[Pokémon] Steamcatchers

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  • El_Rey_Elfo
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    #16
    AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

    AH

    JUSTICIA

    Holi, vengo a comentar.

    Iré directo al grano, no me esperaba la desvivición del yelmo, cuando leí lo mal que trataba al Charcadet estuve a punto de comenzar el movimiento #FreeCharcadet, pero el zeiones hizo lo que pensé demoraría más capítulos en suceder, pero no me quejo, fue de esas muertes satisfactorias y el Charcadet lo veo como un futuro Ceruledge, por las espadas, pero cualquier cosa puede pasar, me alegra que esté bien.

    Que plan se tenia guardado Junk, pero tenía razón en no decirlo, no hubiese aceptado, aunque si fue muy peligroso, fue como jugar con el azar, pudo haber pasado cualquier cosa, pero pasó lo mejor que podría pasar, no llevó al desenlace del maldito yelmo (escribo su nombre con minúscula a propósito para demostrar mi desprecio hacia él).

    No recuerdo si lo comenté antes, pero me gustaría que Gareth y Crixa se vuelvan buenos de alguna forma, Gareth quería dejar al Manectric, pero no sé, siento que en el fondo igualmente no le gustaba esa idea, pero su ego de soldado y su ignorancia no le permitieron demostrarlo.

    Creo que una de mis partes favoritas, después de las desvivición del yelmo, fue cuando Junk da toda esa explicación de la relación entre los Onix y los Magnemite, le da todo un aire de investigación que me encanta, es que si yo estuviese en el mundo pokémon, andaría por ahí inevtigando, y averiguar este tipo de datos es fascinante. Admito que busqué si esa relación existía y sólo di con el dato de que Onix tiene ese imán en su cabeza para orientarse, no sabía sobre eso, por lo que me encantó que los relacionaras así. Además, es coherente con la época, supongo que en una era donde no hay centrales eléctricas, es mucho más común encontrar a los Magnemite en cuevas y, por ende, más fácil que se den este tipo de interacciones con otra especie.

    Bien por el Grovyle que logró ser libre, pero ese Watchog le tiene mucha lealtad al duque, más problemas se avecinan.

    Bueno, espero leer pronto otro capítulo.

    Besos y abrazos.

    Comentario

    • Dickwizard
      Mage of Flowers
      SUPAR PRUEBA
      • dic
      • 13

      #17
      Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que comenté un fanfic. Pero este en particular he tratado de seguirlo. Qué decir, las palabras no me salen con tanta facilidad, así que disculpa de antemano la falta de elocuencia.
      Entre otras cosas, tengo la sensación de que tu prosa es un poco más fina. Hay más figuras poéticas aquí y allá, y se percibe la intención de contar algo un poco más serio y desarrollado que una aventura (aún si a todas luces esto parece empezar con una aventura). En general se hace una lectura muy amena, y si no fuera porque una u otra cosa me interrumpe a cada rato, pude haberme puesto al corriente en unas pocas horas y no en unos pocos meses. Tenía un bosquejo de comentario que decidí tirar a la basura para escribir de nuevo en lugar de decir lo que pensaba hace unos meses.

      Es curioso cuando lo piensas. Aunque todos somos fans de Pokémon, nuestras historias siempre tienen algo personal y suelen gravitar en torno a algo. En mi caso ese algo es tomar el setting de Pokémon y torcerlo en algo más; en el caso de Doc es tomar los Pokémon de base para hacer sátira social, y en tu caso, por lo menos después de Crowned, parece que te has empeñado en contar una historia más oscura del Mundo Pokémon. Ya sea un viaje Pokémon en el que seguimos a un par de cínicos con malas intenciones en una sociedad particularmente corrupta, ya sea en una escuela para fracasados en la que lidiamos con cosas como verdadera crueldad animal y discriminación, o ya sea una historia como esta en la que las vidas humanas importan muy poco y las vidas Pokémon incluso menos, con estas adorables bestias víctimas de los humanos que las esclavizan con drogas y tortura para usarlas en la guerra…

      Ah, la guerra. Parece una amenaza distante en el horizonte ahora que jugamos a las excursiones en la montaña (he de decir que esperaba algo más largo, no un viaje finiquitado en dos capítulos). Aunque supongo que eventualmente la trama va a ir por allá, si es una fracción de largo de como es Crowned. De momento lo que me compra es esta sensación de novedad y de descubrimiento. Hay algo que solo encuentras en los fanfics, creo yo, especialmente en esta clase de fanfics, que es redescubrir un mundo que amas y que te apasiona a través de ojos ojos que comparten la pasión pero no la perspectiva; la clase de historia que ese otro ve posible en la historia que aparece frente a tus ojos. Este mundo que vamos conociendo poco a poco, por momentos terriblemente cruel con los Pokémon, pero que de a poco se va abriendo a los mismos. Un mundo con sus propias reglas, quizá. Este último capítulo en particular me ha parecido bastante imaginativo tanto en los detalles con las pokébolas y su construcción, así como ese breve vistazo a las cuevas que se sienten como un ecosistema vivo (que nuestros héroes dejan un poco menos vivo).

      De a ratos me da la impresión de que caminas en torno a la línea del tono de la historia. Pasa algo bastante oscuro e inmediatamente vas para atrás. Empezando con los peces, por ejemplo, que un capítulo cierra con la terrible escena de estos dos muertos junto a la manzana, y al siguiente nos enteramos que ya estaban prácticamente muertos y que la manzana se salvó. No sé si fue la idea del principio o si te contuviste para no parecer demasiado edgy (o para que se viera un poco más comprensible que Junkun aceptara cooperar. Pero este capítulo me produjo una sensación similar. Nos dices que el buen Hiraku está muerto bien muerto, y el abuelo del yelmo estrangulando al enanito de fuego que se atrevió a desafiarlo, y por un momento me la creí. Pensé que tu plan era matar al zeionés acá y que Junk se hiciera cargo de Haku a partir de entonces. Hubiera tenido incluso algo de poético, porque habría sido la imprudencia del joven inventor lo que causara la muerte del más respetable a bordo de la nave (después de Amelia, claro, pero estoy seguro que lo que quiere Junk es perderle el respeto), y a modo de compensación cuidaría de la Absol. Y digo que me lo creí porque a estas alturas ya cortaste un par de cabezas y porque el abuelo del yelmo parecía más intimidante, pero me alegra que no haya sido el caso porque la escena siguiente estuvo re bonita, incluso si de todos modos acaba con un cliffhanger medio cruel.

      Respecto a los personajes, Junk me ha parecido sobresaliente. Y no tanto dentro de la historia porque es difícil sobresalir a lado del japonesio con el Tsubame Gaeshii y un perro albino con su propio bankai, pero no hablamos de él. Junk sobresale más bien como protagonista en este entorno. En un mundo en el que todos hablan del beneficio personal, de amasar poder y prestigio o de desconfiar de todo lo que les rodea, Junkun nos ayuda a recordar que esta historia va sobre las maravillas del descubrimiento y sobre conocer a los Pokémon por primera vez. De ciencia, de aventura y del altruismo que viene de la mano con el conocimiento. Y es gusto ver que aunque se va volviendo desconfiado, no pierde esa compasión que lo llevó a cuidar de los dos pececitos (que no recuerdo sus nombres pero les digo Shrek y Fiona) y a hacerse amigo de la bestia de rocas que lo atacó en su hogar. Un mundo que se pone tan oscuro como este necesita un protagonista que pueda iluminar la historia con su buen corazón, y en ese sentido, cumple perfectamente. Plus tengo debilidad por los héroes de ciencia.

      Por otro lado tenemos a Hiraku porque si hay un chico inocente y medio nerd de un lado necesitamos un badass para balancear las cosas, y el señor Bushido cumple perfectamente. Es badass, estoico, y tiene al Pokémon más antihéroe de la historia con todo y bankai. Y ahora tiene un enanito con cañones en las manos porque tres espadachines en el mismo equipo es tan cool que rompería la trama (y porque creo que sus ojos eran rojos). Fue un muy buen detalle que lo primero que hiciera fuese cortarle las cadenas a Charcadet, considerando sus propios roces con la esclavitud se niega a darle el mismo trato al enanito que seguramente ahora va a tener un nombre badass como Kusanagi, Entei, MASAMUNE o algo igual de badass. Porque lo que le falta en centímetros le sobra en huevos para tratar de matar al abuelo del yelmo aún si tuviera que llevarlo de la mano al infierno. Aprende Nix. Aprende.

      De Amelia no puedo decir que tenga mucha opinión. Al igual que Hiraku, ayuda a establecer la idea de que Junkun no es un completo idiota, que es posible sobrevivir en esta época traicionera conservando algo de dignidad e incluso optimismo. Es adorable, es simpática sin pasarse de perfecta, aún si parece perfecta a los ojos de Junkun, que está en la edad, y tiene un sarcástico sentido del humor. Y encima tiene un Castform, que no puedes odiar, y el nombre más original para una aeronave.

      Entre Vibrava, Grovyle, Manetric, Absol, Castform y Slaking tenemos un surtido bastante amplio de Hoenn… he dicho antes que es mi región menos favorita pero su dex es de las mejores.

