había bañado a Deoxys en el instante que decidí que había acumulado bastante. Mi cuerpo mortal sufría por los daños que esa incineración causaba; erosionando mi piel y quemándome la cara… pero aún así dejé que continuara la ráfaga, determinada a poner fin a esto.

      Después de esto, ya no hubo más. Tenía el brazo rojo del montón de energía que había soltado de la nada. Apenas me sustentaba en el aire mientras con notorio esfuerzo respiraba. Había pasado unos buenos minutos bañado en esa luz que bien podría aniquilar una ciudad de las dimensiones de Vancouver. Tendría que haberse reducido a cenizas con esto. No había forma de que pudiera regenerarse en medio de esa incineración constantemente… no había…

      —N-no…

      Deoxys todavía permanecía en tierra; enrollado en casi cuasi circular, resguardado en tiras planas con la dureza de placas; cubierto en una esfera iridiscente; su núcleo brillando de la misma forma que la Luz Aniquiladora que había lanzado. Una vez cesé el fuego y la burbuja estalló, Deoxys clavó sus ojos en los míos, mofándose de todos los esfuerzos que hacía por derrotarlo.

      No podía moverme de donde estaba. Me había quedado otra vez en blanco, sin saber qué más hacer. Deoxys volvía a estirarse de nuevo, arremolinando toda la energía que él mismo había absorbido en frente de la joya de su pecho, condensándola en un rayo más mortífero de lo que había sacado, en un formato mucho más compacto.

      A la que quise huir de ese nefasto destino, Deoxys soltó los resquicios de la luz en un hilo grueso; un disparo largo que alcanzó en un ala mía y la siguiente. He perdido estabilidad en la derecha. No puedo mantener el vuelo…

      Irónicamente, la segunda caída dolió más que la desintegración de esas plumas. Estaba demasiado herida como para que mi cuerpo respondiera. La carne viva me ofrecía cero protección ante la dura textura del suelo volcánico; la velocidad con la que me recuperaba estaba siendo mermada por el mismo disparo que me había derribado. Había recibido demasiado como para volver a levantarme en los minutos que necesitaba. La curación tampoco me ofrecía mucho alivio…

      Para más inri, el núcleo de Deoxys me indicaba que tenía más por disparar. Este bastardo… si lo hubiera llegado a soltar todo de golpe, seguro hubiera dibujado un nuevo cráter en la luna.

      Quería erguirme una vez más, queriendo acabar con esa amenaza; intentando cumplir con las insistencias de los ángeles. Pero no puedo. Mis músculos todavía no responden. Ni siquiera mis dedos podían dar un toque. Quiero volverme a poner en pie; solo para impedir que Shinta se volviera a regocijar en mi sufrimiento… pero no podía ni cumplir mis propias exigencias.

      Este mundo… no podía escapar de su inevitable destino. No habían héroes que portaran el milagro. No había nada que pudiera oponerse a ese destructor de mundos. No había ni dioses que valieran para prevenir el desastre que se avecinaba. Deoxys era un monstruo. En las circunstancias que a este se le otorgaron, junto a su capacidad natural de adaptarse, se había vuelto en sí una ley certera; la epítome del fin.

      Bueno... pues hasta aquí hemos llegado, parece ser. Aquí se terminó este breve sueño. Me preparaba para irme, dejando estas tierras a su suerte. Al fin y al cabo… no podía cambiar lo que ya estaba escrito.



      No me van a dejar, ¿verdad? Iban a hacer que el calor se sintiera hasta insoportable por tal de mantener mi consciencia clavada, ¿no? Maldita sea, acepten que habéis intervenido tarde. ¡Sufrid las consecuencias de ser unos pasivos! ¿¡Qué otra cosa queréis que haga, si la fuerza bruta no-!?

      No. Ellos habían permanecido callados todo este rato. Ellos compartían mi desesperación en ese momento. No pensaron, ni por asomo, que Shinta merecía de redención, pues su nombre no figuraba entre los que una vez poblaron su ciudad. Ese calor se emanaba de otra fuente. Una más salvaje.

      Era ya la tercera vez que me servía de escudo en toda su gloria. Otra vez la veía imponiéndose ante una muerte certera, desafiando las leyes a la que este mundo intentaba que siguiéramos. Muy a pesar de que Deoxys la superaba en adaptabilidad; a pesar de que este le podía manejar a placer, ella…

      —¿Qué haces…? —digo con voz ronca, ya queriendo decir basta; pero Bituin se negaba a hacerme caso—. Bituin… si… si te enfrentas a Deoxys así directamente, él-
      —¿Crees que no lo sé? —me cortó, ya sabiendo por dónde iba a ir mi diálogo—. Sé lo que conlleva mi intervención en estos momentos. Las consecuencias de mi derrota. Y yo digo que se atreva a tomarme si quiere.
      —Idiota. Vas a hacer que la historia acabe peor.
      —Y yo digo que si el mundo tiene que acabar ardiendo, pues que así sea. El fin que yo porto permitiría al menos que nueva vida surja de las cenizas del viejo orden. El suyo, en cambio… bueno. Igual no es nada que me preocupe.
      —¿Cómo no te preocupa? ¡No sabes si podría…!

      Un momento. La energía que había utilizado era mutagénica. Por eso estaba teniendo problemas a la hora de curarme; porque precipitar el proceso podía conllevar consecuencias impredecibles a largo plazo. Cierto era que Deoxys, al ser propenso a mutar por naturaleza, podía cargar con ello sin sufrir muchas consecuencias, pero…

      Ah, sí… eso no prevenía la muerte celular. Tenía que estar regenerándose constantemente. Eso debía ser suficiente para que él no pudiera utilizar nada más, ¿no? Sin poder adaptarse a los cambios de forma perfecta… ni usar sus dotes psíquicas…

      El arma que me había robado era algo que no podía utilizar a placer ni en paralelo a otros procesos. Y considerando que nos prefería vivas a muertas… ja. Le había puesto en un dilema. Y en el dilema albergaba la oportunidad; algo que Bituin pudo ver antes que mis derroteros me dejaran. Por eso se había plantado en frente sin importarle las consecuencias de este enfrentamiento; porque ahora existía la posibilidad de que no acabara de forma favorable para él.

      —Hmpf. La omnisciencia no otorga inteligencia, por lo visto. —Palabras extrañas, proviniendo de ella—. Observa cómo reclamo el trono de estas tierras baldías. ¡Cómo le despojo de la miserable vida que le queda!

      La locura también se había apoderado de Bituin, se veía. De llegar a pensar que sería capaz de arrebatar lo que nadie pudo ni uniendo todas sus fuerzas… nada más dar su avanzada, Deoxys volvió a calibrar la Luz Aniquiladora para que quirúrgicamente parta un tendón, pues no sabía si ella era siquiera capaz de regenerar su carne como yo lo hacía.

      Pero las demoras que tomaba para controlar el flujo que salía de su núcleo hacían de su ofensiva algo predecible; lo suficiente para que Bituin pudiera esquivar con facilidad. Fácil era que esta se acercara y pudiera cortarlo, pues en su forma Defensa no podía moverse tan ágil como él quisiera. La hoja del arma hacía de su vez un reflector en contadas ocasiones, haciendo que algunos disparos quemaran parte de su cuerpo. El contener ese poder no le impedía curarse; sin embargo, sí reducía la velocidad con la que este lo hacía. La única manera de impedir que Deoxys siguiera reparándose a sí mismo era apuntando justo al epicentro de su poder; esa joya que relucía con el color hurtado. Y los instintos asesinos de Bituin le apuntaban justo hacia ese punto iluminado, tentada por la idea de provocar una fusión nuclear clavando su arma ardiente ahí mismo.

      Pero por supuesto, eso no era nada que Deoxys fuera a dejar que pasara. Sea atacando de camino a su objetivo, o usando las placas que tenía de tentáculos para encallar su arma, evitaba que eso ocurriera. Sobre estos términos autoimpuestos, ambos estaban en las mismas condiciones, otorgándome el tiempo suficiente para que pudiera volver a levantarme, aunque rasgada. Shinta, quien apenas se recuperaba del susto, todavía no creía que el tiempo pasara y no nos viera a ninguna ya pereciendo.

      —¿Qué… diablos…? ¿Cómo podéis siquiera dar problemas a Deoxys? ¡Habéis… habéis perdido los combates! ¡No deberíais poder transformaros-no, NO ES POSIBLE! ¡ERÁIS HUMANAS HACE UN MOMENTO! ¡¿CÓMO HABÉIS PODIDO CONTENEROS DE ESTA MANERA, SABIENDO QUE PODRÍAIS HABER…?!
      —Porque, Shinta… —Por primera vez en estos tensos momentos, me permití sonreír—… nosotras no desechamos nuestros lazos a conveniencia. Si teníamos que hacer esto, tenía que ser junto a nuestras camaradas, no arrasando con todo desde el comienzo. De hacerlo, no seríamos mucho mejor que tú.
      —Pero, esto… ja. ¿Me estáis diciendo… que os habéis reducido al nivel de la plebe A POSTA solo por la noción de ser más… qué? ¡¿Moralmente correctas?! ¿¡Por honor!? ¡Nociones ESTÚPIDAS SIN VALOR, ES LO QUE VEO!
      —No. —¿Se me acaban de afilar los dientes? Sí, creo que lo hicieron—. Simplemente da mucho más juego hacerlo así. ¡Es divertido! De hecho. Déjame preguntarte algo a ti. ¿Cuándo fue la última vez que te divertiste combatiendo? Y no me digas el Torneo Europeo—ordené, con tono sombrío—. Esa batalla no cuenta.

