Eeeeeessss martes... no, es sábado. ¡Domingo! ¿¡QUÉ, CÓMO QUE ESTAMOS YA EN LUNES!? ¡SIN SON LAS 12 DE LA NOCHE!
[???]
Preveía ponerme a full con el capítulo mientras estaba en el transporte público (que por cierto, ¿recuerdan que dije que tuve que reescribir casi todo el capítulo anterior? Jaja... bueno...), transcribir los borradores en los días que menos tiempo estuviera fuera y repetir el proceso hasta que terminara el capítulo... teniendo fecha de finalización prevista para el jueves, que era el único día por donde estaba libre de compromiso...
But life said "fuck you and your foolish fanfic NO BREAK FOR YA!
". En resumidas cuentas, han pasado... demasiados improvistos. Unos que probablemente auguren bonanzas; otras que simplemente NO tendrían que haber ocurrido y que me dejaron MUY trastocada por el resto del día de ayer. Hoy though? Hoy he tenido la fiesta en paz; y menos mal, ¡porque mis dedos VOLABAN de las ganas reprimidas que tenía estos tres últimos días! Y debo decir, que este capítulo era el que más cringe me daba de todos. Ahora es más... coherente. No, incluso diría que ha sido un final de arco (?) bastante climático, a pesar de que he metido alguna coñita de por medio. Francamente, lo prefiero así como está ahora.
Ok, enough ranting. ¡Voy a poner el capítulo para vuestro deleite! Ah, igual debería de revisarlo un poquito, pero... yep, si veo algo a posteriori ya editaré el capítulo luego, que ahora se me ha hecho un poco tarde jejejej... je...
Cheerio!
Los pétalos todavía estaban esparcidos por toda la arena. Habían pasado minutos desde ese intenso griterío. El silencio acabó por reinar en el campo, no sabiendo si la pequeña había sucumbido completamente, o si me estaban analizando con todo el escrutinio. Tenía a Beile y a Bituin con la guardia alta, atentos a cualquier movimiento; cualquier convulsión, cualquier movimiento raro. No pensaba, sin embargo, que se podía mover de forma más rara que ahora. Aún usaba sus alas, cómo no; pero entre esos aleteos había un temblor completo de su cuerpo, como si estuviera siendo presa de un error del sistema. El rostro de ese Dustox estaba desprovisto de cualquier vida salvo el fulgor de sus pupilas, por donde podía ver claramente otro ente ajeno a ese cuerpo… y a este planeta.
Unos ojos que, francamente, me ponían nerviosa al estar tan fijos en mí. Estaba claro que la proyección astral (?) que había hecho antes había captado su atención. Y ahora estaba interesado en mi persona. No sé si a nivel intelectual o utilitario.
—¿Qué, capullo? —No pude evitar decir, incómoda ante su inquisitiva mirada —. ¿Vas a moverte o qué?
—Mira quién anda provocando ahora…
—¡Cállate, Bituin! —Y salto completamente a la defensiva, con todo el vello erizado.
—¡Y tú cálmate, hostia!—respondió de vuelta—. Jo-der, a ver si me vas a sacar las escamas con estos nervios. Ugh.
Vale. Está bien. Estoy demasiado acelerada. Muy en pánico. Inspira… pausa… expira. Inspira… pausa… más despacio…
El oponente es… un Dustox. Es un Pokémon que lo capturas un temprano, te sirve un momento y luego lo dejas en el PC porque pobre criatura no da abasto. Sí… daba igual quién lo estaba manejando. Seguía siendo un Dustox, después de todo. No debía temer al Dustox. Tenía que temer al que maneja-mejor ignoro al Deoxys en la habitación por momentos, no quiero saber que está ahí. No quiero saber que me ha visto… inhala, hija, inhala…
—Robin, a las alas.
Primer paso: dejarlo inmóvil. Las alas de las polillas son frágiles. Debía de bastar una flecha lanzada con fuerza para atravesar esas escamas. Mi Decidueye, entendiendo mi petición, lanzó una por ala. Hizo que retrocediera de nosotros y lo acercara más al suelo, dejándolo prácticamente inmóvil. Viendo lo fácil que atinó, creí que iba a ser una ronda muy corta. Un combate fácil donde nadie iba a tener que intervenir ni asistir…
Un pensamiento ilusorio, es lo que era. A la cuarta flecha, los aros de las alas de Dustox se iluminaron de blanco, y los agujeros que Robin había hecho se habían cerrado con una nueva hilera de escamas. No llegó ni a tocar el suelo.
—Más flechas.
Volvió a disparar. Esta vez dos por cada. Mismo resultado. Tres, cuatro, cinco; no importaba la cantidad, este bicho nos estaba vacilando de lo rápido que se regeneraba.
—¡Más rápido!
Robin sentía también rabia al ver que no estaba consiguiendo nada. Estaba disparando una gran salva de Puntadas Sombrías, suficientes para hacer de sus alas simples jirones y convertir todo su cuerpo en pasta alimentaria… pero muy a pesar de ese ametrallamiento, se estaba desmoronando demasiado despacio como para estar segura de que caería…
Y de repente, un destello rojo. Las flechas que entraron a su alcance se detuvieron al tiempo que los aros cambiaron de color. Justo cuando pensaba que estábamos haciendo avances en nuestra ofensiva, Dustox tomó posesión de nuestros proyectiles y encaró sus puntas una por una hacia nosotros. Yo me quedé paralizada, viendo cómo mi mejor baza era puesta en nuestra contra con un simple manejo de telequinesis, no pudiendo sacar ninguna reacción de mi cuerpo; ni una mera orden de evasión salía de mi boca viendo como todo lo que hacía iba cayendo en saco roto…
Y entonces, empezó a llover. Un batir de alas, y todas las flechas empezaron a dispersarse al frente, puntas dirigidas hacia nosotros con la misma velocidad con las que Robin las disparó. Explosiones se escucharon a mis cercanías, solo pudiendo ver el desgastado manto de Bituin delante de esta salva, portando un objeto con forma de hoja que rápidamente se iba fragmentando con el impacto de estas. La tormenta de Puntadas Sombrías había pasado, y yo todavía me veía ilesa. Beile, en cambio… no podía decir lo mismo.
Se había enrollado de forma que solo quedaba expuesto el armazón de armadillo que tenía en la espalda, lo cual le había protegido de una muerte segura. Dichas placas, sin embargo, quedaron hendidas por las explosiones; algunas incluso habían abierto alguna que otra herida en lo más profundo de estos cráteres. Y seguro la onda de choque habría alcanzado a afectar la espina dorsal… no pintaba bien para el can acorazado, desde luego.
—¡BEILE! —gritó Bituin nada más ver al Bori espachurrado al suelo, con riachuelos sangrientos saliendo de su cuerpo. De enseguida, tiró los trozos del escudo que había empleado y fue a meterlo otra vez a su Pokéball—. Maldito seas… que me rompas un Escudo de Illusen es una cosa, ¿pero, herir así a alguien de mi familia? Ooooh, eso no tiene perdón NINGUNO.
Mierda. Y encima se me cabrea Bituin, ¡que vale, quería su asistencia, pero no-no que se transformara ahí mismo y se lanzara con las garras preparadas para cortar! Se me lanzó con toda la ira animal que tenía contenida; sus garras de obsidiana rojas por el calor. Uno de esos zarpazos le habían dado de lleno, dejando quemaduras que un Dustox normal no podría aguantar… un normal que no era.
Fue el primer y último asalto que atinó en el blanco. Una vez que la polilla probó lo perjudicial que era recibir la furia de sus uñas, ese cuerpo controlado a remoto empezó a vacilar alrededor, cada vez con más frenesí; con un paso errático, pero calculado. Cegada por ese sentimiento de venganza, Bituin intentó rebanar esas carnes sin variar mucho la dirección de sus ataques más que la que veía en ese momento, mientras el único daño que hizo se iba revirtiendo por cada segundo que fallaba.
Tenía el pánico sobre las nubes. Sabía exactamente cómo Dustox estaba evadiendo y por qué se curaba a esas velocidades tan vertiginosas; pero no veía manera de sacarnos de este aprieto. ¡Robin! ¿¡Dónde está Robin!? ¡No lo veo! ¿Está en el suelo? ¡No, está en el aire, esperando a que me percatara de su posición!
¡Bien! Con todas las evasivas que Dustox/Deoxys hizo, era cuestión de tiempo que pasara a la ofensiva. Si esperaba en el momento justo que empezaba a atacar, podré entonces frenar sus pasos. Esperé a que terminara de bailar; poniendo atención a las distancias que este tomaba. La inclinación de las alas y la velocidad con la que estas se agitaban era clave para predecir cuándo cambiaría de estratagema.
En el momento que retrocedió a unos metros de Bituin en un acelerado retroceso y las alas dibujaron un triángulo isósceles de 45º sobre sus antenas, fue cuando supe que era ahora mi momento de interceder.
—¡Ahora, Robin!
Antes de que empezara otro despliegue de poder descomunal, grité al maltrecho Decidueye que se lanzara. No me hizo falta ni decir qué movimiento; con solo mi señal había puesto a la delantera una de sus patas y se dejó precipitar con otro de sus Golpes Bajos. Me bastaba al menos con que quedara atrapado en sus talones y le pueda dar reposo eterno con una flecha disparada a bocajarro. Muy a pesar de que no quería matar a nada ni a nadie, era la única salida veía. Al contrario que el Umbreon de Omen, este sí podía aprovechar las bonanzas de Luz Lunar al máximo; y siendo un usuario de Danza Aleteo, era un peligro de armas tomar.
Rezaba para que esta maniobra funcionara como quisiera. Esperaba que Robin alcanzara a su objetivo y por fin podamos…
Esto…
¿Esto era una broma de mal gusto? ¿Cómo he podido fallar mi predicción?
Justo a centímetros de alcanzarlo, Dustox… no, Deoxys desplazó su cuerpo hacia un lado a marchas forzadas ordenando que hiciera una innecesaria, pero efectiva Danza Aleteo. El herido talón de Robin volvió a encontrarse con el áspero suelo, inutilizando el pie para cualquier uso; Bituin teniendo que tragarse el fuego que iba a escupir al ver a Robin interponiéndose entre ella y el insecto poseído…
¿Acaso Deoxys leyó mis pensamientos? ¿Acaso también averiguó la condición que se necesitaba para que Golpe Bajo acertara? Incluso yo estaba fuera de mis cabales. Estaba anticipando lo que se nos avecinaba a todos, y no quería pasar por eso…
—No…
Y… sin poder echar ni una flecha; sin poder despegar a tiempo para salir del rango de ataque de Dustox; sin que Bituin pudiera reaccionar, muy a pesar de que todo pasara a cámara lenta ante mí… había ocurrido.
Se supone que tendría que haber oído mis propios alaridos de dolor; los iracundos rugidos de Bituin; los ululares agónicos de Robin. Lo único que llegué a escuchar, sin embargo, fue cómo mis tímpanos estallaron con el ruido que había recibido tan repentinamente. Había podido anticiparme lo suficiente como para taparme las orejas; pero tal el ruido que no sirvió de nada protegerlos. Empecé a notar mis palmas calientes; la diferencia de temperatura entre mis manos y el líquido que salía de ambos oídos dibujando una línea roja por cada una de mis mejillas… y el pitido que precedió después.
Era… más decibelios de lo que el cuerpo podía soportar sin daños. El doble de ello. Fueron solo segundos en los que el Zumbido reverberó en el área de combate; pero tanto el órgano que se encargaba de recibirlos como las articulaciones de todos sufrieron los efectos de este. Era casi como una descarga eléctrica de lo potente que era; paralizante, incluso. Obviamente, Robin no pudo aguantar el peso de esas ondas sonoras, y perdió la consciencia nada más ser azotado por ese mal. Muy a pesar de que tenía que sacar a mi lechuza de ahí tan pronto como pudiera, mis ojos se rehusaban a abrirse; las vibraciones impidiendo que pudiera manejarme como quisiera. Y aún terminado ese infierno sonoro, mis dedos se negaban a moverse.
Aún con la mirada borrosa, podía ver la figura carmesí de Bituin también sufriendo estragos por el ataque de tipo Bicho; pero todavía pudiendo moverse. Había podido vislumbrar cómo enganchaba la caperuza de Robin en una de sus manos mientras evadía bombas invisibles a baja altura del suelo; este fragmentándose más en cráteres alrededor de las fisuras que hizo Swampert con anterioridad. Cuando quise darme cuenta, lo había traído frente a mis pies, sin cuidado de aminorar los daños; mirándome con esos ojos feroces y moviendo las fauces de forma frenética…
—¿¡¿¡!?!? ¿¡!? ¡!
No… tenía forma de saber lo que estaba diciendo. No podía distinguir si estaba enfadada porque me había interpuesto en su ataque o me estaba preguntando si estaba bien con toda la preocupación que podía tener. Tenía los ojos llorosos por ser desconocedora de lo que intentaba decirme, solo teniendo hipótesis que no hacían más que alimentar esa ansiedad.
—¿¡!? ¡¡¡!!! ¡¿¡¿¡!?!?!?! … ¿?
Había sentido el aire siendo aspirado cerca mío; seguido de un resoplido tibio de consternación. Pronto sus fauces dejaron de moverse. Quizá porque el olor a sangre le hizo percatar que estaba privada de oído. Ansiosamente la dragona miraba hacia atrás, intentando calcular cuánto tiempo tenía para rectificar sus brusquedades. Se veía… muy incómoda conmigo.
Así que me dio un par de palmaditas en la cabeza y volvió a lo que mejor sabía hacer; lanzarse sin descanso hacia el objeto que alimentaba su odio. Dejando que salieran ascuas entre sus colmillos, intentaba, esta vez, rajarlo con su naginata; pero otra vez Dustox mostraba la pericia que tenía bajo los hilos de Deoxys. Muchos de los sablazos y zarpazos que lanzaba seguían arañando al aire; esta vez, con el extra de que Dustox ya no se acobardaba a la hora de detener sus avances con Psíquico o Zumbido.