      Estos tres forman un núcleo muy agradable de seguir. Lo cual es bueno porque el resto han sido o despreciables o se quedan en el fondo. Crixa y Gareth por ejemplo que de momento tienen el mínimo de personalidad (apropiado si no van a salir más) y el duque de Nova Haven que es… vale, Regi es despreciable pero es mi clase de despreciable favorito: el hijo de puta es tan ruin y tan basura que no puedo evitar reír cada vez que sale en escena. Y suele venir acompañado de Iveroy lo que siempre es un plus porque el viejo mayordomo fue la primer persona decente que conocimos en Nova Haven… Un nombre demasiado acogedor para este sitio de mierda.

      Me muero de ganas por leer más aventuras de Amelia surcando los cielos en la Vivi Brava, por ver a Junk descubrir más Pokémon e inventar más cosas, y por ver a Hiraku cortar más hijos de puta. Creo que de todos los fanfics que he leído de ti este va que vuela para volverse mi favorito. Esperemos ver el próximo capítulo pronto.


      Y ahora me retiro con un acertijo: ¿Cuántos cumpleaños tienes entre un domingo y un viernes?

      Comentario

      • Tommy
        TLDR?/A tu vieja le gusta
        SUPAR PRUEBA
        • dic
        • 60
        • 🇦🇷 Argentina
        • Buenos Aires

        #18
        Ahora sí me puse un poquito las pilas y actualicé el primer post con las fichas del trío protagónico. Ya veré si más adelante cuando agregue otras las actualizo o modifico de alguna manera, pero al menos dan un pantallazo general a sus historias individuales y su rol en este punto de la trama.

        Antes de avanzar con el capítulo, como de costumbre respondo (y agradezco infinitamente ) los comentarios de El_Rey_Elfo y Horla.



        ---

        Capítulo 06: Hoja rota

        Sobrevolando las sierras junto a una bandada de gaviotas que viraba en dirección al basto mar, la Vivi Brava avanzaba rápidamente hacia el Bosque Foongu. En su interior, los pasajeros se ocupaban en silencio de curar y lavar sus heridas, comer y, en el caso de Junk, improvisar una mesa de trabajo con la tapa del baúl de herramientas provisto por los científicos del duque. Allí vació el morral de Amelia lleno de restos de aquellas criaturas plateadas que incluso muertas seguían manteniendo una fuerte carga electromagnética en su interior, así que se colocó sus guantes con protección contra descargas y sus goggles para evitar chispazos indeseables en los ojos y se puso a trabajar, revisando que ningún potencial componente para las Bolas de Pocket se hubiera estropeado durante la escaramuza en Wreckstone.

        Desde uno de los sillones alargados en la cabina de pasajeros, Gareth lo observaba con una mezcla de desdén y genuina curiosidad. Se le acercó varias veces, espiando por sobre sus hombros qué rayos hacía tan entretenido con todas esas herramientas y cadáveres de Magnemite, y estuvo tentado de frenarlo y advertirle que no tenía autorización del duque para construir ninguno de sus raros inventos en la nave para intentar un escape, pero Junk solo parecía estar enfrascado en su universo de cálculos que tan ajeno le resultaba, enderezando abolladuras con un pequeño martillo y quitando tuercas con un destornillador para extraer el núcleo de la membrana en los ojos de los cíclopes. Y por mucho que resintiera su presencia y cómo había intentado —y conseguido, en cierto modo— engañarlos en la cueva, lo cierto era que, luego de esa precisa experiencia, quizás sí les convendría contar con varias de esas raras esferas fabricadas cuanto antes para continuar la expedición sin mayores sobresaltos. Pensó en cuánto más fácil sería todo si simplemente pudieran lanzar esas cosas a las bestias para encerrarlas antes de que pudieran aplastarlos como los Onix, y regresó a su asiento tras soltarle un simple «Será mejor que te apures con eso, porque llegaremos a Foongu en cualquier momento».

        Desplomándose nuevamente en el sofá, desvió la mirada hacia el monstruario: allí Manectric dormía sin calma, pero con sus heridas tratadas con vendajes y ungüentos medicinales que calmarían su dolor y cicatrizarían más rápido sus heridas. Amelia se ocupó personalmente de tratarlo, sin amedrentarse ante los gruñidos amenazantes que el dolorido can le soltaba mientras recibía las curaciones. Aunque no se le daba tan bien manejar heridas como manejaba su aeronave, la pelirroja acabó conforme con su trabajo y decidió que sería mejor dejarlo descansar al cuidado atento del Gligar en el árbol y de Rockruff y Charcadet, este último dándole un poco de calor a todos con el suave crepitar del fuego en su cabeza. El propio Talonflame había decidido prestar un ala, pues su mera presencia sobre la rama del árbol compartida por el murciélago escorpión era suficiente para irradiar un calor que resultó terapéutico.

        Pero Gareth no estaba tan consternado por la salud de las bestias como lo estaba por aquello que se apoyaba al fondo, sobre una pila de heno y costales con provisiones: un mandoble robusto y pesado, descansando ya sin dueño entre las sombras. El símbolo de su fracaso como caballero, al no haber hecho nada para salvaguardar la vida de su compañero. Y no solo no había tenido las agallas para interceder como hubiera debido, sino que ahora continuaba la misión junto al asesino de su compañero, nada menos que un Escoria de Zeio al que nadie había dicho nada desde que dejaron Wreckstone. Crixa lo evitaba, cobarde como él solo, pero incluso Amelia parecía preocuparse por la salud de los monstruos o el curso de su vehículo solo para poder distraerse y así evitar tener que entablar una conversación con el zeionés.

        —¿Se recuperará?

        —Con el tiempo, debería.

        Aquellas habían sido las únicas palabras cruzadas con Hiraku desde que subieron a la Vivi Brava. Junk había visto a la exhausta Absol echándose de lado sobre el sillón y al hombre de Zeio acariciando con delicadeza su pelaje con un paño húmedo para limpiarlo, y luego su cuerno con una hoja untada en una loción que llevaba consigo para tratarlo. Pero ni Junk ni Hiraku parecían tener ánimos para extender la charla, así que cada uno se dedicó a lo suyo durante el resto del vuelo.

        Notó entonces que no era el único en sentir curiosidad por el metálico traqueteo de las herramientas del muchacho operando los componentes de Magnemite sobre el baúl, pues Crixa se le había acercado con más ganas que aptitudes para entender qué estaba haciendo exactamente.

        —No se hagan ilusiones —murmuró el joven rubio, cuyos ojos estaban ya muy perdidos bajo capas y capas de lentes y cristales en sus goggles de trabajo—, todavía necesitamos otros dos componentes fundamentales para que funcionen adecuadamente. Por ahora, solo son unos bonitos contenedores para anillos… Podrían hacer una propuesta de matrimonio divertida con esto —Y asustó a Crixa enseñándole un Magnemite sin ojo en el frente, con una abertura transversal y una pequeña bisagra instalada en la parte trasera a modo de unión, abriéndola y cerrándola como la hambrienta boca de una piraña para revelar su interior hueco.

        —Ya va siendo hora de que nos anticipes qué vamos a buscar a Foongu exactamente —decidió Gareth mientras observaba el pequeño punto verde emergiendo en el horizonte, con la brillante orilla del mar a su izquierda—. Y sería bueno para todos, pero especialmente para ti, que esta vez nos cuentes todo sobre lo que podemos encontrarnos allá.

        —Eso, ¿qué componente necesitas ahora? —preguntó Crixa con más interés en saber que en intimidar al de Scraptown, que ni siquiera les devolvió la mirada, encorvado sobre su obra de ingeniería mecánica en proceso.

        —Polvo Espora —respondió sin más, dejando que el silencio se apodere del ambiente, interrumpido solo por el ocasional bramido de motores cuando la Vivi Brava embestía una correntada de viento en contra y por el zumbido de sus alas agitándose sobre el fuselaje. Gareth tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no reventarle la cabeza contra toda esa chatarra de acero que desparramaba sin orden aparente en la superficie del baúl. Al final, se permitió no contener las ganas de ponerse de pie de un salto y gritarle.

        —¡Pero si eso podemos conseguirlo en cualquier boticario! ¡Incluso deben tener un montón en el palacio de Nova Haven!

        Junk hizo girar hábilmente un destornillador entre sus dedos y luego se lo puso de bigote mientras se llevaba la bola de metal vacía al oído y la agitaba suavemente para verificar que las bisagras no hicieran ningún ruido y hubieran quedado bien soldadas. Gareth apretó la empuñadura de su espada, pero la voz del joven lo frenó antes de que pudiera fantasear siquiera con la idea de su cabeza rodando por el suelo de la Vivi Brava.

        —No como el que necesitamos si queremos atrapar algo más que aire dentro de las Bolas de Pocket.

        —Regiballs —corrigió Crixa aclarándose la garganta. Junk soltó un resoplido haciendo rodar sus pupilas.

        —Escuchen, después de lo que pasamos en Wreckstone… ¿Creen que me divierte todo esto? De haber podido conseguir Polvo Espora en Nova Haven o en Scraptown, no estaría en este rincón de Vernea arriesgando mi vida. ¡No me divierte aguantar el peso de estas malditas cadenas en mis tobillos y muñecas!

        —Entonces, ¿qué tiene de especial el Bosque Foongu? —preguntó Amelia verificando que el aspecto de Castform no cambiase al adentrarse a las proximidades del gran bosque en el sudoeste de la región.

        —Para ser aviadora, conoces bastante poco del mundo —murmuró Gareth por lo bajo. Temió que la piloto fuera a dar otra de aquellas temibles volteretas aéreas para castigarlo, pero ella simplemente respondió con voz cantora algo que ya les había dicho antes.

