Round 011 — El camino hacia la cima no es un lecho de rosas
Pueblo Wakaba, sábado 28 de Octubre, Año 100 AW, 1:01 PM
Era la primera vez que realizaba un vuelo así de largo con Pyro, cuyo cuello acarició para tranquilizarse a sí mismo. Supo que aquello también era una novedad para Shiori y Keisuke al verlos igual de tensos que él, mientras que Akari parecía muy acostumbrada a viajar sobre el lomo de Reidam. Pero no sólo se trataba de la distancia, sino de los peligros que podía tener el espacio aéreo fuera de las ciudades. Para su alivio, llegaron a su destino sin mayor novedad; si bien terminaron cruzándose con algunos Pokémon salvajes en su trayecto, la mayoría de ellos había preferido evitarlos, y los que intentaron atacarlos fueron rápidamente persuadidos de lo contrario gracias al Ciclón de la Dragonair de Shiori o el Pulso Dragón del de Keisuke.
Al llegar al Centro Pokémon, vieron a algunos Entrenadores hacer los últimos preparativos antes de aventurarse hacia el parte más peligrosa de la ruta de las medallas; como ellos, la gran mayoría había formado grupos o intentaban unirse a alguno, siendo los más orgullosos o confiados quienes se resistían a la idea de viajar acompañados. Al fin y al cabo, todavía tenían tiempo, pues la última semana de desafíos era también la primera en que quienes tuviesen las ocho medallas podían registrarse ahí para dirigirse hacia Shirogane.
—Bienvenidos; ¿en qué puedo ayudarlos hoy? —preguntó amablemente la enfermera en el mostrador, a pesar de saber bien para qué acudían ahí la mayoría de Entrenadores durante esa época del año.
Los chicos no tardaron en entregarle las Poké Balls de Pyro y los otros para un tratamiento rápido; debían aprovechar que ese sería el último Centro Pokémon que verían antes de llegar a la sede del torneo.
—Muéstrenme sus identificaciones y medallas, por favor —pidió al regresar con ellos, tras lo cual sacó de debajo del mostrador cuatro pulseras plateadas; éstas llamaron la atención de todos menos Shiori, quien ya conocía ese proceso tras su participación en la Conferencia Añil.
Así, fueron presentando uno a uno lo solicitado, con lo que la encargada fue entregándoles dichos accesorios.
—Ésta será su llave e identificación para todo en Shirogane, además de un localizador en caso de cualquier emergencia durante su camino hacia ahí; sin embargo, tengan presente que activar la señal de alerta hará que sean descalificados —les informó, al ser el propósito de ese último tramo medir su capacidad de enfrentarse a lo inesperado antes de la gran competencia—; no se preocupen, no se activarán por accidente, aunque tampoco se las podrán quitar hasta que acabe el torneo —añadió al notar las expresiones de inquietud de los neófitos en torneos, tras lo cual procedió a explicarles cómo funcionaba ese artilugio.
Con esto hecho, se dispusieron a almorzar mientras esperaban que les devolviesen a sus Pokémon.
—¡Espera! ¿En serio eres hermana de una Líder? —preguntó un sorprendido Keisuke, quien había estado a punto de escupir el agua que estaba bebiendo; Akari asintió con una sonrisa, para luego sacar su SmartRotom.
—No sé por qué te admiras tanto, si tienes a una como prima —le reprochó Shiori en voz baja mientras inflaba los carrillos; aún estaba intentando entender todas las sensaciones que le producía estar cerca de él.
—¡Sí, miren! —Akari les enseñó la foto de una joven pelirroja ataviada con una camiseta negra ceñida y unos tejanos azules, quien posaba junto a un Blaziken y una tortuga anaranjada de caparazón negro.
—¿Qué app es esa? —preguntó Danot tras dar una buena mirada a esa imagen, al reparar en la interfaz de la misma.
—¿¡No conoces Chatter!? —inquirieron a la vez sus amigos, sin ser conscientes de que no estaba demasiado al tanto de las tendencias de la gente de su edad.
Danot negó suavemente, mientras veía con aprecio su Pokégear. Los otros entendieron ese gesto, pues éste había sido un artefacto popular y muy útil durante su época, la cual acabó con la aparición de teléfonos móviles más potentes y versátiles.
—Lo probaré cuando realmente tenga que cambiar de teléfono —prometió, esperando que aquello tardase en llegar; tenía demasiadas buenas memorias con el suyo como para siquiera pensar en reemplazarlo.
Tras acabar de comer y recoger a sus Pokémon, decidieron darse un tiempo para caminar por las tranquilas calles del pueblo mientras acababan de hacer la digestión; así, encontraron un paseo fluvial lleno de guijarros, donde algunos pescadores esperaban pacientemente a que algo picase. Mientras Keisuke hacía una foto al paisaje para enviársela a Tsurio, los otros dieron una buena mirada al cielo; no parecía que fuese a llover pronto, por que lo que tendrían tiempo para encontrar un buen lugar para acampar. Continuaron caminando hasta llegar a donde el río empezaba a alejarse de la urbe, en su tramo final para desembocar en el mar.
—¿Listos para esto? —preguntó Keisuke mientras asía una de sus Poké Balls, deseoso por lanzarse hacia la aventura.
Sus amigos asintieron mientras liberaban a los mismos Pokémon que los habían llevado hasta Wakaba; por su parte, él no tardó en liberar a una enorme tortuga de piel azul y sólido caparazón marrón, del cual sobresalían dos relucientes cañones de agua.
—¡Blas! —gruñó el quelonio a modo de saludo, para luego entrar al agua y agacharse para que el chico pudiese montar sobre su caparazón.
Viendo a semejante Pokémon, Danot se sintió tentado a liberar a Mizuho para que también los acompañase, mas tuvo que recordarse que esa sería la parte más dura y peligrosa del viaje. No tardó en subirse a lomos de Pyro mientras Akari y Shiori hacían lo mismo sobre sus propias Pokémon, con lo que empezaron su periplo hacia el oeste, siguiendo la dirección del río.
Pasó algo más de media hora de trayecto para que les llegase el olor a sal proveniente del mar, mientras el sol se reflejaba en las cristalinas aguas que recorrían. Esto trajo agradables recuerdos a Akari, cuando junto a Kururi y Kai había atravesado a lomos del Lapras de la última el ancho y caudaloso río que dividía en dos la porción principal de Hoenn. Había vivido mucho desde la última vez que había visto a ambas, cuando fueron a despedirla antes de partir hacia Kanto; también había hecho buenos amigos tanto en el Gimnasio de isla Guren como en el de ciudad Fusube. Sonriendo, dio una palmadita a Reidam, con lo que ésta se acercó prestamente a Pyro, mientras un igualmente admirado Danot apreciaba el panorama que tenían delante.
—¡Hay un sitio parecido en Hoenn que querría mostrarte algún día! —exclamó a toda voz para que la pudiese escuchar, con una evidente expresión de ilusión.
—¡Me encantará verlo contigo! —contestó de la misma manera, mientras ambos Charizard también entablaban una animada conversación.
Una hora después, avistaron finalmente la primera parada de su recorrido: justo donde el río se torcía para dirigirse hacia el mar se alzaba un acantilado, en cuya base se podía avistar una enorme oquedad que servía como entrada a la caverna que albergaba las cataratas Tohjo, la frontera natural más meridional entre Kanto y Johto. Antes de aterrizar, quienes volaban pudieron notar la que parecía la salida en la parte superior del risco, además de las fuertes corrientes de aire en sus proximidades, cosa que les dificultó un poco el descenso. Por su parte, Keisuke dio un gran salto desde el caparazón de Blastoise para tocar tierra firme, y lo guardó tras agradecerle por el agradable viaje.
—¿Lo vieron también? —preguntó Shiori al poder bajar por fin de su Dragonair, a quien dio palmaditas en el lomo antes de retornarla a su Poké Ball.
—Esa debe ser la salida de las cataratas, sí —especuló Danot, mientras acariciaba a Pyro; Akari asintió, haciendo lo mismo con Reidam.
—¿Entonces no hace falta atravesarlas? ¡Mejor! —exclamó Keisuke, y sin decir más, sacó a su dragón para montar sobre él y dirigirse hacia ese lugar.
—¡Espera, no! —gritó Shiori, intentando advertirle de la peligrosa correntada que no había percibido al viajar al ras del río.
Los confiados Entrenador y Pokémon volaron a toda velocidad hacia la cima del acantilado, con lo que pudieron ver la salida mencionada por los demás… antes de que las vertiginosas corrientes de viento comenzasen a jugar con ellos como si fuesen hojas secas en pleno otoño. Inexperto como era, Dragonair no pudo mantenerse estable y terminó cayendo en picada junto a un aturdido Keisuke; afortunadamente para ambos, Pyro y Reidam reaccionaron de inmediato y los atraparon a unos metros del río, ayudándolos a descender con suavidad.
—¿¡En qué diablos estabas pensando!? —le reprochó Shiori al recostar su cabeza sobre su chaqueta plegada y arrodillarse a su lado, con el rostro enrojecido por la preocupación; aun así, no dudó en darle un poco de aire con una mano, mientras intentaba calmarse del susto que se había llevado.
Por su parte, Akari y Danot se cercioraban de que el Dragonair de su amigo no se hubiese lastimado de alguna manera, aunque también era una forma de dejar a esos dos solos. Era lo que habían acordado cerca del final de la fiesta, desde lo visto en sus batallas del día anterior y esa celebración.
Pasaron unos minutos más para que Keisuke volviese en sí, aunque seguía algo aturdido. Lo primero que vio fue el preocupado y serio rostro de Shiori, quien suspiró de alivio al verle abrir los ojos, por lo que le puso la mano en la frente.
—No vuelvas a hacernos esto, por favor —atinó a decir sentidamente, incapaz de esconder todo el desasosiego que había sentido.
—Haré lo posible —prometió al sonrojarse un poco, dada la cercanía entre ambos—; Shiori, yo… —quiso empezar a decir, pero un beso en la frente lo calló de golpe.
—Me tendré que conformar con esto… por ahora —respondió, con un tono que no dejaba claro si se refería a la promesa o al beso; disimuladamente, Akari y Danot chocaron palmas, satisfechos por ello.
Después de que Keisuke estuviese completamente repuesto, se aprestaron a proseguir con su recorrido. Al atravesar la entrada a la caverna, fueron recibidos por el rugido que la enorme cascada central hacía al partirse en dos más pequeñas; con linternas en mano, se acercaron al borde de la laguna que la más cercana alimentaba, teniendo cuidado de apuntar bajo para no despertar a los Zubat y Golbat que dormían colgados del techo. Aunque era increíble que aquel estruendo no les molestase, no querían arriesgarse a hacer más ruido del necesario, temiendo que fuesen capaces de detectarlo igualmente.
Al notar lo relativamente estrecha que era esa cueva, se hicieron señas entre sí para que Keisuke y Shiori sacasen a sus Dragonair y ascender con ellos, en lugar de intentar subir por la cascada con algún Pokémon que conociese el ataque del mismo nombre. Así, Akari montó junto a Shiori en la Dragonair de ésta, mientras Danot y Keisuke hicieron lo mismo sobre el otro, con lo que ambos se acercaron a la pared de roca antes de disponerse a ascender. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que tuviesen que retorcerse para evitar varios Hidropulsos disparados desde el agua bajo ellos, a las cuales siguieron las arremetidas con cuernos al frente de peces de vívidos colores. Al parecer, los Zubat y Golbat no eran los únicos Pokémon de los que debían preocuparse.