Cualquiera que intentara moverse bajo esa presión, podría encontrarse con esguinces, fracturas; incluso derrames…
Pero Bituin no era una bestia cualquiera. Poseída por sus instintos, y entrenada también a luchar debajo del agua, ella todavía conseguía moverse, usando una fuerza que pocos podían alcanzar. Dibujaba medias crecientes de fuego con el arma, obligando a que Dustox dejara por un momento usar sus artes psíquicas desde las alturas y volviera a evadir, para luego encontrarse a la dragona a uno de sus flancos con la mano en alza lista para aplastarlo. Una y otra vez le evitaba, consiguiendo permanecer ileso en todo momento… sin embargo, la dragona no seguía ninguna norma. Atacaba cuando era su turno de atacar y no daba las pausas que necesitaba para sublevarla. Y aunque cada resistencia sumaba a su fatiga, su ritmo no decaía. Si nadie lograba derrotar al contrario, pronto llegaría el momento por donde uno ralentizaría sus movimientos… y entonces sería cuando uno de los dos reclamaría la victoria. Y obviamente quería que Bituin fuera quien persistiera.
…
No nos engañemos. Era Dustox quien poseía esta ventaja. Era cuestión de tiempo que el cansancio empiece a hacer mella en Bituin. Él era una cáscara vacía liberado de los límites de los seres vivos. Lo suyo sobrepasaba a su condición de Dark; era el dron definitivo para terminar el recorrido de cualquiera, sea de la isla o de la vida misma.
En un momento dado, Dustox se puso a dirección de nadie salvo la de Bituin; sus espaldas solo dando al cielo nocturno. Estaba a la distancia perfecta para lanzar una tormenta psíquica sin ser perturbado por ningún objeto afilado. Era inquietante por qué, a pesar de tener las de ganar en una guerra de resistencia, había optado por preparar una gran ofensiva. Quizá mi asunción anterior estaba completamente errada… o quizá… tal vez…
Se había puesto a punto de tiro. Le había visto las ascuas antes mientras bailaba en ese doloroso tango; pero a diferencia de Dustox, ella sí pudo preparar un ataque fuerte mientras se movía. Algo muy común en dragones, pero que podía ser fatal para un insecto como él.
Fuego.
Un enorme vórtice de fuego rodeó a Dustox antes de que pudiera batir alas; llamas draconianas que no tenían simpatía ni piedad por ningún tipo de materia, que cargaban las ansias de terminar por todas esta lucha. Esas brillantes llamas, de un naranja pálido, habían, por fin, tocado al intocable, atrapándolo en sus crueles artes, erosionándolo bajo un torrente de abrasador calor que pronto lo reduciría en cenizas… y luego, nada. No había mucho que pudiera sobrevivir esa ráfaga; menos nada que fuera orgánico…
Pero ese punto negro no se fundía con esa columna calorífica. No, estaba tardando mucho más de lo normal en desintegrarse. Tenía que ser imposible sobrevivir a esto; aunque fuera un muerto con la piel de acero y la regeneración de un ajolote. Tenía que desvanecerse de este mundo. Tenía que irse a donde ahora pertenecía…
Como si se tratara de una pesadilla; con quemaduras que no avanzaban más que una porción de su blando cuerpo; como si fuera naturalmente ignífugo, el insecto negro salía desde el centro de la vorágine, domando las llamas con sus alas, protegido bajo un campo de fuerza que limitaba las ascuas que le tocaban, refulgiendo ese haz controlador en sus ojos, mirando directamente hacia los ojos atónitos de Bituin…
Ese monstruo…
Era capaz de desatar una hecatombe mayor de la que podía provocar. Si Deoxys lograba resonar con Bituin con su más hondo pasado; si era capaz de eliminar toda inhibición que había conseguido retener; si era capaz de reanimar su odio, aunque sea un poco; si solo intentaba subyugar su psique como las que había tocado, podía…
No. No, no, no, no, no, nononononononononononoNONONONONOONONO NO NO NO NO-
…
—¿Eh?
De repente, el mundo se volvió desaturado alrededor mío. Aún veía a la dragona escupiendo una columna que era ahora completamente blanca por el cambio de tonalidad; la polilla deformando esa raya con su propia envergadura; la sensible pequeña permaneciendo impasible ante toda la violencia que se había desplegado. La única diferencia entre el segundo anterior y este era que no había ninguna moción que avanzara; ninguna energía transmitiéndose por el aire. Parece… que el tiempo se ha…
No, no parece; el tiempo realmente se ha detenido, justo antes de que se desatara otro desastre. Antes de que el mundo sufriera las consecuencias de mi intervención; convenientemente en un punto donde ponía interponerme y salvar el día…
Un privilegio que ciertamente no me merecía.
…
Y aún rechazando este regalo, el tiempo no avanza.
Todavía me dolían todos los tendones de mi cuerpo gracias a ese Zumbido; pero aún así he sido capaz de levantarme. Tomé esa pausa para aprovechar y salvaguardar a Robin en su Pokéball, quien admirablemente aguantó hasta ahora. Espero unos minutos más a ver si esto volvía a su inexorable final… nada.
¿Por qué se ha detenido el tiempo? ¿Realmente era una oportunidad que me brindaba la historia de redimir mi error o era un indicio de que algo había ido terriblemente mal hasta el punto que no se puede ni terminar en un Apocalipsis? ¿Es que he alterado tanto la historia que he llegado a un punto muerto…? No, sigo aquí. Este mundo aún existe, aunque en una estatis que no he causado.
Pero sí es cierto que he cambiado demasiadas cosas como para que esto termine en un final feliz… no me extrañaría que esa fuera la conclusión que últimamente llegaría, considerando cuál fue el punto donde esta historia se dejó de redactar…
“No. Esta historia todavía no ha terminado.”
Y de pronto, una voz familiar; clara y prístina. Mis oídos se habían curado, parecía; o era una voz que no necesitaba el aire para transmitirse. No lo tengo claro.
Lo único cierto que sé es que era la misma que escuché tras ser presa de unas dolencias similares. Estoy deliberando si tendría que ignorar y seguir esperando o al menos intentar conversar con esa voz politonal. Aunque fuera discutiendo, porque tengo mucho que decirles.
—¿Cómo podéis estar tan seguros de eso? En el momento que Deoxys se percate del poder que alberga el monstruo que he traído conmigo, intentará cebarse con ella… lo cual va a desencadenar en un inevitable desastre donde nadie gana nada. Es un Game Over para mí, y un fin del mundo para vosotros… quieran o no.
“Ese momento aún está por ocurrir. El mundo se detuvo porque tú, nosotros, nadie quiere ese final. ¿No te has percatado del poder que albergas en este mundo?”
Soy consciente del poder que tengo, pero elijo ignorarlo en pos del entretenimiento. No es siquiera gracioso que venga “Dios” a arreglar todo de un chasquido.
—¿Quién demonios crees que eres para decirme qué y qué no puedo hacer, anyway? —Y elijo callarme lo anterior porque no me siento muy cómoda revelando esto a un ente diegético—. Si eres una divinidad dentro de esta historia, haz el sendo favor de intervenir y dejar de delegar todo el trabajo a mí.
“Ya lo hicimos. Fue nuestra voluntad, resonando con la tuya, que concedió este momento. En tus manos está evitar esta profecía que tú has escrito.”
—Hazlo tú, no te jode…—Me olvido que es una voz plural y digo con desdén, tentada a acompañar esta contesta con el dedo corazón apuntando al cielo—. Porque esto está por encima de los mortales, y no voy a elevarme más que la pequeña gracieta de ser una privilegiada.
“No podemos actuar sino es por un medio tangible”.
What?
“Nosotros somos la voluntad de los habitantes de Dyá. El Poder Supremo que tú arrebataste para cambiar el transcurso de la historia. Es en ti donde recae esa responsabilidad, pues solo somos los representantes de una conciencia colectiva.”
Bobadas. Solo soy un personaje más en este tinglado. El hecho de que sea protagonista y haya adaptado el fic a las normas de mi tiempo no significa que recaiga a mí el deber de salvar el mundo…
Espera, ¿cómo que yo arrebaté el Poder Supremo? ¿Yo? ¿Una extranjera? ¿Así, sin hacer nada en específico salvo meterme aquí y cambiar algunas cosas? Pero-
“El padre mandó a tres ángeles a salvar el mundo de la destrucción que trae consigo las Batallas Legendarias. Tú portas la esencia de una de la familia real; su hija menor. Te reconocemos como habitante de Dyá y soberana de esta misión…”
Tenéis a la mayor a pocos kilómetros de distancia, quien diligentemente hizo su invocación en Isla Suprema, ¿¡y decidís fiaros de la extraña que invadió vuestra propia jurisdicción, sin permiso expreso de nadie, que encima coló a una amenaza planetaria y dicha amenaza se cargó al 80% DEL ELENCO DE LOS BUENOS HUNDIENDO SU LANCHA MOTORA!?
“Tú deseaste el poder de arreglar las cosas. Has presenciado los últimos momentos de nuestra historia, y has quedado dolida e insatisfecha ante la carencia de conclusión. Es por eso que estás aquí.”
—No lo niego…
“¿Entonces por qué rechazas nuestro regalo?”
—Porque no soy alguien afín a vuestra concepción de perfección y armonía. Si tuviera que elegir mi papel en un panteón, tomaría el del embaucador. ¿No es lo que he estado haciendo todo este tiempo? ¿Embaucar? ¿Transgredir los límites? ¿Jugar con las normas? Inclusive… —Oh, dios, allá voy—… os embauqué a vosotros, haciendo pensar que soy de vuestra estirpe, ¡y de alguien tan alto en vuestra jerarquía, ni más ni menos! ¡Y sois tan IDIOTAS como para brindarme lo que os queda de poder! Francamente, no sé cómo falláis en ver a través de mi fachada, teniendo en frente al objeto de vuestra adoración… aquella que debería de ser el verdadero receptáculo de vuestro poder.
…
Ahora estaba dejando hablar mis emociones por mí. Las bromas estaban fuera de lugar en este momento. El sentimiento de rebeldía ante los dioses era fuerte; la inacción de los protectores de esta Tierra agitando mi temple. Había algo que no me sentaba bien de todo esto. Algo que, solo por desafiar su autoridad, tenía que preguntar a ese colectivo:
—Si tanto queréis a vuestra elegida, ¿por qué no habéis hecho nada para protegerla? ¿Por qué habéis dejado que se repita ese ciclo? Mi existencia se registra desde el día del torneo, ¿cierto? Y si es cierto que estuvisteis conscientes desde el día que llegué… más viendo que ella caería presa de los perpetradores de estas terribles batallas…
“Ella no ha despertado todavía. El héroe ya tuvo su era. Athena, aunque alberga potencial, es de cuerpo frágil y desconoce el mundo. Tú, en cambio… ya tuviste tu despertar, y tienes mayor potencial que cualquiera de los enviados de esta época. Por eso tú recibirás nuestra bendición.”
—Un error garrafal es lo que vais a cometer si me dais tanta carga… —Un desapego a su gente. Una retorcida idea de lo que era salvación. Jóvenes eran como para asumir un papel tan magnánimo. Entiendo que en este universo, las andanzas empezaban a edad muy temprana, pero…
Como persona que ya vivió su niñez, no podía evitar que había algo intrínsecamente retorcido en obligar a jóvenes plantarse ante maquinadores y leyendas personificadas en monstruos. No me importaba si esos niños tenían compañías que podían equipararse a estos o tenían la “protección” de Dyá; me daba igual si además eran proficientes en magia, artes psíquicas o lo que sea. Estas personas todavía tenían años por delante, y estaban empezando a encontrarse con cosas que incluso a algunos adultos le costaban lidiar. El héroe tiene quince años, maldita sea. ¡Imagina cuánto debe de tener la del medio! ¿Doce? Sí, estoy segura que Athena tiene doce…
O tal vez, ellos sabían que era demasiada carga para estos jóvenes. Ergo preferían dar mayores responsabilidades a alguien que pudiera asumirlas. Alguien que fuera… un adulto.
—Por otra parte, son ellas o… yo.
Di un paso al frente. No podía permitir que ignorantes de su propio destino que aún tenían que crecer cargaran con este peso. Si tenía que ofrecerme a ese puesto…
No. Me mantendré fiel a mi declaración anterior. No voy a ser el tributo de nadie. Si tanto quieren darme ese poder, entonces lo usaré; sea para bien o para mal. No planeaba ponerme ningún manto divino, pero aquí estamos: asumiendo que era la elegida de un ente por encima de los mortales de los cuales fingía ser parte.
—No me caéis bien, ángeles de Dyá. Pero tenéis razón en una cosa: no quiero ni el final que he vislumbrado ni la conclusión vacía de la cual he atestiguado. Y dado que no veo ninguna forma factible de cambiar el rumbo con las limitaciones que conlleva ser humana en las circunstancias que se han dado… —digo, mientras me levanto, sin la inseguridad que me caracteriza—… aceptaré ese poder.
“Hágase entonces tu voluntad, trickster. Ve.”
Mis pasos se volvieron decididos; pausados, pero certeros. No registraba daños en mi cuerpo; toda hemorragia interna que tuviera se había cerrado por sí sola. En mis venas corría algo cálido; algo que solo podría describir como energía pura y dura. Siento que me estaban formando protuberancias en la espalda; pero en este estado no sentía ningún tipo de dolor por ese desarrollo tan repentino. La vista se esclarecía hasta el punto que no necesitaba las gafas para ver de lejos; pero eso era una seña que no iba a quitarme ni aunque los cristales amenazaran con cortar mis ojos. Mi cuerpo de humana sedentaria se estaba transformando en algo por encima de lo mortal; algo representado e idolatrado por retablos y cuadros del siglo XIII en adelante como protectores y mensajeros de aquel que todo lo ve.