        —Soy aviadora, no guía turística en bosques exóticos.

        Gareth resopló, harto de la tripulación que lo rodeaba.

        —¡Bah! Cuando la misión consista en explorar una ciudad voladora, quizás ahí sí puedas decirnos algo al respecto. Al final, solo conoces el cielo… ¡Y en el cielo no hay nada!

        Junk finalmente se levantó, arrastrando las cadenas de sus grilletes por el largo pasillo en la cabina de pasajeros hasta la de mando, tanteando el libro con un montón de marca páginas de colores adheridos a los bordes de sus hojas. Tras una rápida búsqueda, lo levantó delante de su rostro para que pudieran ver las ilustraciones de distintas bestias en la sección dedicada a las que vivían principalmente en bosques.

        —Hasta donde pude averiguar entre las notas de mi abuelo, el único lugar de la región donde podríamos llegar a encontrar especies capaces de producir estas esporas es en ese bosque. Ahora, gracias a este libro pude corroborar finalmente que, aunque existen varias criaturas relativamente fáciles de ver en la naturaleza con la capacidad de generar diferentes esporas paralizadoras y venenosas, solo algunas muy específicas de Foongu producen orgánicamente un somnífero lo suficientemente potente como para tumbar en el acto a bestias mucho más grandes y fuertes. El resto de somníferos, como los que pueden encontrar en cualquier boticario, no tienen la concentración suficiente para ser infalibles —Apuntó con su dedo la línea divisoria entre el límite de las llanuras y del agua del mar, que parecía abarcar más y más terreno a medida que la Vivi Brava se acercaba a su destino. Las copas de los árboles en el Bosque Foongu eran tan altas que podían verlas desde ese punto, aún a varios kilómetros de distancia—. Si se fijan a través de los parabrisas y ventanas laterales, verán en la geografía cómo va decreciendo el terreno casi hasta el nivel del mar, y las tormentas frecuentes cerca de la costa así como las crecidas en la marea produjeron un desarrollo exponencial del bosque, y junto con éste, la proliferación de diversos tipos de hongos. ¡Algunos de ellos tan evolucionados que acabaron mimetizándose con las criaturas para adaptarse mejor al entorno salvaje!

        Hubo un silencio sostenido. Todos parecían debatirse internamente qué tan peligroso era lo que ocultaban las enrevesadas explicaciones del chico que cada vez parecía más entusiasmado ante la posibilidad de una nueva aventura, como si realmente hubiera olvidado que una hora antes estaban al borde de la muerte en una cueva perdida entre las sierras. Finalmente, Crixa pareció deducir lo evidente.

        —Genial, o sea que vamos a arriesgar nuestra vida yendo tras un grupo de hongos asesinos altamente peligrosos —se lamentaba el soldado raso, abanicándose con la mano. Junk le sonrió.

        —Descuida, no son tan mortíferos… Al menos no como los Onix en Wreckstone. En realidad, estas criaturas no son hostiles por naturaleza, a diferencia de nosotros los humanos. Simplemente a veces nos ponemos demasiado en su camino, ¿saben? Y los de Foongu no serán la excepción: ellos solo aprendieron a defenderse de la hostilidad que los rodeaba, incluyendo depredadores o amenazas para su ecosistema.

        —Y eso es precisamente lo que venimos a ser nosotros, ¿no? —inquirió Hiraku, desviando la mirada hacia el pequeño Charcadet que conversaba algo inentendible con el Rockruff mientras se repartían la guardia del malherido Manectric en el monstruario.

        —Tal vez, pero al final del día es por un bien mayor —murmuró Amelia, tomando a Junk por sorpresa. ¿Realmente era tan naíf para pensar así del propósito de Reginald III? Ella pareció notar cómo la miró entonces, por lo que decidió aclarar su punto—. Piénsalo: ¿no es tu invento una ventana hacia un mundo donde ya no tengamos que luchar a muerte contra las bestias para dialogar con ellas? Si nos limitamos a amansarlas a través de esas esferas, tal vez podamos estrechar lazos más rápido. Digo… Yo adoro a mis compañeros, pero porque están conmigo desde que era una niña pequeña. Imagino que lo mismo ocurrió contigo y Nix, o con Hiraku y Haku.

        —Eres tan ingenua que me enterneces. Definitivamente te falta ver mucho mundo todavía —chistó Gareth con una sonrisa socarrona. Aunque no les caía para nada bien, tanto Junk como Hiraku estuvieron de acuerdo con él, mientras a las pecas de la piloto se les subía el rojo. Tal vez ese fuera el propósito de las Bolas de Pocket que Junk y su abuelo hubieran querido para ellas, pero el mundo que giraba bajo la Vivi Brava no parecía hacerlo movido por esa clase de idealismo.

        Mientras Amelia se encogía un poco en su asiento, bajando cada vez más la aeronave a medida que empezaban a sobrevolar las primeras arboledas dejando atrás las tierras secas, Crixa retomó el punto donde lo habían dejado, pues cada vez se convencía más de que no podía dejar su vida en manos de esa gente.

        —Entonces, ¿no hay posibilidad de que tu invento funcione usando somníferos más comunes? No entiendo mucho del tema, pero imagino que servirán para aplacar a las bestias luego de encerrarlas en esos aparatos.

        —También lo consideré, y aunque tal vez funcionaría con criaturas muy débiles o de por sí inofensivas, ¿qué sentido tendría atraparlas en primer lugar? No creo que al duque o al rey les interese impulsar un invento como este solo para coleccionar gusanos y pichones en sus dormitorios. Si queremos que sean realmente eficaces, debemos correr el riesgo ahora, o lo haremos luego con esferas defectuosas a las que criaturas como Rhydon u Onix podrían rebelarse, destrozándolas desde su interior por no haber sido anestesiadas adecuadamente. Solo tenemos que ser precavidos y no acercarnos a los hongos más de la cuenta, especialmente con aquellos que se vean más inofensivos, porque sus esporas suelen ser las más agresivas contra los depredadores, al ser éste su principal mecanismo de defensa —Le mostró la ilustración de uno llamado Amoonguss, que no se veía diferente de una seta gorda con un sombrero de patrones rojos y blancos aparte de que, si prestaba atención a los detalles, podría encontrar bajo éste un par de ojos de hostil mirada y unos labios protuberantes que le resultaron rarísimos. A Junk, en cambio, le parecía una criatura de lo más divertida, si ignoraba que tuviera cuatro cruces de peligro.

        —Por lo menos el fuego servirá de algo esta vez —murmuró Gareth girándose hacia las criaturas en el monstruario y alternando la mirada entre el Talonflame, que lucía bastante fuerte, y el Charcadet que, aunque parecía un enano llorón, había probado su poder de fuego contra el caballero sin nombre.

        Los ojos del pequeño monstruito de fuego se fijaron en los del humano que lo había liberado de sus cadenas, como buscando autorización en su mirada para participar activamente de la cacería de hongos en el Bosque Foongu. El zeionés se limitó a desviar la vista a la ventana que exhibía un paisaje cada vez más devorado por el manto verde en la superficie terrestre. ¿No se lo había dicho ya? Él debería decidir qué camino seguir, y eso no apuntaba con sus palabras a una dirección espacial, sino a un sendero espiritual: ¿viviría para ser libre o lo haría para luchar como él mismo había decidido mucho tiempo atrás?

        La Vivi Brava comenzó a descender hasta que su sombra consiguió reflejarse sobre la espesa cubierta arbórea de Foongu, desviándose ligeramente hacia la costa para desplegar el tren de aterrizaje sobre tierra firme. El pasadizo de hierba era tan angosto, sin embargo, que Amelia resolvió directamente plegar las alas y deslizarse entre algunos árboles más espaciados retorciendo el fuselaje compartimentado con maniobras serpenteantes hasta hallar un claro lo suficientemente espacioso para detenerse finalmente.

        —Hay un pequeño pueblito cerca: Dendrowth. Yo diría que hagamos una parada ahí —propuso la joven mientras los motores comenzaban a apagarse y la aeronave dejaba de vibrar progresivamente—. No es que desconfíe de las investigaciones de Junk, pero… Creo que será mejor si le preguntamos directamente a los locales sobre las criaturas del bosque.

        Gareth le dio un pisotón al suelo cuando se levantó del sillón.

        —Ni hablar. ¿No escuchaste al duque? Esta es una misión secreta, no podemos ir por ahí dando pistas de lo que venimos a hacer.

        —No tenemos que ser tan obvios —suspiró Amelia, acariciando la cálida cabeza del Castform que exhibía su forma soleada incluso cuando las copas de los árboles sobre ellos bañaran el suelo en sombras que apenas filtraban débiles puntos de luz en un agonizante komorebi—. Solo tienen que dejar en la nave sus llamativas y lujosas armaduras de Nova Haven para no atraer tanto la atención. De todos modos, tampoco es como si hubieran sido de mucha ayuda antes.

        —Y tenemos una buena coartada —murmuró la suave voz de Hiraku justo cuando Gareth y Crixa estaban por insultar a la piloto. Todas las miradas se fijaron en él, que señalaba su cuello sin expresión alguna—. Simplemente pueden hacerse pasar por cazarrecompensas trasladando a un prisionero de Zeio a Ravenhurst.