      Ahí estaba. Esa cara de consternación; la primera fractura de su máscara. Conscientemente, repudiaba la noción de divertirse, pues en la búsqueda de poder no había lugar para la diversión salvo el sufrimiento ajeno. Inconscientemente, sabía que hubo momentos en los que gozó de la forma más pura; mas no podía hallar recuerdo de estos. “Lazos”. Esa palabra tan inútil para él evocaba cierta nostalgia, muy a pesar de que lo repudiaba a sabiendas. Aunque poco se molestó en medir en cuánto lo echaba de menos, ocupado en hacer conocer su fuerza a base de marcar al mundo con su huella…

      —¿Por qué… buscaría divertirme en el proceso? El único gozo que siento es cuando la gente se postra ante mi… ¡cuando son aplastados bajo mis pies…!
      —Me consta. De sobra. —¿Me lo tenías que poner en bandeja, gilipollas?— No, Shinta. No. Sabes que esos no son los únicos momentos de alegría que tuviste. Muy en el fondo, pero lo sabes.
      —¡NO HE TENIDO NADA DE ESO! ¡Desde el día que mis padres murieron, pasando por las múltiples humillaciones, las risas de esos desquiciados…! ¡Aaaah, GUSANOS! ¡IGNORANTES, INGRATOS, ENVIDIOSOS! ¡TODOS DEPENDIENDO DE ESTOS DEMONIOS VESTIDOS DE ANIMALES! ¡DE LA DESGRACIA QUE ME ARRUINÓ LA VIDA-!
      —Sí… seguro que todos albergaban el mismo odio que esos bichos asesinos, ¿no? Las ratas que te despojaron de tu hogar adquiriendo todas las acciones de la empresa de tu padre; los entrenadores a los que te has enfrentado… pocos favores te hiciste en atrapar a uno que portaba las mismas guadañas, sin embargo. ¿Por qué insistirías en anclarte este momento y descartar el resto de experiencias? ¿No es extraña esa decisión?
      —¡NO QUIERO NADA QUE PROVENGA DE ESTA PODRIDA SOCIEDAD! —gritó, a la vez que otro rayo lumínico alumbró la noche; indicativo de que el tiempo se me agotaba—. ¡TODO LO BUENO QUE VENGA DE ESTAS PANTOMIMAS NO ES MÁS QUE UNA FALSEDAD!
      —Puestos así… —Ahí. Ahí estaba. Mi señal para poner del revés esta discusión—… vamos a decir que todo es una enorme mentira. Tus orígenes son falsos. Planeados. Tus más recientes pasos, orquestados. Estás haciendo tu camino bajo la guía de una falacia; una reforzada con el olvido y el cultivo de ese odio…
      —¡MIENTES! ¡MIENTES MÁS QUE HABLAS! —grita, como si eso fuera a otorgarle la razón.
      —En mis palabras alberga la verdad, pues he sido testigo del pasado y del futuro—dije entonces con voz retumbante, mi autoridad haciendo temblar el cielo. El bloqueo se estaba deshaciendo, muy a pesar de su resistencia—. Tuviste a tu lado personas que pudiste llamar amigos. Incluso ahora, en este presente, tienes a alguien que vela por ti. Solo decides ignorarla, pues estás coaccionado a elegir el dolor.
      —¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE, CÁLLATE, CÁLLATE! ¡Aaargh…! ¡Tú…! ¡TÚUU…! ¡TE ODIO! ¡A TODOS! ¡TODOS! ¡TODOS DEBEN MORIR! ¡TODOS! Tú, ese esperpento, Gadel, esos inútiles de Dark Traines, todos esos estúpidos entrenadores, Sonia, Dianna… Un momento. ¿Sonia? ¿Dianna? ¿Quién… son…? ¡AAAAAAAAAAARRGH! ¡DEOOOOOXYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYS!

      El llamado de Shinta había causado que Deoxys cambiara sus planes instantáneamente. Repartió por todas sus células la poca energía que le quedaba de la Luz Aniquiladora y la utilizó para potenciarse. Un iluminado Psíquico, acompañado de sus estruendosos bramidos, había conseguido arrastrar a Bituin hasta mis cercanías, junto a varios resquicios de la anterior batalla. Esa onda de choque, con potencial tanto de crujir como freír, nos había aturdido a las dos, sin dejarnos terminar nada de lo que teníamos propuesto.

      Sin esperar ninguna orden de parte de Shinta, la forma de Deoxys volvió a cambiar a su Forma Ataque, y, con una velocidad vertiginosa, se había colocado encima de nosotras. La mera presión nos impedía movernos; nuestras mentes aún agarrotadas por esa onda psíquica. Con los tentáculos izquierdos en alza, hizo que la tierra bajo nuestros pies se estremecieran; las rocas levitaran; nuestros cuerpos se mantuvieran quietos ante la inestabilidad de la gravedad. Una esfera de proporciones magnánimas estaba siendo formada en la punta de sus puntiagudas extremidades; una que, si no nos condenaba a una muerte física, bien podía dejarnos destrozadas por los días que estaban por venir.

      —Eso es… ESO ES, DEOXYS. APLÁSTALAS CON TODA TU FUERZA—gritó entonces Shinta desquiciado—. DALES MUERTE.

      De… monios… no quería acabar todavía… después de todos los reveses; todos mis intentos por cambiar las tornas…

      Ah… esto es imposible. No había estrategia que valiera contra esta cosa. No había arma que lo tocara. No había nada que no pudiera usar en nuestra contra. Deoxys era invencible. No había nada que pudiera detener a esa cosa. Nada. Nada. Nada-

      —MEW EPOH E.



      No, espera. Me había olvidado por completo que aún había gente por llegar. Justo en el momento que parecía todo perdido…

      Palabras sin sentido que nadie podía traducir en este momento. Un nombre, un verbo y un artículo. El Psicoataque había reculado dentro del cuerpo de Deoxys por el shock de oír esas palabras. Las miradas se desviaron a su procedencia. Las pupilas de Shinta se habían empequeñecido nada más ver quienes acababan de cruzar el puente; su habla despojada de todo el vigor que tenía. Y yo…

      Yo…

      Esto… eh… æh… e-ejem.

      Los recién llegados eran. Cuatro personas. Dos que ya conocían todos del canon y dos que no, sumando a tres Dark Trai… corrijo: siete personas. Tres conocidos del canon… ah, volvamos a empezar.

      Athena, Jessie, James, Steven, Omen, Azul, Sonia, Corli, EL Meowth y la Gardevoir de Athena. Athena fue quien dijo… bueno, quien pronunció el nombre de M-ah, no, no otra vez…



      Un momento. ¿Es eso correcto? ¿Sonia? Sí. Sonia. Convenientemente, ella estaba viva. Ella. La única tripulante de esa maldita lancha hundida que no pertenecía al canon.

      —Pfffffffffffffff-

      No puedo más, má. Dadme un Respiro. No, ¡con letra capital no-! Bueno, sí, que salud me falta mucha.

      Mucho me costaba no reírme cual hiena psicótica, mientras todos llegaron aquí, con toda la determinación que un héroe podía tener, y teniendo a Shinta tambaleándose al son de un vértigo somático, tratando con el mejor de sus esfuerzos que no se doblara el cuello bajo el peso de su propia jaqueca.

      —Por… ¿por qué…? —Pronto las lágrimas en su cara empezaron a fluir cual río, dándose cuenta de las verdadera escala de sus atrocidades. Ver una vez más a, no a Sonia, sorprendentemente, pero a AZUL, de toda la gente, junto a los verdaderos héroes de esta historia, le habían arrastrado hasta el llanto—. ¿Por qué… por qué estoy llorando? Oh, dios, ¿pero qué te he hecho…?

      En fin. “Ganamos”. O más bien, diría que… vivimos. Él se derrumbó antes. Deoxys ya no tenía control sobre él. Plim. Ahora, con Shinta siendo consciente de las atrocidades que él había hecho, no tenía caso seguir pretendiendo que era un siervo fiel. Así que el alien desapareció de nuestras vistas. Por el momento. Así, sin más, ¡porque sí!

      Mira que. Mira que han habido... que he causado yo Deus ex Machinas en esta historia, pero-¿pero esto qué es? Me parto el puto lomo. Cuatro veces. Me dejan frita por media. Una vez. Luego me tiran al suelo dos veces, me aso por una, Bituin también vaya, que queda medio humillada ante una mera polilla y luego ¡ESTA A DECIR QUE MEW LO ESPERA Y DE GOLPE PORRAZO, PUM, SE ACABA LA PELEA! Era incapaz de tomarme esta intervención con el respeto que se debía. ¿Pero acaso se me puede culpar de ello? ¿Después de todo lo que hemos pasado? Bueno, al menos la risa tonta ya se me ha pasado…

      —Qué… ¿wea? ¿No hay ningún pokemonsito para ratear?
      —Ay chinga tu madre, ¡JAMES! ¿¡TENÍAS QUE DECIR ESO EN ALTO!? ¿¡QUÉ PASÓ CON SER BUENITO POR ATHENA!?

      No. No, nononononono, pinche Meowth, pinche James, sobretodo PINCHE JAMES, POR QUÉ TENÍAS QUE DECIR ESO AHORA, PO-POR QUÉ-

      —JAAAAAAAAAAAAAAA… —OK. La bestia de la risa fue contenida. Recemos para que ninguna otra tontería se diga más en este momento clave. Bituin por fin parecía haber salido de su estupefacción, y, no sé cuándo, parece que volvía a vestir sus pieles feéricas. Así que para los recién llegados, salvo para los más avispados, no había ningún dragón aquí.
      —Bueno, ¡ya está, los dos! ¿¡Alguien me puede decir qué acaba de pasar aquí!? ¿No ese Shinta el que está llorando? ¿¡Por qué está llorando!? —Bueno, al menos Jessie tenía la decencia de hacer las preguntas importantes aquí…
      —No… no tengo ni idea… —Pues claro que Athena no lo iba a saber. No ha estado aquí.

      Algunos de ellos, cómo no, estaban desconcertados por hallar a ese mandamás completamente roto. Ese que proclamaba ser el campeón del mundo; aquel que básicamente los había esclavizado para que les ayudara en su misión de destruir el orden establecido, se hallaba ahí, sin poder parar de sollozar. Pero a Steven le preocupaba más otra cosa. Estaba notando bastante la ausencia de una de sus compañeras. La pobre que había sufrido con él en ese día. Alguien que, por cierto, no tardó mucho en encontrar.

      —¡Eh, aquí! ¡He encontrado a Sara! —exclamó Steven para sus compañeros
      —¡Ah! ¿Está bien? —preguntó Omen corriendo, todo preocupado.
      —Parece… que solo está inconsciente —suspiró, en parte por alivio, porque, ¿quién quería ver un niño muerto? Exacto. Nadie.
      —Fiu. Menos mal. Ey, ¡Azul-!

      Pero antes de que pudieran avisar a la triste chica, Bituin había echado a correr hacia donde había dejado a la niña y la levantó del sitio.

      —No. Ni un dedo más sobre esta inocente. No os la vais a volver a llevar.
      —É-pala, tú, güey —dijo Omen de la forma más mexicano-africana posible—, no íbamos a hacer ná.
      —Sí, solo-solo mirábamos que estuviera bien, no…
      —¿Cómo voy a creer a dos que fueron hace poco mis enemigos? Bueno, Omen es legal, lo sé… pero tú... —Se dirigió a Steven con toda su tez arrugada, sus pupilas afiladas como cuchillas.
      —¡Pues…! —El pobre quería re-asegurar que ellos también habían sido librados de Deoxys; pero entre su sentimiento de culpa y la forma en la que Bituin se imponía, no encontraba ningún argumento que pudiera utilizar—. Pues…
      —Bueno, bueno, Bituin, cariño… —En vista a que su capitana estaba teniendo uno de sus lapsos de juicio, Corli se arrastró hacia ella para tranquilizarla—… son buenos ahora. Esta chica de pelo morado les ha… convencido por el buen camino. Le ha costado lo suyo, por eso.
      —… —Oír su voz le dejó un poco anonada. Pero desde que ese Psíquico le dejó medio tonta, todavía no procesaba que la Neopet que creía perdida había vuelto a ella—. Me pareció oír la voz de Corli reasegurándome que estáis ahora por el lado correcto…
      —Um, ¿Bituin? —preguntó la pobre Peophin con las dos patas juntas, y la cola de sirena un poco decaída.
      —Bueno. Si su espíritu dice que estáis bien… entonces será cierto, ¿no?