Entre Dustox y Bituin, yo era la única con el honor de moverme entre esa pausa, impidiendo el primer contacto que haría Deoxys con la delicada cordura de la dragona. Mi mano tapó esos ojos que refulgían ese rojo barroso, no queriendo más que proteger al mundo de las consecuencias de transgredir esta frontera. Se formó un círculo de luz bajo los puntos cardinales de mis dedos, preparando algo que haría estremecer al ser que lo poseía…
—Atrás.
Un vendaval se había levantado bajo mis pies, repeliendo todo aquel que estuviera en mi rango. En el momento que pronuncié palabra, el mundo había vuelto a reanudar su marcha, aceptando el comando que ejecuté y aprobando mi nueva autoridad.
Solo con recibir la onda de luz, Dustox revoloteó alterado; mucho más que cuando intentaba evitar las llamas de Bituin. La dragona, quien todavía mantenía las fauces abiertas de par en par antes de ponerme en frente, solo pudo admirar cómo mi espalda estaba coronada por un halo de alas que hacía sombra a su figura.
—¡Ya era hora!—Empezó entonces a hablar, una vez quitada su sorpresa—: ¡Justo me estaba preguntando cuándo dejarías de hacerte la inútil!
—No sé si te estás haciendo la tsundere o es que realmente te alegras de verme hacer algo por una vez. —Y sí, realmente tenía la duda, porque hace momentos atrás parecía que se preocupó un poco…
—¡Hmpf! ¡Como si te fuera a decirlo!
—Tsundere, entonces. —Ups. Eso no lo quería decir en voz alta.
Claro que… tenía cosas más importantes de las que preocuparme ahora mismo. Con las mismas distancias que había marcado, Deoxys me miraba con intriga a través de los ojos de Dustox. No debían de ser muchos los días en los que un humano se transformaba en algo equiparable a un Pokémon de su calibre; mucho menos dos “humanas” en el mismo día. Oh, sí, sabía lo que estaba pensando. Debió de las semejanzas que tenía con su amo. Debía pensar que sería buena idea quitar ese colectivo de mi cuerpo para poder hackear mi cerebro; quizá por mera curiosidad, quizá para reducirme a otra mera fuente de fuerza….
Pero no me dejaré. Y tampoco creo que la gente de Dyá se lo permitiera, aunque yo quisiera. Es más, su presencia me repulsaba. Me daba tremendo asco cómo me miraba. No le perdonaba todo lo que hizo en esta historia. No le perdonaría ni aunque no distinguiera el bien del mal.
Las pupilas del Dustox volvieron a destellar antes de aletear otra vez. Quería acercarse más; clavarme al suelo con un Psíquico para debilitar mi cuerpo y ver si en mi inconsciencia podía desconectarme de este…
No lo llegó a hacer. Porque tal y como prometí, no le dejé. Antes de que se volviera a abalanzar; antes de que siquiera pueda evadirme, batí mis alas y, con un impulso, acorté distancias y le pegué un puñetazo tan lleno de aura que lo estrelló al suelo. Era tal el puño que tendría que haber imprimido una mancha oscura sobre el suelo…
Solo dejó un cráter con la forma de la polilla enterita en el centro de este. ¿Qué narices…?
—Uuuuh… —Bituin estaba igual de confusa que yo. Vio que le di fuerte. ¡Cachis, incluso diría que, de no haberlo hecho, no habría hecho tantos agujeros ahí!—… ¿no… tendría que estar… espachurrado? —Sí, ¡eso mismo me pregunto yo! ¿¡Por qué no está reventado, gente!?
“No está, en nuestra voluntad, matar una criatura inocente, o merecedora de redención. En eso no te otorgaremos el poder.”
…
—¿En serio?—pregunto en voz alta toda enfadada a las voces de mi cabeza—. Bituin… creo… que vas a tener que acabar tú la faena… jaja… —No me lo puedo creer, esta gente. “Hágase tu voluntad” mis ovarios, ¡si al final va a ser la suya que se va a hacer!
—¡Wooooow! ¡WOOOOOOOW! ¿¡Y para eso haces tanto show!? ¡¿Para que tenga que quemarlo yo igual?! ¡AAAAH, POR FAVOR! —Sin más demora, Bituin vino a donde yacía el bicho y levantaba el arma aún candente como si fuera una estaca—. ¡Aparta, entonces! ¡A ver si te vas a manchar esas alitas de adorno! ¡PAH!
—No hacía falta que me gritaras así…
Aún reculando, e intentando dirigir solo mis frustraciones a esa gente, me situé donde menos restos me llegarían; detrás de sus espalda. Tampoco me habría servido de mucho cubrirme tras sus demoníaca envergadura, pues ella ya empezó a precipitar con fuerza el arma hacia el inconsciente bicho, esperando producir un espectáculo de gore sin igual…
Pero de nuevo, como a esta historia le ENCAAANTA hacer, Dustox de alguna manera se recuperó del shock que causé entre el cuerpo y el suelo y, de un raudo vuelo, hizo que el cráter recibiera el filo de su perdición… provocando que este se volviera más profundo y dejara la lava fluir entre sus grietas.
—¿¡ME ESTÁAAAS JODIENDOOOOOOOOOO!?
La incredulidad de Bituin era tanto de ella como mía. Yo tampoco entendía cómo este podía seguir volando por ahí como si no hubiera hecho nada. Quiero decir, ¡ese puñetazo debió de sacar a Deoxys del cuerpo! ¡NO TENDRÍA QUE MOVERSE! ¡QUERÍA DESHACERME DEL CUERPO PARA NO TUVIERA NINGÚN RECEPTÁCULO, LECHES! ¡¿AHORA ENTENDÉIS POR QUÉ NO QUERÍA QUE SIGUIERA SIENDO UN RESQUICIO DE ORGANISMO ENTERO?!
No, un momento. Esta vez era distinto. No tenía ese brillo rojo en los ojos. Ahora Dustox estaba siendo movido por su propio instinto de supervivencia. ¿Pero entonces no estaba muerto? No, no… estoy segura que su vida terminó cuando Deoxys le reventó el cerebro de tanta presión…
A no ser que el Poder Supremo haya imbuido poder curativo en mi puño y haya restaurado los daños causados por esa posesión porque no querían que el Pokémon de la niña se quedara muerto.
…
Tengo… un montón de paridas que decir al respecto. Demasiadas semejanzas con cierto icono de cierto manga bizarro de cierta parte; muchas blasfemias que decir; comparaciones que pecaban de ser bastante pretenciosas… pero divago. Ahora que Dustox estaba libre de toda atadura, y no tenía entrenadora que comandara sus pasos, se estaba comportando como el animal que era, tanto con los defectos de su biología como los de su naturaleza…
… Aunque… debería hacer algo con su entrenadora también. Derrotar a un Pokémon suyo mientras ella estaba medio inconsciente no era lo que definía yo como un acto deportivo… sí, bueno, vale, ya dejé que se desmadraran las cosas antes con Bituin metiéndose como era en medio del caos, ¡pero…!
…
Mejor lo hago luego.
—¡Bituin, deja de perseguir a la puta polilla y vuelve al banquillo! Creo que ya puedo manejarme yo con este.
—¿¡QUÉ!? —rugió la dragona, un poco ya hasta el hocico de tanto cambio—, ¿¡PERO NO VA A INTENTAR OTRA VEZ…!?
—¿Matarnos a todos? —Controlarnos, mejor dicho, pero bueno—. No, ya no. Este ya no tiene huevos para eso.
—¿Lo castraste? —PffffffffftJJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJA.
—Largo de aquí, anda—ordené con una mano sobre la frente y otra señalando a la piedra por donde se sentaba antes, intentando no reírme con esta contesta tan tonta. Sin darme ni cuenta, Bituin ya volvía a lucir apariencia humana, y se sentó en su sitio; aún resoplando de la forma más infantil que podía.
El pobre insecto estaba confundido con todo lo que estaba pasando. No sabía ni por qué el depredador más formidable del campo estaba desistiendo su caza, ni por qué un humanoide con tres pares de coloridas alas estaba en medio del campo. Ni siquiera sabía si tenía que atacar o no, porque, por supuesto, la línea que definía entre Pokémon y humano era bastante fina en mi caso… al menos desde su perspectiva. No queriendo prolongar más esta tregua, di un buen salto hacia atrás retirándome del área de combate e intenté guardar esas delicadas decoraciones, pues no iba a necesitarlas por el momento.
—¡Sal, Mebd! Siento tener que sacarte otra vez, ¡pero te necesito!
Con su usual brío, y siseando con todo su sádico entusiasmo, ella hizo estallar el haz de su salida en virutas y se apoyó con sus patas delanteras frente a Dustox. Este, obviamente, se estremeció. Tal vez no por el aspecto amenazante que la Salazzle mostraba frente a él; sus antenas podían perfectamente leer sus intenciones a través de sus feromonas. Sabía que no debía permitir sentirse atraído por esa fragancia, menos cuando tenía un tinte de agresividad en sus moléculas.
Estaba tenso. No podía procesar, en ese guisante que tenía por cerebro, que pudiera salir victorioso de esta. No sin la jovial voz que le solía guiar, no con el calor que se estaba emanando del suelo. Estaba en un entorno hostil, con una lagarta que se sentía en su elemento y que tenía tantas ganas de cazarlo como él de huir. Tan acobardado estaba que se quedó paralizado, deliberando si debía volar hacia la luna para vivir un día más o cometer un acto suicida por tal de seguir teniendo la aprobación de su entrenadora.
Pero Medb no dudó. Llevada por su afán de consumir, ella reptó hacia él con una Maquinación en acción. Un acto precipitado que podía causar que Dustox también lo hiciera, y no de una manera que me beneficiara.
—¡Frena, Mebd! ¡Va a atacar!
Nada más oírme, detuvo su paso en el segundo uno antes de que el Psíquico que lanzó ese insecto a la desesperada la alcanzara, refugiándose de esa presión en una barrera de su creación. Esperaba ver cómo el suelo se rompía alrededor de esa cúpula; quizá sepultándose un poco los bordes, pero… no había visto nada de eso. No era precisamente la potencia que esperaba que se desplegara después de haber pasado por Zumbidos que podían dejar despojar a uno el uso del oído de por vida y Psíquicos que podían bien confundirse con un aumento de gravedad.
Es entonces cuando entendí que, no solo cometí el milagro (o herejía, según como se mire) de revivir a un muerto, sino que había quitado todo dopaje que había hecho en el proceso. El quedarse quieto al vigilar a Mebd tampoco le había ayudado en nada; menos cuando se limitaba a ver esa cúpula deshacerse con la reptil todavía intacta…
Apostaba la calderilla de mi cartera a que estaba haciendo una mueca muy impropia de un ser divino en mi cara. Dustox no podía procesar más que el hecho de que el Psíquico no llegó a tocar a ese reptil. Aunque quisiera ir tomando velocidades con Danza Aleteo para escapar de la certeza de su derrota, ya era demasiado tarde para evitarlo.
—Ya está, ya lo tenemos en el bote, ¡LANZALLAMAS!
El llameante aliento había emergido de las fauces de Mebd tras mi señal. Dustox intentó reaccionar a tiempo para evitar ser tocado por el fuego; pero su ala derecha fue engullido por el fuego, seguido del resto de su cuerpo con una rápido giro de su cabeza. Esta vez no había necesitado ni abusar de Tóxico. Unas corrientes a alta temperatura me habían bastado para reclamar una victoria más o menos limpia.
Cuando el torbellino de fuego cesó, Dustox cayó completamente ennegrecido, incapaz siquiera de reunir fuerzas para curarse a la luz de la luna. Todavía movía las patas y chirriaba del dolor, pero era obvio que no podía luchar más. Había caído completamente rendido.
Suspiré. Había ido por los pelos, pero, de nuevo, salimos venciendo. Aunque esta vez, esta victoria no se sintió tan plena. Más bien se sintió como un giro dramático que nos recordó lo cerca que acechaba la muerte y desesperación. Debía dar gracias a ese Poder Supremo el habilitarme ese cambio de tornas; pero otra vez, sentía que había hecho trampa. Aunque otra vez, el otro bando tampoco tenía remilgos en abusar de sus privilegios.
Pronto, el haz rojo se llevó al Pokémon que acababa de caer. La mano de aquella joven solo se limitaba a sujetar la bola y guardarla de nuevo en la cintura. No había ni un halago. Ni un ápice de entusiasmo. Solo ocultaba esos ojos despojados de vida bajo el flequillo, limitándose a cumplir las órdenes que recibía: vence; mata; destruye.
Toda la voluntad que ella tenía y toda la alegría que le traía luchar había desaparecido de su semblante. El único movimiento que podía hacer con sus brazos era el de lanzar la Pokéball que contenía su último Pokémon, quien levantaba la flor de su espalda con parsimonia; igual de apático que su dueña.
Desgraciados.
Mis dedos se apretaron entre sí, intentando contener mi frustración. Sabía que estaba ahí; en alguna parte, aún gritando por salir. Quería luchar como una niña normal. Estaba deseando que volvieran los días por donde su única preocupación era subir podios; donde conocía gente a través de su pasión y jugaba mientras enriquecía su vida con experiencias bucólicas de aventura. Quería despertar de esa pesadilla de la cual estaba presa; dejar de desear por tiempos mejores y detener el desastre junto a los héroes que ya no estaban, solo por tal de continuar ese sueño imposible…
Imposible, porque ella había llegado con una misión. Un propósito. Uno que, por desgracia, no le garantizaba su permanencia en este mundo tras su cumplimiento. Cruel era aquel que proclamaba la destrucción de las cosas, y crueles eran quienes portaban la salvación. Yo solo era una observadora hecha arbitro; una tejedora de destinos que se quedó enredada en ellos. Así pues, no me quedaba más que cumplir lo que me estaban pidiendo: sacarla de esa tortura; recordar a lo que había venido.
Quería hacerlo con meras palabras y ahorrar mostrar el halo de divinidad el cual se me había otorgado. Pero la voluntad de Dyá tenía que hacerse visible otra vez justo en ese momento. Signo de que tenía su aprobación para proceder.
—Sara. ¿Me oyes?