—¡Rápido, asciendan! —exclamó Akari, aunque sólo Shiori pudo escucharle; no obstante, sus gestos fueron lo suficientemente claros para que Danot y Keisuke hiciesen lo mismo.
Aunque ambos dragones tenían mucha fuerza, se notaba que no estaban acostumbrados a llevar de forma segura a dos humanos a cuestas. Aun así, hicieron su mejor esfuerzo para subir mientras eludían más de esos Hidropulsos y Cornadas, hasta que por fin llegaron a una altura en la que empezaron a sentirse seguros… hasta que vieron a varios de esos territoriales peces ascender contra la corriente para darles alcance; los más rápidos no tardaron en llegar hasta lo más alto y lanzar desde ahí sus esferas de agua, las que se hicieron más peligrosas por efecto de la gravedad. Para hacer las cosas peores, todo ese alboroto había despertado a varios Zubat y Golbat, que no tardaron en aunarse en atosigar a los Entrenadores cuando superaron el nivel de la cascada; al parecer, no podrían salir de ahí sin pelear.
—¡Keisuke, aterriza ahí! —exclamó Shiori apenas tuvo una oportunidad de hacerse notar entre esa muralla de cuerpos azules y morados, al señalar un saliente de roca a varios metros de donde la cascada mayor se partía en dos; sería más fácil defenderse y contraatacar si no tenían que preocuparse por caer.
Así, aterrizaron como pudieron y se situaron espalda contra espalda; ambos dragones se ocuparon de mantener a raya a los murciélagos mientras intentaban desviar los ya ocasionales Hidropulsos de los Goldeen y Seaking, quienes esperaban que volviesen a acercarse al agua para atacarlos más contundentemente.
—¿¡Tienes algún plan, Shiori!? —preguntó Danot, casi gritando para hacerse oír, mientras evaluaba a quién liberar.
—¡Sí, pero necesito que cubran a mis Pokémon de los voladores! ¡Luego nos encargaremos de los otros! —afirmó, mientras preparaba una Poké Ball en concreto.
Los demás asintieron, con lo que pronto fueron rodeados por Blastoise, Empoleon, Solvion, Alfa y Tsurugi; por su parte, Shiori liberó a su propio Golbat, quien se mantuvo a su lado. Así, la Starmie empleó su Giro Rápido para circundar a los humanos y alejar a los murciélagos que intentasen aproximarse; las aves de acero aprovecharon su inmunidad al veneno para servir como el siguiente muro, golpeando con sus alas endurecidas a quienes esquivasen los embates de Alfa. Con ese resguardo, Solvion, Blastoise y el Dragonair de Keisuke utilizaban ataques de largo alcance para aliviar la carga de quienes estaban en las primeras líneas. Sin embargo, por cada murciélago que ahuyentaban o derribaban, dos o tres los reemplazaban en esa ofensiva; aunque estaban manteniéndolos a raya con relativo éxito, apenas empezasen a flaquear…
—¡Golbat, asciende y usa Supersónico como practicamos! ¡Dragonair, ve con él e imita su frecuencia! —ordenó súbitamente Shiori, confiando en que ambos pudiesen ejecutar su plan a la perfección.
Golbat aleteó para situarse en el centro del espacio vacío dejado por sus congéneres y generó una onda supersónica muy molesta para éstos, pero imperceptible para los humanos y los demás Pokémon. Dragonair, algo más abajo, se concentró en tal emanación e hizo su mejor esfuerzo para replicarla, amplificándola y haciéndola insoportable para sus víctimas, quienes no tuvieron más opción que alejarse a una distancia segura.
—¡Vamos, ya! —indicó Shiori al tener la vía libre, con lo que corrió hacia la cascada que los llevaría a la salida; sus Pokémon no tardaron en seguirla, sin dejar de utilizar sus Supersónicos.
—¡Blastoise, regresa! ¡Empoleon, al agua! —ordenó prestamente Keisuke al guardar a la tortuga, priorizando escapar de ahí.
—¡Alfa, Rayo! ¡Aire Afilado, Tsurugi! —mandó Danot al ver el muro de Goldeen y Seaking que les cortaba el paso.
—¡Lanzarrocas! —acompañó Akari, sabiendo que había demasiados oponentes como para escatimar ataques.
El Pokémon meteorito giró como una peonza para generar y expeler varios proyectiles de roca que obligaron a los peces a sumergirse y disparar sus Hidropulsos desde debajo del agua. Por otra parte, Empoleon cortó el paso de los refuerzos enemigos y se enzarzó con ellos en un duelo físico, soportando sus Cornadas, Picotazos y Ataques Furia, alejándolos de los demás en tanto ganaba velocidad con su Agilidad; así, acabó concentrándolos en un solo sitio, tal y como quería Keisuke.
—¡Salta y Ventisca! ¡Dragonair, ayúdale con Rayo de Hielo! —ordenó éste de pronto.
—¡Tú también, Alfa! —no tardó en apoyarle Danot, captando de inmediato su intención.
El pingüino dio un gran salto para aterrizar en la orilla y exhalar una potente Ventisca que, junto a los rayos gélidos de los otros dos, congeló en el acto el agua delante de él e inmovilizó a los treinta o cuarenta peces que se dirigían hacia ellos. Sin embargo, cuando se disponían a huir por fin, vieron con horror cómo parte del hielo se resquebrajaba, surgiendo así un enorme Seaking que les plantó cara, dando tiempo a los otros peces para intentar liberarse del hielo con sus cuernos. Suponiendo que debía ser el líder de ese cardumen, Danot y Keisuke se vieron de soslayo y asintieron.
—¡Rayo! —ordenaron al unísono, mientras Solvion y Empoleon protegían el otro flanco de los peces que intentaban liberarse, envalentonados por la aparición de su jefe.
Alfa dio un veloz giro y Dragonair se encorvó antes de desplegar dos furibundas centellas dirigidas hacia Seaking, quien a su vez disparó un rayo bicolor desde su boca, alcanzando a la primera poco antes de que éstas impactasen su cuerno. Para sorpresa de todos, esos ataques no sólo no le dañaron en lo absoluto, sino que parecieron fortalecerlo, pues su siguiente Doble Rayo fue el doble del grueso; Dragonair lo eludió de milagro gracias a su anatomía serpentina.
—¿Pararrayos? —Danot dejó salir apenas un hilo de voz, sabiendo que habían cometido un grave error—. ¡Pantalla de Luz y Recuperación! —indicó prestamente para proteger a Alfa y sus aliados.
—¡Empoleon, cambia de lugar con Dragonair! —ordenó Keisuke, queriendo aprovechar sus muchas resistencias para luchar cuerpo a cuerpo contra ese Seaking de manera efectiva.
Alfa generó en el acto cubos de luz dorada que escudaron también a sus aliados, mientras Dragonair retrocedía para mantener a raya a los otros peces con su Rayo de Hielo y cubrir a Solvion, quien acopiaba su propia energía para usar un Rayo Solar. Por consejo de Shiori, Akari no le había ordenado usar su Día Soleado, pues aunque hubiese acelerado el proceso de carga, también habría acelerado el derretimiento del bloque de hielo.
Por su parte, los recelosos Zubat y Golbat se mantenían expectantes a pesar de no poder acercarse; esto preocupó a Shiori, sobre todo al notar que sus propios Pokémon comenzaban a dar señales de flaqueo mientras intentaban mantener esa emisión sónica. Pronto vio a Tsurugi ascender para cubrirlos, mientras Alfa también ayudó a mantener el hielo estable y resguardar al Solrock; Danot había decidido dejar al Seaking en manos de su amigo y ayudar a las otras.
—¡Pico Taladro! —ordenó Keisuke, queriendo acortar el rango de ese combate.
Empoleon nadó a toda velocidad y empezó a girar como una taladradora mientras su pico se llenaba de una energía celeste que lo hizo crecer en longitud, con lo que laceró los costados de su contrincante. Viéndose superado, éste apeló a su propia Agilidad e intentó vulnerar esa armadura de plumas de acero con la moción giratoria de propio cuerno; sin embargo, quizá por tener un menor nivel, ese ataque fue completamente inefectivo. Lo intentó con puntazos llenos de energía verde oscura, pero éstos apenas lastimaron al pingüino. Frustrado, Seaking empleó un ataque que detestaba por ser inútil debajo del agua; así, expelió proyectiles de lodo cuando su oponente volvió a arremeter contra él, dañándole notablemente y mermando su velocidad… sólo para que sus músculos se tensasen de sopetón y lo embistiese con tal fuerza que le habría lastimado gravemente de no haberse contenido. Los demás peces, al ver esto y el Rayo Solar que se les venía encima, utilizaron sus Hidropulsos al unísono para liberarse a pesar de hacerse daño en el proceso y escapar, para alivio de Akari, Danot y Shiori, con lo que la primera ordenó a su Pokémon detener el ataque y el segundo guardó a Alfa.
Se giraron al escuchar un ruido familiar a pesar del estruendo del agua al caer, con lo que vieron al derrotado Seaking ser engullido por una Poké Ball que Empoleon no tardó en llevar a su Entrenador, quien consideraba una crueldad dejarlo a su suerte tras haberle lastimado así, además de ser un Pokémon muy fuerte. Salió de su cogitación al sentir un par de manos en sus hombros, tras lo cual vio a Akari y Danot señalar hacia el techo, sólo para observar cómo Shiori guardaba a sus extenuados Pokémon; sin tiempo para pensarlo, hizo lo mismo con Empoleon, montó sobre Dragonair y la tomó de la mano ayudarla a subir, mientras los otros dos hacían lo mismo con sus respectivos Pokémon.
Como temían, los murciélagos no dudaron perseguirlos de nuevo apenas cesó esa molesta emanación sónica, por lo que volaron con apremio hacia la salida. El dragón fue el más rápido en llegar, a pesar de llevar dos pasajeros, seguido de Tsurugi; sin embargo, cuando Danot notó que Solvion, que llevaba a Akari colgada de él, se había quedado atrás, no dudó en volver por ella.
—¡Akari! —gritó al extenderle la mano.
Demostrando una agilidad y reflejos excepcionales, la chica empleó las protuberancias de Solvion como un improvisado trapecio para lanzarse hacia el lomo de Tsurugi; así, éste por fin tuvo la libertad para contraatacar.
—¡Día Soleado! —exclamó prestamente, sujetándose como podía a su amigo.
El Pokémon meteorito generó una pequeña esfera de luz que creció en el acto al absorber oxígeno, manteniéndola cerca de sí mismo, mientras los humanos y sus monturas tuvieron el buen tino de no mirar hacia atrás. Semejante fulgor perturbó de tal forma a los quirópteros que se olvidaron por completo de la persecución, prefiriendo ir a buscar refugio en los rincones más recónditos de la cueva; esto dio tiempo a Tsurugi, sus pasajeros y Solvion de escapar también hacia la seguridad del exterior.
Se dejaron caer sentados a varios metros de la salida, intentando recobrar el aliento y que la adrenalina bajase poco a poco, ínterin en el que la Poké Ball del recién capturado Seaking se desvaneció, al haber ya cobertura para el sistema de almacenamiento. Akari y Danot revisaron el estado de sus Pokémon y los mimaron un poco antes de guardarlos, mientras Shiori liberó a Dragonair y Golbat para dejarlos descansar fuera de sus contenedores hasta que decidiesen retomar la marcha. Por su parte, Keisuke hizo lo propio con Empoleon para aplicarle algo de medicina y felicitarle por su gran trabajo, tras lo cual lo guardó.