        —¡Gran idea! —se alegró la piloto—. Después de todo, Ravenhurst está justo del otro lado de Foongu. Sería lo más natural del mundo tener que atravesar el bosque para llevarlo ahí, ¿no creen? Y lo lógico es que intentemos averiguar en el pueblo qué peligros alberga el bosque, así estamos preparados para ello durante el traslado.

        —¿Y qué hay de la Vivi Brava? —se preguntó Crixa con el ceño bien fruncido, pues aunque la idea no era terrible, no le gustaba nada tener que actuar. Era apenas un soldado promedio, no un actor—. Nuestras armaduras de Nova Haven podrán llamar la atención, pero esta cosa lo hará mucho más.

        —Vivi nos puede esperar acá también —resolvió la joven piloto dándole un golpecito con los nudillos a una de las paredes de acero de su aeronave—. Se camufla perfectamente entre el verde bosque, y si algún viajero extraviado decide pasar por aquí, simplemente haremos que Talonflame y Gligar merodeen los alrededores desde las alturas y lo ahuyenten. Nadie la encontrará. Además, solo nos tomará un ratito: conozco un viejo bar donde seguro podrán darnos información valiosa. Solo… Traigan algunos gears de oro, por si acaso —Y juntó las palmas con una adorable sonrisa mientras Gareth hacía rodar sus pupilas con fastidio y Crixa se desprendía el cinturón, sacando un monedero lleno de pequeños engranajes dorados y plateados.

        Tras deshacerse de las armaduras blancas y doradas y enfundar bien en sus vainas las hojas de las espadas que tenían grabado el escudo de Nova Haven, los cinco salieron de la Vivi Brava asegurándose de que no hubiera moros en la costa. Al salir del vehículo y girarse, Junk comprobó que, tal y como aseguró Amelia, la aeronave se camuflaba perfectamente bien envuelta en sus enormes alas plegadas sobre el fuselaje como en un capullo verdoso, y la débil llegada de la luz en lo alto no permitía adivinar a una distancia considerable que se trataba de metal. A suficiente distancia, perfectamente podría pasar por una enorme bestia durmiente a la que sería mejor no molestar. A su lado, Hiraku avanzó tan esposado ahora como él, aunque, a diferencia suya, le dio la impresión de que el zeionés podría librarse de esas cadenas cuando quisiera simplemente con separar lo suficiente sus brazos. Detrás de ellos, el halcón de fuego y el murciélago de tierra volaron hasta desaparecer tras la frondosa vegetación en las ramas de los abetos que crecían alrededor del claro.

        Caminaron por el estrecho sendero entre el bosque y la playa hasta ver las primeras muestras de civilización en forma de carteles en la tierra que anunciaban el arribo a Dendrowth a quinientos metros de ahí. Guiados por la cartelería que publicitaba restaurantes, bares y comercios con artículos de pesca y campamento, pronto comenzaron a ver las casas construidas en altura sobre troncos cortados y algunas incluso sobre las más robustas ramas de los árboles ancianos. El suelo llegando a Dendrowth se volvía más inestable y pantanoso, por lo que cada árbol tenía o bien escaleras colgantes o bien directamente estaban tallados para poder elevarse usando su propia madera como peldaños, además de conectarse por una serie de puentes que permitía a la gente desplazarse en las alturas a salvo de las frecuentes inundaciones con la crecida del mar. Frente a un grupo de pescadores con botas de goma apostados en una pendiente contra la que rebotaban las olas formando un brote de espuma vieron una rampa con un desfiladero de tablones de madera para adentrarse al poblado antes de hundirse en la tierra lodosa que venían pisando.

        Al andar el poblado que parecía pedirle permiso a la naturaleza para ocupar un humilde espacio dentro de ella, Junk se sintió casi como un turista incluso llevando todavía aquellas esposas frías que en todo momento le recordaban su lugar. Al menos ahora no era el único esposado, y aunque ni Gareth ni Crixa eran actores, ambos le agarraron rápido el gusto a su papel de captores de un peligroso zeionés. El primero en especial se entretuvo bastante empujándolo y haciéndole bajar la cabeza cada vez que Hiraku se atrevía a mirar a alguno de los curiosos pueblerinos que los contemplaban avanzar con cierto resquemor. Al frente, Amelia revisaba un viejo mapa suyo lleno de anotaciones y recordatorios de nombres de lugares y personas. Cuando alguien le preguntaba sobre los sospechosos hombres que llevaban esposados, ella se limitaba a responder con el impostado acento de la gente de mar que llevaban a un traidor y un Escoria de Zeio rumbo a Ravenhurst.

        Luego de preguntar con su ineludiblemente encantadora sonrisa a un par de residentes sobre la ubicación exacta de cierto bar, decidieron continuar la caminata valiéndose de las escaleras y puentes colgantes que les permitieron ver Dendrowth y Foongu desde una perspectiva completamente distinta. A Junk le asombró cómo habían instalado redes de contención como gigantes mosquiteros que ascendían desde sus pasadores de cuerda gruesa hasta las ramas más altas de los árboles, formando una especie de cúpula entre la arboleda que mantenía a raya a las especies voladoras, los insectos e incluso algunos simios curiosos que se acercaban por el aroma que salía de las chimeneas y ventanas de los restaurantes y cafeterías. Allí no parecían temerle tanto a las bestias como en Scraptown o Nova Haven, pero definitivamente no eran bienvenidas, y lo corroboró al divisar desde algunas ramas a centinelas apostados con arcos y ballestas, listos para dispararle a cualquier criatura que pudiera irrumpir la paz del poblado. Al verlos, no pudo evitar lamentarse al pensar en lo mucho que Nix habría disfrutado estando ahí, deleitándose con los colores y los aromas que se entrelazaban en las alturas.

        —Solo redes y flechas —susurró Hiraku mientras Gareth lo empujaba para que avanzase—, diferentes de los muros altos que rodean Nova Haven y Ravenhurst. Probablemente las criaturas del bosque no sean tan temibles como en otras partes.

        —O tal vez el rey no considere tan primordial mantener a salvo un pequeño pueblo en comparación a dos de las ocho grandes ciudades —opinó Junk antes de llevarse un empujón de Crixa, que le gruñó con gesto pendenciero.

        —Tendrás tiempo de sobra para conversar con tu amiguito Escoria cuando estén tras las rejas, o en la horca esperando a ser ejecutados —masticó sus palabras casi con disfrute ante la orgullosa mirada de reojo de Gareth. Sin embargo, Crixa no disfrutaba tanto esa parte del acto, pero tenía que seguir adelante con su interpretación cada vez que se cruzaban con transeúntes y sus miradas llenas de duda y sospecha al adentrarse en el pueblo.

        Claro que todo ese acting quizás sirviera para despejar dudas sobre la identidad de los prisioneros, pero para nada aliviaba a la gente en Dendrowth, que poco a poco comenzó a esparcir los murmullos acerca de los forasteros que habían llegado al pueblo con nada menos que un potencial asesino de Zeio. Y aunque la ruta a través del bosque para llegar a Ravenhurst era frecuentada por soldados y cazarrecompensas, pocas veces se mezclaban tanto con la gente de a pie en el corazón del pueblo.

        Casi como si los hubieran estado esperando, cuando entraron a la Mesa del Capitán, un bar construido en el hueco de un roble gordo y moribundo, se llevaron un par de decenas de miradas hostiles e intranquilas. Junk pensó que la gente de Zeio debía nacer con un radar para ser detectada tan rápidamente en Vernea, aunque los ojos que tan mal miraban a Hiraku pronto comenzaron a mirarlo mal a él. Solo necesitó del tintineo de las cadenas en sus esposas para terminar de ganarse la indeseada atención.

        —Dijiste que conocías este lugar —bisbiseó Gareth con una ceja crispada detrás de la piloto—. ¿Por qué no nos miran como si te conocieran a ti?

        —Mi madre me habló de él —reconoció la chica, intentando evitar el contacto visual con los comensales, que eran todos hombres rollizos con los brazos llenos de moretones, cicatrices y picaduras, las barbas pobladas y una actitud que debía hacerles creer que a toda hora eran las tres de la madrugada de un fin de semana—; resulta que una vez les dio una paliza a unos borrachos y ya no la dejaron regresar.

        Gareth y Crixa la habrían agarrado del cogote en ese momento, pero Amelia ya los adelantaba varios pasos abriéndose camino entre las sillas corridas y las mesas atiborradas de hombres, barrigas, cartas y bebidas rumbo al mostrador ubicado al fondo y atendido por la única persona que no había levantado la mirada cuando entraron, pues el hombre de vigoroso bigote parecía muy entretenido limpiando un tarro vacío. Todo ahí desprendía aroma a tabaco, hojas e hidromiel, pero aquello les resultó más placentero que los murmullos ásperos que comenzaban a circular por lo bajo en el recinto, como una neblina escabulléndose entre sus pantorrillas.

        —El letrero en la entrada dice que no se admiten mascotas —dijo secamente el tabernero, sin levantar la vista. A Junk le pareció que, de haberse esforzado por hacerlo y hubiera visto la radiante sonrisa que le dedicaba Amelia hasta ese momento, probablemente la habría recibido mejor.

        —¡Ah! No tenemos ninguna —aclaró ella, volteándose un segundo por si acaso Rockruff la hubiera seguido a hurtadillas desde la Vivi Brava. Afortunadamente, no fue así.