Ah… ese nombre corría por mi lengua de una forma que no me auguraba ninguna seguridad. Se sentía raro que saliera de mi voz, aunque fuera solo una secuencia de vocablos que formaban un sustantivo propio usado para denominar a tantas otras. Pero ajena a las sensaciones que me provocaba pronunciarlo, había suscitado una reacción de su apagada cara. Sorpresa por saber cómo se llamaba, tal vez; miedo por saber demasiado. O tal vez calma, porque en el fondo reconocía la calidez que emitían las plumas de mis espaldas.
Me estaban diciendo cómo lo tenía que hacer. Tenía que empezar por hacerle recordar a los padres que habían cuidado de ella en su precipitada llegada; luego la ciudad de la que ella venía…
Pero yo no quería que todo fuera tan rápido. Solo quería que disfrutara del momento como lo hizo antes. Era un privilegio que tenía y que quería que aprovechara al máximo. Me importaba poco si el resultado de este enfrentamiento derivara en nuestra perdición o nuestro perdón. Al fin y al cabo, solo nos esperaba más y más conflicto, hasta que lográramos cambiar el transcurso para mejor o por el contrario terminara a peor…
Teniendo claras mis ideas, procedo a pensar cómo expresar esa buena voluntad y sacarla de esa prisión. La llave de las puertas de ese confín no debía recordar lo pequeña que era ante esos monstruos ni lo magnánimas que eran las expectativas que tenía por cumplir. Quería quitar esa asociación de combate con responsabilidad y que fuera la niña que es, solo para que pudiera tener un momento libre de penas y dolores.
—Sé por lo que has pasado en estos días. Sé incluso cosas que tal vez ahora ignoras. Pero aquí y ahora decreto, y por las anteriores palabras horno, ¡que ni el pasado ni el futuro van a arruinar los buenos momentos de este presente!
En acorde con la autoridad de mis palabras, mis alas se ensanchan. Mi mano actúa con independencia, extendiendo una onda lumínica que inunda la tierra y hace resonar el cielo con la campanada que provoca mi anuncio. Las auroras que estaban destinadas a aparecer horas atrás de esta historia hicieron ahora su acto de presencia. Sin desatar tanto la materia, había formado un espectáculo de luz que llenaba el campo de batalla, cautivando el alma atrapada en la herida psique de la pequeña; disipando las sombras que ocultaban la salida de su prisión; reanimando toda emoción que quedara reclusa en las profundidades de ese abismo; devolviendo paulatinamente el color a los corruptos que asentaban su lugar en el campo de batalla.
—Qué bonito… —Lo primero que recobró aquella infante fue el asombro. Ella tenía una apreciación por esos juegos cromáticos; lo sabía tan bien como yo me conocía. Luego, su cabeza zarandeó, recordando la trepidación que sentía cuando se encontraba en una situación difícil; el deseo de sobrepasar la adversidad para regir por encima de esta—. ¡Aaah! ¿¡Qué estoy haciendo!? ¡Venusaur, usa Terremoto!
—¡Corre todo lo que puedas, Mebd!
El animal vetusto que permanecía en largo letargo reaccionó a su voz. Con una tranquilidad impropia de un luchador, este levantó sus patas delanteras para provocar otro seísmo encima de esta llameante montaña, lo cual hizo que la tierra volviera a herirse. Permanecer bajo Protección en un ataque de tal rango a tan prolongado rato solo iba a hacer que tarde o temprano le atizara con toda su fuerza. Así que la única solución que había para no caer de esa forma tan patética era alentar a mi querida Salazzle que no se dejara intimidar por los temblores y evitara encontrarse en medio de las grietas. Por cada apertura que notaba formarse, ella saltaba por un tramo de tierra menos dibujado; por algún montículo que ya se había levantado. Rápida fue la carrera hasta Venusaur, que finalizó con Mebd tomando altura con un último salto y preparando uno de sus Lanzallamas de la victoria.
Y ella sonreía. Por un momento no supe por qué; tal vez porque estaba viendo por fin una liberación de esta prisión. Mas me di cuenta, tras fijarme en mi oponente, que el pistilo de aquella flor brillaba con la luz de la luna. Ella predijo que no podría atacar en ese momento, hiciera lo que hiciera. Si el Terremoto no me tumbaba, entonces ella no iba a dejar que Mebd tocara a su Pokémon inicial.
—¡Rayo Solar!
Sin más, el Venusaur había disparado a Mebd con un fino rayo lumínico que la lanzó hasta regresarla al suelo. No fue el golpe en sí lo que le dolió más; pues al fin y al cabo, ese ataque requería más calor que la luna podía dar, y era uno de los pocos movimientos que Mebd podía resistir sin ningún problema. Era la caída lo que le repercutió. Un golpe así, empujado por un rayo lumínico, a unos 10 metros de altura en un suelo resquebrajado tenía que provocar de por sí una raspada importante. Y una contusión que para ella tenía que sentirse hasta los huesos.
—¡¿Puedes seguir, Mebd?! —Siendo consciente del daño que le debió causar esto, pregunté consternada por su posición. El reptil, en respuesta, se levantó, con la línea de su cola flameando con furia mientras siseaba—. Bien, ¡persiste! ¡Usa todas tus artimañas!
De nuevo, ella intentó acercarse a Venusaur con el hocico expulsando ascuas con su prominente velocidad, sin tantas dificultades ahora que la tierra se había tranquilizado. Esta vez, se estaba asegurando de cargar como era debido; preparar algo que por seguro lo dejaría herido.
—¡Cúbrete!
Y de nuevo, la pequeña estaba haciendo gala de su ingenio. En vez de entorpecer y tratar que Mebd cayera ahí donde pisara, Venusaur se limitó a levantar la tierra que tenía por delante, bloqueando, sin tener que hacer uso de un Protección, el Lanzallamas que iba a abrasarlo.
Pero… ante esto me pregunto, ¿no se está olvidando de algo? ¿Alguna artimaña que pudiera utilizar, quizá?
—¡Continúa calentando la roca, Mebd!
—¿Qué demonios? ¡¿Estás tonta?! —En efecto. No se percató de lo que pretendía. La roca que calentaba Mebd sin freno se estaba volviendo incandescente. A medida que se volvía más y más naranja, la tierra se iba a volver más y más frágil. Solo cuando el frontal de ese muro empezó a adquirir el color de la lava, se dió cuenta de que algo estaba tramando—¡Diablos Venusaur, vuelve a usar Terremoto!
—¡Y UN CARAJO! ¡ATÍZALO!
Y después, antes de que Venusaur volviera a provocar otro temblor, la cola de Mebd había azotado con fuerza la barrera, dejando atónito al dino y a su entrenadora, creando en el proceso proyectiles ardientes que le azotarían en todo el vientre. Combinado con el Tóxico que previamente había impregnado su cola, creó un vapor que penetró por los poros de las patas traseras de Venusaur. Era un escozor que aquella rana prehistórica descartó como una mera molestia, pero con ello ya había envenenado al batracio.
Pero eso no era lo único que quería que ocurriera. Mi intención, aparte de causar daño por contacto, era hacer que cayera de espaldas. Mas parecía que había subestimado la firmeza y la resiliencia del Pokémon Semilla.
—Maravilloso…—musitó la pequeña para sí, no cabiendo de su asombro—… pero… no me has podido detener…
—Uh-oh—dejé escapar. No me gustaba nada por dónde estaban yendo los tiros.
—¡VENUSAUR, AHORA!
—SHIT! PROTECCIÓN, ¡PROTECCIÓN!
No hubo tiempo. A la mínima que Venusaur pisoteó la tierra, los resquicios de sus defensas convertidas en mi ofensiva volvieron a ponerse en mi contra. Lo que no había cortado había atizado a Mebd con toda su contundencia, seguidamente de las grietas que, sin más remedio, la dejaron sin ninguna vía de escape.
—¡NOOOOOO, MEEEEEEEEBD!
Su delgado cuerpo no pudo resistirlo. La furia de la tierra le había dado de lleno, y ella, por mucho que intentara sobrepasar su fragilidad, no podía volver a erguise. Aún con Venusaur supurando por el veneno, y con las marcas de la piedra haciendo mella en su delicada piel, era él quien seguía de pie… dejando así claro quién era el vencedor de este combate.
Intentando evitar los brotes de lava mientras intentaba recoger con mis enclenques brazos (bueno, al menos ahora tenía fuerza) a aquella quien más me había brindado victorias; aquella que hizo la hazaña de derrotar todo el equipo de un campeón para caer ante un Venusaur bien entrenado.
—Ah, mi pobre Salazzle…—suspiré, apenada por el resultado en el que desembocó todo ese esfuerzo que hicimos por ganar—…te han dado bien duro, ¿eh? —Me estaba mirando con una cara de pena que me daba lástima hasta a mí. Como si dijera que había sido un fallo de Pokémon—. ¡No, no me mires con esa cara, por dios! Lo hiciste bien. ¡Muy bien, de hecho! Has hecho lo mejor que has podido. Aguantaste como una campeona, ¡joder! ¡Hiciste hasta cosas que uno no haría, aaaaaa!
Mierda. Tenía que abrazarla. Lo siento si he movido algún hueso roto con ese gesto, ¡pero no podía resistir ese impulso! Mira, ¡hasta las alas me acompañaban en ello!
Era una lástima que esto no fuera la típica escena por donde cierto protagonista perdía una liga más, o hubiera dado el paso a un final agridulce. Aunque, muy a pesar del negativo resultado que habíamos obtenido, lo cierto es que había algo, entre mis objetivos, que sí había conseguido.
El Venusaur de la chica se había desplomado al suelo cansado de tanto luchar; quizá para reposar después de este duro enfrentamiento. Todavía veía un enfermizo tono oscurecido; pero empezaba a vislumbrar, por las luces que ya se habían atenuado, que había recuperado parte del turquesa con el que se caracterizaba su especie. Y en cuanto a la pequeña que lo comandaba…
Ni rastro de rojo. Volvía a tener ese brillo que tanto le caracterizaba. Aquella chica parecía haber recobrado su personalidad, estando libre de sus ataduras de una vez por todas. Igual que el compañero que siempre tuvo, se lucía bastante exhausta, habiendo librado antes su propia batalla por días desde que pilló el avión hacia Hoenn.
—Ga…né… —Ella volvió a caer de rodillas, sin dar crédito a lo que había hecho. Por primera vez, había tomado plena consciencia de sus alrededores, sin poder ubicarse cómo había llegado hasta ahí—… ¿Qué… qué estoy haciendo aquí…? ¿Y qué son estas ropas? Son geniales…
Huh. ¿Qué te parece? Le he puesto tan en las cuerdas y le he dado tan buen espectáculo que ella misma salió del trance. Bueno, me he ayudado del Poder Supremo para que ella fuera capaz de salir poniendo su empeño, pero aún así…
—¿Ah? ¡¿Se acabó?! —exclamó Bituin desde su asiento, percatándose de la ausencia de acción que había ahora.
—¡Sí! —contesté sin más, dando a Mebd el reposo que necesitaba guardándola en su Pokéball.
—¡¿Así sin más?!
—Yep. He perdido, Bituin—dije cerrando los ojos, rogando por dios que no me reprocharan.
—¿¡QUÉEEEE!? —exclamó, no cabiendo de su decepción—. ¡¿Después de todo lo que hemos hecho, ese power-up y TODAS estas cosas geniales que has dicho?! ¡Vaya pedazo de MANCA!—gritó a los cuatro vientos, como si se tuviera que enterar el que estaba ahí encima…
—¡Aaaah, Bi-tuiiiiin!—Y contesté, canturreando—. ¿No recuerdas que mi rival es demasiado buena? ¡Anda que si hubiera conservado a Aristóteles y Gionna, hubiera podido yo sola!
—Ya… claaarooo… seguuuro… —Estaba rodando los ojos, sin creer que fuera posible. Pero realmente estoy segura de que habría podido… o, bueno, si no hubiera creído que sería capaz de derrotar a un Skarmory con un Venomoth, en todo caso.
—¡Ey! ¿Estáis bien? No he hecho daño a nadie, ¿ver…? —Y ahí venía la pequeña que habitaba en esta platea, bajando de su puesto por cuenta propia—. Eh… tú… yo te vi en aquel sueño…
Ah… Ahora que tenía todos sus sentidos puestos y el acceso a su memoria recuperada, podía incluso reconocer patrones que vio en sueños. La voz que dijo que esperara y anhelara estaba siendo reconocida ahora; a través de mis cuerdas vocales; callando la suya propia. Parece mentira que en ese estado de letargo psíquico haya sido capaz de retener mi cara en su memoria. Aunque lo que hice ahí no fue para menos, por mucho que diga yo que no fue nada.
—¿Hm? ¿En qué sueño? ¿Seguro no estás soñando despierta ahora mismo?—Me hice la tonta, ladeando la cabeza toda dubitativa. Bituin me miraba como si sospechara que estaba ocultando algo que he robado; cuando en realidad solo me estaba haciendo la misteriosa.
—En… en ese sueño… tú viniste y me dijiste algo raro mientras estaba ahí atrapada… me diste fuerzas para aguantar esa tortura. Gracias.
—Uh… ¿de… nada… imagino…?—Yo pensaba que iba a decir algo de más… sustancia. No sé, alguna apertura para que pudiera revelar alguna info…
—Tú sabes muchas cosas, ¿verdad? Tienes respuestas que no podría encontrar por mí misma… cosas del pasado y también del futuro… eso dijiste, ¿no?
Anda. Se acordó. Solo han pasado 437 palabras desde que ella se liberó del trance por completo y esa niña ya me daba miedo de lo mucho que retenía. En todo caso, tampoco podía evitar sus preguntas. Era mi deber responderlas, al fin y al cabo.
—No andas equivocada—contesto con grandilocuencia—. Soy una especie de maga, al fin y al cabo.
—Entonces… ¿puedes contestarme a una pregunta?
—Claro, dime.