Y sin saber quién fue el primero, comenzaron a reír, aliviados de haber salido indemnes de esa emboscada. A pesar de su primer impulso por levantarse y continuar su camino, se dieron un rato para contemplar el inmenso mar delante de ellos y disfrutar de la brisa salada.
—Por cierto, como mera curiosidad, acabamos de cruzar la frontera con Kanto —dijo Shiori al sacar su SmartRotom y mostrarles un mapa que indicaba que, en efecto, estaban en dicha región.
Aunque para ella y Akari, quien había recorrido previamente parte de la misma, era sólo una anécdota, para Danot y Keisuke esto resultó muy significativo, pues era la primera vez que ambos salían de su natal Johto; aunque su destino estaba dentro de ésta, sentían que de algún modo estaban expandiendo sus horizontes.
—Cierto, nuestra ruta se adentra un poco en Kanto para luego regresar a Johto —comentó Danot al seguir con el dedo el recorrido que tendrían que hacer para llegar a Shirogane, unos kilómetros al este, luego varios más hacia el norte y otros tantos hacia el oeste; Keisuke y Akari asintieron, si bien la segunda se habría sentido perdida sin esa ayuda.
—Otra curiosidad: si nos desviamos del camino aquí, acabaríamos llegando a la meseta Sekiei, donde se realiza la Conferencia Añil —explicó Shiori al trazar una ruta imaginaria con su dedo; había notado esto cuando revisaba la recorrido que deberían realizar, al haber estado ya en dicho lugar.
—No puede ser coincidencia que las Conferencias de ambas regiones estén tan cerca, ¿o sí? —cuestionó un dubitativo Keisuke.
—Tiene sentido… ésta es la zona más recóndita que marca el límite entre ambas regiones —respondió Danot, al parecer lo más plausible.
—¡Por eso es una gran prueba para medir la perseverancia de quienes queremos alcanzar la cima! —exclamó Akari con determinación, dejando ver la indomable flama de su voluntad.
Considerando que ya habían descansado suficiente, retomaron su camino por la curva del acantilado que conducía tierra adentro, con lo que se toparon con el caudaloso río que nutría la cascada de la caverna que habían atravesado. Pronto, la ruta empezó a alejarse de éste para adentrarse en zonas de hierba y vegetación abundantes, las cuales diferían de las presentes en la zona más habitadas de Johto.
—A partir de ahora, deberíamos tener al menos un Pokémon delante y otro detrás nuestro —comentó Akari en voz baja, para no alertar a sus contrapartes salvajes.
—¿Tú crees? —cuestionó Keisuke, sabiendo que muchos Pokémon salvajes reaccionaban hostilmente hacia los entrenados por temor a ser atacados o capturados; Danot sólo escuchó, a pesar de preguntarse lo mismo.
—Ella tiene razón —intervino Shiori, con más experiencia en aquellos menesteres—; lo que dices se aplica a Pokémon salvajes con un contacto relativamente habitual con humanos, pero los de esta zona los ven muy rara vez… como mucho, una vez al año, precisamente cuando los debutantes como nosotros nos dirigimos hacia Shirogane; van a atacarnos a menos que tengan un escollo delante… y aun así, no hay garantía de que no lo hagan —explicó con seguridad, recordando claramente cuando ella y Sadamitsu se encontraron con esa situación al recorrer las rutas 22 y 23 para llegar a Sekiei; sus compañeros asintieron, más que convencidos.
Y sin decir más, liberó a una jirafa de cuello corto y pelaje amarillo y marrón, en cuya cola tenía una pequeña cabeza con dientes mucho más afilados que los de la principal; siguiendo su propio consejo, Akari liberó a Yami para que cubriese la retaguardia del grupo. Sólo con hacer esto, un grupo de Raticate que había estado acechándoles desde unos matorrales cercanos no tardó en huir, al ver que sus potenciales víctimas no estaban tan indefensas como creían. Ver esto les dio una leve sensación de alivio, por lo que se aprestaron a continuar su camino, mientras Shiori les explicaba que los Pokémon salvajes no eran el único escollo al que deberían enfrentarse.
Fueron cambiando de Pokémon cada hora conforme ascendían por un camino de montaña cuya vegetación se hacía cada vez más rala, dejando a la vista a los Pokémon salvajes que vivían ahí. Los Wooper y Quagsire fueron los únicos en no darles problemas, despreocupados por su presencia mientras entraban o salían del río que surcaba esa zona. Los Raticate, Doduo, Ponyta y Sandslash se mostraban más huraños de lo usual, sintiéndose seguros de atacar sólo si estaban en un grupo lo bastante grande. Sin embargo, los más peligrosos individualmente fueron quienes intentaron atacarlos más veces: escurridizos Arbok que saltaban como resortes desde los flancos y tenían que ser repelidos por sus escoltas o incluso alguno de sus Pokémon liberados en el momento, sobre todo cuando tenían que atravesar algún pastizal; por su parte, los enfurecidos Dodrio no dudaban en atacar frontalmente apenas los localizaban.
Decidieron detenerse cerca del río cuando el cielo comenzaba a teñirse de naranja y rojo, habiendo llegado a la mitad de la ruta 26. Dados la fiereza de los Pokémon salvajes y todo el tiempo a oscuras que tendrían, habían decidido sólo desayunar y cenar para avanzar lo más posible y no llamar más todavía su atención a plena luz del día, cuando la mayoría no tendría reparo en dejar sus nidos o madrigueras. Así, Danot se encargó de preparar la cena mientras Keisuke armaba las tiendas en las que dormirían y las chicas recolectaban suficiente leña como para mantener encendida la fogata por toda la noche, como medida de protección adicional.
Cuando tuvieron todo listo, liberaron a todos sus Pokémon para que comiesen y pudiesen descansar un poco fuera de sus esferas, dado el gran denuedo que habían hecho ese día. Con su frugal cena acabada, decidieron los turnos para dormir y hacer guardia, teniendo cada uno siete y tres horas para ello, correspondientemente, con intersecciones de cuarenta minutos por lo que pudiese pasar.
A Akari le tocó el primer turno, por lo que mantuvo afuera sólo a Hikari y Yami para que le hiciesen compañía; ambos danzaron al son del fuego de la fogata mientras ella les observaba. Aunque técnicamente el Arcanine era su inicial, la Houndoom había llegado muy poco después a su vida; si él era la “luz de su vida”, como solía llamarlo, ella era la calma de la noche hecha Pokémon, quien apaciguaba y conducía la energía de su compañero cuando hacía falta. A pesar de lo que pudiese parecer, en realidad ambos estaban atentos a su entorno, lo que permitió a la chica perderse en pensamientos, preguntándose qué estarían haciendo Kai y Kururi en ese momento; si bien se mantenían en contacto por Reshigram, no era lo mismo que el tiempo que habían compartido viajando por Hoenn.
Akari suspiró, tras lo cual se dio un par de palmadas en las mejillas. Aunque tenía muchas ganas de volver a verlas, faltaba poco para el torneo de isla Saiyu, donde habían prometido reencontrarse antes de su partida a Kanto para entrenar con Katsura. Habían luchado muchas veces durante su viaje, pero nunca había podido vencerlas, ya fuese por la gran ventaja de tipo de los reptiles acuáticos de Kai o las astutas estrategias de Kururi y sus fastuosas aves. Quería demostrarles lo muchísimo que había mejorado junto a sus Pokémon, pero por encima de todo, quería disfrutar junto a ellas de batallas que fuesen a recordar con emoción por años y años.
Volvió en sí cuando escuchó a Hikari gruñir y correr hacia las tiendas para ahuyentar a un par de Raticate que intentaban colarse en ellas al haber olido la comida que llevaban. Éste no tardó en volver y se situó a los pies de su humana, quien le acarició el lomo con suavidad, en tanto Yami volvía a relajar su postura.
—Sí que son persistentes —escuchó Akari detrás suyo mientras una mano se posaba en su hombro; se trataba de Danot, quien acababa de despertar para hacer su turno.
—Deben pensar que es comida gourmet —bromeó con una sonrisa, entendiéndolos, dado lo agreste del terreno en el que vivían.
Su amiga sólo rió mientras él se sentaba al otro lado de la fogata, lanzando un manojo de ramas para mantenerla encendida.
—¿Qué te está pareciendo viajar con… Entrenadores? —Akari iba a decir “compañía”, pero se corrigió a último momento, sabiendo que sus propios Pokémon ya le brindaban mucha.
—Por ahora está siendo divertido —admitió Danot, habiéndose esperado alguna discusión durante ese primer día, fuera de lo ocurrido con Keisuke en la entrada de las Cataratas Tohjo.
A diferencia de sus días en el Gimnasio de Fusube, se encontraban en una situación en la que cualquier error o choque de opiniones podía ser muy contraproducente para todos ellos; se consideró afortunado de tener amigos así de afables. No quería imaginarse cómo habría sido tener como compañero de viaje a alguien como Kenji o Sadamitsu, el ex de Shiori… si bien esos dos seguramente habrían preferido viajar solos; se permitió reír un poco, pareciéndole gracioso por no tener que vivirlo en sus carnes.
—¿En qué piensas? —preguntó Akari con curiosidad de qué le había producido esa risilla.
—En lo mucho que me alegra tener buenos compañeros de viaje, en lugar de gente como Kenji —confesó con una mirada cómplice, tras lo cual liberó a Mizuho, para que también hiciese guardia.
—O Yofuu —sentenció Akari con una severidad poco característica en ella, tanto que cortó de golpe cualquier atisbo de risa que pudiese quedarle a su amigo.
—Supongo que tienes razón —concedió, al no hallar forma de refutarlo—; a ver si Ibuki y los demás pueden hacerlo un poco más tratable —añadió, queriendo quitar hierro al asunto.
—Esperemos —respondió Akari con una sonrisa sincera, a pesar de parecerle improbable; sus corazonadas sobre la gente solían ser muy certeras, y no se había equivocado con la Líder ni con su interlocutor.
No tardaron en cambiar de tema y fantasear sobre todo lo que harían cuando estuviesen en Shirogane hasta que llegó la hora de dormir de Akari, con lo que Danot siguió alimentando la fogata. Dado que Mizuho casi no hacía ruido, prácticamente se quedó a solas con sus propios pensamientos, lo que inevitablemente le llevó a dar vueltas a la primera pregunta de su amiga. Sin duda, viajar con ellos no sólo le daba una gran sensación de seguridad, sino también una compañía muy agradable; pero, ¿lo era de por sí o era más bien por quienes lo acompañaban? Suponiendo que la respuesta estaba ahí en medio, dirigió la mirada al cielo estrellado y sonrió; curioso como era, no estaría satisfecho hasta descubrirlo por sí mismo.
Queriendo distraerse un poco, sacó su Pokégear para ver si tenía alguna noticia de Ibuki o Lynn, pero se dio con la desagradable sorpresa de que no tenía cobertura; suspiró resignado, sabiendo que la antena de ese modelo tan antiguo no se comparaba a la de los teléfonos más modernos, por lo que lo dejó estar. Si su amiga de la infancia había podido ganar, ya se verían en Shirogane. Considerando que se estaba distrayendo demasiado, sacó a Hellga para reforzar la seguridad, reconociendo que no se le daba nada bien el trabajo de guardia, a diferencia de sus Pokémon.