      Los dos se miraron entre sí, un poco preocupados por su salud mental. Corli, en cambio, solo se limitó a ladear la cabeza, como si pensaba “bueno, ya se dará cuenta de que estoy aquí”. Hacía uno pensar cuantas situaciones similares había pasado entre ellas…

      —Entonces… ¿ya está? —dijo Sonia, sin acabar de creerse que el supuesto Enemigo nº1 estaba ya derrotado —. ¿Se ha terminado? ¿Así? ¿Apenas… llegar?
      —Hmm… quién lo sabrá—canturreé, como buenamente sabía en esas situaciones—¿Quizá el mal ya haya abandonado la tierra? ¿Quizá solo se haya ido de parranda por un ratito? ¿O tal vez se avecine otra tormenta? Quién lo dirá, desde luego…

      Por supuesto dije eso sin girar mi mirada hacia los nuevos espectadores de esa ruptura mental. El cielo empezaba a clarecer mientras observaba cómo los amarillos se mezclaban con el horizonte marino. Lo sé. Los había dejado patidifusos con esas traviesas palabras. Otros, como la chica de pelo negro y Azul se habían puesto en guardia.

      Pero, en la chica de cabellos morados, su razón para quedar desconcertada era otra.

      Mis alas. Mis alas, que aún no se guardaban; esas alas, que antes destrozadas, habían recuperado ya todo su lustre. Su número y color también era un fenómeno extraño a más no poder; incluso para ella, que viene de tierra de ángeles. Si sus iguales no solían desarrollar un par fuera de la familia real, imagínate ver que uno tiene tres pares…

      De hecho, fue la misma Athena quien por fin se dignó a hacer las preguntas importantes en este momento.

      —¿Qué… quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quién es la otra…? Er… ¿por qué está llevando a Sara en brazos y alejándola de-? ¿Qué le hiciste a Shinta?

      El sol empezaba a salir frente mío. Hacía tiempo que no veía un amanecer completo; mucho menos en una ladera estática sin moverse a alta velocidad.

      —Preguntas muchas cosas a la vez, “cara mia”. Va a ser un fastidio contestar todas a la vez.

      Bueno… ya no puedo ocultar más mi identidad. Se lo debía a Bituin, y ahora a toda esta gente.

      Era un buen momento. Mi pie me orienta hacia los recién llegados mientras guardo mis manos en el bolsillo. Intento no opacar el sol naciente con esas extensas matas de plumas, solo para asegurarme que vean bien mi aspecto. Aunque el contraluz no hacía el favor de iluminarme bien.

      Estoy tranquila. A pesar de todas las magulladuras, aún no perdí nada que fuera característico. Sí, mi ropa ordinaria; mi camiseta negra y mis pantalones holgados habían salido algo churruscados… pero mi media melena castaña, los ojos marrones tras una vieja montura de gafas y las bambas negras con pedrería todavía se conservaron bien.

      —¿Qué tal si empezamos por mi nombre?

      Comentario

      • Poisonbird
        4th Wall Breaker
        SUPAR PRUEBA
        • dic
        • 29
        • 🇺🇸 Estados unidos
        • ¿London?

        #18
        Bueno. He tardado un poquito esta vez. Y no porque me haya retrasado revisando ni nada por el estilo ehe .

        Este es otro de esos capítulos que me duplicaron en longitud. Más que nada porque he ido leyendo, me he dado cuenta de cuántos personajes habían ahí, y... yeh, me entretuve haciendo sus diálogos. Oopsie-daisy. Pero os garantizo, gente, que merecerá la pena la lectura.

        ¡Bueno, PLANES DE PUBLICACIÓN! Hasta ahora he procurado mantener un márgen de 7-14 días entre capítulo y capítulo, y eso seguiré haciendo hasta el siguiente. Pero a partir de ahí, voy a hacer una pausa hasta el 23 de abril (¡el día de Sant Jordi, casualmente!) e iré publicando más despacio. Dígase... en un rango de 14-21 días.Así daré más tiempo para que os pongáis al día, para darme a mí tiempo para progresar con el fic yyyyy para poder hacer otras cositas, que llevo prácticamente un mes mejorando este fic y casi no he tocado la tableta gráfica ffs. ¡Y SE SUPONE QUE SOY ILUSTRADORA, NO ESCRITORA! [?]

        En fin, my guys. Os dejo con el cap. ¡Cheerioooo~!



        -XII-

        Al fin mi pequeño secreto había salido a la luz. Todos me estaban mirando con la típica confusión de cualquier mortal después de oír las verdades absolutas de un dios. Era ella, y a la vez no era.

        El nombre de Sara es común por el mundo. Es el nombre de la esposa de Abraham; un nombre que en hebreo significaba “princesa”. De hecho ese adjetivo me queda como anillo al dedo, desde que a la edad de mi bis me trataron como tal… encerrándome en un palacio vacío lleno de material y poco más. En un castillo de aire donde ningún mal pasaba…

        Ah, ¿por qué me pongo a hacer introspección ahora? Por dios, ni que fuera a contar mi vida ahora.

        Pero sí. Es un hecho indudable que yo soy ella, y ella soy yo. Y la indignación que me quedó al ver cómo ella era azotada, retenida y controlada era una espinilla que me escoció en su día. ¿Pero aún así me tenía al borde de la silla? Y más aún cuando vi que ella… “yo” era una de las entrenadoras más poderosas de esta historia. Quizá por eso mi ficha salió tan excelente, a pesar de las obvias fallas que tenía mi equipo. Sería una de las pocas veces que me había sentido tan apreciada, después de mañanas de aislamiento y compañías que nunca me apreciaban por lo que era. Era un placebo que me prevenía pensar que algo iba mal en mí.

        Aunque aquella niña no era más que una fachada glorificada de mí. Hermana de Athena; nombre que se le atribuía a la diosa de la sabiduría y la justicia; degradada a un ángel directamente relacionada al santo Padre; y también hermana de Reibhin, cuyo nombre es…



        No tengo ni idea de dónde ha sacado el nombre. No, en serio. No lo encuentro en Google. ¿Se lo ha inventado? Seguramente lo haya hecho. En todo caso, ese es el nombre del antiguo héroe que salvó el mundo hace muchos años. Y sospecho que también es el self-insert del propio autor, pues ese era su nickname.

        En fin, dejando de lado al sujeto que, francamente, no sé por qué menciono, esa pequeña era una loba solitaria que, con alegría y empeño, y desde muy chiquita, forjó su camino sin importarle si tenía la aprobación de sus padres o no. Alguien que empezó siendo un moco, también sobreprotegida después de haber despertado en la cama de un hospital sin saber quién era realmente… pero que eventualmente desplegó sus alas y salió del nido por su cuenta para obrar grandes hazañas con su propia mano. Alguien que, por desgracia, era la antítesis de mi vieja realidad: una por donde me limité a conformarme con el sueño de tener compañías y aventuras, encerrada en una soledad que solo podía aliviar hablando con gente sin rostro, pues aquellos eran los únicos con los que podía hablar de criaturas ficticias sin recibir ningún desdén. Una donde me quedaba encerrada en hipotéticos, con temor al rechazo y los peligros del exterior, siendo espectadora de tantas ficciones, más reproducidas que no letradas, e imaginando, más que actuando.

        Esa era la gran diferencia entre la niña que ellos conocían y la extraña que tapaba el sol naciente. Pero obviamente no iba a contar todo eso a ese elenco.

        —¿Tú… te llamas Sara? —Volviendo a tierra, Athena me pregunta ese redundante sujeto propio, solo para asegurarse.
        —Ese es mi nombre, sí.
        —O sea, ¿eres ella pero viniste de… otra época? —sigue la misma con sus preguntas, sin creerse mucho lo que dije.
        —Er… sí pero no. A ver, es cierto que somos más o menos la misma persona, pero resulta que yo soy el modelo de su imagen… no por nada somos bastante parecidas. —Vaya caras me están poniendo. Para usarlas de memes, sí señor—. ¿Saben qué? Dejémoslo en un “es complicado”.—Cerré así la pregunta de “quién soy”, porque al fin y a cuentas tampoco me van a entender…
        —Muy bien, ahora me toca a mí —se pronunció entonces Azul, levantando dedo acusador hacia Bituin—. ¿Qué se supone que es ella? Porque yo que vosotros no dejaría a Sara en sus manos.
        —¿Eh? ¿No? ¿Por qué?—preguntó Omen todo perdido.
        —Esta… perso… eh… Poké… ¡monstruo, este MONSTRUO ha matado a mi Starmie con su lanza!
        —¡¿Qué?! —contestó Bituin indignada por el insulto—. ¿¡Y tú quién eres para llamarme eso, zorra!? Al menos estaba salvando el culo a esta inú… —Sí, sí… acaba el insulto. Lo estoy esperando. ¿Que no ves que estoy expectante a tus brillantes palabras; a tus halagos; a tus jolgoriosas reverencias?—… esta pá… jaro… eeeee Y A TODO ESTO, TÚ TE CARGASTE A CORLI, HIJAPUTA.
        —Am, cariño, estoy aquí —saludaba la hipocampo con su pezuña.
        —¡Atiza, hola, Corli! —dice como si no hubiera la hubiera dado antes por muerta —¡E-EN TODO CASO! ¡CASI NOS MATAS, ASÍ QUE CUENTA SALDADA, ARHE!
        —¡Ya, ya, señoras, párenle el bardo, por favor! —interrumpió entonces James, un poco… asustado por ver a dos féminas peleando—. Todos somos compas aquí, ¿sí? ¡Andalé, no se peleen!
        —Seh, James tiene razón, discutir tampoco nos va a llevar a ninguna parte… —Oh, cierto. Ahora que lo pienso, creo que… ella tiene también otras cuentas pendientes con Sonia, ¿no?—… a todo esto, Bituin. Discúlpate ahora, anda.
        —¿Eh? ¿Disculparme, por qué? ¿Crees que hice mal al arrebatar la vida de ese adorno viviente? —Oh, wow, eso fue insensible de su parte—. ¡Pues dime tú cómo podría haberte salvado el pellejo sino!
        —No, no… eso no, eso no… me refiero a… —carraspeé, haciendo señas con la cabeza en dirección a Sonia—… el barquito, hija. Ya sabes, ¿porque… hundiste una lancha motora en plena mar sin venir a cuento?