Pausa dramática. Ella miraba al suelo como si fuera una pregunta equiparable a “de dónde salen los niños” o “por qué el cielo es azul”. Pero sé que el tormento que vivía con esa pregunta sin respuesta era mayor a cualquier inquietud del mundo adulto. Los vientos levantaba con gentileza el polvo de la destrucción que su Venusaur había causado. La pequeña respiró hondo y se armó de valor, solo un poco, para preguntarme esta simple pero complicada cuestión:
—Yo… ¿quién soy yo?

Preveía ponerme a full con el capítulo mientras estaba en el transporte público (que por cierto, ¿recuerdan que dije que tuve que reescribir casi todo el capítulo anterior? Jaja... bueno...), transcribir los borradores en los días que menos tiempo estuviera fuera y repetir el proceso hasta que terminara el capítulo... teniendo fecha de finalización prevista para el jueves, que era el único día por donde estaba libre de compromiso...
But life said "fuck you and your foolish fanfic NO BREAK FOR YA!

Ok, enough ranting. ¡Voy a poner el capítulo para vuestro deleite! Ah, igual debería de revisarlo un poquito, pero... yep, si veo algo a posteriori ya editaré el capítulo luego, que ahora se me ha hecho un poco tarde jejejej... je...

Cheerio!

-X-
Los pétalos todavía estaban esparcidos por toda la arena. Habían pasado minutos desde ese intenso griterío. El silencio acabó por reinar en el campo, no sabiendo si la pequeña había sucumbido completamente, o si me estaban analizando con todo el escrutinio. Tenía a Beile y a Bituin con la guardia alta, atentos a cualquier movimiento; cualquier convulsión, cualquier movimiento raro. No pensaba, sin embargo, que se podía mover de forma más rara que ahora. Aún usaba sus alas, cómo no; pero entre esos aleteos había un temblor completo de su cuerpo, como si estuviera siendo presa de un error del sistema. El rostro de ese Dustox estaba desprovisto de cualquier vida salvo el fulgor de sus pupilas, por donde podía ver claramente otro ente ajeno a ese cuerpo… y a este planeta.
Unos ojos que, francamente, me ponían nerviosa al estar tan fijos en mí. Estaba claro que la proyección astral (?) que había hecho antes había captado su atención. Y ahora estaba interesado en mi persona. No sé si a nivel intelectual o utilitario.
—¿Qué, capullo? —No pude evitar decir, incómoda ante su inquisitiva mirada —. ¿Vas a moverte o qué?
—Mira quién anda provocando ahora…
—¡Cállate, Bituin! —Y salto completamente a la defensiva, con todo el vello erizado.
—¡Y tú cálmate, hostia!—respondió de vuelta—. Jo-der, a ver si me vas a sacar las escamas con estos nervios. Ugh.
Vale. Está bien. Estoy demasiado acelerada. Muy en pánico. Inspira… pausa… expira. Inspira… pausa… más despacio…
El oponente es… un Dustox. Es un Pokémon que lo capturas un temprano, te sirve un momento y luego lo dejas en el PC porque pobre criatura no da abasto. Sí… daba igual quién lo estaba manejando. Seguía siendo un Dustox, después de todo. No debía temer al Dustox. Tenía que temer al que maneja-mejor ignoro al Deoxys en la habitación por momentos, no quiero saber que está ahí. No quiero saber que me ha visto… inhala, hija, inhala…
—Robin, a las alas.
Primer paso: dejarlo inmóvil. Las alas de las polillas son frágiles. Debía de bastar una flecha lanzada con fuerza para atravesar esas escamas. Mi Decidueye, entendiendo mi petición, lanzó una por ala. Hizo que retrocediera de nosotros y lo acercara más al suelo, dejándolo prácticamente inmóvil. Viendo lo fácil que atinó, creí que iba a ser una ronda muy corta. Un combate fácil donde nadie iba a tener que intervenir ni asistir…
Un pensamiento ilusorio, es lo que era. A la cuarta flecha, los aros de las alas de Dustox se iluminaron de blanco, y los agujeros que Robin había hecho se habían cerrado con una nueva hilera de escamas. No llegó ni a tocar el suelo.
—Más flechas.
Volvió a disparar. Esta vez dos por cada. Mismo resultado. Tres, cuatro, cinco; no importaba la cantidad, este bicho nos estaba vacilando de lo rápido que se regeneraba.
—¡Más rápido!
Robin sentía también rabia al ver que no estaba consiguiendo nada. Estaba disparando una gran salva de Puntadas Sombrías, suficientes para hacer de sus alas simples jirones y convertir todo su cuerpo en pasta alimentaria… pero muy a pesar de ese ametrallamiento, se estaba desmoronando demasiado despacio como para estar segura de que caería…
Y de repente, un destello rojo. Las flechas que entraron a su alcance se detuvieron al tiempo que los aros cambiaron de color. Justo cuando pensaba que estábamos haciendo avances en nuestra ofensiva, Dustox tomó posesión de nuestros proyectiles y encaró sus puntas una por una hacia nosotros. Yo me quedé paralizada, viendo cómo mi mejor baza era puesta en nuestra contra con un simple manejo de telequinesis, no pudiendo sacar ninguna reacción de mi cuerpo; ni una mera orden de evasión salía de mi boca viendo como todo lo que hacía iba cayendo en saco roto…
Y entonces, empezó a llover. Un batir de alas, y todas las flechas empezaron a dispersarse al frente, puntas dirigidas hacia nosotros con la misma velocidad con las que Robin las disparó. Explosiones se escucharon a mis cercanías, solo pudiendo ver el desgastado manto de Bituin delante de esta salva, portando un objeto con forma de hoja que rápidamente se iba fragmentando con el impacto de estas. La tormenta de Puntadas Sombrías había pasado, y yo todavía me veía ilesa. Beile, en cambio… no podía decir lo mismo.
Se había enrollado de forma que solo quedaba expuesto el armazón de armadillo que tenía en la espalda, lo cual le había protegido de una muerte segura. Dichas placas, sin embargo, quedaron hendidas por las explosiones; algunas incluso habían abierto alguna que otra herida en lo más profundo de estos cráteres. Y seguro la onda de choque habría alcanzado a afectar la espina dorsal… no pintaba bien para el can acorazado, desde luego.
—¡BEILE! —gritó Bituin nada más ver al Bori espachurrado al suelo, con riachuelos sangrientos saliendo de su cuerpo. De enseguida, tiró los trozos del escudo que había empleado y fue a meterlo otra vez a su Pokéball—. Maldito seas… que me rompas un Escudo de Illusen es una cosa, ¿pero, herir así a alguien de mi familia? Ooooh, eso no tiene perdón NINGUNO.
Mierda. Y encima se me cabrea Bituin, ¡que vale, quería su asistencia, pero no-no que se transformara ahí mismo y se lanzara con las garras preparadas para cortar! Se me lanzó con toda la ira animal que tenía contenida; sus garras de obsidiana rojas por el calor. Uno de esos zarpazos le habían dado de lleno, dejando quemaduras que un Dustox normal no podría aguantar… un normal que no era.
Fue el primer y último asalto que atinó en el blanco. Una vez que la polilla probó lo perjudicial que era recibir la furia de sus uñas, ese cuerpo controlado a remoto empezó a vacilar alrededor, cada vez con más frenesí; con un paso errático, pero calculado. Cegada por ese sentimiento de venganza, Bituin intentó rebanar esas carnes sin variar mucho la dirección de sus ataques más que la que veía en ese momento, mientras el único daño que hizo se iba revirtiendo por cada segundo que fallaba.
Tenía el pánico sobre las nubes. Sabía exactamente cómo Dustox estaba evadiendo y por qué se curaba a esas velocidades tan vertiginosas; pero no veía manera de sacarnos de este aprieto. ¡Robin! ¿¡Dónde está Robin!? ¡No lo veo! ¿Está en el suelo? ¡No, está en el aire, esperando a que me percatara de su posición!
¡Bien! Con todas las evasivas que Dustox/Deoxys hizo, era cuestión de tiempo que pasara a la ofensiva. Si esperaba en el momento justo que empezaba a atacar, podré entonces frenar sus pasos. Esperé a que terminara de bailar; poniendo atención a las distancias que este tomaba. La inclinación de las alas y la velocidad con la que estas se agitaban era clave para predecir cuándo cambiaría de estratagema.
En el momento que retrocedió a unos metros de Bituin en un acelerado retroceso y las alas dibujaron un triángulo isósceles de 45º sobre sus antenas, fue cuando supe que era ahora mi momento de interceder.
—¡Ahora, Robin!
Antes de que empezara otro despliegue de poder descomunal, grité al maltrecho Decidueye que se lanzara. No me hizo falta ni decir qué movimiento; con solo mi señal había puesto a la delantera una de sus patas y se dejó precipitar con otro de sus Golpes Bajos. Me bastaba al menos con que quedara atrapado en sus talones y le pueda dar reposo eterno con una flecha disparada a bocajarro. Muy a pesar de que no quería matar a nada ni a nadie, era la única salida veía. Al contrario que el Umbreon de Omen, este sí podía aprovechar las bonanzas de Luz Lunar al máximo; y siendo un usuario de Danza Aleteo, era un peligro de armas tomar.
Rezaba para que esta maniobra funcionara como quisiera. Esperaba que Robin alcanzara a su objetivo y por fin podamos…
Esto…
¿Esto era una broma de mal gusto? ¿Cómo he podido fallar mi predicción?
Justo a centímetros de alcanzarlo, Dustox… no, Deoxys desplazó su cuerpo hacia un lado a marchas forzadas ordenando que hiciera una innecesaria, pero efectiva Danza Aleteo. El herido talón de Robin volvió a encontrarse con el áspero suelo, inutilizando el pie para cualquier uso; Bituin teniendo que tragarse el fuego que iba a escupir al ver a Robin interponiéndose entre ella y el insecto poseído…
¿Acaso Deoxys leyó mis pensamientos? ¿Acaso también averiguó la condición que se necesitaba para que Golpe Bajo acertara? Incluso yo estaba fuera de mis cabales. Estaba anticipando lo que se nos avecinaba a todos, y no quería pasar por eso…
—No…
Y… sin poder echar ni una flecha; sin poder despegar a tiempo para salir del rango de ataque de Dustox; sin que Bituin pudiera reaccionar, muy a pesar de que todo pasara a cámara lenta ante mí… había ocurrido.
Se supone que tendría que haber oído mis propios alaridos de dolor; los iracundos rugidos de Bituin; los ululares agónicos de Robin. Lo único que llegué a escuchar, sin embargo, fue cómo mis tímpanos estallaron con el ruido que había recibido tan repentinamente. Había podido anticiparme lo suficiente como para taparme las orejas; pero tal el ruido que no sirvió de nada protegerlos. Empecé a notar mis palmas calientes; la diferencia de temperatura entre mis manos y el líquido que salía de ambos oídos dibujando una línea roja por cada una de mis mejillas… y el pitido que precedió después.
Era… más decibelios de lo que el cuerpo podía soportar sin daños. El doble de ello. Fueron solo segundos en los que el Zumbido reverberó en el área de combate; pero tanto el órgano que se encargaba de recibirlos como las articulaciones de todos sufrieron los efectos de este. Era casi como una descarga eléctrica de lo potente que era; paralizante, incluso. Obviamente, Robin no pudo aguantar el peso de esas ondas sonoras, y perdió la consciencia nada más ser azotado por ese mal. Muy a pesar de que tenía que sacar a mi lechuza de ahí tan pronto como pudiera, mis ojos se rehusaban a abrirse; las vibraciones impidiendo que pudiera manejarme como quisiera. Y aún terminado ese infierno sonoro, mis dedos se negaban a moverse.
Aún con la mirada borrosa, podía ver la figura carmesí de Bituin también sufriendo estragos por el ataque de tipo Bicho; pero todavía pudiendo moverse. Había podido vislumbrar cómo enganchaba la caperuza de Robin en una de sus manos mientras evadía bombas invisibles a baja altura del suelo; este fragmentándose más en cráteres alrededor de las fisuras que hizo Swampert con anterioridad. Cuando quise darme cuenta, lo había traído frente a mis pies, sin cuidado de aminorar los daños; mirándome con esos ojos feroces y moviendo las fauces de forma frenética…
—¿¡¿¡!?!? ¿¡!? ¡!
No… tenía forma de saber lo que estaba diciendo. No podía distinguir si estaba enfadada porque me había interpuesto en su ataque o me estaba preguntando si estaba bien con toda la preocupación que podía tener. Tenía los ojos llorosos por ser desconocedora de lo que intentaba decirme, solo teniendo hipótesis que no hacían más que alimentar esa ansiedad.
—¿¡!? ¡¡¡!!! ¡¿¡¿¡!?!?!?! … ¿?
Había sentido el aire siendo aspirado cerca mío; seguido de un resoplido tibio de consternación. Pronto sus fauces dejaron de moverse. Quizá porque el olor a sangre le hizo percatar que estaba privada de oído. Ansiosamente la dragona miraba hacia atrás, intentando calcular cuánto tiempo tenía para rectificar sus brusquedades. Se veía… muy incómoda conmigo.
Así que me dio un par de palmaditas en la cabeza y volvió a lo que mejor sabía hacer; lanzarse sin descanso hacia el objeto que alimentaba su odio. Dejando que salieran ascuas entre sus colmillos, intentaba, esta vez, rajarlo con su naginata; pero otra vez Dustox mostraba la pericia que tenía bajo los hilos de Deoxys. Muchos de los sablazos y zarpazos que lanzaba seguían arañando al aire; esta vez, con el extra de que Dustox ya no se acobardaba a la hora de detener sus avances con Psíquico o Zumbido.