Intentó concentrarse en la labor, pero fue un esfuerzo fútil. Dedicó una caricia a quienes le acompañaban, pensando lo agradable que sería viajar y vivir aventuras con Lynn, como cuando eran niños y acompañaban a Yamen a explorar los alrededores de Yoshino. Sin embargo, ella ya tenía sus planes definidos desde hacía mucho: convertirse en bióloga molecular. No pudo evitar sentir algo de envidia, preguntándose qué habría ocurrido con su propia vida de haber tenido la misma seguridad en sus sueños, sin intentar cumplir las expectativas de otros. Sin embargo, le tranquilizó darse cuenta de que no cambiaría nada de la misma, no después de haber conocido a quienes eran parte de ella en ese momento y de lo que había descubierto y experimentado durante su viaje. Todo aquello era invaluable para él, y muchas de esas memorias estaban en el Pokégear que llevaba consigo; lo aferró con fuerza, como si temiese que fuese a desaparecer en cualquier momento.
Un ruido proveniente de unos matorrales cercanos le sacó de sus pensamientos, por lo que pudo ver cómo Hellga corría hacia éstos para espantar a un Ponyta que había sido atraído por por la fogata. Con todo, los Pokémon con los que se habían topado hasta el momento eran muy manejables, incluso los Arbok y Dodrio. Más adelante tendrían que lidiar con otros todavía más agresivos y territoriales, como Ursaring o Donphan; incluso los Tangela y su molesta capacidad de causar varios cambios de estado eran considerablemente peligrosos en esas condiciones. Esto último era algo contra lo que su equipo aún era muy vulnerable, y no dudaba de que se encontraría con situaciones así durante la competencia, no sólo de parte de Shiori; decidió que sería mejor dejarlo para el día siguiente, al empezar a sentir sueño, justo cuando un aletargado Keisuke salió de la tienda en la que había ocupado.
—¿Estás seguro de que podrás mantenerte despierto? —preguntó Danot, a sabiendas de que a su amigo le había tocado el turno más pesado.
—Cuando acabe de despertarme —contestó éste, medio en broma, antes de acercarse al río para lavarse la cara y poder despejarse un poco.
Danot sólo rió, tras lo cual echó algunas ramas más al fuego y guardó a Mizuho, para dejar espacio al Pokémon que Keisuke quisiese liberar para acompañarle. Éste fue un enorme ajolote de piel azul cobalto y llamativas agallas anaranjadas, quien optó por recostarse a una distancia prudencial de la fogata, no queriendo que su piel se secase con el calor. Su Entrenador lo había elegido por su excelente vista, la cual sería bien aprovechada durante esas horas tan oscuras.
—Suerte que la mayoría de tus Pokémon son anfibios —dijo Danot al ver a ese Pokémon arrellanado en el suelo, si bien alerta a sus alrededores.
—Más bien lo son por mala suerte, porque pescar todavía se me da fatal —confesó Keisuke con una risilla nerviosa, a pesar de ser algo que muchos darían por sentado para un Entrenador de Pokémon acuáticos.
—¿Entonces cómo es que Tsurio y tú se hicieron tan buenos amigos? —inquirió con mucha curiosidad, al tener presente lo hábil que era el aludido en esos menesteres.
—Quizá fue por esto, porque cada uno era bueno en lo que el otro era una patata cuando nos conocimos —explicó con añoranza, recordando como si fuese ayer la discusión que habían tenido el día que se conocieron, así como la batalla que ganó con facilidad a pesar del mayor conocimiento teórico del otro; al final, habían logrado congeniar por su pasión compartida por los Pokémon de agua.
Esto llevó a que compartiesen experiencias sobre gente que habían conocido durante sus respectivos viajes, preguntándose a quiénes se volverían a encontrar durante el torneo. Antes de que se diesen cuenta, llegó la hora de dormir de Danot.
—Buenas noches, avísanos si surge algo —se despidió con suavidad, tras lo cual guardó a Hellga—; a menos que quieras hablar a solas con Shiori —agregó con un ligero toque travieso, metiéndose de inmediato en la tienda para no darle tiempo a contestar.
Keisuke se puso rojo como un tomate al oír esto, pero fue incapaz de replicar. No pudo evitar preguntarse si acaso sus amigos habían repartido así los turnos de vigilancia para darles una oportunidad de estar a solas sin ser demasiado obvios. Aún ignoraba cuántos días de viaje les quedaban, pero era algo que necesitaba saber cada vez con más intensidad. Así, mientras Swampert vigilaba, pasó las horas siguientes cavilando cómo plantear el tema sin que Shiori lo evitase, como llevaba haciendo desde el día anterior. Tan absorto estaba que no se percató de cómo su Pokémon espantaba a otro par de Raticate con su Disparo Lodo; lo único que lo sacó de sus elucubraciones fue una mano en su hombro, y al girarse se encontró precisamente con Shiori.
—¿En qué piensas tanto, que dejas que el Swampert sea el único que vigile? —inquirió ella con un leve tono de reproche.
—Pues… yo… —a pesar de haber pensado un sinfín de formas de expresar lo que sentía, en ese momento crucial se le enredó la lengua, por lo que bajó la mirada, avergonzado.
—¿Es que te gusto o algo? —preguntó medio en broma tras sentarse cerca de él y darle un toque con el hombro, aunque no tardó en arrepentirse y sonrojarse por haberlo dicho de esa manera.
Se hizo un silencio incómodo entre ambos que no supieron cómo interpretar. Pasaron unos cuantos segundos para que uno de ellos juntase el valor para decidirse a romperlo de una vez.
—Porque tú sí me gustas —confesó por fin Shiori, a pesar de haber rehuido del tema desde el día anterior; sin embargo, tras lo ocurrido a mediodía, había decidido dejarse de tonterías y sincerarse apenas tuviese la oportunidad.
Las llamas se agitaron tras tal revelación, mientras Swampert los miraba de reojo sin decir nada, pareciéndole una tontería que a los humanos les costase tanto expresar sus verdaderos sentimientos. Supuso que necesitaban tiempo y tranquilidad, por lo que no dudó en espantar a un Arbok escondido entre los matorrales cercanos con un certero Disparo Lodo en plena cara. ¿De verdad era tan difícil para Keisuke admitir que sentía exactamente lo mismo?
—Tú… también me gustas, Shiori —confesó por fin, atreviéndose a tomar su mano.
Ella se sobresaltó un poco al sentir ese contacto, pero no hizo el ademán de zafarse de ese agarre. Se quedaron en silencio por un rato más, tragando saliva o respirando algo agitados, sin saber que eran observados discretamente por sus amigos, quienes satisfechos se dedicaron entre sí pulgares arriba antes de volver a dormir.
Cuando finalmente amaneció, no supieron si Keisuke había ido a dormir también o se había quedado a acompañar a Shiori por lo que quedaba de noche, aunque sus leves ojeras parecían indicar lo segundo. Aunque fue sutil, notaron un cambio de actitud en ellos mientras hacían el desayuno, sobre todo cuando hablaban entre sí, como si les diese vergüenza revelar que eran pareja.
—Felicidades, chicos; temía que tardaran mucho más en sincerarse —expresó súbitamente Danot, como si fuese lo más evidente del mundo; si ya habían sido lo suficientemente valientes para expresar esos sentimientos, también podían serlo para mostrarlos delante de otros.
—¡Yo también espero que sean muy felices juntos! —exclamó una animada Akari, quien se había contenido de hacerlo antes al notarlos tan cohibidos.
Sorprendidos, sus amigos se pusieron rojos de la vergüenza y sonrieron nerviosamente, ya que recién se daban cuenta de lo obvios que habían sido en cuanto a sus sentimientos.
—Eh… gracias… —fue lo único que pudo responder Shiori, jugando con las puntas de sus índices.
Keisuke asintió e intentó expresar lo mismo, sólo para trabarse cada vez que lo intentaba. Se notaba que era su primera relación de ese tipo y todavía le costaba adaptarse a todo lo que ello conllevaba. Con eso resuelto, tuvieron un desayuno rápido y se dispusieron a seguir con su camino, mientras Danot los observaba con alivio; si había decidido ser tan directo era porque no podían arriesgarse a estar distraídos con una tontería como esa, sobre todo cuando todavía tenían que enfrentarse a los tramos más complicados de su recorrido hacia Shirogane.
Salieron de la ruta 26 poco antes de mediodía y decidieron hacer una pausa para beber y llenar sus cantimploras mientras revisaban el mapa. Según éste, la ruta 27 era más empinada y zigzagueante que la anterior, por lo que les tomaría mucho más tiempo y esfuerzo recorrerla. Efectivamente, a los pocos minutos de volver a emprender la marcha, notaron lo escarpado del camino, el cual se alejaba del río con el que hasta entonces se había intersecado en numerosos puntos. Así, los Wooper y Quagsire se hicieron una vista muy rara, a diferencia de los Dodrio y Sandslash, quienes dudaron mucho menos en atacar que sus pares de la senda previa. En más de un momento se vieron obligados a sacar dos Pokémon cada uno para poder defenderse más efectivamente.
El tiempo también decidió ponerse en su contra, y a media tarde una fuerte lluvia empezó a asolar la ruta; a pesar del cansancio, corrieron hasta encontrar un refugio, siendo éste una cueva en la falda de la montaña que había flanqueado buena parte de esa ruta. Ahí pudieron descansar por fin del trajín que habían tenido hasta ese momento.
—¿Creen que dure mucho? —preguntó Danot tras quitarse la chaqueta mojada y dejarla en un rincón, cosa que los además imitaron, mientras Hikari se dirigía al fondo de la cueva para sacudirse el pelaje mojado.
—Es posible; el tiempo en esta zona tiende a variar mucho —respondió Shiori, recordando su viaje hacia la meseta Sekiei, e inevitablemente, a Sadamitsu; decidió pensar en cosas más productivas, intentando convencerse de que era algo que ya había superado.
—Si hace falta, puedo enviar a mis Pokémon por leña —intervino Keisuke, sabiendo que un paseo bajo la lluvia les sentaría muy bien.
Decidieron esperar un poco, mientras Golduck vigilaba la entrada. En ese ínterin, Akari se desató el cabello para escurrirlo, lo que a sus amigos le pareció una cascada de fuego que fluía hasta prácticamente llegar a sus rodillas.
—¡Aaaah, me encanta tu cabello! —pronto tuvo a la normalmente discreta Shiori a su lado, observando con ilusión cómo caía ese cabello mojado; era lo suficientemente encrespado para tener un buen volumen, pero no tanto como para arrebujarse cuando crecía demasiado, como pasaba con el suyo.
—¿Me ayudas a secarlo, entonces? —preguntó con una sonrisa cálida, mientras tomaba algunos mechones para escurrirlos.
Mientras las chicas se dedicaban a aquello, los otros dos se planteaban qué hacer.
—Cuando el cielo se pone así en el mar, puede llover por horas y horas —comentó Keisuke, al recordar sus viajes en barco por el mar entre Asagi y Tanba; era cierto que estaban en tierra firme, pero aún lo bastante cerca del océano.
—Quizá sea mejor pasar la noche aquí; no sé si las tiendas aguantarían una lluvia así por tantas horas, además de que no podríamos hacer una fogata ni cocinar —expuso Danot, tras pensarlo un poco; aunque tenía deseos de llegar lo antes posible a Shirogane, tenían tiempo y no quería arriesgarlos a incurrir en algo que sí podría retrasarlos indefinidamente.