        —Los de Zeio cuentan como tales aquí —arqueó ligeramente una ceja con el ceño bien fruncido, y por primera vez le clavó la mirada para enfatizar su afirmación. Junk esperaba que el “efecto Amelia” diera resultado tan rápido como lo hizo con él, pero el tabernero no era un chico de catorce años sin experiencia con mujeres, y lo único que le llamó la atención de la joven piloto fue su extraño acento impostado—. ¿Eres extranjera?

        —De Kalos —mintió tan rápido como volaba.

        —Ajá —el hombre dejó de mirarla, como si aquella confirmación le resultara aburrida—. Bueno, señorita, no sé si en Kalos tendrán otras costumbres, pero en Vernea las cosas son como son. Aquí no se permiten mascotas ni Escorias de Zeio.

        —No es mi intención importunarlo ni alterar la… paz en su hospitalario local —tuvo que hacer una pausa cuando dos tipos comenzaron a levantar el tono en una de las mesas arrinconadas, hasta que acabaron repartiéndose golpes y patadas en el suelo tirando algunas sillas en el proceso. Aparentemente uno había dicho que al de Zeio era mejor enterrarlo vivo en la plaza de Imperia, mientras que otro opinó que había que cortarlo en pedacitos y enviárselos a cada ciudad y pueblo de Vernea para exhibirlo como trofeo. Al tabernero lo tenía sin cuidado; después de todo, eso era lo que los borrachos hacían—. Seré breve: veníamos en barco con rumbo a Acquabella para presentar nuestros respetos al duque Waverley, viejo amigo de mis difuntos padres, por la reciente pérdida de su hermano, pero unos piratas zeioneses nos abordaron violentamente cerca de estas costas. Por suerte, los guardaespaldas de mi familia pudieron encargarse de todo y dárselos de comer a los tiburones… Pero decidimos que sería mejor traer uno como obsequio y muestra del apoyo de Kalos para con Vernea. Entendemos que Ravenhurst es el sitio indicado para deshacerse de ellos.

        A Junk le resultó tan fascinante como perverso que pudiera improvisar tan resuelta sobre cuestiones tan crudas como bandidos, tiburones y usar a prisioneros como “obsequios”. Quizás hubiera estado ensayando en su cabeza mientras caminaban desde la Vivi Brava hasta Dendrowth, lo cual habría explicado por qué estuvo inusualmente callada durante ese tramo. Sea como fuere, al tabernero ni siquiera parecía importarle si la chica le mentía o no: simplemente los quería a todos lejos tan rápido como fuera posible. Pero no fueron las palabras con erres marcadas y ges gangosas ni las espléndidas sonrisas de Amelia las que llamaron su atención finalmente, sino un objeto curvo y envainado que empuñaba celosamente Gareth mientras sujetaba a Hiraku por las esposas y por el cuello de su kimono.

        —Vaya… —dijo con una mueca que Amelia no pudo descifrar, pasándose la mano por el bigote como si intentara mantenerlo adherido a su rostro y luego levantando una tabla lateral del mostrador para salir apresuradamente, avanzando con largas zancadas hasta detenerse frente a los hombres custodiados por los soldados. El tabernero se dobló y fijó la mirada atentamente en las inscripciones de la vaina de la espada de Hiraku que Gareth le había confiscado como parte del acting. El hombre de Zeio, en sus adentros, seguía repitiéndose que aquello no había formado parte de su propuesta original. De pronto, el robusto dueño del bar torció su gordo cuello en dirección a él y le sonrió una sonrisa de dientes amarillentos—. Así que no solo eres Escoria de Zeio o un ladrón de ricachones… No… Eres también un asesino, ¿me equivoco?

        Le hablaba como si no pudiera entender una palabra de lo que decía, pero Hiraku entendió todo a la perfección. Por instinto quiso deslizar suavemente su mano diestra a la empuñadura de su tachi, pero Gareth la apartó más rápido y le devolvió un fuerte culatazo en la nuca que lo dobló sobre sus rodillas. La imagen del zeionés cortándole la garganta al Yelmo en Wreckstone apareció simultáneamente en el recuerdo de los otros cuatro. Ese tipo lo miraba ahora como si hubiera sido un quinto testigo de dicho acontecimiento.

        —¡Ja! ¡No me extrañaría nada que lo fuera! Toda la Escoria de Zeio es igual —espetó Amelia acercándose rápidamente y deteniéndose a espaldas del tabernero. Miró a Gareth con los ojos bien abiertos y agregó, moviendo los labios sin hablar: «¡¿Qué demonios estás haciendo?!».

        —No todos son iguales, no… —pensó en voz alta el dueño del bar mientras se incorporaba, deteniéndose justo frente a Hiraku y mirándolo de arriba abajo habiendo borrado todo rastro de aquella desagradable sonrisa de antes. Había un poco más de rojo en su mirada ahora—. Algunos de ellos son realmente malos… Los únicos que llevan matando desde mucho antes de que cualquier guerra se desatase. Y entiendo lo que estarás pensando, niño —De pronto, le estaba hablando a Junk, que lo miraba con tanta repulsión como todos miraban a Hiraku desde las mesas, ignorando el pleito entre los ebrios que rodaban por los rincones del fondo—. No sé qué te habrá dicho este hombre para que trabajes a su lado, pero si todo el asunto de la guerra te angustia tanto, déjame decirte que hay asesinos mucho peores que los que matan en nombre de su bandera o de su rey.

        —Los asesinos son asesinos, ¿qué importa en nombre de qué ideales maten? —bufó Junk, y Crixa tuvo que hacerle una advertencia con su mejor cara de soldado. Hiraku, por otra parte, entendió que quizás había esperado poder decirle eso desde que dejaron Wreckstone: que, por muy noble que hubiera sido su gesto al defender y liberar a Charcadet, no dejaba de tener las manos manchadas de sangre.

        —¡Ideales! —rio el hombre con ganas, y su bigote bailó en su rostro como si tuviera vida propia—. No escuchaba a alguien tan romántico aquí desde que Peter le gritó a Cornelius que besara su peludo trasero —Esto aparentemente fue comiquísimo, porque todos los grandulones comenzaron a carcajear en sus mesas, agitándolas con sus barrigas y puñetazos y haciendo rodar vasos hasta estallar contra el suelo—. No tienes idea de lo que es este tipo… Ustedes tampoco, ¿eh, kaleses? En cualquier idioma podrán entenderme bien —Y abrió bien grande su boca mientras modulaba cuidadosa y pausadamente—: esa espada pertenece al Clan Yamada. Ya… Ma… Da. Los más grandes asesinos en la historia, un grupo de zeioneses que vivían de la matanza mucho antes de que se desataran las primeras guerras.

        —Desconozco el pasado de este zeionés —intervino Amelia, que realmente ignoraba quién era Hiraku realmente—, y francamente tenemos el deseo de deshacernos de él cuanto antes. Por eso vinimos aquí: necesitamos que nos hable sobre Foongu y cuál es la mejor ruta para cruzar el bosque sin exponernos al peligro de las bestias que lo habitan. Escuché cosas bastante duras sobre los viajeros que se pierden por aquí.

        —¿Y no escuchaste nada sobre los amateurs que intentan ocuparse de un Yamada? Serán alimento para su espada antes de llegar a Ravenhurst —aseguró el tabernero con gravedad, y Gareth apretó instintivamente su agarre a las esposas que inmovilizaban a Hiraku. Deseaban no creerle, pero el recuerdo de lo que le habían visto hacer en Wreckstone todavía les helaba la piel. Sin embargo, el hombre pareció replantearse sus intenciones un momento, y luego ensanchó una hospitalaria sonrisa doblando su bigote hacia arriba y mostrándoles la nuca despejada al darse vuelta con dirección a la mesa que habían desocupado los borrachines—. Síganme, pónganse cómodos. Creo que podemos llegar a un acuerdo.

        Sin borrar la sonrisa de su rostro, pateó un poco a los dos ebrios que, entrelazados en golpes y patadas y desparramados por el suelo como costales de papas, ahora dormían plácidamente como si fueran un matrimonio feliz. Haciendo espacio, corrió cuatro sillas: una para él y tres para Amelia, Junk y Hiraku. Los custodios de estos últimos permanecieron de pie a sus espaldas y presentaron el filo de sus espadas sobre sus cuellos: cualquier movimiento en falso por parte de los capturados sería considerado un intento de escape y castigado con la degollación. O al menos eso pretendían que los pobres diablos del bar creyeran.

        —Tengo la información que vienen a buscar —aseguró sirviéndole un trago a Amelia de una bebida anaranjada y burbujeante que la mujer no se molestó en probar—. A cambio de eso, quiero la espada del Yamada.

        Hiraku no necesitó moverse de su asiento: la mirada que le dedicó al tabernero fue suficiente para obligarlo a apretar su gorda espalda contra la silla, apartándose de él como si el filo de sus ojos tuviera un alcance preestablecido y suficiente para arañarle el tabique. Amelia no dejó de sonreír con cordialidad, sin mostrarse impresionada por las pretensiones del dueño del lugar.

        —Temo que no puedo hacerlo —se encogió ligeramente de hombros—, ya me comprometí con el Señor de Ravenhurst cuando llamamos desde nuestro barco, tras capturar a los bandidos. Quiere el paquete de Zeio completo.

        —Conozco al viejo Blackwood —sacudió la mano el tabernero, restándole peso al pacto que hubiera hecho Amelia con ese hombre—; y créeme: las paredes de su museo ya están repletas de espadas zeionesas manchadas con sangre. Quizás el muchachito traidor no valga más que un puñado de gears de plata, pero te dará suficiente dinero a cambio del Yamada vivo como para que ninguno de ustedes necesite volver a traficar prisioneros por el resto de sus vidas. La espada es un precio más que justo para que lleguen en una pieza a Ravenhurst y puedan deshacerse de estos dos.