Cualquiera que intentara moverse bajo esa presión, podría encontrarse con esguinces, fracturas; incluso derrames…
Pero Bituin no era una bestia cualquiera. Poseída por sus instintos, y entrenada también a luchar debajo del agua, ella todavía conseguía moverse, usando una fuerza que pocos podían alcanzar. Dibujaba medias crecientes de fuego con el arma, obligando a que Dustox dejara por un momento usar sus artes psíquicas desde las alturas y volviera a evadir, para luego encontrarse a la dragona a uno de sus flancos con la mano en alza lista para aplastarlo. Una y otra vez le evitaba, consiguiendo permanecer ileso en todo momento… sin embargo, la dragona no seguía ninguna norma. Atacaba cuando era su turno de atacar y no daba las pausas que necesitaba para sublevarla. Y aunque cada resistencia sumaba a su fatiga, su ritmo no decaía. Si nadie lograba derrotar al contrario, pronto llegaría el momento por donde uno ralentizaría sus movimientos… y entonces sería cuando uno de los dos reclamaría la victoria. Y obviamente quería que Bituin fuera quien persistiera.
…
No nos engañemos. Era Dustox quien poseía esta ventaja. Era cuestión de tiempo que el cansancio empiece a hacer mella en Bituin. Él era una cáscara vacía liberado de los límites de los seres vivos. Lo suyo sobrepasaba a su condición de Dark; era el dron definitivo para terminar el recorrido de cualquiera, sea de la isla o de la vida misma.
En un momento dado, Dustox se puso a dirección de nadie salvo la de Bituin; sus espaldas solo dando al cielo nocturno. Estaba a la distancia perfecta para lanzar una tormenta psíquica sin ser perturbado por ningún objeto afilado. Era inquietante por qué, a pesar de tener las de ganar en una guerra de resistencia, había optado por preparar una gran ofensiva. Quizá mi asunción anterior estaba completamente errada… o quizá… tal vez…
Se había puesto a punto de tiro. Le había visto las ascuas antes mientras bailaba en ese doloroso tango; pero a diferencia de Dustox, ella sí pudo preparar un ataque fuerte mientras se movía. Algo muy común en dragones, pero que podía ser fatal para un insecto como él.
Fuego.
Un enorme vórtice de fuego rodeó a Dustox antes de que pudiera batir alas; llamas draconianas que no tenían simpatía ni piedad por ningún tipo de materia, que cargaban las ansias de terminar por todas esta lucha. Esas brillantes llamas, de un naranja pálido, habían, por fin, tocado al intocable, atrapándolo en sus crueles artes, erosionándolo bajo un torrente de abrasador calor que pronto lo reduciría en cenizas… y luego, nada. No había mucho que pudiera sobrevivir esa ráfaga; menos nada que fuera orgánico…
Pero ese punto negro no se fundía con esa columna calorífica. No, estaba tardando mucho más de lo normal en desintegrarse. Tenía que ser imposible sobrevivir a esto; aunque fuera un muerto con la piel de acero y la regeneración de un ajolote. Tenía que desvanecerse de este mundo. Tenía que irse a donde ahora pertenecía…
Como si se tratara de una pesadilla; con quemaduras que no avanzaban más que una porción de su blando cuerpo; como si fuera naturalmente ignífugo, el insecto negro salía desde el centro de la vorágine, domando las llamas con sus alas, protegido bajo un campo de fuerza que limitaba las ascuas que le tocaban, refulgiendo ese haz controlador en sus ojos, mirando directamente hacia los ojos atónitos de Bituin…
Ese monstruo…
Era capaz de desatar una hecatombe mayor de la que podía provocar. Si Deoxys lograba resonar con Bituin con su más hondo pasado; si era capaz de eliminar toda inhibición que había conseguido retener; si era capaz de reanimar su odio, aunque sea un poco; si solo intentaba subyugar su psique como las que había tocado, podía…
No. No, no, no, no, no, nononononononononononoNONONONONOONONO NO NO NO NO-
…
—¿Eh?
De repente, el mundo se volvió desaturado alrededor mío. Aún veía a la dragona escupiendo una columna que era ahora completamente blanca por el cambio de tonalidad; la polilla deformando esa raya con su propia envergadura; la sensible pequeña permaneciendo impasible ante toda la violencia que se había desplegado. La única diferencia entre el segundo anterior y este era que no había ninguna moción que avanzara; ninguna energía transmitiéndose por el aire. Parece… que el tiempo se ha…
No, no parece; el tiempo realmente se ha detenido, justo antes de que se desatara otro desastre. Antes de que el mundo sufriera las consecuencias de mi intervención; convenientemente en un punto donde ponía interponerme y salvar el día…
Un privilegio que ciertamente no me merecía.
…
Y aún rechazando este regalo, el tiempo no avanza.
Todavía me dolían todos los tendones de mi cuerpo gracias a ese Zumbido; pero aún así he sido capaz de levantarme. Tomé esa pausa para aprovechar y salvaguardar a Robin en su Pokéball, quien admirablemente aguantó hasta ahora. Espero unos minutos más a ver si esto volvía a su inexorable final… nada.
¿Por qué se ha detenido el tiempo? ¿Realmente era una oportunidad que me brindaba la historia de redimir mi error o era un indicio de que algo había ido terriblemente mal hasta el punto que no se puede ni terminar en un Apocalipsis? ¿Es que he alterado tanto la historia que he llegado a un punto muerto…? No, sigo aquí. Este mundo aún existe, aunque en una estatis que no he causado.
Pero sí es cierto que he cambiado demasiadas cosas como para que esto termine en un final feliz… no me extrañaría que esa fuera la conclusión que últimamente llegaría, considerando cuál fue el punto donde esta historia se dejó de redactar…
“No. Esta historia todavía no ha terminado.”
Y de pronto, una voz familiar; clara y prístina. Mis oídos se habían curado, parecía; o era una voz que no necesitaba el aire para transmitirse. No lo tengo claro.
Lo único cierto que sé es que era la misma que escuché tras ser presa de unas dolencias similares. Estoy deliberando si tendría que ignorar y seguir esperando o al menos intentar conversar con esa voz politonal. Aunque fuera discutiendo, porque tengo mucho que decirles.
—¿Cómo podéis estar tan seguros de eso? En el momento que Deoxys se percate del poder que alberga el monstruo que he traído conmigo, intentará cebarse con ella… lo cual va a desencadenar en un inevitable desastre donde nadie gana nada. Es un Game Over para mí, y un fin del mundo para vosotros… quieran o no.
“Ese momento aún está por ocurrir. El mundo se detuvo porque tú, nosotros, nadie quiere ese final. ¿No te has percatado del poder que albergas en este mundo?”
Soy consciente del poder que tengo, pero elijo ignorarlo en pos del entretenimiento. No es siquiera gracioso que venga “Dios” a arreglar todo de un chasquido.
—¿Quién demonios crees que eres para decirme qué y qué no puedo hacer, anyway? —Y elijo callarme lo anterior porque no me siento muy cómoda revelando esto a un ente diegético—. Si eres una divinidad dentro de esta historia, haz el sendo favor de intervenir y dejar de delegar todo el trabajo a mí.
“Ya lo hicimos. Fue nuestra voluntad, resonando con la tuya, que concedió este momento. En tus manos está evitar esta profecía que tú has escrito.”
—Hazlo tú, no te jode…—Me olvido que es una voz plural y digo con desdén, tentada a acompañar esta contesta con el dedo corazón apuntando al cielo—. Porque esto está por encima de los mortales, y no voy a elevarme más que la pequeña gracieta de ser una privilegiada.
“No podemos actuar sino es por un medio tangible”.
What?
“Nosotros somos la voluntad de los habitantes de Dyá. El Poder Supremo que tú arrebataste para cambiar el transcurso de la historia. Es en ti donde recae esa responsabilidad, pues solo somos los representantes de una conciencia colectiva.”
Bobadas. Solo soy un personaje más en este tinglado. El hecho de que sea protagonista y haya adaptado el fic a las normas de mi tiempo no significa que recaiga a mí el deber de salvar el mundo…
Espera, ¿cómo que yo arrebaté el Poder Supremo? ¿Yo? ¿Una extranjera? ¿Así, sin hacer nada en específico salvo meterme aquí y cambiar algunas cosas? Pero-
“El padre mandó a tres ángeles a salvar el mundo de la destrucción que trae consigo las Batallas Legendarias. Tú portas la esencia de una de la familia real; su hija menor. Te reconocemos como habitante de Dyá y soberana de esta misión…”
Tenéis a la mayor a pocos kilómetros de distancia, quien diligentemente hizo su invocación en Isla Suprema, ¿¡y decidís fiaros de la extraña que invadió vuestra propia jurisdicción, sin permiso expreso de nadie, que encima coló a una amenaza planetaria y dicha amenaza se cargó al 80% DEL ELENCO DE LOS BUENOS HUNDIENDO SU LANCHA MOTORA!?
“Tú deseaste el poder de arreglar las cosas. Has presenciado los últimos momentos de nuestra historia, y has quedado dolida e insatisfecha ante la carencia de conclusión. Es por eso que estás aquí.”
—No lo niego…
“¿Entonces por qué rechazas nuestro regalo?”
—Porque no soy alguien afín a vuestra concepción de perfección y armonía. Si tuviera que elegir mi papel en un panteón, tomaría el del embaucador. ¿No es lo que he estado haciendo todo este tiempo? ¿Embaucar? ¿Transgredir los límites? ¿Jugar con las normas? Inclusive… —Oh, dios, allá voy—… os embauqué a vosotros, haciendo pensar que soy de vuestra estirpe, ¡y de alguien tan alto en vuestra jerarquía, ni más ni menos! ¡Y sois tan IDIOTAS como para brindarme lo que os queda de poder! Francamente, no sé cómo falláis en ver a través de mi fachada, teniendo en frente al objeto de vuestra adoración… aquella que debería de ser el verdadero receptáculo de vuestro poder.
…
Ahora estaba dejando hablar mis emociones por mí. Las bromas estaban fuera de lugar en este momento. El sentimiento de rebeldía ante los dioses era fuerte; la inacción de los protectores de esta Tierra agitando mi temple. Había algo que no me sentaba bien de todo esto. Algo que, solo por desafiar su autoridad, tenía que preguntar a ese colectivo:
—Si tanto queréis a vuestra elegida, ¿por qué no habéis hecho nada para protegerla? ¿Por qué habéis dejado que se repita ese ciclo? Mi existencia se registra desde el día del torneo, ¿cierto? Y si es cierto que estuvisteis conscientes desde el día que llegué… más viendo que ella caería presa de los perpetradores de estas terribles batallas…
“Ella no ha despertado todavía. El héroe ya tuvo su era. Athena, aunque alberga potencial, es de cuerpo frágil y desconoce el mundo. Tú, en cambio… ya tuviste tu despertar, y tienes mayor potencial que cualquiera de los enviados de esta época. Por eso tú recibirás nuestra bendición.”
—Un error garrafal es lo que vais a cometer si me dais tanta carga… —Un desapego a su gente. Una retorcida idea de lo que era salvación. Jóvenes eran como para asumir un papel tan magnánimo. Entiendo que en este universo, las andanzas empezaban a edad muy temprana, pero…
Como persona que ya vivió su niñez, no podía evitar que había algo intrínsecamente retorcido en obligar a jóvenes plantarse ante maquinadores y leyendas personificadas en monstruos. No me importaba si esos niños tenían compañías que podían equipararse a estos o tenían la “protección” de Dyá; me daba igual si además eran proficientes en magia, artes psíquicas o lo que sea. Estas personas todavía tenían años por delante, y estaban empezando a encontrarse con cosas que incluso a algunos adultos le costaban lidiar. El héroe tiene quince años, maldita sea. ¡Imagina cuánto debe de tener la del medio! ¿Doce? Sí, estoy segura que Athena tiene doce…
O tal vez, ellos sabían que era demasiada carga para estos jóvenes. Ergo preferían dar mayores responsabilidades a alguien que pudiera asumirlas. Alguien que fuera… un adulto.
—Por otra parte, son ellas o… yo.
Di un paso al frente. No podía permitir que ignorantes de su propio destino que aún tenían que crecer cargaran con este peso. Si tenía que ofrecerme a ese puesto…
No. Me mantendré fiel a mi declaración anterior. No voy a ser el tributo de nadie. Si tanto quieren darme ese poder, entonces lo usaré; sea para bien o para mal. No planeaba ponerme ningún manto divino, pero aquí estamos: asumiendo que era la elegida de un ente por encima de los mortales de los cuales fingía ser parte.
—No me caéis bien, ángeles de Dyá. Pero tenéis razón en una cosa: no quiero ni el final que he vislumbrado ni la conclusión vacía de la cual he atestiguado. Y dado que no veo ninguna forma factible de cambiar el rumbo con las limitaciones que conlleva ser humana en las circunstancias que se han dado… —digo, mientras me levanto, sin la inseguridad que me caracteriza—… aceptaré ese poder.
“Hágase entonces tu voluntad, trickster. Ve.”
Mis pasos se volvieron decididos; pausados, pero certeros. No registraba daños en mi cuerpo; toda hemorragia interna que tuviera se había cerrado por sí sola. En mis venas corría algo cálido; algo que solo podría describir como energía pura y dura. Siento que me estaban formando protuberancias en la espalda; pero en este estado no sentía ningún tipo de dolor por ese desarrollo tan repentino. La vista se esclarecía hasta el punto que no necesitaba las gafas para ver de lejos; pero eso era una seña que no iba a quitarme ni aunque los cristales amenazaran con cortar mis ojos. Mi cuerpo de humana sedentaria se estaba transformando en algo por encima de lo mortal; algo representado e idolatrado por retablos y cuadros del siglo XIII en adelante como protectores y mensajeros de aquel que todo lo ve.
Entre Dustox y Bituin, yo era la única con el honor de moverme entre esa pausa, impidiendo el primer contacto que haría Deoxys con la delicada cordura de la dragona. Mi mano tapó esos ojos que refulgían ese rojo barroso, no queriendo más que proteger al mundo de las consecuencias de transgredir esta frontera. Se formó un círculo de luz bajo los puntos cardinales de mis dedos, preparando algo que haría estremecer al ser que lo poseía…
—Atrás.