Un leve estornudo interrumpió sus ponderaciones, seguido por una apenada disculpa de Akari. Con esto, quedó claro para todos que lo mejor sería quedarse ahí hasta el día siguiente.
—Blastoise, trae toda la leña que puedas encontrar —le pidió Keisuke tras liberarlo; éste asintió, encantado de verse libre en medio de esa refrescante lluvia.
—Pyro, ve y ayúdale —solicitó Danot al hacer lo propio con su Charizard.
—¿Estás seguro de esto? Ya sabes, la lluvia… —arguyó, confuso, al ver la flama de su cola.
—Lo de que su cola se apaga con el agua es un mito —afirmó Danot, comprendiendo su preocupación—; además, le será un buen ejercicio y la leña que traiga no llegará tan húmeda —añadió, queriendo aprovechar lo más posible esa circunstancia.
Pyro dedicó una mirada poco amigable a la lluvia, pero agradeció la intención de Danot; si quería hacerse más fuerte, debía servirse de cualquier oportunidad disponible. Para su agrado, pronto tuvo la compañía de Reidam, mientras Akari le guiñaba un ojo y se acurrucaba junto a Hikari, con lo que Shiori siguió escurriendo su largo cabello. Así, esos tres fueron a buscar leña mientras los dos muchachos preparaban lo demás para cuando volviesen.
Cuando acopiaron suficiente leña para mantener la fogata encendida hasta la mañana siguiente, ambos Charizard se arrellanaron juntos y delante del fuego que habían encendido para secarse del todo, mientras la gran tortuga siguió disfrutando un poco más de la lluvia. En cuanto a los Entrenadores, Akari insistió en preparar una de sus especialidades, en caso de que alguien más hubiese cogido frío con la lluvia… que fue un potaje muy picante.
—¿Qué tal? ¿Te gusta? —preguntó con expectación luego de que Danot probase la primera cucharada.
—Está… muy rico —respondió con veracidad, a pesar de sentir que su garganta se derretía conforme el potaje iba descendiendo por ésta; lo suyo eran los sabores dulces, aunque tuvo que admitir que aquello estaba despejando del todo sus vías respiratorias.
Dado que no tenían suficiente espacio en la cueva para liberar a todos sus Pokémon a la vez, fueron alimentándolos por turnos, sin que la lluvia diese señales de amainar. Considerando el resguardo que les brindaba ese lugar, Akari y Danot aceptaron la petición de los otros dos de compartir tienda y hacer el último turno de vigilancia juntos; a fin de cuentas, era natural que requiriesen también un tiempo a solas.
Habiéndole tocado nuevamente el primer turno, Akari aprovechó el tiempo para trenzarse de nuevo el cabello, apoyada en el lomo de un magnífico corcel con crines de fuego. Aunque le habría gustado más dormir de otro modo, no quería retrasar a los demás más de lo debido.
Cuando Danot despertó, la encontró jugando con la punta de su trenza, en un vano intento de no dormirse junto al cálido cuerpo de su Pokémon, quien miraba la lluvia con mala cara.
—Vamos, que te estás quedando dormida —Danot la apoyó en su hombro para llevarla a dormir, pero el Rapidash le dio un toque con el morro en su mano libre antes de que se alejase más—; ¿tú también quieres descansar, Soottgale? —preguntó, al girarse hacia él.
El aludido relinchó a modo de afirmación, agradeciendo que el humano hubiese entendido su intención; esto sólo reforzó la confianza que ya le tenía, la suficiente como para permitirle estar así de cerca de su Entrenadora. Danot le pidió un poco de paciencia, para luego llevarla a la tienda que les correspondía y recostarla de modo que estuviese cómoda; con esto hecho, se dispuso a buscar la Poké Ball del Rapidash de la forma más rápida que conocía: haciendo un clic en su botón central para hacerlas crecer y luego un doble clic. Con las dos primeras, éste brilló de color rojo, indicando que contenían a un Pokémon, mas la tercera titiló levemente, lo que significaba que estaba asignada a una criatura pero ésta estaba libre. Así, la tomó para guardar a Soottgale después de liberar a Hellga, por si las dudas. Tras volver a situar esa Poké Ball en el cinturón de Akari, le deseó dulces sueños y buscó algo en su propia mochila.
Dado que la lluvia seguía castigando la ruta 27 y que tenía la compañía de Hellga, Danot dedicó el tiempo a hacer anotaciones en la nueva libreta que había comprado unos días antes de partir de Fusube, para complementar la original, donde había empezado a anotar todo sobre el entrenamiento de sus Pokémon y las posibles estrategias con ellos y los que quería atrapar a futuro. La que tenía en las manos en ese momento estaba dividida en dos secciones; había decidido dedicar la primera a Entrenadores que hubiesen captado su interés, incluyendo a sus amigos, como material de consulta para sus batallas o para idear nuevas tácticas.
—Oh, ¿estás escribiendo sobre nosotros? —preguntó Shiori con tono travieso, con lo que Danot dio un respingo; ¿en qué momento se había distanciado por completo de la realidad?
—Eso o te has dormido con los ojos abiertos —bromeó Keisuke, mucho más suelto que por la mañana.
—No, aún estoy despierto —contestó Danot con su usual tono serio con tal de esconder la leve vergüenza que aquello le había producido; así, se levantó para guardar a Hellga y dio las buenas noches a ambos.
Ya dentro de la tienda, se quitó la chaqueta y la dejó bien doblada junto a su mochila, con lo que se dispuso a volver a dormir. Sin embargo, no pudo distraer su atención de la animada charla de esos dos fuera; no era por lo que se decían, sino por cómo lo decían. Era increíble lo mucho que su tono había cambiado en una noche, sobre todo cuando creían que nadie los oía. No le molestaba en lo absoluto, pero le resultaba curioso, pues no se veía a sí mismo capaz de ponerse en ese plan con alguien, dado lo usualmente serio y reservado que era. Luego recordó que hubo una época y alguien con quien esto podría haber ocurrido, pero ambos deseaban tan fervientemente realizar sus propias y tan diferentes metas que lo suyo no habría funcionado. Después de todo, era la persona más dedicada a sus sueños que había conocido antes de salir de viaje, antes de relacionarse con Ibuki y Akari; esto último le causó un vuelco en el corazón.
Fue la primera vez que odió lo rápido y eficiente que era para asociar ideas, viendo a qué le habían llevado sus cavilaciones. Había entablado vínculos con ambas, cuyas metas eran más compatibles con la suya que las de su primer amor, o al menos eso creía. Había pasado años sin querer pensar en el tema, al ser incapaz de estar en paz con las suyas propias como para preocuparse por las de alguien más; sin embargo, con el giro que había dado su vida hacía tan poco, aquella sensación de querer compartir sus metas y sueños había vuelto con muchísima fuerza.
Como si esos pensamientos no fuesen ya suficiente problema, fue envuelto en un vigoroso abrazo desde la espalda: Akari se había pegado a él mientras dormía, aferrándose a su torso como si su vida dependiese de ello. Aunque no le dificultaba la respiración, su ritmo cardíaco aumentó notablemente; era la primera vez que tenía a alguien así de cerca, tanto como para sentir la calidez de su piel en la suya propia a pesar de las capas de tela que los separaban.
—Eh… ¿Akari? —preguntó con tono quedo, para que sólo ella pudiese escucharle.
No recibió más contestación que los balbuceos en sueños de su amiga, quien debilitaba o reforzaba ese agarre en intervalos irregulares. Suspiró derrotado e intentó dormir igualmente, acostumbrándose poco a poco a esa sensación que le resultaba muy agradable. Lo que tuviese que ser, sería; de lo que realmente debía preocuparse era de llevar a cabo sus propias metas.
Akari despertó antes del amanecer, encontrándose con una sensación cálida que durante sus sueños creyó que era Yami. Pronto se percató de que estaba aferrada a Danot, por lo que no tardó en dejarlo ir, sonrojada.
—Ay, lo he vuelto a hacer… —pensó avergonzada, recordando todas las veces en que esto había pasado mientras viajaba con sus amigas de Hoenn; la noche anterior había sido una rara excepción, por lo que decidió disculparse con él apenas despertase.
Danot abrió los ojos al percibir el olor del desayuno que sus amigos estaban preparando. Le había costado un poco conciliar el sueño, pero con todo, había podido reposar lo suficiente como para continuar caminando ese día, si el tiempo lo permitía. Al girarse, se encontró a Akari arrodillada, quien no tardó en inclinarse en un gesto de disculpa, al punto de pegar la cabeza al suelo.
—¡Siento mucho lo de esta noche! —se disculpó en el acto, quizá en voz demasiado alta como para que sólo ellos dos supiesen lo que estaba pasando.
—Eh, levanta la cabeza, que no pasa nada, de verdad —le instó Danot, suponiendo que no era la primera que a su amiga le ocurría algo así.
Tuvo que insistir cerca de un minuto para que su ruborizada amiga por fin diese su brazo a torcer y aceptase sus palabras, con lo que volvió a su habitual comportamiento enérgico. Sin embargo, al salir de la tienda, tuvieron que apresurarse en aclarar cualquier malentendido con Shiori y Keisuke, quienes les dedicaron miradas de leve sorna como pago por lo ocurrido el día anterior.
Para su buena fortuna, ya no quedaban rastros de los nubarrones del día anterior, aunque sí muchos charcos que algunos Pokémon salvajes aprovechaban para beber. De algún modo, la lluvia parecía haber apaciguado sus ánimos, por lo que durante la mañana no tuvieron muchos problemas para avanzar por esa ruta de montaña. Fue bien pasado mediodía que empezaron a estar más activos e interponerse en su camino, pero gracias al descanso que habían tenido, no les costó demasiado espantarlos, al no tener interés en entrenar ninguna de esas especies.
Cerca del atardecer, arribaron a una garita construida en medio de un paso de montaña, donde estaba apostado el escuadrón de rescate encargado de socorrer a los Entrenadores que activasen la alarma de sus pulseras o de transportar a quienes quisiesen abandonar el desafío. Sabiendo que no podrían pasar la noche ahí, al estar prohibido para los viajeros, la atravesaron mientras los guardias les deseaban un buen viaje; una vez fuera, vieron que el camino se bifurcaba, estando la vía hacia el noroeste despejada y la del noreste bloqueada y fuertemente custodiada, como para dejar claro a los Entrenadores cuál era la ruta correcta. Ver todos esos uniformes militares devolvió a Danot a los años de su niñez que pasó en la base de Yoshino, y le hizo preguntarse si alguno de aquellos soldados era conocido de su padre. «Ya será para otra ocasión», se dijo a sí mismo mientras daba sus primeros pasos en la ruta 28, la que conectaba directamente con Shirogane.
Establecieron el campamento cerca de una laguna, y tras cenar, Danot hizo el primer turno de vigilancia junto a Shizuru y Hellga, aprovechando la luz de la fogata para continuar con sus anotaciones. La dragona oteaba el entorno con recelo, nada acostumbrada a viajar, mientras la canina le instaba a relajarse un poco; aunque era bueno estar en alerta, toda esa tensión iba a acabar perjudicando sus esfuerzos y su salud. Siendo evidente que ahí no iba a encontrar a su némesis, Shizuru intentó seguir ese consejo, con lo que dirigió la vista hacia lo más alto. Era la primera vez que se permitía una pausa para observar el cielo nocturno, uno que se le hacía tan profundo como el mar que no conocía, pero que estaba arraigado en su memoria genética.