        —Disculpe, pero si demuestra tanto interés por este objeto… Solo puedo pensar que es porque conoce su verdadero valor.

        —Sé lo que vale la vida de mi esposa —esta vez, el tabernero masticó las palabras como si se le hubiera metido una cucaracha en la boca, y como si tuviera hundido un puñal en el pecho. Su voz retumbó por la estancia con tal vigor que las risas y murmullos de fondo cesaron—. Una de estas me quitó a la madre de mis hijos diez años atrás. Me obligué a mantener este antro abierto porque la bebida era la única medicina capaz de calmar las heridas y tormentos que los zeioneses causaron sobre la gente de esta región. Es lo único que me permite mantener a mis hijos con vida y con el prospecto de un futuro donde puedan salir adelante. Una espada Yamada me quitó y me dio un propósito al mismo tiempo. Perdí toda esperanza de forjar una familia feliz, porque mis hijos crecerán sabiendo que su padre fue un cobarde que no pudo defender ni vengar a su madre, y gané la única certeza que me mantuvo en pie todos estos años: que algún día los haría sentir orgullosos, llevándome a uno de esos asesinos aunque tenga que arrastrarlo conmigo hasta el infierno.

        Amelia miró de reojo a Hiraku, que no había cambiado su expresión amenazante de lobo atado desde que ese tipo se había atrevido a plantear la idea de quedarse con su preciada espada. La historia del tabernero la había conmovido lo suficiente como para considerarlo si su falso prisionero se ablandaba, pero éste no se tragó una sola de las palabras que había soltado por su boca. Gareth intervino justo cuando Crixa estuvo a punto de hablar.

        —¿Y cómo sabemos que no intentará liquidar al zeionés con esa misma espada una vez que se la demos?

        El tabernero frunció aún más el entrecejo, y dio un golpe sobre la mesa.

        —¿Piensas que quiero estafarlos en mi propio establecimiento? ¡No me faltes al respeto, chico! Llévense ahora mismo al Escoria de Zeio, por mí mejor: solo déjenme su espada, para que pueda volver a casa y mostrarle a mis hijos que su padre vengó a su madre. Quiero usarla como trofeo.

        Amelia entornó la mirada. «No habrá trato entonces», pensó. Pero antes de poder comunicárselo, el soldado raso de Nova Haven le arrebató la tachi a Gareth y se la presentó, con los ojos húmedos y el corazón latiendo a mil en su pecho.

        —Quédesela, y haga que sus hijos se sientan orgullosos —dijo Crixa con una sonrisa. De haber tenido un cuchillo entre los dientes, Hiraku lo habría usado sin titubear para cortarle la muñeca al desgraciado sentimental. Incluso Junk, que había comprado el discurso del tabernero sobre su tragedia familiar en manos del Clan Yamada, miraba a Crixa con incredulidad: ¿realmente ese tipo había sido tan idiota todo este tiempo? ¿O acaso también tenía una rencilla oculta contra esos famosos asesinos? Quizás su entrenamiento como soldado incluía tomar toda clase de decisiones estúpidas que implicaran ponerse de cualquier lado que fuera en contra de Zeio.

        Sea como fuere, la espada de Hiraku llegó a manos del tabernero.

        —Eres un buen hombre —asintió decididamente el dueño del bar, apretando con rabia la espada entre sus puños y quitándole apenas la vaina para comprobar las letras grabadas en su hoja de acero brillante: el relieve del símbolo del Clan Yamada apenas se había ensombrecido un poco por la sangre derramada. Entonces, una silla se sacudió.

        Gareth le dedicó una mirada rabiosa a su compañero y apartó a Hiraku de la mesa tan pronto como éste intentó recuperar su arma echándose hacia adelante. El tabernero se levantó, mirándolo con una mezcla de odio y sorna, y se alejó hasta detrás de la barra para sacar una prensa y un martillo, mientras los soldados de Nova Haven arrastraban a Hiraku fuera del bar, que se había doblado con sorprendente flexibilidad para asestarle una patada en el rostro a Crixa antes de llevarse algunas patadas y escupitajos por parte de los comensales que lo veían retorciéndose por el suelo como una araña con muchas patas. Junk fue contenido por Amelia, que acarició tiernamente su mano mientras se mantenía impertérrita en su lugar, ignorando el escándalo a sus espaldas, y veía con los ojos encogidos cómo el sujeto apretaba la prensa a la hoja de la espada y dejaba caer el martillo con todo el peso de su rabia, quebrándola tras unos cuantos golpes. Cuando el acero cayó en cuatro piezas, el débil y agónico estruendo de metal llegó a los oídos de Hiraku, que ya estaba afuera.

        Con sangre en la nariz, Crixa cerró la puerta mientras Gareth agarraba del cuello a Hiraku, que lo insultaba rabiosamente en zeionés intentando estrangularlo con sus propias esposas.

        —¡¿Tienen idea de lo que hicieron?! —bufó al tiempo que se le explotaba una vena en el ojo izquierdo, esparciendo un ancho derrame de rojo sobre blanco.

        —¡Debiste pensarlo dos veces en Wreckstone! —ladró Crixa, apretándose el tabique para detener la hemorragia—. ¡Tú mataste a un compañero, deberías agradecer que no te arrojáramos desde la aeronave por traición! Además… ¡Ese hombre tiene razón! ¡Las garras de los Yamada deben ser arrancadas de raíz!

        Mientras los tres se peleaban afuera, ya demasiado lejos del tumulto de aplausos que se había desencadenado dentro del bar tras la destrucción de la espada Yamada, el tabernero volvía a desplomarse en la mesa, satisfecho, haciendo girar la empuñadura como un trompo alargado. Aparte de la prensa y el martillo, había arrancado una servilleta y tanteado un bolígrafo que presentó a Amelia, dibujando rápidamente un tosco mapa de Dendrowth y el Bosque Foongu y, al otro lado de éste, rumbo al noroeste, la profunda ciudad de Ravenhurst.

        —Para que vean que soy un hombre de palabra —le sonrió tanto a Amelia como a Junk, que era celosamente vigilado por los comensales de las mesas contiguas, pero que se veía demasiado enclenque y debilucho como para intentar nada contra ellos. Si hasta una mujer podía mantenerlo en su asiento dócilmente, como a un perro entrenado—. El camino más rápido a Ravenhurst es este sendero en forma de Z, los centinelas del pueblo marcaron con pintura dos árboles en estos puntos del recorrido: ahí sabrán que deben girar a la derecha y luego a la izquierda para salir por el atajo.

        —¿Qué hay de las bestias? —preguntó Amelia, sus ojos alejándose de los dientes amarillentos del hombre y concentrándose en las letras partidas del Clan Yamada en la ahora corta hoja que asomaba de la empuñadura—. Solo tenemos dos espadas ahora, y queremos llegar a salvo.

        —Si siguen este camino, les garantizo que no se encontrarán más que con algún mapache o insecto. Nada que no pueda resolver incluso una chica de Kalos. Pero, si tanto te preocupan los peligros del bosque, o si deciden que sus prisioneros se vuelven una molestia y quieren deshacerse rápido de ellos… —Y, ensanchando una sonrisa más perversa, marcó cinco sectores bien diferenciados del bosque con cruces—. Estos son los territorios de los hongos comehumanos. Bueno, la gente de por aquí así los llama, pero la verdad es que no siempre se limitan a comérselos. Foongu es conocido por su clima húmedo y su vegetación en constante crecimiento; creemos que algún día el bosque crecerá tanto que incluso comenzará a invadir el mar pasando nuestro pueblo. Pero, claro, no nos preocupan tanto las plantas y las setas como las bestias que aprendieron a mimetizarse con ellas. Las más peligrosas crecen y cazan en estos sectores.

        —¿Cómo son? —insistió la piloto, llamando la atención del tabernero, que levantó bastante sus pobladas cejas.

        —No me pides que los dibuje, soy muy malo para eso —se encogió de hombros, pero, divertido por la osadía de la mujer, decidió contarle un poco más—. Al oeste de aquí están los Crabos, inofensivos para los humanos pero temidos por otros monstruos, pues son hongos parasitarios que se alimentan de sus cerebros pudiendo moverse a través de ellos como si los convirtieran en muertos vivientes; en el noreste tienen a los Lumin, que solo se mueven por las noches y suelen asustar a los niños y confundir a los viajeros para que se pierdan en el bosque; más al sur pueden encontrar Infilter, que son potencialmente los más mortales de todos por el veneno de sus esporas, pero que también pueden ser fáciles de evitar gracias a su lentitud (sin embargo, déjenme advertirles que se camuflan mejor que ningún otro monstruo en el bosque, porque se mimetizan muy bien entre setas comunes, así que no intenten arrancar ninguna para comer). Finalmente, las dos especies más peligrosas son los Puncher, que son los más poderosos físicamente y se desplazan rápidamente en grupos de cinco o seis, y cuyos puñetazos pueden partir las hojas de sus espadas antes de que terminen de desenvainarlas; y finalmente, los Kruel. Si ponen un pie en su territorio, al sudeste, éstos los atraparán entre sus tentáculos y drenarán sus nutrientes vitales hasta dejarlos secos como pasas. Son la principal causa de muerte entre los habitantes de Dendrowth, así que no se desvíen del camino si saben lo que es bueno.