Un vendaval se había levantado bajo mis pies, repeliendo todo aquel que estuviera en mi rango. En el momento que pronuncié palabra, el mundo había vuelto a reanudar su marcha, aceptando el comando que ejecuté y aprobando mi nueva autoridad.
Solo con recibir la onda de luz, Dustox revoloteó alterado; mucho más que cuando intentaba evitar las llamas de Bituin. La dragona, quien todavía mantenía las fauces abiertas de par en par antes de ponerme en frente, solo pudo admirar cómo mi espalda estaba coronada por un halo de alas que hacía sombra a su figura.
—¡Ya era hora!—Empezó entonces a hablar, una vez quitada su sorpresa—: ¡Justo me estaba preguntando cuándo dejarías de hacerte la inútil!
—No sé si te estás haciendo la tsundere o es que realmente te alegras de verme hacer algo por una vez. —Y sí, realmente tenía la duda, porque hace momentos atrás parecía que se preocupó un poco…
—¡Hmpf! ¡Como si te fuera a decirlo!
—Tsundere, entonces. —Ups. Eso no lo quería decir en voz alta.
Claro que… tenía cosas más importantes de las que preocuparme ahora mismo. Con las mismas distancias que había marcado, Deoxys me miraba con intriga a través de los ojos de Dustox. No debían de ser muchos los días en los que un humano se transformaba en algo equiparable a un Pokémon de su calibre; mucho menos dos “humanas” en el mismo día. Oh, sí, sabía lo que estaba pensando. Debió de las semejanzas que tenía con su amo. Debía pensar que sería buena idea quitar ese colectivo de mi cuerpo para poder hackear mi cerebro; quizá por mera curiosidad, quizá para reducirme a otra mera fuente de fuerza….
Pero no me dejaré. Y tampoco creo que la gente de Dyá se lo permitiera, aunque yo quisiera. Es más, su presencia me repulsaba. Me daba tremendo asco cómo me miraba. No le perdonaba todo lo que hizo en esta historia. No le perdonaría ni aunque no distinguiera el bien del mal.
Las pupilas del Dustox volvieron a destellar antes de aletear otra vez. Quería acercarse más; clavarme al suelo con un Psíquico para debilitar mi cuerpo y ver si en mi inconsciencia podía desconectarme de este…
No lo llegó a hacer. Porque tal y como prometí, no le dejé. Antes de que se volviera a abalanzar; antes de que siquiera pueda evadirme, batí mis alas y, con un impulso, acorté distancias y le pegué un puñetazo tan lleno de aura que lo estrelló al suelo. Era tal el puño que tendría que haber imprimido una mancha oscura sobre el suelo…
Solo dejó un cráter con la forma de la polilla enterita en el centro de este. ¿Qué narices…?
—Uuuuh… —Bituin estaba igual de confusa que yo. Vio que le di fuerte. ¡Cachis, incluso diría que, de no haberlo hecho, no habría hecho tantos agujeros ahí!—… ¿no… tendría que estar… espachurrado? —Sí, ¡eso mismo me pregunto yo! ¿¡Por qué no está reventado, gente!?
“No está, en nuestra voluntad, matar una criatura inocente, o merecedora de redención. En eso no te otorgaremos el poder.”
…
—¿En serio?—pregunto en voz alta toda enfadada a las voces de mi cabeza—. Bituin… creo… que vas a tener que acabar tú la faena… jaja… —No me lo puedo creer, esta gente. “Hágase tu voluntad” mis ovarios, ¡si al final va a ser la suya que se va a hacer!
—¡Wooooow! ¡WOOOOOOOW! ¿¡Y para eso haces tanto show!? ¡¿Para que tenga que quemarlo yo igual?! ¡AAAAH, POR FAVOR! —Sin más demora, Bituin vino a donde yacía el bicho y levantaba el arma aún candente como si fuera una estaca—. ¡Aparta, entonces! ¡A ver si te vas a manchar esas alitas de adorno! ¡PAH!
—No hacía falta que me gritaras así…
Aún reculando, e intentando dirigir solo mis frustraciones a esa gente, me situé donde menos restos me llegarían; detrás de sus espalda. Tampoco me habría servido de mucho cubrirme tras sus demoníaca envergadura, pues ella ya empezó a precipitar con fuerza el arma hacia el inconsciente bicho, esperando producir un espectáculo de gore sin igual…
Pero de nuevo, como a esta historia le ENCAAANTA hacer, Dustox de alguna manera se recuperó del shock que causé entre el cuerpo y el suelo y, de un raudo vuelo, hizo que el cráter recibiera el filo de su perdición… provocando que este se volviera más profundo y dejara la lava fluir entre sus grietas.
—¿¡ME ESTÁAAAS JODIENDOOOOOOOOOO!?
La incredulidad de Bituin era tanto de ella como mía. Yo tampoco entendía cómo este podía seguir volando por ahí como si no hubiera hecho nada. Quiero decir, ¡ese puñetazo debió de sacar a Deoxys del cuerpo! ¡NO TENDRÍA QUE MOVERSE! ¡QUERÍA DESHACERME DEL CUERPO PARA NO TUVIERA NINGÚN RECEPTÁCULO, LECHES! ¡¿AHORA ENTENDÉIS POR QUÉ NO QUERÍA QUE SIGUIERA SIENDO UN RESQUICIO DE ORGANISMO ENTERO?!
No, un momento. Esta vez era distinto. No tenía ese brillo rojo en los ojos. Ahora Dustox estaba siendo movido por su propio instinto de supervivencia. ¿Pero entonces no estaba muerto? No, no… estoy segura que su vida terminó cuando Deoxys le reventó el cerebro de tanta presión…
A no ser que el Poder Supremo haya imbuido poder curativo en mi puño y haya restaurado los daños causados por esa posesión porque no querían que el Pokémon de la niña se quedara muerto.
…
Tengo… un montón de paridas que decir al respecto. Demasiadas semejanzas con cierto icono de cierto manga bizarro de cierta parte; muchas blasfemias que decir; comparaciones que pecaban de ser bastante pretenciosas… pero divago. Ahora que Dustox estaba libre de toda atadura, y no tenía entrenadora que comandara sus pasos, se estaba comportando como el animal que era, tanto con los defectos de su biología como los de su naturaleza…
… Aunque… debería hacer algo con su entrenadora también. Derrotar a un Pokémon suyo mientras ella estaba medio inconsciente no era lo que definía yo como un acto deportivo… sí, bueno, vale, ya dejé que se desmadraran las cosas antes con Bituin metiéndose como era en medio del caos, ¡pero…!
…
Mejor lo hago luego.
—¡Bituin, deja de perseguir a la puta polilla y vuelve al banquillo! Creo que ya puedo manejarme yo con este.
—¿¡QUÉ!? —rugió la dragona, un poco ya hasta el hocico de tanto cambio—, ¿¡PERO NO VA A INTENTAR OTRA VEZ…!?
—¿Matarnos a todos? —Controlarnos, mejor dicho, pero bueno—. No, ya no. Este ya no tiene huevos para eso.
—¿Lo castraste? —PffffffffftJJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJA.
—Largo de aquí, anda—ordené con una mano sobre la frente y otra señalando a la piedra por donde se sentaba antes, intentando no reírme con esta contesta tan tonta. Sin darme ni cuenta, Bituin ya volvía a lucir apariencia humana, y se sentó en su sitio; aún resoplando de la forma más infantil que podía.
El pobre insecto estaba confundido con todo lo que estaba pasando. No sabía ni por qué el depredador más formidable del campo estaba desistiendo su caza, ni por qué un humanoide con tres pares de coloridas alas estaba en medio del campo. Ni siquiera sabía si tenía que atacar o no, porque, por supuesto, la línea que definía entre Pokémon y humano era bastante fina en mi caso… al menos desde su perspectiva. No queriendo prolongar más esta tregua, di un buen salto hacia atrás retirándome del área de combate e intenté guardar esas delicadas decoraciones, pues no iba a necesitarlas por el momento.
—¡Sal, Mebd! Siento tener que sacarte otra vez, ¡pero te necesito!
Con su usual brío, y siseando con todo su sádico entusiasmo, ella hizo estallar el haz de su salida en virutas y se apoyó con sus patas delanteras frente a Dustox. Este, obviamente, se estremeció. Tal vez no por el aspecto amenazante que la Salazzle mostraba frente a él; sus antenas podían perfectamente leer sus intenciones a través de sus feromonas. Sabía que no debía permitir sentirse atraído por esa fragancia, menos cuando tenía un tinte de agresividad en sus moléculas.
Estaba tenso. No podía procesar, en ese guisante que tenía por cerebro, que pudiera salir victorioso de esta. No sin la jovial voz que le solía guiar, no con el calor que se estaba emanando del suelo. Estaba en un entorno hostil, con una lagarta que se sentía en su elemento y que tenía tantas ganas de cazarlo como él de huir. Tan acobardado estaba que se quedó paralizado, deliberando si debía volar hacia la luna para vivir un día más o cometer un acto suicida por tal de seguir teniendo la aprobación de su entrenadora.
Pero Medb no dudó. Llevada por su afán de consumir, ella reptó hacia él con una Maquinación en acción. Un acto precipitado que podía causar que Dustox también lo hiciera, y no de una manera que me beneficiara.
—¡Frena, Mebd! ¡Va a atacar!
Nada más oírme, detuvo su paso en el segundo uno antes de que el Psíquico que lanzó ese insecto a la desesperada la alcanzara, refugiándose de esa presión en una barrera de su creación. Esperaba ver cómo el suelo se rompía alrededor de esa cúpula; quizá sepultándose un poco los bordes, pero… no había visto nada de eso. No era precisamente la potencia que esperaba que se desplegara después de haber pasado por Zumbidos que podían dejar despojar a uno el uso del oído de por vida y Psíquicos que podían bien confundirse con un aumento de gravedad.
Es entonces cuando entendí que, no solo cometí el milagro (o herejía, según como se mire) de revivir a un muerto, sino que había quitado todo dopaje que había hecho en el proceso. El quedarse quieto al vigilar a Mebd tampoco le había ayudado en nada; menos cuando se limitaba a ver esa cúpula deshacerse con la reptil todavía intacta…
Apostaba la calderilla de mi cartera a que estaba haciendo una mueca muy impropia de un ser divino en mi cara. Dustox no podía procesar más que el hecho de que el Psíquico no llegó a tocar a ese reptil. Aunque quisiera ir tomando velocidades con Danza Aleteo para escapar de la certeza de su derrota, ya era demasiado tarde para evitarlo.
—Ya está, ya lo tenemos en el bote, ¡LANZALLAMAS!
El llameante aliento había emergido de las fauces de Mebd tras mi señal. Dustox intentó reaccionar a tiempo para evitar ser tocado por el fuego; pero su ala derecha fue engullido por el fuego, seguido del resto de su cuerpo con una rápido giro de su cabeza. Esta vez no había necesitado ni abusar de Tóxico. Unas corrientes a alta temperatura me habían bastado para reclamar una victoria más o menos limpia.
Cuando el torbellino de fuego cesó, Dustox cayó completamente ennegrecido, incapaz siquiera de reunir fuerzas para curarse a la luz de la luna. Todavía movía las patas y chirriaba del dolor, pero era obvio que no podía luchar más. Había caído completamente rendido.
Suspiré. Había ido por los pelos, pero, de nuevo, salimos venciendo. Aunque esta vez, esta victoria no se sintió tan plena. Más bien se sintió como un giro dramático que nos recordó lo cerca que acechaba la muerte y desesperación. Debía dar gracias a ese Poder Supremo el habilitarme ese cambio de tornas; pero otra vez, sentía que había hecho trampa. Aunque otra vez, el otro bando tampoco tenía remilgos en abusar de sus privilegios.
Pronto, el haz rojo se llevó al Pokémon que acababa de caer. La mano de aquella joven solo se limitaba a sujetar la bola y guardarla de nuevo en la cintura. No había ni un halago. Ni un ápice de entusiasmo. Solo ocultaba esos ojos despojados de vida bajo el flequillo, limitándose a cumplir las órdenes que recibía: vence; mata; destruye.
Toda la voluntad que ella tenía y toda la alegría que le traía luchar había desaparecido de su semblante. El único movimiento que podía hacer con sus brazos era el de lanzar la Pokéball que contenía su último Pokémon, quien levantaba la flor de su espalda con parsimonia; igual de apático que su dueña.
Desgraciados.
Mis dedos se apretaron entre sí, intentando contener mi frustración. Sabía que estaba ahí; en alguna parte, aún gritando por salir. Quería luchar como una niña normal. Estaba deseando que volvieran los días por donde su única preocupación era subir podios; donde conocía gente a través de su pasión y jugaba mientras enriquecía su vida con experiencias bucólicas de aventura. Quería despertar de esa pesadilla de la cual estaba presa; dejar de desear por tiempos mejores y detener el desastre junto a los héroes que ya no estaban, solo por tal de continuar ese sueño imposible…
Imposible, porque ella había llegado con una misión. Un propósito. Uno que, por desgracia, no le garantizaba su permanencia en este mundo tras su cumplimiento. Cruel era aquel que proclamaba la destrucción de las cosas, y crueles eran quienes portaban la salvación. Yo solo era una observadora hecha arbitro; una tejedora de destinos que se quedó enredada en ellos. Así pues, no me quedaba más que cumplir lo que me estaban pidiendo: sacarla de esa tortura; recordar a lo que había venido.
Quería hacerlo con meras palabras y ahorrar mostrar el halo de divinidad el cual se me había otorgado. Pero la voluntad de Dyá tenía que hacerse visible otra vez justo en ese momento. Signo de que tenía su aprobación para proceder.
—Sara. ¿Me oyes?
Ah… ese nombre corría por mi lengua de una forma que no me auguraba ninguna seguridad. Se sentía raro que saliera de mi voz, aunque fuera solo una secuencia de vocablos que formaban un sustantivo propio usado para denominar a tantas otras. Pero ajena a las sensaciones que me provocaba pronunciarlo, había suscitado una reacción de su apagada cara. Sorpresa por saber cómo se llamaba, tal vez; miedo por saber demasiado. O tal vez calma, porque en el fondo reconocía la calidez que emitían las plumas de mis espaldas.