Suspiró, resignada. Por momentos olvidaba que tenía una vida más allá de hacer pagar al artífice de la masacre en su hogar… que aquello no era un fin, sino un paso necesario para alcanzar su propia paz y honrar a quienes murieron ese día. No quería imaginarse a sí misma esperando ahí todos los días, cada día de su larga vida, a que ese infeliz volviese, sin nada más en mente; aquello no era la vida que quería… si acaso se podía llamar así a semejante miseria. Quizá haber sido capturada por Danot era lo mejor que podía haberle pasado, aunque no fuese a admitirlo abiertamente.
Se había concentrado tanto en la transcripción y organización de los datos que tenía que volvió a la realidad de sopetón cuando Akari le tocó el hombro, para luego instarle a descansar. Una vez que Danot entró en la tienda, habiendo guardado ya a sus Pokémon, dejó libres a Yami y Hikari para que la acompañasen, prometiéndose a sí misma que aquella noche no perturbaría el descanso de su amigo.
Sin embargo, cuando amaneció, Akari volvió a despertar abrazada a él, lo que llevó a otra ronda de disculpas. Había pasado lo mismo con Kai y Kururi, quienes tras la tercera noche ya parecían haberlo asumido como algo normal en ella.
—¡De verdad, de verdad lo siento! —clamó Akari, al menos ya no con la cabeza baja; para Danot, ese era un gran progreso.
—Debe ser algo muy tuyo si realmente no puedes evitarlo, así que no te preocupes —dijo con tono suave para tranquilizarla—; tampoco es que me moleste —admitió a continuación, un poco sonrojado; era una experiencia nueva para él, y aunque había sido sorpresivo encontrarse así con ella al despertar, tenía que reconocer que esa noche había dormido mejor que nunca.
—¿¡De verdad!? —preguntó con entusiasmo; aunque no dudaba de su honestidad, quería estar completamente segura de ello.
Danot asintió con una de esas sonrisas que cada vez se hacían más comunes en él, sobre todo cuando interactuaba con quienes más apreciaba. Esto eliminó cualquier atisbo de duda en Akari, quien no dudó en abrazarlo con fuerza, pues el sentimiento era mutuo.
Cuando salieron de la tienda, Keisuke y Shiori ya les esperaban con el desayuno listo. A diferencia del día anterior, ambos no parecían tener ganas de chincharlos, quizá al sentirse ya más cómodos de mostrarse abiertamente cariñosos el uno con el otro. El cielo estaba salpicado de nubes blancas y esponjosas como el plumaje de un Altaria, mas ninguna prometía lluvia, por lo que podrían avanzar a buen ritmo; según el mapa del SmartRotom de Shiori, podrían llegan a Shirogane antes del anochecer si se daban un poco de prisa.
La ruta 28 no era tan escarpada como la anterior, aunque seguía teniendo tramos que se abrían paso entre acantilados, pero en su mayoría era un llano donde la vegetación volvía a hacerse notar, quizá gracias a los riachuelos y lagunas que lo recorrían. Sin embargo, era hogar de Pokémon más territoriales que los que se habían encontrado hasta entonces, como Ursaring o Donphan; otros, más pequeños pero conocidos por atacar en grupo, como Sneasel o Tangela, también eran un peligro notable. Por lo demás, les llamó mucho la atención ver algún Pidgeotto o Fearow sobrevolando el área, a pesar de no ser nativos del área.
Con todo, fue la mañana más dura que tuvieron durante su viaje, y agradecieron haberse equipado adecuadamente de objetos curativos. Todos los Ursaring y Donphan que se cruzaron en su camino atacaron sin dudar, sólo para ser ahuyentados por los técnicas conjuntas de tres o cuatro de sus Pokémon; era una de las mayores ventajas de viajar en grupo, ser capaces de defenderse de manera efectiva y con recambios constantes. Sin embargo, había un obstáculo exclusivo de la ruta final para el que esta previsión podía jugarles muy en contra, cosa de la que eran conscientes gracias a la experiencia previa de Shiori.
Fue bien pasado el mediodía que se encontraron el primero de esos escollos: competidores de ediciones previas de la Conferencia Plateada, quienes se apostaban en ese último tramo del recorrido para “dar la bienvenida” a los debutantes, y esto significaba retarlos a combates para comprobar sus habilidades, y en los casos más extremos, hacerlos desistir de competir, a pesar de haber logrado algo tan difícil como obtener todas las medallas de Johto y recorrer casi toda esa ruta tan poco acogedora. No ayudaba para nada la actitud que muchos de éstos tenían, exigiendo batallas si se negaban tras la primera petición falsamente amable. Fue así que todos menos Shiori decidieron afrontar esos retos, deseosos de probarse de antemano contra otros posibles competidores; ella prefirió mantener frescos a sus Pokémon para el resto del camino y estudiar a quienes enfrentasen a sus amigos, fiel a su naturaleza cautelosa.
Conforme fueron luchando contra esos Entrenadores, notaron cosas que habían pasado por alto. Lo primero fue que todos llevaban pulseras similares a las suyas, sólo que doradas, las cuales seguramente habían recibido en Shirogane. Lo segundo, que siempre que empezaba un combate, una o dos de esas aves que habían avistado horas antes se posaban en las cercanías, y todas llevaban vistosos collares con cámaras incorporadas. Según les explicó Shiori, estaban entrenados para detectar los colores tan llamativos de esas pulseras y descender cuando dos colores distintos se acercaban, además de atacar a quienes no las portasen, todo para evitar cualquier acto ilícito en ese último tramo.
—Me parece injusto que los veteranos intenten intimidar así a los novatos, más si tienen la facilidad de volver a Shirogane para curar a sus Pokémon e intentarlo de nuevo —expresó un indignado Keisuke mientras llenaba su cantimplora en un riachuelo, con Feraligatr cubriendo uno de los flancos del grupo.
—Lo es, pero míralo desde el punto de vista de la Liga —le instó Shiori, haciendo lo mismo—; es una buena forma de saber si los novatos pueden soportar la presión de un torneo antes de su inicio; por más hábil que seas, también requieres de mucha fortaleza mental para ser un gran Entrenador —adujo, sabiéndolo por experiencia.
—Podrías decir que es una forma de explotar las debilidades de tus contrincantes —opinó Danot, si bien aquello tampoco le gustaba—; aunque me resultaría más provechoso emplear mi tiempo en entrenar o pensar nuevas estrategias —sentenció, tras lo cual dedicó una caricia a Hellga.
—O de cubrir las propias de quienes intentan intimidar a otros —aseveró Shiori, sabiendo lo frágil que podía ser el orgullo de muchos.
—Sea como sea, ¡es una gran oportunidad de divertirnos y fortalecernos en el camino! —exclamó Akari con bríos, ante lo que su amiga sólo sonrió; su voluntad era tan ardiente como un volcán… sería una rival muy complicada si le tocaba demasiado pronto en el torneo.
Y lo demostró con creces al vencer categóricamente a todos quienes la desafiaron durante su recorrido; Keisuke no se quedó atrás, arrollando también a sus contrincantes con su potente ofensiva. Danot fue algo más comedido y aprovechó la oportunidad afinar su estilo para lidiar contra oponentes desconocidos, manteniendo la distancia y usando aumentos para acabar las batallas con un ataque certero. Incluso Shizuru tuvo la oportunidad de luchar y lucirse cuando un Entrenador los desafió cerca de una laguna; a pesar de no estar limitado por el terreno, su Magneton no tardó en ser quemado por un preciso Escaldar de la dragona, quedando desvalido contra su mayor velocidad.
Con todo esto, también comprobaron que la mayoría de esos Entrenadores, sobre todo los más belicosos, eran los más débiles o con menor confianza en sus habilidades. Era de esperar, dado que el sistema de calificación de la Conferencia Plateada para los veteranos priorizaba a quienes tuviesen un mejor ranking en sus participaciones previas, por lo que propiciar que los novatos desistiesen de competir les daba una pequeña oportunidad de calificar.
Y el atardecer llegó cuando aún estaban a medio camino de Shirogane. Habían quedado agotados tras lidiar tanto con los Pokémon salvajes como con los otros Entrenadores, por lo que decidieron detenerse ahí y acampar, suponiendo que a esa hora estos últimos habrían decidido volver a Shirogane. Fue entonces cuando esos dos llegaron.
—Mira a estos pobres novatos, no saben lo que les espera —comentó el más bajo de ellos, pelón y regordete, con expresión muy burlona.
Su compañero, enjuto y de ojos negros como un pozo de oscuridad, rió cómplicemente. Sin embargo, los chicos decidieron ignorarlos, mientras un Pidgeotto se posaba en las cercanías; su cámara estaba registrando todo lo que ocurría, por lo que no podrían obligarlos tan fácilmente a tener una batalla que no deseaban.
Ante tal panorama, los bravucones se vieron entre sí, frustrados; no habían podido disuadir de competir a tantos debutantes como el año anterior, en gran parte porque su nivel superaba a los de ediciones previas. Si aquello seguía así, sus oportunidades de acceder a las rondas que daban premios en efectivo serían cada vez menores. Tenían que hacer que al menos ese grupo se diese por vencido, ya más por su propio orgullo que por conveniencia.
—Bah, seguro que son tan débiles que tienen miedo hasta de decir hola —exclamó a voces Gorou, el más bajo, queriendo provocarlos.
—¡Hola y adiós! —exclamó Keisuke, harto—. ¿No ves que estamos cansados y queremos reposar tranquilamente, Qwilfish? —le retó con tono familiar y expresión irónica.
El aludido palideció. Ese había sido el apodo que se había ganado durante su época como estudiante de Mikan, en su natal Asagi, uno que sólo conocían ésta y sus antiguos compañeros. No tardó mucho en reconocer al chico como el entrometido primo de su ex-maestra, quien rió junto a sus amigos al ver cómo su expresión ofuscada le hacía parecerse a dicho Pokémon. Furioso, no lo pensó mucho y aprovechó su cercanía a Danot para arrebatarle su Pokégear al tirar de su cordón, rompiéndolo en el proceso y alejándose con una agilidad inusitada para alguien de su complexión.
—¡Oye, devuelve eso! —Akari saltó como un resorte para intentar recuperarlo, pero Yoshi, el otro bravucón, se interpuso en su camino.
—Sólo si tu amigo acepta tener una batalla conmigo —dijo éste, con tono mordaz.
Si no lo había entendido mal, el otro chico conocía a su compinche, por lo que era posible que estuviese al tanto de su estrategia para espantar novatos; con aquel grupo, quizá fuese más conveniente que él mismo tomase las riendas, lo que el gordo agradeció.
—Si no lo hace, veremos qué cosas tan interesantes tiene aquí —Gorou lamió el Pokégear, como si fuese lo más normal del mundo, mientras les dirigía una mirada de marcado desprecio.
Lo detestaba. Detestaba a la gente que abusaba así de los demás, sobre todo si se trataba de quienes apreciaba. Enfurecida, Akari estuvo a punto de largar una trompada a Yoshi e ir por Gorou a continuación, pero una mano detuvo su puño en alto; ante esto, el enjuto chico decidió alejarse un poco, por si acaso.
—De acuerdo, tendré esa batalla que tanto desean —expresó Danot con una sonrisa para tranquilizar a su amiga, quien había estado a punto de caer en una treta de la que Shiori ya les había advertido.
—Pero… —intentó refutar Akari, aún muy indignada por el comportamiento de esos dos.