        Junk repasó mentalmente las vagas descripciones que el tipo había dado sobre esas cinco especies. Estaba ansioso por regresar a la Vivi Brava y verificar en el libro de cuáles se trataban para indagar un poco más al respecto, aunque de una tenía plena certeza: los Infilter, “Amoonguss” (XXXX) según el profesor Batheust, eran los que fabricaban las mejores esporas para garantizar la eficacia de las Bolas de Pocket.

        Tras agradecerle por la información y guardar el mapa del bosque, Amelia levantó a Junk tirando de sus esposas y se alejó sin más. Antes de abandonar el establecimiento ignorando algún silbido y comentario de mal gusto por parte de los ebrios en el pasillo, dos trozos de metal y una funda oscura se deslizaron girando por el suelo hasta rebotar contra los talones de sus botas: eran fragmentos de la hoja y la vaina de la espada Yamada.

        —Dale esto al Escoria de mi parte —le dijo el tabernero, guiñándole un ojo—. Dile que puede abrirse las tripas con eso cuando lo tiren a un pozo en Little Zeio. Créeme: le espera un destino peor si los prisioneros ahí se enteran de que ese Yamada mancilló el nombre de su clan al ser capturado. O si prefieres, confío en que Blackwood te dará unos cuantos gears de oro a cambio de eso.

        Amelia recogió los trozos de espada con cuidado de no cortarse y los guardó en la vaina curva que no podrían llenar. Al salir del bar en el árbol, los escoltas habían dejado de pelear y una niña era alejada de ahí entre lágrimas por su madre, que murmuraba algo así como «Malditos borrachos, siempre lo mismo». Hiraku casi se alegra cuando vio la vaina entre las manos de la piloto, pero rápidamente comprobó que faltaba la empuñadura de su espada y volvió a ensombrecer su semblante.

        —No te preocupes —lo consoló Junk mientras se alejaban de Dendrowth y retomaban el estrecho sendero de regreso a la aeronave—. Me encargaré de repararla y hacerte una mejor. Solo tienes que prometer que no vas a usarla para matar.

        Aunque intentó susurrarlo, Gareth lo oyó y echó a carcajear.

        —¿Y para qué crees que la use alguien como él? ¿Para limarle las garras a su bestia o como escarbadientes para sus colmillos? —se burló el atractivo soldado, que había arrancado no pocos suspiros entre las mujeres del pueblo, y ahora no pocos resoplidos fastidiosos de Amelia.

        —Ustedes dos ya hicieron suficiente —los regañó como si fuera la hermana mayor del grupo, aunque solo era más grande que Junk—. Al menos conseguimos lo que vinimos a buscar, así que ahora estamos nuevamente en manos de nuestro inventor estrella.

        —Siempre y cuando se enfoque en la investigación que lo trajo aquí en primer lugar —agregó Crixa, mirando receloso al muchacho de Scraptown—. El duque no te dio esa caja de herramientas para fabricarle espadas a un zeionés. Y, por si no estabas enterado, ningún herrero de Vernea tiene permitido hacer armas para el enemigo.

        —Hiraku no es el enemigo, es su compañero —Junk lo decía en voz bien alta quizás para poder escucharse a sí mismo al decirlo. En el fondo, quería creer eso.

        —No te confundas —musitó el hombre de azul mientras arrastraba los pies débilmente a través de la hierba alta, viendo ya a lo lejos entre la arboleda a la bien camuflada Vivi Brava—, solo estoy vivo porque al rey le conviene mantenerme con vida. En cuanto deje de resultarle útil, volveré a ser su enemigo.

        De regreso a la Vivi Brava, y quizás como respuesta a las caras largas que comenzó a ver entre todos a raíz de lo dicho por Hiraku, Amelia respondió con su mejor sonrisa luego de que Junk localizara en el libro las cinco entradas correspondientes a las especies de “hongos comehumanos” que les habían mencionado en el pueblo. Antes de que Crixa o Gareth se atrevieran a enfundarse en sus armaduras o que Hiraku sopesara el mandoble del caído Yelmo en su mano para acostumbrarse a un nuevo tipo de arma con la que ayudar en la misión, la piloto se paró en medio de la cabina de pasajeros y levantó el brazo con el pecho inflado, soplando con fuerza dos veces el silbato que pendía de su cuello. Tan pronto como lo hizo, una ráfaga de viento entró por la compuerta lateral adoptando rápidamente la forma de Talonflame, que se posó en su brazo y le picoteó el cabello cariñosamente.

        —No desperdiciemos energía si no es estrictamente necesario —aconsejó ella, sobrada de confianza—. Si lo que el libro de Junk dice es cierto, todas estas criaturas serán vulnerables contra el fuego y el viento de Talonflame. Él nos traerá lo que necesitemos del bosque, y nosotros podremos hacer guardia en la nave en su lugar. Estoy segura de que se sentirá más que contento de poder volar libremente por ahí durante un rato, ¿no, amigo? —Le preguntó al halcón rascando el plumaje en su pecho, y éste gañó con entusiasmo afirmativamente. Aunque normalmente solían discutir cada idea que tenía el otro, esta vez a todos les pareció genial la propuesta de la chica, y nadie opuso objeción alguna.

        Así, tras indicarle al halcón la ubicación y apariencia de los Parasect —tal era su nombre de acuerdo al libro, aunque en Dendrowth los llamaran “Crabos”—, éste levantó vuelo por sobre la aeronave y aceleró en dirección noroeste cargando entre sus garras con una canasta que, en menos de una hora, trajo de regreso repleta de aquellos enormes hongos parasitarios sobre los lomos de cangrejos sin vida de color rojizo. Junk le había pedido encarecidamente que no los chamuscara demasiado, pues podría vaporizar las esporas y volverlos inútiles, pero al parecer al halcón le había bastado con una buena corriente de viento para dejarlos fuera de combate. Eran al menos unos seis ejemplares, dos de ellos considerablemente grandes, y aunque todos estuvieron listos para celebrar el sencillo éxito en esa ocasión, el joven inventor tuvo una idea diferente.

        —Las esporas de Parasect servirán —dijo mientras machucaba un trozo de hongo con un mortero tomado de su caja de herramientas, cubriéndose los ojos con los goggles y la nariz y boca con una mascarilla para no respirar el polvillo—, pero podría hacer capturadoras mucho más efectivas si además empleamos las de Shiinotic y, especialmente, las de Amoonguss. Talonflame, ¿crees que podrías traernos algunos más? —Le pidió tímidamente al halcón de fuego, que todavía mostraba energía de sobra, pues los cangrejos parasitados no le habían supuesto desafío alguno.

        —No te abuses, Junk —le picó el hombro Amelia, entornando la mirada—. El tabernero nos advirtió sobre lo peligrosos que son los Amoonguss, además de difíciles de rastrear. Y los otros (imagino que te refieres a los que llamó “Lumin”) solo salen por la noche. ¿Pasaremos toda la tarde aquí hasta que anochezca solo para conseguir más esporas?

        —Vale la pena —asintió el joven, ignorando las miradas asesinas que empezaban a echarle Gareth y Crixa—. Parasect produce esporas comunes, muy potentes, y definitivamente más efectivas que los polvos somníferos de criaturas como las bolas pomposas de aire o las campanas predatorias orientales, pero comunes al fin y al cabo, que solo ponen al objetivo a dormir profundamente. En cambio, las de Amoonguss esparcen un veneno de moderada potencia que va debilitando al objetivo aparte de dormirlo, por lo cual aumentaría la efectividad de la captura. Con respecto a los Shiinotic, son los más interesantes de todos: porque en lugar de envenenarlos, sus esporas pueden inducirlos a un estado de confusión que evita que las criaturas capturadas salgan heridas. Es el método más eficaz e inofensivo al mismo tiempo, aunque psíquicamente pueda acabar dándoles algunos dolores de cabeza.

        —No te emociones tanto, enano —gruñó Gareth, arrebatándole el libro que abrazaba contra el pecho y hojeándolo rápidamente—. Puede que ese tipo les haya hablado sobre los peligros típicos del bosque, pero solo pudo transmitirles información sobre lo que conocía. Dudo que nadie conozca tan bien la noche, la gente de Dendrowth no tiene pinta de aventurarse por Foongu después del atardecer, y lo más probable es que le inventen cuentos sobre monstruos hongo fluorescentes para asustarlos y evitar así que se adentren en el bosque para hacer de las suyas. Siempre que los adultos inventan figuras así para intimidar a los niños, lo que realmente intentan es protegerlos de peligros mucho peores.

        Aquello detuvo a Junk, que nunca habría sospechado que ese tipo pudiera tener en la cabeza algo más que odio o vanidad. Amelia reflexionó algo similar, recordando la historia que el tipo les había contado para que Crixa le soltara la espada de Hiraku, y se preguntó con un nudo en la garganta si cada noche le contaría esa clase de historias sobre el bosque a sus niños solamente para prevenirlos de adentrarse demasiado y cruzarse peligros mucho mayores a las bestias con formas de hongos escurridizos. Sus ojos se posaron inconscientemente en el hombre de Zeio, que se limitaba a alimentar a Absol con algunas bayas, libre por fin de las esposas de su disfraz como prisionero, pero quizás no del todo libre realmente.