        Todo el mundo se quedó mirando a Bituin con… bueno, las reacciones variaron. Algunos la miraron con cierto desasosiego; otros se quedaron un poco sorprendidos, incluso dudando de si esa “persona” era capaz de hacer semejante cosa bajo su propia mano. Y de pronto, de la nada, Sonia estalló:

        —¡Ah, conque fuiste tú! ¡Tú eres la capitana de ESE barco!
        —Aibá —dijo la aludida sin mucho remordimiento.
        —¡TÚ MATASTE A GARY, Y A ASH, Y A MISTY, Y A BROCK, Y A MAY! ¡POR TU CULPA TUVE QUE VARAR POR UN PEÑASCO Y ESPERAR A QUE ME RESCATARAN ESOS TRES PÁNFILOS!
        —¡Oye, mija, cuidadín, eh! —protestó Jessie.
        —¡No seas guasona, que hemos sido buenitos todo el rato, eh! —saltó el otro delincuente, igual de molesto.
        —¿¡Y quién es el otro pánfilo, eh!? ¡Anda que como no sea yo te doy zarpazo por no contarme, nya!
        —No, Meowth, estoy segura de que tú eres el tercer pánfilo —y le aseguró Athena mientras se dispuso a rascarle detrás de las orejas para calmar a Meowth… … … a pesar de que… ¿¿¿le insultó sin querer???
        —¿Qué dices, tú? —Y dijo Bituin sin acabar de entender que Sonia estaba justo en esa embarcación—. ¡A ti no te he dado el cañón! ¡Fue a esa lancha! ¡Tenía que limpiar la mar de esas patrullas para llegar aquí, maldita sea! Ah, por cierto, de nada. —De repente, todos los entrenadores estaban preparando sus Pokéball, dispuestos a fusilar a la asesina de los verdaderos protagonistas a base de ataques elementales entre otras artes—. Sí, eso, enséñenme las bolas, que os las voy a cortar de donde las sujetáis, no te…
        —Bituin, por favor —pedí, preocupada.
        —Bueno, bueno, serénense tooodos, vamos a ver… —De pronto, Corli se interpuso entre Bituin y toda la plebe, haciendo de mediadora—. Es cierto que nuestra capitana es un poco bruta, pero, ¡en serio, tampoco sabíamos a qué atacábamos en realidad! Este mundillo es nuevo para nosotros y… bueno, ¿qué decir? Cualquier barco parecía un enemigo. Sentimos mucho si hubo… eh, “inocentes” en este “accidente”, jeje.
        —Claro que hubo inocentes entre los muertos, ¡yo fui una de las víctimas, maldita sea!
        —Oh, cielos —Corli puso su pezuña en frente, fingiendo culpa —. Dios. Siento tu pérdida, maja. ¡Bueno, ya me aseguraré de que mi “darling” te de su correspondiente compensación cuando acabemos con esto! ¿Sí?
        —No… no quiero compensación… quiero… ¡argh…!

        Sonia iba a decir “justicia”; pero muy bien sabía que no servía pedirla, y menos en esta situación. En realidad, la razón de su ira y tristeza era otra más… egoísta. Una con la que, honestamente (y lo siento mucho), no puedo empatizar, dado el medio.

        —Oh. Pobre. Creo que sé lo que te pasa… —Me acerqué a Sonia, intentando aparentar… compasiva —… sé algo que tal vez… bueno, quizá no sea muy reconfortante, pero puede... que te ayude a aliviar el dolor. ¿Quieres saberlo?
        —S-solo dímelo, por favor… —dijo la aludida en tono triste.
        —OK, pues… allá va —respiré hondo y puse mi mano en el hombro, dándome una pausa para prepararme bien la revelación que iba a otorgar—… Gary iba a morir de todas formas. Por fuego amigo. Así que al menos ahora no tuviste que verlo sufrir. Quédate con eso.

        Y con ello di mis pasos atrás, no sintiéndome muy segura si había hecho bien. Sentía que el aire estaba… bastante tenso. Lo único que se oían de fondo eran los sollozos de Shinta, quien aún lloraba.

        —Q-qué… —dijo Athena toda descolocada.
        —Wow —seguido dijo Jessie, anonada.
        —Pucha. —Luego James…
        —Eso fue un poquito… —Y luego Corli.
        —Frígido —acabó Omen la frase anterior.
        —Cómo se atreve… cómo se atreve a dar semejante… ¡semejante…! —Uy, no. Azul estaba claramente cabreada… ¡como si ya no lo hubiera estado antes al ver a Bituin…!
        —Esto no puede ser nada que diga un ángel… ¡tiene que ser ella la-!
        —Un momento, chicas, por favor —interrumpió Steven a Athena, quien estaba empezando a pensar que yo era la amenaza—. No nos precipitemos. Reconozco que lo que dijo fue insensible, pero-
        —Tarde. Ya no puedo confiar en ellas. —Impasible, pero estando cabreadísima en el fondo, Sonia, quien solo tenía solo una Pokéball, sacaba entonces las otras cuatro que tenía—. Vamos a derrotarlas y nos vamos a largar de aquí.
        —¿¡Te crees que vas a poder!? —Oh, no, Bituin, NO, TÚ NO—. ¡Venga, saca la paja, que la voy a segar!
        —¡¿LO VEIS?! ¿¡QUÉ OS DIJE!? —exclamó Azul, señalando a la transformada Bituin—. ¡ES UN MONSTRUO! ¡UN MONSTRUO!

        Eso era malo. Muy malo. ¡ESTO NO ERA COMO TENÍA QUE IR! ¡TODOS ESTABAN SACANDO SUS POKÉMON Y YO NO-!

        —¡NO, NO, NONONONONONO, UN MOMENTO, UN MOMENTO, UN MOMENTO, PUEDO EXPLICAR-!
        —¡Gardevoir-!
        —¡Victribeel-!
        —¡Seviper-!
        —¡Vaporeon-!
        —¡Tentacruel-!
        —¡Metagross-!
        —¡Houndoom-!
        —¡MEOW-no, yo me quedo mirando la cumbia!
        —¡BI-TUIIIIIIIIIIIN! —gritaba la Peophin, clamando a la gracia de Fyora en el fondo.
        —Roll it back. ROLL IT BACK!

        [⏪︎ REWIND – 1789 – 1245]

        —Bueno, bueno, serénense tooodos, vamos a ver… —De pronto, Corli se interpuso entre Bituin y toda la plebe, haciendo de mediadora—. Es cierto que nuestra capitana es un poco bruta, pero, ¡en serio, tampoco sabíamos a qué atacábamos en realidad! Este mundillo es nuevo para nosotros y… bueno, ¿qué decir? Cualquier barco parecía un enemigo. Sentimos mucho si hubo… eh, “inocentes” en este “accidente”, jeje.
        —Yep. Un accidente. Totalmente—acompañé las disculpas entre jadeos. Un poco más y nos hacíamos oficialmente las únicas dos en el elenco de Héroes™.
        —¿Qué... acaba de pasar? —preguntó Athena, así, sin venir a cuento… para el resto, pues yo sabía que ella notó que algo raro había ocurrido. Obviamente nadie le hizo caso.
        —En fin, ¿nadie quiere saber cómo es que Shinta está ahí, llorando como una magdalena? ¿No? —Ya deprisa y corriendo intenté cambiar de tema, ¡no vaya a ser que se repita la misma escena dos veces!
        —Eh, ¿a quién le importa cómo haya acabado ese wey? Solo es otro maloso, ¿no? —dijo Jessie con un poco de desdén.
        —Ay Jessie, ¡como si no lo fuéramos nosotros! —protestó entonces Meowth.
        —La verdad, a mí… tampoco me interesa —siguió entonces Steven, quien sí tenía razones para no importarle su vida.
        —¡Nah! —y dijo Omen encogiendo de hombros… joder, ¿es que nadie quiere saber la verdad tras ese derrumbe?
        —Pues yo lo quiero saber —dijo Azul con todo el coraje. ¡Bien ahí!—. Por favor, dime qué le aflige. No… no lo aguanto ver así.
        —Hoooo, boi, allá voy… —Ah, puñeta, creo que se me ha subido la glucosa en sangre—… Sonia, tú lo conoces. Tú sabes cómo era… bueno, es, realmente.
        —S-sí… —No, no me está siguiendo el hilo. Bueno, no pasa nada, llegaré al punto en nada.
        —Y tu Athena sabes que estos tres… bueno, y vosotros tres también…—Me refería, cómo no, a los Dark Traines, no al Team Rocket—… em… fuisteis… y fueron… manipulados mentalmente…
        —Oh—dijeron Steven, Azul y Athena a unísono.
        —¿Pero, entonces… no era él? —dijo Sonia toda confundida —. Pero, eso quiere decir… ¿Deoxys no es… suyo?
        —No. Es prestado, de hecho.
        —Oooooh… —soltó Steven, sabiendo más que todos los que estaban en esta misma platea.
        —Pero, ¿entonces todo lo que hizo…? ¿La idea de capturar los legendarios, el incidente del torneo de Europa, la destrucción de ciudades…?
        —A ver… —Mejor hago una pausa y pongo esto en contexto, porque tampoco voy a decir que Shinta era inocente en todo momento (totally not biased™)—: hay ideas que han sido suyas, sí. Pero todo bajo una premisa que ha sido… incitada. Empezando por provocar la muerte de sus padres bajo una horda de Pokémon tipo bicho…
        —Oh dios mío —y dijo Azul añadiendo un inciso muy innecesario.
        —Pasando por avivar ese odio, vendiendo dicho sentimiento como una fuente de fuerza…
        —Eso explica mucho… —Azul pls.
        —Y finalmente bloqueando toda memoria que cree alguna asociación positiva procedente de cualquier lazo que se haya hecho. Y así se formó a este megalómano.

        Ah, eso es. Esa era la cara que quería ver en Sonia: la que uno hace cuando se da cuenta de cuándo todo empezó a irse a la chucha. La cara que uno hace cuando empieza a vislumbrar quién podría ser el verdadero responsable de todo esto. Obviamente, es una revelación que está empezando a calar en los presentes. Aquellos que miren desde el exterior van a tener que esperar su momento.

        —“Bloqueando los recuerdos”… claro, por eso él no me reconoció —dijo Sonia, dándose cuenta de más cosas de lo que ella decía.
        —Mhm. —Asentí mientras me servía mi taza de té matutino—. Lo que estáis viendo ahora no es sino el resultado de un desbordamiento de recuerdos incitado por vuestra llegada y… el Poder Supremo, el cual utilicé para que se acuerde de los lazos que ha compartido. Ahora debería de ser un poco más cuerdo. Espero.
        —Entonces ahora está sufriendo un shock… ya veo—dijo Steven, reflexivo—. Pero hay una cosa que se me escapa. ¿Por qué no hiciste eso antes?
        —Técnicamente he hecho eso mismo con Sara—digo, mientras me deleitaba con el Earl Grey.
        —No. Digo conmigo. U Omen. O Azul.
        —Aaaah… —Whoops. Sobre eso no tengo excusa… bueno, espera; sí que la tengo—. Sencilla y llanamente; este poder tiene favoritismos. Particularmente… —Miré a Athena, intentando transmitir algo de complicidad; pero solo he logrado ponerle la piel de gallina—… está bien, no te voy a hacer nada.
        —No, no, no te preocupes, es solo… lo que mencionaste antes…
        —¿Quieres decir el Poder Supremo? —Athena asintió—. Ah, sí. Intentaste liberarlo antes, ¿no?
        —Sí, pero… ¿cómo lo has sabido?
        —Magia Pokémon. —A tomar por culo las preguntas ya—. Y no, tampoco sé cómo acabaron favoreciéndome a mí antes que a ti. Parece que igual pudiste arreglar los “destrozos” que hizo Deoxys en sus cabezas…
        —S-sí… aunque me ha costado más de lo que esperaba…

        Eso era preocupante. ¿No estaré capitalizando todo para mí? Al fin y al cabo, tampoco quería que todo girara a mi alrededor. Menos sabiendo que las tres heroínas originales todavía estaban presentes, en toda su gloria.