Y sin que nadie lo esperase, Danot la trajo hacia él con un súbito abrazo, tanto que Akari no pudo evitar sonrojarse un poco.
—Intenta recuperar mi Pokégear con Goudan mientras los distraigo —le susurró al tenerla así, pues no confiaba para nada en esos dos.
—D-de acuerdo —apenas atinó a responder, en tono más alto, como su amigo esperaba.
—¡Dales duro! ¡Ese tipo no debe ser mucho más fuerte que el Qwilfish! —le animó Keisuke a la distancia.
—¡Ya nos encargaremos de preparar un festín para celebrar tu victoria! —exclamó Shiori, queriendo minar lo más posible la moral de los bravucones.
Estos les vieron con desdén, creyendo que los subestimaban más de la cuenta. Se alejaron unos cien metros del campamento, eligiendo una zona rocosa y libre de vegetación, y como esperaban, el Pidgeotto no tardó en seguirlos. Gorou se situó detrás de Yoshi, mientras Akari se mantuvo al lado de Danot, sin sacarle la vista a su Pokégear. Antes de que nadie hiciese nada, liberó a Goudan.
—¿Qué crees que haces? —cuestionó Yoshi con tono amenazante, mientras Gorou hacía malabares con el Pokégear de Danot.
—Es por si aparece algún Pokémon salvaje —respondió una airada Akari, procurando usar su enojo para ocultar sus intenciones.
Sin embargo, Goudan no pasó por alto la mirada de su Entrenadora, por lo que supuso qué quería; la notó tensa, como si esperase el momento adecuado, por lo que fue hacia donde ésta le indicó, sin perder de vista a Gorou.
—¡Será uno contra uno y los liberaremos a la vez! —estableció Yoshi con firmeza, sabiendo que sus tácticas serían más efectivas para intimidarlos mientras más cortas fuesen las batallas.
—¡Me parece bien! —contestó su rival, teniendo claro a quién recurriría para hacer tiempo hasta que Akari encontrase la oportunidad para recuperar su teléfono.
Y sin demora, ambos liberaron a sus Pokémon. Delante de Danot apareció Tsurugi, una de sus Pokémon más resistentes; por su lado, Yoshi había elegido a un enorme rinoceronte bípedo de armadura pétrea y un imponente cuerno que hizo girar amenazadoramente.
—¡A ver si puedes derrotar a uno de mis Pokémon más débiles! —se jactó Yoshi, mientras su compinche les hacía gestos obscenos.
—¡Ala de Acero! —comenzó Danot, sin molestarse en guardar la distancia; no debía darles ningún indicio de que planeaban algo, y no se le ocurrió mejor forma que pretender que había caído en sus provocaciones.
—¡Entiérralos con tu Avalancha! —contraatacó Yoshi, con un objetivo muy claro en mente.
Aprovechando al máximo el terreno rocoso en el que estaban, Rhydon dio un puñetazo al suelo para hacer volar trozos de roca hacia su oponente, generándose varios más durante su trayecto, los cuales Tsurugi eludió como pudo, usando sus alas endurecidas para cortar los que no. No obstante, fueron tantos los que salieron expulsados hacia los alrededores que Pidgeotto sintió la necesidad de alejarse, pero sólo atinó a evadirlos y posarse en otro punto, por lo que Yoshi chasqueó la lengua. Sin embargo, esa distracción le costó que su Pokémon recibiese un tajo de ala en su costado izquierdo; aunque tenía mucha fuerza y defensa, era demasiado lento para defenderse sin las indicaciones de su Entrenador.
—¡Rayo! —ordenó éste, para sorpresa de Danot y Akari y satisfacción de Gorou.
—¡Viento Afín! —indicó su oponente, intentando generar por todos los medios la apertura necesaria para Goudan.
Inusual para un Pokémon de roca o tierra que no fuese también eléctrico, Rhydon tenía un órgano capaz de generar electricidad, por lo que disparó una centella desde su cuerno hacia el ave blindada, quien la eludió con un fuerte aleteo que causó una corriente de aire que aumentó apreciablemente su velocidad. Así, amplió su rango de vuelo para eludir esos Rayos y evitar el riesgo de parálisis; sin embargo, uno de ellos alcanzó “por accidente” al Pidgeotto, y si bien no lo lastimó demasiado, sí que deshabilitó su cámara, la cual parpadeó de color rojo. Esos dos, sin lugar a dudas, habían encontrado una manera efectiva de lidiar con la seguridad de la Liga, posiblemente para cuando querían ser más agresivos en su “convencimiento” a los novatos.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias para Gorou y Yoshi. Ese chico estaba siendo un hueso muy duro de roer, como demostró Tsurugi al dar un segundo golpe con su ala endurecida en el otro costado de Rhydon. La mayor velocidad y ese filo le habían hecho un daño mayor, al punto de causarle una mueca de dolor, cuando esa especie solía ser insensible a los estímulos gracias a su gruesa armadura pétrea. Mientras tanto, Goudan se acercó un poco a esos dos con el pretexto de espantar con un Lanzallamas un Tangela que caminaba hacia ellos; se quedó ahí, como si otros fuesen a venir.
—¡Rhydon, ya sabes qué hacer! —exclamó Yoshi con una mueca desagradable, queriendo dar la impresión de que no se había tomado la batalla en serio hasta ese instante; ansiaba ver la desesperación en su oponente cuando se diese cuenta de que no podría ganar.
Danot no dijo nada, dejándolo al criterio de su Pokémon. Aunque había empezado como la menos ducha de las tres que Yamen le dejó para su protección, era una excelente luchadora y no necesitaba que le advirtiese de la mayoría de peligros; así, mantuvo su distancia, lista para atacar apenas encontrase un hueco en la defensa de su oponente. Éste siguió disparando sus Rayos, procurando disminuir su rango de vuelo con ataques cada vez más precisos, hasta que halló su oportunidad; sin aviso, expelió desde su boca un brillante proyectil pétreo que explotó en la cara de Tsurugi y la mandó al suelo. Aquello no le ocasionó demasiado daño, pero para su horror, fue incapaz de volver a alzar el vuelo; su aumento de velocidad seguía activo, pero casi no podía despegarse del suelo, por más que saltase y agitase sus alas.
—Antiaéreo… —pronunció apenas Danot, sabiendo que debería haberse esperado algo así; por más rastreros que fuesen, esos dos tenían el nivel como para competir en una liga regional—; ¡corre, Tsurugi, corre y Ala de Acero! —le instó, recordando cómo habían cruzado el Camino de Hielo; fue la primera vez que agradeció haber tenido ese leve temor a las alturas.
—¡Tumba de Roca! —ordenó su contrincante, queriendo acabar con ello antes de que otra de esas molestas aves viniese a reemplazar a la que se había marchado hacía unos segundos.
Más acostumbrada a volar que a correr, Tsurugi aprovechó su todavía activo incremento de velocidad para abalanzarse sobre su oponente con sus alas brillando, como si fuese uno de los muchos Dodrio que había enfrentado por el camino. Evitó como pudo los cúmulos de roca que el rinoceronte generó con sendos pisotones, buscando el espacio para asestarle un buen golpe. Sin embargo, al no estar habituada a esa forma de moverse, su recorrido se hizo mucho más previsible para su rival, quien conjuró varias rocas justo cuando Tsurugi extendió sus alas, lista para atacar. Así, un cúmulo de rocas pequeñas atraparon sus patas, mientras que otras mucho más grandes hicieron lo mismo con su cuerpo y alas, restringiéndola casi por completo. Utilizó sus Alas de Acero para intentar liberarse mientras Danot la animaba, pero a la que cortaba una roca, otras nuevas surgían al son de los pisotones de Rhydon, como si quisiese sepultarla viva. Cuando tuvo que tomar un respiro, sólo habían quedado visibles su cabeza y parte de su pecho, justo como Yoshi quería. Se deleitó al ver sus expresiones de desesperación, y casi no podía esperar acrecentarlas con su siguiente orden.
—¡Perforador! —ordenó con voz tétrica, como si estuviese indicando el final del combate.
—¡Foco Resplandor! —contraatacó un muy serio Danot.
Yoshi rió entre dientes, creyendo que estaba fingiendo mantener la compostura ante un ataque que usualmente asustaba a los novatos, mucho más al tener a sus Pokémon retenidos de esa manera; así, Rhydon arremetió con su cuerno al frente, el cual giraba frenéticamente y producía un ruido escalofriante. Viéndolo venir, Tsurugi abrió su pico por completo para acopiar energía lumínica en una esfera plateada, pero su merma de velocidad le impidió atacar antes de que el Perforador hiciese contacto con el acero de su pecho. Yoshi casi no podía esperar ver la fea herida que causaría esto, el consiguiente derrumbe emocional de su Entrenador y, al fin, su decisión de rendirse y regresar a casa. Sin embargo, lo único que vio fue cómo ese cuerno giratorio resbalaba por el acero, incapaz de penetrarlo por más que su Pokémon lo intentase, lo que dio tiempo a la Skarmory de disparar un chorro de energía plateada que lo hizo retroceder y caer de espalda; no tardó en aprovechar aquello para intentar liberarse de su prisión de roca.
—Mierda, mierda —Yoshi se mordió el labio, poniéndose nervioso como siempre que esto fallaba y suponiendo, muy tarde, que su oponente debía tener más nivel que su Rhydon o que contaba con la habilidad Robustez—; ¡Taladradora! —ordenó en el acto, queriendo aprovechar el efecto del Antiaéreo antes de que Tsurugi se liberase.
—¡Foco Resplandor! —indicó Danot, mientras dirigía una mirada disimulada hacia Goudan.
El rinoceronte volvió a cargar con toda su fuerza, mientras partículas de tierra se adherían a su cuerno giratorio, generando un taladro mucho más grande que enfiló contra su oponente; ésta, con algo más de libertad, acumuló energía lumínica en su pico y se la disparó. Rhydon no dudó en cargar de frente y atravesó el chorro plateado con su enorme cuerno de tierra; aunque éste perdió volumen en el proceso, pudo resistir hasta que ese ataque cesó, con lo que su rival quedó finalmente a su merced.
—¡Acaba con esto ya! —rugió Yoshi, intentando sonar lo más amenazador posible a pesar de la ansiedad que sentía.
—¡Defiéndete con Pico Taladro! —ordenó Danot, dado el inminente choque entre ambos.
Tsurugi hizo vibrar su pico con intensidad, interceptando justo a tiempo la punta del otro taladro. Aunque la fuerza de Rhydon era mayor, su ataque había perdido potencia al emplearlo como escudo; sumado a su mal match-up contra los ataques de tipo volador, ese taladro térreo fue perforado por el duro pico de Tsurugi, el cual chocó contra el ya desnudo cuerno de su rival.
—¡Llamarada! —bramó Yoshi, harto de que esos dos boicoteasen cada una de sus tácticas.
—¡Tsurugi! —le llamó Danot, dirigiendo una mirada fugaz hacia Akari, al notar que ningún Pokémon había llegado para reemplazar al Pidgeotto.
Rhydon no tardó en disparar una enorme bola de fuego que generó un fuerte estallido que rodeó a ambos. Akari aprovechó esa distracción para lanzarse en pos de Gorou gritando como una fiera, dejando salir todo el enfado que ese par producía; tomado por sorpresa, éste intentó lanzar una Poké Ball mientras sorteaba por poco una rápida patada a la cara, pero trastabilló y dejó caer el Pokégear de Danot.