        —Hiraku —le dijo entonces, resuelta sin saber por qué—, ¿puedes pedirle a Charcadet que acompañe a Talonflame esta vez? Me preocupa que pueda salir lastimado si se acerca demasiado, y ese pequeño al parecer puede disparar fuego a distancia sin exponerse tanto al contacto directo con los hongos y sus esporas venenosas.

        —¡¿No escuchaste lo que dije, mujer?! —gruñó Gareth, sacudiéndola por el hombro—. ¡No podemos perder más tiempo en este lugar!

        —Será rápido —prometió Junk, juntando las manos delante del soldado—. No estaremos mucho tiempo cuando caiga la noche, con obtener un solo ejemplar para estudiar las esporas ilusorias de Shiinotic será suficiente para dar por concluida esta parte de la expedición. Vamos, no hay Onix en el bosque, y tampoco hay-- —Pero se contuvo a último momento, cuando la imagen del caballero decapitado apareció como un destello sombrío en sus recuerdos. Al final, no necesitó decir más, pues el Charcadet corrió entusiasmado y brincó sobre el lomo del ave roja. Talonflame no esperó el consentimiento del soldado; en cambio, miró de reojo a la piloto que se limitó a señalarle con resignación la ubicación de los Amoonguss en el mapa del bosque. Despegó tras un rastro de plumas ardientes con el pequeño como jinete.

        Mientras Crixa le daba palmadas en la espalda a Gareth y éste se estiraba la cara con las manos, Hiraku dejó a Absol descansando en el sillón y se acercó al monstruario, donde Amelia ahora se ocupaba de revisar la sala de máquinas para asegurarse de que todo estuviera en óptimas condiciones técnicas para el próximo vuelo.

        —Ese pequeñín tuyo es todo un temerario, ¿eh? —dijo ella con una sonrisa al escucharlo llegar, mientras cambiaba los filtros y ajustaba las válvulas de seguridad de la caldera del motor.

        —No es mío, y no necesito pedirle que haga nada —replicó con calma el zeionés, aunque algo en su aura resultaba más sofocante que el vapor que inundaba la sala de máquinas. Tal vez se le había contagiado un poco de esa cualidad siniestra de Absol—. Ya ves que las bestias pueden decidir por su cuenta con mayor autonomía que muchas personas.

        —Si vas a echarme en cara lo que pasó en el bar, te recomiendo que lo hagas rápido o esta cosa se va a poner a silbar en cualquier momento. ¡Uy! —Dicho y hecho, con girar la tuerca más de la cuenta un pistón se salió y el orificio de la válvula comenzó a exhalar un agudo silbido con un chorro de vapor que la piloto esquivó por los pelos, girando la llave rápidamente para cerrarlo nuevamente y volver a sumirse en el arrullo apaciguado del motor. Se giró sobre su hombro y vio a Hiraku ahí, tan quieto como una estatua y tan vivo como un furioso escultor despojado de su cincel.

        —¿Por qué lo permitiste? —dijo él, con la tos y los estornudos de Junk al otro lado del vidrio templado mientras trabajaba en los hongos parasitarios—. Tu negociación con ese hombre me quitó lo más valioso que tenía. ¿Por qué no pudiste ofrecerle tu nave, si tan desesperada estabas por recibir información sobre el bosque?

        —¿Y por qué me lo reprochas a mí exactamente? —arqueó una ceja la piloto, moviendo la cabeza en dirección a la cabina de pasajeros donde Gareth y Crixa probaban blandir el mandoble oscuro del Yelmo—. Esos dos entregaron tu espada, no yo.

        —Porque si tuviera que reprocharle algo a ellos, tendría que matarlos como maté al otro.

        —Te agradezco la oportunidad, entonces —sonrió ella con ironía, y se acarició el cuello con un dedo trazando una línea horizontal—. ¡Respirar es sensacional! ¡Qué alivio saber que en esta nave también viajan nobles caballeros!

        La mano de Hiraku se apretó contra su boca, y la cabeza de Amelia golpeó la caldera. La joven piloto sintió el latón quemándole la sien y la fría piel del zeionés helándole la sangre mientras las pupilas de sus ojos, casi tan claras como las escleróticas, revelaban un par de agujeros negros y diminutos que la miraban con mayor violencia de la que jamás hubiera esperado de su parte hacia ella.

        —Tú manejas aeronaves, no yo —la voz de Hiraku sonaba casi serpenteante, arrastrando las palabras con dificultad más allá de sus colmillos inyectados en veneno—. Créeme: sin tus alas caerías más rápido de lo que rodó la cabeza de ese tipo lejos de su cuerpo.

        Hiraku recién la soltó cuando sintió los gruñidos y forcejeos del pequeño perrito que tironeaba de su hakama. Amelia se agarró el cuello y luego llevó su mano a sus labios, comprobando que el aliento todavía salía de su boca. Sus ojos desencajados no podían abandonar los de Hiraku, pues temía que, de hacerlo, éste la asesinaría antes de que pudiera ver a la muerte llegar. El hombre se apartó un poco, esquivando al pequeño Rockruff que saltó a brazos de la chica y le llenó el cuello de lamidas.

        —¿Sabes algo? Los hombres como ustedes están mejor sin sus armas. ¡O muertos! —le soltó Amelia sin poder disimular su rabia y frustración—. El tipo sin nombre era un cretino, pero tú… Tú estás mejor sin esa espada. Me parece un intercambio justo del destino.

        —No tienes idea de lo que significa —Hiraku le dio la espalda.

        —No tiene por qué importarme, solo es un arma y nosotros solo somos peones de Nova Haven —ella no dejaría la discusión zanjada tan fácil, y levantaba cada vez más la voz para que los demás pudieran escucharla mientras perseguía al zeionés a través de la sala de máquinas y del monstruario, despertando al Manectric adormecido bajo el árbol y al Gligar que pendía de la rama dado vuelta.

        —Por favor, peleen afuera todo lo que quieran —murmuró un encorvado Junk, encimado en su improvisada mesa de trabajo sobre la caja de herramientas que prácticamente había vaciado, levantando una muralla de elementos y herramientas de toda clase a su alrededor en un rincón de la cabina de pasajeros—. Necesito concentrarme con esto.

        —Si quieres estar cómodo y tranquilo te encierro en la caldera cuando gustes —le gruñó Amelia—. ¡Esta es mi nave, que no se te olvide!

        Talonflame y Charcadet recién regresaron con el botín durante el atardecer, cuando los ánimos caldeados se habían disipado lo suficiente como para que la Vivi Brava no estallara por los aires a causa de las peleas entre sus tripulantes. Junk olvidaba fácilmente su condición de prisionero cuando se enfrascaba en su trabajo y le gritaba a cualquiera que perturbara sus pruebas, sin importar si le gritaban más fuerte o le presentaban una espada en la sien como respuesta. Hiraku se había dormido en el monstruario, como si se sintiera más parte de ese mundo que del de pasajeros, incluso cuando Absol pareciera bastante cómoda entre los humanos, mientras que Amelia se quedó sentada de muy mal humor frente al tablero de mando, dejando que la suave voz del Castform que flotaba a su alrededor la reconforte. Gareth y Crixa estaban cortando algunos troncos con el mandoble del Yelmo fuera de la nave cuando dieron aviso a los demás del arribo del ave y el cadete de fuego.

        —¡Fantástico! —Junk saltaba de la nave y abrazaba el canasto repleto de unos hongos enormes con los ojos en blanco y los labios rechonchos abiertos en forma de oes. Estaban ligeramente chamuscados, pero no tanto como para quedar obsoletos, y el chico de Scraptown felicitó al halcón chocando sus cincos con su ala, y al pequeñín dándole palmaditas en la cabeza sin quemarse, pues llevaba puestos sus gruesos guantes de cuero para trabajar.

        Esta vez, el halcón estaba más exhausto y con el plumaje cubierto de un polvo verdoso que se sacudía como si le produjera urticaria. En cambio, Charcadet estaba radiante, como si nada lo hubiera tocado durante aquella pequeña incursión en Foongu. Amelia pensó que Talonflame era un niñero bueno y responsable, y se sintió orgullosa de él. Miró a Hiraku de reojo mientras recibía al pequeño soldadito de fuego que corrió dentro de la Vivi Brava para presumir su hazaña con los demás monstruos, y creyó ver una sombra de sonrisa en su rostro pálido antes de desvanecerse dentro del vehículo.

        Antes de caer la noche sobre el Bosque Foongu, todos eran ya conscientes de que el ave de fuego estaba demasiado agotada como para protagonizar una tercera expedición de recolección de hongos, por lo que no quedaría otra opción más que buscar por su cuenta a los Shiinotic con los que Junk se había obsesionado tanto. Esta vez acordaron que él y Amelia permanecerían en la Vivi Brava, cuidando de ella, mientras que Gareth, Crixa y Hiraku se adentrarían en el bosque escoltados por Gligar, Absol y Charcadet. Manectric se encontraba demasiado débil todavía, y Junk opinó que acabaría volviéndose más una carga que una ayuda para el grupo. Tras cenar temprano un guiso de verduras y setas con un poco de carne al estofado, los soldados se calzaron sus uniformes, además de máscaras de gas que Amelia tenía como parte del equipo de emergencias de la nave y que todos convinieron que serían incluso más necesarias que las armaduras. Dejaron la nave cuando la luna brilló con más fuerza en el reflejo del mar, y se perdieron entre la arboleda con dirección al noreste.


        Continuará…

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