        Y, hablando de la reina de Roma… parece que mini-yo se estaba despertando de su temporal letargo.

        —Argh… ¿qué…?
        —Ah. Se despertó —anunció Bituin como si nada.
        —¡Sara! —exclamó el ex-campeón de Hoenn, viendo ya que estaba bien.
        —¿Steve…? Ah. ¡Y Azul! Y… y… ¿el negro? ¿¡Qué hacéis aquí!? —exclamó, un poco aliviada y preocupada a la vez.
        —No, Sara. Te has equivocado. Es “Steven” —corrigió.
        —Bueno, al menos no te llamó por el color de piel… —Y dijo Omen un poco irritado.
        —Perdón… —se disculpó Sara, sabiendo que había sido tal vez un pelíiiin racista. Aquella que se nombraba por el color de sus ropas no pudo sino sonreír de ternura—. Um… ¿puedes bajarme ya, capitana? Creo que ya me puedo aguantar…
        —Eh, sí, claro, claro. —Con ello dejó a Sara sobre sus propios pies.
        —Gracias. —Entonces, la niña fue mirando alrededor, intentando reconocer la situación—. Guau. No conozco a nadie más aquí. Hm…
        —¿No? ¿Ni siquiera a mí, Sara?

        Por un momento largo, sus ojos se quedaron un poco fijos en los de Athena, quien esperaba expectante a su reconocimiento. Se la quedó miró con sus inocentes ojos, parpadeando; apretando; pensando… pero nada. Ni un Déja Vù le vino en la cabeza.

        —Hmm… ¡no! —dijo la niña, tan alegre—. No te conozco de nada, lo siento.
        —Ah… —La pobre Athena se puso un puño en el corazón, toda dolida. Tanto lo estaba que no pensó ni preguntarme si realmente había hecho mi trabajo aquí o no. Y mientras tanto, Sara empezó a buscar a Shinta, porque desde luego no se creía que estuviera indispuesto.
        —¿Os conocéis? —preguntó Steven, todo curioso.
        —Sí. Somos hermanas, de hecho.
        —Pues no lo parece, chica —dijo Omen sospechando de la chica.
        —Eso… uh, es porque… porque… —Athena me lanzó entonces una mirada, como si intentara preguntarme mediante telepatía por qué no la recordaba si había supuestamente hecho recordar toda su vida, presente y pasada.
        —Jeje… perdón. Di a entender que le quité el “memorylock” a ella también, ¿no? Pues… nop. No en su caso. Sorry.
        —¿No has podido? —Me preguntó Athena intentando no pensar en mi como una negligente.
        —Eeeh, vino Shinta a tocar las narices cuando iba a ello. Así que… no.
        —¡Anda, pero si está llorando como un bebé! —exclamó Sara desde la lejanía, con un sentimiento de satisfacción al ver a Shinta reducido a un manojo de culpa y lágrimas sobre el suelo.
        —Eh, eso no es nada que se deba decir a alguien en un momento de vulnerabilidad, Sara —Y a pesar de que Sara no la reconocía como tal, Athena intentaba hacer de hermana mayor.
        —No haber sido malo conmigo estos días. ¡Hmpf! —y contestó refunfuñando, tentada a darle una patada en el tobillo, pero… no, era demasiado buena para eso.

        Azul, en cambio, no pudo sino suspirar, compadeciéndose del derrocado tirano. Como chica infatuada por su presencia, no aguantaba a indiferencia que mostraban ante él; tampoco las puyas que este recibía en su shock. Fue la única, entre los pocos que lo siguieron, que vio el dolor que se infligía con sus propias acciones; uno del que ni siquiera el mismo Shinta se percataba. Siempre pensó en él como una víctima inocente de sus propios males, y la revelación que hice parecía haber confirmado su teoría.

        Sin miedo, y con un aura solemne, la chica de cabellos marinos dio unos pasos hacia él. Tan agraciados eran que la pequeña pudo entender que no debía interponerse entre los dos. Así que se hizo a un lado. Corriendo.

        —Shinta. Estoy aquí.

        Él no respondió; ni siquiera se dignó a verla, muy a pesar de que se puso a su altura. Después de que pasara un minuto sin que Shinta alzara cabeza, Azul lo tomó por la barbilla e hizo girar su cabeza hacia su cara; con suavidad.

        —¿A… Azul…? —preguntó el afligido, confundido por qué ella se estaba molestando en hablarle siquiera.
        —¿Pero por qué lloras? ¿Qué acaba de pasar? ¿Una pesadilla, tal vez? —Azul hablaba con dulzura; la compasión rezumando desde su corazón. Tan dulce era, que podía hacer diez bizcochos solo con ese tono.
        —A-Azul, yo…
        —¿Sí?
        —Soy… soy una persona horrible. Te he roto el corazón solo para que… me ayudaras con mi ambición… te he utilizado… he-he sido capaz olvidar tu compañía… no me merezco… no, no te merezco…

        Tenía una paciencia de santa. Incluso cuando Shinta ignoraba su presencia desde el momento que ella decidió seguirle, ella intentó ser el poste de luz que Shinta necesitaba en su tenebroso camino; uno que él deliberadamente ignoraba, enfrascado en su rencor.

        Pero a pesar de ser reducida a una devota ciega de su persona (y tal vez no descartaría que fuera un efecto secundario no previsto de parte de Deoxys), ella insistió en aliviar el dolor que él mismo se causaba, muy a pesar de no hacerse ningún favor.

        —Shinta… —dijo su nombre una vez más—… ya lo sé…
        —¿Entonces por qué…? ¿Por qué sigues acercándote a mí…? Por favor, si tanto aprecias tu vida…
        —Pfft, pensaba que era obvio. Ah, bueno, chicos, cómo son, ¿no? Son tan centrados en sus metas que no se fijan en lo que tienen alrededor. —Todos menospreciamos lo que tenemos alrededor de alguna forma, ¡no fastidies!
        —¿Azul…?
        —Te amo, Shinta. Te amo tanto como el agua clara. Cada minuto de tu soledad es un infierno para mí. Te amo tanto como para perdonar todo lo que hiciste en este tiempo… porque sé que ese no eras tú. Y puedo decirte eso porque por fin has vuelto.
        —¿N-no me odias?
        —Pfffthahaha, ¡¿cómo iría a hacerlo?! ¡Te acabo de decir que te quiero, bobo! —Con eso, ella lo envolvió entre sus brazos y lo apretó contra su cuerpo mientras se le escapaba una pequeña lágrima—. Te he echado tanto de menos, Shinta…

        Y finalmente, el clásico beso después de la declaración. El Team Rocket estaba vitoreando esa escena romántica con silbidos y aplausos mientras que Bituin y Sara se estaban muriendo del asco. Lo sé. Era un poco forzado, pero supongo que de alguna forma se tenía que concluir ese arco.

        —Vaya. Puta. Mierda—masculló Bituin—. ¿Es que no nos podíamos ahorrar esta cursilada o qué? Joder, casi siento que hemos sido un puto plot device para poder acabar una subtrama escondida por ahí.
        —Em… bueno… ¿al menos es un final feliz…? Su-supongo… —comentaba también Sara, no entendiendo por qué Azul iría a él de forma tan amorosa, y también mirando el beso como si ella no hubiera visto semejantes actos en sus películas de Disney.
        —Ay, es hermoso—dijo simplemente Jessie.
        —Como muchos dicen, “el amor no tiene límites”, ¡meow!
        Ojalá fuera ese con mi Athenita —dijo James en fuente por defecto a 8pt.
        —¿¡QUÉ HAS DICHO!? —gritó Jessie.
        —¡Qu-que qué lindo, ‘amasita! ¡Por favor, no me pegues! —Pobre James se agachaba solo por tal de no recibir el puño que Jessie le levantaba.
        —Bueno… habíamos venido expresamente aquí para derrotarlo… pero…—dijo Sonia.
        —¿Nosotros no? —Y solo entonces, Jessie se dignó a bajar el puño.
        —Bueno, “bien está lo que bien acaba”, hermana… según he oído, al menos. Imagino que aquí es donde acaba nuestra misión —dijo entonces Athena, ignorante ante las palabras susurradas.
        —Tal vez. Pero…

        Pronto Sonia se dio cuenta de que se estaban relajando demasiado rápido. Después de todo lo que había contado y conmoverse con semejante número, ella casi se le pasaba el hecho de que Shinta no fue más que un peón de-no, el peón del dueño de ese Deoxys. Habían preguntas que había cerrado; pero en el proceso había abierto más. Como por ejemplo, ¿cómo era que un ser, supuestamente procedente del espacio, accedería a hacer las atrocidades que había hecho? ¿Habían, tal vez, intereses alineados con ese misterioso sujeto? ¿Y por qué el verdadero villano querría incitar tal destrucción? ¿A qué propósito?

        Y, siendo esta cuestión más apremiante… ¿cuándo se dispondría a aparecer? Pues dudaba mucho de que este se iba a quedar de brazos cruzados y diera sus planes por perdidos tras perder a Shinta.

        Por desgracia, yo tenía las respuestas a esas preguntas; y escaso fue el tiempo que tuve para contestarlas. Muy a pesar de que la tragedia pasaba ante mí a cámara lenta, no pude sino dar otro trago a mi taza, incapaz siquiera de dar una voz de alarma productiva.

        La pareja acabó de levantarse celebrando el hecho de que estaban reunidos de nuevo. Ellos iban de camino de vuelta a casa; una estela roja se cernió sobre ellos, cuerpo en punta y tentáculos reunidos en su abdomen. Su sombra dio una sutil pero silenciosa advertencia; Azul siendo la única de los dos percatándose del peso de la Bola Sombra que se les avecinaba.

        La voz de Sonia, muy a pesar de que había gritado con todas sus fuerzas, no evitó nada. Solo dio los segundos justos que Azul necesitaba para descargar el peso de Shinta de sus hombros y empujarlo hacia delante; con el único pensamiento de salvarlo de esa esfera espectral de exageradas proporciones. El impacto agitó la roca fundente. La tierra retumbó adolorida; enfurecida; quería sangrar por sus grietas; quería a todos abrasarnos. La tuve que calmar a base de pura voluntad, pues no quería que todos cayéramos como daños colaterales. El polvo que había levantado era una cortina que tapaba la terrible escena que acababa de darse. Ni la luz matutina se atrevía a revelar lo que esas partículas opacaban.