Pletórica, Akari se aprestó a asirlo, pero una lengua larga y babosa se le adelantó y llevó el aparato hacia sí, habiendo visto que su humano lo había dejado caer. Se trataba de un reptil rechoncho de piel rosa y una expresión tan maliciosa como la de Gorou, la cual pronto cambió a una de dolor cuando recibió un veloz puñetazo en la zona occipital, cortesía de un oportuno Goudan. Comprobaron con repulsión lo corrosiva que era la saliva del Lickilicky al notar que la carcasa del Pokégear se estaba decolorando, por lo que Akari intentó por todos los medios hacerse con él, dando golpes y patadas a diestra y siniestra, completamente sincronizada con su Infernape. Gorou, aún en el suelo, no se atrevía a dar una orden a su Pokémon, quien usaba su cola endurecida para defenderse de esos dos mientras mantenía ese aparato enroscado con firmeza en su lengua.
Por su parte, Yoshi se giró hacia su compañero y se dio cuenta de la trifulca entre Lickilicky y los otros dos, por lo que no dudó en ordenar a su Rhydon que los atacase, creyendo que ya había ganado la batalla. Para su horror, cuando el humo de la Llamarada se despejó, las rocas que rodeaban a Tsurugi se desmoronaron, y aunque ésta se veía bastante lastimada, aún tuvo los suficientes bríos para atacar a su rival por la espalda mientras éste daba un fuerte pisotón, queriendo encerrar a la chica y el Infernape con su Tumba de Roca. Sin embargo, al perder el conocimiento, su técnica acabó errando, por lo que una roca surgida del suelo golpeó la lengua de su aliado y le hizo lanzar el Pokégear por los aires. Viendo su oportunidad, Akari y Goudan se lanzaron en pos de éste, mientras Danot y Tsurugi también se acercaban a toda velocidad… sólo para que fuese golpeado bruscamente por otra roca emergente, con lo que acabó cayendo a los pies de su dueño, con la carcasa hecha añicos y gran parte de sus componentes internos decolorados y a la vista.
Danot cayó de rodillas ante los restos de su Pokégear, asiéndolos con fuerza a pesar de la leve quemazón que le causó la saliva de Lickilicky. Notando la llegada de un Fearow y temiendo una represalia más que justificada, ambos bravucones no tardaron en guardar a sus Pokémon y liberar a un Smeargle que los teletransportó de vuelta a Shirogane, antes de que unos furiosos Akari y Goudan pudiesen detenerlos. Frustrados, se acercaron a su amigo, quien era consolado por Tsurugi, sin saber qué decir y sintiendo que podrían haber hecho mucho más.
—Gracias, Akari, Goudan, Tsurugi —dijo Danot con tono apagado antes de guardar a esta última, intentando mostrarse ecuánime a pesar de todo.
Viendo que no había nada por vigilar, el Fearow se retiró para seguir con su trabajo. Por su parte, Akari no supo qué contestar; notaba que su amigo se estaba tragando todo el malestar que todo aquello le causaba, sobre todo al verle guardar los restos de su Pokégear en el bolsillo frontal de su mochila. Regresaron al campamento en silencio, y sus caras largas fueron toda la indicación que Keisuke y Shiori necesitaron para saber que algo malo había ocurrido.
—No se preocupen, chicos; será una buena oportunidad para comprar un SmartRotom —les instó Danot tras contarles lo ocurrido, no queriendo preocuparlos de más.
Pero para todos fue evidente que lo estaba pasando mal, dada lo diametralmente opuesta que era su expresión a la de ilusión que tenía durante el primer día de viaje, cuando les explicó de sus buenos momentos con ese aparato. Aunque sus sonrisas eran una ocurrencia inusual, supieron que la que les dedicaba en ese instante era fingida, en un intento por tranquilizarlos.
Cenaron en medio de un ambiente incómodo. Keisuke y Shiori no sabían cómo lidiar con esa faceta hasta entonces desconocida de su amigo, mientras que Akari se sentía demasiado culpable como para intentarlo, mostrándose más apagada de lo usual. Al terminar de limpiar todo, Danot se ofreció a hacer el primer turno, sintiendo que si realmente llegaba a dormirse, no querría despertar hasta el día siguiente; así tendría tiempo para ordenar sus pensamientos, pues se daba cuenta de que a pesar de sus esfuerzos para no preocupar a sus amigos, estaba logrando todo lo contrario.
Así, cuando éstos se marcharon a dormir, sacó a Pyro y Hellga para que le acompañasen, más necesitado de calidez y confort de lo que había querido admitir hasta ese momento. Sólo los acarició y dejó que su presencia sosegase su corazón, evocando las memorias que habían hecho juntos. Lo que más le dolía era que su Pokégear estaba cargado de recuerdos, al haber sido un regalo de su familia cuando superó el período de prueba que Yamen le impuso como condición para ayudarle con su trabajo de campo y viajar por la región.
No podía perdonar a los infelices que habían dañado ese tesoro en su afán de obligarlo a luchar, pero tampoco podía perdonarse a sí mismo por no haber podido protegerlo. Ya no tenía claro qué podría haber hecho y qué no para evitar que aquello sucediese. Estaba cansado y sus Pokémon se alternaban entre vigilar los alrededores y brindarle calidez, pero debía mantenerse despierto, al menos hasta que Akari tomase su lugar. De verdad quería sacarse todo aquello de dentro, pero su amiga ya había hecho más que suficiente por él y no quería cargarla aún más con ese tema.
Quizá fue por esto que cuando ésta despertó para relevarlo, no le dedicó más que un seco ”buenas noches” antes de irse a dormir. Sin embargo, esto no le sentó nada bien, haciéndole creer que Danot en realidad estaba enojado con ella por lo ocurrido, pero ocultándolo para no herir sus sentimientos. «¡No, no, él me lo diría sin dudar!», se repitió a sí misma mientras se dejaba arropar por Reidam, quien le dedicó una mirada preocupada. Dado el corto tiempo que llevaban juntas, nunca la había visto así; giró la vista hacia Yami, quien asintió para aplacar sus inquietudes. Solía ponerse así cuando tenía una discusión con alguien a quien apreciaba, como había pasado muchas veces en su viaje por Hoenn, pero sólo necesitaba compañía y algo de tiempo para encauzar sus ardientes sentimientos. Con esto, la Charizard reforzó su abrazo para brindarle toda su calidez, tiempo en el que Akari decidió aclarar toda esa situación, como había aprendido a hacer con sus apreciadas amigas. Si había podido tratar con el mal genio de Kai o los agudos pero acertados comentarios de Kururi, alguien del carácter de Danot debía ser más llevadero, o esto esperaba.
Así, cuando Keisuke y Shiori despertaron para tomar su lugar, no tardó en guardar a sus Pokémon y volver a la tienda tras darles animadamente las buenas noches, con tanta prisa que no pudieron evitar preguntarse qué se traía entre manos, aún preocupados por ambos. Aunque eran sus amigos, todavía no eran tan cercanos como esos dos, por lo que dejaron todo en sus manos, esperando que Akari pudiese encargarse de ello.
—Como desearía que la maestra estuviera aquí para… —dijeron al unísono, tras lo cual se miraron mutuamente antes de reír ante la sincronización de sus corazones, al punto de caer en ese hábito ya obsoleto de referirse así a Ibuki.
Por su parte, a Danot le había costado mucho conciliar el sueño a pesar del cansancio, y éste fue tan ligero que despertó al escuchar a Akari entrar en la tienda y quitarse la chaqueta. Volvió a sentir la necesidad de girarse hacia ella y dejar salir todo lo que le aquejaba, pero la resistió, sabiendo que era su propia responsabilidad lidiar con sus emociones. Para su sorpresa, a diferencia de las noches anteriores, ella se le acercó aún estando despierta y pegó la cara a su espalda.
—No sé si estás enfadado conmigo por lo que pasó, pero si es el caso, lo siento, de verdad lo siento; yo también habría querido ser más rápida y haber podido salvar tu precioso Pokégear —dejó ir en un hilo de voz, esperando que de ser el caso, se lo dijese con toda libertad.
Estas palabras causaron que a Danot se le encogiese el corazón. En su ensimismamiento, no había notado lo mal que su amiga también lo estaba pasando, culpándose tanto o más que él mismo por lo ocurrido. No dudó ni un instante en girarse y abrazarla con fuerza, tomándola por sorpresa.
—¡No hiciste nada mal, Akari! Por el contrario… ¡fue mi idea aceptar esa batalla, así como lo fue que lo intentaras, y lo hiciste lo mejor posible; es mi culpa por haberme dejado arrebatar mi Pokégear! —contestó con inusitada vehemencia, queriendo que supiese con toda seguridad que no estaba enojado con ella, sino por el contrario, que estaba muy agradecido por su gran esfuerzo en ello.
—¡Pero tampoco fue tu culpa! ¡Así que deja de sentir que debes castigarte por ello! —le pidió al separarse de él y mirarle al rostro, habiendo entendido al fin qué le tenía así; ambos se habían pasado la noche culpándose a sí mismos por lo ocurrido, cuando los responsables reales aún campaban a sus anchas en Shirogane—; y si hay algo que tengas que dejar salir, para esto estoy —le ofreció con una sonrisa enmarcada por sus ojos llorosos, al sentirse por fin capaz de aliviar la pena que llenaba a su amigo.
Y como para no dejarle escapar de tal ofrecimiento, fue rápida en arroparlo en su pecho, queriendo darle un espacio seguro para que dejase ir lo que hiciese falta. Más que agradecido por esto, Danot no dudó en expresar todo lo que se había estado guardando hasta entonces. Akari fue brindándole relajantes caricias mientras le escuchaba con atención, no queriendo interrumpirle ni molestándole las lágrimas que humedecieron su camiseta. Era comprensible que todo aquello le hubiese afectado tanto, al ser alguien que estaba empezando a disfrutar su vida sin las cadenas, reales o imaginarias, de las expectativas de otros. Aunque ese Pokégear era un mero objeto, atesoraba las memorias que le habían llevado finalmente a encontrar una libertad que recién comenzaba a descubrir, y esos infelices la habían pisoteado en su afán de someterlos a su propia voluntad.
—Sé que no puedo devolverte tu Pokégear tal y como era… pero lo que sí puedo ofrecerte es hacer muchas memorias juntos —le dijo con una sonrisa radiante, tan emocionada ante tal prospecto que su corazón dio un vuelco, como hacía mucho que no le ocurría—; y con Ibuki, y mis amigas cuando te las presente, y lo mismo con tus amigos, y Keisuke y Shiori —se apresuró en añadir, sonrojada, sin querer que su amigo pensase que quería acapararlo.
Esas palabras le dieron finalmente a Danot la paz que tanto requería. Sí, había perdido su Pokégear, pero sus memorias seguían intactas; las atesoró como nunca, junto a las que tendría más adelante, con la gente que apreciaba.
—Casi no puedo esperar para ello —le correspondió con una sonrisa que contrastó con sus ojos rojos de haber llorado, pero se le notaba mucho más sereno; aunque, como Akari, no tenía la menor duda en dar un buen escarmiento a esos dos infelices cuando llegasen a Shirogane.
Se durmieron antes de notarlo, abrazándose mutuamente para darse calidez, mientras sus amigos se preguntaban cómo estarían tras percibir el ruido de su conversación a la distancia. Aunque no se enteraron de qué habían hablado, supusieron que todo estaba bien si ninguno de los dos había abandonado la tienda. Sonrieron entre sí, esperando que realmente fuese el caso.
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