Me estaban diciendo cómo lo tenía que hacer. Tenía que empezar por hacerle recordar a los padres que habían cuidado de ella en su precipitada llegada; luego la ciudad de la que ella venía…
Pero yo no quería que todo fuera tan rápido. Solo quería que disfrutara del momento como lo hizo antes. Era un privilegio que tenía y que quería que aprovechara al máximo. Me importaba poco si el resultado de este enfrentamiento derivara en nuestra perdición o nuestro perdón. Al fin y al cabo, solo nos esperaba más y más conflicto, hasta que lográramos cambiar el transcurso para mejor o por el contrario terminara a peor…
Teniendo claras mis ideas, procedo a pensar cómo expresar esa buena voluntad y sacarla de esa prisión. La llave de las puertas de ese confín no debía recordar lo pequeña que era ante esos monstruos ni lo magnánimas que eran las expectativas que tenía por cumplir. Quería quitar esa asociación de combate con responsabilidad y que fuera la niña que es, solo para que pudiera tener un momento libre de penas y dolores.
—Sé por lo que has pasado en estos días. Sé incluso cosas que tal vez ahora ignoras. Pero aquí y ahora decreto, y por las anteriores palabras horno, ¡que ni el pasado ni el futuro van a arruinar los buenos momentos de este presente!
En acorde con la autoridad de mis palabras, mis alas se ensanchan. Mi mano actúa con independencia, extendiendo una onda lumínica que inunda la tierra y hace resonar el cielo con la campanada que provoca mi anuncio. Las auroras que estaban destinadas a aparecer horas atrás de esta historia hicieron ahora su acto de presencia. Sin desatar tanto la materia, había formado un espectáculo de luz que llenaba el campo de batalla, cautivando el alma atrapada en la herida psique de la pequeña; disipando las sombras que ocultaban la salida de su prisión; reanimando toda emoción que quedara reclusa en las profundidades de ese abismo; devolviendo paulatinamente el color a los corruptos que asentaban su lugar en el campo de batalla.
—Qué bonito… —Lo primero que recobró aquella infante fue el asombro. Ella tenía una apreciación por esos juegos cromáticos; lo sabía tan bien como yo me conocía. Luego, su cabeza zarandeó, recordando la trepidación que sentía cuando se encontraba en una situación difícil; el deseo de sobrepasar la adversidad para regir por encima de esta—. ¡Aaah! ¿¡Qué estoy haciendo!? ¡Venusaur, usa Terremoto!
—¡Corre todo lo que puedas, Mebd!
El animal vetusto que permanecía en largo letargo reaccionó a su voz. Con una tranquilidad impropia de un luchador, este levantó sus patas delanteras para provocar otro seísmo encima de esta llameante montaña, lo cual hizo que la tierra volviera a herirse. Permanecer bajo Protección en un ataque de tal rango a tan prolongado rato solo iba a hacer que tarde o temprano le atizara con toda su fuerza. Así que la única solución que había para no caer de esa forma tan patética era alentar a mi querida Salazzle que no se dejara intimidar por los temblores y evitara encontrarse en medio de las grietas. Por cada apertura que notaba formarse, ella saltaba por un tramo de tierra menos dibujado; por algún montículo que ya se había levantado. Rápida fue la carrera hasta Venusaur, que finalizó con Mebd tomando altura con un último salto y preparando uno de sus Lanzallamas de la victoria.
Y ella sonreía. Por un momento no supe por qué; tal vez porque estaba viendo por fin una liberación de esta prisión. Mas me di cuenta, tras fijarme en mi oponente, que el pistilo de aquella flor brillaba con la luz de la luna. Ella predijo que no podría atacar en ese momento, hiciera lo que hiciera. Si el Terremoto no me tumbaba, entonces ella no iba a dejar que Mebd tocara a su Pokémon inicial.
—¡Rayo Solar!
Sin más, el Venusaur había disparado a Mebd con un fino rayo lumínico que la lanzó hasta regresarla al suelo. No fue el golpe en sí lo que le dolió más; pues al fin y al cabo, ese ataque requería más calor que la luna podía dar, y era uno de los pocos movimientos que Mebd podía resistir sin ningún problema. Era la caída lo que le repercutió. Un golpe así, empujado por un rayo lumínico, a unos 10 metros de altura en un suelo resquebrajado tenía que provocar de por sí una raspada importante. Y una contusión que para ella tenía que sentirse hasta los huesos.
—¡¿Puedes seguir, Mebd?! —Siendo consciente del daño que le debió causar esto, pregunté consternada por su posición. El reptil, en respuesta, se levantó, con la línea de su cola flameando con furia mientras siseaba—. Bien, ¡persiste! ¡Usa todas tus artimañas!
De nuevo, ella intentó acercarse a Venusaur con el hocico expulsando ascuas con su prominente velocidad, sin tantas dificultades ahora que la tierra se había tranquilizado. Esta vez, se estaba asegurando de cargar como era debido; preparar algo que por seguro lo dejaría herido.
—¡Cúbrete!
Y de nuevo, la pequeña estaba haciendo gala de su ingenio. En vez de entorpecer y tratar que Mebd cayera ahí donde pisara, Venusaur se limitó a levantar la tierra que tenía por delante, bloqueando, sin tener que hacer uso de un Protección, el Lanzallamas que iba a abrasarlo.
Pero… ante esto me pregunto, ¿no se está olvidando de algo? ¿Alguna artimaña que pudiera utilizar, quizá?
—¡Continúa calentando la roca, Mebd!
—¿Qué demonios? ¡¿Estás tonta?! —En efecto. No se percató de lo que pretendía. La roca que calentaba Mebd sin freno se estaba volviendo incandescente. A medida que se volvía más y más naranja, la tierra se iba a volver más y más frágil. Solo cuando el frontal de ese muro empezó a adquirir el color de la lava, se dió cuenta de que algo estaba tramando—¡Diablos Venusaur, vuelve a usar Terremoto!
—¡Y UN CARAJO! ¡ATÍZALO!
Y después, antes de que Venusaur volviera a provocar otro temblor, la cola de Mebd había azotado con fuerza la barrera, dejando atónito al dino y a su entrenadora, creando en el proceso proyectiles ardientes que le azotarían en todo el vientre. Combinado con el Tóxico que previamente había impregnado su cola, creó un vapor que penetró por los poros de las patas traseras de Venusaur. Era un escozor que aquella rana prehistórica descartó como una mera molestia, pero con ello ya había envenenado al batracio.
Pero eso no era lo único que quería que ocurriera. Mi intención, aparte de causar daño por contacto, era hacer que cayera de espaldas. Mas parecía que había subestimado la firmeza y la resiliencia del Pokémon Semilla.
—Maravilloso…—musitó la pequeña para sí, no cabiendo de su asombro—… pero… no me has podido detener…
—Uh-oh—dejé escapar. No me gustaba nada por dónde estaban yendo los tiros.
—¡VENUSAUR, AHORA!
—SHIT! PROTECCIÓN, ¡PROTECCIÓN!
No hubo tiempo. A la mínima que Venusaur pisoteó la tierra, los resquicios de sus defensas convertidas en mi ofensiva volvieron a ponerse en mi contra. Lo que no había cortado había atizado a Mebd con toda su contundencia, seguidamente de las grietas que, sin más remedio, la dejaron sin ninguna vía de escape.
—¡NOOOOOO, MEEEEEEEEBD!
Su delgado cuerpo no pudo resistirlo. La furia de la tierra le había dado de lleno, y ella, por mucho que intentara sobrepasar su fragilidad, no podía volver a erguise. Aún con Venusaur supurando por el veneno, y con las marcas de la piedra haciendo mella en su delicada piel, era él quien seguía de pie… dejando así claro quién era el vencedor de este combate.
Intentando evitar los brotes de lava mientras intentaba recoger con mis enclenques brazos (bueno, al menos ahora tenía fuerza) a aquella quien más me había brindado victorias; aquella que hizo la hazaña de derrotar todo el equipo de un campeón para caer ante un Venusaur bien entrenado.
—Ah, mi pobre Salazzle…—suspiré, apenada por el resultado en el que desembocó todo ese esfuerzo que hicimos por ganar—…te han dado bien duro, ¿eh? —Me estaba mirando con una cara de pena que me daba lástima hasta a mí. Como si dijera que había sido un fallo de Pokémon—. ¡No, no me mires con esa cara, por dios! Lo hiciste bien. ¡Muy bien, de hecho! Has hecho lo mejor que has podido. Aguantaste como una campeona, ¡joder! ¡Hiciste hasta cosas que uno no haría, aaaaaa!
Mierda. Tenía que abrazarla. Lo siento si he movido algún hueso roto con ese gesto, ¡pero no podía resistir ese impulso! Mira, ¡hasta las alas me acompañaban en ello!
Era una lástima que esto no fuera la típica escena por donde cierto protagonista perdía una liga más, o hubiera dado el paso a un final agridulce. Aunque, muy a pesar del negativo resultado que habíamos obtenido, lo cierto es que había algo, entre mis objetivos, que sí había conseguido.
El Venusaur de la chica se había desplomado al suelo cansado de tanto luchar; quizá para reposar después de este duro enfrentamiento. Todavía veía un enfermizo tono oscurecido; pero empezaba a vislumbrar, por las luces que ya se habían atenuado, que había recuperado parte del turquesa con el que se caracterizaba su especie. Y en cuanto a la pequeña que lo comandaba…
Ni rastro de rojo. Volvía a tener ese brillo que tanto le caracterizaba. Aquella chica parecía haber recobrado su personalidad, estando libre de sus ataduras de una vez por todas. Igual que el compañero que siempre tuvo, se lucía bastante exhausta, habiendo librado antes su propia batalla por días desde que pilló el avión hacia Hoenn.
—Ga…né… —Ella volvió a caer de rodillas, sin dar crédito a lo que había hecho. Por primera vez, había tomado plena consciencia de sus alrededores, sin poder ubicarse cómo había llegado hasta ahí—… ¿Qué… qué estoy haciendo aquí…? ¿Y qué son estas ropas? Son geniales…
Huh. ¿Qué te parece? Le he puesto tan en las cuerdas y le he dado tan buen espectáculo que ella misma salió del trance. Bueno, me he ayudado del Poder Supremo para que ella fuera capaz de salir poniendo su empeño, pero aún así…
—¿Ah? ¡¿Se acabó?! —exclamó Bituin desde su asiento, percatándose de la ausencia de acción que había ahora.
—¡Sí! —contesté sin más, dando a Mebd el reposo que necesitaba guardándola en su Pokéball.
—¡¿Así sin más?!
—Yep. He perdido, Bituin—dije cerrando los ojos, rogando por dios que no me reprocharan.
—¿¡QUÉEEEE!? —exclamó, no cabiendo de su decepción—. ¡¿Después de todo lo que hemos hecho, ese power-up y TODAS estas cosas geniales que has dicho?! ¡Vaya pedazo de MANCA!—gritó a los cuatro vientos, como si se tuviera que enterar el que estaba ahí encima…
—¡Aaaah, Bi-tuiiiiin!—Y contesté, canturreando—. ¿No recuerdas que mi rival es demasiado buena? ¡Anda que si hubiera conservado a Aristóteles y Gionna, hubiera podido yo sola!
—Ya… claaarooo… seguuuro… —Estaba rodando los ojos, sin creer que fuera posible. Pero realmente estoy segura de que habría podido… o, bueno, si no hubiera creído que sería capaz de derrotar a un Skarmory con un Venomoth, en todo caso.
—¡Ey! ¿Estáis bien? No he hecho daño a nadie, ¿ver…? —Y ahí venía la pequeña que habitaba en esta platea, bajando de su puesto por cuenta propia—. Eh… tú… yo te vi en aquel sueño…
Ah… Ahora que tenía todos sus sentidos puestos y el acceso a su memoria recuperada, podía incluso reconocer patrones que vio en sueños. La voz que dijo que esperara y anhelara estaba siendo reconocida ahora; a través de mis cuerdas vocales; callando la suya propia. Parece mentira que en ese estado de letargo psíquico haya sido capaz de retener mi cara en su memoria. Aunque lo que hice ahí no fue para menos, por mucho que diga yo que no fue nada.
—¿Hm? ¿En qué sueño? ¿Seguro no estás soñando despierta ahora mismo?—Me hice la tonta, ladeando la cabeza toda dubitativa. Bituin me miraba como si sospechara que estaba ocultando algo que he robado; cuando en realidad solo me estaba haciendo la misteriosa.
—En… en ese sueño… tú viniste y me dijiste algo raro mientras estaba ahí atrapada… me diste fuerzas para aguantar esa tortura. Gracias.
—Uh… ¿de… nada… imagino…?—Yo pensaba que iba a decir algo de más… sustancia. No sé, alguna apertura para que pudiera revelar alguna info…
—Tú sabes muchas cosas, ¿verdad? Tienes respuestas que no podría encontrar por mí misma… cosas del pasado y también del futuro… eso dijiste, ¿no?
Anda. Se acordó. Solo han pasado 437 palabras desde que ella se liberó del trance por completo y esa niña ya me daba miedo de lo mucho que retenía. En todo caso, tampoco podía evitar sus preguntas. Era mi deber responderlas, al fin y al cabo.
—No andas equivocada—contesto con grandilocuencia—. Soy una especie de maga, al fin y al cabo.
—Entonces… ¿puedes contestarme a una pregunta?
—Claro, dime.
Pausa dramática. Ella miraba al suelo como si fuera una pregunta equiparable a “de dónde salen los niños” o “por qué el cielo es azul”. Pero sé que el tormento que vivía con esa pregunta sin respuesta era mayor a cualquier inquietud del mundo adulto. Los vientos levantaba con gentileza el polvo de la destrucción que su Venusaur había causado. La pequeña respiró hondo y se armó de valor, solo un poco, para preguntarme esta simple pero complicada cuestión:
—Yo… ¿quién soy yo?
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