        Tras el impacto, y aún habiendo sufriendo raspadas por el repentino empujón, Shinta se levantó sin saber muy bien qué acababa de pasar y por qué la plebe estaba gritando que tuvieran cuidado. Lo único de lo que tenía constancia era que Azul no estaba a su lado, y eso le bastaba para que pronunciara su nombre a todo pulmón; desesperado.

        Cuando los vientos empezaron a arrastrar el polvo… el horror.

        La chica estaba tan partida que se estaba formando un prominente charco rojo en la roca. Sus huesos habían sido aplastados con esa energía, dañando músculos, ligamentos y órganos por igual. Presa del pánico, Shinta fue corriendo hacia ella para intentar reanimarla; a pesar de que sería fútil. No quería creer que, justo después de haber recobrado sus cabales, tendría que perderla de esta forma tan poco ceremoniosa; mucho antes de que pudiera por fin experimentar el amor en toda su gloria.

        —Azul, Azul, respondeme, Azul —llamaba y llamaba, pero la campeona asiática no respondía; sus manos manchándose de su sangre en vano—, por favor, no te vayas, ¡NO TE VAYAS!
        —Ah… eres patético, Shinta. Te dejas embaucar por un ángel embustero y ya has dejado que tus emociones te venzan. Realmente penoso. Si no hubiera sido por ello, Azul todavía estaría viva.

        Y, en medio del caos de emociones que se respiraba en el ambiente, una voz amable pero desdeñosa se hizo audible frente a él. Una bota acabó de pisar tierra, dejando que una capa negra ondeara entre las pocas partículas rocosas que quedaron a flote.

        Ahí estaba. Ese era el verdadero maestro detrás de la cortina. Con una fachada de buena persona, unos cabellos que se alargaban después de sus hombros, y rojos tintando sus pupilas, el muchacho de veinticinco años se mostraba, para sorpresa de todos. Todos los Dark Trainers de la isla lo habían conocido alguna vez; dos de ellos, guiados por el mismo, bajo la promesa de que derrotarían a Shinta. Algo que sabemos todos que era nada más que una artimaña para “ayudar” a su ex-pupilo.

        —¡GADEL!—gritó Shinta a pleno pulmón, sujetando a Azul por su herida espalda.
        —Él…—musitó Sara por lo bajo, pues bien recordaba que había dado una orden a Deoxys por lo bajo antes de perder el control.
        —Ahí esta. El verdadero culpable —masculló Steven Máximo.
        —Ah… parece ser… —Sonia también se estaba desasosegando. Todo lo que había revelado parecía cobrar veracidad ante sus ojos. Sobre todo se sentía un poco idiota por no darse cuenta antes, pues hace pocos años, ella había luchado contra él en una calle random antes de volverse a encontrarse con Shinta.
        —¿¡Y si ya lo sabíais, POR QUÉ NO LO DIJISTEIS ANTES!? ¡ME ESTABA MURIENDO DE GANAS POR SABER! —gritó Bituin toda frustrada.
        —No es como si hubiera servido de mucho, siendo alguien que, francamente, a ojos nuestros y de otros, no tenía ninguna presencia —digo calmadamente aún con la taza en frente.
        —Más bien que estabas disfrutando mucho chupando cámara, ¿no? —contestó Bituin con sorna.
        —Hmmm… más correcto sería decir “chupar página”, pero bueno. —Ah, la fragancia de la bergamota sabía a gloria en el paladar después de dibujar otra grieta en la cuarta pared.
        —Vaya. Parece que tenemos invitados aquí. Bienvenidos. Siento que hayáis tenido que ver a mi pupilo perder la compostura de esta forma… de hecho me avergüenza tanto que tuve que salir del castillo y hacerle pagar por sus incompetencias, ¿no os parece? —dijo Gadel con toda la sorna.
        —¡L-lo has intentado matar! —exclamó Omen todo disgustado.
        —Sí. He intentado matarlo. Una lástima que los planes no han salido tal como yo esperaba…
        —Ay, qué mala onda… —dijo Meowth un poco asustado.
        —Oh, pero no os preocupéis. No pienso matar a ninguno de vosotros. Tampoco mato indiscriminadamente como él. Aunque…

        Oh. No. Gadel me está clavando una mirada diabólica a mi persona. No puedo discernir si transmitía cierto sadismo o irritación por mi propia presencia. También miraba a Bituin de reojo, quien estaba sujetando la naginata al frente, como siempre.

        —Parece que tenemos una “intrusa”… no, “dos” intrusas entre nosotros. ¿Me equivoco… Sara?
        —Qué intrusa ni qué leches, si fuiste tú quien me metió.
        —No te hablo a ti, pequeña.

        No lo entiendo. Francamente ya no entiendo nada. ¿Cómo había averiguado que Bituin y yo no pertenecemos a esta narrativa? ¿Acaso nos percibe como entes distintos y no como iguales?
        ¿Acaso hemos llegado tarde? O… o tal vez…

        No, aún no había llegado a hacer nada, ¿verdad? No era posible que él hubiera también retrocedido en el tiempo. ¿O fue capaz de oír también las voces? No veía cómo era capaz.

        Me llamó “ángel embustero” antes, por eso. O sea, que me debió oír cuando dije que era una figura embaucadora. O bien ese mote se me atribuyó porque escuchó los alaridos de Shinta diciendo que mentía. O seguramente era porque nadie se transformaba ni en un dragón ni en un serafín… sí, tenía que ser eso. No había forma humana de que se enterara de todo lo que haya dicho. ¿Pero entonces cómo no incluyó a la niña en el paquete? ¿Ni a Athena? ¿Ni a Sonia? ¿Se lo ha chivado Deoxys? Pero Deoxys tampoco podía haber oído el diálogo que tuve con los habitantes de Dyá porque estaba demasiado ocupado manejando al Dustox de Sara.

        ¿Quizá lo supo desde el momento que intenté espiar lo que estaban haciendo en medio del combate…?

        Bueno, calma. Serénate. Todos te están mirando con dudas y confusión. Alguno incluso cuestionando la veracidad de mis revelaciones por lo que me han llamado; aunque su credibilidad era nula. ¿Quién iba a creer a un villano en esta historia; más cuando los blancos y los negros estaban claramente definidos?

        En fin, parece que llegó el momento de destapar todo sobre él.

        —Creo que de una forma u otra algunos somos intrusos de la narrativa. Cada persona que no figure en el canon; todo el que proceda de otros… sobre todo si son especies de otros universos existentes e imaginados… tampoco eres quién para hablar, Gadelimus.

        Y entonces a Athena se le empezó a poner la carne de gallina. Sara se preocupó un poco. En parte por ver cómo esa chica se le ensombrecía el rostro… y por otra porque ese nombre, por alguna razón, se le hacía familiar.

        —Pero óiganme, ¿de qué están hablando estos dos? —preguntó James ya perdido.
        —Eh… francamente, creo que ya paso de seguirle el ritmo —dijo Jessie ya dando la espalda.
        —Pero esta es la historia que se ha construido para nosotros. ¿Crees que tienes el derecho de intervenir en este mundo solo porque las escrituras originales se han perdido en el olvido? —¿”Escrituras” era un eufemismo para “destino”? Esperaba que fuera así…
        —¿Y tú crees realmente que puedes invadir la narrativa fuera de tu historia, siendo el personaje ficticio que eres? De verdad, no sabes cómo odio los villanos que pretenden meter las narices en diferentes mundos al suyo como si fueran a aparecer en cada pantalla que se encienda.

        Pronto el arcángel caído empezó a estallar de la risa con la mano al frente; como si hubiera dicho algún chiste. Parecía que acababa de dispararme en el pie, haciendo ese comentario tan brusco; mis intenciones empezando a cuestionarse tras declarar que no eran más que ficción.

        —Oh, dios mío, ¿te estás oyendo? ¿Realmente piensas que solo te has metido en UNA historia? ¿No has pensado acaso… que estás creando una nueva con tu propio puño y letra?



        Mi corazón se olvidó de latir por un segundo. El oxígeno no me llegaba a los pulmones. Me acababa de dar cuenta de algo que, no solo había estropeado la historia entera, también le había dado acceso a las historias que he creado y estoy por crear. Normalmente un monstruo como él no sería consciente del calibre de su verdadero poder y de que podía hacer eso si reunía los requisitos necesarios (entre ellos, ser demasiado poderoso); pero… desde que esta historia era muy anómala, imagino que él mismo pudo percibir las grietas que podía acabar de romper para absorber todos los mundos que se le antoje.

        Y yo ilusamente estaba intentando arreglar las cosas desde “dentro” cuando, en realidad, mi lugar estaba “fuera” de aquí. No debía ser tangible ni visible para nadie salvo en ocasiones de algún loco delirio. Era una ley que no debía romper, la cual quebré pensando que no habría ninguna consecuencia.

        —Y-yo… tampoco entiendo muy bien de lo que estáis hablando, pero… —Athena intentaba no ahogarse por cada palabra que decía. La pronunciación de su nombre entero le había helado la sangre—… sé muy bien quién eres tú. Tú… tu eres el “Dios de la Desesperanza”… Gadelimus…
        —Ah… sí, me olvidaba decir, para los que no lo sepáis…—Y encima Gadel guiña al frente como si hubiera una cámara, el muy bellaco—... que yo, Shinta, Sara, Sonia y Athena no somos humanos en lo más mínimo.
        —¿¡CÓMO!? —exclamaron todos los humanos y Pokémon presentes a unísono.
        —Ai-bá la hostia —dijo Bituin para dar la nota.
        —Lo que oyen. Somos… de un mundo llamado Dyá. La ciudad de los ángeles, ¿os suena? No… tal vez no.
        —¿Pero-pero-pero-cu-cuál de las dos Saras? ¿La alta o la baja? —preguntó Omen todo nervioso por la confusión.
        —La pequeña. La grande es otra cosa.
        —¿Có-cómo que no soy humana? ¡A-ahahahahahahah! ¿¡Pero qué cuentos te estás contando ya!? ¡Sé que soy de aquí desde… que…! Que… tengo… memoria… —Hasta Sara estaba asustada. Acababa de recordar que había un enorme vacío desde los seis años para atrás. Justo después de despertar de una cama de hospital, en un supuesto coma—. Espera. ¿Y si me morí en esa ciudad y renací como humana? P-puede ser, ¿no? ¿La reencarnación existe?
        —Ah… —El ángel de la desesperanza iba a llamarla idiota, pero al contrario que Shinta, no era alguien tan propenso a llamar por adjetivos a la gente—… ¿la niña sigue estando amnésica?
        —Yep. Demasiadas veces me han interrumpido como para querer volver a intentar que lo recuerde todo —y contesté, dando el último trago a mi taza.
        —Pues… bueno, digamos que sí, que renaciste como una humana—dijo Gadel con el tono condescendiente que le podrían dar a un niño—. Y este… perdedor, llorón, lo que sea que fuere ese monigote, es el hermano perdido de Sonia. Aunque en teoría todos venimos del mismo padre y tal, pero los lazos de hermandad no los tenemos con todos, la verdad.
        —¿¡Qué!? ¡Pero me dijeron que mi hermano había muerto! —contestó la aludida.
        —Pues no. Me lo llevé. Lo alejé de ti… todo para que pueda cometer mi plan…
        —¿Y es? —preguntó Máximo, cerca del hartazgo, queriendo eliminar esa amenaza en cuanto antes.

        Gadel estaba incluso que se salía. Solo de pensar los planes que tenía le llenaban de un gozo que le resultaba una delicia. Veía tan cerca el momento de su alzamiento que no se escatimaba palabras para contarlo:

        —Veréis… aunque se nos hacen llamar “ángeles”, la verdad es que no todos tenemos alas, como dice la creencia popular. De hecho, para que uno pueda desarrollarlas necesita un gran poder… menos cuando son más cercanos a la familia real. Esos ya nacen con ellas. Blancas alas llenas de luz; tan luminosas que borran la sombra a su presencia… pero yo… soy la excepción…
        —Me estás aburriendo al personal, Gadel. —Y mi mano se empieza a cansar de tanto escribir.
        —Ahora termino —me contesta—. Mis alas… son negras… grandes y amplias. Y para poder extenderlas… necesito poder… he ido preparando cuerpo y mente para que Deoxys me transfiera el poder de los legendarios que él fue absorbiendo… y cuando lo haga… absorberé todos los mundos y universos para recibir más poder… SOLO PARA CONVERTIRME EN EL SER MÁS PODEROSO DEL MULTIVERSO ehehehehe. ¡AHAHAHAAHAHAHAHAHAHAAH!

        Qué infantil… más que infantil. No recordaba que el “why done it” de Gadel fuera tan redundante y tan vacío. Su apatía y poco interés en los seres vivos es tal que lo hace un personaje la mar de flojo. Hasta Shinta es mejor villano que él… y eso que es el típico déspota herido con hilos en todo su cuerpo. ¿Veis ahora por qué me dan tantas ganas de pararle los pies? O quitármelo, al menos. Era… insulso.

        —Es usted diabólico, señor mío —dijo Bituin con toda la sorna—. Me recuerda a alguien… salvo que esta al menos quería someter a UN SOLO PLANETA y no comer en el bufete libre del universo. No tienes ni madera de saqueador, ni-ni… ni mujeres quieres, por la madre que me parió. Solo eres un glotón más falso y más soso que un Fantasñuelo sin cara. Me voy a cebar con tu cara de pánfilo cuando lo desfigure con mis puños, cabrón.

        Y aún con esa extensa amenaza e indignación, él ignoró a Bituin completamente.

        —Oh. Pero ese era mi plan original. Lo cierto es que las tornas han… cambiado un poco. No digo que el perder la lealtad de Shinta sea un problema mayor, pero… digamos que ahora mismo tengo una fuente de poder más inmensa que la de todos los legendarios juntos.
        —¿Crees que puedes absorber todo el calor de una estrella? —dijo Bituin mostrando los colmillos, retando a que lo haga.
        —No. Ya me puedo figurar que tú serías un problema más que una utilidad. No… yo me refiero a algo a una luz más… “tenue”.

        Con todo lo que había dicho, era obvio a qué fuente se refería. La dirección de su mirada hacía su sugerencia todavía más obvia. Y el sentimiento que portaba… era desagradable.

        —¿Yo? —me hice la tonta, intentando que no me cundiera el pánico.
        —Tú. Tu eres una amenaza para mi plan. Pero si te elimino ahora… no, eliminarte no. Solo me basta con dejarte inconsciente. No puedo dominar tu mente, pero tu cuerpo… es otra cosa.
        —Oye —salté, dejando toda pretensión de ignorancia atrás—. No putas sigas. No me gusta a dónde te está llevando tu forma de pensar. No.
        —¿Eh? ¿Qué te pasa, angelito? —¡Ooooh, me está trolleando, te juro!—. ¿Acaso piensas que voy a hacer algo indecente contigo? Por favor. Tú más que nadie deberías saber que ando casado con el poder.
        —No. Me. Hables. En. Ese. Tono —ordenaba entre dientes, ya preparada para arrojarlo al volcán.
        —Oh, venga, ¡vamos! ¡Ni que fuera a matarte! E incluso si acabara con tu hipotética vida aquí… tu seguirías existiendo. En alguna parte…
        —¿Eh? —Eso pilló a Athena desprevenida. Desde luego no esperaba que Gadel, de toda la gente, soltara semejante cosa—. Quieres decir… que ella no…
        —Vamos, Athena. No te confundas tanto. Tenía que ser obvio lo que es en el momento que ella me refirió a mí como un “personaje”. O cuando mostró tanto conocimiento en nuestras vidas. Me atrevería a decir incluso… —¡Esta sonrisita no me gusta!—… que es la causa de vuestro sufrimiento. Nuestro y la de tantos otros. A saber de cuántos son partícipes de sus comedias sin saberlo.
        —Bueno, ¡esto es el colmo! —estallo—. ¿¡No te bastaba ya con tener a Deoxys dopado como para poner a la gente en mi contra!? ¡Como si fueran a creerte!
        —Es fácil cuando te lo ponen en bandeja. —Cabrón. ¡Le arrancaría la cabeza de cuajo y jugaría Xocta con ella si fuera maya!—. En todo caso… ¿no te parece que ya va siendo hora de abandonar esta “obra” tuya?

        Oh. No. Deoxys se estaba girando hacia mí desde lo alto, crujiendo sus células para hacerme apta para su consumo. Él sabía que no podía contra él en estas condiciones. Nadie puede contra Deoxys. Ese monstruo era demasiado para cualquiera de los que estuvieran aquí. Bituin, la única que había tolerado esa realidad, era también la única que se atrevía a plantarse ante esa mole, a pesar de que ya probó de primera mano la dificultad de erradicarlo.

        —Oh, no lo harás. No conmigo delante.
        —Y la bestia dijo, a pesar de que no tiene nada que perder en este mundo. ¿Por qué sigues mostrando esta lealtad a esa falsa diosa? ¿Acaso eres su favorita o algo?
        —Iluso de ti creer que iba a recular cuando has implícitamente amenazado con destruir MI mundo momentos atrás. —Todavía aferrada a la idea de que podía inmolar todo a su paso, ella volvió a armarse con sus escamas, llamas ardiendo con viveza.
        —¿¡Un dragón!?—exclamó Sonia—. ¿¡Entonces Azul tenía razón!?—Oh, no, otra vez no…
        —Has dicho que tienes el calor de una estrella… —Como si notara mi desasosiego, Gadel volvía a relucir sus dotes de manipulador, para instigar más dudas entre la gente—. ¿Es eso lo que eres, realmente? ¿O eres el infierno que esta falsa diosa pretendía traer?
        —No creo que ella tuviera tales intenciones, no. Pero… si tengo que incinerar el mundo junto a ti y a tu amigo el tentaculado para salvar a Neopia… pues que así sea.
        —¡BITUIN! —exclamamos Corli y yo a la vez, viendo que esta declaración no iba a traer nada bueno.
        —Vaya. Tenemos ante nosotros una devota de su mundo, por lo visto —carcajeaba Gadel, sabiendo cómo quitarse esa molestia de encima—. En fin, ya lo habéis oído. Dejaré a vuestro criterio a quién atacar primero. No os preocupéis por mi, por eso; mi amenaza no es inmediata. No soy tan proclive al asesinato como ese campeón de ligas menores.
        —Je. ¡¿Tú te vas a creer que van a hacer caso a tus promesas de inocuidad, EH?!

        Sin esperar a que dijera nada, Bituin volvió, una vez más a cargar contra el alien bajo nuestras cabezas. Mas, cuando iba a levantar el aire bajo sus membranosas alas, sus músculos no respondieron. Athena le había dicho a Gardevoir que detuviera sus pies; temiendo que su amenaza de quemar la tierra se hiciera realidad.

        —Lo siento. Pero si estás tan dispuesta a destruir como él, no puedo dejar que actúes.
        —¡Era un farol! ¡Un farol! —defendía otra vez Corli, intentando corregir su propio error—. ¡Anda, Bituin, cielo, di que era un farol para asustarlo, vamos!
        —¡Solo... quería decir que haría lo necesario para-EH! —Otra fuerza se sumaba a las que la mantenían clavada en tierra firme; esta vez, era el Cradily de James utilizando Constricción con sus propios tentáculos.
        —¡No te vas a mover de aquí, frijolita!
        —¡BUENO! ESTO ES INCREÍBLE —bramó Bituin, furiosa por la tontería que estos dos les había dado—. ¡Siendo aquí la única que podría terminar de una vez por todas este problema y vosotros…!
        —Nnnngh… chicos… —intentó pronunciarse Sara con timidez, costándole creer todo lo que había oído; tampoco siendo capaz de decir nada coherente en estos caóticos momentos—… ella… ellas no son… ah…
        —Ey, ey, ey, ey, ey, ¿pero qué es esto? Wewe ni wajinga?! —preguntó entonces Omen, también nervioso—. ¡Tenemos al malo maloso aquí en frente y-!
        —Los dos son una amenaza —y dijo Sonia también desesperada—. Tenemos que derrotar a ambos a la vez. No podemos a dejar a ninguno suelto.
        —¿¡Pero no veis que estáis cayendo en su trampa!? —e intervino Steven, sabiendo lo manipulador que era—. ¡Ya habéis oído que pretende hacer lo mismo que hizo con los legendarios a ella!
        —¡Por mi como si se la zampara toda!—protestó James—. Será un problema menos que lidiar.
        —¡Idiota! ¡Eso hará que el otro problema sea AÚN PEOR! —Al menos Jessie tenía más cabeza que su compañero…
        —Aaaah… aaaaaaah… pa-paren de peleaaar… por favoooor… —La pobre Sara estaba que mandaba a Venusaur a pacificar el ambiente. Pero con tanto ocurriendo a la vez; tantas revelaciones confusas dadas sucesivamente; tanto pasar por tanta presión, se estaba empezando a sentir mareada. No se encontraba en condiciones de anteponerse a nada; sus propios conflictos desgastándola más rápido de lo debido.

        Y mientras el grupo discutía entre ellos y los dos faltos de cabeza hacían sus mejores esfuerzos por contener a la bestia, yo me encontraba otra vez contra ese alien. Esto era un desastre. Con un grupo incoordinado; con dos de ellos obstruyendo la labor de Bituin con una efectividad que daba miedo, me habían dejado desamparada ante el alien otra vez. Así no podía solucionar nada. Tenía que hacer esto de otra forma, tenía que-

        —¿Intentando deshacer tus errores, Sara? —Gadel sonreía, satisfecho con el caos que había causado—. No… no lo harás.

        Mierda. Justo cuando quería detener el tiempo para pensar mi siguiente acción, veo todas las Premoniciones que Deoxys había plantado, listos para disparar a la mínima alteración. La pausa que me dí había sido la más corta de mi vida. Todos estábamos bailando en la palma de su mano, sin ninguna oportunidad de escape.

        —Hijo de puta. Tú has estado observando todo este rato, ¿no? —Me atreví a preguntar a Gadel, solo para distraerme del apretón que tenía arriba del pecho.
        —Oh, desde luego. Si pensabas que estaba mirando todas esas batallas como si fuera el blockbuster de la tarde, estabas pero que muy equivocada. Esos trucos que utilizaste antes no han pasado desapercibidos, ¿sabes?
        —Tch. —Mierda. No había trampa que pudiera hacer aquí sin salir medio coja en el intento. Tenía que buscar algo en otra —Me-me vais a ayudar, ¿¡verdad!? —intenté hacer un último llamado a la razón, desesperada por cambiar la dirección de la historia—. ¡Os he hecho un FAVOR al quitaros a Shinta de encima! Vamos, ¡no voy a mandar sobre vuestras cabezas! ¡Tampoco iba a dejar que esta se desatara a placer! ¡Lo he hecho todo por vosotros! ¡Si dejáis que este se salga con la suya…!

        Ni un oído prestado. Nadie se atrevía a mirarme después de saber que era algo que jugueteaba con sus vidas. Nadie decía que era muy distinta de Gadel, quien manipuló a su antojo para sus fines. Muy a pesar de que saqué a otros de su sufrimiento; a pesar de que…

        Basta con las mentiras.

        No he hecho esto para hacer justicia a ninguno de estos personajes. Al final del día era yo quien había decidido que unos murieran y otros vivieran. Era una pretensión nula asumir que los personajes tenían voluntad propia. Todo ha ido a mi conveniencia; porque no era capaz de dejar que las cosas terminaran de una forma que no me gustara. No sin echar el cierre de golpe.

        Ah… esto es un caso perdido. Después de todo lo que hemos hecho, lo que hemos avanzado; lo que hemos pasado… nadie iba a levantar la mano contra Gadel. Muy a pesar de que sus existencias amenazaban con desaparecer, sabían que su lucha sería inútil. Él prometía al menos que sus vidas se preservarían; pero nada decía que se pudieran mantener en un mundo baldío. Y toda garantía que saliera de mí se sentía vacía en comparación.

        Si tan solo ese fuera un enemigo normal… si no hubieran todas estas circunstancias tan extrañas… me sentía igual de derrotada que todos. Todos estaban resonando con esta desesperación; expresándola hacia hombres de paja; entre ellos; consigo mismos. Todo conspiraba en mi contra, impidiéndome una vez más ver más allá de ese remolino…

        “Tu puedes ver a través de las mentiras del Dios de la Desesperación. Eres la Esperanza que vino a nuestro mundo. Si crees que no hay absolución en nuestra condena, ¿entonces cuál es la causa de tu llegada?"

        Sin embargo, mis acciones, pasivas y activas solo han acelerado los designios ya pronunciados. Sin posibilidad de mejora. No, cuánto menos era un final más absoluto. Uno que se extendía a mundos más lejanos; un cáncer que marchitaría toda chispa de creación…

        “Si el final es certero, ¿entonces por qué sigues aquí?”



        Buena pregunta. Supongo que es porque Deoxys estaba dejando que su cómplice se relamiera en mi impotencia. Porque el show que había propiciado era entretenimiento puro.

        —La victoria es mía —proclamó entonces Gadel, viendo mi aparente pasividad—. Ahora voy a reclamar mi premio, si no te importa.

        Bueno… ahí estaba. El momento donde todas las historias morían. Este elenco no tenía salvación, de todos modos. Bueno, y aunque Gadel tuviera teóricamente el acceso a todo lo que escribía… ah, pero la vergüenza de concebir esto me va a acosar por lo largo y ancho de los años. Y tal y como estaban las cosas ahora, no podía hacer nada.



        Tal y como estaban las cosas…

        No. Había una última cosa que podía hacer. Había una razón clara por la que Deoxys era prácticamente invencible. El planteamiento de la trama de esta historia estaba MAL. ¿¡Cómo esperaba el autor que una simple agrupación de entrenadores, por tan talentosos que fueran, pudiera salvar el mundo de este Devorador de Mundos!? ¡No podían! Había algo que odié en su día, y era cómo el verdadero escritor de este desastre lo había dejado. Pero ahora que he ahondado más en las circunstancias de esta obra, entiendo por qué optó por ese camino.

        Habría sido ideal si en los siguientes capítulos se hubiera venido la resolución prometida… mas, por mucho que deteste admitirlo, no había forma posible de otorgarlo ahora. El momento era ahora para abrir una ventana; una nueva posibilidad para que todos vivan las vidas que se merecen.

        —Deoxys…

        Era una suerte que mi conocimiento era amplio. El tiempo que aquella pareja tuvo para despedirse y decir sus últimas palabras se había anulado bajo ese repentino ataque; más mortífero de lo que debía ser. Pero yo aún tenía la gracia de retornar la vida, aunque fuera por un minuto. Y estaba bien. Era justo lo que necesitaba.

        Con disimulo, insuflé de vida a Azul, mientras intentaba poner mi cara más valiente ante el todopoderoso virus del Cinturón. Mi treta era aprobada por los Cielos; la receptora de mi bendición intentando levantarse bajo las manos ensangrentadas de Shinta. Azul parecía despertarse de un mal sueño que de lejos era irreal; como si lo que había recibido no fuera más que un golpe muy fuerte.

        —Sh… Shinta… —Su voz, cómo no, salía rota de sus labios.
        —¡Azul!—gritó su nombre—. No te preocupes, Azul. Estoy aquí.
        —Shi… Shinta… —Incluso en sus ojos, antes nublados por su reciente muerte, podían ver que no había más que condena en la montaña. Sus palabras tenían que ser breves y concisas ante la urgencia de la situación—: No me queda mucho tiempo…
        —Shhh, no hables, por favor. Ahora te llevaré al castillo y te trataré, ¿sí?
        —No, escúchame—dijo, poniéndole la mano en el hombro—. Solo quiero decirte… no… tires tu vida por la borda… ahora que volviste…
        —¿Eh? No-no entiendo, ¿qué quieres decir?
        —No… no importa lo que hiciste… —El aliento se le iba con cada segundo que restaba. No podía entretenerse con explicaciones—… tú… lo puedes arreglar, ¿verdad? Tienes a los legendarios todavía… ¿no…?
        —¿Azul? —preguntó, ojos vidriosos ante su breve retorno. Aún quería aferrarse a la ilusión de que ella viviría por más tiempo; una creencia tan frágil como una copa de cristal.
        —Así que… por favor… sálvanos… a todos.

        Con ese último imploro; esa pequeña fe en él, había dado el empujón que Shinta necesitaba para que dejara de ahogarse en su tristeza. Ajeno al caos que se había cernido sobre los que consideró una vez peones y enemigos, había dejado que por sus mejillas corrieran las lágrimas con total libertad, con el cuerpo de Azul yaciendo de nuevo inerte. Mientras estaba intentando aguantar la enorme presión con la que Deoxys quería destruir mi conexión con el mundo, él se quedaba mirando al cielo, rumiando las palabras que aquel amor perdido había pronunciado. Cada minuto que titubeaba era uno más cerca al punto de no retorno. El Poder Supremo, en su incondicional apoyo, intentaba protegerme de todo daño; mas mi tiempo también corría escaso.

        Una vez decidió qué hacer, Shinta se levantó del suelo, dejando reposar el cuerpo de quien podría haber sido su novia. Como tal se había escrito, él llegó a la misma conclusión que yo.

        —Azul… —El nombre de la fallecida se pronunció por última vez con un susurro. Todos empezaban a luchar entre sí; el rango de mi consciencia acortándose a la vez que me centraba en resistir—… te juro… que te voy a salvar. Aunque sea la última vez que nos veamos; aunque te pierda para siempre…

        Una Masterball había salido de su bolsillo; sujeto bajo su propia mano. Gadel, quién se estaba hace momentos regocijando en mi sufrimiento, había oído sus tenues palabras; dándose cuenta de su descuido.

        —¿Pero, qué…? Este no tendría que haber sido capaz de hablar con ella. ¿Estará delirando? —Yo me reía por lo bajo, sabiendo exactamente lo que iba a pasar. El duende del tiempo, Celebi, había salido de esa Pokéball de última gama, aún devoto a sus órdenes, curiosamente —. ¿¡Qué has hecho, Sara!? ¡¿Por qué Shinta ha sacado a Celebi?! ¡No pretendrá…!
        —No preguntes a un mago sus trucos. No te los va a decir. —Ni harta de vino iba a iluminar a este hombre. Ya me demostró que era capaz de averiguarlo él solito.
        —Ja. Jaja. —Claro que Gadel tenía que recordar que Deoxys había preparado el terreno para que el escape fuera imposible. Claro que, las medidas que había tomado para que no me escurriera no estaban preparadas para algo tan grande—. Bueno, no importa. De todas formas, acabo de sellar tu destino…
        —“Ahí es donde te equivocas, Gadelimus. La autoridad de escribir el destino nunca recaerá en tus manos”.
        —¿¡Qué!? —Gadel estaba tan sorprendido como yo. Esos ángeles habían tomado mi voz prestada. ¡No quería decir semejante línea!
        —¡CELEBIIIIIIIII!

        La señal para que el duende hiciera su voluntad había sido dada. El duende resplandecía con su propia luz, dejando que su diminuto cuerpo catalizara la energía suficiente para sacarnos de esta línea temporal corrupta. Las discusiones se detuvieron cuando sus ojos fueron cegados por ese resplandor, Deoxys, intentando no distraerse con ese contratiempo, trataba de darme caza ordenando a mis músculos que se agarrotaran; mas el Poder Supremo, empeñado en que saliera de este callejón sin salida, no dejó que eso pasara.

        Los vientos se entubaron en un remolino alrededor de la isla. Las nubes, las pocas que habían, empezaron a girar alrededor en dirección contraria a las agujas del reloj, anticipando hacia qué dirección nos íbamos. Nadie de los presentes podía ser testigo de lo que estaba ocurriendo, pero en mis ojos onmiscientes, podía ver los orbes psíquicos desaparecer en la nada; el horizonte cambiando de color; el sol volviendo a esconderse en el mar, dando de nuevo paso a la luna; todo lo pasado sucediendo a una velocidad que era imposible dar sentido. Flashes de errores deshaciéndose hacia atrás; misiles volviendo a subir hacia el cielo; las sangres que se derramaron volviendo a los cuerpos de los heridos; los caídos levantándose desde los pies; entrenadores caminando hacia donde sus espaldas apuntaban; columnas de luz reduciéndose a meras líneas; construcciones deshaciéndose a mi alrededor…

        Los conquistadores y los que estaban por morir se habían quedado hacia delante. Los que eran mera piezas en un retorcido ajedrez, habían sido enviados hacia atrás.

        Todos los errores que se cometieron…

        todos los logros que se alcanzaron…

        Todo había quedado a cero.

        Comentario

        Trabajando...